Ronaldo Muñoz fue alumno del Papa Ratzinger, quien le calificó con distinción máxima una tesis que luego, durante la dictadura, terminó quemada por los militares. Es de los Sagrados Corazones y pudiendo dedicarse a pastorear a los ricos, decidió irse a una población y servir a los pobres. Representa, por ello, a la Iglesia popular, que se escandaliza con la pobreza antes que con el sexo; a la, que reclama derechos para el pobre y no caridad.
Oírlo, es escuchar fuertes críticas al actual sistema económico, críticas muy ligadas al sentido común, que normalmente no entran en el debate porque los medios las califican de resentidas o de izquierda. Y, sin embargo, este sacerdote que ha dedicado su vida a los pobres, tiene mucho derecho a decirlas. Un buen punto de vista para partir este año electoral. En la década del 70, usted optó por el trabajo con los pobres. ¿Le parece que la iglesia ha seguido con esa línea o se ha vuelto más elitista? -Diría que ha habido retrocesos. Con Juan Pablo II nos abrimos a los pobres, pero para adentro él fue un hombre muy concentrador de poder. Eso se manifestó en el cuidadoso nombramiento de obispos conservadores manejados por la curia romana, y por la formación de curas que pensaron a la Iglesia para adentro, preocupados de la doctrina, de la catequesis y de construir iglesias, cuando lo que teníamos que hacer era salir a escuchar a la gente. Eso hizo que el clero se concentrara en los sectores de clase media para arriba y en los sectores populares quedáramos muy pocos. ¿Ya nadie quiere ser el cura de la población? -Hay pocos curas para los sectores populares, que es mucha gente y muchos curas para los ricos que es poca gente. Los Legionarios, por ejemplo. -Claro, pero no sólo con ellos. También los del Opus Dei y Schoenstatt, que son espiritualistas y elitistas, todo lo contrario a la opción por los pobres. Ellos pueden querer beneficiar a los pobres, pero desde arriba para abajo, y hace muchos años que no creo que la sociedad se arregla así. No quiero idealizar a los pobres, pero hoy ser un trabajador es una humillación, porque se los mantiene todo el tiempo con la idea de que van a perder la pega y se quedarán sin nada. Sobre todo en crisis, donde las ganancias son privadas y las pérdidas se nacionalizan. La Legión y el opus, además tienen universidades donde no entran pobres. -Es que hoy la universidad no es para los pobres, sino para hacer más eficientes y, ojalá, más generosos a los ricos. ¿Qué hace un cura que opta por los ricos? -No sé si hacen menos sacrificios, pero proyectan una imagen de más comodidad. Ofrecen un servicio a la gente del barrio o al círculo de amigos que se estrecha a su alrededor, organizan visitas a los enfermos, construyen iglesias y recolectan algún dinero para los pobres. Pero ese es el esquema de la limosna y no el de la solidaridad fraterna. Es simplemente dar un poco de lo que sobra para quedar tranquilo con la conciencia. Pero la gente no quiere que le tiren la plata, quiere ganársela con dignidad para que sus hijos estudien. Sin embargo, lo que gasta el Estado en la educación de un niño pobre es un 15 por ciento de lo que gasta una familia de clase alta en la educación de sus hijos. ¿Cómo se puede hablar de igualdad de oportunidades en esas condiciones? En Alemania hay escuelas diferentes para la mano de obra y para los que piensan y ninguno de ellos se mezcla. Es terrible, pero son menos hipócritas que acá, donde todo se maquilla. En sus inicios, usted tuvo mucho contacto con las clases acomodadas. ¿Cuánto cambiaron los ricos en este tiempo? -Los de ahora son más ostentosos. Se conectan más con el jet set dominante del planeta que con las poblaciones. Leen el Times y The Economist, que no enchufan con las mayorías chilenas. Es lo mismo que pasa cuando uno lee El Mercurio, que cubre los intereses de los dominantes, su economía y su vida social, pero está desconectado de la realidad de la gente. ¿Y cómo es esa realidad? ¿Han cambiado los pobres en chile? -Hay menos pobreza material, pero también menos dignidad. El pobre sabe que el país no funciona para él, aunque hay ciertos adelantos en salud o las salas cunas. Se dice que en este sistema la gente es libre de cambiarse de trabajo si no le gusta… -Para el pobre la libertad se reduce a decidir si sigue trabajando miserablemente o lo deja y se queda sin nada. No es la única causa, pero por eso hay tantas personas en el alcohol y las drogas. De acuerdo a su experiencia, ¿qué otras cosas están dañando a las poblaciones? -El juego. No sólo se construyen lujosos casinos para la clase media, sino que se está casinizando a las poblaciones con las máquinas tragamonedas. Eso provoca más empobrecimiento, porque todo está pensado para sacarle la mayor cantidad de plata a los pobres. Hace un par de números publicamos la historia de una familia que llevaba 30 años viviendo en el Mapocho. ¿Qué le pasa cuando ve ese tipo de pobreza? -Este es un país escandalosamente desigual. Muy poca gente acumula de tal manera la riqueza, el bienestar, la seguridad y el lujo que llega a ser obsceno. Ellos son los dueños del país y tienen la supervivencia asegurada y no saben qué es el hambre. En cambio, los pobres saben perfectamente cómo viven los ricos, porque ellos construyen sus casas, son las nanas de los niños, cuidan sus jardines y saben cuánto cuesta una mansión. Una vez un trabajador me comentó que la empresa para la que trabajaba, terminaba una mansión en La Dehesa y, paralelamente, 300 viviendas sociales en una población y ¡la mansión costaba más que las viviendas! ¿Cómo cree que se resuelve esto? o hay que dejar que pase porque así es la vida… -Mientras los ricos no tengan contacto con las carencias y valores de los pobres no se puede hacer nada. A los ricos se les oculta la realidad con las carreteras hundidas que pasan por Santiago, pero los pobres ven a los autos pasar por ahí. Con los ricos hay que hacer puentes. ¿Qué sienten los pobres al ver el mundo de los ricos? -Amargura. Pero eso no aflora porque la gente pobre tiene miedo. ¿Y se ponen resentidos? Esa es una palabra muy manipulada. La clase dominante usa ese término para referirse a los pobres que se atreven a organizarse y levantan la voz. ¿Qué ha pasado con la preocupación hacia los pobres que tenía la Concertación? Recuerdo que Patricio Aylwin hablaba de deuda social. Es decir, que los pobres tenían el derecho de recibir, que eran acreedores. Pero en tiempos de Eduardo Frei ya no se habló de eso. Me parece que perdieron el contacto con la gente. Hace poco los parlamentarios se trataron de auto-entregar 100 mil pesos para gastos en bencina. ¿Qué significan 100 mil pesos en una población? Ese el ingreso total de muchas familias. Con 100 mil pesos comen cinco personas durante un mes y pagan el Transantiago. Los políticos no podrían vivir con ese sueldo. Ni se imaginan cómo es. Por eso pienso que los altos funcionarios deberían vivir una vez al año entre los pobres con el sueldo mínimo, como una escuela. Porque mucha gente que era del Mapu o del MIR y que hablaban mucho de los ‘derechos de los trabajadores’, hoy dirigen empresas, y me parece que perdieron el horizonte. Ya casi no se habla de derechos. Se habla de caridad, de compasión… -Así es. El AUGE, por ejemplo, ha revivido el tema de los derechos, pero en muy inferior calidad y oportunidad. Los tiempos de espera son enormes y la gente en vez de exigir rapidez hace lo imposible por encalillarse para tener una atención privada. Mire, yo tuve el primer síntoma de mi cáncer y a los cinco días tenía un diagnóstico preciso con tratamiento de especialistas que prepararon mis operaciones de acuerdo al tiempo que más le convenía a mi organismo. Eso es inalcanzable para la mayoría. De hecho, una persona me dijo: ‘si mi mamá hubiese tenido una atención como la de usted, todavía estaría viva’. La señora había muerto, después de haber esperado seis meses por una hora. La atención llega, pero muchas veces es demasiado tarde. ¿Por qué la gente no reclama? Hay miedo de hacerlo, porque si alguien reclama la hojita de solicitud de la operación pueden pasarla más abajo y tener que esperar un mes más. Entonces la gente se termina resignando. ¿Qué pasó con los grupos que en los 70 exigían sus derechos? Eso lo ahogó en sangre el terrorismo de Estado. EMPRESARIO Y ¿PRESIDENTE? Uno de los ricos de los que hemos hablado puede ser Presidente de chile. ¿Qué le pasa con eso? -Bueno, no sólo Sebastían Piñera está moldeado por la experiencia empresarial. Eduardo Frei también. Él comenzó con las políticas de apertura económica más a fondo e hizo que los empresarios cogobernaran. Pero lo cierto es que Piñera controla el poder económico y si es presidente va a controlar el Poder Ejecutivo. Entonces estaremos peor de lo que estamos ahora. ¿Quién le va a hacer algún contrapeso? Hace unas semanas Piñera pasó el weekend con un grupo de pobres y la nota salió en el Mercurio. ¿Qué le parece? -Que es marketing. Yo no digo que Piñera sea un hombre perverso o maligno, pero nunca se ha puesto en el pellejo de un pobre y sería un retroceso para Chile. Con Frei son distintos hasta por ahí no más, pero sería peor tener a la Alianza gobernando en vez de la Concertación. Porque el gran poder no está en la política sino que en el empresariado y la Alianza representa eso. PEDOFILIA ¿Cómo le parece que la Iglesia ha enfrentado la pedofilia? -Muy mal. Pero se ha aprendido y rectificado. Ahora se trata de hacer las cosas más transparentes que antes. Es abominable y condenable silenciarlo. La gente de Iglesia está para servir a la vida y no para corromperla. No hay que fusilarlos, pero hay que sacarlos de circulación. Si hay alguien peligroso para la sociedad son los curas pedófilos, por el daño a los niños y a la familia. Con eso también la Iglesia pierde autoridad para hablar de sexualidad. ¿Qué tiene que hacer la Iglesia para evitar la pedofilia? -Sacar de circulación a los que tienen estas inclinaciones. La Iglesia está desesperada por tener curas, pero lo que necesitamos son cristianos conscientes. Jesús nunca pensó una Iglesia con curas y eso empieza en el siglo III. Muchas cosas que hoy parecen normales son relativamente recientes, como que el Papa nombre a los obispos, que lo inició Juan Pablo II. Lo mismo pasa con eso que para ser cura hay que ser célibe, porque en el segundo milenio era normal que los curas fueran casados. El tema no es que todos los curas deban casarse, sino que sólo se acepte a los curas siendo célibes. Contra eso estoy yo. ¿Deberían haber curas casados? -Debe ordenarse sacerdotes a matrimonios con liderazgos y conciencia que la misma comunidad presente al obispo. ¿Es muy revolucionario discutir eso? -Yo lo discuto en todas partes y una buena proporción de los curas piensa así, pero no se atreven a decirlo porque las autoridades superiores lo encuentran muy revolucionario. Pero esa discusión en la Iglesia va a venir. VALORES ¿Cómo vio la discusión sobre la repartición de la píldora del día después? -No comparto la postura de la jerarquía de la Iglesia, pero la respeto. Una de las heridas que tiene nuestro pueblo y los medios de comunicación, incluido The Clinic, es que han trivializado el sexo y con eso no estoy diciendo que la Iglesia fuese coherente, porque durante mucho tiempo tuvimos una posición muy negativa frente a la sexualidad, y hoy pagamos las consecuencias de eso. ¿Es partidario de repartir la píldora del día después? -El problema no está ahí, sino que en una formación más humana, donde los adolescentes accedan a una cultura de la sexualidad diferente. Pero la píldora es una solución de emergencia. -Claro, así como “Un techo para Chile” lo es para las casas. Pero siguen siendo un parche. Mucha gente de población dice que lucha para tener una casa digna, pero son los sueldos de las personas los que deben permitirle a esa gente tener una casa. Entonces “Un techo para Chile” es una ayuda para los empresarios porque les permite pagar sueldos que no alcanzan para una casa. Y pueden decir, para qué quieren más si ya tienen casa. Ese paralelo con la píldora sirve para decir que la píldora soluciona sólo algunos efectos de esta orfandad afectiva. Uno puede discutir por qué la píldora se le prohíbe a los pobres y no a los ricos. Pero sigue siendo un tema secundario y pareciera que fuera el gran problema valórico que tiene Chile ¡y eso es una mierda, un engaño y una trampa! Hay que ir a la raíz y lo demás es hipocresía. ¿Dónde está el problema de raíz, entonces? -En el conjunto de condiciones empobrecedoras y humillantes en que vive la mayoría de los habitantes de nuestro país. Eso degrada no sólo el sexo, sino que también la amistad, el afecto y el valor de la solidaridad. Es muy difícil que se reteja una red social diferente a la de ir a una oficina de un municipio o esperar a un camión del barrio alto con cajas de navidad y abalanzarse como si fuésemos perros sobre un montón de huesos. Se necesitan condiciones para el crecimiento humano, pero los discursos de la reforma educacional apuntan a que seamos trabajadores mejor calificados, para que ganemos más, consumamos más y así los ricos tengan cada vez más. No apuntan a formar personas vinculadas con el resto. ¿Cuáles son las discusiones valóricas que se van a dar en adelante? -Me rebelo con esa identificación entre los valores y la sexualidad. El gran valor que se ha perdido es la solidaridad. No somos para nada solidarios y nos engañamos con esto de la Teletón. ¿Cree que con la crisis que viene haya más efervescencia social este año? Dios quiera que lo que pasó con los estudiantes de enseñanza media, con los trabajadores forestales, los subcontratados del cobre, los pescadores artesanales y las temporeras se siga dando. Tiene que hacerse. Son signos nuevos, positivos, y que van en la línea de exigir y luchar por una sociedad más abierta, justa y humana. Y humana para todos, pobres y ricos. Las nanas de los más acomodados dicen que les da pena cómo viven sus patrones con ese afán de tener cosas o hacerse cirugías, y ellas no lo dicen en sentido irónico. ¿Ese fenómeno es nuevo? Sí, hoy la riqueza está más concentrada. También ahora hay sectores medios que acceden a cosas que antes no podían, como el auto último modelo y vacaciones lujosas en el extranjero. Pero es una vida hueca, a veces acompañada de crisis de pareja, niños abandonados y adicciones. Es una vida… ¿cómo calificarla? En realidad son máquinas, cosas, más que personas. ¿Qué tan vigentes están las ideas de la teología de la liberación? Siguen vigentes, pero más segregadas en distintas teologías que han recogido algunas ideas. ¿En los 70, los teólogos de la liberación fueron muy desacreditados en chile? Pasaba de todo. Éramos muy solicitados por muchos obispos, pero para los más cercanos al régimen militar, que eran como cinco, éramos personas no gratas y poco confiables. De todas maneras, eran una minoría y no tenían peso en el episcopado chileno. ¿Cómo era esa desconfianza? Descalificativa y desacreditadora como cura, sobre todo en lo que escribíamos en los libros y documentos que circulaban en la Iglesia. ¿Qué tan vinculada estuvo la Iglesia a la dictadura? No hubo mucha vinculación como Iglesia, pero algunos obispos se mantuvieron muy cerca del régimen y muchos no vieron o creyeron no ver las atrocidades que se estaban cometiendo en los derechos humanos y en la economía también. ¿No se derechizó la Iglesia? Diría que no hubo una derechización, pero era muy ideológica. A partir de la década del 90 la Iglesia vivió un repliegue, una vuelta sobre si misma, y bajó su interés por la realidad social. Durante el gobierno militar se quemaron libros suyos. ¿Eso fue lo más cerca que estuvo de la represión? No, también estuve detenido con otras 15 personas de la comunidad de la población Malaquías Concha, de la Granja, en abril de 1974. ¿Cómo fue eso? Estábamos en una reunión con los pobladores donde buscábamos la solución a la falta de alimento de los niños y llegaron los Carabineros porque dos personas nos denunciaron que estábamos organizando otra cosa. Fuimos maltratados física y psicológicamente y después nos entregaron a los militares que nos llevaron a Villa Grimaldi. ¿Qué pasó después? Nos interrogaron y a algunos jóvenes los torturaron. Estuve todo el tiempo con los ojos vendados, en un clóset de menos de un metro cuadrado. Me preguntaban para hacerme entrar en contradicciones, porque querían sacarnos alguna confesión que dijera que en la capilla se guardaban armas. Y eso no era verdadero. Lo más duro que vivimos esa noche fue la simulación de un fusilamiento de todo el grupo y un joven se puso a gritar de miedo. Por supuesto, lo que nos hicieron no es nada comparado a las atrocidades que supimos que en ese lugar se cometieron. ¿Cómo salieron libres? Todo esto pasó en un sólo día y salimos por la presión que hizo el Cardenal Raúl Silva Henriquez, que se enteró por un cura. Entrevista realizada por The Clinic (Chile. Enero 2009)
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