Queridos hermanos, estimados radioyentes:
Este momento es para la Arquidiócesis un momento de familia. Gracias a esta maravilla de la radio nos sentimos una sola familia, no sólo los que en este momento se sienten cobijados bajo el techo de la Catedral, símbolo de la unidad y de la verdad de la Iglesia en el mundo. La catedral tiene algo muy especial: la Catedral donde está la sede del pastor responsable de la unidad de toda la diócesis y responsable también de la verdad que se predica en la diócesis. Pero a través de la radio sentimos que la catedral se expande a todos los rincones y nos complace mucho que este mensaje se multiplique a través de la radio. ATAQUE A LOS MEDIOS DE COMUNICACION DE LA IGLESIA Cuando hemos llamado precisamente el milagro de la radio, es porque hacemos eco a la voz del Concilio Vaticano II, que consagró uno de sus documentos a los medios de comunicación social -la radio, la prensa, la televisión y quiere despertar en sus hijos, los católicos, la responsabilidad de sostener los medios propios de la Iglesia. Y se dedica un día en el año -que va a ser, hoy, el domingo 22 de mayo: Dentro de quince días- el día de los medios de comunicación social, para despertar esa conciencia de la importancia de estos medios. Pero yo quiero anticipar esta noticia y este llamamiento, aunque ese día dentro de quince lo vamos a intensificar, porque como todos saben, los medios de comunicación de la Iglesia -nuestro periódico Orientación y esta emisora YSAX son objeto de una persecución especial. Esta semana, una bomba, como todos saben, estalló destruyéndonos algunas máquinas de nuestra Imprenta Criterio. Y en esta semana, también hemos recibido amenazas de que esta emisora posiblemente puede ser cerrada. ¿Quién sabe si es la última vez que me comunico con ustedes a través de la radio? Dios quiera que no. UNA CAMPAÑA DE DIFAMACION CONTRA LA IGLESIA Dios quiera que se comprenda que la misión de la Iglesia no es secundar campañas difamatorias contra la Iglesia. Que se comprenda que se necesita siquiera una voz para desmentir todas aquellas campañas difamatorias que ahora arrecian como una tempestad sobre la Iglesia. No es justo que se la deje sin voz cuando tiene ella que decir su palabra de defensa, de orientar a sus fieles en esta hora de confusión. Y a este llamamiento me alegro de empezar a recibir respuestas, como ésta de las comunidades cristianas de Ciudad Arce. Una carta muy bonita en que dice: "Nos sentimos fuertes al escuchar sus mensajes tan llenos de optimismo y que al mismo tiempo es la verdad misma. Pedimos a Dios en nuestras comunidades para que siempre se mantenga fortalecido de ese mismo espíritu". Muchas gracias, queridos cristianos. Yo sé que esta voz que habla, no es una voz suelta. Es que cuando un hombre habla, todo el organismo se expresa por la boca. Y así también el cuerpo místico de la Iglesia es un organismo en el que participa hasta el último cristiano, hasta el cristiano perseguido, callado, torturado. LA MISION DE LA IGLESIA Pero hay una voz en nombre de todo ese organismo que sufre, que clama y dice la verdad, la fortaleza, el aliento. Y yo siento, hermano, que yo soy esa voz y ciertamente- como lo hemos dicho en el mensaje que todos deben haber leído en los periódicos de esta semana- cumplimos una misión. Por una parte solidarizarnos con las angustias y esperanzas de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de los más pobres, de los que sufren. Y por otra parte, fíjense bien que no es hacer política cuando hablamos así. El Concilio- he puesto entre comillas esa frase dice: "Deber de la Iglesia es dar su juicio moral incluso sobre materias referentes al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas". Una frase muy hermosa del Papa Pío XI- yo era estudiante en Roma y me emocionó mucho-: "La Iglesia no hace política, pero cuando la política toca su altar, la Iglesia defiende su altar". Los derechos del hombre le interesan a la Iglesia. La vida en peligro le interesa a la Madre Iglesia. Las madres que sufren están muy en el corazón de la Iglesia en este momento. Los que no pueden hablar, los que sufren, los que son torturados, callados, le interesan a la Iglesia. No es hacer política. Simplemente la política está tocando el altar, está tocando la moral, y la Iglesia tiene el derecho de hablar su palabra de orientación moral. ABIERTO AL DIÁLOGO Se dirá que es marxismo. Queremos decir también -yo no voy a leer ahora entero el mensaje porque es muy largo, al final de la misa nuestros lectores lo harán- pero dice así (y quiero que tomen muy en cuenta estas palabras): "Queremos recordar que aún dentro de nuestras limitaciones y de los errores que como seres humanos podemos cometer". Yo reconozco, hermanos, que soy hombre y me puedo equivocar. Por eso he abierto el diálogo. Todo aquel que no esté de acuerdo conmigo venga y platiquemos, convénzanme de mis errores. Pero no me critique, no me calle sin oírme. Somos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestras capacidades de equivocarnos. Como seres humanos podemos errar todos). Sin embargo, dice el mensaje, hablando todos los sacerdotes con el Arzobispo; "Queremos ser fieles a nuestra misión profética para orientar a los hombres en medio de tantas confusiones". Esta es nuestra intención; no la tergiversen. Queremos orientar y ponemos por testigos al pueblo de Dios, que nos escucha, que nos lee: busca orientación. No le callemos esta voz que orienta. Corrijamos sus posibles errores. Estamos dispuestos a dialogar y que nos digan en que abusamos, en que nos equivocamos. Serán cosas accidentales que se pueden corregir. Pero déjennos hablar y déjennos orientar. Por eso reiteramos nuestro juramento de fidelidad a la palabra de Dios y al magisterio de la Iglesia. Esta es la orientación del sacerdote: la palabra de Dios y el magisterio de la Iglesia. Y ante esta inspiración de la palabra de Dios y el magisterio de la Iglesia, sí tenemos que decir como San Pedro ante las autoridades de Jerusalén: "No nos es lícito obedecer a los hombres antes que a Dios" y al magisterio de la Iglesia. Por tanto, somos conscientes -fíjense mucho en este equilibrio que se propone aquí-: somos conscientes de que no estaríamos en comunión con nuestra con nuestra Iglesia si anunciáramos y trabajáramos por una liberación meramente política y socioeconómica. Es decir, si la liberación, la redención que la Iglesia predica por sus sacerdotes, solamente buscara, redenciones económicas, políticas, al estilo del marxismo, que no tiene fe en Dios ni esperanza en el cielo. No sería el mensaje de la Iglesia. Que quede bien claro, pues, que la Iglesia predicando la justicia social, la igualdad y la dignidad de los hombres, defendiendo al que sufre, al que es atropellado, no es subversión, no es marxismo. Es auténticamente magisterio de la Iglesia. Ojalá, queridos hermanos, nos interesáramos por conocer lo que dice la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II. Y eso no es haber roto con las tradiciones de veinte siglos, sino evolucionarlas a los tiempos modernos. Y verán que es fácil que la confundan con el marxismo, si no se tiene en cuenta que la Iglesia vive de la esperanza, de Dios, de lo espiritual, de la oración. Y ésto le dá más impulso que a los comunistas, por trabajar por la liberación de la tierra, porque sabe que en esta tierra no existe el paraíso como lo anuncian los comunistas. El paraíso está consumado allá en la eternidad, pero ya se hace aquí en la tierra el reino de Dios, como nos ha dicho hoy el Apocalipsis, que ya Cristo vino a establecer con su resurrección una situación nueva del hombre: De santidad, de justicia, de amor. No se necesita esperar o morirse para poseer el cielo. Ya en la tierra se predica el amor. Y mientras no haya amor, no habrá más que aquella triste realidad: El hombre un lobo para otro hombre. Así están cuando se apaga el amor de Cristo en los corazones. Y la Iglesia predica precisamente el amor, aun a los mismos que la persiguen y calumnian. Como dijo Cristo: "Amad a los que os persiguen y calumnian, haced el bien a los que os aborrecen". Esto predicamos. No la venganza. No la lucha de clase. No la violencia. Si sólo uno que este ciego no puede ver que en estas circunstancias de violencias, de persecuciones, hemos estado con el que sufre, sea pobre o sea rico. Hemos defendido la vida del Canciller Borgonovo Pohl, y estamos queriendo defenderla. No queremos que lo vayan a hacer víctima de la violencia. Pero junto con esa madre de Borgonovo Pohl que sufre, estamos con las madres de todos los prisioneros, de todos los que sufren. No estamos, pues, por una clase social. También quiero, que quede bien claro esto, hermanos, porque alguno ha dicho que el nuevo Arzobispo no quiere ser obispo de los ricos, sino de los pobres. Es mentira. Pertenece a la campaña difamatoria esa frase. Desde el principio todos me han oído: Estoy con todos, abierto al diálogo con todos, dispuesto a corregir mis errores, de cualquier sector que me vengan a platicar. Los amo a todos y es mi visión amarlos para salvarlos. En mi corazón no cabe exclusión, hermanos, quiero decírselos con toda franqueza. Por tanto, pues, que la misión de la Iglesia no se confunda con el marxismo, con la subversión, con el odio, porque la Iglesia traicionaría su misión. Y si algún sacerdote es convencido de subversión, de marxismo, también tenemos que lanzar contra él la separación de la Iglesia. Pero que se convenza en juicio, en verdad. MENSAJE EQUILIBRADO DE LA IGLESIA Por otra parte -fíjense también el equilibrio de la Iglesia al decir que no es marxista, que no es subversiva- "somos conscientes de que no estaríamos en comunión con nuestra Iglesia si anunciáramos una liberación meramente política y socioeconómica. Así como también una liberación, estaría fuera de la comunión de la fe católica el sacerdote y el católico que en nombre de una tradición sin evolución y sin inmanencia, es decir, sin encarnación en los problemas temporales históricos, rechazara el magisterio del Concilio Vaticano II, de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, del Papa actual, del Obispo diocesano en comunión con el Papa. Ya que es el Obispo, en comunión con el Papa, el único maestro autorizado para enseñar y autorizar la enseñanza auténtica de la Iglesia en su diócesis. Si hermanos, porque mientras por una parte acusan a la Iglesia de marxista, de subversiva, por otra parte se quiere obligar a la Iglesia a una tradición sin inmanencia, es decir, una espiritualidad desencarnada una predicación tipo protestante que solamente se mantiene en las nubes, que canta salmos, que reza, pero que no se preocupa de las realidades temporales. Y éstos tampoco son católicos, porque toda la documentación moderna de la Iglesia se inspira precisamente en el Evangelio de hoy: "En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los uno a los otros". Y la predicación moderna de la Iglesia acentúa este amor fraternal. Quizá habíamos acentuado demasiado el amor a Dios y pensábamos que amábamos a Dios mientras tratábamos mal a nuestros hermanos. Y hoy la Iglesia exige: si de veras amas a Dios, trata bien a tu prójimo, a tu trabajador, a tu subalterno, al prisionero. Y entonces tendríamos que aun en la cárcel habría amor y en todas partes no habría ese odio, esa violencia que se nota en nuestro tiempo. La Iglesia pues, está en ese equilibrio y sepan aquellos católicos que no quieren comprender este magisterio moderno de la Iglesia, como hasta se ha llegado a escribir por un sacerdote que ya no está en comunión con la Iglesia. Porque la Iglesia no predica un amor desencarnado a Dios, sino que predica un amor a Dios que se manifiesta en el amor al prójimo. Les recomiendo que reflexionen mucho en este mensaje, porque no tiene nada de subversivo, sino simplemente una palabra de orientación. LA IGLESIA TIENE QUE HABLAR Y en conclusión, queridos hermanos, queremos decir que la Iglesia no puede vivir callada. Tiene que hablar y si por desgracia también nos callaran la emisora, busquen la palabra de Dios en el sacerdote de su parroquia; no falten a misa los domingos. También la curia diocesana tendrá cuidado de seguir publicando su boletín informativo. Búsquenlo en sus parroquias. No se mantengan aislados de esta comunión de la palabra. Porque mientras las fuerzas persecutorias, difamatorias de la Iglesia, cuentan con todos los periódicos, con todas las radios, con toda la televisión, hay una lucha desigual. Pero no es que la Iglesia busque la lucha, la Iglesia quiere decir lo que ella es. Entonces conozcámosla. Aun para condenarla es justo que la conozcamos antes de condenarla. No la condenen, sobre todo sus hijos, sin haberla oído, sin haberla escuchado, sin haber aclarado las noticias que se dan muchas veces bien distorsionadas. Por favor, pues, mantengámonos en la comunión de la palabra, queridos hermanos. La Iglesia lanza una campaña para ayudar a los medios de comunicación. Y junto con esta cartita de Ciudad Arce ha llegado la primacía de esta contribución: ¢ 39 recogidos entre los pobres. Son el signo esperanzador de que la Iglesia no está sola. Así como de otro sacerdote y de otro campesino he recibido también ya las primeras ayudas. Pueden entregarlas por medio de su párroco o traerlas al Arzobispado, pero mantengamos los medios de comunicación de la Iglesia. LA ORACION ES LO PRIMERO En segundo lugar; quería suplicarles, hermanos, mucha oración. Y no es porque sea lo segundo, sino lo primero. Pero en el orden en que voy exponiendo mis ideas les digo: Mes de mayo, mes de la Virgen, mes de mucha oración. Los colegios católicos reunidos esta semana también, en un gesto de solidaridad, comprenden que se desata sobre ellos una campaña también muy terrible. Sabemos que ya está planeada una campaña de destrucción contra el colegio católico. Y hasta se piensa en hacer un colegio por una comisión nacional de defensa de la doctrina católica de la enseñanza acabamos de decir que sólo el obispo es el autorizado para señalar la enseñanza católica de la diócesis. Ningún otro puede arrogarse la vigilancia de la doctrina cristiana de los colegios. Entonces surgió ante todo la idea de orar. Y han convocado para el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, día muy bonito, para un día de oración. Yo hago eco a esta iniciativa de los colegios porque quisiera que esta iniciativa no se quedara sólo en los ámbitos de los colegios, sino que trascendiera a toda la diócesis. Vamos a tener en la Catedral, con las representaciones de los colegios, invitamos también representaciones de las parroquias- a las 10 de la mañana, el 13 de mayo, una misa solemne. También el mismo día, como ustedes saben, en la montaña pintoresca de Las Pavas, en Cojutepeque, mucha oración a la Virgen de Fátima. Y en La Rábida, que está consagrada a la Virgen de Fátima. Y en Los Planes de Renderos, consagrada también a la Virgen de Fátima, las iglesias serán centros especiales de oración. Pero, se hace un llamamiento a todas las parroquias para que el día de la Virgen de Fátima organicen una hora santa los sacerdotes para que todos los pueblos, ese día, forcejemos las manos de la Virgen. Para que recen mucho por nuestra patria, por nuestra Arquidiócesis. Se hará en todas las parroquias, pues, una hora santa y no nos contentemos con el 13 de mayo. Yo les suplico que todo el mes de la Virgen hagamos resurgir esas bellas tradiciones de nuestro pueblo: Las procesiones por los caminos de nuestros cantones, con florecitas del campo. Las florecitas que llenan la ermita, la imagen de la Virgen, son señales de oración de nuestro pueblo. En los colegios como en el seminario se está haciendo el mes de mayo con todo fervor. Y en este plan de oración, hermanos, quiero recordarles que la catedral todos los días tiene expuesto solemnemente el Santísimo. Cuando vengan de los pueblos y cantones, cuando pasen aquí cerca de la Catedral, entren a hacer una visita al Santísimo, a pedir por las necesidades de la Iglesia y de la patria. SOLIDARIDAD CON LOS JESUITAS Otra idea, hermanos, en esta comunión de familia, es la solidaridad de la Arquidiócesis con la Compañía de Jesús. La Compañía de Jesús, o sea los jesuitas. Podemos decir de ellos lo mismo que de los sacerdotes: Pueden equivocarse. Sin embargo en su doctrina sustancial, yo les suplico que estudien la historia de la Compañía de Jesús desde que la fundó en el siglo XVI San Ignacio de Loyola frente a los peligros de entonces, muy parecidos a los de hoy, para formar un ejército valiente de hombres que siempre fueran a la vanguardia de la Iglesia. Por eso le llamó la Compañía, término militar en aquellos tiempos, que significaba lo más arriesgado en una batalla. Y así es natural que se ponga a ellos la puntería siempre en los ataques a la Iglesia. Pero sepan la Compañía de Jesús- los Jesuitas- no son una secta separada de la Iglesia Católica: Son Iglesia Católica. Y el que toca un jesuita toca a la Iglesia. Por eso lamentamos. Y va a salir publicado en esta semana, si se le permite su publicación, un campo pagado que se titula así: "Los Jesuitas ante la captura, detención y deportación del Padre Jorge Sarsanedas". Yo mismo fui a recibir al Padre Sarsanedas al Cuartel de la Guardia Nacional para llevarlo de ahí al aeropuerto hacía Panamá, de donde es. Quiero hacer constar que yo no pude firmar el acta de esta entrega por ciertas falsedades que ahí noté. Pero sí digo que estoy completamente solidario, como pastor de la Iglesia, con esta Compañía de Jesús, que significa para nuestra Iglesia un bastión muy fuerte, muy poderoso, muy valiente. Yo quiero agradecer porque nuestra Arquidiócesis se ha bañado con la sangre de un jesuita: El Padre Rutilio Grande. Y ahora lleva también el signo del destierro en otro jesuita. Y no sabemos que cosas más vendrán. Primero Dios, pidamos a la Virgen, que los comprendamos. Que comprendan el mensaje que la Iglesia quiere decir. Que no sólo es cuestión de despejar el campo desterrando gente, sino entenderlos para aprovechar lo bueno que puede haber en cada gente. Es necesario, queridos hermanos, que tengamos este sentido de diálogo, de comprensión. Hasta en el enemigo puede haber algo de bueno, hay buena voluntad. UN SALUDO A LAS MADRES Quiero terminar felicitando de todo corazón a las madres. Y como hemos dicho al principio de la misa: Madres que están sufriendo como María al pie de la cruz, sepan que no están solas. La Iglesia está con ustedes, no por subversión ni por torcidas intenciones, sino por el mensaje que hoy han escuchado en la misma palabra de Dios: Por amor. Es la señal que nos dejó Cristo. Y yo quiero decirles a todos ustedes, hermanos, radioyentes, presentes en la Catedral, que aun cuando se nos callaran todos los medios de comunicación social, siempre quedaría un gran micrófono en el mundo: La madre cristiana, la comunidad cristiana. Si es que en tiempos de San Pablo y Bernabé que nos ha leído la primera lectura no existían radios ni periódicos. Pero se dice que San Pablo, si viniera hoy, fuera periodista. Sin embargo Pablo, que no tuvo radio ni periódico, iba sembrando comunidades cristianas y ellas hablaban. La madre es como el sacramento del amor de Dios. Dicen los árabes que a Dios, como no lo podemos ver, hizo a la madre que podemos ver. Y en ella vemos a Dios, vemos el amor, vemos la ternura. Ah, si todas las madres se pusieran de parte de este amor que predica la Iglesia. Si supieran decir a los hombres: no, no es subversión, no es política, no es odio. Es amor como el que nosotros tenemos a nuestros hijos. Cuándo podría el influjo de la madre, de la esposa, en el hombre político, en el hombre de gobierno, en el capitalista, en el empresario. Se humanizarían las relaciones humanas si las madres influyeran más en el corazón de los hombres que llevan las riendas de la historia. Recuerdan aquella madre romana: cuando Roma iba a ser destruida por un traidor, el Senado mandó a la madre de aquel traidor para convencerlo. Y se defendió Roma gracias a una madre. Madres: este es el papel de ustedes en esta hora. Por eso la Iglesia las comprende y las ama y está con ustedes. Estén ustedes también con la Iglesia Si por efecto de esta difamación universal de la Iglesia, ustedes también dudan del amor universal de la Iglesia, les hago una pregunta: ¿Estarían contentas ustedes si nosotros dudaramos del amor que ustedes les tienen a sus hijos, sólo porque una enemiga de ustedes viene a difamarla y decirle: esa mujer no quiere a sus hijos, los odia, los persigue? Sería una difamación horrenda distorsionar el amor de una madre. Pues la Iglesia es madre, compréndala. Madre Iglesia comprende a las madres de los hogares y les dice: solidaricémonos, mujeres, por que yo también soy Iglesia, soy mujer, soy madre y amo y defiendo la verdad que mi Esposo Divino me encomendó transmitir a mis hijos. No me quieren dejar que la traduzca. Ayúdenme ustedes. Cuando estaba terminando el Concilio Vaticano II, los padres del Concilio entregaron los documentos a una mujer representando a todas las madres de la tierra. Y pueden leer ustedes ese hermoso mensaje del Concilio a la mujer. Les dice: ustedes que tienen el sentido de la cuna, ustedes que asisten al principio de la vida, ustedes que tienen la cualidad de hacer dulce y accesible la verdad por más dura que sea, reciban esta doctrina y transmítanla a sus hijos. Madres cristianas : como se transformaría la faz de El Salvador en esta hora de violencia, de sangre, de sospecha, de incomprensiones, si la madre que tiene por misión amar y unir a sus hijos nos uniera a todos los salvadoreños. Vamos a ofrecer esta eucaristía, pues, por estas intenciones, pidiendo de manera especial por la madre. Si en algo me he equivocado en todo lo que he dicho, hermanos, soy humano. Reconozco mi error, si alguno viene a dialogar conmigo, a convencerme. Pero si he dicho la verdad, aunque duela, aceptémosla, porque "sólo la verdad os hará libres", dijo Jesucristo.
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Queridos hermanos sacerdotes, fieles:
En esta fiesta patronal de la parroquia de La Resurrección, quiero tener el gusto, atendiendo una amable invitación del Padre Navarro, de hacer de este Ambón parroquial, la cátedra del obispo, la cátedra de la diócesis. En este momento sentimos, pues, que en esta Iglesia es la Catedral de la Arquidiócesis; y en esta fiesta de la Pascua que se clausura, quiero entregar a la diócesis, por medio de esta parroquia, mi primera carta pastoral, que precisamente habla de la Iglesia de la Pascua. No les voy a cansar con la lectura, quisiera más bien invitarles a que cada uno la estudiara. Al final, yo les recomiendo a todos los que trabajan en nuestra pastoral, que dediquemos toda esta temporada de pascua, que va desde la resurrección hasta Pentecostés, cincuenta días, la fiesta más grande de la liturgia, porque celebra el centro de la vida de la Iglesia: Cristo muerto y resucitado. HORA PASCUAL Aprovechemos esta temporada para ahondar en nuestra fe, precisamente ese misterio pascual que ha inspirado este humilde documento que, con todo cariño, como Juan acaba de decir él y un sucesor de los apóstoles lo dice con más razón: "yo, hermano vuestro". Así como hermano, como amigo, como quiero ser considerado en mi ministerio, es como yo he hablado en esta carta, para alegrarme precisamente de que Dios me ha preparado un pórtico inesperado para entrar en mi nuevo ministerio jerárquico. Elogio la herencia maravillosa que nos deja Monseñor Luis Chávez y González, al dejar, con sus beneméritas y cansadas manos, esos 38 años en nuestra agitada historia. Supo regir la nave de la Iglesia con tanto acierto. Y si yo quisiera darle a esta hora de relevo, en que vienen a desembocar en mis manos todo ese trabajo pastoral, de 1842, cuando nació, como diócesis, sufragánea de Guatemala, la República de El Salvador una sola diócesis, hasta 1913 en que fue elevada a categoría de Arquidiócesis, independizándose ya de Guatemala como provincia eclesiástica; nacieron las diócesis de San Miguel y de Santa Ana, y San Salvador como metropolitana; comenzó la serie de Arzobispos: Monseñor Pérez y Aguilar, Monseñor Belloso y Sánchez y Monseñor Chávez y González. Llega esta hora de relevo, digo yo, y si quisiera llamarla con un calificativo, la llamaría: Una hora pascual. Sí, estamos pasando por una bellísima hora de Pascua, que coincide con la Pascua de nuestro año litúrgico. Y en esta parroquia, que lleva el nombre de la Pascua, de La Resurrección, quiero confesar esta alegría y darle gracias al Señor, porque sólo el Espíritu de un Cristo resucitado, que vive y construye la Iglesia a través del tiempo, puede explicar esa fecunda herencia que nos entrega el venerado Arzobispo antecesor. Sólo el impulso divino del Espíritu de la Pascua puede ser la explicación de este inesperado comienzo. Y la reflexión que luego sigue, hermanos, nos remonta a la Pascua que desemboca también en Cristo, confesado nuestra Pascua, porque toda aquella fuerza liberadora que traía el Viejo Testamento con maravillas que Dios iba haciendo para expresar su deseo de liberar siempre a los pueblos, de dar su salvación precisamente en la historia de los pueblos, en Cristo nuestro Señor se hace realidad, no sólo para Israel, sino para todos los pueblos que vayan creyendo en El. De tal manera que podemos decir: Cristo salva a la República de El Salvador en su propia historia, y todas aquellas maravillas del Antiguo Testamento se hacen presentes en esta Pascua, salvadoreña, nuestra. Encaja mi pensamiento de la pastoral, con las lecturas que acaban de escuchar hoy, porque es esta dominica llamada antiguamente "in albis", de las túnicas blancas, cuando los bautizados en la Pascua el Sábado Santo en la noche, después de recorrer toda la semana con sus túnicas blancas para afianzar más sus compromisos bautismales, este día renovaban ese compromiso y dejando sus túnicas blancas, vistiéndose los trajes ordinarios de la vida, del trabajo, de la sociedad en que vivían, sabían que aunque vivieran en medio de los hombres comunes del mundo, ellos llevaban por dentro una fe y una esperanza que los hacía sentirse sal de la tierra, luz del mundo. Y eso fue siempre el cristianismo. Por eso, en esta hora pascual de nuestra patria, de nuestra Arquidiócesis, yo me alegro, queridos hermanos, de ver que en muchos ha renacido este sentido auténtico del ser bautizado, y quisiera que ésta fuera la acogida que ustedes dan a mi humilde documento, un propósito de vivir lo que debe ser una comunidad. Oyeron, en la primera lectura de hoy, como los primeros cristianos se presentaron al mundo como una comunidad testimonio; y era tanto el amor que se tenían entre sí, y era tanta la autenticidad cristiana que vivían en medio de un ambiente pagano, que eran admirados por todos. Era verdaderamente la luz puesta en alto. Y muchos se iban agregando y creían en el Señor. Creían en el Señor, porque la comunidad no es simplemente una sociedad humana; la parroquia, la diócesis, es una comunidad que lleva en sí ese soplo que Cristo exhaló precisamente en la misma noche de la resurrección. Exhalando el aliento sobre aquella comunidad naciente, les dijo: "Recibid el Espíritu Santo". CRISTO SIGUE SALVANDO Y en ese momento, hermanos, que me parece tan semejante a aquel otro en que en el paraíso el Creador insufló el soplo de vida en el hombre y lo hizo inteligente, capaz de amar, maravilla de la creación; igual la redención que venía a restaurar la destrucción que el pecado hizo en la creación y a elevar esa creación a un ambiente divino, a darle a la amistad humana un sentido de filiación y de familia divina, a darle a los grupos humanos un sentido de comunidad que va a continuar en el mundo la divina historia de Cristo; Cristo sigue salvando ahora al mundo por su Iglesia. La parroquia es su Iglesia, y la parroquia unida con su obispo es la diócesis, y el obispo unido con el Papa es la gran comunidad internacional católica. De allí, pues, vivimos en este momento, pues, ese hálito de Cristo. Yo quiero felicitarles, queridos sacerdotes de la Vicaría, querido párroco de la parroquia de La Resurrección, queridos colaboradores, comisión parroquial y todas las fuerzas vivas que aquí trabajan y todos ustedes, amigos que han venido a esta misa del encuentro de la parroquia con su obispo, los felicito y les agradezco por estar construyendo esta Iglesia, no tanto la material, sino sobre todo esta comunidad, que sigue haciendo crecer en el mundo ese soplo de Jesús, ese soplo que le dio la presencia del Espíritu Divino, la presencia de la fuerza redentora. Esta es la pascua. La pascua que la Iglesia continúa viviendo como una comunidad es la que debe reinar esa transformación que Cristo nos exhaló con su suspiro profundo de crear la Iglesia. Le transmitía toda su fuerza pascual, o sea, ese tránsito, ese paso de muerte a vida, con todo lo que esas dos palabras implican. Muerte, que es pecado, que es mediocridad, que es injusticia, que es desorden, que es atropello de los derechos, que es desorden en todas las cosas humanas; todo eso tiene que quedar sepultado en la tumba del Señor y resucitar: Pasar de la muerte a la vida. Vida quiere decir justicia. Vida quiere decir respeto al hombre. Vida quiere decir santidad. Quiere decir todo ese esfuerzo por ser cada día mejor, porque cada hombre y cada mujer, cada joven, cada niño, vaya sintiendo que su vida es una vocación que Dios le ha dado para hacer presente en el mundo. No sólo la maravilla de la creación es imagen de Dios, sino la maravilla de la redención, que es elevación de la naturaleza, elevación de la sociedad, elevación de la amistad. Esa es la Pascua; y una parroquia que lleva el nombre pascual de la Resurrección tiene que vivir intensamente este sentido comunitario del paso de la muerte a la vida, de la imperfección a lo perfecto, a la santidad cada vez más elevada. Porque sólo así, queridos hermanos, podemos servirnos de esta Pascua que Cristo nos regala. Y decían las lecturas de hoy que se iban agregando a esa comunidad, porque la veían tan atrayente por el amor. Esta es la fuerza de la Iglesia, queridos hermanos, no la violencia, no el odio, no el resentimiento, no la calumnia. Se está calumniando a la Iglesia en estos momentos en una forma tan burda; y eso no es Iglesia, aun cuando en nombre de la Iglesia se quiera calumniar a la Iglesia, el absurdo de que la Iglesia se destruyera a sí misma. La Iglesia ama, la Iglesia redime, haciéndose violencia a sí misma, hasta quedar como Cristo, tal vez, sacrificado en la cruz pero salvando al mundo con la fuerza del amor, que es entrega y es una fuerza misionera. Atrae al mundo. Y ojalá que la comunidad parroquial en la cual estamos en este momento sea cada vez una antorcha luminosa que atraiga, que conglutine, que unifique todas las fuerzas maravillosas de la colonia y de la parroquia; porque tenemos que llegar a eso, queridos hermanos. No nos contentemos con una sociedad simplemente humana, con una amistad simplemente de simpatía. Elevémonos al amor que Cristo nos ha inspirado. Por amor a Dios amar a nuestro hermano, aún aquellos que son más difíciles, con quienes menos podemos comprendernos, perdonar, comprenderse, ésta es la fuerza que hace la comunidad de Cristo resucitado. MAS ALLA DE LA HISTORIA Y finalmente, un sentido escatológico, es decir un más allá de la historia, un trabajar en el presente por un mundo mejor; pero sin olvidar, como no lo olvidaban los israelitas cuando celebraban sus pascuas, que las pascuas de la historia son imperfectas, que entre los aleluyas de la tierra hay muchos dolores y muchas espinas, que la resurrección que se celebra en la tierra siempre tiene en el centro la cruz del sufrimiento; pero que a través de esas imperfecciones, de esas espinas, de esos dolores, de esos problemas, se abrían a unos horizontes. Los israelitas pensaban en una pascua del banquete perfecto, la alegría con Dios, y Cristo mismo decía: Ya no comeré con vosotros esta pascua hasta que juntos la comamos en el reino del Padre". Peregrinar con El para que esta fiesta pascual que cada año se celebra en la parroquia sea una invitación a trabajar por hacer este mundo más humano, más cristiano; pero saber que no está el paraíso aquí en la tierra, no dejarnos seducir por los redentores que ofrecen paraísos en la tierra -no existen- sino el más allá con una esperanza muy firme en el corazón: trabajar el presente, sabiendo que el premio de aquella Pascua será en la medida en que aquí hayamos hecho más feliz también la tierra, la familia, lo terrenal. Este es el equilibrio santo a que la Virgen misma nos invita, y mi documento termina con esta invocación a María: "Nuestro Divino Salvador no defraudará nuestra esperanza. Pongamos por intercesora ante El a la Reina de la Paz, patrona celestial de nuestro pueblo, madre del Resucitado. Que ella ampare a nuestra Iglesia, sacramento de la Pascua. Que como María, la Iglesia viva ese feliz equilibrio de la Pascua de Jesús, que debe marcar el destino de la verdadera salvación del hombre en Cristo: sentirse glorificada ya en los cielos, como imagen y principio de la vida futura y al mismo tiempo, ser aquí en la tierra, luz del peregrinante pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor". Hermanos, queda, pues, en las manos de la parroquia de La Resurrección, la entrega de mi pastoral para toda la diócesis; y les suplico que ustedes que reciben esta primicia sepan asimilarla, no por ser mía, sino por ser la Pascua de Jesús que ha inspirado sus páginas y que es la que tiene que inspirar ese sentido de parroquia, de conversión, de comunidad, para que seamos de veras, en nuestra Arquidiócesis, esa Iglesia viviente, con la que soñamos cada vez más. |
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez Ciudad Barrios, El Salvador; 15 de agosto de 1917 – † San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. Archivos
Agosto 2021
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