Estamos en un momento en el que es difícil tener ideas rotundas sobre la civilización Occidental. Hasta hace pocos años, era mayoritario el sentir de que nuestra civilización es la que ha aportado más frente a la barbarie de otros pueblos. A lo sumo, reconocíamos como grandes civilizaciones a las que dejaron hace mucho tiempo de serlo: azteca, inca, maya, egipcia, ateniense, romana, el islam de hace muchos siglos, las civilizaciones orientales… No tenía tanta importancia el colonialismo ni las consecuencias negativas que dejamos por doquier ni los aciertos de las demás formas de entender la existrencia. El fulgurante ascenso, se debió en parte al empleo de la fuerza en nombre de los grandes valores occidentales, sin importarnos mucho esgrimir a los clásicos y a los valores cristianos para imponer la cultura actual dominante y globalizada del capital y las finanzas, dejando lo importante reducido a un mero maquillaje que ya no resiste un hervor.
Estábamos satisfechos con haber logrado ser la civilización de referencia con muchos logros para el bienestar de las personas, lo cual es bien cierto. Ahora, sin embargo, las cosas no están tan claras a la vista de los resultados globales que la hijuela neoliberal consumista está ocasionando incluso entre nuestras propias filas. ¿Los pueblos colonizados en Suramérica, Centroamérica, África y Asia, han mejorado su situación, o viven en permanente colonialismo adaptado al siglo XXI? ¿Occidente mismo, ha ido a mejor? El haber generado culturas brillantes no nos permite aplastar a las de los demás ¿Qué hemos hecho buscando nuestros intereses a espada y fuego? Cuando los pueblos de las Cruzadas eran bastante bárbaros, los del islam de Oriente Próximo fueron los inventores de la tolerancia. Esto no gusta recordarlo pero no lo digo yo, sino el gran antropólogo Claude Lévi-Strauss en uno de sus trabajos para la Unesco. Luego vino de seguido la denuncia del peligro de la uniformidad rampante, siendo él pionero en alertarnos de lo que empezamos ahora a estar ahítos: “La humanidad se está instalando en el monocultivo, Se dispone a producir civilización en masa, igual que remolachas. En su menú habitual ya solo habrá ese plato”. Cualquiera que viaje un poco por las principales capitales occidentales y de cada vez más lugares del planeta, verá cumplida la profecía de Lévi-Strauss ante la visión de las mismas cadenas comerciales de tiendas, hoteles, restaurantes y otras tantas franquicias que están acabando con las singularidades de las culturas locales. Y junto a esta laminación que deja en pañales las técnicas de asimilación cultural que utilizaban los romanos, vemos con desazón que el mundo tampoco así va mejor, con demasiados avisperos removidos sin respeto ninguno a otras civilizaciones menores y sin valorar las consecuencias de tanta codicia. Ya no estamos tan seguros de que la actual civilización occidental sea la mejor a no ser porque las demás están diezmadas por la presión económica y militar o son aliados a cambio de permitirles gozarse en su dictadura. Sospechamos que deberíamos reinventarnos antes de que nuevas hornadas bárbaras aprovechen nuestra decadencia. Ya no podemos estar tan seguros de que el poder omnímodo militar y financiero sea una garantía para siempre; el terrorismo internacional, las grandes migraciones de exilados, las tensiones cada vez mayores en la geopolítica mundial… todo eso cuesta una bimillonada para mantener al mundo convertido en un monopoly una vez que los grandes valores han sido echados por la borda. Podemos cambiar la ciaboga, claro, pero es más fácil la huida hacia adelante. La misma Unión Europea no deja de sorprendernos por su miopía ante los grandes retos que tenemos planteados como parte que somos de esa civilización que fue la más grande en todos los sentidos, y ahora se desvanece en un consumismo que ya se ha convertido en el principal signo de esta civilización y que puede acabar con los recursos del planeta. Muchos siguen viendo la botella medio llena, pero su ejercicio de lectura positiva de la realidad no deja de ser otra cosa que el recuento de los muebles que nos quedan… a punto de ser inutilizados ante la deriva social que llevamos. Y encima se confunden con los que luchan de verdad por cambiar las cosas a mejor. Es lo que tiene la decadencia, que al ser cuesta abajo es difícil cambiar la inercia y quien más quien menos, estamos entrampados en esta cultura neoliberal de castillos de intereses que han desacreditado lo mejor del legado recibido del pasado. ¿Despertaremos de una vez? Stephen Hessel nos dijo aquello de ¡Indignaos!, sin violencia pero luchando por un mundo mejor. Más actual aunque no en el tiempo cronológico, Jesús de Nazaret debe ser el referente para el crsitiano ¿Cuál es el papel de los cristianos, jerarquía y laicos? ¿Negar la mayor? ¿Pasar de perfil porque no es nuestro negociado? ¿Ser cómplices? ¿Ser profetas? ¿Qué haría Jesús en mi lugar?
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