![]() “No se puede honrar de mejor manera a Dios, nuestro Padre, que a través de una confianza sin limites. San Alfonso María de Ligorio” Es para mi causa de gran alegría el poder reunirme y compartir esta celebración litúrgica con ustedes mis queridos amigos y amigas. Cuantos otros no pudieron estar aquí hoy reunidos para alabar a Dios por el don de la vocación, pero se que están unidos en oración, en particular las demás provincias de la Orden. De hecho agradezco la presencia la delegada provincial de la Republica Dominicana junto a nosotros. Llegar a los 10 años de cualquier cosa es un reto increíble. Cuando uno se detiene y dice: “wao ya son 10” parece un momento justo y razonable para pasar revista de lo que hemos hecho y hacia donde vamos. Mi vocación, como a Jeremías fue puesta en mi desde el vientre de mi madre. Mi vocación floreció gracias a la enseñanza de los Padres Carmelitas en Villa Blanca y al fuego de varios sacerdotes Redentoristas de la Catedral de Caguas. Cabe también mencionar que provengo de una familia que tenia 4 monjas en diferentes Ordenes, al día de hoy quedan 3 ya que una partió hacia la Casa del Padre. Pero la esencia de esa vocación es Dios. El mismo me modelo y le dio vida para que de esa vida saliera una fuente inagotable de su espíritu. El espíritu de Dios decide como y cuando suceden las cosas. Debo afirmar que en mi vida, cada experiencia a sido una marca que el espíritu ha guiado con el único fin de hacerme crecer en la fe. La vocación no es un juego, es un hecho fundamental, que incita al pobre, al rico, a cualquiera a entregarse sin medida a Dios. Esa entrega requiere un profundo cambio en la vida ya que necesita uno negarse así mismo, como dice Jesús en el Evangelio de Lucas, para que así y solo así podamos ver la voluntad de Dios cumplirse. Me decía una amiga ayer, que estos años de vocación han sido para mi unos intensos y no parecen 10, lo sabré yo. Pero quizás es justo buscar lo que decía Martin Descalzo, teólogo: "No es grande el que siempre triunfa, sino el que jamás se desalienta”. En esta carrera de la vida jamás debemos apartar nuestra mirada de Dios. Comencé como ya le saben mis primeros años de vida bajo la influencia carmelita y de ahí mi amor y pasión en las lecturas de San Juan de la Cruz. Desde pequeño uno de mis pasatiempos y quizás el mas especial ha sido leer. He sido un voraz lector de todo tipo de escritos. Desde temas religiosos hasta de política han pasado por mis manos para examinarles y aprender. Eso nutrió un sentido importante de mi vocación. Luego dure muchos años en la Catedral de Caguas, de donde fui monaguillo, líder de jóvenes, catequista, lector entre otros menesteres. Fui allí en la Catedral donde mi vocación tomo el giro único y definitivo al dar el paso a la experiencia del Si a Dios. Ese dia fue uno particular. (experiencia del día). Fue en la Congregación del Santísimo Redentor donde comencé a estudiar filosofía y a dar grandes saltos en profundizar mi llamado. Un 1 de agosto de 2002 yo estaba ya asignado a la Republica Dominicana en las Matas de Farfán y allí vi como ese carisma misionero me iba marcando por el resto de mis días. Pero eso no era lo único que Dios esperaba de mi, no era ese el llamado definitivo, me llevó a otro nivel, a uno del que me tuvo que dotar de otros dones para resistir el embate. Fui participe en el 2004 de la fundación de una Orden Religiosa, los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado. Aunque utópicamente suene como algo hermoso, y si lo es, conllevo un reafirmar mi vocación por que el iniciar algo desde cero y llevarlo para que de fruto como Dios quiere en muchas partes, no es algo tan sencillo… Y aquí estoy 8 años después alabo a Dios junto a ustedes en el primer proyecto que la Orden dio a luz. Dios desde siempre, guía mis pasos y me recuerda cuanto me ama. Aunque hoy se supone que vengamos a celebrarme a mi, debo corregirles que no es a mi; venimos a darle gracias a Dios por la vocación. Por que aun en medio de la adversidad que viven los pueblos se acuerda de nosotros y nos regala la vocación, pacto directo con el ser humano para así fomentar el crear hombres y mujeres justos que guarden la promesa de Dios de consolarles, de animarles, de rescatarles, en fin de hacerles vivir la redención. En sus oraciones no se olviden jamás de los y las religiosos y religiosas. Somos el pulmón de la Iglesia Universal, somos quienes atendemos al pobre y desvalido. Hoy por hoy queremos ser siempre Cristos vivos que caminen dando la mano a todos sin juzgarles. Y concluyo con una cita de José Martí: ‘Qué importa si como el albañil nos caen sobre la ropa manchas de cal y de lodo… nosotros, como el albañil al quitarnos las ropas de trabajo podremos decir, hemos construido”.
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