En las últimas semanas del tiempo litúrgico escuchamos el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y juristas.
Y el Señor le dijo: -De modo que vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades. ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? En vez de eso, dad lo que tenéis en limosnas y así lo tendréis limpio todo. Pero, ¡ay de vosotros fariseos! Pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda verdura, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. ¡Esto habría que practicar!, y aquello…, no descuidarlo. (Lc 11, 39-43) Son páginas incómodas del evangelio que parece que siempre van dirigidas a los “otros”. Es verdad que cada persona que escucha las palabras de Jesús se tendría que detener a reflexionar sobre su propia vida, pero en este momento de nuestra historia la jerarquía de la iglesia católica tendría que hacer una reflexión profunda de lo que está sucediendo. Ya basta de apuntar a los demás con el dedo, de analizar la “realidad del mundo” con todos sus conflictos, el alejamiento de Dios, del evangelio y de la moral. Es hora de dejar de hablar de “los otros” y empezar a mirar la realidad de quienes dirigen la iglesia. Yo lo compararía con la necesidad de políticas reales si no queremos que el cambio climático traiga consecuencias trágicas para el planeta. Los cambios en la iglesia que se tendrían que haber llevado a cabo hace mucho tiempo, pero que ahora se hacen imprescindibles si no queremos una hecatombe total. Con motivos del Sínodo de los jóvenes que se está produciendo en Roma (por cierto sólo 34 jóvenes están presentes con 267 purpurados), la vicepresidenta de la UNIÓN INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES, (UISG), con base en Roma, la hermana Sally Hodgdon, es una de las siete religiosas que están tomando parte en la reunión del 3-28 de Octubre. Declara que según la teología de la Iglesia Católica, los hermanos y las hermanas tienen papeles análogos como miembros no ordenados, miembros con votos de órdenes religiosas. Sin embargo, en el sínodo, los hombres tienen voto y las mujeres no. Los dos grupos que representan casi un millón de miembros de religiosos y religiosas de todo el mundo (185,000 sacerdotes y hermanos y unas 600,000 hermanas) están trabajando juntos en la presentación de una propuesta al Papa Francisco para que las mujeres tengan un papel más importante en el Sínodo de los Obispos. El Cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos, reconoce que a veces hay una “incapacidad eclesial para reconocer, acoger y promover la creatividad del “genio femenino”. La participación de mujeres con autoridad ha demostrado que es posible y necesario acelerar el proceso de lucha contra la cultura machista y el clericalismo, para conseguir el respeto por la mujer y sus carismas como su integración en la vida de la sociedad y de la Iglesia”. (Información traducida del periódico National Catholic Reporter, the Independant News Source (18 Octubre 2018) Dicen que el clima de este Sínodo es muy positivo y se están planteando el convocar un Sínodo de Mujeres. Queridos hermanos obispos, no se molesten. La verdad que sólo el término Sínodo de Mujeres, como mujer que soy, ya me resulta ofensivo. O sea, que van a hacer un Sínodo sobre más del 50% de la población mundial pero si miramos el porcentaje de las personas que “practican” la religión hacen trabajos voluntarios, es decir, sin ningún tipo de remuneración serían el 80, el 90 ¿tal vez? de los católicos. ¿Y de qué van a hablar de la mujer un grupo de hombres que nos conocen porque nos analizan pero no conviven con nosotras, ni nos escuchan; saben de nosotras por estadísticas, por estudios pero no en la vida real? ¿Quién les ha otorgado el poder para hablar, decidir, interpretar la Escritura siempre poniendo a la mujer como “compañera” del hombre pero no como igual que el a los ojos de Dios? El argumento de que los roles se basan en las diferencias entre el varón y la mujer no se sostienen de ninguna manera. ¿Para qué van a hacer un Sínodo de mujeres si tienen claro lo que quieren de nosotras pero no están dispuestos a incluirnos en órganos de decisiones que afectan a toda la comunidad cristiana? Después de haber perdido por lo menos a dos generaciones de mujeres inteligentes que han dejado la Iglesia, no por decisión propia, sino por ser coherentes con su denuncia a una institución que nos trata como ciudadanas de segunda clase, y a muchísimos jóvenes por motivos similares, ¿un Sínodo para qué? Analicen hermanos su miedo a perder “el poder” que Jesús reprocha tan fuertemente en su Evangelio. Miren lo que ese poder ha hecho a tantos niños y jóvenes que ya no pueden volver a creer en la institución y que en muchos casos ha roto su dignidad de hij@s de Dios. Ampliemos la vista como Jesús y no nos quedemos en la letra de la ley. Su mensaje liberador nos cuestiona a tod@s pero de alguna manera más a vosotros que a veces ponéis cargas pesadas en los hombros de los demás pero no estáis dispuestos a ayudar a llevarlas ni con un dedo. Tomad ejemplo del recientemente canonizado obispo Romero que ante la realidad del pueblo salvadoreño sufriente dejó que el evangelio le convirtiera de un prelado conservador a un mártir por no callar y sucumbir a la opresión. La denuncia clara de Jesús a la hipocresía y falta de autenticidad está vigente hoy. Que cada cual deje de apuntar con el dedo y mire en su interior.
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