El Papa ha decretado, en estos días, que los sacerdotes pueden también perdonar el pecado del aborto. La noticia resulta sorprendente por extender el perdón de este pecado a todos los sacerdotes, estando como estaba reservado a niveles superiores de la jerarquía eclesiástica, una muestra de esa democratización progresiva de la Iglesia, tan contestada, sobre todo, por aquellos que, dentro de ella, van sintiendo que su cuota de poder sobre las conciencias va disminuyendo.
Pero lo más sorprendente es que, todavía, se siga insistiendo en mantener a la gente, atada y bien atada a una administración de Dios y la consiguiente interpretación ética, con una soberanía sobre la culpabilidad de las personas, que hoy en día ya no se puede mantener. Así, no es de extrañar que mucha gente abogue por la muerte de Dios, ya que con este tipo de medidas no se hace más que empequeñecer, cada vez más, al ser humano. Un ser humano al que la Iglesia en su liturgia no deja de declarar hijo de Dios, sacerdote y rey. A mí me gusta pensar que esto no es más que un primer paso, en la manera de hacer del Papa Francisco, hacia una meta más acorde con una progresiva concienciación o extensión de la conciencia de todos los miembros de la Iglesia, como hijos de Dios y seres espirituales y autónomos que hemos venido a este mundo a tener una experiencia humana, venimos de Dios y volvemos a Dios, en busca de una plenitud que nos inspira y nos conciencia porque está a nuestro alcance, ya que todo nos ha sido dado de antemano por el infinito amor y misericordia de Dios y no tenemos necesidad de intermediarios. El insistir tanto en la culpabilidad y el pecado no es más que tratar de cortar las alas a todos aquellos que ansían alcanzar esa plenitud humana. Nosotros somos las manos, los pies y el corazón de Dios. No puede existir Dios sin la existencia del hombre, somos su piedra de toque y todos somos miembros de ese cuerpo místico, en el que todos somos uno con el Padre, como decía Jesús. Puede que a algunos les suene esto un poco fuerte, pero es lo que hay si no queremos seguir viviendo la fe del carbonero, con todo el respeto que me merece la imagen de aquellos hombres y mujeres que vivieron y viven tiempos de preterición y oscurantismo a manos de hombres sin piedad que pretenden administrar el amor y la misericordia de Dios en su propio favor y provecho. Aquello que aprendimos en el catecismo de: “Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que te sabrán responder”, ya no es válido para hoy en día, ahora tenemos que ir todos junto a la búsqueda de esas respuestas que nos puedan hacer a todos más humanos, ahora la Iglesia además de madre y maestra tiene que ser amiga y compañera.
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