Ya pasaron las fiestas navideñas por las que los pueblos de tradiciones cristianas, basándose en las leyendas simbólicas sobre el nacimiento de Jesús que describen los evangelistas Mateo y Lucas, celebran familiar, religiosa y socialmente.
Es evidente que desde el siglo IV la Iglesia pasó, de ser movimiento cristiano perseguido y marginado, a ser la religión oficial del Imperio romano con detrimento de las confesiones paganas; el mensaje subversivo del Evangelio fue acomodado a los intereses comunes y confluyentes de las jerarquías de la Cristiandad y las élites del Imperio. Hoy, salvo minorías, las autoridades de las iglesias que han ido surgiendo a lo largo de la historia, se han adaptado a los poderes económicos y políticos. El Evangelio que predican a las mayorías trabajadoras creyentes, tratan de no molestar a los poderosos mientras anuncian a Cristo salvador. Pero El Evangelio de Jesús, conlleva la transformación de los poderes mundanos de todos los tiempos. La alternativa de Dios -Hijo de Dios Para el Imperio romano, el nacimiento del César era el nacimiento del hijo del dios Júpiter, al que los demás dioses celestiales y reinos humanos habían de someterse. El imperio permitía la existencia de otras religiones, siempre que adoraran al mismo tiempo al César romano en sus propios templos. Sin embargo, los cristianos proponen a Jesús como el Hijo del único Dios-Padre. Respetando a las diversas religiones y a las autoridades políticas, se niegan a adorar al Cesar por considerarlo solamente humano. El Hijo de Dios no nace en palacios rodeado de poder y de riqueza, sino como Jesús, en la debilidad y en la pobreza (Lc 2,1-21). Jesús anuncia un juicio fundamental al mundo: “venid benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer”… ¿Cuándo…? preguntarán los interpelados. La respuesta de Jesús es contundente: “cuando lo hicieron con los empobrecidos” (Mt 25,34-40). Muchos cristianos en Honduras y otras naciones, sin embargo, se centran en lo espiritual que no les trae complicaciones, mientras que una minoría, a riesgo de ser represaliado políticamente, defienden la liberación de los pobres y oprimidos (Lc 4,18-19), tanto a nivel político y económicos como social y religioso. -Reino del mundo En el siglo I, toda persona, grupo o pueblo que pretendía imponer un reino sin autorización del César y su élite, era castigado con la pena de muerte. Se cuentan por decenas de miles los crucificados por tratar de zafarse del yugo romano. Hoy, Estados Unidos impone el sometimiento de los pueblos a su dominación mundial. Jesús, frente al reino de César anunció el reino de Dios (Mc 1,14), que respeta a la vez que trasciende y transforma todo reino humano. No nos extrañe que le mandaran a la crucifixión las autoridades políticas romanas en confluencia con las autoridades religiosas judías. No le salvó que Jesús aclarara a Pilatos que su Reino “no es de este mundo” (Jn 18,36); es decir, no es del sistema de injusticia y explotación, sino del humanismo solidario y comunitario. En la actualidad hondureña, los cristianos acomodados prefieren omitir el mensaje social renovador de Jesús, callando ante la violación de los derechos humanos, la corrupción económica y la impunidad política. Pero hay creyentes que desde una opción pacifista, consideran más ético y fiel con el Evangelio, oponerse a la opresión y explotación de las oligarquías de la nación contra los sectores populares. Si el capitalismo es antievangélico, los cristianos deberemos colaborar para levantar un sistema comunitario. -Clases sociales En Honduras y otros países, a las iglesias cristianas no les va mal con su concepción y práctica de espiritualidad interclasista. Con el pretexto de amar a amigos y a enemigos, conviven con los ricos mientras dan limosna a los pobres. Lo importante para muchas autoridades eclesiásticas es que tanto adinerados como empobrecidos vengan a los cultos, ayuden al mantenimiento de las instituciones religiosas y respeten y honren a los pastores. Pero aun a riesgo de equivocarme, en el Profetismo y en el Evangelio, se anima a la rebeldía contra el mantenimiento de clases sociales de enriquecidos -como Epulón- y empobrecidos -como Lázaro- (Lc 16,19-31). Habrá que recordar que en la Biblia se dice: quien se caya ante la injusticia colabora con ella. Amar a los enriquecidos y poderosos, conlleva la tarea de corregirlos, denunciarlos y oponernos a sus afanes desmedidos de acumulación de riqueza y poder. Mientras amar a los empobrecidos, conlleva comprometernos en su liberación. En el Magníficat de María, claramente se dice que el Dios y Padre de Jesús, “derriba de sus tronos a los poderosos y ensalza a los humildes. Colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide sin nada” (Lc 1,52-53). Es decir, la coherencia cristiana conlleva la oposición radical y pacifista al proceder del Imperio romano de los primeros siglos, y del Imperio norteamericano de la actualidad; anima a la denuncia de todo imperialismo pequeño o grande que van surgiendo en la historia. Otro cristianismo es posible.
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