Queridos amigos y amigas,
Gracias por los correos y por rezar por nosotros. Las conexiones a internet no andan bien a causa de la situación y por eso pensé que es mejor escribirles a todos y contarles como van las cosas. He puesto las direcciones que tengo y espero que llegue a destino este correo. Estamos viviendo momentos de mucha tensión y miedo. Hay gente que huye de Damasco, hay gente que no sabe qué hacer y están encerrados en sus casas. Hay gente que está bloqueada en algún lugar de la ciudad o en las afueras y no puede llegar a destino. Hay confusión y las noticias no son ciento por ciento confiables. Desde el domingo la ciudad vive horas de angustia. Disparos de armas pesadas, de metralletas, helicopteros que sobrevuelan sin parar… Hace dos noches que no se duerme bien. Anoche casi no dormi, como creo que también les paso a mucha gente. Mientras escribo, cuando son las 22.27 hrs., se escuchan explosiones y disparos. Estamos en el centro de la ciudad, cerca de todo lo que significa poder y seguridad, pero ahora estamos tan vulnerables..Se habla de guerra, de una guerra civil, y la verdad es que tenemos miedo. Comparto el miedo de muchos no sabemos que pasara dentro de poco, o mañana, o la próxima semana. Nuestra misión es ayudar espiritualmente, sostener a nuestros cristianos, darles animo y decirles que no están solos, que aquí estamos, con ellos en las buenas y ahora en las malas. Solo Dios sabe cuanto me cuesta encontrar palabras para animar a la gente a no perder la esperanza. A veces ni yo puedo conmigo mismo, y entonces con lágrimas, porque soy solo un hombre, le pido a Dios, que es ternura, amor, compasión, que me sostenga. Tengo que ser fuerte y valiente, para ayudar. Tengo que tener tranquilidad en el corazón para saber infundirla en mis hermanos y hermanas. El evangelio de hoy, Mateo 11, 28-30, habla de encontrar refugio en Dios, habla de su yugo que “es suave y su carga ligera”, pero cuesta llevarlo. De dónde viene la fuerza para seguir?, de la fe. Creo en Dios, y se que El nos ama y que nunca abandona. Lo miro en la cruz -tengo un crucifijo grande frente a mi- y entonces encuentro consuelo, y entiendo que el “yugo que el llevó y soporto” era muchísimo mas grande que el nuestro, y entonces vuelve la paz al corazón. Así transcurren mis momentos. Hoy, día normal de trabajo, con 43 grados de calor, esta ciudad siempre llena de vida, estaba casi desierta… Hoy no encontramos pan. Nos dijeron que debemos abastecernos de comida. Nos dicen que en los próximos días se sucederán los cortes de electricidad, que las comunicaciones estarán malas, en fin, que viviremos lo que ya llaman “guerra”. Desde hace días que no tenemos gas. Cuesta caro, y hay que hacer colas para obtenerlo, así es que el único balón de gas lo cuidamos como “hueso santo”, y se cocina con electricidad. El motor que nos da energía eléctrica cuando ésta se corta, funciona con un derivado del petróleo que ahora no se encuentra… así es que hay que cuidarlo…,en fin, hay que cuidar todo, y no enfermarse He vivido tantas cosas en mi vida, pero esta es fuera de lo común. Hoy el Nuncio Apostólico decía que tenía la impresión de que “estaba cayendo con los ojos cerrados a las profundidades del infierno”… esa impresión, que refleja lo que vemos y oímos, lo que estamos viviendo, yo la comparto. El infierno es el “lugar” donde ya no hay esperanza, y aquí parece que eso ya nos está pasando… Por favor recen por nosotros. Recen por nuestro presente y nuestro futuro. Recen para que esto no siga adelante y alguien salve lo que aun se puede salvar. No me iré de aquí. Soy sacerdote, “padre”, en la buenas y en las malas, y ahora tengo que estar con mi gente, con nuestra gente (en este convento somos dos). Tengo que compartir con este pueblo en el que Dios me puso, todo lo que la gente vive, y compartirlo codo a codo, como diría san Pablo -que en esta ciudad encontró a Jesús tanto tiempo atrás- “reír con los que ríen, llorar con los que lloran”. La misión de un “padre” es la de estar con sus “hijos”, quererlos, protegerlos, ayudarlos, no dejarlos solos, animarlos, sacrificarse por ellos si es necesario. Todo esto suena fuerte pero es así, y yo lo siento así. Pido a Dios que me de la fuerza para seguir adelante, como diría el padre Hurtado: “contento Señor, contento”. Escriban cuando puedan, ayuda mucho a no sentirse solo. Recen por mi mamá, a la que quiero con locura, por mis hermanas, ellas no tienen mi “vocación de misionero” y sufren mucho con todo esto. Que Dios las sostenga y refuerce en la fe y en la esperanza de que todo esto pasará. Gracias por haber tenido la paciencia de leer este largo correo. Necesitaba desahogarme un poco después de un día de tanta tensión. Necesito prepararme para otra noche movida… Un abrazo y que Dios los bendiga y proteja siempre. Paz y bien! Fr. Gabriel de Jesús en Damasco
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