En este día de Pascua, debemos recordar aquellas palabras de Pablo: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe, somos los más desgraciados de todos los hombres." Aunque hay que hacer una pequeña aclaración. La formulación condicional (si) nos puede despistar y entender que Jesús podía resucitar o no resucitar, lo cual no tiene sentido porque Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello.
Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, como pidió a Nicodemo; él vive por el Padre; él es la resurrección y la Vida. Ya en ese momento cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida. Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA con mayúscula que él alcanzó durante su vida con minúscula. No debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Un instante después de la muerte, el cuerpo no es más que estiércol. Los sentimientos que nos unen al ser querido muerto, por muy profundos y humanos que sean, no son más que una relación sicológica. Esos despojos no mantienen ninguna relación con el ser que estuvo vivo. La muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible. La posibilidad de reanimación es la misma que existe de hacer un ser humano partiendo de un montón de basura. Eso no tiene sentido ni para los hombres ni para Dios. Jesús sigue vivo, pero de otra manera. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: El que beba de esta agua nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me asimile, vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Jesús no habla para un más allá, sino en presente. Si creemos esto, ¿qué nos importa todo lo demás? Jesús había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios. Porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser posible como hombre mortal. Este admirable logro fue posible, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia fue posible, porque había experimentado a Dios como Don. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla. La liturgia de Pascua no está diciéndonos algo sobre Jesús que tenemos que recordar y celebrar. Está diciéndonos algo muy importante sobre nosotros mismos. Nos está diciendo que en cada uno de nosotros, hay zonas muertas que tenemos que resucitar. Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida y así arruinemos la misma vida natural. Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida. Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos nosotros una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido simple folclore. Meditación-contemplación Yo soy la resurrección y la Vida. Resurrección y Vida expresan la misma realidad, no son cosas distintas. No hay Vida sin resurrección y tampoco resurrección sin Vida. En la medida que haga mía la Vida, Estoy garantizando la resurrección. .................. No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá. Además de ser inútil, te llevará a una total desazón. Lo importante es vivir aquí y ahora esa nueva VIDA. Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte. ................... Deja que la VIDA que ya está en ti, se haga algo real en tu vida. Deja que todo tu ser quede empapado de ella. Deja que Dios Espíritu (fuerza) sea tu verdadero ser. Entonces podrás decir como Jesús: Yo y el Padre somos uno.
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