Abro el diccionario y veo que la palabra “atónito” es similar a estar estupefacto, quedar helado, quedar como piedra. Voy a otros idiomas y veo que en italiano es estar sbigotito y en inglés astonished. Así he quedado yo después de ver la lista de los participantes en el Sínodo de la Familia que ha publicado una Oficina del Vaticano.
Hay que precisar primeramente el campo de juego: se trata de analizar las respuestas a un cuestionario enviado a todos los obispos del mundo acerca del tema de matrimonio, familia y sociedad conyugal, acuerdos de vida en pareja, uniones gay, familias monoparentales, costumbres polígamas, madres solteras, pastoral de novios…y cien instancias o realidades más que se viven en el mundo de hoy. Para analizar, opinar, discutir, sintetizar esas respuestas, alguien hizo un listado de participantes en donde hay mayoría clerical de alta alcurnia y una minoría laical muy escogida entre “familias bien”, es decir, que viven en forma tradicional sus relaciones parentales. Desde luego, todas casadas “por las dos leyes”. La lista incluye a personajes como Sodano y otros cardenales que debieran llamarse mas bien carcamales (en el sentido correcto que le da la RAE al término). Es decir, ancianos y un tanto cascados. No sé si llega al 20% la representación laical. Falta la familia popular. Aquella que debe vivir su intimidad y tratar de formar a los hijos en casas diminutas, estrechas, en donde, además, existe hacinamiento. La familia popular que tiene que enfrentar la mala atención en salud, en locomoción, en educación escolar. La familia que debe convivir con un padre alcohólico, o algún hijo drogadicto. La familia del que no tiene trabajo. La familia en donde se da el drama de la violencia cuotidiana. La familia de los migrantes que tienen que armar tienda lejos de sus patrias en condiciones paupérrimas. Estoy cargando las tintas en el problema familiar de tanta gente. Sé que también existen las familias que no tienen tanta tragedia en sus vidas pero que tampoco logran una buena convivencia sana, positiva, de entendimiento mutuo, de respeto entre las generaciones. Hablo de la familia real de tantos pueblos. Familias que buscan un apoyo en sus iglesias y que tantas veces reciben un portazo porque no están casadas formalmente. En el Sínodo en vez de tanto clérigo anciano y solterón, debieran estar las parejas jóvenes que sueñan con un hogar, tenga o no tenga “estampilla” de las oficinas civiles o parroquiales. Debe estar la señora “Juanita”, la dueña de casa que es madre y padre de sus hijos; la pareja de “convivientes” que se ama por sobre todas las regulaciones éticas, la madre soltera, el padre obrero que debe ser esposo según los turnos que le toque en el trabajo. Si en el Sínodo se va a pensar en el tema familiar para el siglo XXI, debe haber participantes ubicados en el siglo XXI. Me temo que los monseñores y los laicos invitados que han sido seleccionados especialmente por no haber roto jamás esquema alguno, sigan viviendo todavía en el siglo XX. Y si me apuran mucho, algunos en el siglo XIX, en que la doctrina enseñaba que el matrimonio era solo para tener hijos de la manera más púdica posible.
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