El pasado 29 de septiembre asistí a la Eucaristía de las doce en la parroquia de Guadalupe (en Madrid). Se dio a conocer el lema que será centro de la vida de esta parroquia en el curso que ahora comienza: “Busca a tu hermano, sal a su encuentro”. Me parece un buen lema. Son siete palabras que llevan implícito mucho movimiento.
Quien busca no permanece sentado mirando al techo o con el mando de la tele secuestrado... o ¿sí? Hoy somos millones de personas buscando permanentemente en Google, en Facebook, en Twiter… sentados, parados, anestesiados. Quien sale, está dejando su acomodada seguridad exponiéndose a lo que no conoce o le da miedo conocer… ¿o no? Hay millones de personas saliendo sin poner los pies en la calle, de garaje en garaje, de centro comercial en centro comercial; viajando en metro con los ojos fijos en el móvil; se recorren países transitando circuitos perfectamente diseñados para no ver lo que hay más allá del “parque temático” que se nos presenta. Hay muchos millones que viven con una venda en los ojos ya estén en casa o salgan a airearse. ¿Qué se busca? ¿Qué anima a salir? ¿Qué se encuentra? Si se toma en serio el lema que ha adoptado la parroquia de Guadalupe podrían cambiar muchas cosas: el interior de uno mismo, el entorno próximo, la economía, la estructura social, las iglesias, las religiones, el uso del dinero, la ecología… ya seguiremos pensando. El quid de la cuestión no está en los tres verbos sino en el sujeto pasivo que genera el acto de salir, buscar y encontrar: el hermano. Y el conflicto está en que el sujeto activo, que no aparece en el lema más que en sentido figurado, y es quien sale, busca y encuentra, no llegue a reconocer a cada miembro de la comunidad humana como su auténtico y genuino hermano y su auténtica y genuina hermana. Carne de su misma carne con el mismo toque del Espíritu que a todos habita. Recordemos que, quien salió a buscar al hijo pródigo (Lc 15, 11-32) y lo encontró en un abrazo, fue el padre. Su otro hijo no salió, no buscó y al que encontró en su casa lo rechazó como a un extraño. Era carne de su misma carne pero no lo reconoció. Para buscar al hermano y salir a su encuentro se necesita empatía, virtud poco reconocida en nuestro mundo. Si no hay empatía no habrá cercanía, si no hay cercanía seguiremos viviendo como extraños, no habrá encuentros. Si no nos encontramos no habrá compasión y, sin esta, no habrá ternura, ni se buscará la justicia. Si faltan de todos estos ingredientes seguiremos como estamos… y ya sabemos cómo estamos. Acaba de ser publicado el Informe de Cáritas 2013 indicando que más de dos millones quinientas mil personas… sí, más de 2.500.000 personas (lo pongo también con números que se ve más claro: más de) reciben ayuda de esta institución en nuestro país; 600.000 personas más que el año anterior con más recortes en la ayuda social de parte de las instituciones del Estado. Mientras, en los medios de comunicación, escuchamos que la economía se está recuperando: imagino que no están considerados los restos del naufragio ¿no? ¡Venga, de una vez por todas, vamos a buscar al hermano! ¡Salgamos a su encuentro!... Para esto no hay que pedir permiso, no hay que pagar impuestos. Está ahí mismo, a tu lado.
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