Hoy pondré un ejemplo para ver cómo Francisco, en La alegría del amor, opta por el cambio responsable: un camino de discernimiento personal acompañado eclesialmente.
En los comentarios sobre Amoris laetitia hemos visto estos días en las redes sociales algunas reacciones como las siguientes: Desde posturas inmovilistas (las que llamé en posts anteriores de "la primera vía") han criticado a Francisco, acusándole de desestabilizar la Iglesia con la ruptura de la tradición. Al día siguiente de la publicación ya se podían leer (en un portal neoconservador que no citaré por su nombre para no hacerle propaganda) comentarios que acusaban a Francisco de "encharcar de barro la enseñanza católica, prescindir de normas, reglas y leyes y poner en su lugar valores e ideales para justificar condescendencias". Son las voces de la "primera vía" que dicen: nada debe cambiar. Lo irónico es que estas críticas demuestran darse cuenta de que con Francisco sí hay cambio. Precisamente uno de los cambios más decisivos es el de pasar de la moral de "recetas" (AL 304; 298, nota 333) y semáforo en rojo a la de discernimiento (AL cap. 8), y de la moral de normas sin excepciones a la de discernir situaciones a la luz de los valores, poniendo en su lugar a las normas con sus limitaciones (cf. AL 300-301, 305). A) Desde posturas pro-cambio a ultranza y precipitadamente (las que llamé de "la segunda vía") han criticado a Francisco por quedarse corto. Tenían quizá la expectativa de que Francisco impusiese el cambio autoritariamente desde arriba. Pero habría ido en contra de su opción por la sinodalidad, la descentralización, el pluralismo y la inculturación: "No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales" (AL 3). B) Desde posturas disfrazadas de centro equilibrado (los que llamé de "la tercera vía" se han apresurado a interpretar el lenguaje de Amoris laetitia para decir que no ha cambiado nada. Critican, aun con alabanzas a su compasión pastoral, lo que les parece ambiguo en el lenguaje de Francisco, para el que piden la ayuda del Prefecto de Doctrina como corrector de pruebas. Basta una lectura del prólogo de Amoris laetitia (nn. 1 al 7), junto con el discurso al final del Sínodo de 2015 para ver que Francisco rechaza las tres posturas siguientes: 1) nada puede ni debe cambiar, 2) hay que cambiar mucho, pronto y desde arriba, 3) se permiten cambios a medias, más o menos cosméticos, diciendo "sí, pero no" (con diplomacia vaticana), y que en realidad no cambie nada. De estas posturas mencionadas dice Francisco que "van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas". (AL 2). Como ejemplo de la cuarta vía, la del discernimiento in via (¡se hace camino al andar y se "crece gradualmente" al cambiar!) se puede aducir la diferencia que va de Familiaris consortio n. 84 a Amoris laetitia cap. 8 Francisco cita la Familiaris consortio, en la que Juan Pablo usaba por primera vez las dos palabras tabú para los inmovilistas de la "primera vía": el discernimiento y las situaciones. Decía que hay que "discernir las situaciones" y que no todos los casos de divorciados vueltos a casar son iguales, e incluso se atrevía a precisar que la normativa de no admitirles a los sacramentos no es doctrina, sino disciplina que la iglesia podría cambiar. Pero, dicho esto, concluía poniendo la condición de "convivir como hermanos", con lo cuál no cambiaba nada, La Familiaris consortio no iba más allá de la "tercera vía". Francisco va más allá por la cuarta vía: el camino del discernimiento: Hay que insistir en que el discernimiento es dinámico y en camino (AL 303). Un camino recorrido por 1) la conciencia 2) en situación 3) responsable ante los valores e iluminada por ellos 4) acompañada y 5) creciendo gradualmente (AL 300-305). No es, como temerían las críticas contra el cambio, un recurso individualista, situacionista o relativista. Tampoco es una conclusión normativa impuesta por un magisterio eclesiástico, como esperaban quienes tenían expectativas de una "receta progresista del papa argentino" que pusiera del revés la "receta conservadora del papa polaco"- Ha hecho Francisco como hizo Pablo VI en la Octogesima adveniens (1981) al decir que no era su misión dar la respuesta última para la pluralidad de situaciones que debían ser discernidas en clima de oración y atendiendo a las circunstacias por parte de las comunidades locales en comunión con sus pastores. (Continuará... Veremos más adelante la importancia que da Francisco al estilo de discernimiento de Pablo VI en Evangelii nuntiandi y Octogesima adveniens, bien distinto del miedo al cambio en la Humanae vitae).
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