Oficialmente hay unos seis millones, y cada año se declaran unos 250.000 nuevos casos, pero las cifras son poco fiables, porque hay países que no declaran los enfermos que tienen, como la India o Brasil, porque temen que afecte negativamente a su imagen y desarrollo, lo cual es muy dañino para los propios leprosos, pues la OMS solo facilita tratamiento a los países que reconocen tener enfermos de lepra.
La lepra es una enfermedad muy cruel porque empieza a afectar a las zonas frías: cartílagos, nariz, orejas, y que necrosa siempre de cara al exterior. El enfermo está consciente y tiene los órganos vitales bien, pero se siente muy mal, tanto física como moralmente, y más aún las mujeres, pues la exclusión social mata tanto o más que la propia enfermedad. Ahora, con los recortes, será una enfermedad doblemente maldita, pues tanto en España como en la UE no hay dinero para atender a estos enfermos. Inmigracion y discriminación Jesús curaba siempre a toda clase de enfermos, porque El es la humanización de Dios libertador de todo sufrimiento y esclavitud, como ahora a estos diez leprosos, pero a nueve solo les preocupaba ser reconocidos legal y oficialmente como curados para reintegrarse a la sociedad. Tan solo uno, que no entendía de leyes, ni ritos, socialmente despreciado como extranjero por ser samaritano, vuelve a darle gracias a Jesús. Donde hay liberación, ahí está Dios, pero donde hay opresión ahí falta El. ¿Qué estamos haciendo con la sanidad y los inmigrantes: los estamos curando a todos, no los estamos discriminando? Los leprosos y las lepras de nuestro tiempo Otra clase de lepra mucho más grave, sigue impidiendo curar a los leprosos de hoy y a los afectados por otras muchas enfermedades:es la lepra del egoísmo, de la insolidaridad, de la injusticia, de la falta de compromiso con los más empobrecidos del mundo. ¿Cuándo dedicaremos de una vez los enormes gastos militares 1,4 billones de $ al año en el mundo (España es el sexto exportador de armas), para curar a los seres humanos? Hoy hay muchas víctimas porque hay grandes y terribles victimadores. Son victimadores los fabricantes de armas de guerra, las multinacionales que explotan y oprimen a los países pobres, los gobiernos y empresarios corruptos y corruptores, los fabricantes de ídolos para domesticar a las masas y explotarlas con el consumismo; los creadores de negocio con la invención de enfermedades y necesidades artificiales. Son victimadores los banqueros que engañan con las preferentes, las subordinadas, las hipotecas...; son victimadores los políticos corruptos y cuantos desde la política buscan enriquecerse y situarse entre los de arriba y sobre los de abajo a costa del pueblo; lo son los legisladores que fabrican leyes a favor de los grandes con detrimento de los pequeños. Son victimadores el BM, el FMI, la OMC, el TLC, etc. Son victimadores quienes roban la tierra a los pobres en Africa o América y así los envían en masa a la marginación, a la emigración (pateras, Lampedusa) o al desplazamiento. Son victimadores quienes contaminan, dañan y abusan de la Madre Tierra, hipotecando el futuro de las nuevas generaciones. Son nefandos victimadores quienes negocian con la droga y el cuerpo de las mujeres en la prostitución (los dos negocios más lucrativos del mundo, después de las armas). Son grandes y terribles victimadores quienes secuestran o compran, aprovechándose de la miseria de sus padres, a niños en el Tercer Mundo para venderlos o matarlos y negociar con sus órganos. Todo el sistema del capitalismo neoliberal y cuantos lo secundan activa o pasivamente conformes con él sin combatirlo, son puros y duros victimadores. Todo este desfile de victimadores son la lepra y la lacra más grande y nociva de nuestro tiempo. Podemos citar aun más victimadores como las religiones y los religiosos que cercenan la libertad de conciencia, que captan adeptos para aprovecharse de ellos económica y socialmente, que quieren imponer sus comportamientos éticos a toda la sociedad y condicionan la independencia política para que los gobernantes y legisladores promuevan leyes a su conveniencia. Son terribles victimadores quienes desde su posición de superioridad y dominio abusan de la inocencia infantil (pederastia, trabajo esclavo); son grandes victimadores quienes desde creencias religiosas absurdas imponen la mutilación genital femenina que mata millones de mujeres en Africa. Toda esa lepra de victimadores, arranca de otra aún más profunda: es la lepra de la mente y el corazón de quienes son causa de todas esas múltiples lepras que están azotando a este mundo. ¿Cómo combatir esta lepra? No se combate con medicamentos ni hospitales. Es tarea de todos y todas de toda la sociedad; es tarea de educación crítica, es tarea de creer que es posible, es compromiso con los grandes valores del ser humano; es promoción y lucha por los Derechos Humanos; es preguntarnos por la responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros; es conversión de nuestra propia mente y nuestro corazón; es elegir y discernir a la hora de votar. Es manifestarse personal y públicamente en defensa de la sociedad, de todo ser humano, de la Madre Tierra, de la igualdad de derechos y deberes; es luchar hasta ser capaces de convertir a los victimadores por el bien de los victimados y de ellos mismos; es preferir mil veces más ser víctima antes que victimador... Es preguntarnos qué hemos hecho mal para que haya tanto mal en el mundo; es preguntarnos qué culpa podemos tener nosotros en el mal que hacen otros... Es un compromiso inquebrantable con la ética, la honradez, la honestidad, la justicia, la solidaridad, la fraternidad universal, la vida, el amor como ceñidor de la felicidad de toda la creación, como lo fue hasta la muerte, si hace falta, el de Jesús de Nazaret, luchando por los victimados y denunciando y pidiendo la conversión a los victimadores, de los cuales él mismo acabó siendo víctima y perdonándoles "Padre perdónales porque no saben lo que hacen". ¿Los victimadores de hoy saben lo que hacen? Por creer que otro mundo mejor es posible que podamos oír de El: "tu fe te ha salvado". Gratitud. Finalmente y en coherencia con la gratitud que Jesús esperaba de aquellos nueve leprosos, debemos sentirnos inmensamente agradecidos, incluso a nosotros mismos, por la posibilidad que tenemos de hacer el bien a todos y a todo, sobre todo a aquellos a los que su precaria situación de pobreza material, o de impotencia mental y afectiva, les impide mostrarse agradecidos.
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