El mismo contexto que el domingo pasado. Recordad: purificación del templo, protesta airada de los sacerdotes… A lo que Jesús responde con tres parábolas muy parecidas en su significado último. Una la hemos leído el domingo pasado, “los dos hijos enviados a la viña”, otra la leeremos del domingo que viene y la que leemos hoy, tal vez la más provocadora. Al rechazo de los jefes religiosos responde Jesús, según Mateo, con suma crudeza.
Se narra ya en el evangelio de Marcos, del que parece que copian Mateo y Lucas con pequeñas variantes. Cuando se escriben estos evangelios, hacia los ochenta del siglo I, ya se había producido la destrucción de Jerusalén y la total separación de los cristianos de la religión judía. Era muy fácil anunciar todo lo que había sucedido ya. También se había producido e interpretado la muerte de Jesús, que es uno de los elementos sustanciales del relato. Estamos al final de la vida de Jesús y ya se ve claro el fracaso de su predicación ante la cerrazón de los dirigentes religiosos. A pesar de ello se mira al futuro (ya presente) y se da una salida airosa al mesianismo de Jesús. Eso sí, a costa del rechazo del pueblo de Israel. Esto no es probable que Jesús lo tuviera tan claro como los cristianos de la comunidad de Mateo. EXPLICACIÓN No se trata propiamente de una parábola, sino de una alegoría, donde, a cada elemento metafórico, corresponde un elemento real. El propietario es Dios. La viña es el pueblo elegido. Los labradores son los jefes religiosos. Los enviados una y otra vez, son los profetas. El hijo es el mismo Jesús. Los frutos que Dios espera son, para Isaías, derecho y justicia; para los primeros cristianos es el amor. El nuevo pueblo, donde los dirigentes tienen que entregar frutos, es la comunidad cristiana. El relato del evangelio es copia, casi literal, del texto de Isaías. Pero si nos fijamos bien, descubriremos matices que cambian sustancialmente el mensaje. En Isaías el protagonista es el pueblo (viña), que no ha respondido a las expectativas de Dios; en vez de dar uvas, dio agrazones. En Mateo los protagonistas son los jefes religiosos (viñadores), que quieren apropiarse de los frutos e incluso de la misma viña. No quieren reconocer los derechos del propietario. La crítica de la parábola de hoy está dirigida a los jefes religiosos. Como el domingo pasado, como el anterior, se nos habla de la viña. Era una de las imágenes más utilizadas en el AT para referirse al pueblo elegido. Seguramente, Jesús recordó muchas veces en su predicación, el canto de Isaías a la viña; sin embargo, no es probable que la relatara tal como la encontramos en los evangelios. No solo porque en él se da por supuesto la muerte de Jesús y el total rechazo del pueblo de Israel a la primera comunidad cristiana, sino también porque a ningún judío le podía pasar por la cabeza que Dios les rechazara para elegir a otro pueblo. Por lo tanto, está reflejando una reflexión de la primera comunidad cristiana muy posterior, cuando la ruptura entre la naciente Iglesia y la religión judía está consumada y la interpretación de la vida y muerte de Jesús había sido asimilada por la experiencia pascual. “Se os quitará la viña y se dará a otro pueblo que produzca sus frutos”. Una manera muy bíblica de justificar que los cristianos se consideraran ahora el pueblo elegido. Esto era inaceptable y un gran escándalo para los judíos que consideraban la Ley y el templo como la obra definitiva de Dios, y ellos, sus destinatarios exclusivos. El relato no sólo justifica la separación, sino que también advierte a las autoridades de la comunidad que pueden caer en la misma trampa y ser rechazada por no reconocer los derechos de Dios. Recordemos que entre la Torá (Ley) y el mensaje del Jesús, existe un peldaño intermedio que a veces olvidamos, y que seguramente hizo posible que la predicación de Jesús prendiera, al menos en unos pocos. Recordad las veces que se dice en el evangelio: “para que se cumplieran las escrituras”. Ese escalón intermedio fueron los profetas, que dieron chispazos increíbles en la dirección correcta; aunque no fueron escuchados. “La piedra desechada por los arquitectos es ahora la piedra angular”, da por supuesto la apreciación cristiana de la figura de Jesús. Jesús no pudo contemplar el rechazo del pueblo judío como la causa de su propia muerte. Jesús nunca pretendió crear una nueva religión, ni inventarse un nuevo Dios. Jesús fue un judío por los cuatro costados, y nunca dejó de serlo. Si su predicación dio lugar al nacimiento del cristianismo, fue muy a su pesar. El traspaso de la viña a otros sobrepasa con mucho el pensamiento bíblico. En el AT el pueblo de Israel es castigado, pero siempre permanece como pueblo elegido APLICACIÓN Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y tenían mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses. De esta manera llegaron a identificar la voluntad de Dios con la suya propia y creerse dueños y señores del pueblo. Si la viña no es propiedad de los arrendatarios, tampoco pueden serlo los frutos. Los destinatarios de la parábola son los jefes religiosos. No se pone en duda que la viña de frutos. Se trata de criticar a los que se aprovechan indebidamente de los frutos que corresponden al Dueño. Claro que podemos y debemos hacer una crítica de nuestra religión. A Jesús le mataron por criticar su propia religión. Atacó radicalmente los dos pilares sobre los que se sustentaba: el culto del templo y la Ley. Tenemos que recordar a nuestros dirigentes, que no son dueños, sino administradores de la viña. La tentación de aprovechar la viña en beneficio propio es hoy la misma que en tiempo de Jesús, y no tenemos que escandalizarnos de que en ocasiones, nuestros jerarcas no respondan a lo que el evangelio exige. Por lo menos, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta de que iba por ellos. No estoy tan seguro de que hoy los dirigentes sean capaces de aplicarnos el cuento. La historia demuestra que es muy fácil caer en la trampa de identificar los intereses propios o de grupo, con la voluntad de Dios. Esta tentación es mayor, cuanto más religiosa sea la comunidad. Esa posibilidad no ha disminuido un ápice en nuestro tiempo. El primer paso para llegar a esta actitud es separar el interés de Dios del interés del hombre. El segundo es oponerlos. Dado este segundo paso ya tenemos todo preparado para machacar al hombre en nombre de Dios. Que es lo que hacían aquellos jefes religiosos. ¿Qué espera Dios de mí hoy? Naturalmente, es un modo de hablar, porque Dios no puede esperar nada de nosotros porque nada podemos darle. Él es el que se nos da totalmente y no podemos devolverle nada. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros mismos. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de sus posibilidades de ser. Como seres humanos que somos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud precisamente por aquello que tenemos de específico, nuestra humanidad. Dios espera que seamos plenamente humanos. ¿Pero no somos ya seres humanos? No. Somos un proyecto, una posibilidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús, como ser humano, alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella. Según él, ser más humano es ser capaz de amar más. La preocupación por el otro (derecho, justicia) es el camino para alcanzar la meta. Si se adjudica la viña a otro pueblo, es para que produzca sus frutos. Es la conclusión general que podríamos sacar de todo el relato. Ahora bien, ¿de qué frutos nos habla el evangelio? Los fariseos eran los cumplidores estrictos de la Ley. El relato de Isaías nos dice: “esperó de ellos derecho y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia y ahí tenéislamentos.” En cualquier texto de la Torá hubiera dicho: esperó sacrificios, esperó un culto digno, esperó oración, esperó ayuno, esperó el cumplimiento de la Ley. Pedir derecho y justicia es la prueba de que el bien del hombre es lo más importante. Jesús da un paso más. No habla ya de “derecho y justicia”, que ya era mucho, sino de amor, que es la norma suprema. La denuncia nos afecta a todos en la medida que todos tenemos algún grado de autoridad religiosa, y todos la utilizamos buscando muestro propio beneficio en lugar de buscar el bien de los demás. No solo el superior autoritario que abusa de sus súbditos como esclavos a su servicio, sino también la abuela que dice al niño: si no haces esto, o dejas de hacer aquello, Jesús no te quiere. Siempre que creamos tener algo de lo que los demás carecen, Dios espera que lo pongamos al servicio de todos. Siempre que utilizamos nuestra superioridad para aprovecharnos de los demás, estamos apropiándonos de los frutos que no son nuestros. El evangelio nos da la única alternativa posible al desastre de la historia: hacer del amor la piedra angular. Edificar sobre Cristo (amor) es la única salida para una humanidad que avanza a trancas y barrancas hacia su plenitud. Meditación-contemplación ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho? Si en nuestro interior descubrimos alguna queja contra Dios, no hemos entendido nada de lo que Dios es para nosotros y nuestra relación con Dios será inadecuada. …………………. El primer paso seguro hacia Dios es descubrir experimentalmente que Él ya ha dado todos los pasos hacia mí. Toda nuestra vida espiritual consiste en responder a ese don total. Cualquier otra actitud es engañosa. ……………. Para nosotros, Jesús es el ejemplo supremo. Su punto de partida fue descubrir que Dios era “abba”. Que quiere decir: padre, madre, hermano, origen, meta… Sentirnos fundamentados en Él será el salto definitivo.
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