1. Ante la encrucijada religiosa
El término “encrucijada” evoca la apertura de varios caminos o posibilidades, y remite a la necesidad de tomar una decisión, que puede suponer acierto o error. En principio, la encrucijada suele ponernos en estado de alerta y, con frecuencia, viene acompañada de un cierto temor. No es extraño: su propia etimología –de “cruz”- pone de manifiesto su componente doloroso, incluso traumático en ocasiones. Así entendida, encrucijada es sinónimo de crisis. Y puede presentarse en cualquier ámbito de la existencia humana. Ahora bien, lo decisivo no es tanto la crisis –la encrucijada-, cuanto el modo de vivirla. Cuando este es adecuado, aquella se convierte siempre en oportunidad de vida. Y se experimenta que es condición prácticamente indispensable para el crecimiento. Porque, como dijera Carl Jung, “no es posible despertar a la consciencia sin dolor”. La pregunta, por tanto, que resulta decisiva parece ser la siguiente: ¿Cómo o desde dónde vivir las encrucijadas? Podría decirse que, genéricamente, solo hay dos posibilidades: desde el yo (ego) o desde la sabiduría. Vivirlas desde el yo significa afrontarlas desde el miedo, la necesidad, el gusto, el apego, la norma o la rutina… Es sabido que el ego funciona por el mecanismo del apego (a lo que le agrada) y la aversión (hacia lo que le desagrada). Y que se mueve desde el gusto, la norma o la costumbre. Por ello, ante una encrucijada, pone en marcha aquellos modos de funcionar a los que está acostumbrado, y con los que trata, antes que nada, de fortalecerse, protegerse o defenderse. Con tales actitudes, no parece que sea este el camino para que la crisis pueda mostrarse como oportunidad de crecimiento. Sin embargo, las encrucijadas pueden afrontarse también desde la sabiduría. Ahora bien, la sabiduría no es algo “añadido”, sino nuestra verdadera identidad. Ella sabe cómo vivirlas; pero requiere que estemos conectados a ella. Porque la sabiduría no es una cualidad que pudiéramos tener o no tener, sino nuestro centro más íntimo; la consciencia, fuente de donde todo brota; la Inteligencia creativa: eso es lo que somos. Y solo desde ahí la encrucijada se resuelve adecuadamente. Aunque, en rigor, no “tenemos que” resolverla; ella misma se “desenvolverá” del modo ajustado. Solo requiere que “bajemos” del estado mental (yo) al estado de presencia (consciencia), permitiendo que la Vida fluya a través nuestro. En esta serie de textos breves, me voy a referir a la cuestión de la “encrucijada religiosa” que nos ha correspondido vivir. ¿Qué ocurre con las creencias y, en particular, las creencias religiosas, cuando empiezan a tambalearse? ¿Cómo afrontar sabiamente esa encrucijada que, en mi opinión, constituye una característica de nuestro momento histórico? ¿Cómo afrontar la crisis de las creencias que tal vez en algún momento creímos que nos otorgaban plena seguridad? En entregas sucesivas, trataré de desarrollar la respuesta en varios puntos: · Creencias: su aportación, sus riesgos y su inconsistencia. · Salir del absolutismo y del relativismo · ¿Qué son en realidad las creencias? · ¿Cómo salir del hechizo mental? · Cuando caen las creencias, ¿qué queda? Los mapas y el territorio.
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