Agradable sorpresa la que lanzó la pasada desde Valencia el cardenal Cañizares. El púrpurado pone a su archidiocesis en estado de diezmo. Pide un diezmo, pero no para la Iglesia, como se hacía siempre, sino para los pobres. Más aún, quiere que su diócesis dé ejemplo y encabece la manifestación del diezmo para los preferidos de Cristo.
Un bello gesto del cardenal valenciano. Que predica y da trigo. Y se compromete a entregar a los más desfavorecidos el 10% del presupuesto de la diócesis (13 millones): 1,3 millones de euros. Una cantidad que puede crecer sensiblemente, si se unen a la ola del diezmo todos los curas, frailes, monjas y fieles cristianos. Con su arzobispo a la cabeza. Es evidente que por mucho dinero que se recaude con el diezmo, no se va a solucionar el problemas de la pobreza. Pero puede sumar un granito de arena más. Y lo más importante del gesto es la fecundidad simbólica que encierra. En primer lugar, el diezmo para los pobres de Cañizares coloca a Valencia en sintonía con el papa Francisco. Y, además, uno de los prelados más importantes del país se alinea abiertamente y sin condiciones con Francisco y pone su reloj a la hora vaticana. Escenifica públicamente que la Iglesia española quiere pasar del 'doctrina-doctrina' al 'primero Evangelio y después doctrina'. Una Iglesia que se faja en lo social. Una Iglesia que da muestras reales y simbólicas de estar atenta al sufrimiento dd la gente y mostrar entrañas de misericordia. Y lo hace nada menos que el prelado español que antes de irse a Roma como ministro de Liturgia del Vaticano pasaba por ser el guardián de las esencias y de la doctrina en España. ¿Se ha convertido Cañizares? ¿Ha regresado convertido de Roma? Es evidente que sí. Es evidente que comulga y conecta a fondo con las claves y con las insistencias de Francisco. Al contrario de otros muchos obispos españoles que están a la expectativa y no mueven ficha, esperando que lo de Francisco sea una tempestad de verano, Cañizares se sube con todas las consecuencias al carro del papa. ¿Conseguirá arrastrar a los demás obispos, especialmente a los más conservadores? Sería un gran servicio a la Iglesia española. De la mano de un clérigo que vuelve por donde solía y regresa a la línea eclesial postconciliar, que tanto contribuyó a implantar en la realidad eclesial española de aquella época, junto a sus colegas y amigos del Instituto de Pastoral de Madrid, como Casiano Floristan, Julio Lois, Jesús Burgaleta o Juan de Dios Martín Velasco. Lo lógico y lo deseable sería que a la iniciativa del diezmo de Valencia se sumasen todas las diócesis de España en una decisión aglutinada y coordinada por la CEE. Ganarían los pobres y ganaría la Iglesia.
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