Muchas personas, hemos aprendido a mirar y escuchar de manera distorsionada; no desde la presencia de Dios sino desde nuestrofalso yo. No miramos ni escuchamos desde el corazón, que desea en lo profundo volver a la comunión plena con Dios, sino desde nuestras inconsistentes necesidades, que ansiosamente intentamos satisfacer. Aprendimos a vivir más desde las expectativas (propias y de los demás) que desde la esperanza que infunde la presencia de Dios.
La consecuencia: Violencia, miedo y sufrimiento... Violencia conmigo mismo y con los demás Aferrarnos a nuestros "querer", a nuestros juicios y nuestras fantasías. Sentir hostilidad cuando alguien difiere de nuestro punto de vista. Miedo de perder, miedo al rechazo y la soledad, al vacío, el fracaso, y la aniquilación... Sufrir... Rivalizando, en lugar de comulgar, compitiendo, en lugar de colaborar. Creer que los demás amenazan mis posibilidades, perder de vista a la comunidad... Cuaresma es tiempo para la conversión: Liberarnos de esos modos de mirar y escuchar... des-aprender y re-aprender a mirar y a escuchar, de verdad, la verdad. Y así, disponernos a la experiencia pascual de Cristo hoy. Después del desierto, ámbito del silencio para reconocer las tentaciones, somos invitados a subir al monte con Jesús, ámbito de la experiencia de Dios... Y entonces, abrir los ojos, despertar y mirar de verdad a Cristo... Liberarnos de las visiones distorsionadas, etiquetas y prejuicios que tendemos a proyectar en Él, en nosotros mismos y en los demás... Mirar y escuchar, de verdad la verdad. Nos llaman a ser libres para ser de verdad. Somos en universal fraternidad, nos llaman a la plena comunión. Callar y escuchar al Hijo... Experimentar la presencia de Dios aquí... Dejar a Dios ser Dios... Mirar más a Jesucristo y al Padre que él nos revela... Dejarnos mirar, sintiendo su cariño sin límites...Escucharle más a él, desde lo más hondo del corazón... Y luego, volver... Volver a la vida cotidiana, impregnados de su misericordia que llena la Tierra e impregnando la vida de Él... Que la experiencia de conversión sea: Volver a dejar el falso yo y esa falsa manera de mirar. Re-aprender a escuchar, de verdad, la verdad. Espíritu de Dios, Espíritu de Cristo vivo y presente aquí... Llévame al desierto y a la soledad, condúceme al monte y a la experiencia liberadora de mirar y escuchar, de verdad, la verdad.
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