El evangelio de hoy, es sencillo y muy sugerente. Resaltaremos tres claves:
1º El reino de Dios también crece cuando dormimos: Jesús nos habla de un hortelano que sabe hacer bien su trabajo: duerme cuando hay que dormir, y trabaja por el día, a su tiempo. Cuando contemplamos el Reino desde nuestro ego, creemos que crece debido a nuestro trabajo, que fácilmente se convierte en activismo enfermizo. El ego nos confunde: nos hace creer que somos dueñ@s del campo, en lugar de hortelan@s; en consecuencia, no distinguimos el día de la noche, ni el trabajo del descanso. Como si nos jugáramos todo a una sola cosecha. Un joven seminarista de Buenos Aires, Santi María Obiglio, nos ayuda a comprender la parábola a través de su reflexión sobre “El Dios del agotamiento”. Copio algunos párrafos, pero recomiendo vivamente leer su artículo completo[1]: ¡Hay tantos jóvenes comprometidos de corazón con la civilización del amor! Yo los admiro… Cuando veo su modo de trabajar, me asombra su entrega y su celo pastoral, y quiero un poco de todo su entusiasmo, inteligencia y esfuerzo. Pero junto a la admiración, también siento como hermano un poco de temor y preocupación. Ellos viven apasionados por Jesús y por su Reino. Generosos en tiempo y esfuerzos, se dedican al trabajo pastoral casi 24/7 horas de servicio en encuentros, reuniones, en la soledad de sus computadoras planificando o activos en el WhatsApp y otros medios para organizar y comunicar eventos, procesiones, misiones, vigilias, retiros… Lo que me preocupa es ¿dónde se encienden estos fuegos?, ¿cómo se cuidan estos fuegos?, ¿dónde acaban estos fuegos?... ¡Basta ver cómo explotan sus agendas! Y me pregunto si a veces estos fuegos que encienden otros fuegos no terminan destruidos por las llamas. No puedo creer que sea este el fuego de Jesús. Quiero decir: el fuego de Jesús no destruye. Sí consume, pero, misteriosamente, dando más vida… La necesidad –siempre urgente e inagotable– sumada al exitismo y al activismo, a veces cambian al Dios de la vida por el dios del agotamiento… No creo en un Maestro explotador de sus discípulos, creo en un Maestro que vino a que tengamos vida, todos, en abundancia; no sólo que el resto tenga vida, también nosotros, que “trabajamos” en sus cosas… ¿Estamos pudiendo encontrar el amor de Jesús en la oración, para descansar en él nuestras tareas y preocupaciones? ¿Tenemos con quien acompañarnos, quien nos consuele en nuestras luchas, quien nos escuche? ¿Celebramos la vida, los logros, la fraternidad? ¿Dormimos bien? ¿Comemos bien? ¿Tenemos tiempo para vivir “humanamente”?... Tal vez sólo cada uno pueda discernir dónde está su límite entre el don de sí, que es regalo, y la sobre-explotación, que es muerte... 2º Tengamos siempre en cuenta a quien dirigimos la Palabra. El evangelio de hoy nos dice que Jesús se dirige “al gentío”, acomodándose a su entender; es decir, hace el esfuerzo de que el mensaje llegue con claridad a la mente y al corazón de sus oyentes. Mejor con parábolas que con sermones. La comunicación sigue siendo una tarea pendiente en la Iglesia actual. Se han dado pasos, pero todavía queda un ingente trabajo que hacer. Es importante que la Palabra se comprenda, resuene, toque, mueva, conmueva y convierta. No necesitamos grandes oradores en las iglesias ni en el trabajo pastoral, sino predicadores y predicadoras “sobrecogidos” por el Misterio. No necesitamos que en las homilías algunos sacerdotes intercalen frases en latín, para humillar a los oyentes y lucirse como pavos reales; necesitamos escuchar testimonios de vida, a corazón abierto. No necesitamos que se alce la voz cuando se habla de moral. Ni estamos sord@s ni el comportamiento moral cambia por imposición, con gestos que a veces rayan con la mala educación. ¿Quién es el “gentío” que encontramos hoy en las iglesias? las personas que acuden puntualmente a una celebración religiosa, como acto social. Están alejadas, muy alejadas de la Buena Noticia. En la celebración de los sacramentos miran de reojo a los demás, porque no saben o no recuerdan cuando es oportuno levantarse o sentarse. No mueven los labios para orar o cantar. Puede que la homilía de esa celebración sea la única que escuchen en muchos años. ¿Es una homilía preparada y orada? ¿La comunicación es fluida, cercana y ayuda a comprender los textos bíblicos? ¿Ofrece ejemplos claros de la vida cotidiana? Todo nuestro cuerpo habla ¿qué expresión corporal tiene el sacerdote? Más vale un buen silencio que una mala homilía. 3º Dejemos que las parábolas nos rompan los esquemas. Jesús tuvo dificultad para explicar lo que era el reino de Dios. El “gentío” tenía en mente unas ideas sobre el reino y Jesús recurrió a una serie de ejemplos y parábolas que les rompían los esquemas. ¿Cómo leer la parábola de hoy para que también rompa los nuestros? Muy sencillo: con un bolígrafo marca un punto en la palma de tu mano. Solamente un pequeño punto, como la cabecita de un alfiler. Ahora, ponte de pie y extiende tus brazos como si fueran las ramas abiertas de un gran arbusto. Muchas semillas de mostaza, de las variedades que se cultivaban en tiempos de Jesús, eran tan pequeñas como el punto que te has marcado y al crecer llegaban a ser tan grandes como el arbusto que has representado con tu cuerpo. Si no nos sobrecoge el proceso de crecimiento de algo tan minúsculo no podremos entender el ejemplo que puso Jesús. La semilla tiene tal vitalidad en su interior que cuando recibe el agua, el sol y la riqueza de la tierra, despliega todo su potencial. Hoy diríamos: el reino de Dios se parece a la tarjeta SIM de un móvil. Aunque es minúscula, puede almacenar multitud de documentos, fotos, vídeos… Parece increíble que tanta información valiosa quepa en un dispositivo tan pequeño. Lo importante no es el tamaño o la apariencia de la tarjeta, sino su capacidad. Hemos recibido las semillas del reino. Son un don gratuito. Con nuestro trabajo, compromiso, oración, denuncia, etc. ayudamos a que desplieguen su potencial, pero la vitalidad está en la semilla, no en nuestras manos. La Palabra me invita a recuperar el asombro, sembrar sin estrés y cuidar la comunicación. ¿A qué te invita? ¿A qué invita a las comunidades cristianas?
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