Con ocasión de acontecimientos y festividades político-sociales, y también religiosas, en las que la mujer, por mujer, es su protagonista, como en el caso del Día Internacional de la Mujer, además de mítines, asambleas y congresos sobre el tema, también algún obispo, o representante de la Iglesia –Conferencia Episcopal– se hace también raramente presente con sus respectivas prédicas, homilías o Cartas Pastorales, con mención singular en este caso para el arzobispo metropolitano de Santiago de Compostela que efectuó unas reflexiones acerca del “Feminismo Cristiano”. De provecho social y religioso es posible que sean para muchos algunas de mis reflexiones personales siguientes:
. Los diccionarios rezan y definen el feminismo como “doctrina o movimiento que tiende a conceder a la mujer derechos reservados hasta ahora a los hombres…” ¿Oculta alguna intención o cautela adjetivar el feminismo de “cristiano” en conformidad con el citado dictamen jerárquico? ¿Es que, por definición, todo feminismo no es ya, y de por sí, cabalmente cristiano? ¿Es que este precisa ser rebautizado una y otra vez, al comprobarse con tan desdichada y dramática frecuencia que tal feminismo es absolutamente indispensable en la sociedad actual, dados los altos y degradantes índices de desconsideración, repulsa y descrédito que padece? . En las asambleas, mítines, manifestaciones y reuniones en las que aparecieron y expresaron sus criterios a favor de la mujer políticos y responsables de entidades sociales y culturales, quienes pudieran ser imagen, y representar a la Iglesia en sus niveles jerárquicos, brillaron por su ausencia. La razón de las posibles “contaminaciones” políticas, de ciertas exageraciones y aún desmanes, que se registran en las concentraciones de cualquier signo, difícilmente justificarían tan generalizada y canónica ausencia, y más cuando son tan patentes, graves y empecatadas las situaciones que sigue viviendo la mujer en relación con el hombre. . ¿Acaso no descifraría el misterio de estas ausencias el feroz convencimiento de que precisamente la Iglesia es la institución que propicia, y además “en el nombre de Dios”, parte importante de la discriminación femenina que se sigue registrando en la cultura y en la praxis del Occidente cristiano? ¿No son los jerarcas, los teólogos, los intérpretes de la Sagrada Escritura y libros sagrados, junto con los pastoralistas y canonistas, los líderes del antifeminismo histórico y del actual? . ¿Resultaría excesiva, viciosa, mendaz e irreverente la aseveración de que los ausentes en la tarea-ministerio de las reivindicaciones feministas no leyeron jamás el evangelio, lo hicieron con ancestrales perjuicios, o se escandalizaron con los ejemplos que en el mismo refiere y vive Jesús en el trato y respeto exquisitos observados con las mujeres, y que con las cuales compartió capítulos principales de su sagrada y liberadora doctrina, haciendo Iglesia de verdad a la Iglesia? . Tal y como siguen todavía (¡!) vigentes mayoritariamente tradiciones, leyes y comportamientos cristianos y “religiosos”, la figura, la imagen y la propia idea que de la mujer, por mujer, se predica “y se vende” en la Iglesia es impropia y netamente pagana, con ineludibles influencias en la propia institución, que por sus representantes y educadores-evangelizadores “oficiales” ejercen nefastamente en círculos sociales, culturales y convivenciales a las que les sirven de marco para el desarrollo integral de la ciudadanía –hombres y mujeres– en el camino de la consecución y ejercicio de sus derechos como personas. . Antítesis del término “feminismo”, pero que por eso también ayuda a su examen y análisis cualitativo y cuantitativo, es la elocuente y practicada definición rigurosamente académica popularmente aceptada, sin necesidad de reivindicaciones y manifestaciones especiales, de “machismo” o “actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres”. . En tan injusto, antievangélico y para algunos cristianos, inabordable contexto, proclamar que la Iglesia es machista y con lejanas posibilidades de dejar de serlo y de convertirse en ejemplo de vida de vida y de convivencia, es consecuencia lógica de toda reflexión que se estime y juzgue como de verdad “religiosa”. . Así como todo feminismo, por feminismo es –tiene que ser– cristiano de por sí, el machismo como tal, es pagano, hereje e impío, además de irracional, disparatado y contrario a la fe y a la razón.
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