En la Iglesia, hubo un tiempo en que todos usaban la misma lengua y las mismas palabras. Decían:
”Puesto que Dios es Uno, la Iglesia será en la tierra el espejo de Dios: será Una por obra y gracia de la obediencia a una autoridad única, la cual estará por encima de toda otra autoridad. Y como la verdad es también Una como Dios es Uno, ella se manifestará a través de esa autoridad única”. Una multitud de seres humanos se reunieron entonces en la Iglesia diciendo: “¡Así sea! ¡Seremos uno! Y, por medio de nosotros, el mundo entero también será uno. Construiremos una torre cuyas fundaciones cubrirán la faz de la tierra y cuya cabeza penetrará en el cielo. Cada ser humano será tallado como una piedra igual a las demás. Todas las piedras se ajustarán entre sí y se cimentarán mediante el pensamiento único decretado por la autoridad única. De este modo no habrá más divisiones sobre la tierra y seremos invencibles. ¡Como Dios!” Dios descendió para ver la torre que estaban construyendo los humanos. Vio cómo se alineaban pueblos, cabezas y corazones. Cómo los espíritus se achataban y no pocas vidas quedaban como abortadas. Dios se asustó y dijo: “Esta no es la unidad que yo quería. Pedí que fueran piedras vivas, pero lo que hacen es convertir a la gente en meras piedras… Tengo que parar esto”. Entonces Dios hizo levantar un viento de discordia en la Iglesia y separó a los que hablaban griego de los que hablaban latín. Con lo cual aparecieron en el mundo dos Iglesias: la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica. Lejos de frenar la construcción de la torre, esta cirugía puso los dos bandos en una competición tal que se aceleró el proceso. Del lado católico la cosa creció enormemente. Viendo esto, Dios bajó por segunda vez y a los que hablaban lenguas latinas los separó de los que hablaban lenguas nórdicas, y así, al lado de la poderosa Iglesia católica, se originó la Iglesia reformada o protestante. En lugar de una sola Iglesia, quedaron entonces tres iglesias, todas más o menos compactas, todas más o menos ramificadas, todas más o menos dispersas. Y así se dio por terminado el proyecto de la gran torre. Dios se frotó las manos y dijo: “Sigo deseando que sean uno, pero que sepan que también me encanta la variedad”. “Puesto que soy un solo Dios en tres personas, quiero que mis Iglesias estén unidas sin que ninguna de ellas pierda su originalidad. Habrá entonces una sola Iglesia que será a la vez ortodoxa, católica y protestante; todo ello a imagen de un Dios que es Uno y a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo”. "En cuanto a la verdad, digo que también es Una, pero nadie, mientras esté en la tierra, puede poseerla en su totalidad. Por eso mando que cada uno valore lo que otro descubra de ella con las lentes que yo mismo le he regalado. ¡Amén!”
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