Queridos hermanos:
EL AÑO LITÚRGICONo es una paralela que va con el año civil, sino que diríamos, es como la hebra de oro que va engarzando nuestra historia concreta, nuestro año 1978. Por eso quisiera que tuviéramos muy presente el sentido, la mística, el mensaje que la Iglesia va dando domingo a domingo y que al escuchar a través de mi pobre palabra este mensaje divino, no se tenga en cuenta como decimos en la misa: "no te fijes en mis pecados sino en la fe de tu Iglesia". Deficiencias humanas puede haber, pero lo que interesa es que a pesar de las deficiencias humanas el mensaje está iluminando esta realidad; y si no ilumina nuestra realidad será una paralela que no se encuentra nunca con la vida. De allí que la homilía- y así se llama aunque se quieran reír de la palabra- ya es una palabra consagrada para explicar que el celebrante de la Misa tiene que aplicar las lecturas que se han hecho a la situación concreta de la asamblea que se reúne para decirles: esto no es consideración histórica, esto es realidad de nosotros hoy; esta palabra que se ha leído, aunque fue escrita hace muchos siglos, es palabra de un Dios eterno hablándole hoy aquí a sus salvadoreños reunidos en la Catedral o aglomerados en torno de un aparato de radio para reflexionar. El Año Litúrgico se encuentra hoy como cuando el sol se encuentra al medio ida, en su cenit. El tiempo pascual son siete semanas, los cincuenta días desde la resurrección de Cristo hasta Pentecostés, que quiere decir plenitud. Es la luz de la redención en su momento culminante, es el misterio pascual, es la luz del resucitado que no ha muerto, que vive en su Iglesia y que le está hablando a los que lo siguen hoy en 1978. Hoy terminan los tres primeros domingos del tiempo pascual en que la Iglesia como esposa embelesada en el recuerdo de su hermoso resucitado, recuerda pasajes históricos de esa revelación, de esa resurrección. Hoy se ha leído el pintoresco relato de Emaús que ustedes cantan en una canción de comunión: "Por la calzada de Emáus, un peregrino iba conmigo; no le conocí al caminar pero cuando partió el pan lo conocí; es El, que va conmigo". Desde el domingo siguiente, cuatro domingos todavía del tiempo pascual, van a tomar enfoques sintéticos como resúmenes del Cristo que vive. EL DOMINGO DE LAS VOCACIONESEl domingo próximo es el domingo del Buen Pastor; hermoso pensar que este Cristo que vive, me ama, me conoce por mi nombre como lo vamos a ver el próximo domingo. Sólo quiero adelantarles este detalle: que el Papa ha querido que el domingo del Buen Pastor sea también el domingo de las "vocaciones". Y por eso, ya desde ahora se los aviso para que toda la semana sea de una intensa oración por las vocaciones. El Papa expresamente ha dicho que no se trata de pedir limosna, se trata de despertar conciencia en el pueblo: El sacerdote, la religiosa, el seminarista, todas esas personas que inspiradas por un ideal de consagración a Dios lo buscan más de cerca al Señor, son personas que han recibido esa inspiración de Dios, de la vocación, y que el pueblo entero está comprometido a pedir para que no falten en su servicio, sacerdotes, religiosas, y gracias a Dios, seminarios como los de hoy, que se encuentran llenos de jóvenes buscando este anhelo sacerdotal. Mucha oración hermanos, la oración es la paga para comprarle -diríamos- a Dios esta gracia tan inmensa que se llama vocación. Y si jóvenes de ambos sexos sienten ese llamamiento, esa vocación a la vida consagrada, ésta es una semana muy propicia para pensar mucho en esto. LAS LECTURAS LITÚRGICASLas lecturas primeras durante todo este tiempo pascual están tomadas del libro de los Hechos de los Apóstoles, ese momento precioso, histórico, en que la vida de Cristo que ya terminó con la crucifixión en el Calvario, se ha convertido en una vida mística; es la Iglesia, es la historia de la Iglesia naciente. Lean mucho en esta temporada de Pascua los Hechos de los Apóstoles; sobre todo, léanlos en comunidad. Queridas Comunidades Eclesiales de Base, miren en los hechos de los Apóstoles la inspiración de esa vida eclesial de nuestro tiempo. Y las segundas lecturas, que siempre es una carta de un apóstol, está tomada de la 1 Carta de San Pedro, el testigo fidedigno, el que en esta mañana precisamente aparece en las dos lecturas anunciando al pueblo el eran "kerigma". Así se llama "kerigma", el anuncio, la noticia, la gran revelación que Cristo murió bajo la maldad de los hombres pero que Dios convirtió ese crimen en redención de todos, porque lo resucitó y resucitado vive para salvación de todo el que crea en El. Este es el gran kerigma de la Iglesia, el gran anuncio que seguimos predicando como Pedro. Los Predicadores, catequistas, celebradores de la palabra no tienen que salirse de esa gran noticia: que Cristo murió por nosotros y que Cristo resucitó para restaurarnos nuestra vida. Este es el mensaje. HECHOS DE LA SEMANAY estos domingos tan iluminadores, tan consoladores, tan llenos de esperanza y de vida en el Cristo vivo que vive aquí en su Iglesia, El Salvador lo va pasando en la realidad de nuestra vida salvadoreña. Y aquí es donde, hermanos, mi palabra encuentra tantos obstáculos. No es que yo sea el poseedor de la única verdad, sería un loco si yo qusiera ser el poseedor de la verdad. Si quisiera que todos pensarán como yo. Gracias a Dios que tengo más apertura para buscar entre todos la verdad y recriminar cuando alguien quiere monopolizar un hecho y manipularlo a su gusto. PROFESIÓN DE FE AL SANTO PADREQuiero hacer profesión de fe solemne en este momento de mi adhesión al Santo Padre. El Papa ha sido siempre para mí una iluminación y pienso morir fiel a él. También quiero profesar mi comunión con el cuerpo episcopal del mundo. SOLIDARIDAD DEL CARDENAL HUMEAgradecer a obispos tan conspicuos, como el que en esta semana me manda un mensajero, y un mensaje especial, el Cardenal Arzobispo de Westminster, Cardenal Hume; expresa su admiración, su cariño para esta Arquidiócesis e invita a su Pastor - cuando le sea posible- ir a hacer una visita a su sede de Inglaterra. Muchas gracias por este inmenso dolor que manifiesta mi comunión con el episcopado universal, así como agradezco tantas muestras de solidaridad de queridos obispos de Centro América, del continente y hasta de Europa. Lo cual indica, pues, que el obispo de San Salvador, aunque no sea infalible porque no es el Papa ni posee toda la verdad, sin embargo solidario con su clero, con su pueblo, va peregrinando en busca de esa verdad. Y esta presencia de la Catedral llena y esa solidaridad de tantos aparatos de radio que ahora están anunciando allá sobre las plazas de los pueblos o de los cantones o de muchos grupitos que en tomo de un radio están meditando y se quedarán después meditando esta palabra, me está diciendo, hermanos, que esta palabra nunca se quedará sola sino que es una búsqueda sincera en comunión con mi pueblo de esa verdad. Y desde esa verdad que trato de predicar y de seguir, ilumino estos hechos para que no se dejen manipular solamente de una parte y hacer, en cuanto de la Iglesia nuestra depende, la justicia, la verdad, la voz de los que no se oyen. CONSIDERACIONES SOBRE SAN PEDRO PERULAPANEn nuestra radio católica, en esta semana, el Vicario del departamento de Cuscatlán relató la desolación que se nota al llegar a ciertos cantones de San Pedro Perulapán. "Campos abandonados cuando ya va llegando la hora de la siembra. ¿Quién los va a sembrar?", decía él. "Animalitos huyendo como sin dueños: cuches, gallinas, que han desaparecido sus dueños, andan huyendo bajo una -que ya es común llamar en esos lugares- guerra psicológica": el temor se nota en muchos semblantes y dicen con dolor: "nos han robado, nos han matado, nos han herido". Humillados algunos han salido de la cárcel narrando la crueldad de esos lugares; y, sobre todo, hermanos, al Pastor le duele. Ya tuvimos una reunión con los sacerdotes de aquel departamento. Nos duele, sobre todo, la siembra de la desunión y el espíritu de venganza que puede fermentar en estas circunstancias. Preguntaba el Vicario sobre una madre esposada "¿qué hijo la puede ver con indiferencia?" Ojalá, y este es el trabajo que nos proponemos los sacerdotes en esa región, el Ministerio de la reconciliación sea nuestro gran deber. Por eso me duele cuando la calumnia más burda contra mi palabra es que estoy sembrando odio. No tuviera oyentes tan nobles que me están escuchando si mi siembra de la palabra fuera siembra de rencor. No sería tampoco un loco para pretender que esta Catedral llena, salga de aquí en una manifestación de odio y de violencia. Al contrario, yo creo que el atractivo de la predicación de hoy es porque se predica el verdadero amor, el perdón, la justicia, la paz. Pero no una paz ganada con represión, una paz que no es de cementerios, una paz que se construye sólida sobre bases de justicia y de amor. Por eso decimos que la paz que aquí predicarnos es la paz de Cristo de la que El dijo que siembra división. La paz verdadera también siembra división porque no todos comprenden la profundidad de justicia donde están las raíces de la paz y sólo quisieran una predicación muelle, suavecita, que no ofenda y que predique una falsa paz. EL TRABAJO DE LA COMISIÓN DE SOLIDARIDADAnte esta situación, yo quiero anunciarles con alegría que nuestra Iglesia ha trabajado. Una comisión de solidaridad ha tomado muy en serio, sobre todo, dos aspectos, dos subcomisiones en el Arzobispado. La una, para recoger testimonios y tratar de aportar algo a la verdad que todos tenemos que buscar; y segundo, la comisión de ayuda, recogiendo, haciendo propaganda, donativos, dinero, víveres, ropa, medicinas y luego buscando la manera de hacerlo llegar pronto al que lo tiene necesitado. En cuanto a la comisión de investigación se ha editado un boletín que no voy a quitarles el tiempo en leerlo, pero si alguno lo quiere se lo podemos proporcionar en el Arzobispado donde están recogiendo muchos informes, no a base de chismes o de terceras personas. Hemos reclamado que hablen lo que ellos vivieron, lo que ellos han sentido y visto; y allí tenemos, hermanos, un resumen tremendo de unos 68 desaparecidos, 6 muertos, 4 de ellos decapitados, 14 heridos. El boletín saca sus conclusiones que yo tampoco las voy a leer porque coinciden con el pensamiento que muchas veces he relatado aquí en esta Catedral: que mientras no haya un orden justo siempre estará sembrado de discordias el ambiente y así tendremos que no hay raíces de justicia y, por tanto, tendrá que haber frutos de violencia. DECLARACIONES DEL PRESIDENTE DEL CONSEJO CENTRAL DE ELECCIONESYo traía para leerles, y es una esperanza, que el Presidente del Consejo Central de Elecciones al entregar las credenciales a los diputados nuevos les dice: que piensen en unas legislaciones más modernas, que vean, sobre todo, la situación del campesinado. Ojalá estos bellos augurios no sean simples promesas sino que de verdad tengamos entre los nuevos legisladores de la Patria, gente más comprensiva de que no es con leyes represivas con que se intenta justificar tanta crueldad como se va a hacer el verdadero progreso de la Patria sino leyes, como les dijo el Presidente del Consejo Central de Elecciones a los nuevos diputados, leyes que correspondan y que inspiren instituciones y relaciones entre los que tienen el capital y los que producen el trabajo. ¡Magnífico!, eso es lo que hemos clamado siempre: una justicia, unas leyes que sean cauces donde las inquietudes políticas del pueblo y de los hombres encuentren su expresión y no sean tenidas como clandestinas para ser reprimidas tan brutalmente. Si se reprimen, denle cauces por donde salir legítimamente para que todos, principalmente jóvenes y gente experimentada, sepa aportar lo mucho que cada salvadoreño puede para el bien de nuestra Patria. SOBRE LA COMISIÓN DE ABOGADOS Y BACHILLERESEn el orden también de felicitación quiero agradecer mucho y felicitar a la comisión de abogados, diez abogados y siete estudiantes de Derecho que han tomado en serio la solicitud de una amnistía. Ya presentaron - como vieron en el periódico- su solicitud a la Asamblea. Y a este grupo de abogados y de bachilleres yo les diré que es una esperanza para nuestro pueblo. Ojalá que sean nobles como verdaderos hombres del Derecho. Yo espero mucho de ellos y los animo en el nombre del Señor y del pueblo, que sepan hacer justicia y que todos sus conocimientos legales no sean para establecer legalmente atropellos sino para legalizar posiciones que caminen hacia la justicia y que sepan ser lo que dice la Biblia: defensores del pobre, del desposeído, del que no tiene voz. VIDA DE LAS COMUNIDADESDesde nuestra Iglesia tenemos que lamentar el atropello a la Iglesia de Monte San Juan y a su querido Párroco el Padre Toñito Alfaro. Que sepan que estamos plenamente con ellos en esta hora de prueba. Quiero agradecer la acogida que me dieron en esta semana las comunidades de San Juan Opico a donde fui a dejar su nuevo Párroco, el Padre Jorge Salinas. La comunidad de San Rafael Cedros, cuyo Párroco el Padre Leopoldo Deras, tuvo la bondad de invitarme a un grupo de confirmación que había preparado y darme una acogida inesperada de pueblo y de escuelas en aquella hermosa iglesia. Y el Dulce Nombre de María, un pueblecito pintoresco allá en Chalatenango, también me dio una acogida muy fervorosa. Allá están las Hermanas Oblatas del Sagrado Corazón adonde llegaron también las Carmelitas Misioneras de la Laguna. Y las dos comunidades compartieron un diálogo con su Pastor estudiando los problemas pastorales de aquella región. Les anuncio también con alegría que en esta semana ha quedado erigida la nueva parroquia en la Col. Miralvalle. Va a ser dedicada a Nuestra Señora de la Presentación; la bonita imagen que tenemos aquí, la primera imagen de María que se veneró en El Salvador, que estaba en la Iglesia de San José y cuando se quemó la hemos traído aquí y la llevaremos procesionalmente cuando esté la Iglesia de la Colonia Miralvalle para que sea la patrona y el símbolo del cariño de un pueblo que nació para ser de María, y por María, de Cristo. Los PP. Agustinos han sido encargados de esta nueva parroquia así como la colonia Miramonte está también a su cargo. Les agradecemos y los felicitamos por su trabajo pastoral. Quiero agradecer también como un gesto de comunión, la visita que me hicieron los PP Paulinos de Centro América, reunidos aquí de las cinco repúblicas y de Panamá. Fueron a manifestarme su solidaridad y a decirme que estaban plenamente de acuerdo con esta pastoral de nuestra Arquidiócesis. EL MISTERIO PASCUALY todo eso, queridos hermanos, en un marco pascual que yo quisiera que fuera como el núcleo doctrinal. Me alegro mucho cuando otros que no quieren llamarla homilía, me la llaman catequesis. Me da mucho gusto sentirme catequista de la Diócesis. He aquí la catequesis de esta mañana, la llamaremos: "El misterio pascual", porque todas las lecturas de hoy son un enfoque precioso del Misterio Pascual. El Concilio Vaticano II no se entendería si no se tiene una idea de lo que es el misterio pascual que le ha dado origen y le da estilo a la Iglesia de todos los tiempos. La Iglesia no es mas que una mensajera del misterio pascual. 1º. ¿OUE ES EL MISTERIO PASCUAL?El Concilio lo define así: "Cristo Señor llevó a cabo la obra de la redención humanidad de la perfecta Glorificación de Dios que prefiguraron los prodigios del pueblo del Antiguo Testamento. Esta obra, Cristo la llevó a cabo principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. Por este misterio Pascual, muriendo, destruyó nuestra muerte y resucitando reparó la vida, pues del costado de Cristo dormido en la Cruz nació el admirable sacramento de toda la Iglesia". ¡Qué precioso texto! Me parece que es el resumen de las tres lecturas de hoy. Y si comprendemos un poquito el misterio pascual, hermanos, tendremos también cariño y gusto para venir a Misa todos los domingos y celebrar la Semana Santa como una fiesta pascual. Son los dos focos pascuales de la Iglesia: la misa dominical y la fiesta de Pascua que estamos celebrando durante cincuenta días, desde la resurrección de Cristo el Sábado Santo en la noche, hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Cincuenta días en que la Iglesia considera un solo domingo, una sola gran fiesta, la fiesta del misterio, de la bienaventurada pasión y muerte, de la gloriosa resurrección y ascensión de Cristo a los cielos. Estos dos aspectos de Cristo: sufriendo y muriendo para destruir nuestra muerte y nuestros pecados, y resucitando y subiendo al cielo para restituirnos la vida y abrirnos las puertas de la esperanza, eso es lo que llamamos el Misterio Pascual. ¿POR QUE LO LLAMAMOS MISTERIO PASCUAL?Porque esta obra la realizó Cristo en un ambiente de Pascua. Fíjense bien cómo fue una Pascua la que Cristo llamó: "su hora". "Se acerca mi hora, la hora en que el Hijo del Hombre será glorificado " "la Pascua". Y cuando llegó la hora, manda a sus discípulos a preparar la Pascua en Jerusalén. En segundo lugar se llama pascual este misterio de Cristo porque Cristo en aquella cena y desde que Juan Bautista lo presentó al mundo, lo llamó el Cordero Pascual. Ese es el cordero que se inmola en la Pascua y que los israelitas comen para significar su protección de Dios, su sacrificio a Dios. Aquel jueves Santo, cuando todas las familias hebreas comían el cordero pascual, Cristo también con sus discípulos comía un corderito pero El estaba pensando que ese cordero ya iba a terminar su misión: "Mañana Viernes Santo seré yo, colgado en una cruz, el cordero sangriento que quita los pecados del mundo". ¡Cordero Pascual! En tercer lugar se llama este misterio de la redención; y misterio pascual, porque aquella cena del jueves Santo sirvió a Cristo para empalmar la Pascua del Viejo Testamento con la Pascua de los cristianos. Hoy, por ejemplo, estamos celebrando la misa; ese altar es el altar de la pascua donde se inmola el cuerpo y la sangre del Señor. El es el cordero; y yo cuando tenga el honor de enseñárselos en la hostia les voy a decir: "Este es el Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo". "Tomad y comed -dice Cristo-". Esta es la Pascua en la cual se inmola con la sangre divina el cordero que quita los pecados del mundo. Y la Eucaristía quedará, hermanos, tanto como misa, como sagrario, como procesión de Corpus, como visita al Santísimo. Todo ese culto precioso que nuestra Iglesia tributa a la hostia consagrada, es el amor de la esposa que ha recibido en herencia de su esposo desaparecido, pero que aparecerá. El gran regalo de su pascua es la Eucaristía. Por eso venir a misa es ser agradecidos, venir a misa es sentirse el Israel espiritual, venir a misa es sentarse con Cristo en los bancos de la última cena y prolongarla hasta este domingo de 1978. La misa de cada domingo, la misa de nuestros difuntos, la misa de la primera comunión, la misa del matrimonio, la misa para pedir luz y consuelo al Señor, es el sacrificio de Cristo, es la cena del Señor haciéndose Pascua en todas las circunstancias de la vida. Y por eso el Concilio aconseja que a las misas de difuntos no se les dé ese tono tétrico, sombrío, como si todo se ha acabado, sino que tenga un sentido pascual. La misa del difunto ahora hasta se presenta en ornamentos blancos y hasta se cantan aleluyas, porque aunque esté llorando la familia doliente, esas lágrimas se iluminan con la Pascua de Cristo. 2o. LA PASCUA DEL VIEJO TESTAMENTO, LA PASCUA QUE CRISTO RECOGIO¿Qué es la Pascua? Para comprender esa pascua que Cristo quiso traer como herencia para entregarla con su propia redención al pueblo cristiano, remontémonos hermanos. Y este es mi segundo pensamiento: la Pascua del Viejo Testamento, la Pascua que Cristo recogió. Los historiadores encuentran que la pascua de los judíos tiene un origen natural más antiguo al pueblo de Israel. Posiblemente es una fiesta en una noche de plenilunio del equinoccio de primavera. Esta luna llena de la Semana Santa servía a los pastores para cantar su alegría de que ya estaban pasando los fríos del invierno y ya venía la primavera. Pascua significa paso, el paso del invierno a la primavera; se celebraba con una noche de plenilunio porque en la primavera ya vamos a emigrar del desierto a las tierras donde hay pasto. También, cuando ya la era de agricultores prevalecía en Israel, se recogió otra fiesta junto con la Pascua que la llamaban la fiesta de los ácimos y que Cristo también la celebraba; la fiesta en que los agricultores recogían la cosecha de trigo y para significar el paso de la cosecha vieja a la cosecha nueva se comía pan sin levadura, que no participara el viejo pan, la vieja cosecha, sino que fuera todo nuevo para darle, gracias a Dios por el trigo nuevo. Este es el origen de los ácimos, el paso de lo viejo a lo nuevo, paso de la vieja cosecha a la nueva cosecha. Entonces este concepto de pascua, de paso, fue lo que asumió Israel naciente en Egipto, cuando Dios revela al pueblo perseguido y oprimido que esa noche, también de un plenilunio de primavera, pasará Dios con su ángel y las puertas que estén marcadas con la sangre del cordero que van a comer las familias israelitas no van a perecer, pero aquellas puertas de los egipcios que están sin esa protección de la sangre, verán con angustia que todos sus primogénitos van a morir. Y aquella noche del exterminio pasó Dios, la pascua de Dios, el paso de Dios ¡Qué terrible el paso de la justicia de Dios para poner en su puesto a un pueblo opresor, ingrato con los peregrinos de Israel! Todos los primogénitos de Israel murieron. En cambio, las familias marcadas con la sangre del cordero comían su pascua vestidos ya de peregrinos porque aquella noche comenzó el éxodo. La pascua es éxodo, salida, salir ya del pueblo que los tiene cautivos y esclavos "para una tierra que yo les mostraré". Y salieron. "Esa noche se celebrará -les mandó decir Moisés- todos los años de la historia". Significaba, pues, una noche de liberación: el paso de la esclavitud a la libertad, el paso de la opresión a una tierra de promisión el paso también del mar rojo que iba a confirmar con un milagro estupendo donde pasaba el pueblo de Israel y donde quedaba sepultado el ejército de los egipcios; el paso se celebró cuando el pueblo peregrino llegaba por Guilgal el primer sacrificio en la tierra prometida ¡Qué alegría, que gratitud! La pascua desde entonces se comenzó a celebrar año con año como una fiesta de independencia, como una fiesta del paso de esclavitud a salvación, una fiesta de vida, una fiesta en que se reconocía al Salvador-Dios por medio de un instrumento que era Moisés. Era una fiesta de agradecimiento a la que se fueron uniendo otros elementos bíblicos, por ejemplo: la creación del hombre, la alianza, el sacrificio de Isaac. Todo esto venía enriqueciendo como un río que nació pequeñito y que llega torrencial a la plenitud de los tiempos. Cuando Cristo celebró su Pascua con sus discípulos, era toda esa historia la que venía. Y ahora comprendemos el sentido de nuestras lecturas de hoy. La Pascua cristiana, la Pascua que Cristo celebró asumiendo todos esos viejos símbolos del Viejo Testamento para llenarlos de la realidad redentora que El iba a realizar con su muerte, con su resurrección y con su ascensión a los cielos. La pascua es ese misterio de Cristo porque en ese Cristo muerto por nosotros, resucitado por nosotros, viviente por nosotros, eternamente, nosotros vemos el estilo de nuestra Iglesia. No comprenderá a su Iglesia el católico que no tiene ideas del Misterio Pascual. Por eso he querido que en el ámbito de esta Pascua de 1978, vivida en El Salvador muy parecida a los israelitas de Egipto, recordemos que Dios va con nosotros. 3º. EL SIGNIFICADO PARA LOS CRISTIANOS DE LA PASCUA QUE CRISTO NOS DEJO¿Qué significa para los cristianos la pascua que Cristo nos dejó? Y este es mi tercero y último pensamiento. La Pascua cristiana tiene estas cuatro características: 1) Una pascua que es causa de nuestra salvación, una pascua liberadora. 2) Una pascua sacramental, signos que ahora encierran y ocultan realidades divinas que no vemos, eso es lo sacramental. 3) Pascua eclesial, pascua comunitaria, pascua que no la tiene que vivir individualmente cada hombre sino en pueblo, en común y 4) Pascua escatológica, pascua de esperanza. ¿Qué quiere decir? Es lo que nos dice hoy en la primera lectura San Pedro predicando su primer sermón del cristianismo: "Rompiendo las ataduras dé la muerte". O cuando dice en su epístola de hoy: "Os rescataron". ¿Y de qué nos rescataron? Nos rescataron de un proceder. "Ya sabéis con qué os rescataron -dice la epístola en el versículo 18- de ese proceder inútil recibido de vuestros padres. No con bienes efímeros: con oro o plata, sino a precio de sangre de Cristo". ¡Esta es la redención, un rescate que no se compra con oro ni plata! Por eso, ahora fijémonos en el evangelio. En el versículo 21 decían los discípulos desengañados, desilusionados que iban para Emáus en la tarde de Pascua: "Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel y ya ves, hace dos días que sucedió esto". Esta es la desilusión cuando se buscan liberaciones temporales. Hermanos, yo quiero insistir mucho en esto porque me están acusando que yo predico una liberación revolucionaria de la tierra. Nadie cree esa tontera, pero yo quiero afianzar una vez mas que la liberación que yo predico no es esta que llevaba desilusionados a los discípulos de Emáus. Los mismos apóstoles cuando iban acompañando a Cristo para su ascensión le preguntan: " ¿Señor, ya vas a liberar a Israel? " Era una esperanza política, una esperanza de tierra, una esperanza miope, sin horizontes. Es la esperanza que tienen muchos movimientos liberadores de nuestro tiempo, los que no esperan con la esperanza cristiana sino que creen que lo van a resolver todo a fuerza de violencia, de odios, de luchas de clase. Esa no es la liberación de Cristo, esa no puede ser la liberación de la Iglesia. A estos discípulos que iban con esa ilusión tronchada, Cristo les dice: " ¡Que necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! " Un cristiano no puede olvidar que la verdadera pascua que Él celebra todos los domingos en su misa, que la verdadera esperanza que el cómo cristiano abriga en su corazón, es una liberación del pecado, una liberación que nos hace verdaderamente romper las cadenas que nos atan íntimamente y que nos aseguran romper también las cadenas de la muerte y del infierno y tener la santa libertad que tienen los hijos de Dios. No hay hombre más libre que el que se ha liberado del pecado, del temor de la muerte y del infierno porque sabe que ama a Dios y sigue a Cristo que está vivo y que le dará la verdadera liberación. La verdadera liberación es la que Cristo comenzó a analizarles a los discípulos de Emáus: "¿No era necesario -les pregunta- que el Mesías padeciera todo eso y así entrara en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo con los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la escritura". La redención, la liberación que la Iglesia predica y espera, no es una liberación que desilusiona. Aún cuando las cosas salgan mal, aún cuando haya que morir en una cruz, aún cuando haya que ser torturado y muerto en la indignidad de quienes no quieren el grito de la verdadera liberación, son episodios de la guerra de Cristo salvando al mundo. No olvidemos, hermanos, que la redención todavía se está haciendo y por eso morimos, por eso hay cementerios. Si Cristo triunfó de la muerte ¿por qué mueren los hombres? Por eso, porque no está terminada la redención. Y San Pablo ya dice: "La última enemiga de Cristo en ser vencida será la muerte. Esto que nos ha dicho San Pedro en su epístola de hoy, el cordero que fue inmolado... Cuando se está construyendo un edificio, no queremos desilusionarnos al ver allí andamios, materiales revueltos. ¡Se está construyendo! El día de la inauguración quitaremos andamios, barreremos bien y veremos que construcción más hermosa. Así es la liberación de Cristo: se está trabajando ahora, por eso hay escombros de muerte, por eso hay andamiajes imperfectos, por eso hay hasta en la misma Iglesia, pecado y deficiencia, porque no es todavía la Iglesia triunfante del cielo, es la que se construye todavía entre hombres pecadores, envidiosos, mezquinos, como somos todos los hombres. Se está trabajando la redención. Por eso, no queramos esperar un paraíso, una redención que la vamos a hacer sólo con brazos humanos, sólo con ideologías de la tierra. La Iglesia no puede ser comunista, la Iglesia no puede ser liberadora de liberaciones terrenales solamente. Las inspira, sí, porque ella lleva una esperanza que es la fuerza que puede dar eficacia a todas las liberaciones si se quieren hacer cristianas. UNA PASCUA SACRAMENTALDecimos que la pascua nuestra es una pascua sacramental. Es decir ¿qué es un sacramento? Sacramento -ya les di la definición una vez- es una señal sensible que oculta una gracia invisible. Vamos a recibir la comunión, un sacramento, siento sabor de pan pero mi fe descubre que en ese signo del pan está presente Cristo. Yo voy a levantar una hostia de pan pero ya convertida en cuerpo de Cristo y todos la adoramos porque sabemos que está oculto sacramentalmente en el signo del pan y del vino la presencia misma de nuestro Señor Jesucristo. Esto quiere decir, hermanos, que toda aquella fuerza liberadora de Cristo en el Calvario, resucitando y subiendo al cielo, está con esta Iglesia. Ya les leí al principio el precioso pensamiento del Concilio cuando dice que "del costado de Cristo dormido nació el admirable sacramento de la Iglesia". La Iglesia es un gran sacramento, es la presencia de Cristo en el mundo. Ustedes, hermanos, yo, seamos santos, transparentemos la presencia de Cristo liberador en el mundo. Esto es, ser sacramento. Sacramento, también, porque en cada sacramento que la Iglesia da, es Cristo que va presente con su fuerza, con su vida divina; quiere decir que el cielo ya está en esta tierra, que el reino de los cielos ya está en medio de vosotros. Todo aquel que cree en la vida sacramental de la Iglesia, todo aquel que lleva a bautizar un niño, el que confiesa para perdón de sus pecados sus propias culpas, todo aquel que viene a misa con una fe y una esperanza de apoyar en Cristo sus problemas, siente que Cristo resucitado y glorioso vive aquí en esta Iglesia, sigue perdonando, sigue triunfando en la muerte, está trabajando la gran liberación de los hombres. El pasaje del evangelio es típico, hermanos. Cristo va caminando con los discípulos camino de Emáus y -diríamos bromeando como que les va tomando el pelo. "Sólo Ud. -le dicen- no sabe lo que ha pasado en Jerusalén. Que raro, si todo mundo habla". "¿De quién?", Les dice Cristo haciéndose el ignorante. "De Jesús de Nazaret que era grande profeta. Habla anunciado que iba a librar a Israel, pero ya ve, son tres días, ya se tronchó toda la esperanza. Es cierto que unas mujeres andan diciendo por allí que lo han visto resucitado, pero a El no lo han visto". ¡Este es el cálculo humano cuando perdemos de vista la presencia de Cristo escondido en aquel peregrino! Y por eso, cuando llegan al castillo de Emáus, el peregrino les dice: "muchas gracias por su compañía yo sigo adelante". Y le dicen: "quédate con nosotros Señor, ¿no ves que ya es muy tarde?" Se los había ganado. Y cuando prepararon su cenita y se sentaron a cenar, Jesús debió hacer un gesto tan divino al partir el pan, que lo conocieron; pero cuando lo conocieron desapareció. Y entonces el comentario: "¿Qué no ardía nuestro corazón cuando íbamos con Él y nos iba platicando por el camino? Corramos a avisar a los once". Y corrieron a Jerusalén apuntarse en comunidad. Esto es el sacramento. Por eso, hermanos, estamos haciendo conciencia de que los sacramentos hay que recibirlos con más conocimiento. No vale traer un niño a confirmación sin saber lo que va a recibir. O hacer una fiesta de bautismo sólo por la fiesta y no saber qué es el sacramento. Va pasando Cristo disfrazado de peregrino y no lo conocemos, como aquella bonita canción: "Soy el Señor y no me conocéis, soy vuestro Dios que está presente en la misa de domingo y os aburre mi misa". Esto es la causa por qué no somos católicos ni participamos los sacramentos porque como los peregrinos de Emáus vamos con Él y no lo conocemos. Sólo al partir el pan, ahora si, lo conocí. Conozcámoslo, hermanos, no es necesario verlo. " ¡Bienaventurado el que sin ver cree!", Le dijo el domingo pasado Cristo a Tomás y ahora les da la lección a estos dos discípulos desapareciendo cuando ya lo conocieron. No le gusta ser visible mientras dure esta vida que debe de ser de fe y de esperanza. UNA PASCUA COMUNITARIAY por eso, hermanos, una tercera nota de nuestra pascua es que es comunitaria. Desde Moisés mandó: "mate cada familia un cordero y si la familia es chiquita llame a vecinos y entre varios vecinos coma la Pascua". De allí fue era una fiesta de familia que se llegó a hacer una fiesta de Patria, de tal manera que para la pascua aún ahora los judíos de distintos puntos del mundo procuran estar en Jerusalén, en Israel, para celebrar con sentido patriótico la Pascua. Como si nosotros el 15 de septiembre procuráramos venir de donde estemos para celebrar comunitáriamente la fiesta de nuestra independencia. Pues este sentido comunitario es el quo yo veo desde el principio de la lectura primera cuando dice Pedro con los once. Miren hermanos cómo Pedro, el Papa, con los once, con el cuerpo episcopal, mientras un apóstol esté unido con Pedro está significando comunión. El Obispo de ustedes, hermanos, está en comunión con Pedro que hoy se llama Pablo VI. Bien recuerdo aquellas palabras que me dieron tanto ánimo el año pasado: " ¡Animo, ánimo me dijo el Papa- Usted es el que manda!" Y no puedo olvidar, pues, que en la presencia de mi comunión con el Papa está también el secreto de mi palabra y de mi orientación a mi pueblo; el día en que el Papa me desconozca, no esté de acuerdo con lo que yo predico o hago, me lo hará ver. Y entonces les diré con toda humildad: "hermanos, perdónenme, los estuve engañando, yo me retiro, que venga otro de más confianza del Santo Padre". Pero mientras tanto, Pedro y los once, y yo estoy entre esos once, porque ahora ya no son once, son como dos mil y pico de obispos que estuvieron en un Concilio y que siguen gobernando la Iglesia en toda la faz de la tierra, que está en comunión con el episcopado mundial, es la que da este sentido de comunión de Iglesia. Por eso, hermanos, también sientan la Pascua como una familia, sientan su misa del domingo así como están ahora. Yo quizás abuso de la bondad de ustedes al prolongarme tanto pero cuando yo los miro a Uds., tan felices y contentos sentados en esas bancas para la misa del domingo, como que fuera una sola familia de Dios, escuchando a través de su humilde mensajero el mensaje del Padre, y cuando como ayer que anduve allá por Dulce Nombre de María y me decían gentes humildes de los campos cómo escuchan esta palabra y les sirve de consuelo, de esperanza, de aliento, me venían ganas hasta de llorar y decir como Cristo: "Te doy gracias Padre porque ocultas estas cosas a los orgullosos y soberbios del mundo y las revelas a los pobrecitos. Te doy gracias porque me das garganta y voz, porque pones a mi disposición una radio que ojalá se conserve para consuelo de tanta gente". Esto, hermanos, es la comunión. Vivimos esa comunión en el humilde regalo del campesino. Allá en Dulce Nombre de María me regalaron los primeros potajes, me regalaron una matatilla tejida para mí. ¿Quién no va a agradecer estos gestos bondadosos de nuestra gente sencilla para sentir que está en comunión con su Pastor? ¡Gracias por manifestarme tantas veces esa comunión! Y sin comunión no hay Iglesia. Y la Pascua tiene que ser esta Iglesia. La verdadera Iglesia vive la comunión pascual. PASCUA ESCATOLÓGICAY finalmente, hermanos, la pascua de los cristianos es una pascua escatológica. Es escatológico el acontecer, la salvación final, al final de los tiempos. San Pedro nos ha dicho hoy que Cristo era el cordero previsto desde antes de la creación y que vendrá manifestado al final de los tiempos. Entre ese cordero anunciado antes de los tiempos y que vendrá como juez de la historia al final de los tiempos, está la historia que vamos tejiendo. Por eso los hombres de la historia tienen que partir de aquel cordero que vivió antes de la historia y que está como meta de la historia. No perdamos de vista esa perspectiva cuando luchamos por un mejoramiento sin horizontes escatológicos, que estamos perdiendo la visual. Cuando tenemos fe y esperanza en ese Cristo que ha de volver, en ese más allá que está después de nuestros fracasos y de nuestra muerte y de nuestras dificultades, mientras tengamos presente ese horizonte, es la Iglesia de la Pascua, la Iglesia de la esperanza. Y el evangelio nos dice también este sentido escatológico: ¡necios, insensatos! ¿qué no convenía padecer todo eso y después entrar en la gloria? Hay que padecer y no deben de asustamos ni escandalizamos los dolores, los fracasos inesperados. Cuántas veces oímos llorar junto a un ser querido a la familia, casi blasfemando: "si Dios ama ¿por qué me lo quitó?" Dios te ama y por eso te lo quitó porque ya te lo adelanta y allá te quiere encontrar con él. Y el que lucha por la liberación y ve que fracasan sus esfuerzos, le viene la tentación: "esto no se arregla con esperanza cristiana, hay que coger la violencia". ¡Mentira, Dios es paciente porque es eterno, espera con El el cielo definitivo, el triunfo definitivo, la verdadera pascua! Por eso, hermanos, me dieron risa cuando en un periódico interpretaban esta predicación mía como si fuera una subversión a la democracia y que yo estoy proponiendo un socialismo ¡Qué tontera! Si la Iglesia no puede proponer ningún sistema, la Iglesia no tiene sistemas sociales, la Iglesia no tiene partidos políticos, la Iglesia da una inspiración de esperanza, un sentido escatológico a la historia y manda a sus hijos que son ustedes que viven en el mundo y tienen que hacer el mundo, a construir según sus propios criterios una democracia más perfecta, un sistema social más justo. ¡A Uds., les toca hacerlos! Ya bastante tenemos en la Iglesia con recordar esta esperanza cristiana que será siempre la critica de todos los sistemas. Y por eso los critica, porque desde una perspectiva del eterno sistema de la felicidad eterna va diciendo a cada sistema histórico: eso no está bueno, eso es injusto, eso es mejor de otro modo, eso. Porque ilumina desde la perspectiva- de la esperanza la realidad de la tierra. Y esa es la misión de la Iglesia. PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTARHermanos, celebremos nuestra Eucaristía de hoy, verdadero sacramento de la Pascua, y yo quiero terminar leyendo estas palabras que San Pedro dirigió a la primera muchedumbre cristiana que escuchaba y les decía: "Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte, no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio pues David dice: " tengo siempre presente al Señor -esta es la bonita plegaria del cristiano- con Él a mi derecha no vacilaré por eso, se me alegra el corazón, exalta mi lengua y mi carne descansa esperanzada porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción? Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." ¡Qué bella la esperanza cristiana! Aún cuando estemos atormentados por la peor de las torturas, poderle decir al Señor: tú vas a mi derecha, tú no dejarás que mi vida perezca. ¡Animo, hermanos, y con esta esperanza y esta fe pascuales, proclamemos ahora nuestra profesión de fe!
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Queridos hermanos:
Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención. Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención. La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exhaltación. La ceremonia del Viernes Santo, que substancialmente dentro de unos minutos consistirá en la adoración de la cruz, no es una ceremonia triste, es una ceremonia que canta el triunfo de la cruz, es un canto triunfal a la bandera más gloriosa que se ha extendido en la historia: la santa Cruz. La Cruz significa la humillación de Cristo pero también significa la exaltación del Hijo de Dios redentor de los hombres. Por eso, si se han fijado, con esa finura que la fe tiene, al escuchar el relato de la pasión escrito por aquella pluma mística de San Juan el evangelista, se descubre que todo parece un canto de triunfo hasta en las horas más humillantes que allí relata. Juan tiene una perspectiva de cielo, de triunfo y la proyecta sobre esa sangre y sobre ese dolor que él va narrando pero con una visión celestial: el cordero silencioso que se humilla es el Hijo de Dios que será, y ya está desde esta misma tarde, exhaltado. 1º. EL SIERVO DE DIOS, COMO UN CORDERO ES LLEVADO AL MATADERO a) EL SUFRIMIENTO DE CRISTOPor eso, hermanos, el primer pensamiento de hoy tenía que ser este del profeta Isaías: "¡ El siervo de Dios, como un cordero llevado al matadero, cargó sobre sus espaldas las iniquidades de todos los hombres! ¡Y lo vimos y no parecía cara de hombre, era horroroso, se volvía el rostro al mirarlo, daba asco, daba miedo, un matado como no ha habido otro matado, un torturado que ha superado todas las torturas, una humillación hasta el abismo! "El profeta Isaías por inspiración de Dios nos anticipa, siete siglos antes, lo que está sucediendo esta tarde: la humillación del Cordero. Son palabras inigualables. Por eso decía que más que hablar, es necesario amar, meditar, mirar, así sea necesario hasta con repugnancia el rostro como ha quedado de Cristo, como un gusano que se revuelca en el polvo de la tierra, entre salivazos y sangre; entre dolores inauditos, verdaderamente un deshecho de la humanidad. No se puede describir, hermanos, es necesario que cada uno, este Viernes Santo, vea con los ojos del alma esa víctima cómo la han dejado nuestros pecados. Porque Cristo no padece por culpa suya, Cristo se ha hecho responsable de los pecados de todos nosotros. El que quiera medir la gravedad de sus pecados, mire a Cristo crucificado y diga con lógica: ¡así lo he dejado yo! yo lo he matado por limpiarme de mis suciedades, El se hizo sucio por limpiarme de mis abominaciones, El se ha hecho abominable hasta la palabra que parece una blasfemia, pero lo dice la Sagrada Escritura: "El que no tenía pecado, por nosotros se hizo pecado, maldición, castigo de Dios". Eso es Cristo, el pararrayo de la humanidad, allí descargaron todos los rayos de la ira divina para librarnos a nosotros, que éramos los que teníamos que sucumbir porque hemos puesto la causa de la maldición cada vez que hemos cometido un pecado. Da lástima, hermanos, que en la Semana Santa, los cristianos no lloremos con profundo dolor el haber sido la causa del sufrimiento de Cristo; y que en vez de purificamos y de convertimos, hagamos de la Semana Santa como una cita para el pecado. Como si no fuera suficiente ya lo que hemos cargado sobre las espaldas humildes del Redentor, seguimos cargando y pecando y ofendiendo más y más al Señor. b) EL SUFRIMIENTO DE NUESTRO PUEBLOPero aquí en la profundidad de esta humillación, mientras miramos a Cristo clavado en la cruz nos invita la Sagrada Palabra a descifrar un misterio de actualidad. Si Cristo es el representante de todo el pueblo en sus dolores, en su humillación, en sus miembros acribillados con unos clavos en una cruz, tenemos que descubrir el sufrimiento de nuestro pueblo. Es nuestro pueblo torturado, es nuestro pueblo crucificado, escupido, humillado al que representa Jesucristo Nuestro Señor para darle a nuestra situación tan difícil un sentido de redención. No es extraño, hermanos, que al sentirse así el pueblo humillado como Cristo, quiera sacudir sus cruces, quieran botar los clavos, los azotes; quiera liberarse. Y surgen los liberadores del pueblo pero muchos en un sentido falso. Yo quisiera, hermanos, que al mirar a Cristo crucificado en esta tarde de Viernes Santo, y mirar en sus miembros también a nuestro pueblo sacrificado, tratáramos de ver en qué consiste la redención que Cristo nos está ofreciendo en sus carnes benditas para nuestro pueblo. Y la clave es muy sencilla: basta escuchar de aquellos labios moribundos las siete palabras que como un testamento de su espíritu nos está dejando para que comprendamos los ideales de la liberación cristiana. El Papa Pablo VI ha dicho que la Iglesia de nuestros días no puede ser indiferente a las ansias liberadoras del pueblo, que una Iglesia que no se ponga a sentir como propia la angustia, la pena, el sufrimiento del pueblo, no seria la auténtica Iglesia de la redención. Pero el Papa recogiendo las voces del episcopado ha dicho también cómo es la liberación que la Iglesia ofrece. Porque si la Iglesia en sus ansias de liberación se dejara manipular por una liberación que no es cristiana, por una liberación de odios, de revoluciones, de violencias, perdería su fuerza, no sería la verdadera redención de Jesucristo. c) LA LIBERACION QUE LA IGLESIA OFRECEPor eso, hermanos, a quienes ansían con sinceridad y con una gran sensibilidad social un mundo mejor, una patria mejor, a quienes quieren limpiar las escupidas del rostro de la Patria, a quienes quieren limpiar la sangre que chorrea nuestro pueblo, le conviene escuchar de los labios del gran liberador Jesucristo, cómo debe de ser la liberación que la Iglesia y sus cristianos ofrecen a esta patria, a este mundo, a esta situación. " ¡PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!"Oigamos la primera palabra de Cristo.-" ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen! " Qué lejos está el liberador del odio, del resentimiento, de la venganza. El que podía desatar las fuerzas de la naturaleza y hacer añicos a los enemigos que lo han crucificado. El que podía liberarse haciendo polvo a sus perseguidores, no quiere violencia. Cuando un día Juan y Santiago al ver la ingratitud de los samaritanos que no le daban posada, le pedían permiso para pedir que lloviera fuego sobre aquella ciudad, Cristo les dice: "Ustedes no saben de qué espíritu son, el Hijo del Hombre no ha venido a perder sino a salvar, a dar su vida para salvación de los otros". Esta es la liberación cristiana. Los cristianos de la Iglesia tienen que ofrecer su colaboración a la liberación de nuestro pueblo pero a partir del amor, a partir del perdón, a partir de esta súplica de Cristo: " ¡Padre, perdónalos ... "¡ACUÉRDATE DE MI CUANDO ESTES EN TU REINO!"La segunda palabra de Cristo es al buen ladrón. El ladrón que descubre que en su compañero de suplicio hay algo más que hombre, le dice: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino". Y el crucificado divino se vuelve al ladrón y le dice: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". El liberador de los hombres sabe que el paraíso no está en esta tierra pero que un hombre acribillado con la cruz como el ladrón, puede aspirar a un paraíso y lo tendrá si tiene fe. La liberación, hermanos, la liberación cristiana es trascendente. Los cristianos sabemos que en esta tierra no puede haber un paraíso, tampoco queremos adormecer a nadie porque la religión no tiene que ser opio del pueblo, la religión no es conformismo, la religión no es pereza sino que le dice a los cristianos: desarróllense, promuévanse, supérense, pero con la esperanza de un paraíso que sólo existe más allá de la historia. Tampoco condescendemos con una liberación que solamente está esperando el cielo y que se conforme aquí con la tierra, con la esclavitud. ¡De ninguna manera! Los cristianos sabemos que el paraíso tiene que reflejarse también en esta tierra y que los que aquí trabajan por la implantación de un reino del cielo en las relaciones de los hombres, más humanas menos opresivas, menos deprimentes, más iguales, donde nos sintamos todos hermanos, es necesario que refleje aquel cielo en esta tierra para que los peregrinos de la tierra seamos felices en esta tierra y también en la eternidad. "!AHÍ TIENES A TU MADRE, AHÍ TIENES A TU HIJO!"La palabra de Cristo viene enseguida con un diálogo amoroso con su santísima Madre y con el discípulo amado: "Ahí tienes a tu madre. Ahí tienes a tu hijo". La liberación de Cristo, hermanos, es ternura, es amor, es la presencia de una madre bondadosa: María. Y María es el modelo de quienes colaboran con Cristo para la liberación de la tierra y la adquisición del cielo. María en su cántico de acción de gracias proclama las grandezas de Dios y también proclama que Dios desecha el orgullo de los poderosos y enaltece a los humildes, nos enseña que el camino de la liberación verdadera, de la redención cristiana, es el camino de la humildad, el camino del amor, el camino de una entrega como la de María que será también para amamos y encontrar en ella el camino blanco que nos lleva a Jesús. " ¡TENGO SED!"Después, Cristo Nuestro Señor sintiendo lo que sentían los crucificados: la fiebre, la sed, el desangramiento, grita con el ansia de sus fauces resecas con una queja de verano: " ¡Tengo sed! ". La liberación de Cristo no rehuye las angustias fisiológicas del hombre, siente el hambre de los que no tienen lo suficiente para comer, la angustia de quienes no ganan lo suficiente, la sed; la sed de Cristo, hermanos, es la señal de que también se preocupa y siente la angustia temporal de los que peregrinamos en la tierra, y también la redención de Cristo tiene que ver en el bienestar de la garganta, del estómago, del cuerpo humano, de la vivienda, del alfabetismo, de todas esas necesidades que hacen de la tierra el camino hacia Dios, la promoción humana. La sed de Cristo era una sed auténtica. Los místicos han querido trasladarla a una sed misteriosa de almas. Puede ser, pero ante todo era sed de verdad, sed de agua, quería agua y no había para sus fauces a quienes le dieron hiel y vinagre. " ¡DIOS MIO!, ¿POR QUE ME HAS DESAMPARADO?"Después, Cristo, la angustia del espíritu la manifiesta en ese grito misterioso de quien siente la soledad en el dolor: " ¡Dios mío!, ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?". Queridos hermanos, cuando llega la hora de la prueba, cuando llega la hora en que hasta la fe parece oscurecerse, cuando se eclipsa la esperanza, cuando el pueblo parece que queda sin horizontes, no olvidemos que esta tarde del Viernes Santo, también El sintió la angustia, el misterio del abandono hasta de Dios, se sintió casi sin el amor del Padre, sin esperanza su vida. ¿Qué extraño, hermanos, en las horas de angustias, de torturas, de prisiones injustas, de situaciones que no tienen explicación, nos volvamos al Padre con la confianza de un hijo para decirle: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Pero con la seguridad de que Dios solamente está sometiendo a prueba la voluntad en la obediencia y en el amor para sacar a flote esa angustia del hombre. " ¡TODO SE HA CUMPLIDO!"Si Cristo ve que todo se ha cumplido y dice esa voz que parece una voz de creación: "Todo se ha cumplido". Qué hermosa es la vida del hombre cuando retorna a la hora de la muerte a la casa del Padre y le puede decir: ¡todos los detalles de mi vida han sido reflejo de tu voluntad divina! Qué triste en cambio tiene que ser la presencia de un réprobo ante Dios. La presencia de un rebelde que le quiere decir a Dios: Señor no obedecí tus leyes, creí que era libre y que la libertad consistía en sacudir tus mandamientos. Quise buscar los caminos de la felicidad no por tus leyes sino por mis caprichos, por mis pasiones, por mis vicios. ¡Qué hermosa la vida, hermanos, cuando a pesar de las pruebas, sabemos que toda va siendo calcada en la voluntad del Señor! Procuremos que esta tarde el mensaje de Cristo muriendo en la cruz se refleje en nuestra vida entregada a su voluntad santísima. " ¡PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU!"Y así fue como la última palabra que brota del Señor es la entrega confiada de la vida y de la muerte en los brazos del Señor. Ahora ya aflora otra vez a los labios de Cristo la confianza filial: " ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" Y a la hora de nuestra muerte sintamos que la presencia del Padre recoge nuestra vida, nuestro espíritu y trasciende con la satisfacción de haber dejado en la tierra una lucha inspirada en el amor y en la fe y en la esperanza. No sangre, no violencia. Que triste será dejar, hermanos, en la huella de la vida, torturados, desaparecidos, matados, terrorismo, incendios, crímenes. ¡Qué cuenta tendrán que dar a Dios esas manos manchadas de sangre que empuñaron látigos y dieron puntapiés a sus hermanos! ¡Qué triste será en aquella hora no poderle decir: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", cuando lo que presenta en la hora de la muerte no es un espíritu que ha trabajado en la tierra el amor, la esperanza y la fe, sino la lucha sangrienta que no la quiere Dios! 2º CRISTO NO HA MUERTOY así, hermanos, ante este cadáver de Cristo, nosotros reflexionamos esa segunda preciosa lectura de Pablo: " ¡Cristo no ha muerto! " Lo más bello de la Semana Santa no es esta tarde. SI, quizá esta tarde es la más conmovedora, ver que un Dios por mi amor se hizo hombre y por mi amor se dejó matar. Pero lo bello es que esa muerte fue rubricada por la potencia de Dios y dentro de tres días, mañana por la noche, cantaremos la victoria de la resurrección, luz y esplendor, la rúbrica de Dios, para decir: el que llevó los pecados de los hombres para clavarlos en la cruz ha sido aceptado el sacrificio. Y el hombre que quiera puede ser perdonado, solidarícese nada más con la pasión, la muerte de Jesucristo, y sepa que por más grande que sean los crímenes y los pecados, Dios los perdonará. Y por eso, hermanos, la liturgia preciosa de esta tarde, ya la vamos a hacer, es una oración universal. Ahora la Iglesia siente que en su corazón es como el de María, ancho como el mundo, sin enemigos, sin resentimientos; va a orar por todos, a pedir por los pecadores para que se conviertan, por los mismos que la escupen y la calumnian para que no vayan a morir en la desgracia de odiarla sino que se conviertan, y con los que son felices, como el buen ladrón, encuentren un paraíso aún después de haberla ofendido. Vamos a pedir por los gobernantes, instrumentos de Dios para hacer paz, justicia en el mundo y no el atropello de la dignidad humana. Vamos a pedir por los que no tienen fe para que encuentren en el camino de luz de la fe, la felicidad que Cristo nos ofrece comprada con su sangre y su dolor esta tarde. Hermanos, es el Sumo Pontífice, dice San Pablo, que ha penetrado los cielos y que desde su cielo, ahora, sin venganzas, con amor infinito en la voz de su Iglesia que peregrina en la tierra, nos está diciendo cómo nos amo cuando murió en la cruz y cómo nos sigue ahora cuando peregrinamos nosotros en pos de él. Oremos entonces... Queridos hermanos:
Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos. He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel. Un Cristo que la encarna Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos. 1 º UNA HISTORIA DE ISRAELLa vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. "Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua". La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación. Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua. Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo. Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial. 2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNAEste es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: "Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad". Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. "Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días". Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo. Mañana, Viernes Santo, cuando el tormento de Cristo culmine con su crucifixión en la cruz, ya queda aquí desde esta víspera, desde esta noche, el memorial de esa pasión. Cristo muriendo en la cruz, es el cordero cuya sangre marcando los corazones de quienes creen en El, serán libres, no padecerán los tormentos del pecado. El es el que viene a quitar el pecado del mundo, el que viene a llenar de esperanza los corazones. ¡Dichosos, hermanos, los cristianos en esta noche, cuando celebramos en esta catedral, lo mismo que en las iglesias parroquiales, en las ermitas, en las comunidades de toda nuestra Arquidiócesis, la cena con el Señor! Hoy formamos parte de su familia israelita para matar el cordero que es el mismo y comer su carne que es nuestra comunión: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Tomad y bebed, este es el cáliz de mi sangre que se derrama por vosotros para perdón de los pecados". 3º. PROLONGACION EUCARISTICA HASTA LA CONSUMACION DE LOS SIGLOSEste es el tercer pensamiento: la Eucaristía. El cuerpo y la sangre del Señor que se hacen presentes en el altar cada vez que un sacerdote celebra la Misa, es todo el sacrificio de Cristo en la Cruz, es toda la historia de Israel; desemboca allí, en el altar. Más aún, en la eucaristía nos acaba de decir San Pablo: "se anuncia la muerte del Señor hasta que vuelva". El pueblo cristiano es un pueblo que vive de un recuerdo, el del calvario; pero no como un recuerdo sino que se hace actual, más aún, se hace esperanza de futuro; ese Cristo que se hace presente en nuestra hostia de la Misa, es un Cristo que volverá, es un Cristo que ha de venir a juzgar la historia, es un Cristo en el cual todos los pueblos encuentran la solución de sus problemas, la solución definitiva. Sólo. en El se puede encontrar porque El es la esperanza de un pueblo que peregrina en la historia martirizado, atormentado pero con la esperanza de una liberación que ha de venir definitiva. Por eso, hermanos, nuestra misa de esta noche tiene que ser una oración de agradecimiento al Señor, de agradecimiento porque nos ha redimido y porque todo su dolor de la cruz, ha quedado prisionero en esa hostia consagrada del altar; y que por su sangre, que rubricó la alianza entre Dios y los hombres, se hace fresca sangre que esta misma noche está sirviendo para afirmar el pacto, la alianza eterna entre nosotros y Dios. Dichoso el pueblo cristiano que más que el pueblo de Israel que rubricó con sangre de corderos su alianza con Dios, nosotros cristianos rubricamos con sangre de Dios, con sangre de Cristo, con cuerpo inmolado de Cristo en una cruz y presente en nuestra hostia, el amor que Dios nos tiene y la esperanza que nosotros ponemos en El. Por eso, hermanos, la Pascua cristiana que celebramos esta noche, precisamente apoyándose en los méritos del crucificado de mañana, Viernes Santo, y en la Resurrección de Cristo celebrada el Sábado Santo en la noche, esta Pascua que es pasión, muerte y resurrección de Cristo, ha querido el Señor que la celebremos en un marco de amor y de humildad. UN MARCO DE AMORPor eso el relato evangélico de hoy comienza con esa frase tan estupenda: "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar -Paso Pascua- de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo ". A lo largo de toda la historia nadie conoce un amor, diríamos, tan loco, tan exagerado: de darse hasta quedar crucificado en una cruz. No hay amigo que haya dado su vida por el amigo con tanto derroche de dolor y de amor como Cristo nuestro Señor. Este es el marco de nuestra Pascua. Y por eso Cristo nos dice: esta será también la señal del cristiano, este mandamiento nuevo os doy. Es un mandamiento que esta noche se hace fresco en nuestra memoria y en nuestra vida: que os améis como yo os he amado. Esta es la gran enfermedad del mundo de hoy: no saber amar. Todo es egoísmo todo es explotación del hombre por el hombre. Todo es crueldad, tortura. Todo es represión, violencia. Se queman las casas del hermano, se aprisiona al hermano y se le tortura, se hacen tantas groserías de hermanos contra hermanos. Jesús, cómo sufrirás en esta noche al ver el ambiente de nuestra Patria de tantos crímenes y tantas crueldades. Me parece mirar a Cristo entristecido desde la mesa de su Pascua mirando a El Salvador y diciendo: Y yo les había dicho que se amaran como Yo los amo. Reflexionemos, hermanos, en esta noche en que el marco del amor es un reclamo para celebrar nuestra Semana Santa. No está celebrando su Semana Santa quien está abrigando en su corazón sentimientos de egoísmo, sentimientos de crueldad para con el hermano. Solamente celebra la Pascua con Cristo el que sabe amar, el que sabe perdonar, el que sabe explotar las fuerzas más grandes que Dios ha puesto en el corazón del hombre, es el amor. Queridos jóvenes, los devotos de la violencia y del vicio, los que ya han perdido su fe en el amor y piensan que el amor no arregla nada, aquí está la prueba de que sólo el amor lo arregla todo. Si Cristo hubiera querido imponer la redención a fuerza de armas o a fuerza de incendios y violencias, no hubiera logrado nada. Inútil, más odio, más maldad. Pero porque Cristo puso la clave en el corazón de la redención, en esta noche nos dice: "Este es mi mandamiento: que os améis como yo os he amado". Y para que veáis que no sólo son palabras, esperad ya esta noche, esta noche en que voy hasta sudar sangre ante la maldad de los hombres y el dolor de mis sufrimientos; y mañana, cuando como cordero silencioso me veáis pasar con la cruz a cuestas y morir en un calvario, sabed que no llevo ningún resentimiento para nadie, que desde el fondo del alma voy gritando: " ¡Padre perdónalos porque no saben lo que hacen!". Miremos, hermanos, el gesto del amor personificado. Y en nuestras tentaciones de venganzas, de resentimientos, de egoísmos, de crueldades, no miremos el ejemplo triste de los hombres que se odian; levantemos la mirada hacia el amor que se hace cordero, que se hace comida, que se hace pascua, que se hace alianza. UN MARCO DE HUMILDADY Cristo nos enseña también que para llegar a esas alturas, el camino es la humildad. Y por eso obliga a los sacerdotes más que a predicar con palabras a predicar con un gesto que ahora vamos a desarrollar aquí en la Catedral, como en todos los templos donde se está celebrando la Semana Santa. Cristo nos dice: "me llamáis maestro y Señor y lo soy, pues si yo soy vuestro maestro y vuestro Señor haced lo que yo hago". Y despojándose, comienza a sentirse esclavo postrándose ante los apóstoles para lavarles los pies. Era el servicio de los esclavos lavar los pies de los comensales, lavar los pies, como el servicio humilde del lustrador que ante el señor a quien le limpia los zapatos está como un siervo; también Cristo, más todavía, siendo Dios -dice San Pablo- se despoja de su categoría de Dios y aparece como un hombre cualquiera, como un esclavo. Esta noche, humillándose ante los pies de sus apóstoles, ante el misterio Judas y mañana con la muerte de los esclavos, porque la crucifixión no se daba a los ciudadanos romanos sino a los esclavos del pueblo romano. Esclavo el que es Dios, humilde el Señor de los señores. ¡Qué gran ejemplo para esta hora de orgullos, de variedades y de soberbias! Por falta de humildad el mundo es que está como esta, porque nadie quiere ser inferior a nadie, porque queremos que el mundo gire a nuestro alrededor, porque nos hemos endiosado, porque nos hemos idolatrado. Es necesario- hermanos, botar tantos ídolos, el del yo ante todo, para que seamos humildes y solo desde la humildad sepamos ser redentores, sepamos ser colaboradores de la verdadera colaboración que el mundo necesita. Liberación que se grita contra otros, no es verdadera liberación. Liberación que procura revoluciones de odios y de violencias quitando la vida de los demás o reprimiendo la dignidad de los otros, no puede ser verdadera libertad. La verdadera libertad es aquella que se hace violencia a sí misma y como Cristo, casi desconociéndose que es soberano se hace esclavo para servir a los demás. Estos son los verdaderos liberadores que en esta hora tremenda están pidiendo a nuestra Patria corazones humildes, corazones en los cuales brille el amor como característica cristiana. PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTARHermanos, recojamos de nuestra Pascua, de nuestro jueves Santo de 1978, todas estas lecciones preciosas del Divino Redentor. Y ya que necesitamos la liberación de tantas esclavitudes, hoy nos hemos asomado donde está la clave para romper tantas cadenas y tantas cárceles, en el amor, en la humildad, en Cristo. Nuestra esperanza puesta en El, un cristiano vivido con autenticidad, una Iglesia que siga proclamando ante el mundo que sólo en Cristo está la esperanza. Imitándolo a El en el amor y en la humildad está el verdadero camino. Asistamos pues ya a este gesto que indignamente voy a tratar de imitar en el Divino Maestro y Señor, para predicar a ustedes, hermanos, no sólo con la palabra sino como yo les suplico que lo hagamos siempre: con el ejemplo silencioso, callado, del amor y de la humildad. Hermanos sacerdotes:
...que en esta mañana junto con el Obispo son ante el pueblo de Dios el signo más elocuente de la presencia misericordiosa del Redentor en el mundo. Queridas religiosas; Queridos fieles: En las lecturas del evangelio encontramos el modelo de una homilía. Después que Cristo lee el pasaje bíblico de Isaías dice estas palabras: "Hoy se cumplen aquí estas cosas". Ese es el papel de la homilía : decir que la Palabra de Dios que se ha leído no es una historia del pasado, sino que se está realizando aquí en medio de nosotros. Y si siempre es así: que donde quiera que se celebre la Misa y proclama la palabra de Dios un sacerdote o un cristiano, allí se está realizando esa palabra y está iluminando esa realidad de manera especial. Hermanos, esto tiene actualidad el Jueves Santo por la mañana. Hoy se están cumpliendo aquí esas cosas. ¿Qué cosas? La maravilla del espíritu de Dios que ha querido ungir a la humanidad con su propia dignidad y hacerlo participante de su vida divina. Esta es la Misa Crismal, la misa del Santo Crisma, la Misa en que rendimos honor al Espíritu Santo que unge con su fuerza divina al presbiterio para hacerlo ministro de la misericordia de Dios para el pueblo, y unge también al pueblo con el carácter sacerdotal que ustedes, queridos laicos, han recibido desde el día del bautismo. LA UNCION¿Que es la unción? La unción, significa una participación de los poderes divinos, de la dignidad divina y por eso sólo el Espíritu de Dios puede ungir. Esta Misa en que vamos a consagrar, a bendecir aquellos aceites sagrados que son el signo de esa unción del Espíritu de Dios al mundo, a la humanidad, es el recuerdo y la realidad de tres unciones que vamos a celebrar esta mañana. 1º. La unción personal de Cristo. 2º. La unción de nosotros los ministros, los del sacerdocio ministerial. 3º. La unción del Espíritu de Dios a todo el pueblo de Dios. 1º. LA UNCION PERSONAL DE CRISTOEn primer lugar es Cristo el ungido; eso quiere decir Cristo: el ungido, el ungido por excelencia. Pero si nosotros hombres para ser ungidos se nos aplica el aceite sagrado que es el signo de la unción, a Cristo no fue necesario administrarle un sacramento porque su humanidad fue ungida desde el principio de su ser. La unción de Cristo consiste en que el Espíritu Santo, como le anunció el ángel a María, forma en las entrañas de la Virgen un ser humano, alma y cuerpo; y a esa alma y a ese cuerpo que comienza a ser el hombre Cristo, el Espíritu Santo lo asume a la vida divina de tal manera que los miembros de Cristo son al mismo tiempo miembros de Dios. Habla el lenguaje de un hombre de la tierra, pero su lenguaje transmite directamente el mensaje de Dios. Sufre los tormentos de la pasión y no es simplemente un hombre el que está sufriendo, sino que en ese hombre está la dignidad de Dios; y por eso el sufrimiento de la pasión de Cristo tiene el poder redentor porque está esa humanidad que sufre, ungida desde las entrañas de su madre Santísima con la potencia, con la virtud del Espíritu Santo. Cristo pues, es la plenitud, es la fuente de la unción divina. Si Dios ha querido comunicar su vida a los hombres, comienza por hacer Dios a un hombre que al mismo tiempo que hombre, es Dios, Cristo, el Niño Dios, el joven, el hombre: es Dios y es hombre. Esta es la unción substancial de nuestro Señor Jesucristo. Y ahora en la mañana del Jueves Santo, cuando vamos a adentramos a meditar en la pasión y en la resurrección de ese hombre que redimió al mundo y le devolvió la vida perdida por el pecado, ¡qué hermoso pórtico este de la celebración de los santos óleos: la celebración de la unción! Diríamos que esta mañana es una fiesta en honor del Espíritu Santo que unge a Cristo y le venimos a decir: Gracias Divino Espíritu que tuviste la potencia de hacer en las entrañas de una Virgen, un ser humano capacitado para ser ungido con la vida de Dios. 2o. LA UNCION DE LOS DEL SACERDOCIO MINISTERIAL EL OBISPO Y LOS SACERDOTESY esa vida de Dios que Cristo recibe ya en el principio de su ser, la unción única, la plenitud de la gracia, la fuente, de allí deriva para todo hombre que quiera creer en Cristo, la unción del cristianismo. Pero para poderse hacer capaz, esa fuente que es Cristo y llevar esa vida de Dios a todo el mundo, a todos los hombres, necesitaba un organismo, un canal y eso somos los sacerdotes. En cada diócesis un obispo rodeado por estos colaboradores necesarios que son los presbíteros, son el instrumento: obispo y sacerdotes, para poder llevar la vida de Dios al pueblo, el perdón de Dios al pueblo que peca, el alimento de Dios en la hostia consagrada al pueblo que necesita alimentarse, el perdón de Dios al niño que nace manchado con el pecado original. La fuerza del Espíritu Santo en la confirmación que da el obispo; la santificación del amor, cuando un hombre y una mujer quieren hacer de su amor una señal del amor de Dios, allí está también un sacerdote dándole el sentido divino a ese amor del matrimonio. Y cuando llega la hora de emigrar de la tierra a la eternidad, allí está también el instrumento de la misericordia de Dios, un sacerdote llevándole el viático, la última absolución, la unción del enfermo, el espíritu de Dios que unge los miembros del enfermo para poderse hacer capaz de redimir al mundo como miembros de Cristo crucificado y tener también la fuerza para emprender el viaje a la eternidad. Hermanos, cuando pensamos esta mañana en el Espíritu Santo ungiendo al sacerdote, ¡qué respeto nos merece este hombre hoy,- tan vilipendiado como Cristo, el gran bienhechor de la humanidad!; pero incomprendido, el que predica el mensaje de salvación y se le distorsiona porque estorba en este mundo. El que convive con el pobre, con el miserable, con el campesino y lo defiende y quiere como Cristo nuestro Señor predicar la liberación a los pobres, a los oprimidos, a los prisioneros, a los que sufren. Este es Cristo que está en medio de nosotros, como dice el Concilio en la persona del Obispo, a quien asisten los presbíteros: es Cristo que está presente para enseñar, para santificar y para gobernar, para conducir al pueblo de Dios. QUE DIOS PAGUE EL HABER SIDO FIELES A VUESTRA ORACIONYo quiero aprovechar esta mañana sacerdotal para decirle a mis queridos sacerdotes presentes en esta ceremonia o que no han podido venir porque precisamente están allá en los pueblos lejanos atendiendo sus ministerios, quiero decirles a mis hermanos sacerdotes: mil gracias queridos hermanos, que Dios os pague el haber sido fieles a vuestra vocación. Y, sobre todo, el sentir que sólo en comunión con el obispo, que aunque sea el más indigno de los sacerdotes es el signo de la unidad sacerdotal y del cual como que depende toda la vida espiritual de la diócesis. Y por eso el sacerdote necesita estar en comunión con el obispo. No se entiende un ministerio sacerdotal al margen del obispo; no se entiende una palabra de sacerdote dicha en un templo, que no esté acorde con la predicación, con la enseñanza del obispo; no se concibe un sacerdote administrando sacramentos si no está conectado con aquel que es como la fuente en la diócesis, como signo de esa fuente que es Cristo. Por eso, gracias queridos sacerdotes, por que en la casi totalidad del clero, todos dan este testimonio de comunión con su obispo. LO QUE MAS ANHELA EL OBISPO ES LA UNIDAD CON SU CLEROSi en algo el obispo ha ofendido a un sacerdote y por eso tal vez no exista la plena unidad con él, en esta mañana en que Cristo nos pide la unión sacerdotal como señal de su presencia, de su gracia, de su vida al pueblo, yo, queridos hermanos, les quiero pedir perdón. Yo quiero decirles que el obispo nada anhela como la unidad con su clero y que nada le aflige tanto como el cisma, la separación, la desunión de sus sacerdotes. Y que el pueblo nos está reclamando esa unidad porque el pueblo es el que sufre víctima de la desunión si existiera, así como el pueblo es el que se beneficia en la exuberancia de una vida espiritual en la medida en que permanecemos unidos con el obispo, y el obispo y los sacerdotes tratamos de estar unidos con la fuente de la gracia que repartimos con Cristo Nuestro Señor. Por eso, hermanos sacerdotes, en esta mañana es nuestra responsabilidad sacerdotal, el objeto principal de nuestro culto en las ánforas sagradas que ustedes mismos van a traer para que las consagremos, y que la gracia de los sacramentos siga siendo fuente de vida para el pueblo, está simbolizada nuestra ordenación sacerdotal en esta mañana de Jueves Santo. Queridos hermanos sacerdotes, ¡qué hermoso es hacer un recuerdo de aquella mañana inolvidable en que nuestras manos tendidas ante un obispo eran ungidas con ese sagrado Crisma que ahora vamos a consagrar! yo, como obispo, recuerdo aquel día también. Fue en 1970, un 21 de junio, allá en el estadio de los Hnos. Maristas, ante un pueblo que veía como una catequesis la unción episcopal. El sagrado Crisma que ahora yo voy a consagrar, fue el que ungió mi cabeza para hacerme Pastor, entonces colaborador del venerado anciano Mons. Chávez y González a quien ahora tengo el honor inmerecido de estar sucediendo. Y así ustedes, queridos sacerdotes, recordarán la mañana inolvidable de su ordenación sacerdotal. ¡Qué hermoso, hermanos, fieles, muchos de ustedes familiares de sacerdotes, o pueblos, comunidades donde están siendo conducidas con tanto amor y tanta sabiduría por estos dirigentes del pueblo de Dios! Démosle gracias al Señor por haber escogido a estos hombres desde su seno materno para la gran vocación sacerdotal. Esta mañana vamos a renovar con los queridos sacerdotes, nuestros compromisos sacerdotales y vamos a pedir a ustedes, pueblo de Dios, que recen mucho por nosotros para que seamos dignos de esta unción del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que nos capacita por medio del carácter sacerdotal que ha marcado nuestra alma para siempre, es el Espíritu Santo al que ofendemos cuando despreciamos al sacerdote, es el Espíritu de. Dios al que honramos cuando atendemos así como el honor que me están haciendo en esta mañana ustedes de atenderme, no a una palabra de hombre sino aquel del que pudo decir Cristo al pronunciar su homilía: "el Espíritu de Dios sobre mí, a evangelizar me ha enviado". Sigue diciendo Cristo en sus sacerdotes : es el Espíritu de Dios". Yo les agradezco, hermanos, esas múltiples manifestaciones de oración, de solidaridad que han manifestado al magisterio del obispo durante este año recién pasado, año tan difícil pero año tan consolador cuando hemos visto florecer la palabra de Dios por todas partes gracias a la unidad, a la colaboración, a la fidelidad con que los sacerdotes todos estamos tratando de ser servidores de Dios, de su palabra, de su espíritu; para ustedes pueblo llamado por Dios, a ser también un pueblo sacerdotal. 3º. LA UNCION DEL ESPIRITU DE DIOS A TODO EL PUEBLOY esta es la tercera idea: la unción que celebramos esta mañana, no sólo unge a Cristo en su persona, en su naturaleza humana que se hace tan íntimamente naturaleza de Dios, sino que nos ha ungido también a nosotros los presbíteros el día de nuestra ordenación sacerdotal. Pero es todo esto en función de ustedes, hermanos, en función de ustedes hasta el punto que Cristo mismo puede decir: "no he venido a que me sirvan sino a servir y dar mi vida por ustedes". Y así cada uno de nosotros, sacerdotes, sabemos que nos hemos ordenado no para nosotros sino para ustedes. Si algo tenemos que cuidar para nosotros, no nos viene de la ordenación sacerdotal, nos viene precisamente del bautismo que con ustedes hemos recibido. CON UDS. SOY EL CRISTIANO, PARA UDS. SOY EL OBISPOY esta mañana, aquí en la Catedral de San Salvador, haciendo mía la palabra del famoso obispo San Agustín puedo decirles: "con ustedes soy el cristiano, para ustedes soy el Obispo." El cristiano es un nombre que me llena de esperanza y me hace esperar la redención y la salvación mía también. El nombre de Obispo es mi responsabilidad que me hace temblar pero que al mismo tiempo me hace confiar en la potencia de Dios que me ha dado este cargo. Así puede decir cada sacerdote también: para ustedes somos el presbiterio, para ustedes somos los cristianos. Antes que ser sacerdotes somos cristianos y cristianos con ustedes, creemos las mismas verdades, esperamos la misma esperanza, tratamos de amarnos; con ustedes tenemos unos y otros que amarnos también en señal de cristianismo. Antes que sacerdotes y obispos, somos cristianos, somos pueblo de Dios. Y por eso, hermanos, comprendámonos mutuamente en este sublime ministerio del sacerdocio; y ustedes, pueblo sacerdotal, sepan descubrir su grandeza, el Espíritu Santo los ungió, nosotros sacerdotes fuimos instrumentos cuando en la pila bautismal no sólo el agua del bautismo lavaba el pecado original sino que el Crisma que ahora vamos a consagrar, también ungió la cabecita del niño que se bautizaba para significar que desde este momento ya es participante del Cristo sacerdote, profeta y rey. Y así todos ustedes, queridos hermanos religiosos, religiosas y laicos, que no han recibido otro sacramento distinto del bautismo, por el bautismo, así como nosotros bautizados, llevamos esa marca de la unción del Espíritu Santo, el carácter del cristiano, el pueblo de Dios, ungido para ser pueblo sacerdotal, pueblo profético, pueblo que debe de reinar con Cristo y hacer reinar los principios divinos del Evangelio. Pueblo sacerdotal inmerso en tantas ocupaciones en el mundo. Piensen las diversas ocupaciones que están presentes en esta reflexión, tal vez profesionales, profesores, obreros, campesinos, vendedoras del mercado, señoras de su casa, cocineras, todo eso es pueblo de Dios que está santificando todos esos ambientes del mundo. La santidad de Ustedes allá en el siglo es la santidad que santifica al mundo. LA UNCIÓN DEL PUEBLOEsta mañana, hermanos, Cristo que va a morir por nosotros nos pide la colaboración de nuestra santidad personal, que es redención que nos salvó del pecado original y nos incorporó a su cuerpo místico para hacer prolongación de Cristo en el mundo y en la historia, ese Cristo que nos hizo por el bautismo miembros suyos, nos está pidiendo, hermanos, comprender nuestra dignidad, nuestra responsabilidad y hacer de nuestra vida un verdadero sacramento de la misericordia, de la gracia, de la verdad, de la justicia de nuestro Dios. Un pueblo profético, un pueblo que anuncia las maravillas de Dios y que denuncia la maldad de los hombres. Un pueblo que se une en la santidad de una doctrina y que reclama en las exigencias de Dios ante los hombres que atropellan la dignidad humana, que abusan de su poder, de sus riquezas, pueblo que tiene que proclamar la justicia del Señor, pueblo profético. Por eso no se entiende que un bautizado sea un cobarde, mucho menos un traidor, porque sería un Judas. Todos llevamos esa responsabilidad como pueblo ungido por el Espíritu Santo. Queridos hermanos, vamos a celebrar en la consagración de las tres ánforas que ya van a ser traídas al altar, esta triple consagración: La consagración de Cristo, el sacerdote eterno, el Profeta único, el Rey universal pero que ha hecho derivar a estos queridos hermanos sacerdotes y a este indigno servidor de ustedes, su dignidad de sacerdote, profeta y rey para conducir, para guiar al pueblo de Dios en el ministerio sacerdotal y que en tercer lugar ha ungido a ustedes pueblo de Dios, para que como pueblo de Dios celebremos las maravillas de su redención en esta Semana Santa, no como algo extraño sino como algo que somos nosotros como pueblo ungido que nos identifica con Cristo, somos los protagonistas del Cristo que va con su cruz a cuestas. El pueblo que sufre, del pueblo que muere en la cruz, pueblo acribillado pero del Cristo que después de tres días, resucita llenando las esperanzas después del sufrimiento. Pueblo salvadoreño que por el bautismo se ha hecho pueblo de Dios, hagamos honor a esta unción que juntos, como pueblo sacerdotal vamos a celebrar agradecidos al Señor. Queridos hermanos:
EL SENTIDO LITÚRGICO DE LAS CELEBRACIONESHace siglos Jerusalén fue signo de todos los pueblos del mundo. La Iglesia recoge ese signo. Y así como Jerusalén vivió aquel Domingo de Ramos bajo la luz de su esperanza, sus realidades de entonces, ahora cada ciudad, cada nación, cada pueblo, este domingo encarna esa esperanza que Cristo trae en las propias realidades nacionales, en las propias realidades de nuestra vida. Esto es lo que se llama el sentido litúrgico de las celebraciones. La liturgia no es recuerdo, aquí no estamos solamente recordando que hace veinte siglos Cristo entró a Jerusalén. La liturgia es presencia, es signo de realidades. La realidad es que hoy, este día 19 de marzo de 1978, entre panorama de palmas de catedral de San Salvador, Cristo está entrando aquí, a nuestras realidades salvadoreñas; y donde quiera que se está celebrando el Domingo de Ramos -y yo sé que a través de la radio lo estamos celebrando en diversas poblaciones, caseríos y cantones- allí está Cristo entrando como hace veinte siglos a Jerusalén en la realidad de esta presencia de la liturgia de nuestra Iglesia. Por eso, hermanos, yo les invito, desde este solemne pórtico de la Semana Santa, a vivir esta Semana Santa no como un recuerdo del pasado sino a vivirlo con la esperanza, con la angustia, con los proyectos, con los fracasos de nuestro mundo de hoy, de nuestra patria de hoy, para que Cristo nos cobije así como hace veinte siglos a Jerusalén y al mundo entero que había de vivir de su redención. Para vivir este día recordemos los dos aspectos de la ceremonia. La primera parte triunfal: Cristo entra a Jerusalén y un pueblo sale a su encuentro entre hosannas y alegrías. Pero al entrar a la Catedral, como si Cristo entrara a Jerusalén, el ambiente se ensombrece y todo se torna de pasión. Y acaban de escuchar, en la voz de tres seminaristas casi dramatizar aquí ante nosotros, la lectura de la pasión de Cristo según San Mateo. Yo quisiera preguntar, hermanos, a la luz de esta celebración y para vivir plenamente nuestra Semana Santa, estas tres preguntas que debían de estar flotando en la conciencia de todo cristiano reflexivo de esta Semana Santa de 1978. - ¿Qué encuentra Cristo cuando entra a Jerusalén y qué encuentra Cristo ahora aquí? - ¿Quién es el que entra a Jerusalén, y el que va a cargar con esa cruz y el que va a morir entre ignominias tan espantosas? - ¿Qué compromiso supone para nosotros, su pueblo, esa fe en ese Cristo que vive redimiendo todavía a nuestra Patria y a todo el mundo? ¿QUÉ ENCUENTRA CRISTO CUANDO ENTRA A JERUSALÉN Y QUÉ ENCUENTRA CRISTO AHORA AQUÍ? LO QUE ENCONTRO CRISTO EN JERUSALÉNA la primera pregunta ¿qué encontró Cristo cuando entró a Jerusalén? Encontró visiblemente un pueblo bueno, unos niños, una juventud, una muchedumbre de peregrinos que salieron a su encuentro. Lo acabamos de representar al vivo. Uds. son esa muchedumbre buena, ese pueblo sencillo, esas almas que acogen con esperanza a Cristo, es el "resto" de Israel. Las promesas desembocaban entonces en ese pequeño pueblo que salió a recibirlo. Las promesas hechas a Abraham, a Moisés, a David; toda la veta del Antiguo Testamento viene a aflorar en este domingo de Ramos. El pueblo que había recibido promesas de un Redentor siente que ha llegado ese Redentor y le sale al encuentro. Hay un momento de luminosa fe, es el pueblo que acoge a Jesús. Yo veo en Uds., querido pueblo que ha acudido a esta ceremonia y está rodeando los altares de todos nuestros templos en la Patria, el pueblo que espera de Cristo y sale feliz y sencillo a su encuentro. Dios no lo puede defraudar. Pero lamentablemente Cristo encuentra debajo de este pueblo que se alegra, el pecado. Él viene a quitar el pecado del mundo, Él viene a enfrentarse con esa fuerza de infierno, Él va a sentir ya en su propia carne el latigazo del demonio, del pecado, por meterse a redentor. Y así encuentra un templo convertido en mercado: "Quitad de aquí todo esto -dice Cristo-, mi casa es casa de oración y vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Encuentra Cristo unas autoridades que tergiversan su mensaje. Encuentra una clase dirigente que ha torcido los destinos de ese pueblo y que lo puede orientar de este hosanna del Domingo de Ramos a una petición de condena el Viernes Santo. ¡Ah, lo que son los dirigentes de los pueblos! Si son buenos y competentes orientan al pueblo hacia el encuentro de Cristo, Redentor de los pueblos; pero si son ineptos y si llevan el pecado, la ambición, el egoísmo, seducen al pueblo hacia la perdición. Así sucede que Cristo encuentra maquinaciones hipócritas para perderlo, encuentra envidias que le dicen: "¿que no miras lo que gritan esos muchachos? Cállalos, que haya orden". Y Cristo les dice: "Si ellos callaran, las piedras hablarán. A Uds. lo que les pasa es que tienen envidia, pero si ustedes y los hombres no quieren aclamarme, las piedras mismas me aclamarían. Soy Dios que vengo a redimir al mundo y no tengo que encontrar oposiciones". Encuentra Cristo una tremenda injusticia social, un pueblo del cual Él ha dicho: "Me da lástima esta muchedumbre porque anda como ovejas sin pastor". b) LO QUE ENCUENTRA CRISTO ENTRE NOSOTROSEso encuentra Cristo en Jerusalén; y trasladando el paisaje, porque la liturgia no es recuerdo sino vivencia, ¿qué encuentra Cristo este domingo de Ramos de 1978, aquí, entre nosotros? También hermanos, un pueblo bueno. Yo estoy feliz de este pueblo que ha salido hoy con palmas y alegría a cantarle hosannas al Redentor. Yo siento la pureza de tantos niños, de tantos jóvenes, de tanta gente consagrada al Señor en la piedad sencilla, orando, pidiendo misericordia. Yo siento la presencia de un pueblo verdaderamente "resto" de fe y esperanza. Acrezcamos ese pueblo, hermanos, el pueblo que ha salido hoy al encuentro del Señor. Pero lamentablemente así como en Jerusalén, encuentro detrás de esta muchedumbre que llena de alegría el corazón de Cristo, encuentro también el pecado, el pecado en sus formas horripilantes que van a matar también a Cristo en esta Semana Santa, lo están matando. Es la Semana Santa de un tiempo en El Salvador que da lástima. Yo no sé cuántas cosas pudieran sacarse de los antros y de las tinieblas para presentarlas a Cristo, a sus divinas reprensiones y llamamientos de conversión. Pero yo encuentro, como lo hago de costumbre los domingos, estas tres cosas en estos próximos días: UNA SEMANA SANTA POST-ELECTORAL DE FRUSTRACIÓNUna Semana post-electoral de frustración. Es un pueblo que no tiene ya ilusiones en una apertura democrática para expresar lo que él quiere en política. Yo tengo el testimonio de una urna donde dice que sólo se acercaron a votar el 46 % de los que estaban en la lista; y ese 46 % al revisar los votos, aparece un 52 % de votos nulos, votos que en vez de expresar la voluntad, expresan su represión, expresan su insulto, expresan su ofensa o simplemente se abstienen. Pecado de abstencionismo es lo que encuentra Cristo en este domingo de Ramos. Cuántos valores que se podrían aprovechar para el bien común del pueblo no se pueden aprovechar. El derecho que es uno de los signos de los tiempos a participar en la construcción de la propia Patria, se siente frustrado; es un derecho que se ha conculcado una vez más. He aquí, pues que el Señor encuentra este pecado. El pecado de una democracia despedazada, reprimida, de unos hombres que no pueden expresar su voluntad que quisieran expresar para el bien común. UNA SEMANA SANGRIENTA¿Qué otra cosa encuentro en esta Semana Santa? Una semana sangrienta. Dos retenes matan a dos personas. Allá en Planes de Renderos, José Estanislao Recinos cuyo cadáver se niega a su esposa. Cerca del cine Apolo, una señorita. En el departamento de Chalatenango aparece matado, después de haber sido capturado, el mayordomo de la ermita del Conacaste, Otmaro Guardado; era un hombre bueno. Y en la capital, hace apenas tres días, se disuelve a fuerza de armas una manifestación de campesinos que acudía a la promesa de dialogar en el Banco de Fomento Agropecuario sobre rebaja de precios de arrendamiento de tierras, abonos, insecticidas. Porque nuestra gente tiene hambre necesita tierra para trabajar, necesita con quién dialogar para encontrar una solución a sus problemas. Muertos y heridos, es el saldo de ese anhelo; entre los muertos, un niño de la Escuela Rodezno, un oficial de la Policía, entre los heridos, mucha gente que iba simplemente de transeúnte. Hermanos, esto es lo que encuentra Cristo en esta Semana Santa. Y finalmente encuentra Cristo un tercer aspecto: Arbitrariedades, injusticias. Al campesino Leonardo Muñoz Pacheco se le acusa de haber incendiado la alcaldía de El Paisnal y no se dan cuenta que un día antes lo han capturado. ¿Cómo iba a estar en el incendio? Y junto con él se acusa a otros campesinos, los cuales se publican sus declaraciones sacadas a la fuerza, sin duda. Y que luego, sus declaraciones ante la Cámara donde deben declarar ya libremente, niegan haber sido cómplices. Eso no se publica y quedan manchados esos nombres con una mala fama. No importa cometer injusticias, manchar prestigios, el honor de los hombres. ¡Oh, Jesús, esto es lo que encuentras en la Semana Santa! Funebunda Peña Bonilla, madre de cuatro hijos, y los obreros Jesús Estrada Díaz y Fermín Domínguez, aparecen en declaraciones extrajudiciales como fabricantes de explosivos y no se publica que niegan esos cargos cuando declaran ante la Cámara. Campesinos de San Vicente guardan prisión desde hace tres meses y no se tiene en cuenta los documentos del Ministerio de Agricultura y un depósito de 6.000.00 colones en el Banco de Fomento Agropecuario que los favorece. ¡Qué poco importa la suerte del pobre, del campesino, cuando están otros intereses más valiosos y más respetables! Hermanos, ante estos acontecimientos, la Semana Santa, voz de Dios, voz de un Cristo que viene a redimir, nos dice que es necesario no acallar la voz, el reclamo justo. A mí me da miedo, hermanos, cuando leyes represivas o actitudes violentas están quitando el escape legítimo de un pueblo que necesita manifestarse. Si se quitan estas como válvulas de escape, ¿qué sucede con la caldera que está hirviendo y no tiene válvulas de escape? Puede estallar. Todavía es tiempo, es tiempo de dar a la voz de nuestra gente la manifestación que ellos desean. Con tal de que haya al mismo tiempo la justicia que regula; porque naturalmente hermanos, cuando defendemos estas justas aspiraciones no estamos parcializándonos con reclamos terroristas. La Iglesia no está de acuerdo con la violencia de ninguna forma, ni la que brota como fruto de la represión ni la que reprime en formas tan bárbaras. Simplemente llama a entenderse, a dialogar, a la justicia, al amor. Estas son las fuerzas de la Iglesia. Y por eso, desde el amor, desde la justicia, pedimos, hermanos, oraciones y comprensión para los muertos de estas circunstancias, para los heridos, para los golpeados, para las víctimas de tantos atropellos. Pedimos respeto a la vida de los heridos y de los prisioneros. Respeto a sus vidas; que se lleven a los tribunales bajo leyes justas y se aplique ciertamente la justicia pero no el atropello ni la grosería. Y que se haga un ambiente donde se pueda manifestar la voluntad justa de los hombres. Acabo de estar en Costa Rica, también allá acaban de pasar las elecciones; todavía ondean sobre los techos banderas de diversos colores y oigo la alegría de un pueblo que ha sabido discutir a sus candidatos, sus partidos; que ha ido a dar su voto con plena libertad y que está satisfecho de la voluntad mayoritaria, y que todos están dispuestos al trabajo del bien común. ¡Qué hermosa es una democracia auténtica, un sentido de justicia, de respeto a la expresión del pueblo! Esto es lo que Cristo encuentra, hermanos; porque el Domingo de Ramos, la lectura de la pasión, nuestras procesiones de Semana Santa, no quieren ser alienación, no quieren ser opio; quieren ser el fermento del evangelio, la presencia de un Cristo que entra fustigando el pecado aunque le va a costar dentro de pocos días la muerte en una cruz. Muere por meterse a redentor, muere por la justicia, muere amando pero en Él encontramos la esperanza de nuestros pueblos. 2º. ¿QUIÉN ES EL QUE ENTRA A JERUSALEN Y EL QUE VA A CARGAR CON ESA CRUZ Y EL QUE VA A MORIR ENTRE IGNOMINIAS TAN ESPANTOSAS?Y este es mi segundo pensamiento: ¿Quién es el que hoy entra a Jerusalén? a) CRISTO CON SU PUEBLOEl que hoy entra a Jerusalén lo describen las lecturas de hoy. La primera lectura del profeta Isaías nos presenta un pueblo casi desesperanzado, un pueblo abatido. Y Dios suscita un misterioso siervo al que le dice: "Escucha mis palabras, tú vas a ser el representante de todos los crímenes, sobre ti va a descargarse mi justicia divina, pero tú vas a aprender en tu sufrimiento a consolar, a dar liberación, a orientar a los pueblos". Y este siervo de Yahvé, que los comentarios de la Biblia no aciertan a decir con seguridad quién es, ciertamente puede ser el pueblo pero puede ser Cristo y más Cristo, pero no un Cristo sin su pueblo. Este misterio que en la Biblia se conoce como personalidad comunitaria, es decir, un hombre que encarna una personalidad y una personalidad que se difunde en un conglomerado, un Cristo que se ha hecho solidario de todos nosotros y nosotros que sentimos que la Suerte de Cristo es nuestra suerte. Sentimos en el Cristo de la Semana Santa con su cruz a cuestas, que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado pero que desde Cristo, un pueblo que crucificado y humillado, encuentra su esperanza: "Te he enseñado a dar palabras de consuelo, has aprendido en el dolor a consolar a los demás". Queridos hermanos, este llamamiento de la Semana Santa, del Domingo de Ramos, no es para predicarles un conformismo; es para decirles: denle a su sentido de tribulación, un sentido de pobreza divina; denle a su sufrimiento, un sentido de redención; acepten la cruz, abrácenla como Cristo; no pasivistas pero sí con amor que construye una civilización de libertad y de amor, que aunque no la veamos aquí como el siervo de Yahvé, la alcanzaremos aunque sea a través de la muerte como Cristo. No importa la muerte cuando detrás de la muerte está el clima de libertad, de amor, de igualdad, de felicidad. Caminamos entonces hacia ese clima que el Redentor nos ofrece. CRISTO HECHO HOMBREY más elocuente, la segunda lectura, la de San Pablo, es un himno a la encarnación, es un himno del Dios que renuncia a su categoría de Dios, deja la felicidad de su cielo y se viene a hacer hombre, hombre que no anda mencionando sus prerrogativas de Dios, hombre cualquiera -dice la Biblia hoy-, un hombre cualquiera; un hombre cualquiera que es amarrado por la autoridad de su tiempo, llevado a los tribunales, ajusticiado. Se me ocurre pensar cuando San Pablo dice: "un hombre cualquiera", esas figuras que ya estamos acostumbrados a ir viviendo en nuestros periódicos: el campesino esposado, el campesino torturado, el obrero a quien no se le reconocen sus derechos, un hombre cualquiera, así se quiso hacer Cristo. Más todavía, humillado hasta una muerte que se prohibía a los romanos porque eran libres, pero que bien se imponía a los pueblos esclavizados. Roma crucificaba pero no a sus romanos, Roma crucificaba a los pueblos que dependían de su imperio; y como Palestina dependía de Roma -Pilatos era el representante de Roma en aquel pueblo oprimido- Cristo tiene que ser humillado como un ser que no merece ni siquiera ciudadanía, muerto, humillado. Hasta allá lo llevó la encarnación, pero desde allí comienza a levantarse su exhaltación. Y en la lectura de hoy hemos escuchado: "Por eso Dios le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo y todos proclamen: ¡Cristo es el Señor!" Esta es la gloria de nuestro Redentor. Cuando en estas jornadas de Semana Santa lo miremos humillado bajo el peso de la cruz, no lo olvidemos, digamos desde el fondo nuestra fe: aunque se parece a mí, que va sufriendo, es el Señor, y aunque yo me parezco a Él llevando la cruz, participaré de su gloria; Él no ha pasado sólo el túnel doloroso de la tortura y de la muerte, con Él va pasando todo un pueblo y resucitaremos con Él. Y hemos leído la pasión, el relato más tremendo de un hombre que ha sufrido como Cristo. No hay otro. 3º. ¿QUÉ COMPROMISO SUPONE PARA NOSOTROS, SU PUEBLO ESA FE EN ESE CRISTO QUE VIVE REDIMIENDO TODAVIA A NUESTRA PATRIA Y A TODO EL MUNDO? UN COMPROMISO LLENO DE ESPERANZAY finalmente queridos hermanos, a este Cristo responde, de nuestra parte, un pueblo lleno de esperanza. ¡Qué espectáculo hermanos! Miren esas palmas. La palma es el signo de la victoria, la palma es el signo del martirio pero de un martirio que después del tormento es gloria. Por eso el Domingo de Ramos es un signo bellísimo en todos los pueblos. Con sus palmas, con sus ramos, con sus flores, el pueblo le está diciendo a Cristo que está dispuesto a ir con Él al martirio y que con Él cree que ha de vencer la victoria de la fe. Esta es la victoria que vence al mundo, vuestra fe, vuestra esperanza; no el odio, no el terror, no las armas, no la represión, no la violencia. Eso no compone nada. Lo que compone es esa fe de ustedes, hermanos, la fe de la procesión del domingo de Ramos, desfile pacífico con palmas en las manos, con una gran esperanza en el corazón, con un gran amor en el alma. Este es el caminar del pueblo de Dios. UN SEGUIMIENTO DE AUSTERIDADLa Semana Santa es un llamamiento para seguir las austeridades de Cristo, la única violencia legitima, la que se hace así mismo Cristo y nos invita a que hagamos a nosotros mismos: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo", violéntese a sí mismo, reprima en éllos brotes de orgullo; mate en su alma los brotes de avaricias, de codicias, de soberbias, de orgullo; mate eso en su corazón. Esto es lo que hay que matar, esa es la violencia que hay que hacer para que allí surja el hombre nuevo, el único que puede construir una civilización nueva, una civilización de amor. AVISOS PARA LA SEMANA SANTAPor eso, queridos hermanos, quiero avisarles para esta Semana Santa, que participemos enteramente allá en sus pueblos, en sus cantones. Me alegra mucho que esta Semana Santa se va a celebrar no sólo donde hay sacerdote, sino también donde hay comunidades de religiosas; y muchas de las comunidades de San Salvador se han desplazado también a los pueblos; y también donde hay seglares, catequistas que se han preparado con las lecturas apropiadas a organizar la Semana Santa de todos los cantones y caseríos. Si esta voz está llegando a esos cantones y caseríos, les invito, hermanos, a que participen; porque la Semana Santa es como un bautismo del pueblo, un bautismo en el que Cristo nos invita a incorporarnos a su pasión y a su resurrección. ¡Cuántos hombres nuevos saldrán de esta Semana Santa! Pero no se contenten con ir sólo a las procesiones. Yo se que para muchos la Semana Santa solo consiste en la procesión del Silencio, en la procesión del Santo Entierro; pero cuando me cuentan que en esa procesión del Silencio van borrachos, va gente abusando de la situación sagrada, cometiendo el pecado, el desorden; o cuando vienen a la procesión del Santo Entierro gente que está en paseos y vuelve después del Santo Entierro a seguir sus bacanales allá donde estaba, me da tristeza esa Semana Santa. Me parece que se acercan como los judíos a profanar, a escupir al Señor. La Semana Santa que yo quiero, hermanos, es esta que les acabo de describir, la que violenta en su propia vida el vicio, el desorden; la que va a resucitar con Cristo en la alegría de la noche del sábado Santo. Dos actos principales son los que yo quiero subrayar: primero, el jueves Santo a las 9 de la mañana, aquí en Catedral; es la única Misa. El jueves Santo en la mañana no hay misa en ninguna parte; será por la tarde en todos los templos, la institución de la Eucaristía. Pero el jueves Santo por la mañana, sólo en las Catedrales, el Obispo con todos sus sacerdotes bendice los aceites sagrados que van a servir para los sacramentos y los sacerdotes renovamos nuestro compromiso de servicio al pueblo de Dios. Queremos representaciones de todas las parroquias. Si no pueden venir los párrocos, manden, por favor, una pequeña representación de sus parroquias para que al salir de la misa puedan llevar también las anforitas de los Santos Oleos con que en las parroquias, en signo de unidad con la Catedral, se administre el Bautismo, la Confirmación, la Unión de Enfermos, etc. Ese es un acto que yo les suplico tomarlo muy en el corazón, el jueves Santo a las 9 de la mañana. Y el otro, de manera muy especial a los jóvenes el Sábado Santo a las siete y media de la noche, aquí en Catedral, la Resurrección de Cristo. Para mí estos dos actos marcan lo más profundo y más bello de la espiritualidad de la Semana Santa. A celebrar la unidad de nuestra Iglesia en torno de los pastores y a celebrar la resurrección de Cristo como un canto de victoria y de esperanza en el Señor. PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTARQueridos hermanos, aunque estamos viviendo como en un callejón sin salida, no desesperemos. En la palabra bíblica de Isaías, un poco antes de la lectura que se ha hecho hoy, dice Dios al pueblo: "¿Por qué desconfías? ¿qué acaso se ha acortado mi mano para darle bendiciones? ¿qué acaso no tengo energías para salvarte?" Hermanos, respondamos a esas preguntas de Dios con un acto de fe y de esperanza. "Si Señor, nosotros creemos que tú eres el Redentor y por eso hemos aclamado hoy con la alegría de los que te han recibido: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en los cielos!" Vamos a proseguir ahora nuestra Eucaristía donde vamos a poner en el altar de Cristo todas nuestras esperanzas y nuestros buenos deseos de celebrar una Semana Santa, digna de nuestra fe. |
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez Ciudad Barrios, El Salvador; 15 de agosto de 1917 – † San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. Archivos
Agosto 2021
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