Quisiera comunicar una experiencia de mujeres: la perspectiva de género. Esta herramienta necesaria que nos ayuda a desarrollar modos de ser persona mujer y persona varón, modos de ser familia y comunidad, modos de amar y ser amadas reivindicando la autoestima, el respeto mutuo y que la diferencia no puede ser causa de desigualdad, a partir de formas de comprender y vivir el evangelio que libera nuestras capacidades.
Esta experiencia se plasma en un proyecto iniciado en el año 2007, “Arraigos para la vida” y que continúa extendiéndose por diversos países. Se trata de círculos de mujeres tejiendo una espiritualidad holística para la transformación personal y colectiva al cuidado de la vida [1]. Los círculos de “Arraigos para la vida” son espacios de espiritualidad desde la “práctica de la relación” entre mujeres. Entendemos los círculos como grupos de mujeres que se reúnen y conversan, fraguando un espacio cuidado y seguro para cada una. En estos círculos se privilegia “la relación por el gusto de estar en relación”[2], la eutrapelía[3] o sea el arte de la buena conversación, la confianza y la confidencialidad. “El círculo es una forma arquetípica que resulta familiar a la psique de la mayoría de las mujeres, pues es personal e igualitario; y cuando las mujeres lo trasladan al lugar de trabajo o a la comunidad, las tareas que requieren colaboración experimentan una mejora, y surge un acercamiento emocional y una relación mucho menos jerarquizada entre las personas que trabajan juntas”[4]. En los círculos de mujeres a nivel local se busca experimentar una espiritualidad holística en clave de mujeres, a través de pedagogías integradoras de diversas dimensiones orientadas a favorecer y acompañar procesos vitales de resignificación femenina, en solidaridad con las mujeres más vulnerables de sectores populares y con escasos recursos económicos. Todo el proceso es conducido de manera democrática, desde la circularidad de la vida y la “política de la relación”[5]. Reconocer que las mujeres que le dedican tiempo y palabra a la relación transforman el feminismo[6] y van generando un cambio cultural hacia una era post-patriarcal. La mujer tiene apertura y disponibilidad para la relación. La práctica de la relación consiste, en palabras de María Milagros Rivera Garretas, “en intercambiar espíritu y presencia que se condensan, con cierta frecuencia, en palabras que adquieren un sentido nuevo, que hacen simbólico”. A través de estos círculos se busca consolidar el desarrollo de prácticas educativas en vista a la resignificación de la subjetividad femenina, la transformación personal y el cambio social: prácticas de espiritualidad holística, co-escucha o escucha mutua, relaciones de solidaridad e intercambio personal y grupal; pedagogías narrativas personales y grupales; lectura popular y ecuménica de la Biblia en clave de mujer; educación popular crítica y liberadora para el ejercicio de la ciudadanía y el estado de derecho, prevención e intervención en situaciones de violencia contra las mujeres, pedagogías y terapias holísticas orientadas a la salud integral; estilo democrático en el ejercicio de la autoridad y la construcción de poder. Los círculos de espiritualidad holística en clave de mujer favorecen, a nivel individual el despertar de otras mujeres, la confianza en sí mismas, en la posibilidad de encarnar una espiritualidad liberadora; facilitan recursos y herramientas de espiritualidad para continuar haciendo procesos de transformación ya iniciados o profundizarlos. La espiritualidad[7] como se la entiende en Arraigos está ligada y orientada al Misterio trascendente de la vida y puede ir unida a la fe-confianza de credos ancestrales o puede encontrarse en otras formas de experimentar la trascendencia. Se va viviendo la “espiritualidad holística” como una espiritualidad integradora de perspectivas y dimensiones, sin dualismos ni antagonismos que dividen. Es ecuménica (en diálogo abierto y respetuoso con las otras tradiciones cristianas), interreligiosa (abierta a conocer y descubrir los tesoros de otras tradiciones religiosas), ecofeminista (con un compromiso ético y amoroso con la vida en todas sus formas), multicultural (descentrada de cualquier etnocentrismo con pretensión hegemónica) y liberadora (desde el evangelio de Jesús en solidaridad con los pobres y excluidos del sistema político y económico dominante). La espiritualidad como sabiduría, que se vive en cada círculo de mujeres, y que va generando nuevas relaciones entre sí, con otros y con el cosmos, es lo que Arraigos tiene para aportar hoy a nuestra sociedad. Este “saber vivir” propio de la sabiduría que cada mujer adquiere partiendo de sí, sabiendo que sabe, y contagiando a otras, es la obra que la Ruaj está haciendo y que queremos. En apariencia se trata de meros grupos de mujeres que se reúnen y conversan; sin embargo, la aportación de cada mujer y de cada grupo tiene una dimensión más trascendente. Esos círculos proporcionan un intangible apoyo espiritual y psicológico, ratifican la realidad y las potencialidades de cada persona. Son asociaciones de ayuda mutua y aprendizaje. Son agentes de cambio. Dependiendo de la situación de cada una, lo que las convoca quizá sea la salud, las relaciones, el trabajo, la creatividad, la vida espiritual, la política. Con el tiempo, cada mujer es testigo de la vida de las demás, y empiezan a saber qué es lo importante. Sienten su dolor, celebran su alegría, se acompañan de cerca, y haciendo sugerencias de igual a igual. Para que un círculo de mujeres sea un lugar seguro lo que en él se diga debe ser tratado con respeto y discreción. La civilización occidental es la historia del patriarcado dominante y jerárquico en el abuso poder, en los espacios del saber y las ciencias, que nos han conducido a nuevas cimas de la tecnología, a la guerra, a la violación de los derechos humanos y a la posibilidad de destruir nuestro planeta. Se están talando y quemando nuestras selvas tropicales; el aire, el agua, la tierra; los residuos nucleares, los pesticidas, los hidrocarburos y los aerosoles tóxicos están envenenando nuestra Madre Tierra, a nosotros y a todas las criaturas, grandes y pequeñas. Las sustancias tóxicas y la indiferencia hacen estragos en los cromosomas, agujeros en la capa de ozono; su resultado es un aire espeso que ocasiona serias dificultades de salud. Advertimos que todo lo que hace un indígena tiene forma de círculo, y es así porque el Poder del Mundo siempre trabaja en círculos, y todas las cosas tienden a ser redondas… El firmamento es esférico, y he oído que la Tierra es redonda como una bola y que las estrellas también lo son. Cuando su máxima furia se desata, el viento se arremolina. Los pájaros hacen sus nidos en forma de círculo… Incluso las estaciones, en su metamorfosis, describen un gran círculo y retornan siempre a su punto de partida, también la vida del ser humano, y lo mismo les ocurre a todas las cosas conectadas con el movimiento de ese poder[8]. Como demuestra la historia de la humanidad cuando una época muere, una nueva está naciendo y precisamente en este momento nos toca vivir un cambio de época. Y es en estos tiempos en que se ha “descubierto” a las mujeres, y no se trata de que las mujeres quieran actuar como los varones. Se ha llegado a comprender que el feminismo consiste en permitir que cada miembro de la raza humana llegue a ser una persona adulta, que pueda elegir en cada nivel de la sociedad, participar en la toma de decisiones que afectan a sus vidas, ser independiente económicamente, tener voz en los tribunales y cuerpos constitucionales del mundo para poder disfrutar plenamente y en igualdad de todos los derechos civiles.
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