Cuando hablamos de la resurrección nos solemos referir a los acontecimientos de aquel domingo de hace 20 siglos, después de la crucifixión de Jesús de Nazaret, y de los cuales nació la Iglesia cristiana. También significa la esperanza futura de los creyentes una vez que cruzan la última frontera. De un modo, quizás inconsciente, situamos la resurrección, bien en un pasado, bien en el futuro. ¿Pero tiene algo que decirnos en el Presente?
En primer lugar, debemos recordar que la resurrección de Jesús, es la respuesta de Dios a los verdugos que actuaron en su nombre. Dios se puso del lado del ajusticiado. El crucificado tenía razón. Por lo tanto, la resurrección significa el gran SÍ de Dios a la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte. Dios de vida no de muerte. Existen muchas maneras de "morir", no solamente la física. En nuestro mundo, se dan muchas negaciones, que anulan el deseo de vivir. Muchas personas saben lo que es ir "muriendo en vida" debido a una grave depresión, a la pérdida de esperanza, al sinsentido del sufrimiento o a todas esas circunstancias que hacen que dudemos si mereció la pena haber venido a este mundo. Creer en la resurrección de Jesús, es creer que el Mal no es omnipotente. Que no tiene la última palabra. Nos espanta, nos paraliza, parece ser todopoderoso. Pero no lo es. La resurrección indica que en este mundo se ha producido una insurrección. El fatalismo ha sido derrotado. Y de una manera inesperada, mediante la fragilidad de un hombre crucificado acogido por el poder del Amor de un Dios pródigo. Creer en la resurrección, es confiar en la vida otra vez. Es no rendirse a lo que nos anula, lo que pretende oscurecer nuestro horizonte. Es descansar en un Dios que nunca descansa para encontrar las salidas a nuestras sin-salidas. Creer en la resurrección, es creer que la vida es más poderosa que lo que mata. Lo que mata la ilusión, las ganas de vivir, el deseo de compartir. Como las mujeres ante el sepulcro, estamos ante lo inesperado, que quizás nos espante y nos deja sin voz. Pero luego ya no podemos callar, la vida ha rebrotado, el Viviente se nos ha "aparecido", su voz nos ha vuelto a levantar, y el silencio se ha convertido en palabra, palabra de vida, palabra de resurrección. Resucitemos pues ahora, en alguna medida, es decir volvamos a re-suscitar en nosotros la esperanza, la confianza, la alegría, la vida eterna, y anunciémoslo a este mundo desesperado, perdido en sus oscuridades. Digámosle que la Luz ha resplandecido, que el Crucificado vive, que hubo un día en que la muerte murió. Que es hoy, cuando podemos descubrir el "poder de su resurrección" como anunciaba el apóstol Pablo. Es hoy, que experimentamos que no quedaremos atrapados en la muerte. Como nuevos Lázaros, volvamos a la vida, porque hemos oído la palabra de Cristo que nos dijo: ¡Sal de ahí!
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