En el Evangelio de Jesús tenemos el programa social más importante que ha conocido hasta ahora la historia de la humanidad. Abarca todas las dimensiones fundamentales del hombre: el amor, la justicia, la fraternidad, la unidad, la igualdad, la salud, la alimentación, la felicidad, la vida, la amistad, la paz, la esperanza, el bienestar personal y social, etc.
El Evangelio nos relata varias decenas de hechos extraordinarios que realiza Jesús para restablecer la salud de las personas, a la que Jesús daba una importancia fundamental, ya que de ella depende el bienestar o sufrimiento de las mismas. Jesús curaba a toda clase de personas: niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos, incluso hasta el punto de devolverles la vida: hija de Jairo, hijo de la viuda de Naín, o Lázaro. Hoy hay muchas enfermedades y sufrimientos perfectamente evitables y prevenibles. Estando en Guatemala en 2011, vimos con dolor y hasta desesperación a miles y miles de hombres, incluso familias enteras y por tanto también niños, trabajando en la zafra de la caña de azúcar para obtener azúcar o biodiesel. Una enfermedad mortal, llamada ERC (enfermedad renal crónica) deteriora irreversiblemente el riñón acabando prematuramente con la vida de estos trabajadores, extenuados además por el calor, la sed, y el trabajo a destajo, explotados por las multinacionales, que les pagan una miseria, y no por el tiempo trabajado, sino por la cantidad de caña cortada. De ahí que trabajen de sol a sol con temperaturas entre 35 y 40 grados. Este problema afecta a los siete países de Centroamérica, donde este cultivo va en aumento. Una fábrica en Nicaragua produce más de 18 millones de litros de etanol al año. En el primer mundo lo utilizamos porque contamina mucho menos que el petróleo. No queremos respirar aire contaminado, pero detrás quedan muchos miles de vidas prematuramente perdidas para producirlo. El valor de esta producción en los siete países citados alcanzaba en 2009 la cifra de 1.294.485.000 $. Las multinacionales se hacen con el derecho a la tierra, que queda en manos de grandes monopolios, apoyados incluso por paramilitares y sicarios, desplazando a un campesinado empobrecido y sin tierra, que queda obligado a trabajar como peones de las empresas a las cuales se la tuvieron que vender. Estos días pasados hemos tenido noticia de lo que pasa en la India con las fábricas de confección que se derrumban o incendian con varios cientos de muertos, donde también empresas españolas elaboran prendas que nosotros vestimos, dando ganancias cuantiosísimas a sus dueños... Hay innumerables casos de trabajo injusto e indigno en muchos más países, como el que acabamos de relatar. La salud es un derecho fundamental del ser humano. Detrás de ese azúcar que echamos en la taza de café, hay mucho dolor, sufrimiento y muerte. Pues también el café es cosechado en condiciones muchas veces cruelmente inhumanas. En la zona de la costa occidental de Guatemala, conocí a un terrateniente cafetalero que tenía tres latifundios de más de 1000 hectáreas cada uno y al lado de su casa un helipuerto para uso particular. Los dos mil trabajadores de una sola finca, dormían en "galeras", sobre la pura tierra y encendían hogueras por la noche para ahuyentar el frío y posibles animales. Cuando un obrero enfermaba de tuberculosis por trabajar mojado, estar mal alimentado y dormir a la intemperie, se negaba a llevarlo al hospital: "si muere que se muera, hay muchos más que desean trabajar aquí". Esta terrible frase se la oí yo mismo. ¡Qué diferencia tan grande con Jesucristo! Conclusión: Usemos menos el coche, andemos más que es más sano, endulcemos con miel de las maravillosas abejas infinitamente más sano que el azúcar, compremos el café en tiendas de comercio justo, desechemos los alimentos transgénicos de Monsanto, la Bayer y otras multinacionales, que negocian con nuestra salud. Hagamos objeción de conciencia a los gastos militares y a la carrera de las armas, que se fabrican en el Norte pero matan en el Sur, y asesinan a los más pobres. Hoy estamos en una etapa de la historia en que es posible acabar con el hambre en el mundo si termina la voracidad infinita de los depredadores del hombre y la tierra, que solo quieren dinero y más dinero a costa de los demás. Al final son tan pobres, tan pobres que solo tienen dinero: no tienen justicia, ni sentimientos, ni amor, ni fraternidad, ni solidaridad, ni misericordia, ni bondad, ni amistad, ni comprensión, ni humanidad... Ese no puede ser el camino para ser feliz.
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