Más allá de la Inteligencia Racional (IR) y de la Inteligencia Emocional (IE) el ser humano tiene la Inteligencia Espiritual (IES) que es la facultad que nos capacita para relacionarnos con Dios, encontrar el sentido de nuestras vidas y responder a nuestra llamada íntima que es la propia vocación. El rechazo a ciertas imágenes de Dios ha llevado a muchas personas a la increencia o a la salida de la institución eclesial, quedando el ser humano a merced de sí mismo y de los valores que le propone la sociedad. Pero la imagen de Dios a la que tenemos que aspirar es la de un ser bondadoso al extremo que nos acompaña y está presente en nuestras vidas en lo más profundo de nuestro ser. Como dice el apóstol Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? ...estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8,35-39). No desarrollar nuestra (IES) es como quedar decapitados en nuestro interior.
Si la (IR) se alimenta con raciocinios, la (IE) con emociones, la (IES) se alimenta del silencio. Necesitamos el silencio para entrar en contacto con Dios, mediante la oración, y poder escuchar su voz: “Habla Señor, que tu siervo escucha” (1Sm 3,9). Dios quiere comunicarse con nosotros, pero no le queremos escuchar. Deberíamos dedicarle un tiempo para darle la oportunidad de que nos hable. Se trata de entrar sin miedo en el interior de uno mismo, abandonando la superficialidad de las cosas, para descubrir las maravillas interiores. Dios nos crea criándonos y en ningún instante nos deja de la mano y nos deja de criar (Teresa de Ávila). El hecho de haber sido creados a imagen de Dios genera en nosotros un dinamismo interior: somos imagen suya, pero hemos de llegar a ser “verdadera imagen suya” desplegando nuestra Inteligencia espiritual. Y el culmen de este camino interior, como nos dice Olivier Clément, “es la oración incesante. Quien llega a ella se ha establecido en su morada espiritual. Cuando el Espíritu pone su morada en un hombre, éste ya no puede dejar de orar, ya que el Espíritu ora continuamente dentro de él. No importa si duerme o está despierto,la oración estará siempre trabajando en su corazón. No importa si como o bebe, si descansa o trabaja, el incienso de la oración se prolongará desde su corazón por si solo. La oración dentro de él ya no estará relacionada con un momento especial, es ininterrumpida. Incluso cuando duerme, su acción continúa, a escondidas, ya que el silencio de un hombre que se ha hecho libre, de por sí ya es una oración. Sus pensamientos se los sugiere Dios, el mínimo impulso de su corazón es como una voz que canta para el Invisible en silencio y en secreto”. Todo un reto.
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