El ser humano ha sido definido como un "buscador". Así lo entiende también el cuarto evangelio. Y parece que todos empezamos desde ahí: buscando...
Al principio, sin saber bien qué, buscamos "estar bien", "sentirnos mejor". Y proyectamos la búsqueda "fuera", en aquellos objetos, personas, títulos, ocupaciones..., que percibimos podrían satisfacer nuestra sensación de carencia. Antes o después, la vida nos mostrará que nada de fuera es capaz de "completarnos", haciéndonos sospechar que tenemos que dirigir la mirada hacia nuestro interior. La búsqueda solo acabará cuando lleguemos al reconocimiento de nuestra verdadera identidad. Mientras estemos identificados con el yo, nos percibiremos como seres carenciados y nos sentiremos compelidos a una búsqueda ansiosa de aquello que supuestamente podría completarnos. Cuando, por el contrario, nos reconocemos como plenitud –pura consciencia-, la búsqueda cesa. Habremos descubierto que, como en un juego de espejos, el buscador es lo buscado. No solo eso. Venimos a descubrir que el buscador es un adicto al futuro, es decir, a huir del momento presente. Cualquier adicción nace del hecho de que percibimos el momento presente como "incompleto". Y buscamos, por todos los medios, escapar de él. Este comportamiento nos introduce en una noria de insatisfacción y sufrimiento, de la que no saldremos, paradójicamente, hasta que no abracemos el momento presente tal como es. Lo que anhelamos no es la sustancia o la actividad, tampoco la huida a ninguna parte, sino la aceptación profunda del momento presente. La comunión que de verdad buscamos es la comunión con la Vida misma. Lo que de verdad anhelamos es una profunda intimidad con la experiencia del momento presente, la más profunda aceptación de todo lo que aparece en nosotros. Porque no somos un ser carenciado e incompleto, sino la espaciosidad consciente y perfecta, en la que todo ocurre, aparece y desaparece. Como enseñara Ramana Maharshi, "el único obstáculo a la Realización es la creencia de no estar realizado". "Venid y lo veréis", les dice Jesús a aquellos dos buscadores. "Entrad", venid a "Casa", reconoceos en la Vida que sois...; a partir de ahí, la Vida se seguirá desplegando, pero habréis dejado de buscar.
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