Comienza la Cuaresma; "nos disponemos una vez más a fortalecer la limosna, el ayuno y la oración". Podría ser una repetición de gestos y rutinas, otro año más de hacer o dejar de hacer cosas que no tocan nuestra cotidianidad, simplemente alivian la conciencia. Sepan disculpar la ironía; pero no nos toca 'hablar del Reino', sino 'entrar en él', 'encarnarlo de un modo creíble'; por eso me digo estas cosas y se las comparto.
La limosna, como la 'lástima', es resultado de una lógica de jerarquías. Te doy, porque tengo, puedo, sé... Te regalo "generosamente" un poco de aquello que es mi propiedad y que me he ganado con el esfuerzo, el trabajo o la herencia. Como me reconozco superior –más rica, más capaz, más sabia- tengo entre mis manos el poder de la dádiva, que me permite agregar la bondad a la larga lista de mis posesiones. Tranquilizo mis culpas y sigo adelante, hasta la cuaresma que viene. El único modo de sostener esta pretensión de superioridad es negar mi propia carencia. Desmentir, en una lógica perversa, que también yo estoy necesitada, que ando como todos por la vida buscando desesperadamente unas migajas de amor, un modo de vencer la soledad existencial, algo que me brinde la seguridad y el cobijo que me arrancaron en el parto. Y que pude encontrar ese 'algo' en el dinero, en la familia, en la capacidad profesional, en el prestigio, inclusive en mi pertenencia a alguna comunidad eclesial. Me aterra pensar que puedo perderlo y por eso me aferro a eso, a veces pagando costos muy elevados... Desmentir, por sobre todo, que para que algunos tengamos y vivamos "seguros" otros mueren de hambre y que la caridad está al servicio de regular el sistema, para que nada se conmueva demasiado. Seguimos creyendo en los 'recursos escasos' que tenemos que disputarnos para conseguir, en lugar del compartir que multiplica, de una economía sustentable que garantice la alimentación de todos. Los que se cuestionaron esta lógica y se atrevieron a ir hasta las últimas consecuencias, rompieron con sus tradiciones y con su grupo de referencia y generaron revoluciones: Jesús de Nazaret, Francisco de Asís, Nelson Mandela... El sacrificio y el ayuno son lujos que podemos darnos los que tenemos la comida diaria más que garantizada. Podemos privarnos, porque no se nos va la vida en ello. Combinamos la dieta alimentaria, que puede ser muy provechosa después de los excesos del verano o del invierno según corresponda, con menor uso del transporte público, más caminatas y algunas horas de servicio u obra de misericordia. Ponemos a entrenar el alma, que queda al cabo de 40 días más delgada, más musculosa y más satisfecha de sí misma. Tantos años dejé pasar las ofertas de ropa de final de temporada porque caían en cuaresma, a costa de comprar más caro pero sin traicionar mi fariseísmo... Tantos festines de pescados caros se producen en la Semana Santa... No se trata de no comer sino de que todos comamos, todos los dias, no sólo en Cuaresma... La oración es tantas veces un modo de tercerizar las soluciones: pedirle a Dios que haga lo que nosotros no hacemos; y si no lo hace será su Suprema Voluntad que todo se mantenga igual... Nuevamente el alma, navegando los rumbos del espiritualismo, esperando de los cielos las respuestas o encerrándose en su cápsula tan lejana de la vida de la gente. La oración de Jesús lo introducía de lleno en los dolores, las exclusiones y la injusticia cotidianas, y lo provocaba a revisar sus prácticas concretas, para cultivar vínculos más semejantes a lo que descubría como el sueño de Dios. En la oración exalta a los pequeños, incluye a niños y mujeres; en experiencias compartidas de oración, como con los discípulos y la sirofenicia, va delineando su misión y amplificando sus propios límites, se abre a los 'paganos', reconoce y acepta el martirio próximo. En actitud orante abre ojos y oídos, pone de pie a los paralizados, anima a volver a empezar a los desfallecientes. La soledad en el monte o en el huerto lo impulsan a comprender con más hondura el sentido de lo que vive y a poner sus manos con mayor decisión en las vidas de aquellos con quienes se encuentra... No se trata de 'fortalecer el alma', sino de cambiar nuestras prácticas. Se trata de generar una cultura del encuentro de los iguales, donde el pan se parte y se reparte, donde saltamos las barreras del miedo y nos atrevemos a acercarnos al que es diferente, a enderezar a los caídos y a dejarnos enderezar. Con los ojos lúcidos y los oídos atentos; con la palabra lista para alentar y denunciar. Ayúdanos a vivir una cuaresma con sentido, en la que hagamos Reino...
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