Adén - Cuatro Religiosas Misioneras de la Caridad, la Congregación fundada por la madre Teresa de Calcuta, han sido degolladas por un comando de hombres armados que han atacado su convento esta mañana, en la ciudad yemení de Adén.
Más de 7.000 cristianos asesinados en 2015 Ese es el cálculo de la organización de derechos humanos “Manos Abiertas”, sin tener en cuenta los perseguidos en Corea del Norte, Irak y Siria, de los que carece de datos. Quien lee las dos primeras lecturas de este domingo no se extraña de que ocurran estas persecuciones. Lo desconcertante es lo que promete el evangelio. Insultos y expulsión (Hechos de los apóstoles 13,14. 43-52). La liturgia ha omitido los versículos 15-42, provocando algo absurdo. Al final del v.14 se dice Pablo y Bernabé “tomaron asiento”; e inmediatamente se añade que “muchos judíos y prosélitos se fueron con ellos”. Entonces, ¿para qué toman asiento? Si no hubieran mutilado el texto habría quedado claro que se sientan para tomar parte en la liturgia del sábado. Al cabo de un rato, les invitan a hablar, y Pablo hace un resumen muy rápido de la historia de Israel para acabar hablando de Jesús. Ahora se comprende que, al terminar la ceremonia, muchos judíos y prosélitos se fueran con los apóstoles. Pero, al cabo de una semana, cuando vuelven a la sinagoga, la situación será muy distinta. Los judíos responden a Pablo y Bernabé con insultos. Más tarde, incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Dentro de lo que cabe, tuvieron suerte. Más adelante apedrearán a Pablo hasta darlo por muerto. Martirio y victoria (Apocalipsis 7,9.14b-17) Cuando el cristianismo comenzó a difundirse por el imperio, encontró pronto la oposición de las autoridades romanas y de la gente sencilla. Veían a los cristianos como gente impía, que daba culto a un solo dios en vez de a muchos, inmoral, enemiga del emperador, al que no querían reconocer como Señor, etc. El punto final en bastantes casos fue la muerte, como ocurrió a Pedro, Pablo y a los otros durante la persecución de Nerón (lo que cuenta el historiador romano Tácito impresiona por la crueldad con que se los asesinó). Sin embargo, la lectura del Apocalipsis no se centra en sus sufrimientos sino en su victoria. Amenaza y vida eterna (Juan 10,27-30) En comparación con las dos lecturas anteriores, que hablan de las persecuciones en sus diversas formas, con expulsión y con muerte, el evangelio de hoy resulta a primera vista muy suave, casi idílico: las ovejas con su pastor, atendiendo a su llamada, siguiéndolo. Ningún loco a la vista. Sin embargo, Jesús menciona dos veces a algunos que intentan “arrebatarlas de mi mano” y de la mano de mi Padre. No tendrán éxito. Pero la amenaza está presente. Cuando se leen las palabras del evangelio mirando a esas cuatro religiosas sonrientes se entiende muy bien la primera parte: ellas han escuchado la voz de Jesús, le han seguido a trabajar con las personas más marginadas. Y, por contraste, se entiende igualmente la verdad de la segunda: las han asesinado (la foto del cuarto lleno de sangre no tiene nada de idílico ni romántico), pero “no las han arrebatado de mi mano”, Jesús les ha dado la vida eterna. Es el mensaje de la Pascua encarnado en el siglo XXI: por la muerte a la vida. Que Dios nos conceda la fe necesaria para creer en su palabra.
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