<<…Id a los cruces de los caminos y a cuantos encontréis invitadlos a la boda…>> (Mt 22,9)
La vida es la constante fiesta a la que Dios nos está invitando. Vivir es fiesta, y esa fiesta no está tanto en lo que suceda, sino en el modo de vivir cuanto nos sucede. Cuando la vida fluye y fluimos con ella, y dejamos que el Espíritu de Dios fluya a través de nuestra vida, entonces vivir es fiesta. Dios nos invita a vivir cada momento y cada instante, de manera que nuestra existencia sea un constante salir al encuentro de los demás e invitarles a la fiesta del Reino. Al reflexionar en esto, pienso en muchos rostros hermanos con quienes he compartido y comparto (ya sea que estemos cerca o lejos) la fiesta de vivir. Rostros de gente que cada día se entrega a la vida, desviviéndose para darle vida al día… Trabajando con esfuerzo para llevar pan a casa, haciendo frente al dolor y reposando en el amor… No siempre nace sonreír y celebrar, hay momentos en los que dan ganas de llorar. Pero el dolor no es incompatible con el gozo y la fiesta. Dios nos está invitando en cada instante a la fiesta de la vida, nos invita gratuitamente. Si comprendiéramos mejor ese regalo, de vivir y ser invitados a la fiesta de su Reino, eso bastaría para sentir gratitud. Es importante cuidar la oración de gratitud cada día. Agradecer es la medicina contra la aflicción y el sufrimiento. Un espíritu que se llena de gratitud, se libera cada vez más y es cada vez más capaz de abrirse a la fiesta de vivir. La vida es ese envío que Dios nos hace de salir (no vivir ensimismados), encontrarnos con los demás y ser invitación a la boda, al banquete… A la vida… ¡Y en eso está la fiesta! Oración de acción de gracias. Gracias Padre bueno, por la vida y la fiesta. Gracias por invitarnos y enviarnos al encuentro con los demás. Gracias por regalarnos existir. Gracias por tu fiesta, que colorea nuestro presente. Gracias por cada momento en que festejamos y celebramos la vida. Gracias por cada momento que vivimos conscientemente. Gracias, porque aún en las situaciones de adversidad, aún podemos, aún tenemos la posibilidad, de celebrar la vida y vivir la fiesta que nos das. Te damos gracias, en unión con todo el pueblo sacerdotal, porque en la gratitud y la gratuidad está el secreto de la fiesta de la vida. Gracias, Padre Dios. Que en todo el planeta reine la fiesta a la que nos invitas, Que sepamos salir al encuentro de la vida con paz y alegría, Que sepamos fluir viviendo y vivir fluyendo, saliendo al encuentro. Que cada rostro se ilumine con tu sonrisa, Que cada abrazo estreche la comunión y venza el rencor, Y que sea consolado todo el que llore con aflicción. Gracias por nuestros difuntos, aquellos seres queridos que nos antecedieron en esta historia y cuyo ciclo, al terminar, nos ha dolido aunque sabemos que habitan en tu amor. Gracias por cada criatura que vendrá después de nosotros, gracias por cada signo de vida que refleja tu amor. Gracias Padre, Dios, y que nuestra oración de gratitud prevalezca aun en los momentos en los que, distraídamente, olvidemos agradecer. Así sea.
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