Recuerdo una devota costumbre que me inculcaron de niña que se llamaba "hacer una comunión espiritual": consistía en mandar el corazón al sagrario (se recomendaba mucho hacerlo en los viajes al ver un campanario) y desear recibir a Jesús espiritualmente ya que no podía hacerse sacramentalmente. A la hora de escuchar la expresión evangélica “comer de este pan”, se me ocurre un ejercicio parecido que nos permita sondear la verdad de nuestras “disposiciones eucarísticas”: consistiría en abrir el Evangelio por donde nos salga y cuando leamos, por ej.: "El que quiera ser el mayor entre vosotros que sea vuestro servidor" (Mt 23,12); "No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (Mt 18,22); "Me dan compasión estas gentes, dadles vosotros de comer"(Mc 6,34.37 ); "No atesoréis tesoros en la tierra"(Mt 6,19); "Las prostitutas os precederán"(Mt 21,31) "Prestad sin esperar nada a cambio"(Lc 6,35)..., hacer el gesto interior de "tragarnos" eso, de comulgar con ello, de desear, al menos, irnos poniendo de acuerdo con Jesús, creciendo en afinidad con él, pidiendo al Padre, con la pobreza de quien se siente incapaz desde sus fuerzas, que nos haga ir teniendo "parte con él" (cf.Jn 13,8), con las consecuencias de que sea el "Primogénito de una multitud de hermanos..."
Esto de “tragar” es un verbo un poco áspero pero tiene la ventaja de ser familiar en nuestro vocabulario: "no trago a tal persona", "ese disgusto aún no me lo he tragado...", "todavía lo tengo aquí "(y señalamos la garganta). Nos es fácil sacar la lengua o poner la mano para comulgar y tragarnos el Pan y luego volver a nuestro sitio con recogimiento y dar gracias lo mejor que podemos. Pero, de vez en cuando, tendríamos que cambiar la expresión "comulgar" por la de "tragarnos a Jesús" para caer un poco más en la cuenta de lo que significaría "tragarnos" su mentalidad (es el "cambiad de mentalidad" de Mc 1,15, o el "tened los mismos sentimientos que Cristo Jesús de Fil 2,5), sus preferencias, sus opciones, su estilo de vida, su extraña manera de vivir, de pensar y de actuar. Porque la forma de comer de la que habla el evangelio de hoy expresa una forma de vivir. Hacemos memoria de Jesús para seguir haciendo lo que él hizo: "partirse la vida", "vaciarse hasta la muerte", según la expresión del cuarto canto del Siervo (Is 53,12). De esa memoria nace nuestra fraternidad y sólo se "reconoce a Jesús al partir el Pan" cuando el estilo de vida que él expresó en su entrega se hace presente, aunque sea germinalmente, en los que pretendemos seguirle.
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