El pasado día 16 de septiembre, la Fundación Migra Studium participó en la Noche de las Religiones de Barcelona. Esta iniciativa, llevada a cabo por el Grupo Interreligioso e Interconfesional de Jóvenes de la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso (AUDIR), está inspirada en una acción similar que funciona en la ciudad de Berlín desde el año 2012. Tiene por objetivo dar a conocer algunas de las diferentes tradiciones religiosas que conviven en la ciudad, y lo hace mediante la apertura de puertas de los lugares de culto, donde se organizan actividades diversas.
Este año, la Fundación Migra Studium propuso dos actividades: una mesa redonda y un concierto-oración. La primera iniciativa, que nos da materia para desarrollar este artículo, nacía de la siguiente pregunta: ¿Hay que educar en la diversidad cultural y religiosa? A fin de reflexionar sobre el tema invitamos a diferentes personas, todas ellas relacionadas con el ámbito de la educación, y con creencias y/o adscripciones religiosas diversas. La Fundación Migra Studium, desde la actividad diaria, quiere ofrecer herramientas de reflexión que ayuden a (re)elaborar este interrogante. Y lo hace muy especialmente mediante uno de los proyectos de la Fundación, el Espacio Interreligioso. Este proyecto funciona con una demanda creciente desde hace casi 10 años, y lo hace colaborando con el profesorado en la tarea de educar a niños, adolescentes y jóvenes en materia de diversidad religiosa y diálogo. ¿Sí o no? ¿Hay que educar en diversidad religiosa? ¿Hay que excluir esta formación? Para nosotros, responder taxativamente, sin profundizar la respuesta, es difícil. Podemos convenir en que hay una resolución afirmativa a la pregunta muy básica, fundamental. Pero también nos damos cuenta de que, en una sociedad altamente compleja como la nuestra, los matices son infinitos: sí, pero… ¿en qué espacios?, ¿cómo?, ¿quién?… Por ejemplo, hace un año aproximadamente, nos pusimos en contacto con una escuela pública para ofrecerles nuestro servicio. El proyecto parecía interesar… hasta que nuestro interlocutor se interrogó por la posible relación de la Fundación con alguna tradición religiosa. Al responder que la Fundación Migra Studium es una entidad social promovida por la Compañía de Jesús, el interés de la escuela se desvaneció. Según el ideario de aquella institución, la educación en materia de religión corresponde únicamente a la comunidad religiosa y a la familia, es decir, al ámbito privado. Debate de importancia, que no comparten únicamente instituciones que se definen, como en este caso, “aconfesionales”: también se adhieren a este criterio algunas comunidades religiosas. Por lo tanto, para nosotros, la claridad que vemos en el “sí” debe ir acompañada de ciertas reflexiones. Y el primer matiz que añadimos para profundizar en nuestro posicionamiento tiene que ver con una diferencia percibida entre la transmisión de una tradición religiosa y la educación en materia de diversidad religiosa. Si la primera sólo tiene cabida en un contexto comunitario porque de lo que se trata es de transmitir y compartir la fe o creencia, la segunda emerge de una realidad social que hay que atender. ¿Por qué es necesario, pues, trabajar este aspecto como objeto de estudio, diferenciándolo respecto de otras materias del currículo? En primer lugar, porque pensamos que todo ser humano tiene un espacio interior susceptible de ser atendido. Algunas personas vivirán este espacio como dimensión espiritual. En estos casos, esta dimensión se canaliza mediante una tradición religiosa, o bien a partir de otras maneras de darle un lugar y desarrollarla (naturaleza, arte…). Nuestra intuición nos dice que es en este espacio común donde se cuecen las preguntas por el sentido de la vida, y con una mayor profundidad, donde nacen los interrogantes que relacionan nuestra cotidianidad con lo que nos trasciende. La nuestra es una apuesta para una educación integral, que trabaje y dialogue con esta dimensión humana. En segundo lugar, pensamos que en sociedades como la nuestra, “plurales”, “diversas”, la realidad se nos impone diariamente. Muchos de nosotros, en algún momento de nuestra vida convivimos con personas creyentes, que practican alguna tradición religiosa o alguna tradición religiosa diferente de la nuestra. ¿Cómo comprenderlas?, ¿cómo convivir?, y más allá, ¿cómo dialogar con ellas?, es decir, ¿cómo dejar que nuestra identidad se ponga en contacto, se enriquezca, se (re)construya a partir de la interacción con el otro? E incluso, ¿cómo enraizarnos en nuestra propia creencia o tradición al tiempo que nuestra actitud expresa claramente un deseo de apertura, de salida? Ante una realidad diversa, compleja, algunas personas abren la puerta de la curiosidad por los demás. En otras ocasiones es la necesidad la que impele a conocer. Este contacto es de gran importancia a fin de traspasar las fronteras del estereotipo. A alguien con nombre y apellidos, cercano, que establece algún tipo de relación con nosotros, es más fácil sacarlo de la bolsa de la generalización, de la etiqueta. Y en muchos casos, como hemos tenido ocasión de vivir recientemente, estas generalizaciones, si no son desarmadas, pueden desembocar en acciones discriminatorias hacia colectivos determinados. Un espacio formativo puede ayudar a abrir la curiosidad, a elaborar preguntas y reflexiones a partir de la necesidad sentida, a desmontar procesos de etiquetado. De estas reflexiones se deriva una tercera intuición. Nuestro trabajo se dirige a todos. Nos explicamos: en ocasiones se nos interroga sobre el tanto por ciento de escuelas concertadas o públicas que nos visitan. A nosotros nos parece una pregunta falsa, pues ya sean centros concertados o públicos, en la inmensa mayoría de los casos nos visita el alumnado matriculado en la materia de religión. Un objetivo primordial para nosotros es comunicar que todo el mundo es susceptible de ser formado en diversidad religiosa y diálogo. No es preceptivo que el interés nazca de una asignatura determinada. Más bien sería todo el ámbito de las ciencias sociales y humanas el que se podría ver interpelado por la propuesta de formación en diversidad y diálogo. Se trataría de una oportunidad. Más allá de estas reflexiones, una materia como la que trabaja la diversidad religiosa puede caber perfectamente en proyectos cooperativos, en los que se busca trabajar a partir de la transversalidad. Un ejemplo muy singular en marcha recientemente en nuestro contexto: estudiar matemáticas a partir de la interpretación de las formas geométricas de la arquitectura de un monasterio cristiano… Pero claro, este mismo espacio puede dar cuenta de la historia de una ciudad, de la vida espiritual de una tradición religiosa, de unos valores, de unas tareas y oficios asociados a la vida monástica, de un patrimonio artístico y natural… Finalmente, no queremos olvidar algo que es muy importante para nosotros. El proyecto educativo que llevamos entre manos lleva por nombre “Espacio interreligioso”. Y esta identificación no es fortuita, azarosa. Efectivamente, nuestra tarea diaria consiste en construir espacio(s). En establecer puentes entre lo que ocurre en nuestro interior y los eventos que ocurren en el mundo. Es un lugar educativo que toma relevancia por sí mismo. No hay visitas idénticas, pues cada persona es diferente, cada grupo es singular. Sin embargo, una de las expresiones que más a menudo se comparten al finalizar la visita es la experiencia de igualdad. Un espacio educativo, por tanto, en el que todo el mundo se siente cómodo y puede comunicar y compartir quién es, qué hace, qué deseos lo mueven. En el que las preguntas por el sentido de la vida entrelazan la aparente diversidad. Y en el que ésta es respetada y tenida en cuenta como algo relevante, ya que a menudo es la respuesta visible a una vivencia profunda, única pero también compartida. Una experiencia de espacio, por lo tanto, muy significativa, pues favorece la construcción de unas prácticas dirigidas al reconocimiento del otro y a la cohesión social. Estas reflexiones nos ayudan a confirmar la oportunidad de trabajar un sí a la educación en diversidad y diálogo. Un sí a la atención y al respeto por los matices que conlleva este posicionamiento. Un sí a la experiencia interior y a su capacidad conectiva y performativa del mundo. Un sí al análisis de la realidad que nos rodea y al querernos comprometer con ella.
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