Mateo concluye el gran discurso de Jesús en una montaña de Galilea con dos breves parábolas, narradas con maestría y fáciles de recordar por todos. Su mensaje es de importancia decisiva: seguir a Jesús consiste en «escuchar sus palabras» y en «ponerlas en práctica». Si no lo hacemos así, nuestro cristianismo es una insensatez. No tiene sentido alguno.
El hombre sensato construye su casa sobre roca firme. Por eso, cuando llegan las lluvias torrenciales del invierno y el agua desciende de los montes y soplan los fuertes vientos del Mediterráneo, la casa no se hunde: «está cimentada sobre roca». Así es la Iglesia formada por creyentes que se esfuerzan por escuchar el Evangelio y ponerlo en práctica. El hombre necio, por el contrario, construye su casa sobre arena, en el fondo del valle. Por eso, al llegar las lluvias, los aluviones y el vendaval, la casa «se hunde totalmente». Así se desmorona el cristianismo cuando no está fundamentado en la roca del Evangelio, escuchado y practicado en las comunidades. En la conciencia moderna se ha producido un profundo cambio cultural que está poniendo en crisis el nacimiento y la vivencia de la fe cristiana. Cada vez se va haciendo más difícil despertar una fe viva en Dios y en Jesucristo por vía de "adoctrinamiento". Señalemos dos causas fáciles de detectar. Por una parte, está en crisis la autoridad, toda autoridad. Es difícil que la fe brote hoy de la obediencia a una autoridad religiosa que se presente como poseedora de la verdad. La palabra que pronuncia la Iglesia desde su posición de autoridad sagrada no resulta hoy por sí misma ni creíble ni atractiva. Por otra parte, más que doctrina religiosa, las personas buscan una experiencia que les ayude a vivir con sentido y esperanza. Muchos hombres y mujeres se distancian casi instintivamente de cualquier iniciación a la fe entendida como "proceso de aprendizaje". Hemos de creer mucho más en la fuerza transformadora del Evangelio. Las palabras de Jesús tienen más poder que nuestras doctrinas. Su Buena Noticia es más atractiva que todos nuestros sermones. ¿No ha llegado el momento de formar grupos, crear espacios, posibilitar encuentros en los que la gente de hoy tenga la oportunidad de entrar en contacto directo con el Evangelio para escuchar a Jesús y descubrir juntos su Buena Noticia? Muchos que se sienten perdidos y viven sin esperanza podrían descubrir con alegría que no están solos, que pueden confiar en un Dios Padre y que pueden vivir con la esperanza de Jesús. Es lo que más necesitan.
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