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Consiencia transpersonal y perdon por: Enrique Martínez Lozano

9/12/2011

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El yo no puede perdonar. Es inútil esperarlo de él. Así como tampoco puede no juzgar. Como resultado de nuestra identificación con la mente, el yo vive gracias al pensamiento, que no es otra cosa que juicio. Su objetivo es autoperpetuarse, por medio de los dos mecanismos que le otorgan una sensación de existir: la apropiación y la identificación. De ahí que su funcionamiento sea necesariamente egocéntrico.

Con esas características, no es difícil comprender que las lecturas que el yo hace de las situaciones resulten confusas, generen sufrimiento inútil y conduzcan, finalmente, a callejones sin salida. Eso es exactamente lo que ocurre, de un modo más patente, en aquellas circunstancias en las que el yo se ha sentido especialmente agraviado.

Cuando una situación del presente despierta heridas dolorosas del pasado, el malestar suele ocupar toda la escena. Y el yo herido hace lecturas de la misma, necesariamente egocentradas, que bloquean la posibilidad de perdón auténtico. En el mejor de los casos, puede llegar a una resignación más o menos "tolerada", pero no podrá perdonar a quien piensa que lo hirió.

El perdón sólo es posible en la medida en que trascendemos el yo. Con frecuencia, ello requiere tiempo, paciencia... y todo un ejercicio de toma de distancia de él. Sin ésta, no logramos salir de su ámbito y permanecemos sometidos a su dominio: no podremos ver las cosas sino como el propio ego las ve. No hay camino de salida.

Tomar distancia del yo significa desarrollar nuestra capacidad deobservarlo como un "objeto" dentro de lo que realmente somos. Al hacerlo, empezamos a reconocer que no somos ese yo -ni las "historias mentales" que él mismo se ha fabricado-, sino Eso que observa, elEspacio consciente e ilimitado, desde el que todo es percibido de un modo radicalmente nuevo.

Ese Espacio consciente es nuestra identidad más profunda,transpersonal (transegoica y transmental), no-dual y compartida. Mientras permanecemos en ella, la preocupación por nuestro ego disminuye hasta el extremo; sus "historias mentales" de sufrimiento, venganza o resentimiento se evaporan en la Conciencia transpersonal, y empiezan a fluir, lúcida y mansamente, la bondad, la compasión y el perdón.

Y venimos a descubrir que el perdón no es algo que dependa de la voluntad, sino del "lugar" donde nos situamos. Desde el yo, es imposible; desde el Espacio consciente que somos, fluye sereno sin dificultad porque, para la Conciencia transpersonal, ha "desaparecido" incluso el motivo mismo que lo mantenía agraviado. En su lugar, se hace presente la Comprensión.

Lo que ha ocurrido es que, al "pasar" de la identidad del yo a quien realmente somos, nos hemos liberado nada menos que de las necesidades que atenazan al ego. Gracias a esa liberación, se amplía y purifica nuestra mirada, a la vez que se ensancha y ablanda nuestro corazón. Si no hay "yo", ¿quién se sentirá agraviado?; si no hay "yo", ¿quién habría de perdonar?

El "paso" del yo al "Espacio consciente" que somos (Eso no-dual) se experimenta como rendición sabia y se vive como regalo de liberación.Caen las resistencias, porque "ha caído" el ego que vivía esclavo de sus necesidades.

Con la rendición, no es que el perdón sea posible; es que no hay nada que perdonar: ha desaparecido quien se había sentido herido y exigía reparación. Sólo queda liberación y deseo profundo de bien para la persona hacia la que antes vivíamos resentimiento.

Quizás la relación no pueda restablecerse "formalmente", porque hay otros factores que tener en cuenta, pero ha desaparecido todo resto de exigencia o de reproche. Todo está bien.

Es así de simple; tanto, que cuesta entender cómo uno pudo haber quedado atrapado en la espiral egocentrada del yo. Pero requiere vivir el "paso", para ver las cosas, no desde el yo, que sólo busca afirmarse y exige respuestas acordes a sus necesidades, sino desde el "Espacio consciente" que nada necesita y nada le afecta.

Ese paso se ve obstaculizado por la identificación con el yo, particularmente cuando se despiertan heridas pendientes, carencias no resueltas, miedos atávicos, experiencias de soledad y abandono... Por eso, puede hacer falta tiempo de maduración. Con todo, aun respetando ese tiempo, es posible intentarlo..., para experimentar cómo se modifica radicalmente la perspectiva, en cuanto tomamos distancia del yo.

A partir de ese momento, sin embargo, no está todo hecho. Siguen pesando las viejas inercias del ego. Por eso, cuando reaparezcan los mensajes egoicos, con sus necesidades, miedos, exigencias, resentimientos y reproches, hay que "volver" decididamente a situarse en la verdadera identidad, el "Espacio consciente" que somos, para volver a constatar que, desde él, la visión se modifica y se hace presente la libertad interior y la Comprensión sin límites. Realmente, no hay nada que perdonar ni "nadie" que perdone.

       

Para "aterrizar" todo lo que estoy diciendo, deseo ejemplificarlo con un caso concreto, que viví hace un tiempo. Tras un hecho grave e inesperado, que me resultó agudamente doloroso, afloró mi yo herido y desconcertado, abandonado y hundido, resentido y exigente..., negándose a vivir hasta que las cosas no fueran como él deseaba: se veía literalmente incapaz de aceptar lo sucedido.

Todo quedó impregnado de sufrimiento y sinsentido, que se intensificaba con el mero recuerdo de lo ocurrido; un recuerdo que no hacía sino fortalecer las demandas del yo. Tuvo que pasar tiempo para que, finalmente, pudiera "rendirme" a la verdad, sin condiciones.

Pero esa rendición únicamente fue posible cuando se me regaló situarme de un modo más estable en la identidad o conciencia transpersonal: la rendición fue sinónimo de liberación definitiva, desegocentración, serenidad ecuánime, comprensión sin exigencias, amor y deseo de bien sin restricciones...

Todo ello lo viví como uno de los mayores regalos de mi vida, como la Gracia que marcaba un punto de inflexión, un antes y un después, en mi modo de ser, de situarme y de percibir. Decididamente, en ese nivel,todo está bien; ningún miedo tiene sentido.

Y queda como una voz resonando en mi interior: "No te reduzcas al yo ni te entretengas en sus «historias mentales», en su modo de ver las cosas; no sigas ni un minuto su «discurso»; al contrario, míralo siempre como un «objeto» dentro de la Conciencia que eres; reconócete como elEspacio consciente o Conciencia transpersonal que trasciende el yo, y experimenta la comprensión y la liberación que te aporta". Brevemente: "No olvides nunca quién eres". Hoy sé por experiencia que todo lo demás depende de ello.

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