Las misas solemnes como eventos sociales y protocolarios por: Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara11/12/2016 Estoy seguro de que algunos de mis lectores opinarán que soy un pesado, y es verdad. Me repito en el tema del que voy a escribir hoy, pero la causa es clara: porque se repiten los motivos para hacerlo. Hay muchas mas misas de esas solemnemente protocolarias, nada parecida por cierto a la “Última Cena del Señor” que artículos míos, o de otros, que las comenten a partes iguales con preocupación, con cansancio, y, también, con algo de escándalo, y mucho más de indignación. Mi colaboración escrita en estos casos no tiene como objetivo incordiar, o molestar, sino, sencillamente, que vayan acabando esos acontecimientos religiosamente ampulosos, litúrgicamente indebidos, y, en mi opinión, pastoralmente contraindicados, cuando no negativos. Es este momento estoy pensando en tres misas de éstas bien solemnes, y bastante aburridas.
1ª) La primera, de hoy mismo en la Basílica del Pilar. El señor arzobispo de Zaragoza, D. Vicente Jiménez Zamora, ha comenzado la homilía, al estilo de un show televisivo o teatral, saludando-presentando a un innumerable y variado elenco de personalidades e instituciones religiosas, políticas, militares, sociales, culturales y musicales de la ciudad. Hasta ha saludado a la escolanía, y al coro de no sé donde, etc. La pregunta es: ¿Qué hacían, como tales, esos organismos, personas, instituciones, o agrupaciones en la celebración de la Cena del Señor? Supongo que, fundamentalmente, dos cosas: oír la Palabra, y partir el Pan. Pero eso ya lo sabemos, y lo deben de saber todos. Otra cosa es que, en efecto, esa sea su intención al asistir a acto tan solemne, con protocolo y vestimenta de alta gala. Y, por supuesto, a la escolanía sele pide que cante cuando le toque, lo mismo que al coro. Y cuando lo hagan, los fieles tendrán cabal conocimiento de su presencia, y del nivel artístico de su intervención. A algunos les habrá sorprendido mi pregunta sobre qué papel tienen esas personas, organismos o instituciones, como tales, en la Cena del Señor. Estoy seguro de que muchos de mis lectores estarían esperando, en lugar de ese recuerdo neo-testamentario, la expresión “Eucaristía”, o Misa. Porque, efectivamente, es lo que quiero provocar: que caigan en la cuenta de que es muy difícil recordar, en todo el aparato ceremonial y ritual, con reminiscencias medievales, bizantinas, y hasta egipcias, adobadas con detalles de religiosidad natural como inciensos, hachones, báculos y sombreros exóticos, recordar, digo, que estamos cumpliendo el mandato del Señor, “haced esto en memoria mía”, y “comed el pan y bebed del vino”, y que este compartir la proclamación de la Palabra de Dios, y comer el mismo pan y beber el mismo vino son los primeros y principales fines de la celebración eucarística. Pero, ¿Cómo pueden tener esto en cuenta si muchos de los invitados al banquete no se atreven a participar del mismo, y no saben, o han olvidado hace tiempo, que a la misa se va a participar de un festín comunitario? Pues yo no me cansaré de reiterar, pero nunca tanto como reiteran los que programan esos espectáculos rituales, que celebremos la eucaristía de otra manera, que el estamento clerical no sea tan necesario y protagonista, y que las pequeñas comunidades puedan existir, ser autónomas, y celebrar la Eucaristía, presididas por un miembro natural, “laico”, por supuesto, pero capaz de presidir a sus hermanos en la celebración, es decir, de ser “presbítero”. (Nota: laico vienen de laos, pueblo; y presbítero es el mal llamado sacerdote, cuyo ministerio es presidir las celebraciones de la Comunidad eclesial) 2ª) De la segunda (misa) ya escribí algo en mi artículo ¡Ayer vi en la televisión un Papa mohíno!, (del 05/ septiembre de este año). Pero ese día se me pasó un detalle que quería indicar. Comenté el mar de mitras, en lo que llamé “suntuosa canonización de la Madre Teresa de Calcuta”, que, por cierto, en la primera JMJ (Jornada mundial de la Juventud) que le tocó presidir al papa Francisco, en Río de Janeiro, intentó disuadir a tanto obispo cuya presencia no es necesaria para nada, que el dinero que iban a gastar en viajes y estancias lo dedicaran a los pobres. Por lo visto, los prelados no hacen mucho caso, y lo triste es que esa barahúnda episcopal, más que ayudar, estorba, exige unos escenarios carísimos y complicados, y no agiliza nada la liturgia eucarística. La tercera solo la tendré en cuanta por ser otro evento grandioso y reciente. . Me refiero a la celebración de la última JMJ de Cracovia, en Polonia, de la que leí, en no recuerdo qué portal cristiano, el ingente número de cardenales y obispos que acudieron a la ciudad polaca en el último mes de Julio. Pero el detalle que se me pasó es el siguiente: los gastos provenientes de acudir a esos fastos, ¿los pagan los obispos de su bolsillo, o los abonan la diócesis correspondientes? Me gustaría muchísimo que alguien que lo sepa nos saque de dudas.
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