Según los estudiosos del cuarto evangelio (para los datos que siguen, me baso en Senén VIDAL, Evangelio y cartas de Juan. Génesis de los textos juánicos, Mensajero, Bilbao 2013, pp.210ss), el capítulo 6 del mismo constituye un conglomerado de diversos motivos –con añadidos posteriores, obra de otro glosador tardío- en torno al tema del "pan" (alimento) auténtico, que simboliza el mensaje de Jesús, a quien en la comunidad de Juan reconocen como el "emisario divino".
En concreto, las frases que leemos hoy parecen pertenecer a un redactor tardío, que sería quien modificó el sentido originario de la palabra "pan" (alimento). En los versículos 26-51b, se refiere a la enseñanza de Jesús, que hay que acoger por medio de la fe. Sin embargo, en los versículos 51c-58, se refiere a la "carne" y a la "sangre" de Jesús, que hay que "comer" (el término griego también es ahora distinto: "masticar") y "beber". Por otra parte, este texto repite los motivos y la terminología del discurso anterior. Todo apunta, pues, a que se trata de una añadidura colocada por un glosador posterior como suplemento a lo ya expresado antes. La razón habría sido el interés del glosador por introducir la tradición eucarística, que echaba en falta en el evangelio de la comunidad joánica. Y parece que el marco más adecuado para su añadidura se lo brindaba precisamente el discurso sobre el "pan". Este añadido refleja una clara tendencia sacramentalista, semejante a la de los escritos cristianos del siglo II (por ejemplo, cartas de Ignacio de Antioquía y escritos de Justino): se realzan, por encima de la dimensión celebrativa, los elementos eucarísticos del pan (carne) y del vino (sangre) como "medicina" de vida y de inmortalidad (Ignacio de Antioquía, Carta a los efesios 20,2). Probablemente, el glosador pensó que el discurso anterior precisaba una concreción sacramental. Todo ello nos viene bien para puntualizar dos cosas: • Sabemos que el "lenguaje" utilizado en el cuarto evangelio no es el que hablaría un judío de Galilea. Pero no solo eso: muchas de las afirmaciones que se ponen en sus labios, Jesús no las pronunció jamás. Esto no significa que los redactores buscaran engañar, ya que sus hábitos escriturísticos eran diferentes a los nuestros, pero nos viene bien recordarlo para relativizar demasiadas cosas que, debido a un literalismo ignorante, se habían absolutizado, llegando a constituir incluso fuente de fanatismos. • Los discípulos de Jesús y, en concreto, los redactores de los evangelios –en el de Juan es posible reconocer varias manos, de diferentes épocas- se sintieron libres para "traducir" el mensaje original en función de la situación que atravesaban sus comunidades. La invitación, una vez más, parece ser la de trascender cualquier tipo de literalismo, abriéndonos a una lectura "profunda", en la medida en que nuestro nivel de consciencia nos lo permita. En el texto presente, las expresiones "comer la carne" y "beber la sangre" equivalen a la de"habitar en mí y yo en él". Y, probablemente, el contenido de todo el discurso elaborado por varios redactores podría sintetizarse en estas palabras: "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí". Nos situamos, de nuevo, en el horizonte de la Unidad más exquisita y sublime. En todos nosotros –más allá de las imágenes que utilicemos, incluido el simbolismo de la eucaristía- se está viviendo la misma y única Vida. En la medida en que crezcamos en consciencia –comprensión- de ello, dejaremos de identificarnos con el yo, y viviremos en la luz y en el amor que de ahí se derivan. Somos Vida que se expresa en la forma concreta del "yo" que tenemos; es Dios viviéndose en forma humana. Por eso, aunque quizás no sea adecuado decir "yo soy Dios" –por la tendencia apropiadora del ego, y porque el sujeto de tal frase nunca sería el yo individual-, puede sonar ajustada la expresión –expresada por los místicos-: "Dios es yo". "Tú [el ser humano] eres lo que no es. Yo –Dios- soy el que soy"; "mi yo es Dios: no me conozco otra identidad que Dios" (santa Catalina de Génova). "En mi ser esencial, Yo, por naturaleza, soy Dios" (Jan van Ruysbroeck). "¡Vedlo! Soy Dios. ¡Vedlo! Estoy en todas las cosas. ¡Vedlo! Hago todas las cosas" (Juliana de Norwich).
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