Cuando el hijo del hombre venga, serán congregadas todas las naciones y entonces dirá….
A la hora de la verdad, el juicio se hará no por las ideas, dogmas, ritos, oraciones, novenas y demás prácticas religiosas que hayas profesado en una u otra religión, sino por lo que hayas hecho al hombre. Al hombre no sólo como individuo sino como colectividad. Dar de comer no sólo al individuo , aisladamente, sino trabajando para que se creen las condiciones sociales y políticas que hagan imposible el hambre, la enfermedad, la falta de vivienda, el educación, etc. LECTURA DEL EVANGELIO (Mt 25, 31-406) Cuando este Hombre llegue en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se sentará en trono real y reunirá ante él a todas las naciones. El separará a unos de otros. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: -Venid ,benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber,fui forastero y me recogisteis, estuve desnudo y me vestisteis,enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme. Entonces, los justos replicarán: -Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer o con sed y te dimos de beber? ¿Cuándo llegaste como forastero y te recogimos o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les contestará: – Os lo aseguro: Cada vez que lo hicisteis con uno de esos hermanos míos tan insignificantes lo hicisteis conmigo. El pasaje que acabamos de escuchar nos introduce de lleno en el sentido de la vida cristiana: cómo comportanos para vivir bien la vida. Hemos escuchado muchas veces esta pasaje del evangelista Mateo. Pero, no lo hemos aplicado a la vida social y política de las Naciones. Hemos creído que el mensaje de Jesús poco o nada tenía que ver con la convivencia nacional e internacional. Servía para la individual e interior formación espiritual, pero no para traspasarlo a la transformación de la sociedad. Hoy, -paradoja sin precedentes- veo que los movimientos sociales que buscan una nueva política, que sea de verdad alternativa, encuadra a maravilla en el mensaje de Jesús. El “hijo del hombre” –humano por excelencia- vive como uno más en medio de su pueblo , vive volcado hacia los que más necesitan y sufren, se identifica con ellos y demuestra que lo primero es la compasión. Y ella va a ser el criterio último que en el “Juicio Final” –que se está ya realizando ahora- , utilizará para valorar la vida de cada Persona y de cada una de las Naciones. Las Naciones llevan su rumbo, (¿imperialista, nacionalista, creyente, atea?) contando siempre con la vida de los ciudadanos, unos sufren y son abandonados; otros nadan en la abundancia y son envidiados. La gran novedad de Jesús, -para hoy verdadera alternativa- es que, al comparecer todos ante el “Juicio”, pregunta: - Vosotros, personas y naciones, ¿ qué hicisteis con los más necesitados y que más han sufrido? ¿Cómo os habéis comportado con los que no tiene lo necesario para vivir, con los que no tienen agua, los analfabetos, los sin escuela, los sin trabajo, los desahuciados, los forasteros, los enfermos, los encarcelados, los esclavos, los …? -Pues, saberlo bien: lo que dejastéis de hacer con ellos, conmigo lo dejastéis de hacer. Mi mensaje es universal, válido para todos: porque todo ser humano, sea quien fuere, es un hermano con derecho a una vida digna.-En mi tiempo y en mi sociedad, dos poderes principales se disputaban el dominio y la opresión: el poder imperial romano y el poder religioso de Jerusalén. Ellos generaban y protegían toda suerte de necesitados y desfavorecidos. Y son precisamente con ellos, con quien yome identifico, de manera que quien es compasivo y los atiende lo hace conmigo . Y con ellos está Dios. -Mi mensaje es relativizador de todo particularismo absolutizado (etnia, cultura, nación, ideología, religión, política…), mensaje de insumisión ante todo proyecto de injusticia, que absolutiza territorios y fronteras, Naciones y Estados, Continentes… Es mensaje de enfrentamiento a todo poder opresor. - Hoy reinan reinos diversos, en los que Gobiernan políticas de desigualdad, de injusticia, de discrimina ción y privilegios. Y de leyes intolerables que castigan y menosprecian a losm pobres y favorecen excusan a los ricos. Está más que claro. Jesús coloca en el centro de todo al ser humano, importa lo que con él hemos hecho, abandonarlo o ayudarlo, dignificarlo u oprimirlo. Y quien sea compasivo y lo atienda, aunque sea ateo, Dios está con él. Y quien no lo sea, aunque sea creyente, es ateo, y Dios no está con él. Hay, pues, ateos que son creyentes y hay creyentes que son ateos. Este pasaje evangélico lo encuadran los exégetas dentro del género de las parábolas o historias que Jesús contaba a los que le escuchaban. Esta historia debió contarla en el atrio del Templo de Jerusalén, que da al valle de Josafat. Y pudo ser de la siguiente manera (tal como nos lo cuenta José Ignacio y Mª López Vigil en su libro UN TAL JESUS): Un mensajero de Dios llegó al valle de Josafat. Caminó, trepó y cuando llegó arriba, tocó la trompeta y gritó a voz en cuello: ¡Vengan todos al valle de Josafat. Ha llegado el día grande en que el Señor va a juzgar a todos los pueblos y a todas las gentes! El mensajero preparó un taburete de madera. Sería el trono donde Dios iba a juzgar a todas las naciones de la tierra. Y comenzaron a llegar pueblos y gentes, inmensas caravanas, de Egipto, de Mesopotamia, de Grecia, de Roma, de Jerusalén. Todos venían seguros de haber adorado al único Dios verdadero: Osiris, Marduk, Zeus, Marte, Yahvé… Todos se iban sentando con sus túnicas verdes, o blancas, o blancas y negras, con sus turbantes azules, con sus capas rojas. Todos esperaban. Y llegaron los últimos: – ¿Vds. quiénes son?, preguntó el mensajero. ¿A qué Dios adoraron? – ¿Nosotros? A Ninguno. Nunca creímos en esas cosas. El mensajero esperó a que todos se fueran acomodando y de nuevo volvió a trepar hasta el pináculo de la muralla. Desde arriba gritó: cállense, que ya viene, ábranle camino. La muchedumbre tardó en darse cuenta de que se trataba de un muchacho flaco, con la túnica llena de parches, llevaba un bastón de viaje y parecía muy cansado. Logró llegar hasta el centro, se secó el sudor y se sentó en el taburete. Todos se preguntaban , ¿quién será ese? Entonces el mensajero dijo: ¡ Va a comenzar el juicio de las naciones! ¡Quítense todas las túnicas , todas las capas y todos los turbantes, toda la ropa! Obedezcan. Al poco, en una esquina del valle se alzaba una torre inmensa con los trajes amarillos, las capas rojas, los turbantes azules y las túnicas de todos los colores. El mensajero les prendió fuego y en un instante la humareda se elevó al cielo y sólo quedaron las cenizas. Todos en cueros ante Dios. Entonces el muchacho flaco se puso en pie, apoyado en el bastón y comenzó a hablar: “Amigos, perdonen que les haya hecho esperar. Es que acabo de salir de la cárcel y estaba un poco cansado. Llevo muchos años preso, de una cárcel a otra, y muchos años pidiendo trabajo, tocando en una puerta y en otra. Sí, trabajé en el campo, pero la finca no era mía. He sembrado durante siglos sobre tierra ajena. He sudado en tanto talleres, he doblado el lomo en tantos telares, he tragado el polvo en muchas minas, y total para un par de monedas y seguir pasando hambre. Y seguir durmiendo al raso, sin cobijo y temblar de fiebre sin tener un trapo que echarme encima. He caminado mucho por el mundo He nacido en muchas chozas y he muerto en todas las guerras. He atravesado montañas de miseria hasta llegar hoy aquí. He navegado ríos de lágrimas hasta poder estar aquí con Vds. Se acuerdan de mí, ¿verdad? ¿O es que no saben quién soy?” Mientras todos discutían quién podía ser, se oyó una voz profunda, como la voz de muchas aguas, que venía de arriba y decía: Dios: “Lo que hicieron con él, conmigo lo hicieron. Lo que dejaron de hacer con él, lo dejaron de hacer conmigo”. Entonces el muchacho levantó el bastón para separar a la inmensa muchedumbre, unos hacia un lado y otros hacia el otro . Pero enseguida, de una y otra parte comenzaron a llegarle voces: - Oye, ¿Y todos los sacrificios que yo hice en honor de Dios? ¿Y las oraciones que rezamos día y noche? -El muchacho con el cayado en la mano contestó: nada de eso cuenta ahora. -¡Señor, Señor, en tu nombre hablamos, en tu nombre hicimos milagros! ¡Yo era el sumo sacerdote del Templo! ¡Yo fui doctor y maestro de la ley! ¡Y yo fui rey de cuatro imperios! Y yo… Pero el muchacho volvió a responder: nada de eso cuenta ahora. Entonces volvió a abrirse el cielo y se escuchó nuevamente la voz profunda del Dios escondido: “Los de este lado, váyanse fuera. A Vds. no les importó el hambre ni el frío ni la miseria de sus hermanos. Váyanse fuera… Uds., sí, vengan conmigo. Vds., los que me vieron con hambre y me dieron de comer. Los que me vieron sediento y me alcanzaron un vaso de agua. Los que me abrieron las puertas de sus casas cuando andaba buscando un techo para pasar la noche. Los que me acompañaron cuando estaba preso, cuando estaba enfermo y me curaron… Los que amaron a sus hermanos. No importa a qué dios hayan adorado …¡Vengan conmigo! Entonces, el mensajero trepó la muralla y dijo por última vez: “El juicio ha terminado”. Y desde lo alto del pináculo vio cómo todos los hombres formaban ahora solo dos grupos y echaban a andar por dos caminos, sólo por dos. Y el valle volvió a quedarse nuevamente vacío. . Hermosa historia ésta de Jesús. Válida para entonces y para ahora. Para todos y para cada uno. A la hora de la verdad, poco importa el credo, la ideología, la posición social. Muchas opciones, muchas filosofías, muchas religiones, muchos partidos, muchos caminos, pero uno solo es certero: “Lo que hicisteis con él, conmigo lo hicisteis. Y lo que dejasteis de hacer con él, dejasteis de hacerlo conmigo”. .Hay, pues, que elegir el camino certero: “Lo que con estos hicisteis, conmigo lo hicisteis”. Vosotros sois testigos. ¿Conclusión? Podemos resumirla en estas palabras de San Pablo: “Tratad de hacer el bien y de ayudaros mutuamente, estos son los sacrificios que agradan a Dios”. Y, de esta manera, hacemos camino, vivimos bien la vida y nos adentramos en la resurrección: “Venid, benditos de mi Padre”.
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