Estamos ya en el centro del mistero de la Encarnación. El texto de Mateo responde a la pregunta que se hace todo cristiano: ¿Quién es Jesús?
Hoy la clave nos la da Pablo: “Nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios.” Si hubiéramos tenido en cuenta esta simple distinción no habríamos caído en el foso de la confusión en el que estamos. Pero hay otra frase en el evangelio de Juan todavía más esclarecedora; cuando Jesús propone a Nicodemo que hay que nacer de nuevo, dice: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu”. Lo cual quiere decir, que de la carne no puede surgir el espíritu, pero tampoco del Espíritu puede nacer la carne. Pablo considera normal la procedencia de la humanidad de Jesús, pero deja muy claro que lo importante es lo que hay en él de divino; y eso, sin duda ninguna, ha nacido del Espíritu. Los relatos “de la infancia” de Mateo y Lucas no son crónicas de sucesos, no se trata de una biografía de Jesús, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Marcos, el evangelista que primero escribió, no sabe nada de la infancia de Jesús. Su evangelio empieza con la predicación del Bautista. Pero es que Juan, que fue el último, tampoco quiere saber nada de esas historias. Parece ser que la fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mateo y Lucas, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. Pensemos un poco. El interés por la figura de Jesús empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior. Nadie reparó en aquel niño. Para poder resaltar de una manera convincente lo que Jesús fue para los primeros cristianos, vieron la necesidad de hablar de las maravillas de su infancia, fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto con tanta dificultad. Los conocimientos que hoy tenemos nos hacen pensar que la infancia de Jesús fue de lo más normal. Nadie pudo adivinar lo que después iba a manifestar con su vida y con su muerte. Sus padres lo trataron siempre como un niño normal. La mejor prueba de ello es que, cuando empezó a salirse de la norma, creyeron que estaba loco y quisieron impedírselo. Solo después de la experiencia pascual, se intentó explicar quién era Jesús más allá de su figura humana. El modo en que lo hicieron era lógico para aquella época. Ni se engañaban ni quisieron engañar al contarnos estas historias. Nos engañamos nosotros al entender literalmente el texto, pero desde nuestra perspectiva, dando al relato un sentido distinto al que ellos le dieron. En todas las culturas, incluida la Bíblica, se ha intentado explicar la grandeza de algunos personajes, contando historias sobre su nacimiento portentoso. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice, que han nacido de madre virgen. Esa afirmación no pretende afirmar nada sobre su madre sino sobre ellos. Es ridículo tratar de determinar, desde nuestra manera de entender el mundo, a Dios y al hombre, si es verdadero o es falso lo que dicen. Todas esas afirmaciones tienen su verdad. En todos los casos se habla de esos personajes después de haber constatado que su vida sobrepasó lo que se puede esperar de un ser humano. Si lo que hacen es más que humano, tiene que ser divino. Es una manera de hablar que todos entendían perfectamente y que no causaba conflicto alguno. Los primeros cristianos, después de descubrir en la experiencia pascual lo que Jesús significaba para ellos, razonaron: si de personas famosas se puede decir que son hijos de un dios, de Jesús con mucha más razón. Que a nadie se le ocurra pensar que estamos devaluando los evangelios. Todo lo contrario, solo superando la literalidad miope, podremos acceder al profundo significado de cada relato. Nuestra religión y toda la cultura occidental están impregnadas de la teología que rezuman esas historias. Un vistazo a nuestro arte sería suficiente para convencernos. En el evangelio de hoy se nos habla de la Anunciación de José. ¿Por qué ha tenido tan poca repercusión en nuestra religión este anuncio, comparada con la que ha tenido la Anunciación de María? Vamos a dar un somero repaso al texto que acabamos de leer. “María estaba desposada con José”. El matrimonio, en aquella época, constaba de dos partes: el contrato y la boda. Lo importante a todos los efectos era el contrato (desposorio). Lo que se celebraba en la boda era la acogida de la esposa en casa del novio. Esto quiere decir que María y José estaban casados a todos los efectos jurídicos. “Antes de vivir juntos”. Está claro que Mateo quiere transmitirnos el origen divino de Jesús. Por dos veces lo dice sin rodeos. Todo lo que es y significa Jesús, es obra del Espíritu Santo. Pero, ¿creéis que eso queda explicado diciendo que Dios se hizo espermatozoide? El pensar que Dios garantiza su presencia en Jesús por vía biológica es una monstruosidad. Dios no puede manipular la materia biológica. Dios no tiene actos puntuales. En Dios ser y actuar es la misma realidad. La presencia de Dios en Jesús, se manifiesta en lo humano, pero no se reduce a lo biológicamente humano. Lo divino es una presencia en Espíritu. “Por obra del Espíritu Santo”. Dos veces hace Lucas referencia al Espíritu. No se trata de la tercera persona de la Trinidad, (faltaban varios siglos para que se concretara la idea de Espíritu Santo como “persona” de la Trinidad). En los dos casos está sin artículo. Al traducirlo con artículo determinado, estamos empujando a entenderlo mal. “Pneumatos Agiou”, hace referencia a Dios Espíritu (viento, aliento vital, fuerza, energía). Sería: “por obra de la fuerza de Dios”. “Agiou” (Santo) tampoco coincide con nuestro concepto de santo; significa, más bien, separado, incontaminado, completamente distinto, y además separador y purificador. Apunta a una absoluta originalidad. Jesús no es obra de la casualidad, ni de una evolución progresiva, sino que responde a la expresa presencia en él de Dios Espíritu. “José, su esposo que era bueno.” José es el centro del relato. Ni la palabra “bueno” ni la de “justo”, traducen la riqueza del término griego. Significaría un israelita auténtico, temeroso de Dios y cumplidor de la Ley. Simboliza el “resto de Israel” fiel. María, para Mateo, simboliza la nueva comunidad. En las dificultades que encuentran estos dos personajes, se está manifestando el conflicto que se vivía en tiempo de Mateo, entre el judaísmo fiel al AT y la nueva comunidad asentada sobre la figura de Jesús. El origen divino simboliza la superioridad sobre el AT. El encargo a José de recibir a María, está indicando que todo buen israelita debe aceptar la novedad, aunque cause problemas, porque es lo que Dios quiere. “El ángel del Señor”, no es una naturaleza angélica como lo concebimos nosotros, sino la presencia misteriosa del mismo Dios. Es Dios mismo el que hace la invitación a dar el salto. Los judíos pueden sentirse seguros al abandonar lo antiguo y hacerse cristianos. “En sueños”, es la manera normal de dirigirse Dios a los hombres en todo el AT. “Hijo de David”. La referencia a David, deja bien clara la pertenencia al pueblo judío. José es el encargado de legitimar la transición. Se trata de deshacer toda posible prevención. “Tú le pondrás por nombre Jesús”. Si conociéramos lo que significaba en todo el AT poner el nombre a una persona, descubriríamos la importancia que toma José en este relato. El nombre resume todo lo que va a ser una persona. El innombrable va a tener nombre, y la imposición de ese nombre va a depender de un hombre, José. Recordemos que en el relato de Lucas el nombre se le revela a María y ella será quien se lo imponga. “Salvará de los pecados”. Aquí también patinamos al aplicar el concepto que nosotros tenemos de pecado (siglo VII). Para Mateo, salvar de los pecados era liberar al pueblo de todas las injusticias y opresiones. Ese era el único pecado que se consideraba entonces. Nada que ver con el perdón de nuestros pecados personales por la muerte de Jesús. “Para que se cumpliera la Escritura”. Mateo hace especial hincapié en el cumplimiento de lo anunciado por el AT. En el párrafo de Isaías citado, la palabra hebrea ‘almâ’, que significa ‘joven’, fue traducida de manera incorrecta por ‘párthenos’ que significa ‘célibe’, ‘soltera’, ‘doncella’, ‘virgen’. En hebreo hay una palabra (betûâ) que significa de manera precisa ‘virgen’ pero no fue la usada en el pasaje. El malentendido lo denunció ya Trifón (s II). Se refiere a la joven esposa de Acaz que va a tener su primer hijo, y que iba a suponer la salvación para el reino. Jesús será salvador, como aquel hijo fue la salvación del pueblo. “Enmanuel (Dios-con-nosotros)”. La ausencia de Dios era la causa de todos los males para Judá. Su presencia garantizaba que las cosas iban a ir bien. Jesús no será un enviado más de Dios. Al no tener padre humano, no tiene en la tierra nadie a quien imitar. Su modelo será exclusivamente Dios. Será Hijo porque en todo imita al Padre. Para nosotros es un lenguaje extraño, pero en aquella época, la referencia de un hijo al padre no se medía por lo biológico, sino por la capacidad del hijo para hacer lo que hacía el padre. Meditación-contemplación “Constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios”. Pablo tenía muy claro la diferencia entre carne y espíritu. Nada que ver con la interpretación biológica que hemos hecho. Jesús nació de la carne; y nació del Espíritu. .................... Lo que soy biológicamente me viene dado por la naturaleza. Lo que puedo llegar a ser espiritualmente me viene de Dios. Pero tengo que nacer del agua y del Espíritu. Nadie puede hacerlo por mí; ni siquiera el mismo Dios. ...................... El Espíritu ya está dentro de mí. Mi tarea es darle a luz; es decir, tomar conciencia de esa realidad, Vivirla conscientemente y manifestarla en mi vida, para que la vean los demás. Ese proceso me llevará a la plenitud humana. ....................
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