Una propuesta de proyecto
Una de las características del mundo moderno es el fenómeno de la globalización. Ningún acontecimiento pasa desapercibido en nuestro planeta. Cualquier suceso en cualquier parte del universo es conocido inmediatamente en todo el mundo. Todo está globalizado. Por encima de las lenguas, de las culturas, de las religiones, de las fronteras, cualquier evento llega a todo el mundo con una rapidez extraordinaria. Nada se queda en lo simplemente local. Este fenómeno tiene sus ventajas que debemos aprovechar. En el futuro hay que pensar que las propuestas que se hagan deben tener en cuenta el fenómeno de la globalización. Por ello deberemos proponer proyectos que abarquen al planeta entero, más allá de cualquier particularidad. Lo universal reemplaza a lo particular y local. Hablando de lo religioso hemos de buscar alternativas que superen la particularidad de las religiones. En el pasado las religiones estaban muy localizadas. El budismo y el hinduismo en el Oriente, el cristianismo en el Occidente, el Islam en el mundo árabe, el judaísmo en Israel. Hoy tenemos que hablar del pluralismo religioso. Las sociedades actuales son plurales en la cultura y en la religión a causa de las migraciones. Las propuestas para conseguir una sociedad cada vez más humana deben superar lo particular de las religiones. Caminamos hacia sociedades cada día más secularizadas y laicas. Los nuevos paradigmas van a ser pos-religionales. Habrá que pensar en alternativas que vayan más allá de las religiones. Sus objetivos deben superar la particularidad de cada religión. Debemos coincidir en procurar unas sociedades que consigan una vida digna y justa para todas las personas que las integran. Además la religión está dependiendo de una forma muy concreta de sociedad. Me refiero a la sociedad agrícola, ya superada por la sociedad industrial y posindustrial. Hoy las sociedades modernas son sociedades de cambios rápidos y profundos. Para estas sociedades habrá que buscar alternativas que persigan una verdadera humanidad. Unas propuestas que abarquen a todas las culturas y religiones, más allá del particularismo de cada una de ellas. Unas propuestas que miren al presente y futuro, superando el pasado. La alternativa que se propone es una espiritualidad laica y humanista, un talante de vida que busque la plena realización humana de las personas junto con los seres de la Naturaleza en la que vivimos y de la que formamos parte. Un modo de vivir que tenga en cuenta y promueva los derechos humanos fundamentales (contenidos en la Declaración universal de los derechos humanos de 1948 y las 3 T del papa Francisco: Tierra, Techo y Trabajo, como derechos básicos de toda persona) y los derechos de la Naturaleza-(contenidos en La Carta de la Tierra). Es la propuesta de una espiritualidad laica y humanista. Laica porque va más allá de las religiones, y humanista porque busca la plena realización de la humanidad. Proyecto que abarca todo el universo y que tiene como finalidad el mayor objetivo que puede intentar el ser humano, su plena realización. Por ello hablamos de una espiritualidad laica y humanista como meta de humanidad del presente y del futuro. Esta es la propuesta que podemos ofrecer a las instituciones, grupos y personas que están dispuestas a trabajar por la humanización de las sociedades. Propuesta válida para todas las culturas, religiones e ideologías que busquen conseguir la plena realización de las posibilidades humanas en un clima de libertad, paz y solidaridad, en conexión con todos los seres del universo. Propuesta que es un llamamiento a superar los particularismos de cada organización religiosa o secular y emprender un camino de humanismo integral.
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El texto de Lc que acabamos de leer está en línea con lo que venimos diciendo estos días: total inserción de Jesús en las tradiciones judías. Al decirnos que María rumiaba todo esto, está apuntando a la importancia de lo que estaba pasando dentro de ella y de los demás protagonistas. Importante el nombre: Jesús=Dios salva, lo dice todo.
El tema de María Madre merecería más aclaración de la que permite este pequeño comentario. ¡Claro que la maternidad de María es un dogma! Pero no se discutió en el concilio como un tema mariológico, sino cristológico. Fue definido en Éfeso en el 431. Inmediatamente fue mal entendido (hay que tener en cuenta que, en aquella ciudad, se veneraba a la "Magna Mater", diosa virgen Artemisa o Diana) y tuvo que ser aclarado veinte años después por el concilio de Calcedonia (451) matizando lo formulado en Éfeso, concretando que María era madre de Dios "en cuanto a su humanidad". Debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado este dogma. Se definió como un intento de confirmar, contra la herejía nestoriana que afirmaba dos personas en Jesús, que el fruto del parto de María fue una única persona. No olvidemos que el concilio de Éfeso lo promovió Nestóreo para condenar como hereje a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo; y por lo tanto que María era con pleno sentido, madre de Dios. A Nestóreo le salió el tiro por la culata, pero faltó el canto de un duro para que se condenara como herejía lo que se definió como dogma. En efecto, en una primera sesión, sin la asistencia de Nestóreo, que no quería que se celebrara antes de que llegara su amigo el patriarca de Antioquia, se definió el dogma condenando a Nestóreo. Cuando a los pocos días llegó su amigo Juan de Antioquia, se celebró una sesión paralela y definieron lo contrario, condenando como hereje a Cirilo. Visto lo cual, el Emperador Teodosio depone a los dos, (Cirilo y Nestóreo) y los encarcela. Unos días más tarde, cuando llegan los delegados del Papa, convencen al emperador para que acepte lo definido en la primera sesión y libere a Cirilo. A Nestóreo le obligó a retirarse a un monasterio. Teodosio decidió qué era dogma y qué era herejía. Este dogma es el mejor ejemplo de cómo conservando las palabras, tergiversamos el sentido. Cuando se definió el dogma, se tenía una idea completamente distinta de la maternidad. Se creía entonces que la madre era solo el recipiente donde el varón depositaba la semilla del nuevo ser, en el que la madre no tenía más misión que la de acogerle y alimentarle. De hecho la traducción correcta del termino griego "theotokos", sería "la que pare a Dios". Solo desde esa concepción de la maternidad, se pudieron desarrollar las mitologías sobre seres humanos que se consideraron hijos de Dios. Lo que estamos celebrando es que María hace presente a Dios alumbrando a Jesús. S. Agustín dice que María fue madre de Dios, no por su relación biológica, sino por haber aceptado el proyecto de Dios. El evangelio deja bien claro lo que es importante en María. Cuando le dicen a Jesús, que su Madre y sus hermanos están fuera, contesta: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? El que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. Año Nuevo.- Estamos en el tiempo para darme cuenta de mi verdadero ser y descubrir que estoy ya en la eternidad, que mi verdadero ser no está en el chronos sino en el kairos. Seré cada año más joven si soy cada día más libre. Mi verdadero ser lo constituye lo que de divino hay en mí, y eso es eterno. No tengo que esperar nada. Soy ya la plenitud y estoy en lo eterno. Mi singularidad e individualidad es apariencia. No debemos empeñarnos en meter a Dios en el tiempo, sino en salir nosotros de él. Soy la ola que aun no se ha dado cuenta de que es océano. El océano aun no se ha reflejado en mí. Tengo que darme cuenta de que soy océano y entonces el océano me dirá que él es ola. Cuando Jesús dice: “Yo y el padre somos uno", no lo dice desde el falso yo, sino desde su verdadero ser. Es lo que hay en mí de Dios quien dice: Yo y Dios somos uno. El tiempo en el que se desarrolla nuestra existencia tiene mucha importancia, pero solo como medio para conseguir esa toma de conciencia que me hará trascender. Nuestra reflexión de hoy tiene que estar encaminada a descubrir qué estoy haciendo yo con mi tiempo. Puedo estar malgastando o perdiendo lo que se me ha dado para que lo aproveche. Van pasando mis años y con ellos las oportunidades de dar verdadero sentido a mi vida. Esta tiene que ser mi preocupación cuando estamos pasando de un año a otro. Día de la paz.- Creo que merece la pena hacer una denuncia de las circunstancias en las que nos encontramos y tratar de poner un poco de luz en la maraña de informaciones e intereses que nos envuelven. En nombre de la libertad, no se puede defender todo. En nombre de la libertad religiosa no se puede propugnar ideas que vayan contra los más elementales derechos de las personas ni siquiera de una sola persona. En nombre de la libertad política no se pueden defender ideas que no respeten los derechos fundamentales de los demás. Tengo la obligación de defender mis derechos; pero mis derechos terminan donde empiezan los derechos del otro, que se convierte en obligaciones para mí. Debemos desenmascarar el fariseísmo de nuestro mundo occidental, que se atreve a celebrar un día mundial de la paz, mientras está sosteniendo, por acción o por omisión, situaciones de injusticia que claman al cielo. Nos hemos arrogado el derecho de decidir quién es el bueno y quien es el malo. Nos hemos colocado en estadios éticos anteriores a la ley del talión. En ella se decía que si te rompen un diente, tienes derecho a romperle un diente al agresor, no más. Hoy estamos oyendo todos los días, que hay que romperle todos los dientes al otro, porque si no, el día de mañana me puede morder. No es deseable la paz a cualquier precio. A nadie le interesa la paz de los cementerios. Tampoco debía interesarnos la paz sobre la que se fundaron todos los imperios, desde el egipcio hasta el que padecemos hoy. La paz que se basa en la fuerza no es verdadera paz. No se trata solo de la fuerza física; también la fuerza de una legalidad que hemos construido los poderosos basados en la ley del embudo. La norma debe ser la verdadera justicia. Hemos pasado milenios predicando la guerra justa. No he encontrado esa idea en ninguna parte del evangelio. Toda violencia es inhumana. La paz no se puede conseguir directamente. Es un fruto y, como tal, si quiero recogerlo, tengo que plantar primero el árbol y cuidarlo. El mínimo indispensable para que surja la paz es la justicia. La paz para el que tiene el poder, es que nadie se mueva. Para el que está sometido a la injusticia será algo muy distinto. Si nos interesa la paz, debemos luchar cada día por abandonar toda opresión (el pecado del mundo) y entrar en la dinámica del amor. Si de verdad queremos la paz, tendremos que dar voz a los que sufren la violencia injustificada. Ellos nos indicarían como alcanzar la verdadera justicia. Meditación María no entiende nada de lo que está pasando, pero hace un esfuerzo de penetración del misterio. Tanto las cosas como los acontecimientos tienen varias lecturas. Podemos quedarnos en una comprensión superficial, o podemos profundizar en el mensaje que toda realidad aporta, más allá de si misma. |
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