Del apóstol san Pablo se han dicho muchas cosas. No siempre positivas e incluso algunas muy negativas. Se ha dicho que el apóstol de los gentiles en realidad desfiguró el evangelio de Jesús. Que se inventó "otra cosa" muy diferente que no tenía nada que ver con el Maestro. Por otro lado están aquellos que prácticamente han "divinizado" a Pablo, ya que sus escritos son considerados como "palabra de Dios", que han de valer para todo creyente de todas las épocas y en todo lugar.
Pienso no obstante como otros muchos que hay que tomar a Pablo como lo que era, un judío helenista del siglo I que fue transformado por una experiencia muy profunda y personal. Pablo ha sido y es para mí ese amigo que me acompaña en mi peregrinaje espiritual. Trato de verlo en su contexto, cómo interpretó su realidad (que no es la mía), lo que intentó transmitir y lo que finalmente consiguió. Me identifico con muchas de sus luchas y algunas de sus intuiciones. Fui educado en el Pablo-divino, pero he ido descubriendo al hombre real, dándome cuenta progresivamente de la genialidad del Apóstol de los gentiles. Se ha dicho que Pablo fue el inventor del cristianismo. Esta idea surge al constatar la manera en la que el apóstol anuncia "su evangelio" y lo que encontramos en la predicación de Jesús. Hay diferencias notables, en los conceptos, enfoques y sobre todo en el lenguaje. Además se da la circunstancia de que Pablo en sus epístolas apenas se refiere "al Jesús histórico" como se suele decir actualmente. En todo caso, Pablo se centra en la muerte y en la resurrección de Jesús, de donde elabora prácticamente toda su teología. Es cierto que existen esas diferencias entre lo que Jesús predicaba y lo que Pablo anunciaba. Pero podemos darle explicación. Pablo, mejor que ninguno de los discípulos, captó que en el Evangelio había algo esencial: su universalidad. Y se atrevió a dar un paso más. Cuando llevó el Evangelio al mundo pagano, al Imperio, se encontró frente a un mundo cultural muy distinto al del mundo rural de Palestina. Los caminos de Pablo no fueron los mismos por los que anduvo Jesús. El apóstol tuvo que hacer frente a un mundo cultural donde la filosofía daba respuestas éticas muy concretas. Recordamos su encuentro con los estoicos y los epicúreos (Jesús nunca tuvo que enfrentarse a ellos) Además existían las religiones llamadas "de misterio", que apelaban a la conversión personal, y daban respuestas a las preguntas existenciales. No podemos olvidar toda la mitología romana, y sus templos y sus ritos. El Mitraísmo estaba en pleno apogeo y fue un gran rival para la Iglesia naciente. Recordemos también el incipiente movimiento gnóstico que despreciaba el cuerpo y elaboraba un intrincado sistema cosmológico-espiritual de gran atractivo para los buscadores de la época. Pablo se sitúa frente a todo esto dando una respuesta atrevida. Tomando las imágenes, el lenguaje, incluso la mitología ambiente, sitúa en su centro la revelación de Jesucristo. Emplea términos incluso del derecho romano, recoge lo mejor del estoicismo, reinterpreta ciertos ritos, y anuncia algo impensable. La fe cristiana, partiendo de su matriz judía, es en realidad algo que concierne a todo hombre. Pablo compendió lo que Jesús pretendió. El reino de Dios es universal. Y no puede anunciarse de la misma manera en todos los lugares. De ahí su famosa frase: "con el judío me hago judío, y con el griego me hago griego". No hay duda de que la enorme cultura que tenía le ayudó a encarnar ese evangelio según las circunstancias. Era un judío helenista ciudadano del Imperio romano. Quizás Pablo es un modelo a seguir, no tanto por lo que dijo, sino por lo que hizo. Supo llevar lo esencial del Evangelio a las diferentes cosmologías de la época. ¿Deberíamos hacer lo mismo? Era el hombre adecuado en el momento adecuado. Pablo no fue un desfigurador o un inventor del cristianismo. Sino que fue uno de susintérpretes. Se encontró con nuevas situaciones que no encontramos en los evangelios. Y tuvo que "interpretar" cómo responder. Y eso le llevó incluso a innovar. Pero pienso que siempre se mantuvo fiel "al espíritu de Cristo". Le dio su propia forma y lo llamó "mi evangelio". Parecería una actitud arrogante si no fuera porque en realidad desveló algo esencial. El "Evangelio" no es algo estático, sino algo encarnable, en cada uno de nosotros. Sin embargo, algo esencial, central, común se mantiene en todas las expresiones. Confieso que de haber vivido en aquel siglo, me habría gustado formar parte de los que se han llamado "las comunidades paulinas". Y el motivo es que este hombre discernió que en el corazón de la fe, está la libertad. No hay más que leer su epístola a los Gálatas. Creo que es donde mejor captamos lo que "habitaba" en Pablo. Se dio cuenta que incluso la Ley podía esclavizar a los hombres. Y siguiendo a su Maestro Jesús anunció que había algo más profundo y más importante que La Ley: "Porque toda la Ley en esa sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Gal 5, 14) ¿Nos recuerda a alguien? ¿Nos resulta familiar? Jesús se acercó a las mujeres y las dignificó. Se reveló frente a toda esclavitud y barreras que separaban a los hombres. Su actitud con el Centurión fue escandalosa. El reino que anunciaba el Nazareno superaba los obstáculos. ¿Y no fue lo que anunció el apóstol Pablo? Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál 3,28) No hay más que enterarse cómo estaba estructurada la sociedad del siglo I para darnos cuenta del impacto de esa comprensión del Evangelio. Hasta a Pedro le fue difícil comprenderlo en su totalidad. Pablo tuvo también sus puntos oscuros. No toleraba demasiado a los oponentes. Recordamos sus enfrentamientos con Bernabé, Marcos o Pedro. Parecía tener un carácter fuerte. Quizás podamos criticar algunas de sus ideas, de la manera en que entendió algunos aspectos de "su evangelio". Y es normal hacerlo, porque él no era el Mesías, ni era un ser divinizado. Pero fue quien llevó la fe de Jesús más allá del contorno judío. Estamos en deuda con él, y somos herederos de una visión y una intuición que resultó ser un auténtico fermento. Podemos acercarnos al apóstol de los gentiles, sin adoración implícita, situándolo en su contexto y valorando lo que hizo manteniendo un espíritu crítico. Sin embargo no podemos prescindir de él, al menos cada vez que pensemos con una mente universal, con una idea de Reino de Dios que no excluye a nadie. No fue Pablo el iniciador de tal pensamiento. Su fuente fue Jesucristo. En medio de sus errores, o ideas muy particulares, descubrimos la genialidad del apóstol de los gentiles.
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