La “revolución pacífica” en Islandia tiene lugar desde el 2008, y es un proceso que, con sus particularidades, por la profundidad de su crisis podría haber sido presentada a la par de los cambios radicales sucedidos en Túnez o Egipto. Sin embargo, fue silenciada por los medios hegemónicos de Europa.
Ocurrió en una de las democracias más antiguas del mundo, cuyos orígenes se remontan al año 930, y que ocupó el primer lugar en el informe de la ONU del Índice de Desarrollo Humano de 2007/2008. En el país nórdico se hizo dimitir a un gobierno, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que estos habían creado con Gran Bretaña y Holanda y se acaba de crear una asamblea popular para reescribir su constitución. Y todo ello de forma pacífica: a simples golpes de cacerolas, gritos y algunos huevazos. El periodista Modesto E. Guerrero reafirma que se trató de una revolución silenciada. “Islandia es el caso que muestra dónde los medios de comunicación dominantes, el FMI, el Banco Mundial, el sistema mundial de estados y el imperialismo han sido derrotados. Y han sido derrotados con menos fuerza numérica, menos potencia política que en Grecia, España o Francia pero con una potencia organizativa que solo los islandeses podían demostrar”, declaró al programa radial La Retaguardia, de FM La Colectiva. El país entró en bancarrota en el año 2008 afectado por la crisis financiera a partir de la quiebra de Lehman Brothers. La moneda se desplomó, el principal banco del país se nacionalizó y la Bolsa quedó suspendida. Estos hechos sacaron a la población a la calle en unas protestas pacíficas pero con resultados inmediatos, pues obligaron a renunciar al gobierno y a convocar una asamblea compuesta por 25 ciudadanos que desde febrero del año 2009 trabajó en un proyecto de Constitución. Uno de los referentes de las asambleas populares fue Hörður Torfason, quien en 1975 fue una de las primeras personas en Islandia en declararse gay, por lo que se vio obligado a dejar el país, volviendo años después. En 1978 fundó la asociación gay “Samtökin '78” para participar en la defensa de los Derechos Humanos más allá del activismo homosexual. El mismo Torfason reflexiona en una reciente visita a los indignados españoles: “Debe ser que a los Estados de Europa no les parece suficientemente importante que un pueblo tome la dirección de su soberanía y ponga freno al virus neoliberal. O quizás teman que quede una vez más en evidencia que han convertido la democracia en un sistema republicano donde nada ha cambiado con la crisis, excepto el inicio de un proceso de socialización de las pérdidas con recortes sociales y precarización de las condiciones de trabajo. Aunque lo más seguro es que esta calculada invisibilidad informativa, cuando no silencio clamoroso, se deba a todas estas causas juntas…”. Torfason y un puñado de militantes sociales, punks, rockeros, artistas, un equipo de audio, una mesa para juntar firmas y un par de micrófonos fueron los primeros en ponerse de pie frente al Parlamento de Reykjavik y dar inicio en 2008 a esta asonada civil pacífica. El 22 de enero de 2009 más de 2000 personas lanzaron pintura, huevos y zapatos a la policía, que no supo cómo manejar la situación. En decenas de años no habían tenido ninguna situación parecida (en aquella última oportunidad, una manifestación contra la OTAN). Las manifestaciones crecían día a día hasta que un joven anarquista trepó al tejado del Parlamento y sustituyó la bandera nacional por la enseña de la cadena de supermercados Bónus: un trapo amarillo con un cerdo sonriente en el centro. Pasó más de un día hasta que los políticos se percataron de este hecho e intentaron criminalizar a los manifestantes como "terroristas". El movimiento llamado Voces del Pueblo fue sumando demandas de cambios; las protestas provocaron cinco meses después la caída del gobierno y se convocaron elecciones. Su activismo político ha sido inspiración de otros movimientos, en especial del Movimiento 15-M en España, por lo que Torfason visitó el país dando conferencias en diferentes ciudades españolas. La situación económica, política e institucional en Islandia puso en crisis, una vez más en el actual contexto internacional, al conjunto de las relaciones sociales capitalistas. El pueblo islandés mostró reflejos de solidaridad, optimismo, valentía, imprescindibles para poner freno al suicidio neoliberal, haciendo frente a la debacle del sistema y dando esta lección de democracia. Al igual que en Islandia, las ansias libertarias de los pueblos árabes, europeos (“Islandia es el camino”, podía leerse en pancartas de los Indignados españoles) y hasta en los EEUU siguen latentes.
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