Por boca de un viejo venerable, el Desengaño, Quevedo nos pregunta en El mundo por de dentro (Los sueños): “¿Tú por ventura sabes lo que vale un día? ¿Entiendes de cuánto precio es una hora? ¿Has examinado el valor del tiempo?”.
Solemos decir que el tiempo es oro, pero luego lo despreciamos y malgastamos como si fuera hojalata. Somos finitos, pero nos comportamos como eternos. Somos frágiles y vulnerables, pero nos creemos indestructibles. ¿Por qué? ¡Vaya usted a saber! Tal vez sea por nuestra disposición natural a la idiotez y simpleza o porque, al comprender que la vida es un suspiro angustioso y melancólico, necesitamos revestirnos de vanidad e ilusión para soportarla. Sea como fuere, la realidad es que la vida es tan solo un breve desvelo; pues, apenas despertamos a la vida, ya nos volvemos a dormir. Por ello, no deberíamos venir a ella a matar el rato, como dicen algunos en su apatía, sino a vivirla con fruición. “Por necio tengo al que toda la vida se muere de miedo que se ha de morir y por malo al que vive tan sin miedo della como si no la hubiese, que este lo viene a temer cuando lo padece, y embarazado con el temor, ni halla remedio a la vida ni consuelo a su fin. Cuerdo es solo el que vive cada día como quien cada día y cada hora puede morir”. Sentencia el viejo venerable.
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