En Navidad celebramos el misterio de la encarnación: Dios cobra condición humana en Jesús de Nazaret para traernos salvación. Desde un punto de vista cristiano, podemos afirmar que la salvación es la realización del sentido de la vida humana, es alcanzar nuestra realización personal y colectiva, ser lo que tenemos que ser, lograr aquello para lo que existimos. Eso implica tener un referente de humanidad y de ser humano, y la fiesta de Navidad nos recuerda que ese referente es Jesús de Nazaret, quien ha resultado ser una buena noticia para la humanidad.
En uno de los escritos de Jon Sobrino se afirma que “evangelio” puede significar tres cosas: primero, es lo que anuncia Jesús, el Reino de Dios; segundo, es la pascua de Jesús, su muerte y resurrección; y tercero, es el modo de ser de Jesús en su servicio al reino de Dios y en su relación con el Padre. En estas líneas queremos destacar el tercer sentido: Jesús como Buena Noticia, que en definitiva es la razón de la fiesta de Navidad. Tomemos como punto de referencia las actitudes de Jesús, esto es, su conducta ante la ley judía, el templo, los marginados, los endemoniados, los milagros, el perdón, el seguimiento, la fe en Dios… Y, desde ese plano, preguntémonos: ¿qué es lo que hizo Jesús que lo convirtió en buena noticia? De entrada, digamos que fue ese modo de ser donde se puso de manifiesto todo lo que es auténticamente humano: la ira y la alegría, la bondad y el rigor, la amistad y la indignación. Ejemplifiquemos: hace uso de la violencia física contra los profanadores del Templo (Jn 2, 15-17); le causa alegría el hecho de que Dios haya mostrado a los sencillos las cosas que se ocultaron a los sabios y entendidos (Mt 11, 25-26); se compadece de las muchedumbres hambrientas y desorientadas (Mt 6,34); desenmascara a los que explotan al pueblo en la esfera social o religiosa: ricos, escribas, fariseos, sacerdotes o gobernantes (Mc 9, 33-37; Mc 10, 23-26; Mt 15, 1-9); no quiere que sus discípulos le llamen “maestro”, sino “amigo” (Lc 12, 4; Jn 15, 13-15); se llena de una profunda tristeza ante la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11, 36); se indigna ante la dureza de corazón y la poca apertura y disponibilidad al cambio (Mt 11, 20-24; 21, 31-32; Lc 7, 31-35). Este modo de ser de Jesús provoca en el pueblo una creciente atracción y admiración, mientras que en los líderes políticos y religiosos genera rechazo y condena. El Evangelio de Marcos registra muy bien estas reacciones : a la gente del pueblo le atrae que Jesús enseñe con autoridad y mande incluso a los demonios; que toque a las personas impuras, como al leproso, curándolo y contraviniendo las leyes antiguas; que cure a un paralítico y perdone sus pecados; que intencionalmente ponga en entredicho y contraríe las leyes curando en día sábado; que expulse los demonios y dé de comer al pueblo compartiendo y multiplicando los alimentos; que interprete con libertad y con tanta autoridad las leyes y la palabra de Dios. La reacción de parte de los dirigentes del pueblo es, ciertamente, muy distinta y distante de la asumida por las muchedumbres. Ante el modo de ser de Jesús, los doctores de la ley dicen que blasfema contra Dios; anda con pecadores y cobradores de impuestos; está poseído por el demonio; quebranta la observancia del sábado; no guarda el precepto del ayuno; no tiene autoridad. En suma, mientras el pueblo en general admiraba mucho a Jesús; los jefes del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas buscaban prenderlo y eliminarlo. Entonces, ¿por qué el modo de ser de Jesús impactó tanto que resultó ser de suyo evangelio? Jon Sobrino nos ofrece una respuesta con las siguientes palabras: “De Jesús impacta, sin duda, el mensaje de esperanza, sus actividades liberadoras: milagros, expulsiones de demonios, acogida a los marginados, su praxis de denuncia y desenmascaramiento de los poderosos, es decir, llamó la atención su servicio al reino de Dios. Pero también su modo de ser y hacer el reino ejerció un gran impacto: en Jesús veían a alguien que hablaba con autoridad, convencido de lo que decía, no como los fanáticos irracionales o como los funcionarios a sueldo. En sus tribulaciones acudían a él y al pedirle solución a sus problemas lo hacían con lo que, al parecer, era siempre el argumento decisivo: Señor, ten misericordia de nosotros”. En suma, lo que hace que el modo de ser de Jesús sea una buena noticia (evangelio) es su talante compasivo. Jesús se conmueve hasta las entrañas al ver a las muchedumbres angustiadas y desvalidas (Mt 9, 36). Se hace escandalosamente solidario con los leprosos, publicanos, prostitutas, pecadores, niños y mujeres. Su talante compasivo no disminuía su actitud crítica y profética. Su Buena Nueva para los pobres fue a la vez mala noticia para los poderosos de su tiempo. No fue neutral o imparcial. Se definió ante el conflicto social y ante la dominación religiosa. Tomó partido inequívocamente en favor de los pobres y de los excluidos. La compasión solidaria y la indignación profética son dos actitudes fundamentales de la vida de Jesús, de su ser más profundo, en las que se nos da una Buena Noticia concreta e histórica. Por eso en Navidad podemos afirmar con alegría y esperanza que por Jesús Dios está no al margen de nosotros, no en contra de nosotros, sino con nosotros. Y eso nos anima a ser mejores seres humanos y a construir una mejor sociedad.
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