La imagen más usada para ilustrar el prototipo de familia cristiana muestra en un primer plano a un grupo familiar tradicional compuesto por madre, padre e hijos y un templo sirviendo como telón de fondo.
Tal estampa y la idea que le da soporte se hallan en las antípodas del pensamiento de Jesús. Para darse cuenta de ello basta repasar con detenimiento el texto de Mc 3,31-35: Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Una multitud de gente estaba sentada en torno a él. Le dijeron: Mira, tu madre y tus hermanos te reclaman ahí fuera. Él les replicó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, añadió: - ¡Mirad!… La madre mía y los hermanos míos. Cualquiera que realice el anhelo de Dios, ese es hermano mío y hermana y madre. Desde que Marcos señalara la maniobra de los suyos saliendo a la busca y captura de Jesús por considerar que había perdido el juicio (3,21) hasta este momento en que alcanzan su destino deseado no ha habido cambio de escenario. Nos hallamos, por tanto, en el mismo entorno: en casa (3,20), el espacio natural de la sociedad alternativa. Un espacio civil y familiar. El verbo que abre el episodio está escrito en presente y en singular: llega (ἕρχεται; traducido: llegó). Transmite actualidad, concede protagonismo a la madre de Jesús y supedita el papel de los hermanos de él a esa figura principal (su madre con sus hermanos). No se mencionan los nombres de ninguno de ellos. Destacan las relaciones. Hacen referencia al Galileo. Madre y hermanos forman un grupo compacto en lo físico, en lo familiar, en los motivos que les impulsan y en sus intenciones. El narrador explica la actitud del colectivo familiar con los dos movimientos que ellos realizan. El primero describe la posición que adoptan una vez alcanzado el punto de destino: “y, quedándose fuera”. La acción expresada por el verbo griego στήκω, estar de pie, estar firme (traducido por: quedarse), indica que se han plantado. El lugar elegido, fuera, confirma su actitud reprobatoria de la actividad de Jesús y su alineamiento con las tesis institucionales. El comportamiento del grupo familiar contrasta con la pauta seguida por el paralítico con sus cuatro porteadores (Mc 2,3-4). El segundo movimiento da cuenta de la iniciativa que toman. Manteniendo la posición, optan por los intermediarios para conseguir sus objetivos: lo mandaron llamar. No entran, desean que él salga. Se niegan a participar e intentan que él abandone. Su familia se presenta como trampa para la libertad y obstáculo para la sociedad alternativa. Mateos y Lucas, que habían omitido el verso donde Marcos informaba de la tentativa de captura de Jesús por parte de sus familiares (Mc 3,21), recogen esta otra escena edulcorando el texto fuente: “Todavía estaba Jesús hablando a las multitudes cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él” (Mt 12,46). “Se presentó allí su madre con sus hermanos, pero no lograban llegar hasta él por causa de la multitud” (Lc 8,19). Pero Marcos no se anduvo con componendas ni pasó por alto detalle alguno. A continuación retrata con finura didáctica la posición de los de puertas adentro: una multitud estaba sentada en torno a él. Esta multitud actúa a la inversa de la que aparece en el relato del paralítico. Allí representaba un inconveniente para entrar; aquí invita a hacerlo. Su posición de sentados habla de relajación. Se opone al estado de tensión (estar de pie) de los de fuera. La expresión: en torno a él completa la actitud del grupo de casa. La colocación en círculos concéntricos es la típica de los discípulos. Expresa proximidad, adhesión e intimidad y alude a escucha atenta del Mensaje. Los que rodean a Jesús le transmiten el aviso de los de fuera. Lo inician con un imperativo, Mira, que exige desentenderse de lo que se tenga entre manos y poner toda la atención en el contenido del comunicado. La importancia procede de quiénes envían el recado: tu madre y tus hermanos. Los transmisores cambian el verbo llamar (v.31) por otro: te reclaman y repiten el lugar, fuera, aludiendo al rechazo a la propuesta de Jesús. Marcos insiste para que no pase desapercibida la negativa de la familia a entrar a la casa. La reacción del Galileo al encargo se introduce con una fórmula hebraizante (les replicó) que deja entrever una respuesta meditada cuyo valor reclama la atención de los del corro. La réplica comienza con un interrogante tan categórico como inesperado que no busca respuesta, sino reflexión. Su formulación no es la esperada de un hijo o un hermano. La frase ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? marca la enorme distancia establecida por sus familiares respecto a él quedándose fuera. Fuera es el lugar de la institución y sus sometidos. El interrogante de Jesús refuerza la necesidad de la decisión libre y pone en entredicho que los lazos de sangre generen adhesión definitiva. La pregunta no es despectiva, pero sí plantea cuáles son los vínculos que unen estrechamente a las personas con un amor leal y qué uniones pueden ser provisionales y terminar convirtiéndose en cepos. Nadie habla. Marcos alarga el silencio sobreentendido por los lectores con un apunte característico de la personalidad del Galileo: paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él. Esa mirada en derredor de uno en uno apareció antes en el episodio del hombre de la mano encogida (Mc 3,1-7). En aquella ocasión fue de ira hacia los letrados, al acecho contra él; ahora rebosa complicidad y acogida destinadas a los con él. Marcos no se resigna a que el lector pase por alto la importancia del detalle e insiste en remachar el emplazamiento en cerco duplicando el dato: en corro y en torno a él (también apuntado con anterioridad en v.32). Este esfuerzo persistente del narrador persigue destacar a Jesús y su proyecto como punto de referencia de todos los que le rodean. El momento se hace culminante cuando él rompe drásticamente el largo silencio y capta toda la atención con un poderoso imperativo: Mirad…, que, unido a su gesto de mirada en derredor, identifica a los adheridos a su propuesta y exige reconocerlos. Acto seguido añade, repetida por cuarta vez, la frase clave del relato. En esta ocasión sin asociarla a ningún verbo que matice su uso. Está traducida conforme a la intensidad que reclama la fuerte determinación de Jesús: …a la madre mía y a los hermanos míos. Su vehemente afirmación demuestra hasta donde es consecuente con su mensaje. El vínculo que logra una unión indestructible no lo produce el origen, sino la opción personal. Para el Galileo, la familia constituida por lazos de sangre no es la célula de la nueva sociedad. Jesús termina su intervención elevando a rango universal el principio constitutivo de la que considera su familia. Sin romper la línea argumental de su discurso y con extraordinaria amplitud de miras, establece el criterio que determina el alcance de la nueva cohesión. Una expresión griega equivalente a: cualquiera que no impone otros límites, con su indefinición, que los declarados en sus siguientes palabras: cualquiera que realice el anhelo de Dios. El verbo hacer, realizar, ejecutar delimita de forma diáfana el primer requisito. Se descartan privilegios, pertenencias, discursos, orígenes y todo tipo de pretendidos vínculos. Solo, la praxis; una praxis concreta. La práctica que establece el nexo de unión con el Galileo coincide con lo que Dios anhela. El término griego θέλημα (voluntad, deseo), más frecuente en Mateo, Lucas y Juan, es usado por Marcos únicamente en este relato. La traducción por voluntad ha creado un vicio en el entendimiento de este vocablo cuando está referido a Dios y, como consecuencia, ha contaminado también la práctica humana supuesta e infundadamente vinculada a esa voluntad divina. El término, aquí aplicado a Dios, tiene el sentido de deseo o anhelo y expresa su sospechada ansia porque la decisión del ser humano camine en la dirección acertada. No implica mandato ni impide la libertad ni supone predeterminación o capricho. De acuerdo al mensaje de Jesús, la práctica a favor de los débiles y abandonados coincide con el anhelo de un Dios reñido con la imparcialidad. Jesús recalca lo personal de la conducta aludida previamente: ese. El énfasis no deja espacio a la duda. El señalamiento se dirige en exclusiva a la persona que ejecuta esa determinada praxis. A continuación termina con la frase que se repite por quinta vez, aunque en esta oportunidad, con cambios significativos: ese es hermano mío y hermana y madre. A diferencia de las anteriores ocasiones, ha enunciado en primer lugar hermano. Da, así, la clave para entender la calidad de las relaciones humanas producida por la coincidencia en la praxis antes citada. Pero, ha añadido el término hermana considerando a la mujer igual al hombre y al mismo nivel de relación. No hay discriminación en el mensaje y la propuesta de Jesús. La hermandad producida por esa praxis garantiza la cohesión y destierra las desigualdades. Dicha praxis hermana con Jesús a cualquiera que la lleve a cabo independientemente de estar o no integrado en la sociedad alternativa. Si el relato comenzó con la preeminencia de la madre como eje de la familia tradicional, finaliza priorizando la hermandad y situando en plano de igualdad a la mujer y al varón. La igualdad es el lugar privilegiado, el único lugar. El amor de otro tipo, ¡cualquiera!, ¡sin exclusión!, también el materno, está supeditado a la condición de iguales. Marcos se desentiende de narrar la reacción de los de fuera. Lo importante para él ha sido subrayar que el Galileo rompió con el modelo de familia tradicional basado en la sujeción y la dependencia, sustituyéndolo por el de una familia alternativa fundada en la libre opción por una praxis a favor de los insignificantes. Esta es para él su auténtica familia; la otra, no.
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