Marcos anuda varios dichos de Jesús, enlazados simplemente a partir de algún término utilizado: los nuestros (discípulos) – identificados con el Mesías – que pueden ser escandalizados – advertencia para prevenir el escándalo.
Y el evangelista inicia esa colección de dichos a partir de una reacción típicamente fanática del grupo: la de impedirle a un desconocido utilizar el nombre de Jesús, por una sola razón: “no era de los nuestros”. Frente a la reacción excluyente de los discípulos, Jesús propone la tolerancia que nace de una actitud abierta e inclusiva. A lo largo de la historia humana, la etiqueta de “los nuestros” ha generado desprecio, odio, enfrentamiento y muerte, en una secuencia inhumana de sufrimiento inútil. La ironía es que se trata justamente de eso, de una mera etiqueta, completamente superficial y engañosa, que nace del propio miedo e inseguridad, que lleva a “protegernos” de lo diferente, buscando refugio en lo que nos resulta conocido. Sin embargo, “lo nuestro” es todo lo humano, todo lo real. Pero eso requiere salir de la estrechez de una consciencia egocentrada y reconocerse en aquella identidad última que compartimos con todos los seres. Parece que el “escándalo a los pequeños”, de que habla el evangelista, hacía alusión a quienes, dentro de aquellas primeras comunidades, mantenían actitudes de ambición o de preeminencia sobre los demás. Según el texto, ese tipo de comportamientos eran los que escandalizaban –confundían- a los nuevos discípulos que se iban incorporando al grupo. Eso explicaría también la dureza de las expresiones formuladas en modo de amenaza. Pero “escándalo” es también aquella actitud que divide artificialmente a los humanos, y los lleva a considerarse por encima de los otros, induciendo a descalificaciones y enfrentamientos. Lo que se halla en juego reviste tal gravedad que exige modificar radicalmente el modo de ver y de actuar: cortarse la mano (modificar las acciones), cortarse el pie (cambiar de rumbo) o sacarse el ojo (transformar la visión). Se trata de un proceso que conduce a crecer en humanidad, puesto que el “escándalo” original está ocasionado por aquello que nos confunde acerca de nuestra verdadera identidad. Cuando hacemos creer a alguien lo que no es –cuando lo (nos) estamos identificando con el yo-, lo estamos “escandalizando” –literalmente, “haciendo tropezar”- en el camino que tiene que recorrer.
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