"El debate sobre la fe –explica Hitchens– es el origen y fundamento de todas las discusiones porque representa el comienzo (pero no el final) de todas las discusiones acerca de la filosofía, la ciencia, la historia y la naturaleza humana. Es también el comienzo (pero en modo alguno el final) de todas las disputas sobre la vida buena y la ciudad justa. La fe religiosa es imposible de erradicar precisamente porque somos criaturas que todavía estamos evolucionando. Jamás sucumbirá; o, al menos, no sucumbirá hasta que superemos el miedo a la muerte, a las tinieblas, a lo desconocido y a los demás. Por esta razón, no la prohibiría ni siquiera en el caso de que pudiera hacerlo. Usted dirá: es muy generoso. Pero, ¿serán los creyentes igual de indulgentes conmigo? Lo digo porque hay una auténtica e importante diferencia entre mis amigos religiosos y yo, y los amigos auténticos e importantes son lo suficientemente honrados para reconocerlo. Me conformaría con poder acudir a los ritos con que se acoge la maduración religiosa de sus hijos, con maravillarme ante sus catedrales góticas, con ´respetar´ su fe en que el Corán fue fruto de un dictado, aunque fuera exclusivamente en árabe y a un comerciante analfabeto, o con interesarme por el consuelo que ofrecen las religiones neopaganas, el hinduismo o el jainismo. Y, si es así, seguiré haciéndolo sin insistir en que me prodiguen cortés y recíprocamente idéntico trato... que consiste en que ellos, por su parte, me dejen en paz. Pero, en última instancia, la religión es incapaz de hacerlo. Mientras escribo estas palabras, y mientras usted las lee, las personas de fe planean cada una a su modo destruirnos a usted y a mí y destruir todas las magnificas realizaciones humanas que he mencionado y que han costado tanto esfuerzo. La religión lo emponzoña todo" (Dios no es bueno, p. 27).
Hitchens, por tanto, conviviría con las religiones, hasta este punto llegaría su bondad, pero el problema es que las religiones tienen en su propia esencia la violencia y no pueden dejar de maquinar cómo destruyen a los que no aceptan su credo. Por ello, no caben las actitudes moderadas y contemporizadoras. Lo único que tiene sentido es el anti-teísmo, no basta con ser ateo y dejar vivir... Hitchens pide a las religiones que le dejen en paz... Esto, a nuestro entender, no es simplemente posible. Es un hecho inevitable que se impone por sí mismo, sin que las religiones quieran "molestar". Las religiones, sin violencia alguna, simplemente por estar en la historia (y tienen todo el derecho a estar) siembran una inquietud inevitable sobre el enigma metafísico final que pesa sobre la conciencia de los increyentes. Esto es un hecho inevitable. "A veces se dice que no creer en un despotismo celestial temible y tentador convierte la vida en algo árido, tedioso y cínico, un mero existir sin ningún tipo de consuelo, ni de conciencia de lo numinoso y lo transcendental. Tonterías. Para empezar incurre en un error evidente. Es como decir que no deberíamos creer que somos una especie animal con componentes defectuosos y una duración reducida, tanto en nuestro caso como en el del planeta, porque las consecuencias de creerlo podrían resultarnos desagradables o vergonzosas. ¿Hay algo que ponga más de manifiesto los efectos perniciosos de negarse a ver la realidad?". "Partiendo de la base (como reconoce implícitamente esta objeción religiosa) de que para el ser humano vale la pena vivir, se puede luchar contra este pesimismo natural mediante el estoicismo y el rechazo de las ilusiones, a la vez que se embellece el panorama con alguna de las siguientes cosas. Están las bellezas de la ciencia y las maravillas extraordinarias de la naturaleza. Están el consuelo y la ironía de la filosofía. Están los esplendores infinitos de la literatura y la poesía, sin descartar sus aspectos litúrgicos y devocionales, como los que aparecen John Donne y George Herbert. Está el formidable recurso al arte, la música y la arquitectura, sin descartar tampoco en este caso los elementos que aspiran a lo sublime. En todas estas actividades, cada una de las cuales daría para toda una vida, se puede encontrar un sentido del sobrecogimiento y de la magnificencia que en absoluto dependen de ninguna invocación a lo sobrenatural. Es más: difícilmente a una persona armada de arte, cultura, literatura y filosofía le despertarán algo más que aburrimiento y náuseas los cuentos de fantasmas, ovnis, experiencias espiritistas o balbuceos desde el más allá" (Dios no existe, p. 27). "Con gran frecuencia se alega que algún tipo de poder o relevancia debe de tener la religión cuando aparece tan constantemente en cualquier época y lugar. Esto nunca lo negarían ninguno de los autores reunidos en este libro (los autores de la antología atea seleccionados por Hitchens en su obra Dios no existe). Algunos de ellos sostendrían que la religión forma una parte tan intrínseca de nuestra naturaleza humana o animal, que de hecho no se puede erradicar. Por si a alguien le interesa, es lo que pienso yo. Mientras tengamos miedo a la muerte, o de la oscuridad, y mientras persistamos en nuestro egocentrismo, difícilmente dejaremos de fabricar dioses, o de inventarnos ceremonias de su agrado, y eso podría significar mucho tiempo. En contrapartida, podemos tener la misma seguridad en que seguiremos mirando nuestras invenciones con escepticismo, ironía y hasta ingenio. Si la religión es innata a nosotros, también lo es dudar de ella y despreciar nuestras debilidades" (Dios no existe, p.28). Estamos de acuerdo en que el ateo, dentro ya de su visión metafísica de la vida, debe intentar la felicidad y tiene muchos elementos para conseguirla hasta un cierto grado. Pero al final es inevitable que todo acabe en fracaso y en muerte. Puede mantenerse firme en su ateísmo como hizo Hitchens en el penoso curso de su enfermedad (relatado en Mortalidad, 2012). Pero la fragilidad de la felicidad natural es lo que ha impulsado a la mayoría de los hombres a la esperanza de que pudiera haber un Dios oculto y liberador. Estamos también de acuerdo con Hitchens cuando dice que mientras tengamos miedo a la muerte existirá la religión. Es verdad. Pero yo diría que la religión sigue siendo una opción viable porque por la ciencia y la filosofía, y por la intuición ordinaria, el hombre sigue instalado en la incertidumbre metafísica del universo. Estamos de acuerdo en que las religiones han obrado, y siguen obrando, muchas perversidades. Lo lamento profundamente, aunque la historia no debe juzgarse con anacronismos. Pero ni Hitchens ni nadie, a no ser que se halle extemporánea y extravagantemente en un dogmatismo caducado, puede negar que no puede demostrarse la no existencia de Dios: es posible argumentar que es verosímil el ateísmo y que es verosímil el teísmo, en un marco final de incertidumbre metafísica. Por ello, seguirá habiendo teístas y ateos en una cultura de la incertidumbre como resultado de un ejercicio de la capacidad personal libre de orientar el sentido metafísico de la existencia. No ponemos en duda que el ateísmo sea posible, legítimo, honesto moralmente, que pueda construirse con argumentos lógicos en lo cosmológico, en la duda de Dios por el mal de una naturaleza ciega o por la perversidad humana general y de las religiones. El enigma del universo y el silencio-de-Dios permiten construir un ateísmo respetable y humanamente rico. Pero el ateísmo de Dennett, de Dawkins, de Harris o de Hitchens, no es este tipo de ateísmo. Sus argumentos no son correctos y hacen del ateísmo un espectáculo de odio, agresividad y desprecio de la mayoría de los seres humanos. En el fondo, con una superioridad arrogante, ilusoria, ingenua y falsa, se ríen de la mayor parte de la humanidad, sintiéndose poseedores de la verdad. Es un ateísmo que no es humano, no es solidario con el hombre, ni siente el más mínimo respeto, ternura y compasión con la humanidad sufriente. En el fondo, se trata de un ateísmo agresivo y descalificador que cae en aquello que quiere denunciar: la intransigencia, el fanatismo, el dogmatismo, y, en el fondo, hasta la misma irracionalidad. Extracto del artículo elaborado por Javier Monserrat, Universidad Autónoma de Madrid, Cátedra CTR de la Universidad Comillas y co-editor de Tendencias21 de las Religiones.
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