La situación de crisis es especialmente injusta para las mujeres. En pleno siglo XXI sigue habiendo más paro entre las mujeres, ocupan menos cargos de responsabilidad y los salarios son inferiores. Para muestra, un dato: Hay más mujeres con estudios superiores entre la población de jóvenes de 25 a 34 años de edad, pero hay más hombres que obtienen trabajo en ese nivel de titulación. Este dato se refleja en el estudio presentado en enero del presente año, realizado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Esta realidad está muy relacionada, según el estudio, con la escasez de servicios para atender a los hijos y con el papel tradicional de las mujeres en relación con la familia.
Por otra parte, las cuestiones de fondo persisten. Sigue ocurriendo que a las mujeres se les identifica con el trabajo reproductivo y no con el productivo, trasladando su protagonismo al ámbito privado. El trabajo se entiende como el que tiene lugar en espacio público, con lo que esto supone de desmerecimiento para las mujeres que desempeñan las labores de cuidado en el hogar. Las mujeres mismas siguen diciendo que "no trabajan" cuando dicen que se ocupan de la casa, los hijos, los mayores dependientes. El hogar no es lugar de reconocimiento social, por más que hipócritamente defendamos lo importante que es que siga existiendo esta base de mujeres que se dedican a estas tareas, en la sociedad. No es un trabajo remunerado, ni reconocido, más bien es fuente de desasosiego permanente, de agotamiento, de oscuridad. La división sexual del trabajo beneficia a los varones y a su vida pública. Ellos, y sus tareas sufren menos interrupciones, tienen un tiempo acotado, mientras que las mujeres en las mismas circunstancias, nunca acaban de trabajar, siempre ocupadas y preocupadas, por lo que hacen fuera y dentro de la casa. Con este panorama podemos afirmar que las políticas que se desarrollan, hasta ahora, más allá de que nos quieran vender "otra moto", no están logrando superar la situación, más bien existe el dolor latente, el silencio de la supervivencia, el miedo de que sea aún peor. La situación es terrible para todos, varones y mujeres, pero, ¡que no se nos nuble la vista! Hemos de fijarnos en que para las mujeres, es aún más injusto, y hay escasas propuestas novedosas de legislar a nuestro favor. En el día de la mujer trabajadora, toda la humanidad, con alas de hombre y de mujer, grita de impotencia y para no resignarnos, que queremos ganarnos el pan, dignamente, y sobre el presupuesto de la igualdad.
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