Circula por las redes sociales esta viñeta sobre el Dalai Lama, que ha tenido aceptación.
¿Puede estar de acuerdo un cristiano con esta afirmación del Dalai Lama? Desde luego que sí. ¿Significa que debemos renunciar a nuestra propia religión? El Dalai Lama no renuncia al budismo. Todo el que muestra tener un buen corazón ya vive la verdadera realidad de cualquier religión. Por el contrario, un cristiano que no manifieste un buen corazón, no es cristiano. Lo expresamos así, en bloque, pero la realidad no es un “todo o nada”, un “blanco o negro”. La realidad tiene muchos matices de grises. Todos tenemos algo, más o menos, de buen corazón; todos somos un poco religiosos y un poco paganos. La religión es un método de aprendizaje, una prótesis, para facilitar el desarrollo de ese buen corazón. Si las gafas no te dejan ver a tu hermano, no es esa la prótesis que necesitas. Un cristiano sabe que “al principio no fue así” (Mt 19,8). Solamente cuando se sintieron desnudos, cuando surgió la envidia entre hermanos, entonces fue necesario establecer normas. Y esas normas fueron expresando lo mejor de la conciencia colectiva de cada pueblo. ¿Un relato mítico? Sí, pero que sintetiza en forma narrativa un largo proceso social. Carl Rogers basaba su terapia en la bondad inherente a todo ser humano. No hay que introyectarnos unas normas externas, sino descubrir lo que todos llevamos en nuestra conciencia. En el desarrollo de la Historia, el ser humano ha ido evolucionando desde la reacción instintiva hacia el autocontrol de su libertad. La sociedad civil ha ido asumiendo la tarea que habían realizado las religiones. Las normas higiénicas ya no son impuestas como mandatos divinos, sino como eficaces recomendaciones sanitarias (aunque todavía algunos se resisten a vacunas bien comprobadas); los hospitales no son de caridad, sino responsabilidad del Estado. Las leyes tribales se han ampliado hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las religiones deben ser conscientes de que los creyentes van alcanzando la mayoría de edad y tienen que asumir sus propias decisiones. Podemos encontrar en nosotros mismos los sentimientos de justicia, compasión, y amor. Así mismo todos somos conscientes de que la realidad es más compleja. La sociedad tiene que defender a los más débiles con unas leyes que penalicen a quienes no respetan los derechos de los otros. Incluso estas leyes no bastan para garantizar esos derechos. La sociedad tiene que desarrollar la cultura para poner de relieve esa bondad consubstancial al ser humano; y a ello contribuyen las leyendas, la filosofía, la poesía, el arte… Es así mismo necesario que se formen agrupaciones, ONGs, religiones... que desinteresadamente desarrollen y fomenten esta cultura y este fondo ético. Esta manera de entender la religión como un buen corazón no es una novedad, ni un repliegue de última hora; estaba ya en los orígenes del cristianismo. La carta (epístola) de Santiago afirmaba expresamente: “Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su necesidad y en no dejarse contaminar por el mundo” (Santiago 1,27). Y Jesús, como los Profetas de Israel, centró la verdadera religión en el corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”.
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