Queridos hermanos:
Para los que están escuchando por radio y han manifestado su descontento con las interferencias de los domingos pasados, creo que será como una buena noticia la que publicó El Mundo el viernes de esta semana. Es una carta del Señor Presidente de ANTEL, en que dice: "Cumpliendo con instrucciones superiores emanadas de la Presidencia de la República y en mi carácter de Presidente de ANTEL, le informo a usted y a la ciudadanía salvadoreña que merece todo nuestro respeto, que esta Institución no ha tenido ninguna injerencia, como maliciosamente se ha dado a entender por otras publicaciones, en las interferencias que han venido ocurriendo en la citada emisora Y.S.A.X. Al respecto, considero oportuno comunicarle que ANTEL, como organismo estatal encargado del control técnico de la instalación y operación de equipos tales como radiodifusión, sonora y televisión, radioaficionados, bandas ciudadanas, ha ordenado que se efectúe una minuciosa investigación conducida por su departamento radio-eléctrico, a efecto de deducir responsabilidades en el caso aludido. Y de obtener resultados concretos, proceder de acuerdo con la ley a penar a los infractores que provocan estas situaciones". Para terminar la carta dice: que siguiendo fielmente los postulados dictados por el Supremo Gobierno, reitera que en ningún momento se ha vulnerado el derecho de libre expresión consagrado en nuestra Carta Magna y que es respetuosa de los derechos que asisten a los diferentes medios de comunicación social de la República" etc. Quiero agradecer y espero que esta promesa sea eficaz, y que podamos ahora comunicarnos libremente ya que, como lo acaba de confesar la misma ANTEL, en sus manos está poder poner remedio cuando suceden estas cosas tan desagradables. Ojalá, pues, que la voz del Pastor pueda llegar hasta todos sus fieles que tienen interés en escuchar su palabra. Pascua y Año Litúrgico: Triduo Pascual. (Muerte, sepultura y resurrección). La palabra de hoy no es mía, como nunca ha sido mi palabra, es la palabra de Dios que yo trato únicamente de comentar y aplicar a la realidad. Nos encontramos ya en el segundo domingo de Pascua. Para comprender la Pascua es necesario comprender esos tres días grandes de la Semana Santa que se llaman el Triduo Pascual, en que celebramos: la muerte, el sepulcro y la resurrección de Cristo. Esos tres aspectos que el Viernes Santo y el Sábado en su silencio y en su alegría de la noche de la Vigilia Pascual, quieren marcar para todo el año la característica de nuestra fe. Octava de Pascua Toda esta semana se llama la Octava de Pascua que se está clausurando con este domingo. Tiempo Pascual Luego continúan 50 días que se llaman el Tiempo Pascual. Ahora estamos en el segundo de los siete domingos que llenan el Tiempo Pascual, que se va a coronar con la fiesta de Pentecostés, que significa: 50 días, la plenitud de la Pascua, la venida del Espíritu Santo. Quiero recordarles que todos los domingos que venimos a Misa es el ciclo ordinario, semanal, de celebrar la Pascua. Todos los domingos los cristianos nos reunimos en nuestra Misa dominical a celebrar esos tres grandes acontecimientos; muerte, sepultura y resurrección del Señor. Más aún, cada vez que asistimos a una Misa, sea por motivo de un matrimonio, de una primera comunión, de un funeral, no olvidemos que vamos a celebrar la Pascua. Cada Misa es celebración de Pascua. Por eso, en el momento trascendental de la consagración el sacerdote dice: "Este es el sacramento de nuestra fe". Y el pueblo dice una proclamación pascual: "Anunciamos Tu muerte, proclamamos Tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!". El pueblo cristiano vive de esa esperanza. Cristo vive y nosotros caminamos hacia su encuentro. Cada domingo, cada misa que se celebra, es un recuerdo de esa presencia y de esa esperanza. Relación entre el tema de Cuaresma: las alianzas con Dios... y el tema de Pascua: "los bienes de la nueva alianza". Ahora bien, queridos hermanos, el año litúrgico gira en torno de este misterio. Por eso la Semana Santa es como el sol de todo el año litúrgico, sobre todo: su Pascua. Y quiere grabar bien hondo el sentido pascual durante estos siete domingos, que yo quisiera que enlazáramos las ideas de toda la Cuaresma, que han traído un programa de predicación. Yo quisiera que lo principal de mi predicación lo recogieran como una catequesis, como una predicación de la palabra de Dios. Naturalmente que hay gente que sólo está esperando aspectos políticos, polémicos y creen que toda mi predicación es política y es polémica, y que estoy subvirtiendo con mi predicación. El objetivo principal de mi predicación es el anuncio de este misterio. Recordarán que la idea que ha venido uniendo los domingos de Cuaresma ha sido: las Alianzas de Dios con los hombres. Alianza del Viejo Testamento: Noé, Abraham, Moisés, los profetas, y así llegamos a la Semana Santa que la titulamos en nuestra predicación del Domingo de Ramos, de las dos misas del Jueves Santo, de la ceremonia del Viernes Santo y la Vigilia Pascual y del domingo recién pasado, el domingo de Resurrección, todo ese conjunto de Semana Santa: "La celebración de la Nueva Alianza". Ahora continuaremos en esta misma línea, recogiendo los frutos de la Alianza Nueva. La Pascua es un tiempo propicio para quedarnos, como los apóstoles frente al sepulcro vacío, meditando lo que significa para nosotros que un Redentor haya muerto por nosotros, haya resucitado para devolvernos la vida. Y en esa devolución de la vida hay un conjunto de cosas que es el trabajo de un cristiano a lo largo de toda su vida: reflexionar los frutos mesiánicos, recoger la rica cosecha de la redención. Todo lo que anunciaron los profetas en las viejas alianzas no eran más que promesas, esperanzas y por eso los profetas le fueron dando a la Alianza un término más comprensivo: el testamento. El Viejo Testamento, el Nuevo Testamento. San Pablo llega a decir: "Un testamento no tiene eficacia hasta que muere el testador". Y mira la muerte de Cristo el Viernes Santo como -yo la titulé en la predicación del Viernes Santo- "El precio de los bienes de la Alianza". Era necesario que Cristo muriera, que sufriera por obediencia esa pena de muerte; pero al resucitar, incorporando todo su dolor se presenta al Padre y el Padre cumple con la muerte del testador, todos los bienes del testamento. Así se llama nuestra Era Cristiana: la Era del Nuevo Testamento, La Alianza Nueva. Veremos a lo largo de estos domingos, los diversos frutos. PASCUA CELEBRACIÓN DE LOS BIENES DE LA NUEVA ALIANZABajo este titulo podíamos comprender los domingos que faltan de la celebración pascual. Y cada domingo iremos arrancando uno a uno, esos frutos, esas riquezas, esos bienes de la Nueva Alianza. 1º. El don del Espíritu. 2º. El don de la fe (Comunidad de fe). 3º. El don del amor sobrenatural (Comunidad de amor). 1. EL DON DEL ESPÍRITUa) El gesto creador: sopló sobre ellos. En la primera idea que yo encuentro al leer el Evangelio es ese gesto de Cristo resucitado soplando sobre los apóstoles -como cuando el Eterno Padre, al crear al nuevo hombre de barro de la tierra, sopla el espíritu de vida-, dice una palabra: "Recibid el Espíritu Santo". Detengámonos en ese gesto parecido al del Génesis, porque Cristo, con su Nueva Alianza, es un nuevo Creador. Creador de un nuevo Espíritu. Relación entre glorificación de Cristo y el don del Espíritu. Recibid el Espíritu Santo. Cristo había dicho en la noche del Jueves Santo a sus apóstoles: "Les conviene que Yo me vaya, no estén tristes. Porque si Yo no me voy, no les puedo enviar al Espíritu Santo". Es decir, la condición que el Padre me ha puesto para devolverles la vida divina que se ha perdido por el pecado, el Espíritu de Dios que venga a vivificar a la humanidad, es necesario que después de padecer la cruz y la sepultura, Yo resucite. Y mi humanidad, este hombre concreto: Jesús de Nazaret asumido por lo divino, sea glorificado y sea adorado como Dios y como Dios junto al Padre, les enviaré el Espíritu de Dios. Según el Evangelio de San Juan, no hubo que esperar la fiesta de Pentecostés, cincuenta días después de la Resurrección. Ya la misma Resurrección de Cristo era su glorificación y en la misma noche del domingo en que resucitó, en esa misma noche, ya aparece Cristo con este gesto creador del nuevo Espíritu: Recibid el Espíritu Santo. - Nace la Iglesia para prolongar a Cristo. "La Iglesia imagen y semejanza de Cristo". ¿Qué da ese Espíritu a esa comunidad naciente de apóstoles, donde ya falta el traidor, pero que será suplido por otro y será sucedido por otros y otros, y será nuestra comunidad que hoy llena la Catedral y la que a través de la radio -tal vez- está escuchándonos? Somos la comunidad, que en la voz del Espíritu, en la promesa, en el soplo de Cristo, ha recibido el Espíritu. Recibid el Espíritu Santo. - La misma sumisión: "... como mi Padre me envió..." Cristo mismo explica: "Como mi Padre me envió, así Yo os envío". Quiere decir, nace la Iglesia con este soplo de Cristo y la misión que esa Iglesia llevará al mundo, a todos los siglos, no será otra que la de Cristo muerto y resucitado. La Iglesia celebra su liturgia, predica su palabra, solamente para eso: para salvar del pecado, para salvar de las esclavitudes, para derribar las idolatrías, para proclamar al único Dios que nos ama. Esta será la difícil tarea de la Iglesia y por eso Ella sabe que al cumplir esta misión, que a Cristo le hizo ganarse una cruz y unas humillaciones, tendrá que estar dispuesta también a no traicionar ese mensaje y si es necesario, como Él, a sufrir el martirio, sufrir la cruz, la humillación, la persecución. El mismo poder: perdonar (entendido también como Palabra que denuncia el pecado y llama a conversión). ¿Qué otra cosa le da el Espíritu si le ha dado toda la vida de Cristo a la Iglesia y le ha dado también el poder de perdonar? Dice Cristo, en la misma noche de su Resurrección: "Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonaréis que les queden perdonados sus pecados y a quienes se los retuviereis, les queden retenidos". Es decir, sólo Dios puede perdonar los pecados que ofenden a Dios. La Iglesia es una presencia de Dios misericordioso en el mundo. Así como Dios perdona al que pide perdón, la Iglesia será, como dice San Pablo: ministros de la reconciliación. Allí está la pila bautismal para reconciliar al recién nacido con la gracia de Dios, allí están los confesionarios para que los arrepentidos reciban la absolución de la Iglesia representada en el sacerdote. Y cuando dice que el Espíritu le ha dado el poder de perdonar, quiere decir que le ha dado la capacidad de predicar la conversión. De llamar las injusticias por su propio nombre, de decir a los pecadores: conviértanse que Dios los quiere perdonar; de ponerse solidaria de lado de los que sufren para decirles: ánimo, Dios va con el que sigue a Dios. Esta es la misión del perdón, de la reconciliación, de la Iglesia; que en el fondo de su dureza, como Madre que no sabe alcahuetear las debilidades e injusticias de sus hijos, corrige, enmienda, orienta, para que tenga buenos hijos, para que sean dignos de la filiación divina. b) Capacidad de predicar la verdad sobre Cristo: "El Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad". En la segunda lectura de hoy, también, encontramos que ese Espíritu que Dios ha dado a su Iglesia, da testimonio de Cristo". Porque es el Espíritu de la verdad" -dice San Juan en su epístola de hoy-. Quiere decir que la Iglesia animada por el Espíritu de Dios, lleva la capacidad de la verdad. Queridos hermanos, llevar la capacidad de la verdad es sufrir el tormento interior que sufrían los profetas. Porque es mucho más fácil predicar la mentira, callar la verdad, acomodarse a las situaciones para no perder ventajas, para tener siempre amistades halagadoras, para tener poder. ¡Qué tentación más horrible la de la Iglesia! y, sin embargo, Ella, que ha recibido el Espíritu de la verdad, tiene que estar dispuesta a no traicionar la verdad, y si es necesario perder todos los privilegios, los perderá, pero dirá siempre la verdad. Y si la calumnian, sabe Ella que la calumnian por decir la verdad. Esta es la misión que Cristo confió a la Iglesia, en la misma noche de su Resurrección. - Capacidad de engendrar hijos de Dios: Los sacramentos: insinuados en el agua y la sangre... y en los otros signos. Hay otra capacidad que le da el Espíritu a la Iglesia. Cuando Juan habla hoy de la sangre, y del agua, y de los signos, está sugiriendo, en aquellas primitivas comunidades cristianas, ese signo que todos conocen: los signos sacramentales. El agua, que lava el pecado original del niño; el pan y el vino, que se convierten en cuerpo y sangre del Señor; la mano del sacerdote, que absuelve o que unge, son signos de la presencia del Espíritu en su Iglesia. Son los sacramentos que santifican a los hombres. Son los sacramentos que santifican todas las diversas condiciones de la vida del hombre, del hogar, de la sociedad. - "Para que tengáis vida en su nombre" Por eso también el Espíritu le da a la Iglesia, en el soplo que Cristo le infundió, la capacidad de santificar, de convertir, de alimentarse de la vida de Dios. De que el que ya es santo, se santifique más. Y de que seamos cada día una comunidad verdaderamente pueblo de Dios, agradable al Señor. Esta es la razón de predicar en la Iglesia. Naturalmente, hermanos, esto es bien difícil, porque predicar la virtud ante el vicio, es provocar conflictos con el vicio. Predicar la justicia ante las injusticias y los atropellos, es provocar conflictos. El Evangelio que la Iglesia predica siempre provocará conflictos. Siempre que la Iglesia quiere ser coherente con su fundador, con el soplo del Espíritu que le dio el mensaje de llevar al mundo, o traiciona su fidelidad a ese Espíritu o pierde las ventajas del mundo pecador. Y es preferible quedarse con el Cristo que muere pero que después resucita, a las ventajas de los perseguidores de Cristo que por salvar su vida en este mundo, la perderán. 2. EL DON DE LA FE. (COMUNIDAD DE FE. FRUTO DEL ESPÍRITU)Ese soplo de Cristo, que es su Espíritu dado a la Iglesia, logra crear una comunidad de fe. Así se llama la Iglesia: comunidad de fe. Quiere decir que una comunidad Iglesia no es una comunidad con ideales políticos, subversivos, comunistas, sociológicos: No, la Iglesia lleva unos criterios de fe que son los que caracterizan toda su vida. a) Episodio de Tomás, necesidad de la fe. El episodio de Santo Tomás y la segunda epístola explicándonos las relaciones de la fe con Dios, son un bello comentario a este pensamiento que estoy sugiriendo: el don pascual de la fe, el don de la Nueva Alianza, creer en Cristo como mediador de la Alianza entre Dios y los hombres. - Ver-tocar... lo sensible es otra categoría, puede ser búsqueda de fe o confirmación de la fe, pero no la fe. El proceso de Santo Tomás es muy interesante para todos nosotros. La primera aparición de Cristo: no encontró a Tomás. Y cuando llegó Tomás, los apóstoles, compañeros, le dicen: "Hemos visto a Cristo, ha resucitado". Y Tomás quiere someterlos a prueba. Fíjense cómo el espíritu de Tomás coincide con el espíritu critico de los modernos. La técnica de hoy quiere medir, quiere palpar, quiere constatar evidencias. Eso es lo que quería Tomás. "Si yo no meto mi dedo en la llaga de sus manos y si no meto mi mano en su costado, no creo". "Ocho días después -fíjense qué expresión más bonita: ¡ocho días después!, como que ya Juan está canonizando nuestra reunión dominical, el domingo siguiente, como si yo les dijera hoy: el otro domingo nos vamos a reunir. Ya se insinúa, pues, la celebración dominical estaban reunidos y Tomás estaba allí..." Cristo, gozando de esas cualidades de los cuerpos resucitados que no necesita que le abran las puertas -es ya un cuerpo espiritual- se presenta en medio de ellos. Un fantasma -diríamos nosotros-, sin embargo, se enfrenta al incrédulo. "Ven, mete tu dedo en mis manos, mete tu mano en mi costado y palpa que Yo soy". Tomás, no nos dice el Evangelio si metió su dedo y su mano, lo que sí nos dice es su reacción de fe: cayó ante Cristo diciendo el grito más hermoso de la fe que se conserva en el Evangelio: " ¡Señor mío y Dios mío!" ¡Esto es creer, no es necesario palpar! Cuando queremos evidencias, cuando queremos sentir las verdades de la fe, estamos imitando la incredulidad de Tomás. Y Cristo le dice a Tomás: "porque has visto, has creído. Bienaventurados los que sin ver, creen". Ustedes y yo, queridos hermanos, vivimos de una fe porque creemos sin haber visto. Y muchos dicen que esto es una estupidez, pero yo les digo: no hay sabiduría más grande que esta que Cristo predica este domingo: la FE. ¡Esta es la victoria que vence al mundo!. Dice la segunda carta de San Juan, hoy: "¡La victoria que vence al mundo, es creer que Jesucristo es Dios!" La Y.S.A.X. ha sido intervenida nuevamente, lamentamos que la eficacia de ANTEL no ha llegado todavía a corregir estas cosas... Quiero interpretar ese aplauso como un repudio a esta acción indigna de oponerse al derecho de expresar nuestra fe. ¡Si no estoy hablando más que de nuestra fe!... Creo que ha vuelto a escucharse la radio. Quisiéramos que este mensaje que estoy tratando de hacerlo absolutamente evangélico, nos hiciera pensar que el don más precioso de nuestra religión es la fe. - La fe es creer: la Palabra... el testimonio de la experiencia de la Resurrección, la presencia del Espíritu en la comunidad. Creer no es palpar, no es meter el dedo en las llagas de Cristo. No es la evidencia científica, sino que es la aceptación de la palabra de Dios. La aceptación de una palabra que unos testigos de la experiencia pascual anuncian con tanta convicción, que todo el mundo dice: ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo está presente por el espíritu que Él dio a su Iglesia! Cristo vive en la santidad del pueblo que lo sigue. Cristo está presente en la valentía de su Evangelio que se predica en el mundo. Cristo es el testimonio del Espíritu Santo y de la comunidad que lo acepta y lo siente presente. Esta fe hermanos, es la que hace bella la comunidad de los que nos reunimos a meditar en la palabra de Dios. Cuando San Juan termina el Evangelio de hoy, dice: "Estas cosas se han escrito para que ustedes crean." Según el verbo griego que aquí se usa, indica una continuidad. Dice, para que ustedes sigan creyendo, sigan creciendo en la fe. Cada domingo que ustedes asisten a la misa, y el predicador comenta la palabra de Dios o ustedes la reflexionan en sus comunidades pequeñas, en su hogar, leen esa palabra escrita para que su fe crezca. La palabra del Señor es el fermento que hace creer en el Dios verdadero. - Contenido de la fe: la verdad sobre Cristo. (Puebla, la verdad sobre la Iglesia y el hombre). Pero esta fe tiene un contenido. Cuando escuchábamos al Papa Juan Pablo II en Puebla, me pareció escuchar la síntesis más hermosa del contenido de la fe cuando Él invitaba a los Obispos, maestros de la fe, a predicar la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre. Otro aspecto de nuestra reunión fue "La Pastoral Vocacional que nos ha de llevar a contar con un número suficiente de sacerdotes y ministros debidamente preparados para el trabajo evangelizador en las circunstancias especiales de nuestros pueblos". Un tercer aspecto del estudio del SEDAC en Costa Rica fue: "La actitud de la Iglesia frente a otras Confesiones Cristianas y frente al avance, con profundas implicaciones socio-políticas, de numerosas sectas que constituyen una grave amenaza a la unidad de nuestros pueblos". Así como hemos defendido el verdadero ecumenismo, el acercamiento sincero de católicos y protestantes, en Costa Rica dijimos también que hay mucho peligro de división en aquellas sectas que no por un sentido ecuménico, sino que con compromisos socio-políticos, se están prestando al mantenimiento de situaciones injustas en nuestros países. Y finalmente se estudió: "Las tensas relaciones entre la Iglesia y el Estado en la mayoría de nuestros países, cuyos regímenes se inspiran en la ideología de la Seguridad Nacional". Como ven, los temas corresponden claramente a la problemática eclesial y a las relaciones de la Iglesia con el mundo civil, sobre todo con los gobiernos de Centro América. En todas nuestras deliberaciones tuvimos en cuenta que nuestros países son predominantemente católicos y que esperan, con razón, una palabra orientadora de sus obispos. Este pensamiento aumenta nuestro sentido de responsabilidad y nos impulsa a señalar los caminos que lleven, no sólo a la formación de comunidades vivas y operantes, sino a animar a los cristianos a buscar con sentido realista y responsable, la solución de los graves problemas socio-políticos que afligen a nuestras naciones. Dijimos allá que: "La Iglesia no puede renunciar a su misión evangelizadora que lleva, si es genuina y auténtica, a la defensa de los derechos humanos, a la liberación de todas las esclavitudes y especialmente del pecado, aunque esto le cueste la pérdida de privilegios y la lleve hasta a sufrir persecución y martirio". Da gusto encontrar entre los obispos de Centro América, gente muy comprometida en esta línea que, gracias a Dios, lleva también nuestra Arquidiócesis. "Sin embargo -fíjense bien en esto-, jamás aceptará la Iglesia hipoteca alguna con ideologías o métodos que utilizan la lucha de clases, el engaño y el terrorismo, para conseguir sus fines. No creemos en la violencia de cualquier signo, como camino adecuado para resolver los problemas de nuestros países, porque somos conscientes de que el Evangelio de Cristo ofrece el único camino válido para forjar una sociedad justa y humana, en la que estén satisfechas las necesidades vitales de todos los hombres. Es necesario, sin embargo, que todos los que creen en Cristo depongan actitudes de egoísmo o de apetencias extremadas y busquen la justicia con medios eficaces pero legítimos. Como pastores, conscientes de que nuestra misión no es política, ni técnica, sino eminentemente espiritual y religiosa, queremos asumir plenamente el pensamiento de Puebla y del magisterio del Sumo Pontífice y hemos aceptado el compromiso de impulsar en nuestras respectivas diócesis el conocimiento, la profundización y la aplicación concreta de las grandes pastorales y de las opciones prioritarias asumidas por la Iglesia en América Latina, seguros de que éste será nuestro aporte para alcanzar en nuestros países la ansiada paz que sólo puede venir como fruto de la justicia y de la verdad". Como ven, los ideales de nuestra reunión Centroamericana, no son más que un reflejo del compromiso de Puebla y de las enseñanzas del Papa... También, en esta hora de comunión, comunidad de amor, acordémonos de nuestros hermanos de Nicaragua. Me di cuenta, a través de sus obispos, como está sufriendo aquel pueblo. Y para colmo, en esta misma semana, el Papa expresó su pesar por los sufrimientos y privaciones que ha experimentado el pueblo nicaragüense. Dijo que todos los católicos rezáramos mucho, pidiendo por la protección de las poblaciones amenazadas de ataques y represalias. Ya anteriormente 30 obispos de América Latina en Puebla, que se solidarizaron con la Arquidiócesis de San Salvador, manifestaron también su solidaridad con Nicaragua y dijeron que: Nicaragua les parecía un ejemplo claro del martirio a que someten a los pueblos las tiranías de todo tipo. Y desearon que haya pronto una nueva Nicaragua, en la que el pueblo rija sus propios destinos como expresión de igualdad entre todos... En esta hora de alegría y de comunión con nuestros hermanos que gozan y de sufrimiento con los que sufren, yo les invito, hermanos, a que nos solidaricemos con la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata. Su fundador el P. Francisco Coll Guitart, un dominico misionero catalán, fundó esta congregación el siglo pasado; y, aquí entre nosotros, es una congregación que tiene muchos méritos pastorales. Esta congregación es la que dirige el Colegio Ntra. Sra. de Fátima en Santa Tecla; el Colegio Católico de Suchitoto y el Colegio también de Quezaltepeque; la escuela San Martín de Porres que está anexo a la Iglesia de El Rosario y la Escuela Masferrer en Santa Tecla. Allá en Santa Tecla, también, tiene una obra de promoción, así como en Chiltinpán tiene una obra pastoral misionera. Como ven, son 7 obras de las Hermanas Dominicas que merecen, en esta hora de comunión de la Comunidad de la Arquidiócesis, les expresemos nuestra felicitación, nuestra gratitud, porque su fundador va a recibir, como el primer beatificado por Juan Pablo II, la autorización de una vida que merece ser imitada: Un cristiano que ha llegado al Reino de los Cielos y que ha dejado en la tierra una obra tan benéfica como es la Congregación de las Dominicas de la Anunciata. Por mi parte quiero agradecerles a las Hermanas, que han querido que yo vaya a participar del júbilo de la beatificación, en Roma misma, el próximo domingo. Así es que, con el permiso de la Comunidad de la Arquidiócesis, yo voy a estar en Roma gracias a esta invitación de las Dominicas, el próximo domingo, asistiendo a la beatificación del P. Coll... Naturalmente que todo el que va a Roma, sobre todo, si es pastor, su gran anhelo es mirar al Papa. Veré al Papa y platicaré con Él. Yo nunca he estado opuesto a la línea del Papa. Seguiré todo lo que el Papa dice. Ya sé que allá, adelante, están muchas denuncias contra mí. Hay muchas informaciones que están diciendo de lo torcido de mi pastoral y sé que el Papa me preguntará sobre ello, aunque le diré: Santo Padre, Usted envió ya una visita Apostólica que pudo consultar a muchos testigos, al pueblo, y no hago más que remitirme a lo que Su Santidad disponga; pero de mi parte sepa, que he predicado el Evangelio y que estoy dispuesto a seguir predicando en defensa del querido pueblo, que el Señor me ha encomendado, ese Evangelio del Señor. Al regresar de Roma, espero que no sean más de dos semanas, yo quisiera que celebráramos una misa de acción de gracias al nuevo Beato, Beato Francisco Coll, junto con todas las obras de las Hermanas Dominicas, aquí en la Arquidiócesis. Y así veremos como un santo del cielo puede realizar obras muy enraizadas en la tierra. Y esta es la imagen de la Iglesia que no se olvida de la tierra aún cuando ha escalado las alturas de la eternidad. Visitaré, después de la misa, a San Pedro Perulapán donde vamos a tener una renovación pascual de los compromisos bautismales. Esta noche, a las seis y media yo les invito a ir a celebrar la fiesta patronal de la Parroquia de la Resurrección que es la Parroquia de la Colonia Miramonte, donde vamos a tener la Misa patronal. REALIDAD NACIONALAhora bien, hermanos, esta Iglesia que trata de construirse en la fe y en el amor, como lo acabo de decir del P. Coll, que desde su eternidad sigue trabajando en la tierra, es una Iglesia que no se puede desinteresar de los intereses sociales, políticos, económicos. No es técnica en esas materias, pero, sí es la voz profética que debe anunciar a los técnicos su deber en el manejo de las áreas técnicas de la tierra. En este sentido yo quiero referirme a las noticias que he encontrado al regresar de Costa Rica. En primer lugar, cómo los algodoneros, también algunos cafetaleros de Santa Ana y también la industria del henequén, han hecho peticiones de incentivos económicos para invertir, y que si no tienen esos subsidios podrán verse incapacitados de sembrar o de mermar sus industrias y así someter a mayor crisis, sobre todo, a los pobres trabajadores que no tienen más ingresos que los que les producen estos cultivos. Comentando esta situación, yo diría: que el Gobierno, si puede, tiene la obligación de incentivar todo aquello que se produce en nuestra Patria. Pero también quiero decir a los productores: que no se dejen llevar únicamente de una lógica del sistema actual, en el cual no se invierte si no se prevén grandes ganancias. Ya ellos mismos anuncian que la crisis afectará mucho más a los pobres jornaleros. Entonces diría: que con un criterio cristiano, ya que el Señor nos está mandando las lluvias -hemos de pedirle que sea un invierno normal- que riegan ya nuestras tierras, nos está insinuando que Él quiere la felicidad de todos. Quiero decir que tanto algodoneros, como cosechadores de henequén, de café, etc., tengan en cuenta el principio cristiano que hoy nos ha dicho la palabra de Dios: "El Compartir". Es decir: no se debe de invertir sólo con la esperanza de acaparar grandes ganancias. Aunque no sean grandes las ganancias, y aún cuando hubiera riesgos de pérdidas, el fin del cultivo tendría que ser este fin cristiano y humano: dar trabajo, compartir los bienes, la tierra que el Señor nos da y nos riega, que seamos hermanos, que seamos cristianos y que no dejemos morir de hambre a otros, solo por el riesgo de no haber querido exponernos a obtener las ganancias que en otras ocasiones se han tenido. Quiero fijarme también, cómo, para estos comunicados de los grandes productores y cultivadores, hay campo en la prensa, y hay noticias, y hay aceptación y audiencias en los Gobiernos. En cambio, cuando nuestros pobres piden con la misma justicia simplemente rebajas de precios y situaciones más justas en su vida campesina, no hay para ellos un lugar en la prensa, no hay para ellos tampoco una audiencia en el Ministerio de Agricultura y Ganadería, ni en el Banco de Fomento Agropecuario. Esto indica la situación injusta en que se mueve nuestra situación. Y esto no es estar provocando, es simplemente comentar en familia cómo Dios nos está pidiendo a la luz de la palabra de hoy, una comunidad de amor, más fraternal, en que no veamos únicamente nuestras propias ventajas, sino que sepamos hacer justicia, sobre todo, a quienes por ministerio, por gobierno, tienen que ser los procuradores del bien común. Otro aspecto de mi comentario a la luz del Evangelio de hoy, que choca horriblemente con el mensaje del espíritu de amor que debe hacer nuestra comunidad, es la violencia. Queridos hermanos, no sólo los de buena voluntad que me escuchan, sino todos aquellos que ya perdieron su fe en el amor y han puesto toda su confianza en las armas, en la represión, en la violencia, en la reacción. ¡No es ese el camino! Ya en esta semana, por ejemplo, para mí ha sido muy dolorosa la noticia del atentado contra el Dr. Fernando Augusto Méndez. También las interferencias de nuestra radio, son manifestaciones de una violencia que no quiere oír la voz de la justicia. Si no se pone paro a esta espiral de violencia podemos acabar muy mal. Yo veo que el pueblo salvadoreño tiene grandes capacidades de diálogo, de inteligencia, y yo apelaría a esa gran capacidad para buscar soluciones a sus problemas. Porque desde el 10. al .19 de abril, se pueden contar ya 85 asesinatos. Ha aparecido un manifiesto de extrema derecha que quiere infundir fuerzas de represión. Yo invitaría al Gobierno a que así, como en cierta ocasión cuando comenzaba este período presidencial y se amenazaba a los Jesuitas y la UGB fue eficazmente parada en su pretensión de sangre, lo cual parece que en el Gobierno hay una voz eficaz para poder detener, también, que en esta situación en que esas nuevas voces de organizaciones clandestinas se dejan oír, haga sentir esa eficacia que entonces se oyó sin necesidad de recurrir a la represión, sino, simplemente, llamando a la concordia a los hombres. La violencia represiva no se justifica con el pretexto de querer contrarrestar el comunismo. Acordémonos que el comunismo es una realidad, ciertamente, pero es un fantasma para muchas situaciones y es un pretexto para quienes quieren confundir el reclamo de lo justo con el comunismo. Ya les dije el otro día: no todo lo que se llama izquierda, es marxismo o comunismo. Hay, sí, mucho de violencia y la Iglesia no puede estar con esa táctica de la violencia y del odio, pero hay mucho de justo y allí la Iglesia defiende lo justo que pueda haber en los reclamos de los que sufren. El Papa nos ha dado una pauta muy útil, cuando dice: "La forma más eficaz para combatir el comunismo, es practicar la justicia social que cree los prerequisitos para una vida más humana y más segura". En este capitulo de la violencia, yo quiero llamar la atención de la misericordia o simplemente de la justicia, sobre esa zona de Cinquera, donde ya ha habido más de diez operativos militares, un saldo de por lo menos 12 muertos y 49 capturados. Nos dice de una zona que para nosotros, tal vez, pasa desapercibida pero donde se está sufriendo mucho. Lo mismo, invitaría las miradas, como me la invitaron a mí también en esta semana, a mirar esas zonas de tugurios: en el Modelo 1, en el Modelo 2 y en Las Mercedes; que amenazan con despachar 130 familias. ¿Adónde pueden ir? Una sabiduría, o como dijo el Papa en la Carta Octogésima Adveniat: provocar la inventiva de los hombres de la política, de la técnica, de la capacidad. La Iglesia no puede dar la solución técnica, pero sí llama la atención. No se arregla el asunto con echar fuera 130 familias, sino que ver como se les arregla o se les remienda un poco su tugurio o se les da una solución más digna. Aquí, la Iglesia se gloría de su obra de Vivienda Mínima que está contribuyendo, dentro de sus capacidades, a solucionar este tipo de situaciones. Queridos hermanos, podríamos seguir hablando, solamente quisiera tratar para terminar: el que unidos y solidarios con nuestros hermanos que sufren, invitar al Ministerio del Trabajo a investigar qué es lo que en verdad hay sobre los salvadoreños trabajadores que han regresado de Arabia Saudita. Yo les comunico por mi parte, que también me duele la situación de compatriotas nuestros, aquí más cerca, en EE.UU. Cuando regresaba Mons. Rivera de Venezuela dice: "volé en el vuelo 503 de Guatemala a El Salvador y aunque ya he hecho muchas veces este recorrido, esta vez me invitó a una profunda reflexión. La mayor parte de los pasajeros estaba integrado por jóvenes obreros y campesinos salvadoreños deportados de los EE.UU. No obstante, el venir en avión y volver al hogar natal, se les veía desilusionados, incomprendidos, casi defraudados. Conseguir la visa, no les fue posible, por eso se lanzaron a la aventura de entrar a como diera lugar. Algunos lograron burlar la vigilancia y se han quedado allá trabajando y ganando. Otros han logrado legalizar su condición migratoria, pero ellos eran deportados, eran devueltos en avión al solar natal. Casi cada tarde, en el vuelo 503, llegan muchos deportados. Esto me hacía pensar: Una nación que ve que a sus hijos los sacan de todas partes, debe andar mal. Y me preguntaba: ¿Por qué se emigra? ¿Por qué se nos saca de todas partes? Estas preguntas me atormentaban, y merecen una respuesta. Todos debemos estar en grado de responderlas. Quizá, cuando conozcamos el documento de Puebla, estemos en grado de hacerlo. La Iglesia no puede prescindir, hermanos, de estas situaciones. Hermanos nuestros en Arabia Saudita, en Estados Unidos, en cualquier parte del mundo donde sean maltratados, ¡son hermanos nuestros! Cometerán injusticias, ilegalidades, llamémoslos a conversión o júzgueseles o resuélvaseles el problema. Como digo, a la competencia de la Iglesia no llega la técnica de estas soluciones pero señala la obligación de quienes tienen el deber de hacerlo, servidores del pueblo desde sus puestos de política y de profesión, con sus capacidades intelectuales. Hermanos, todos somos, y todos tenemos que ver por buscarle a nuestra Patria una solución. PENSAMIENTO FINALLa Iglesia en este domingo ha dado un aporte muy valioso. Desde la liturgia de la palabra, ha señalado cómo Cristo ha infundido un nuevo espíritu a la humanidad: su mismo Espíritu de resucitado, Espíritu de esperanza, Espíritu de fe. De ese Espíritu ha brotado la comunidad cristiana que es comunidad de fe y de esperanza, comunidad de amor. Logremos realizar entre nosotros esa comunidad de fe y de amor. Comunidades de las parroquias, comunidades de base, comunidad de la Arquidiócesis, hagamos empeño de que este soplo de Cristo no se quede inutilizado entre nosotros. Contamos con la fuerza del Resucitado y nuestra Iglesia tiene que florecer si de verdad somos dóciles a ese soplo que Cristo imprimió a nosotros, su Iglesia, en la misma noche de la Pascua. Así sea...
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Queridos hermanos:
¡Felices Pascuas! ¡Este es el día del triunfo del Señor! La larga peregrinación de la Cuaresma termina en esta cumbre de gloria. Durante la Cuaresma recorrimos también la historia de la Alianza entre Dios y los hombres. Todo ese afán de Dios por ganarse el amor de los hombres, toda esa respuesta del hombre siempre rechazando a Dios, esa porfía del amor eterno del Señor, ha vencido. Y, hoy, la Pascua, es la fiesta que da sentido, explicación a toda esa lucha de Dios..... - Mi homilía quiere ser más que todo... Más que una explicación, que una exhortación, que una catequesis, mi homilía de esta mañana quisiera ser ante todo, un testimonio de fe que, junto con todo mi querido pueblo, le dijera al Señor: ¡Creo en el Cristo resucitado! Quiere ser mi palabra esta mañana, el anuncio gozoso que constituía como el núcleo de la predicación de los apóstoles: ¡Cristo ha resucitado! ¡Esta es la gran noticia! 1. DOS OBJETOS DE LA CELEBRACION PASCUAL: CRISTO RESUCITADO Y LOS BAUTIZADOSEsta noche venimos a celebrar no solamente el triunfo de Cristo como un hombre aislado allá, hace 20 siglos, sino el triunfo nuestro, nosotros somos el Cristo de hoy, los bautizados. Antiguamente esta era la noche en que la Cuaresma se clausuraba con una bella procesión de Catecúmenos que iban a recibir las aguas bautismales. Y vestidos de blanco, eran la figura más hermosa de la resurrección: una vida nueva en el bautizado. Ya que tenemos la dicha de ser nosotros bautizados desde hace mucho tiempo, esta noche, dentro de breves instantes, vamos a renovar nuestro Bautismo. Hagamos de caso que esta noche hemos comprendido lo que significa este pueblo que llena la Catedral: es Cristo resucitado. No sólo está, pues, simbolizado en un precioso cirio que hemos bendecido en la procesión inicial de esta noche, sino que más que el cirio, Cristo está vivo en 1979. En esta Pascua de San Salvador ha resucitado y ustedes, los cristianos, son el testimonio de que Cristo sigue viviendo. ¡Bendito sea Dios que esta noche, una Diócesis que va comprendiendo cada vez mejor su compromiso con Cristo, sigue viviendo! ¡La Iglesia es el cuerpo de Cristo en la historia! ¡Nosotros somos el Cristo viviente de 1979! 2. LA PASCUA ILUMINA TODA LA HISTORIA DE LAS ALIANZAS DE DIOS CON LOS HOMBRESMi segundo pensamiento es para querer abarcar toda esa preciosa serie de lecturas que, en un gesto ecuménico, ha preparado la Comisión de Semana Santa y han escuchado ustedes en labios cristianos de diversas confesiones, pero todos creyentes en Cristo: cómo la Pascua ilumina, cómo esta noche el cirio está iluminando toda esta catedral; la Resurrección, la Pascua de Cristo ilumina toda la larga historia de Dios y los hombres que se remonta hasta la primera lectura que escuchamos. - En el principio, Dios creó el cielo y la tierra, y comenzaron las alianzas. A lo largo de toda la Cuaresma de este año, hemos ido siguiendo las diversas alianzas que Dios, el enamorado incansable de los hombres, a pesar de la negación de los hombres, va tratando de ganarles el corazón. Con Noé, bajo el signo del arco-iris, hace una alianza que es como rubricar su voluntad de crear. Creó el cielo, la tierra, los animales, todo cuanto existe: Ya no mandaré otro diluvio. Conservaré la naturaleza para el hombre. Seguiré pensando en el hombre como príncipe de la creación, solamente que me adoren. Yo soy su Dios. Y así como Noé agradecido ante el Dios que le conservaba la naturaleza, la Alianza de los hombres con Dios, significa adoración al Creador de todo, respeto a sus leyes, respeto a la naturaleza, justicia en el reparto de los bienes que Dios ha creado para todos, cuidado de la naturaleza. Este afán de destruir, este peligro tremendo de quedarnos sin agua, sin aire puro, sin bosques, ese afán de destrucción como un nuevo diluvio, Dios lo quiere conjurar. Cuando miremos en el arco-iris la voluntad de Dios de conservar la naturaleza, acordémonos que es parte de nuestra Alianza con Dios la conservación de esas reservas que la humanidad necesita. Continúa, en las lecturas de hoy, ya no en el orden de la naturaleza, eso se supone que el hombre lo va a amar, sino en el orden de una religión y necesita pactar con un privilegiado, un nómada del desierto: Abraham. Pero ¡qué fe la de aquel hombre! Anciano, sin patria, peregrino, sin saber a dónde va, va obedeciendo a Dios que le ha dicho: "Voy a hacer de ti un gran pueblo, del cual saldrá la bendición para todas las naciones". Y Abraham, sin comprenderlo, es el Padre de nuestra fe. Y de Abraham nace el pueblo, que ya hecho pueblo, caminando hacia su liberación de Egipto, hacia la tierra prometida, aparece en una tercera alianza cuando Dios habla a Moisés y lo manda a trasladarse a través del Exodo. Toda esa lectura que hemos escuchado hoy, es el Dios que va con el pueblo predilecto porque va trayéndose allí un Redentor. Y aparece la hora de los Profetas que anunciarán al Redentor de los hombres, las condiciones que Dios quiere de este pueblo suyo, hasta que nace el Redentor Han tocado las campanas esta noche en la hora en que sonaba, en las lecturas bíblicas, la plenitud de los tiempos. Cristo está ya con nosotros y es un Cristo que ha muerto y ha resucitado. Su alianza con los hombres, la Alianza Nueva que anunciaron los Profetas, es una alianza definitiva, es una alianza que "une", como cantó el sacerdote al principio de esta liturgia esta noche: ¡Oh noche bendita, en que se une el cielo con la tierra! Llegó a llamar al pecado de Adán: "Feliz culpa que mereció tan grande Redentor". Ya los pecadores contamos con una Alianza de reconciliación. Ha llegado a nosotros en la cruz, en la Pascua, la hora en que nosotros mismos somos el pueblo nuevo: el nuevo Israel que nace del Bautismo. 3. EL PUEBLO DE LA NUEVA ALIANZAHemos escuchado, en la lectura de San Pablo, cómo nos devela este misterio: Todo hombre nacido de la carne, si quiere incorporarse a esta Alianza de Dios con los hombres, se bautiza y, en el Bautismo, la muerte de Cristo se hace muerte del cristiano; y la Resurrección de Cristo se hace vida nueva en el corazón del cristiano. Y allí surgen los compromisos de este pueblo cristiano que en esta noche venimos a renovar. Es el compromiso de una solidaridad estrecha con la muerte de Cristo y con la resurrección de Cristo. Esta noche, hermanos, si de verdad queremos hacer honor a la pertenencia de este pueblo que nos ha congregado en la Catedral, en la Vigilia de la Pascua, pensémoslo bien, si de verdad queremos ser bautizados y hacer honor a la incorporación de la muerte de Cristo por el Bautismo: hay que morir. Morir al pecado, morir a todas las maldades, matar en nosotros los egoísmos, las envidias, las entregas, las idolatrías de los falsos dioses. No hay más que un sólo Dios, y el cristiano adora ese Dios en Cristo Nuestro Señor. Y si por rechazar idolatrías falsas, tiene que morir mártir por ser fieles a su único Dios, Dios lo resucitará. Tenemos, gracias a Dios, páginas de martirios no solamente en las historias pasadas, sino en la hora presente. Hay sacerdotes, hay religiosos, hay catequistas, hay hombres humildes del campo que han sido matados, despellejados, aplastada la cara, deshechos, perseguidos por ser fiel a este único Dios y Señor: Jesucristo, a quien esta noche debemos renovar nuestro compromiso bautismal; o es la noche de decirle: Señor, voy a apostatar, no tolero aguantar este exclusivismo con que Tú me quieres. Ese seguirte a Ti, que Tú dices, "el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su Cruz y sígame". No se puede servir a dos Señores. No se puede ser cristiano que ha prometido fidelidad a Cristo y luego estar traicionando ese Cristo, idolatrando el ídolo riqueza, el ídolo poder, el ídolo lujuria, el ídolo orgullo, el egoísmo y tantas otras clases de idolatría. Esta noche, es una noche de fidelidad ante aquel que me mostró la fidelidad hasta la muerte. ¡Él, sí me amó! Y, aún, cuando el amor le costó la muerte en la cruz, no tuvo miedo y se entregó por mí. "Ya no vivamos para nosotros -dice San Pablo- vivamos para aquel que murió y que ha resucitado también". Porque el que pierde la vida por mí, la encontrará. El que cree en Mí y me sigue, no morirá nunca, tendrá vida eterna. Y esta noche de la Resurrección el cristiano comprende la grandeza de su fe, de su esperanza, de poner en Cristo toda su fuerza, todo su amor. ¡Ojalá!, queridos hermanos, que en este momento en que vamos a renovar nuestra encarnación de Cristo en nosotros, nos arrepintamos de nuestras cobardías. No queremos ser cristianos de dos caras: con Cristo y contra Cristo. Decidámonos de una vez, si de veras queremos seguir a Cristo, que la mejor respuesta en esta noche de amor al Señor resucitado no sólo sea esta presencia tan encantadora, tan enardecedora, que yo les agradezco profundamente de haber respondido con tanto entusiasmo a la presencia de la Vigilia Pascual, sino que esta noche al salir de Catedral, sintamos todos el inmenso honor y la gran responsabilidad de haber sido bautizados. Y así, sí celebraremos la resurrección de Jesucristo que no es sólo alegría de Cristo como individuo, sino honor inmenso de todos aquellos que formamos el nuevo pueblo que ha pactado con Dios como lo hemos escuchado hoy: "Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo". En Cristo Jesús me ha marcado con su sangre y con la gloria de su resurrección, nosotros, como a los pies del Sinaí, esta noche le estamos diciendo que sí queremos ser su pueblo y que haremos todo lo que el Señor ha dicho. Así sea... Queridos hermanos:
Los que no están en la Catedral en esta noche solemne de la Vigilia Pascual, no pueden captar la belleza que ustedes, aquí en el templo máximo de la Diócesis, están no solo presenciando, sino viviendo. Un cirio encendido en el centro de la Iglesia es la figura de Cristo, de su Pascua y de un inmenso pueblo, una muchedumbre que llena la nave, el coro y aún fuera del templo. EN LA PASCUA NACE EL PUEBLO DE LA NUEVA ALIANZA1. Dos objetos de la celebración Pascual: Cristo resucitado y los bautizados. 2. La Pascua ilumina toda la historia de las alianzas de Dios con los hombres. 3. El Pueblo de la Nueva Alianza. Quisiera ser mi palabra también, sobre todo, una invitación a la acción de gracias; a celebrar este domingo la verdadera Eucaristía. Toda la humanidad de rodillas ante el Dios que nos amó hasta darnos a su Hijo clavado en una cruz, pero que lo ha resucitado. Y que en el triunfo del resucitado está toda la esperanza de la humanidad. Pero las tres lecturas que acabamos de escuchar no son sólo testimonio, anuncio e invitación a la gratitud, sino que nos invitan a la reflexión de este gran acontecimiento. LA RESURRECCIÓN, SELLO Y CLAVE DE LA NUEVA ALIANZA1. La Resurrección, clave de toda la revelación de Dios. 2. La Iglesia depositaria y testigo de la Resurrección. 3. Los bautizados, participantes del mismo espíritu que resucitó a Jesús. 1. LA RESURRECCIÓN, SELLO Y CLAVE DE TODA LA REVELACIÓN DE DIOSEn primer lugar, yo les invito, queridos hermanos, a que adoremos esta Resurrección como clave de toda la revelación del Señor. "...vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura que Él había de resucitar de entre los muertos..." Al terminar el Evangelio San Juan, con una franqueza maravillosa, nos dice que: después de haber corrido él, como más joven que Pedro, al sepulcro, con respeto dejó que el anciano, el mayor, entrara y reflexionara; y él también reflexionó en aquellos lienzos abandonados por un cadáver que ya es vida eterna. Y entonces dice el Evangelio esta frase reveladora. "...vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos". a) Faltaba la clave que hiciera coherente sus experiencias de discípulos. Mientras no resucitó Cristo, había en la mente de los discípulos como la ausencia de una clave. No se podía explicar la conducta, la doctrina, los milagros, todas las maravillas del Redentor, si no hubiera sucedido la Resurrección. Todo es un misterio en Cristo, mientras no llega lo que Él estaba anunciando continuamente: "Ya llega mi hora". ¿Por qué lo dirá? El Hijo del hombre será entregado, lo van a ultrajar y lo van a crucificar, y al tercer día resucitará. Pero eran palabras, no comprendían cómo un Hijo de Dios, hecho hombre, tuviera que ser tan humillado. Habría muchas crisis en la fe de los discípulos mientras no sucedió esta gran manifestación. - Todo el misterio de Cristo tiene una clave: la glorificación... después de la humillación... (la vida de Jesús). En la segunda lectura de hoy, encontramos todo el relato de una vida de Jesús. Pedro, hablándole al centurión y a un grupo de gentiles, les cuenta cómo ellos, los apóstoles, vieron a este Jesús, ungido por Dios en la fuerza del Espíritu; pasó haciendo el bien, curando a oprimidos, porque Dios estaba con Él. Nosotros somos testigos. Era una vida maravillosa la que habían vivido con el Señor pero había una ausencia. - Toda la Escritura... ¿Cual es el desenlace de todo esto? "Toda la Escritura -nos dice el Concilio Vaticano II- que es en Cristo donde se encuentra su clave todo el Viejo Testamento, y todo cuanto de Cristo se ha escrito y se ha dicho. Sólo cuando Cristo resucita, la Escritura se ilumina y se ve el gran misterio de Dios que culmina en la resurrección de su Hijo, toda la obra incluso de la misma creación". La creación... el hombre... Dios... EL Judaísmo, la ley... la recapitulación de la obra de Dios. ¿Por qué formó Dios un pueblo en el Antiguo Testamento? ¿Por qué Dios creó y vio que todo era bueno? ¿Por qué de un anciano como Abraham, saca un pueblo milagrosamente numeroso como las estrellas del cielo y las arenas del mar? ¿Por qué se preocupa Dios de un pueblo cautivo en Egipto y lo libra del azote de los capataces y lo conduce por el desierto, entre milagros, a una tierra prometida? ¿Qué sentido tiene el lenguaje de los profetas? ¿Qué quiere decir el Siervo de Yahvé, que es un Hijo de Dios que viene no solo en gloria y majestad, sino que será humillado, que dará sus espaldas a los azotes, que será escupido y humillado? ¿Quién entiende todo esto? Era necesario que la misma naturaleza quedara asombrada el Viernes Santo y, más todavía, en la noche del sábado, para resucitar; para que todo eso, el sentido del pueblo predilecto de Dios, el sentido de una naturaleza tan bella, creada para los hombres, refulgiera en el esplendor de la gracia. Si hoy gime bajo el peso de las injusticias, de los abusos de los pecadores, no es ese el destino que Dios ha dado a las cosas. Los hombres no hacemos más que hacer enigmas. Y hacemos más enigmática la creación cuando la sometemos al pecado del egoísmo, de la avaricia, de la injusticia. Es necesaria una redención sólo a la luz de Cristo que muere, y, aún entonces, el misterio se torna más oscuro cuando. Cristo queda muerto en la Cruz. ¡Así terminan los justos! Vale la pena ser bueno para acabar crucificado. ¿Es necesario ser tan pasivo, que no se tenga la fuerza de la violencia para derribar todas las injusticias del mundo con las fuerzas de las armas? ¿No podía Dios mandar un ejército de ángeles y acabar con todos los perseguidores de Jesús y de su Iglesia? Esta es la mente mezquina de los hombres. Los que quieren arreglar la situación del mundo a fuerza de violencia debían de reflexionar como Juan en la tumba de Cristo resucitado y, ahora, comprender; ahora, cuando ha resucitado; ahora, cuando todos los enemigos huyen despavoridos; ahora, cuando los que quisieron callar la voz de la resurrección diciendo: vamos a decir que "mientras ustedes dormían, se lo robaron". Pero ¿quién puede tapar el sol con un dedo? La resurrección es un sol que ya refulge y nadie puede ya acallar la humillante situación de todos los enemigos del Señor. b) Cristo Resucitado: - Principio de una nueva creación. Sólo a la luz de la resurrección y del triunfo del humillado, del torturado, del oprimido de Cristo hecho obediente hasta la Cruz, pero ahora recibiendo de Dios "un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos", se da la glorificación que explica el misterio del dolor. Esta es la gloria que da el sentido a todos los dolores de la humanidad. Este es el sentido de la Pascua: Cristo resucitado, el principio de una nueva creación. Ahora comprendemos que poner en Cristo resucitado toda nuestra esperanza, aún cuando sea desde un callejón sin salida, es aferrarse al poderoso, al que me sacará a flote de toda situación. - Sentido escatológico de los valores de la vida ("los bienes de arriba"...en contexto más general: "lo que se hace por motivos de arriba"...) Nos ha escrito hoy San Pablo, comentando la resurrección del Señor, que si hemos resucitado con Cristo, busquemos las cosas de arriba. No quiere decir una alienación de las cosas de la tierra; quiere decir, mirar los quehaceres de la tierra desde las perspectivas de arriba; quiere decir trabajar las mismas liberaciones y reivindicaciones de la tierra. No las vamos a lograr con violencias ni con armas. Las vamos a lograr con las perspectivas del triunfo de Cristo. Por eso, he escrito en mi Carta Pastoral de las relaciones entre la Iglesia y las Organizaciones políticas Populares: la Iglesia no se puede identificar con ninguna lucha armada. La Iglesia no provoca nunca la violencia. La Iglesia no es guerrilla, ni grupo para buscar unas liberaciones inmediatistas: de política, de sociología o de economía. Todo eso lo comprende la Iglesia y anima a los hombres con vocación política, a que se organicen y trabajen por una liberación justa en la tierra. Pero Ella no se quedará con liberaciones en la tierra. Ella dirá: "plus ultra", más allá está la liberación verdadera. La liberación que Cristo trajo es aquella que mira hacia los bienes de arriba. Y desde los bienes de arriba, desde la eternidad, desde la liberación profunda del pecado que Cristo realizó en la Cruz, desde allí se realizarán las verdaderas libertades del mundo. c) Las liberaciones sin Cristo no son completas y hasta pueden ser dañinas. No puede haber libertad mientras haya pecado en el corazón. ¿De qué sirve cambiar las estructuras? ¿De qué sirven violencias y fuerzas armadas, si se hace con odio, si se hace únicamente por mantener poderes o apoderarse del poder para luego convertirse en tiranos también en nuevas tiranías? Lo que buscamos en Cristo es la verdadera libertad: la que transforma el corazón, la que nos dice hoy: con Cristo resucitado buscad los criterios de arriba. Mirad la libertad de la tierra, las opresiones de esta situación injusta en El Salvador, no únicamente de tejas abajo, mirad hacia arriba. No para hacerse conformistas, porque el cristiano sabe luchar también, sino porque sabe que su lucha es todavía más fuerte, más valiente cuando se inspira en este Cristo que supo dar más que la otra mejilla y dejarse clavar. Pero desde la crucifixión Cristo obediente, ha redimido al mundo y canta la victoria definitiva, la que no pueden usar para otros fines quienes no buscan, como Él, la verdadera liberación de los hombres. Esta es la liberación que no se comprende sin el Cristo resucitado. Queridos hermanos, sobre todo ustedes que tienen tanta sensibilidad social, ustedes que no toleran esta situación injusta de nuestra patria, Dios les ha dado ese sentido de sensibilidad, y si tienen vocación política, ¡bendito sea Dios!. Cultívenla también; pero miren, no pierdan esa vocación; no pierdan esa sensibilidad política y social únicamente con odios, con venganzas, con violencias de la tierra. Elévense, ¡arriba los corazones! miren las cosas de arriba. El gran iluminador, el gran inspirador de todas las liberaciones de la tierra no tiene que ser un hombre, ni una ideología, mucho menos atea, sin Dios, sin Cristo. El gran inspirador de la liberación de nuestra patria y de los hombres es el único liberador: Cristo el resucitado; Cristo, el que esta mañana canta la verdadera victoria sobre todas las opresiones de la tierra. Cristo que ahora colocado en la gloria del Padre, puede desafiar los poderes de Poncio Pilato y del Imperio Romano; y el fanatismo de los dirigentes espirituales de Israel, de sacerdotes y de una religión que había pervertido sus sentidos. Cristo, desde su resurrección desafía a todos los liberadores de la tierra y les dice: ¡Ustedes no van a liberar! Sólo ésta es la liberación que persiste, la que arranca las cadenas del corazón del hombre: el pecado, el egoísmo. Aquel que ha roto las rejas de la muerte y del infierno, aquel que ha dejado el sepulcro vacío y que invita a todos los hombres a morir contentos para que, a la hora de la Resurrección Universal ellos también puedan desafiar a las tumbas de nuestros cementerios: "¿Muerte, dónde está tu victoria?". Todo lo demás muere, todo lo demás es pecado, todo lo demás es odio y violencia, todo lo demás es sangre y asesinato y secuestro; todo eso no es liberación, todo eso está sepultado entre las cosas viejas que Cristo deja, para darnos la novedad de la verdadera vida que solamente la puede vivir el verdadero cristiano. Ojalá, los fanáticos de la violencia y el terrorismo; ojalá, los que creen que con la represión y la fuerza se van a arreglar las cosas, aprendieran que no son esos los caminos del Señor, sino éstos: los humildes caminos de Cristo por la obediencia a la ley del Señor, por el respeto y el amor, y el que ahora entrega a los hombres la verdadera liberación para que el que la quiera aprovechar: Cristo, pues, Él es la clave de la revelación de Dios. 2. LA IGLESIA, DEPOSITARIA Y TESTIGO DE LA RESURRECCIÓNa) Nosotros somos testigos... El Kerigma de las primeras comunidades. San Pedro, que por primera vez se enfrenta con un grupo de gentiles, va a ser testigo de como Dios no tiene acepción de personas. Que ya la religión no pertenece solamente a la Alianza con Abraham, sólo al pueblo de Israel; que Cristo resucitado ha roto también las barreras que separan a los hombres y que el Bautismo que da la redención cristiana se le puede dar también a unos romanos, a unos paganos. Les dice en el precioso sermón de hoy que hemos escuchado: "Nosotros somos testigos de todo lo que Jesús a hecho..., nos encargó predicar al pueblo dando solemne testimonio de que Dios ha nombrado a Cristo juez de vivos y muertos. El testimonio de los Profetas es unánime: que los que creen en Él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados. En otras palabras, este Cristo que con su resurrección ha recibido del Padre la herencia prometida en tantas alianzas del Viejo Testamento, hasta hacerse realidad en el Cristo que nos trajo la vida eterna, funda una Iglesia sobre la base de un testimonio: unos hombres que sean testigos de la resurrección. Pedro y Juan han corrido al sepulcro y han visto el sepulcro vacío. Pero más que el sepulcro vacío, que a Magdalena tampoco le dijo nada, a ellos, inspirados por el Espíritu Santo, les asegura la fe en el resucitado: ¡Cristo vive! ¡Cristo no es un muerto! ¡Cristo es el juez viviente de vivos y de muertos! ¡Cristo es el perdonador de todos los pecados de los hombres! La resurrección ha ratificado, ha puesto la firma de Dios al poder de Cristo, para perdonar al hombre que se arrepiente de sus culpas. Somos testigos de todo esto. - Evangelización - Palabra Por eso, es feliz pertenecer a este tiempo último de la Iglesia; cuando Pablo VI, el Sínodo de los Obispos llegados de todo el mundo hablan de la evangelización; los Obispos de Latinoamérica reuniéndose en Puebla; Juan Pablo II dejando Roma para peregrinar por América Latina y anunciar esta misma noticia. Es decir, la Iglesia de hoy es consecuente con la Iglesia que recibió directamente de Cristo: la Iglesia de Pedro, de Juan, de Pablo, de los primeros apóstoles, de las primeras comunidades que se ha leído hoy en la primera lectura; la Iglesia de aquellos hombres es la misma de ustedes, la mía, la de 1979. Se preocupa de cómo hacer llegar esta evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. - Sacramento Cómo hacer para que los hombres no sólo escuchen la palabra de Dios, sino también reciban los signos sacramentales que son: el Bautismo, la Confesión, la Eucaristía, el Matrimonio bendecido por Dios, la Ordenación Sacerdotal; es decir, los siete sacramentos, que son expresiones de las relaciones de alianza entre el pueblo y Dios; con ellos recibiendo el perdón, la gracia, la vida que Cristo trajo y que nos dio por el precio tremendo de su cruz. Todo esto es la evangelización. Nunca como ahora, queridos hermanos, católicos de 1979, la Iglesia había tomado una conciencia tan clara de su misión de evangelizar. Nunca se había comprendido una evangelización tan plena que abarque la predicación de la palabra, el anuncio de la buena nueva: de que Cristo ha traído el reino de Dios a la tierra. Y empalmarlo con la respuesta del hombre que se confiesa, que se casa por la Iglesia, que se bautiza, que se confirma. Los sacramentos son indispensables para manifestarle a Cristo que se acepta la alianza. Los sacramentos, como la palabra, son la corriente que se establece entre la alianza de Dios y los hombres. No se puede ser católico verdadero si no se reciben los sacramentos. Ni se pueden recibir bien los sacramentos si no se atiende a la palabra de Dios. De allí que nuestros párrocos, gracias a Dios, van comprendiendo la necesidad de no dar sacramentos sin evangelización; de no dar Bautismos, sin las charlas presacramentales; de no administrar la Confirmación a montones de niños que ni cuenta se dan; de preparar al que se va a casar, de preparar al que va a recibir la confesión y la comunión. La palabra de Dios es necesaria para entender esta clave que, luego, en el sacramento se comprenderá como cuando se ha aprendido el idioma. Sólo entonces se entiende lo que dice alguien. Cuando no se entiende un idioma por más bonito que me hablen, yo no lo entiendo. Y eso resulta también con los sacramentos: es el idioma de los signos. Pero el que no lo ha entendido, el que no lo ha aprendido, el que no ha aprendido qué significa el agua que se le echa al niño para el Bautismo, el que no ha aprendido qué significa la mano del Obispo ungiendo con aceite santo la frente del que se confirma, el que no ha estudiado qué significa la mano del sacerdote que en el confesionario dice: "Yo te absuelvo de tus pecados", es como alguien que está oyendo un lenguaje, un idioma que él no entiende. Comprendamos, queridos hermanos, que la Iglesia actual consciente de su responsabilidad de dar esta redención, quiere comenzar por hablar con los hombres el lenguaje común que Cristo le enseñó; para que el hombre lo aprenda y se haga solidario; se haga miembro de la Alianza con el Señor. b) No en exclusiva. Hay elementos de verdad y de gracia fuera de la Iglesia... pero son de Cristo... Pero esta Iglesia que ha recibido el encargo de los dones de la resurrección para repartirlos, no posee en exclusiva esta potestad. Tengamos el corazón muy amplio para decir como el Concilio Vaticano II: "Fuera de la Iglesia hay muchos elementos de verdad y de gracia que pertenecen a Cristo Redentor. Los hombres que viven fuera de la Iglesia, de buena voluntad, porque no han conocido la verdad de nuestra Iglesia, se salvarán. Y quién sabe, hermanos católicos, quién sabe si se salvarán con más mérito que nosotros que poseemos la plenitud de los medios. Ser católico no es mérito nuestro, es gracia del Señor. Tener fe es un don de Dios. Podíamos decir como Cristo: Cuántos desearon ver el día del Señor y no lo vieron. Cuántos paganos amarían mucho más a Jesucristo; respetarían mucho más la Iglesia; obedecerían mucho mejor a sus pastores si fueran católicos, que no muchos de nuestros católicos que creen que tienen un derecho de propiedad, como lo tienen sobre sus fincas, también sobre la Iglesia. La Iglesia no es propiedad de nadie. Es de Dios y la da al que Él quiere y la puede quitar también a los que la desprecian. Cuántos hay que dentro de la Iglesia Católica, ya no son católicos. "Pertenecen al cuerpo de la Iglesia, dice el Concilio, pero ya no al corazón". En cambio, cuántos que están fuera de la Iglesia no pertenecen al cuerpo pero sí al corazón. Comprendamos bien esta gran verdad de la redención del Cristo resucitado que desborda los límites de la Iglesia, para que no nos creamos, nosotros los católicos, como que tenemos el monopolio de Jesucristo, el monopolio del Espíritu Santo. Cristo y el Espíritu no se dejan monopolizar, ellos no se dejan amoldar, ellos traspasan y buscan los corazones generosos -como dice la preciosa oración de la Misa-: "Tendiste la mano a todo el que busca con sincero corazón. ¡Que consuelo! Es cuestión de corazón. ¡Quién se salvará! El que busca a Cristo con sincero corazón. No sólo basta venir y pertenecer a la Iglesia. No dejarse bautizar a veces sin entender lo que es el Bautismo; no gloriarse de pertenecer a una Iglesia y ser amigo de tal Obispo y de tal sacerdote; eso no salva. Salva el que busca a Cristo con sincero corazón. ¡Esta es la Iglesia, depositaria y testigo! Pero por eso quiero decirles, hermanos, ustedes y yo que hemos tenido la dicha de conocer la verdadera Iglesia de Jesucristo, seamos responsables de esta gracia que el Señor nos ha hecho. Seamos testigos de la resurrección como los apóstoles a donde quiera que iban no podían callar esta gran noticia: Cristo ha resucitado para perdón de los pecados, ¡conviértanse!. Qué hermoso será el día en que todos los Obispos y sacerdotes y, religiosas y, todos ustedes los laicos: en el matrimonio, en la profesión, en la vida del jornal, en el taller, donde quiera que se encuentren, bautizados, demos testimonio como lo daban los primeros cristianos: de esta fe en el Cristo Redentor. 3. LOS CRISTIANOS PARTICIPANTES DEL MISMO ESPÍRITU QUE RESUCITÓ A CRISTO¡Qué honor! El Espíritu Santo que condujo a Cristo y le dio valor divino a su muerte en la cruz y que fue la potencia de Dios que lo resucitó de entre los muertos, es el Espíritu que se da por el Bautismo a todos los que formamos su Cuerpo Místico, los que formamos su pueblo. Ese Espíritu -dice San Pablo aunque ahora parece invisible y caminamos a envejecernos, a enfermarnos, a morir, a ser sepultados, "sin embargo -dice San Pablo-, lleváis el germen de la Resurrección y la última enemiga en ser vencida será la muerte". Y un día se abrirán las tumbas de los cementerios y la muerte se quedará atónita -como aquel cuadro genial de Miguel Angel en el Juicio Final, que con una calavera ha logrado dar una expresión de asombro a la muerte, calavera asombrada- al mirar que se escapan todos los muertos. Es el grito del evangelio que grita: "¡Oh muerte, dónde está tu victoria!" Cristo resucitado es la primicia. El primer viviente que no morirá más. Pero como Él, también nosotros, que poseemos su espíritu aunque muramos, aunque suframos, llevamos los gérmenes de la vida eterna: "El que cree en Mi, no morirá para siempre -ha dicho Cristo-". Lleva el espíritu que resucitó a Jesús, pero ese espíritu que resucitó a Jesús ya es fuerza y santidad en la tierra. Siempre que les he predicado de "escatología", les he dicho, queridos hermanos, que es lo último, como la última perspectiva de la historia. Pero que no hay que esperar a que termine la historia para tener esa perspectiva escatológica. Es como el que mira desde la mitad del camino la meta hacia donde se dirige; ya la tiene en su mente y, gracias a esa meta escatológica, lo último, va caminando con esperanza y con confianza que sabe a dónde lleva ese camino. Eso ha hecho Cristo resucitado: poner en el vaivén de la historia, entre las cosas transitorias que van y vienen, lo eterno de su vida. Su vida de resucitado, que no morirá más, pertenece a este mundo y dichosos los hombres que saben dar a su vida un sentido escatológico. Es decir, mirar en Cristo resucitado la meta hacia donde camino; con mis pobrezas, con mis tribulaciones, con mis ansias de liberación. Aferrado a ese Cristo no puedo fallar. Cristo le da fuerza, le da espíritu a esta lucha por un mundo mejor. Por eso vuelvo a repetir: no le quitemos la energía del cristianismo a los cristianos, cuando los logramos incorporar a movimientos liberacionistas que no creen en Cristo ni en Dios. Cristianos, no se dejen engañar. Cristianos, ustedes poseen una fuerza mucho más vigorosa que cualquier grupo político, que cualquier organización que sólo admira las cosas de la tierra. Si miran también a Cristo y desde Cristo toman su fuerza, entonces, la política, la sociología, la economía, también recobran su fuerza cristiana. Pero la Iglesia, que no se identifica con ninguna de esas fuerzas, inspira estas fuerzas y le dice a los hombres: luchen, pero sin perder la perspectiva que yo les señalo. Por eso no me identifico con nadie de ustedes, porque quiero mantenerme libre en señalar esta escatología que siempre encontrará mucho que criticar en los proyectos de los hombres. Porque el gran proyecto de Cristo no se realiza esta tierra, es el reino de Dios que ya ilumina, sí; los reinos de la tierra gracias a los cristianos que llevan el espíritu de Cristo y que trabajan como cristianos. Por eso yo diría, permítanme esta sugerencia: aquellos cristianos, aquellos que pertenecen a comunidades eclesiales de base, si llega un momento en que creen que ya no vale la pena leer la Biblia ni pertenecer al grupo de la comunidad, sino meterse a una organización porque si no, no se trabaja por la patria, están muy engañados. O mejor dicho, están confundidos. No confundan, la Iglesia siempre les señalará una meta valida en cualquier organización, en lo justo; así como rechazará también todo lo injusto, lo criminal, lo malo. Y les digo a los cristianos: ¿Por qué tan poca inventiva, cristianos? ¿Por qué, poseyendo el proyecto del reino de los cielos, con la fe en Cristo Rey resucitado, se hacen esclavos de ideologías de la tierra? ¿Por qué creen que lo cristiano vale menos que lo político? ¿Por qué no tienen ustedes la audacia de dar un sentido cristiano también a la organización donde ustedes pertenecen? ¿Por qué han de ser esclavos de los otros? ¿Por qué han de perder ustedes el liderazgo que Cristo lleva por delante? ¿Por qué han de someterse a los yugos?. ¡No se humillen! ¡Dicen que son liberadores y son esclavos! ¡Dicen que trabajan por reivindicaciones y se dejan subyugar!. El cristiano es el más rebelde que existe, porque no se somete a ninguna ideología de la tierra, porque posee la gran libertad del liberador Jesucristo. Cristianos, en esta hora de nuestra patria se necesitan muchos liberadores, pero liberadores de la verdadera liberación. Los que decía Pablo VI, "que ponen a la base de su acción y de su prudencia la doctrina de la Iglesia, el amor de Cristo y la libertad verdadera del pecado y de todo aquello que nos hace menos hombres". HECHOS DE LA SEMANA SANTAEsta Iglesia, hermanos, depositaria del tesoro de la redención, testigo fiel de Cristo resucitado, no es una Iglesia abstracta. Me gusta mucho pensar que la Iglesia de la cual yo siempre les hablo, son ustedes, soy yo, somos la comunidad que ahora vive con sus aspiraciones y con sus defectos. Me da gusto pensar que la Iglesia que yo predico no es una Iglesia abstracta, por las nubes, sino una Iglesia que peregrina con los pies en la tierra. ¡Es la que en esta Semana Santa ha vivido cosas muy bellas! Por ejemplo, cuando el Papa, el Domingo de Ramos, recién pasado, dice que no hay que abusar del poder. El Papa que, predicando el Vía Crucis en el Coliseo de Roma, invita a la solidaridad de la Iglesia con los mártires de nuestro tiempo. Tenemos mártires, no los olvidemos, son nuestros sacerdotes, nuestros catequistas, nuestros hombres de fe que, confundiéndolos con acusaciones de subversivos y de políticos, los han matado, los han torturado. Sólo Dios sabe la fe por la cual ellos dieron su vida. Respetemos y solidaricémonos como el Papa nos indica: con una Iglesia que trata de ser fiel hasta el martirio, como Cristo Nuestro Señor. Es la Iglesia que en esta Semana Santa, ha encontrado tantas manifestaciones. Yo quiero felicitar y agradecer, desde la cátedra central de la Diócesis, a todos los queridos sacerdotes, grupos de religiosos y religiosas, laicos y catequistas, jóvenes, estudiantes, universitarios que se han organizado en misiones para ir por pueblos y cantones; todos aquellos que han hecho posible una bella celebración de Semana Santa. También aquí, en Catedral, sólo Dios puede medir cuanto fervor ha habido en esta Semana Santa. Yo sólo puedo medir un poquito la presencia de ustedes en la Catedral, y les digo: que ha sido para mí la presencia de ustedes muy enriquecedora en mi fe, pero yo he pensado desde la Catedral, en las muchedumbres de los pueblos que seguían sus imágenes, y rezaban sus Vía Crucis, y acompañaban las diversas manifestaciones de amor al Cristo que nos redime. En esta Semana Santa, la Iglesia tiene que lamentar el secularismo de muchos. Para quienes la Semana Santa ya no dice nada más que comercio, vacación, descanso, que puede ser muy justo y no voy a condenar aquí a todos, me refiero a los secularistas. Es decir, a aquellos que dejan como por desprecio las cosas de la Iglesia. No aquellos que por necesidad de descanso, por obligación de familia han tenido que irse, pero que sus vacaciones han servido para reflexionar y aumentar su fe. A ellos los felicito también. Quiero lamentar los fanatismos de tradiciones opuestas a la Pastoral actual de nuestra Diócesis. Tengan mucho cuidado comunidades cristianas. Hay gente empeñada en mantener tradiciones que no son ya legítimas tradiciones, porque se oponen a una Iglesia que quiere ser viva expresión de la redención de Cristo. También quiero lamentar los abusos de aquellas innovaciones que son imprudentes y no tienen en cuenta los sentimientos legítimos de nuestro pueblo. Y peor todavía, si acaso los ha habido, a los que han querido utilizar las manifestaciones de fe de la Semana Santa para incrustar sus objetivos políticos o limitados. La Iglesia no es para eso; las procesiones no son para eso. La Iglesia tiene su lenguaje, lo hemos dicho y hay que saberlo escuchar. Y si no se sabe, por lo menos respetarlo, pero no utilizarlo para otros fines, ni de izquierda, ni de derecha. La Iglesia no va con nadie más que con el Cristo y llama a todos a seguir este verdadero Cristo. De allí las necesidades de una evaluación pastoral que mis queridos sacerdotes, sobre todo a través del organismo pastoral, tienen que realizar después de la Semana Santa, para salvar todo lo bueno, la búsqueda sincera de las nuevas expresiones. Así como depurarla también de todo lo malo, de las tradiciones ya ilegítimas y de todas las innovaciones que puedan perturbar el lenguaje de nuestra Iglesia. Ayúdennos los que están escuchando y saben que la Semana Santa de su pueblo, de su cantón, tuvo tal o cual deficiencia. Envíennos un reportaje para que sepamos analizar la Semana Santa de nuestra Diócesis y le sepamos dar el verdadero sentido cristiano. Quiero alegrarme porque en esta Semana Santa, a pesar de las ocupaciones litúrgicas, ha habido lugar para que la Diócesis mantenga relaciones que le han dado nueva fortaleza. Por ejemplo, la visita de un congresista norteamericano, colaborador muy cordial en la defensa de los derechos humanos. Fue testigo presencial de la piratería que nos robó las ondas de nuestra emisora una vez. Se dio cuenta de lo bajo de ese sistema. Se dio cuenta de cómo lucha la Iglesia con fuerzas desiguales ante quienes la quieren callar y no tienen el valor suficiente de enfrentarse para desafiar sus razones. Yo lamento que nuestra emisora haya perdido algunos de sus mensajes para el pueblo. El pueblo es el que ha perdido. La Iglesia creo que, al contrario, ha ganado con esas interferencias. Y yo les diría: que tuvieran, más bien, razones para combatir y no actitudes tan desleales que en nada honran a quienes las usan, que son un abuso contra el derecho de la libre expresión. Y quiero exhortar por esto, a los queridos cristianos, lo que ya les dije una vez: puede llegar el tiempo en que no tengamos ni radio, ni periódico; pero entonces, contaremos con que cada católico sea lo que hemos dicho hoy: un testigo del Señor. Y cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono que suena, un periódico que se reparte. Cada voz de cristiano no debe tener miedo, sino anunciar. Sobre todo, cuando se le callan sus medios de comunicación social, los católicos tienen que ser los comunicadores de la gran noticia. Nadie tiene derecho a guardársela solo, sino darla para la salvación del mundo. Las amenazas de esas interferencias pueden ser señales de cosas peores. Quiera Dios que no, pero estemos preparados para saber ser testigos de nuestras verdades. Hoy mismo me dicen que no está pasando la radio desde las 8 y ¼, para que vean pues, que las interferencias continúan. Pero este congresista que pudo visitar también zonas marginadas de nuestra ciudad y darse cuenta de que la lucha de la Iglesia no es simplemente un desprestigio a la faz de la nación, sino una denuncia de la verdad, de lo que pasa en nuestro pueblo, llegó a decir esta frase que mucho me enorgullece: "Aunque vivamos en zonas tan lejanas -me dijo-, sepa que yo me voy a considerar un feligrés de este Obispo que es usted! Y es él, uno de los que promovieron en el Congreso de Norte América, la postulación al Premio Nobel, en mi persona. Con esta ocasión, yo quiero agradecer el testimonio de solidaridad que llegó también de Parlamentarios Belgas en apoyo de esa candidatura. Lo mismo que 800 cristianos de 43 diócesis de México solidarizándose con este deseo de los que buscan la línea de la Iglesia que yo, repito, queridos hermanos, no es un honor personal el que yo veo en eso, sino un apoyo internacional a esta defensa de la Iglesia de nuestra Arquidiócesis, a los verdaderos valores humanos de nuestro pueblo. Y así también he recibido con gratitud inmensa, una carta de la Conferencia Episcopal de Holanda que me dice así: "Muy estimado hermano: las noticias que nos han estado llegando desde ese país acerca de grandes dificultades que ustedes experimentan en el campo de la justicia social y la protección de los seres humanos, han causado profunda preocupación en el círculo de la Conferencia Episcopal y del pueblo católico de Holanda." Por otra parte, hemos oído gran alabanza con respecto a la valentía y la actividad auténticamente pastoral, con que usted mismo, como Pastor de esa Iglesia, está respondiendo a este desafío realmente tan triste. Lo creemos nuestro deber y a la vez una muestra de nuestro sentimiento de fraternidad, ofrecerle por la presente carta nuestro apoyo a sus labores pastorales en bien de los más pobres, abandonados e injustamente tratados, entre los feligreses de esa grey. Esté usted convencido de nuestra fraternidad, nuestras oraciones, nuestro apoyo moral y también un apoyo material si es que en este sentido, ustedes estuvieran en alguna necesidad urgente. No existe entre nosotros, ninguna duda de que usted podrá tomar las medidas y la actitud más sabia y conveniente en la situación penosa en que usted se encuentra. Reciba nuestros saludos más fraternales y nuestra oración por la bendición del Señor. Por la Conferencia Episcopal de Holanda El Cardenal Jean Willebrands. También, en esta Semana Santa ha llegado, junto con el consuelo que Cristo nos da de su pasión, el apoyo de 20.572 cartas, firmadas por cristianos europeos que se titulan: "Por la Abolición de las Torturas". Entre ellas firman, también cartas, el Arzobispo Auxiliar de Avignon, el Obispo auxiliar de París, el Obispo de Ajaccio. La Iglesia concreta que hoy celebra la resurrección del Señor es la del Episcopado Centroamericano que tiene un organismo llamado SEDAC: Secretariado Episcopal de América Latina. SEDAC, que va a celebrar su reunión anual esta Semana de Pascua, en Costa Rica. De modo que tendré el gusto de relacionarme con muchos hermanos de la Jerarquía de América Central. Les voy a pedir una oración especial para que esta reunión redunde en bien de nuestras diversas Iglesias Centroamericanas. Esta Iglesia es la que urge de nuevo la revisión de las leyes laborales del país. para que los casos que quedan ambiguos como el de ADOC, donde se lamentan atropellos y muertes, se definan de una manera que favorezca los intereses de todos aquellos que se relacionan con el mundo del trabajo; tanto la parte laboral, como la parte patronal. Amnistía Internacional ha pedido a la ONU una pronta intervención del Consejo de Seguridad para detener las matanzas políticas en el mundo. Y entre los países mencionados, tristemente se mencionó también a El Salvador. Quiero lamentar, como cristiano y humano, ese crimen, que todos los días oímos por radio y vemos en la prensa. En Irán diariamente ajusticiados, de los políticos caídos. Y en Nicaragua también, la Semana Santa marcó un ascenso en la violencia. Desde la resurrección de Cristo, elevemos nuestra plegaria de esperanza, para que los hombres nos entendamos sin mancharnos tanto de sangre. Desde la resurrección de Cristo, que es fiesta de libertad, yo vuelvo a gritar con la Iglesia y con tantas familias que sufren: que se dé un informe sobre los 118 desaparecidos, hermanos nuestros de El Salvador. Yo quiero gritar también desde la resurrección del Señor, por la libertad de los dos secuestrados ingleses. Si todavía viven, yo espero que sí, que se les dé lo que Cristo vino a comprarnos con tanto dolor: la libertad de los hombres. Los casos que me llegaron en una bonita carta de Arcatao, una lista de atropellos auténticos, siento no poder darla a conocer, porque la entregué al congresista norteamericano. Y suplico a quién me la mandó, que por favor me la repita. PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTARPero queda esto, queridos hermanos, que la resurrección de Cristo es el sello y la clave de la Alianza de Dios con los hombres. Si Cristo ha resucitado, el Padre que tanto me ama en Cristo, me ama y me seguirá protegiendo. Y nuestro pueblo, que ha puesto en Cristo su esperanza, no puede quedar fallido. Que esta resurrección en medio de un ambiente de sangre, de dolor, de incomprensión, de odios, de violencias, no nos haga pesimistas, sino al contrario, si es necesario sufrir como Cristo en la cruz: sentir la soledad ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? Cristo no perdió nunca su amor al Padre y su confianza en el Padre. La hora no había llegado todavía, pero tres días después de su muerte, de aquel aparente abandono de Dios, Dios ha respondido mucho mejor que si lo hubiera liberado de la cruz, o no lo hubiera dejado llegar a la muerte. Mucho mejor que si no hubiera sufrido. Cristo es más glorioso cuando ha asumido en el triunfo de su resurrección. Si nosotros sabemos ir asumiendo, ir incorporando todas las pruebas y dolores de la vida a la esperanza de nuestra resurrección, la resurrección vendrá no sólo para nosotros en particular, sino para la querida patria como nación vendrá también la resurrección. Aleluya... Queridos hermanos:
La Liturgia, hoy, puede concretarse en esta idea: La muerte de Cristo, precio de la Nueva Alianza. Quiero insistir en este tema de la alianza que nos ha ocupado toda la Cuaresma, para que tengamos y penetremos más la idea de nuestra Redención. Dios la ha venido proyectando desde el Antiguo Testamento en forma de una Alianza, de un pacto, que luego los profetas traducían en la forma de un testamento. De allí el título del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. LA MUERTE DE CRISTO, PRECIO DE LA NUEVA ALIANZA1. ¡Qué Caro Precio! 2. ¡Qué rica Alianza! 3. ¡Qué grave responsabilidad! 1. ¡QUÉ CARO PRECIO!a) "Consummatum est"... un proyecto realizado. ¡Qué caro precio! es la expresión espontánea cuando hemos escuchado en los labios moribundos de Cristo: "Todo se ha cumplido". Es el que ha pagado moneda a moneda la deuda que debía a la humanidad. Es el que ha realizado en su propia vida, un proyecto que Dios venía bosquejando desde siglos. - Una obediencia heroica debe pagar las desobediencias de los pecados. Es la obediencia heroica del Hijo de Dios que se hizo hombre y se sometió como hombre a la voluntad de su Padre; para pagar, con esta obediencia heroica, la desobediencia de todos nosotros, las desobediencias a la ley de Dios. - La Alianza supone muerte: Moisés asperja con sangre. La Alianza que Dios hace con los hombres desde Noé, Abraham, Moisés y la que anunciaron los profetas, siempre incluía el concepto de la muerte, siempre se exigían víctimas. Y cuando Moisés lee al pueblo la Alianza que va a hacer Dios con ese pueblo, nos cuenta la Biblia, que se mataron animales y la sangre de esos animales fue derramada parte sobre el altar y parte asperjando al pueblo. Era en la sangre que quedaba unido el pueblo con Dios. b) Una descripción del "Varón de Dolores" -sufrimiento vicario... Cuando leemos en las tres lecturas de hoy, los dolores de Jesucristo: ¡Qué precio más caro! Cuando el Profeta Isaías en la primera lectura de hoy nos presenta verdaderamente al Varón de Dolores, vemos: cómo ese hombre cargando con tanta ignominia, con tanto dolor, no es Él el que tiene que sufrir, pero sufre en nombre de los pecadores; Él se ha hecho responsable. Y en esto consiste la tragedia de Cristo: que siendo inocente, siendo el Hijo querido del Padre, porque el Padre le ha aceptado la generosidad de venirse a hacer responsable de los hombres, le cobran, en su muerte dolorosa, todo lo que nosotros le debemos a Él. En Cristo descarga, la justicia divina, el castigo que todos nosotros merecíamos. Cristo deshecho en una cruz. "Lo vimos -dice el Profeta- y no parecía un hombre, parecía un gusano que se arrastra por la tierra. Deshecho, Varón de Dolores, es la figura del pecado castigado por Dios". Es la justicia divina que se cobra en la persona amada de su Hijo todo lo que nosotros debemos; para podemos perdonar, a todos, según la justicia divina. - Obediencia que lleva a la experiencia del sufrimiento. Este misterio no lo comprenderemos nunca, si no tenemos en cuenta el respeto que Cristo tenía a su Padre. ¡La voluntad de mi Padre! ¡La obediencia a mi Padre! Este es mi pan -decía- hacer lo que mi Padre quiere. El sentido de dolor, solamente recobra el valor de la redención si se hace como sufrimiento, en obediencia. Da lástima pensar cuantos sufren sin mérito. Cuando uno piensa en las salas de los hospitales, ¿quiénes son los que están ofreciendo a Dios el dolor como obediencia a los designios del Señor? Cuando uno piensa en el mundo que sufre tanto y la rebeldía de los hombres ante la voluntad del Señor, en vez del respeto y la obediencia al Padre que está tratando con unos hijos que han sido desobedientes y rebeldes y los hijos rebeldes siguen reclamándole al Padre, piensa uno: ¡qué diferencia más enorme y cuánto mérito perdido! ¡Ah, si le diéramos, como Cristo le dio a su sufrimiento, el sentido redentivo, el sentido de la obediencia del Padre. Por eso la Iglesia predica la conversión hacia Dios, porque es necesario también, queridos hermanos, discernir entre lo que Dios quiere y lo que Dios no quiere. Hay sufrimientos que Dios no los quiere y los hombres los están causando. En este caso, el hombre que peca, que abusa, que atropella, que tortura, que mata, no está haciendo la voluntad de Dios, está contradiciendo al Señor. Pero la víctima, el oprimido, el que sufre, el torturado, no puede hacer otra cosa que aguantar. Entonces, desde el fondo de su corazón víctima de la injusticia, ofrece a Dios por la redención de su pueblo ese sufrimiento. Y, gracias a Dios, que hay este sentido de solidaridad con el pueblo tantas veces víctimas del sufrimiento injusto. Pero como Cristo, que también fue sentenciado a muerte, muere; justamente, desde el punto de vista humano. Y convierte toda esa injusticia, toda esa opresión, en salvación al Señor. Así tendría que ser, también, todo el sufrimiento que nuestra patria, que nuestras familias, que nuestros hermanos -sobre todo la clase pobre, sufrida- le dieran su dolor. No el sentido de una rebeldía, sino el sentido ante Dios -me refiero- de una aceptación. Hay que luchar por las justas reivindicaciones pero, mientras no llega ese mundo mejor, saber que ya se es redentor si se ofrece desde el fondo del corazón por la conversión de las injusticias, por la construcción de un mundo como el que Cristo soñó. Qué cara esta alianza a la que Cristo se ha metido como Redentor. En el Evangelio que se acaba de leer, hemos seguido paso a paso, el desenlace trágico de ese precio que Cristo pagó con tanto gusto porque nos amaba. 2. ¡QUÉ RICA ALIANZA!a) La Alianza se torna Testamento. "Una herencia no se recibe si no se muere el testador". Fijémonos en la Alianza. Ese concepto de la sangre, de muerte, se hace todavía más expresivo cuando los profetas explican en que consiste una Alianza que Dios quiere hacer con los hombres. No se trata de dos iguales, se trata de una subordinación del hombre a Dios, y de una gracia de Dios, unas dádivas, unos dones que Dios quiere hacer a la humanidad. Es como una herencia. Entonces la alianza toma más bien el nombre de testamento. Es el padre que quiere dejar al hijo una herencia. Desde entonces, el nombre que se da a la Alianza es más bien un Testamento. Y, entonces, se explica en el Nuevo Testamento que para que tenga efecto un testamento tiene que morir el testador. Y aquí aparece la muerte del Viernes Santo como la condición, cómo el precio para que todos esos regalos mesiánicos que Dios ha prometido al hombre, se den como una herencia: ¡Ha muerto, es testador! Cristo juega aquí el papel doloroso del jefe de familia que muere como condición para que la familia disfrute la herencia que Dios le ha prometido. Por eso, Cristo muerto es el precio por esta Alianza. ¡ Qué rica Alianza es la que nos entrega Jesucristo en esta tarde! La muerte es el precio de esa riqueza que ahora la tenemos en nuestras manos si la queremos disfrutar. b) Efectos. - Mi siervo tendrá éxito... Ya en la primera lectura, como sobre la noche se va levantando la aurora, sobre el dolor se anuncia ya el triunfo de Cristo, mi Siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años. Lo que el Señor quiere, prosperará por sus manos, justificara a muchos. Pontífice que penetró los cielos. También en la segunda lectura aparece el premio del sacrificio de Cristo; pontífice que se presenta a los cielos en un trono de gracia y misericordia, causa de salvación eterna para todos los que ponen en Él su esperanza. Si Cristo ahora vale tanto, es porque el Padre sumó a sus méritos todo el dolor de esta tarde en el Calvario. - El costado abierto: un símbolo. Un símbolo precioso de la riqueza, de la herencia eterna de Cristo, es el costado abierto que nos ha hablado el Evangelio de hoy. ¡Era horrible!. El crucificado no moría porque todavía podía respirar. Aún con todo el dolor de apoyar sus piernas en los clavos que estaban incrustados en sus músculos, podía elevar un poco el tórax y respirar; y gracias a ese pequeño álido que le llegaba, podía vivir. Pero cuando los verdugos querían que ya no viviera, le quebraban las piernas. Entonces ya no podía erigirse, ya no había respiración. El crucificado moría por asfixia. Se asfixiaba horriblemente en esa tortura de la cruz. Pero cuando llegó el soldado que quebraba las piernas al crucificado Jesús, vio que Él ya había muerto, que no era necesario quebrarle las piernas como era la costumbre. Entonces, para mayor seguridad, un soldado mete su lanza al lado del corazón y, todavía Jesucristo como en un gesto de generosidad, deja escapar las últimas gotas de su corazón: sangre y agua. ¡Cuanta mística ha inspirado esa lanzada del costado de Cristo! Dicen los padres de la Iglesia: allí nació la Iglesia, en el costado abierto de Cristo. Aquellos dos ríos de sangre y de agua era la redención que, a través de los sacramentos, lavara los pecados del mundo. - Las siete palabras, una síntesis de los bienes de la alianza nueva. Quisiera fijarme, hermanos, en esa herencia: se fijó en un testamento que los católicos llamamos las Siete Palabras que Cristo pronunció en la Cruz y que no es hoy el tiempo de analizarlas en toda su profundidad pero, si de recogerlas con el cariño de un heredero que sabe que el testador ha muerto en una agonía tan horrorosa. PRIMERA PALABRAOír que de sus labios, junto con las gotas de su sangre, van cayendo esas palabras que son como el resumen de toda la Alianza de Dios con los hombres: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Este es el bien más grande de la Redención, el perdón de Dios a nuestros pecados. No hay alegría más grande que la conversión. Por eso, en Semana Santa, todos los cristianos debíamos de saborear la dulzura de esa palabra de Cristo: el perdón de los pecados. SEGUNDA PALABRALa segunda palabra la dirige Cristo precisamente a un converso. El ladrón que está a su lado, pide a Cristo un recuerdo en su Reino: ¡Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino! Yo tengo fe que Tú eres Hijo de Dios. Yo creo en tu inocencia. Nosotros, sí morimos culpables, pero Tú no eres culpable. ¡Lo ha defendido! Y Cristo le dice en respuesta: "En verdad te digo, hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso". Esta es otra rica herencia de la herencia del testamento de Cristo: La trascendencia de nuestras esperanzas. El esperar un reino aún cuando se muera, como el buen ladrón, víctima de nuestras propias culpas; enredado en nuestras propias miserias, queda siempre un sentido de esperanza: Acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Y tenemos un Cristo que nos tiende los brazos para llevarnos a su reino si de veras nos convertimos a Él. TERCERA PALABRALa tercera dulcísima palabra de Cristo es la herencia de su propia Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Y a todos nosotros en la persona de Juan nos ha dicho: "Ahí tienes a tu Madre". Y desde entonces, entre María y los cristianos, se establece una relación tan dulce que el nombre de la Virgen, las Ave Marías de nuestros labios, surgen por millones cada hora hacia el trono de la ternura maternal: María. CUARTA PALABRAY cuando Cristo siente la soledad, la angustia, la prueba de su obediencia heroica, casi como un abandono del Padre, surge una cuarta palabra: "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado". No es un abandono, pero sí siente Cristo todo ese dolor y esa angustia que el corazón del hombre, más de una vez tiene que sufrir. Es la sicología del sufrimiento: sentirse solo, sentir que nadie lo comprende, sentirse abandonado. Y en esa soledad Cristo nos ha dejado esa palabra que servirá como oración, como religión, como fe en el Dios verdadero. No nos está fallando Dios cuando no lo sentimos. No digamos: Dios no me hace lo que yo le pido tanto y por eso ya no rezo: Dios existe y existe más, cuanto más te sientes lejos de Él; y existe Dios más cerca de ti cuando tú crees que esta más lejos y que no te oye. Cuando sientes la angustia, el deseo de que Dios se acerque porque no lo sientes, es que Dios está muy cerquita de tu angustia. ¿Cuándo lo vamos a comprender, que Dios no es un Dios que solamente nos da felicidad, sino que prueba nuestra fidelidad en las horas de angustia? Y es entonces cuando la oración, cuando la religión tiene más mérito, cuando se es fiel a pesar de no sentir la presencia del Señor. Ojalá que ante este grito de Cristo, nosotros aprendamos que Dios es siempre nuestro Padre y nunca nos abandona y que nosotros estamos más cerca de Él, de lo que nosotros pensamos. QUINTA PALABRALlega al colmo la angustia de Cristo y se sabe que hay un detalle que todavía no se ha cumplido entre todos los proyectos de la salvación. Aquel de la Escritura que dice: en mi sed me darán vinagre. Y provoca el cumplimiento de esta Escritura con esta quinta palabra: "Tengo sed", para que un soldado empapando una esponja en vinagre, la estruje aunque sea groseramente sobre los labios del Cristo que muere. SEXTA PALABRAY cuando la escritura se ha cumplido también en este detalle, Cristo pronuncia la palabra: "Todo se ha cumplido". Todos los detalles que mi Padre había proyectado para esta trágica Alianza, en la cual yo soy el precio, el dolor, para que mi Padre bendiga a la humanidad, dice: "Todo se ha cumplido". ¡Quién nos diera, queridos hermanos, que nuestra vida fuera el cumplimiento de la voluntad del Padre! Da lástima -repito aquí- pensar cuántas vidas se van construyendo al margen y, quién sabe si contra la voluntad de Dios. Cuántos van buscando la felicidad por caminos que no son los que Dios señala. Cuantos al morir no pueden decir a Dios, como Cristo decía: "Todo se ha cumplido". Si no, ¡qué horrible tener que decir: mi vida toda ha sido una oposición a la voluntad del Padre; mi vida ha sido una negación al amor que Dios me pedía; mi vida no ha sido más que de crímenes, de violencias, de odios! No gastemos la vida por los caminos por donde Dios no nos quiere. Caminemos ya donde quisiéramos ser encontrados a la hora en que Dios nos pida la cuenta de nuestra existencia. Que hermoso poder decir como Cristo: "Todo se ha cumplido". En mi vida no he sido más que un poema del proyecto de Dios y de mi propia realización. Me he realizado tal como Dios quería, he seguido la vocación que Dios me dio. He tratado de ser como Dios quería que fuera. SÉPTIMA PALABRAY viendo que todo está cumplido, la palabra final: "Padre, en tus manos, encomiendo mi espíritu". De nuevo la trascendencia. Hermanos, nuestra vida no se va a quedar en el sepulcro; nuestra vida no se va a quedar en la rama de la historia; nuestra vida no la aprisionan los aplausos de nuestros éxitos; ¡todo esto vuela con el viento! Lo que vale, es poner el alma en las manos de Dios; ser recibido mi espíritu por el Señor que le dará un premio o un castigo. Esta debe ser la meta hacia la cual aspiremos en todos los pasos de nuestra existencia. ¡Qué rica herencia!, qué rica esta Alianza que Dios hace con nosotros y que ha costado tan caro en el dolor de su propio Hijo. 3. ¡QUÉ GRAVE RESPONSABILIDAD!Mantengámonos firmes en la fe que profesamos y tengamos confianza. Qué grave responsabilidad la del hombre redimido. En las mismas lecturas de hoy, ya se insinúa cuando en la epístola a los Hebreos nos invita: "acerquémonos confiadamente hacia el trono de la gracia". Y en el Evangelio, ya terminado el relato de la pasión, escribe San Juan: "el que lo vio, da testimonio; y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad para que también vosotros creáis". Esta es la responsabilidad: tener fe y tener confianza. ¡lejos de nosotros el pesimismo!; ¡lejos de nosotros la desesperación! Y en esta Semana Santa, en el marco de nuestra situación nacional, no debe servir para desesperarnos, Dios está muy cerca de nosotros. El precio de nuestra redención ha sido muy caro y Dios está dispuesto a darnos su misericordia y su redención. Solo hace falta una cosa: que los redimidos tengamos fe, que los redimidos tengamos confianza en el Señor, que sepamos apreciar, con nuestra actitud cristiana, lo que Dios ha pagado por nosotros; que sepamos apropiarnos los dones de la redención; que sepamos -como lo vamos a hacer dentro de un momento- depositar con todo el amor, un beso en la cruz de Jesucristo. para decirle: ¡Salve Cruz, eres la única esperanza de nuestra vida y de nuestra historia! Realicemos, hermanos, la redención; completemos al precio doloroso de Cristo, el pequeño precio de nuestra contribución: nuestros dolores, nuestros sufrimientos, nuestra entrega, nuestra fe, nuestra identificación con el redentor, que solamente eso espera: que creamos en Él y que esperemos en Él. Así sea... Queridos hermanos:
Si quisiéramos resumir el pensamiento de la palabra de Dios en esta tarde, yo diría esto: ¡El amor, ley de la Nueva Alianza! La Semana Santa es la celebración de esa Alianza Nueva que Dios anunció por los profetas: "Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo". Y se entabla una relación de amor entre Dios y los hombres, que debía responder también a una relación de amor de los hombres a Dios y de los hombres entre sí, porque no vive la Alianza Nueva del amor, el que no sabe amar. EL AMOR, LEY DE LA NUEVA ALIANZA1. La Pascua, fiesta de la Alianza. 2. El Mandamiento de la Nueva Alianza. 3. Humildad y servicio, caminos del verdadero amor cristiano. 1. LA PASCUA, FIESTA DE LA ALIANZAa) Israel. La primera lectura nos remonta a la manera como se celebraba la pascua, año con año, en Israel. Jesucristo, como buen Israelita con sus apóstoles, va precisamente esa tarde a celebrar la Pascua. Era como la fiesta religioso-nacional de Israel. - Pascua-memorial de la misericordia liberadora de Dios: el paso del Señor. En esa fiesta de Pascua recordaban el paso de Dios con su misericordiosa liberación, porque fue la noche en que Dios pasó por el territorio de Egipto para liberar al pueblo de Israel que se distinguía por los dinteles de sus puertas marcados con la sangre del cordero, mientras que todos los hogares de Egipto lloraban la muerte de sus primogénitos. Y cada año, entonces, como lo acabamos de escuchar, Dios lo había prescrito, había que celebrar ese paso del Señor: Pascua. - Renovación de la alianza mosaica. El Señor pasa como una fiesta en que los judíos renovaban la ley, la alianza con Dios; la Alianza que, junto al Monte Sinaí, había hecho Dios con su pueblo y donde el pueblo le había respondido a Dios: "haremos como Él dice". Se reunían, así como estamos nosotros esta noche, en una reunión de Pascua, para comer el cordero pascual y cuando los hijos o los jóvenes preguntaban a los padres y a los abuelos: ¿por qué nos reunimos?. La historia se iba trasladando de generación, en generación. "Éramos esclavos y Dios nos liberó". - Renuncia de idolatrías (Egipto)... y "fiesta de honor del Señor"... Es una fiesta de gratitud. Una fiesta que tiene unas características propias de una alianza de amor. "Renuncia de idolatrías porque Dios es un Dios celoso, decía Moisés, y no tolera la adoración de otros dioses". Y este día reanudaban su fe en el único Dios. En la lectura de hoy, aparece la fiesta de Pascua como una fiesta en honor del Señor. El único Señor, no había más señores. Por eso Dios castiga también a Egipto y a todos los idólatras, porque han despreciado al verdadero Dios y adoran las criaturas. - Sacrificio... el cordero. Es una celebración también de sacrificio, donde el cordero es el símbolo de la inocencia ofrecida al Creador en reparación de los pecados del pueblo. - Comida. Es una fiesta -comida, una cena, porque en torno de una mesa de familia se vive la alianza del amor familiar. ¿Qué es el matrimonio, qué es el amor de padres e hijos, sino el reflejo de la Alianza Nueva de Dios con los hombres? Y en cada mesa donde una familia se reúne a comer, allí hay un reflejo del amor de Dios que comparte el pan, la vida con los hombres. - Unidad de la Patria... amor de familia... Es una fiesta de unidad nacional. Todos los hogares pensaban en el único Israel. Moisés que había dado un sentido de nacionalidad a aquel pueblo peregrino del desierto, logró imprimir en la Pascua de cada año, un sentido patriótico; de tal manera que la Pascua era la fiesta nacional de Israel. De una patria que reconocía la soberanía de Dios y que en Moisés o en los hombres que lo guiaban, no veían más que la mano de Dios que va con la historia del pueblo. ¡Que hermoso sentido de la Pascua Israelita! b) Pascua cristiana: Eucaristía... Todo esto, toda esta carga de historia, de religión, de amor, de familia, de patria, de volver a Dios, obediencia al amor misericordioso que libera; todo esto cargaba el corazón de Cristo cuando en esta noche, nos dice en su evangelio: "con gran deseo he deseado comer con ustedes esta Pascua". Esta Pascua ya no es la judía. Aquella noche Cristo recoge toda la profecía anunciada en la Pascua de Israel y le da el verdadero sentido, la realidad: la Nueva Alianza ya está aquí. Esta es la celebración de la nueva alianza. Ya no es profecía ya no es figura, ya no es el Cordero, ya no es una peregrinación por el desierto, ya no es una liberación de la esclavitud de un pueblo, ya se trata de la verdadera liberación cristiana: ¡Es ya la Eucaristía! Hemos escuchado hoy, en la segunda lectura y en el evangelio, el sentido que, para nosotros cristianos, tiene la reunión de esta tarde. Es una reunión donde venimos a recoger la herencia preciosa como San Pablo dirá: "Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez, os he transmitido". Nosotros en esta noche, queridos hermanos, aquí en la Catedral, somos como el eslabón de una cadena de veinte siglos. Nosotros hemos recibido una tradición que en el pan se hace presente Cristo y que en el cáliz, su sangre que se derrama como Alianza Nueva, se nos da como rúbrica del amor, del sacrificio de Dios. Y esa tradición que recibimos la transmitimos también a las generaciones posteriores. ¡Qué hermoso ver aquí niños!. Niños que ya van entendiendo lo que sus padres les enseñan, lo que significa el Jueves Santo. Es el eslabón de la cadena que recibe toda una historia de la tradición para lanzarla en los hijos hacia el futuro. es la fe de que Cristo está presente en esta eucaristía, cuya institución estamos celebrando en esta tarde. "Esta es la tradición que he recibido del Señor", dice Pablo todavía en el primer siglo del cristianismo. - Paso de Jesús de la muerte a la Resurrección. Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo tomó pan y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Este es el cáliz de la Nueva Alianza". ¿Ven cómo es la celebración cristiana por antonomasia, nuestra Pascua, Pascua para los Israelitas era el paso de Dios liberando a su pueblo. Para nosotros cristianos, es el paso de Cristo a través de una muerte dolorosa hacia la resurrección gloriosa. Paso mucho más difícil que los cuarenta años del desierto y el paso a través del mar; es el paso por el dolor, por el sufrimiento, por la pasión, por la cruz. Es el paso del Señor. La Nueva Alianza es celebrada en el altar de nuestra misa de Catedral en esta tarde. - Amor de Jesús hasta el extremo. Es el amor de Jesús. Todo esto tiene un tono de amor tan profundo, que podíamos decir: en la hostia y en el cáliz de esta noche, como el cáliz de todas las misas que se celebran, como que está borbotando la sangre viva que arrancó el amor al corazón de Cristo, para darse por nosotros. Amor es entregarse. Amor es no reservarse nada para sí. Amor es darse por completo a la muerte si es necesario. Amor es quedar clavado en una cruz diciendo a sus mismos enemigos, que los perdona. Amar es no saber odiar, es saber perdonar, es devolver sonrisas de bendiciones como Cristo desde la cruz. - La Pascua cristiana es también comida. El cuerpo del Señor ya no es el cordero con lechugas amargas, es el pan ázimo, la presencia de Jesucristo que se inmola por nosotros, dándole gracias al Padre por todo lo que el Padre nos bendice y nos ama. - Acción de gracias. (Cristo al Padre). ¿Quién puede agradecer mejor que Jesucristo en nombre de todos nosotros, los beneficios que recibimos de Dios? Amor es gratitud y Cristo recoge todos los beneficios de la humanidad para decirle al Padre: muchas gracias porque bendices a mis hermanos los hombres. ¡Qué corazón más amplio el de Jesucristo! ¡Qué Alianza Nueva la de la sangre derramada para, poder firmar con sangre de amor, de pacto de amor que Dios ha hecho con la humanidad! 2. EL MANDAMIENTO DE LA NUEVA ALIANZAa) El nuevo pueblo de Dios que surge de la Nueva Alianza, tiene por ley el nuevo mandato de amar, como el mismo Cristo nos amó a nosotros. Cuando el Concilio quiere definir cuáles son las verdaderas características del pueblo nuevo de Dios de este pueblo nuevo que ha nacido de la Alianza de Dios con los hombres, dice esta hermosa palabra: "Este pueblo nuevo tiene por cabeza a Cristo que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación. La condición de este pueblo nuevo tiene por estado la dignidad y la libertad de los hijos de Dios". En ninguna parte se vive tan profundamente la dignidad humana y la libertad humana como en la alianza de amor de Dios con los hombres. Nadie defiende tanto los derechos humanos como Dios pactando con los hombres. Por eso, el que quiera ser verdaderamente libre, el que quiera vivir verdaderamente la dignidad humana, tiene que ratificar en esta noche, la Alianza con el Señor. Nadie te puede hacer libre como Dios te hace libre. Nadie respeta tu libertad, como Dios te la respeta. Y dice el Concilio: este pueblo nuevo "Tiene por ley el mandato nuevo de amar como el mismo Cristo nos amó. Tiene últimamente como fin la dilatación del reino de Dios..." Estos son nuestros compromisos, pero el compromiso que unge esta noche nuestros corazones es el mandato nuevo del amor. En este ambiente de la Alianza Nueva, Cristo nos ha dado la consigna: "Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros. Que como Yo os he amado, así os améis también vosotros, los unos a los otros". b) Puebla: Mensaje a los pueblos... la civilización del amor. .." A la luz de esta palabra divina, yo quisiera que recogiéramos hoy, todo el rico concepto que el mensaje que los Pastores reunidos en Puebla dirigieron a los pueblos de América Latina. En este mensaje dicen: "Os invitamos...". Yo siento que aquí, mi palabra ya no es la pobre palabra de un solo obispo, ya es la palabra de todo el magisterio episcopal de América Latina, ahora avalado por la aprobación del Papa. Escuchen, pues, este llamamiento, no como la pobre voz que ahora los Piratas del Aire están robando a nuestra emisora, sino que es la voz de pastores esparcidos por todo el continente, del Pastor Supremo de la Iglesia. Si ahora nos están interfiriendo en nuestra radio, no es la voz del Arzobispo de San Salvador a la que están ofendiendo, van a ofender al Papa mismo, y a la voz de todos los Pastores de América que dirigen a la Diócesis de El Salvador, desde la Catedral este llamamiento: "Os invitarnos a ser constructores abnegados de la civilización del amor, inspirada en la palabra, en la vida y en la donación plena de Cristo y basada en la justicia, en la verdad y en la libertad". ¡Qué palabra más bella!: "Os invitamos a construir la civilización del amor". ¡Esta es la civilización verdadera! Esta es la civilización de la Alianza Nueva. Esta es la que nos hace verdaderamente hombres humanos, cristianos, hijos de Dios, porque Dios es amor y la civilización que Dios quiere entre los hombres es la civilización del amor en la cual se involucra también, la justicia, la verdad y la libertad. Queremos estudiar con vosotros cuál es la estructura de esta civilización del amor. El amor cristiano sobrepasa las categorías de todos los regímenes y sistemas. La Iglesia por eso no se identifica con ningún sistema político. La Iglesia no se puede identificar con ninguna organización política. La Iglesia no puede ser un sistema, está por encima de todos los sistemas porque trae consigo la fuerza insuperable del Ministerio Pascual, o sea, la muerte y la resurrección de Cristo. El mensaje de la Iglesia, la civilización que la Iglesia predica, lleva el valor del sufrimiento de la cruz y las señales de victoria y de resurrección. "El amor produce la felicidad de la comunión e inspira los criterios de la participación". Decíamos que esta civilización del amor no es un sentimentalismo, es la justicia y la verdad. "La justicia es un derecho sagrado de todos los hombres, conferido por el mismo Dios que está insertada en la esencia misma del mensaje evangélico". Una civilización del amor, que no exigiera la justicia a los hombres, no sería verdadera civilización, no marcaría las verdaderas relaciones de los hombres. Por eso, es una caricatura de amor cuando se quiere apañar con limosnas lo que ya se debe por justicia. Apañar con apariencias de beneficencia cuando se está fallando en la justicia social. El verdadero amor comienza por exigir entre las relaciones de los que se aman, lo justo. Pero no basta, también exige la verdad. "La verdad iluminada por la fe es la fuente de discernimiento para nuestra conducta ética". Si no hay verdad en el amor, hay hipocresía. Muchas veces se dicen palabras bonitas, se estrechan las manos, y quizás hasta se den un beso, pero en el fondo no hay verdad. Por eso una civilización donde se ha perdido la confianza del hombre a otro hombre, donde hay tanta mentira, donde no hay verdad, no hay fundamento de amor. No puede haber amor donde hay mentira. Falta en nuestro ambiente, la verdad. Y cuando la verdad se dice: ofende, y se callan las voces que dicen la verdad y se estorba esa voz. Por eso se estorban también las ondas de una radio, cuando esa radio se ha caracterizado por la verdad que se dice al pueblo. Gracias a Dios que en este ambiente de mentira en que vivimos, la Iglesia ha podido conservar esa nota del amor: la verdad; y se le cree. ¡Hay credibilidad en la Iglesia! Yo quiero agradecer al pueblo este honor inmenso que hacen a nuestra Iglesia al predicar la civilización del amor. No tienen miedo de desenmascarar y denunciar las injusticias y los atropellos por tener que decir siempre la justicia y la verdad. "La civilización del amor, repudia la violencia". Jamás hemos predicado la violencia. En este Jueves Santo, cuando el Señor nos dice: "Amaos los unos a los otros", está diciendo la filosofía de la verdadera Iglesia. Es el amor, no es la violencia la fuerza que va a componer al mundo. Repudia la violencia, el egoísmo, el derroche, la explotación y tos desatinos morales. "A primera vista, -fíjense bien en esto- sobre todo aquellos que ya no tienen fe en el amor, sobre todo aquellos que tienen más confianza en al violencia, en la guerrilla, en la fuerza armada, en el secuestro, en el terrorismo, no está allí la salvación. A primera vista parece que al hablar de civilización del amor, estamos diciendo una expresión sin la energía necesaria para enfrentar los graves problemas de nuestra época. Sin embargo, os aseguramos: no existe una palabra más fuerte que ella -del amor- en el diccionario cristiano. Se confunde con la propia fuerza de Cristo. Si no creemos en el amor, tampoco creemos En Aquel que dijo: un mandamiento nuevo os doy que os améis los unos a los otros... " Queridos hermanos, cuando la Iglesia predica la no-violencia, no es por cobardía. Dijo el Papa Pablo VI: "el cristiano sabe combatir, pero el cristiano sabe que la violencia no es el remedio eficaz". Que la no-violencia, la fuerza del amor, es la única que Cristo nos ha ofrecido y aún teniendo capacidades de combatir, combatimos con la no-violencia, con la fuerza del amor. "Amaos los unos a los otros", es algo más que conformarse, es algo más que tolerar las cosas con una pasividad de muertos. La Iglesia tampoco quiere esa pasividad, por eso, promueve y le dice al hombre su propia dignidad; el valor de la igualdad de todos los hombres, para que nadie se deje masificar, para que todos nos personifiquemos, para que todos le demos la verdadera dignidad a nuestra personalidad humana, pero no para con un orgullo imponernos con la violencia y con la fuerza, sino para saberle dar a nuestra personalidad: la característica propia del cristiano. Cristo fue fuerte y combativo cuando clavado en la cruz decía al Padre: "Perdónalos porque no saben lo que hacen". Es la fuerza del perdón. 'La civilización del amor propone a todos la riqueza evangélica de la reconciliación nacional e internacional. No existe gesto más sublime que el perdón. Quién no sabe perdonar, no será perdonado". -dijo Jesucristo Tienen aquí también, cómo en la fuerza evangélica del perdón y del amor está también la potencialidad de nuestra misma salvación, la liberación misma de los hombres. Y continúa el mensaje, pero no quiero cansarlos más. Lo que he dicho basta para comprender la estructura del mandato nuevo de Cristo en los labios de los Pastores de América Latina. Se ha hecho un llamamiento que yo repito en esta noche: ¡Seamos constructores de la civilización del amor! Sepamos perdonarnos. La civilización del amor condena las divisiones absolutas, las radicalizaciones. Creo que este es el gran mal de nuestra sociedad. Nos hemos polarizado, nos hemos radicalizado en dos extremos y los que están en el extremo derecho, miran que todo lo de la izquierda es vituperable, es comunismo, es terrorismo, y hay que acabar con ello, hay que reprimirlo. Y no es cierto hermanos, hay muchas voces de justicia, de reivindicaciones necesarias, urgentes, y hay que oírlas. No todo reclamo de justicia social es comunismo ni es terrorismo. Tengamos oídos con esta ética de discernimiento del amor para saber oír en la voz del campesino que se muere de hambre, no un terrorista sino un hermano que está necesitando la voz, la ayuda del que le puede dar. Lo mismo, los grupos que se han alineado a la izquierda, no miren hacia la derecha como si todo fuera reaccionario, como si todo fuera represión, como si todo fuera odioso. Miren, también allí hay distinción. Hay grupos que están buscando salida a esta situación. Hay quienes quieren dialogar, hay grupos en todos los sectores humanos de nuestra patria, que quieren y buscan. Es la civilización del amor la que está clamando hasta de los extremos más opuestos. Y en esta noche en que Cristo nos visita concretamente a los salvadoreños tan problematizados, metidos como en un callejón sin salida, repetimos, como lo hemos dicho tantas veces: ¡Hay salida de este callejón y la salida es el amor, es entendernos, es comprendernos! Hay fanáticos en uno y en otro extremo, porque también en la derecha hay extremistas que claman violencia y que quisieran que el Gobierno no hiciera más que reprimir y golpear. En todas partes hay fanáticos y estos son los que nos hacen los grandes males. El fanatismo es un antagonismo del amor. El verdadero amor descubre hasta en el pecador -como Dios lo sabe hacer-, lo bueno que hay para salvarlo. Mientras no estemos en el infierno -primero Dios que no estaremos nunca- siempre hay algo bueno, hasta en el corazón del más malo. Salvemos ese algo bueno, como Cristo desde su cruz ama y quiere salvar... En este Jueves Santo me ha parecido muy significativo un diálogo con varios hombres preocupados de esta situación del país y yo les digo, queridos hermanos, que esta construcción de la civilización del amor es muy posible, si los hombres sabemos deponer actitudes agrias y nos sabemos sentar, si es posible con una sonrisa. Siempre el hombre es capaz de sonreír. Sólo en el infierno no se sonríe ya, quizás porque muchos llevan el infierno en su corazón, el odio, la violencia fanática. ¡Qué feos son los rostros de los que odian, qué hermoso es el rostro cuando sonríe y da una esperanza en el amor! 3. HUMILDAD Y SERVICIO, CAMINOS DEL AMOREl gesto de Cristo, que en una forma voy a tratar de imitar yo al arrodillarme ante los que recuerdan a los apóstoles para que les laven los pies, es el gesto que nos invita a emprender el camino del amor. No se puede amar si no se es humilde. No se puede amar si no se tiene un sentido de servicio en el corazón. No se puede construir la civilización del amor sin bases de humildad y de servicio al hermano. ¡Abrir el corazón al hermano! Hermano, ¿qué te hace falta, en qué te puedo servir? O como Cristo decía cuando se levantó de lavar los pies a los discípulos: os he dado ejemplo, ustedes me llaman Maestro y Señor, y Yo lo soy de verdad, pues yo soy su Maestro y su Señor, hagan lo que yo les he enseñado, lávense los pies los unos a los otros, no en el sentido material sino en el sentido de servicio, porque lavar los pies, en los tiempos de Jesús, era el oficio del esclavo. Cuando llegaba un huésped, un invitado, el esclavo tenía que lavarle los pies, era oficio de esclavos y Jesús nos enseña que nada es humillante cuando se ama. Pedro que se escandaliza: ¡Cómo tú Señor me vas a lavar los pies siendo tú tan grande y yo tan chiquito! Déjate -le dice- porque si no te lavo, no tendrás parte conmigo. Entonces, Pedro comprende que ese gesto de humildad es una clave para entrar en comunión con Jesús. Hermanos, sólo con esa clave de la humildad y del servicio podremos entrar en la civilización del amor. Odia el orgulloso, el avaro, el soberbio. Ama el humilde, el desprendido. Se puede tener y se puede ser feliz; y se puede ser santo cuando en el corazón hay amor y hay humildad. Ojalá que en esta Semana Santa -yo le he pedido mucho al Señor-, esta pobre palabra que yo, interpretando la palabra de Dios, les iba a dirigir en esta tarde -y ojalá que a través de la radio, la dejen pasar- sea una palabra que no lleve la elocuencia ni la sabiduría de un hombre; que se pierda mi persona y mi acento y que llegue al corazón de cada oyente el acento tierno y dulce del mismo Jesús que en esta noche se hace presente en esta asamblea. ¡A Él escuchemos!, y si mi persona cae repugnante y por eso se quiere acallar mi voz, no se fijen en mí, fíjense en Aquel que les manda a decir: "Ámense unos a otros". No es a mí a quién oyen, sino al Señor, al Amor que nos quiere precisamente suyos, por esta característica del amor. PENSAMIENTO FINALVivamos la Alianza con el Señor. Yo le pido al Señor que, en esta Eucaristía en que estamos celebrando la Ley de la Nueva Alianza, todos ratifiquemos la Alianza con Él y que nuestro propósito sea de cumplir esa ley que marca a los verdaderos aliados con Dios. Sólo el que ama, vive la Alianza con el Señor. El que no ama, no debe llamarse cristiano. La alianza tiene una ley que Cristo la ha dictado en esta noche; en esto conocerán que sois mis discípulos. Ojalá hermanos, que todos salgamos en esta noche con esa marca del Señor: del amor, y sepamos perdonar y sepamos amarnos y sepamos celebrar en este Jueves Santo, la gran reconciliación que necesita nuestra patria. Así sea... Queridos hermanos sacerdotes, queridos hermanos:
INTRODUCCIÓN- La Misa Crismal es un homenaje al Espíritu Santo en la Semana Santa. El Espíritu Santo es el alma de la Nueva Alianza ya que desde la Cuaresma hemos tratado de seguir el pensamiento de la Revelación Divina en esta perspectiva: de un Dios incansable en el amor, renovando alianzas con los hombres. Llegamos al Jueves Santo en que la promesa que venía anunciándose en esas alianzas antiguas, se está ya celebrando. En esta misa, que es la única que se celebra en todas las catedrales y que se llama la Misa Crismal, queremos rendir un homenaje al espíritu de Dios, al Espíritu Santo que es el que realiza la Alianza Nueva prometida por Dios. - El "crisma", es signo de la unción del Espíritu Santo. Es el signo del Santo Crisma que dentro de unos momentos vamos a consagrar, la liturgia quiere representar ante el pueblo y ante los sacerdotes, la presencia del Espíritu Santo que unge al mediador de la Nueva Alianza, Jesucristo Dios y Hombre verdadero: profeta, sacerdote y rey de la humanidad. Y que nos unge a todos nosotros que crecemos en Él, y Él nos hace partícipes de esa unción divina. Sin el Espíritu Santo no se comprende todo lo divino y eficaz de la redención cristiana. Es el Espíritu Santo, en esta mañana, el centro de nuestra adoración de nuestra gratitud; y reconocemos en Él, la fuerza que impulsa a Cristo al supremo sacrificio por nosotros y que nos une a nosotros en Cristo Redentor. EL ESPÍRITU SANTO, ALMA DE LA NUEVA ALIANZAEn esta mañana, la liturgia quiere destacar sobre todo, tres obras maestras de la "unción" del Espíritu Santo: 1º. Cristo. 2º. El pueblo Sacerdotal. Pueblo de fieles bautizados y entresacados del pueblo. Unos ministros de Dios para ese pueblo: los presbíteros. 3º. Los Sacramentos. Por los cuales el Espíritu Santo realiza continuamente la alianza por la cual Él nos da su vida, nos santifica, nos perdona y nosotros nos consagramos, somos su pueblo, alimentamos nuestra entrega al Señor. 1. CRISTOEn primer lugar, la obra maestra del Espíritu Santo que estamos celebrando esta mañana, es la unción de Cristo. - "El Espíritu del Señor sobre mí''. Leemos en la primera lectura que hemos escuchado hoy: "El espíritu sobre mí". Y comentando esa profecía de Isaías, el Mesías dice: "Hoy se cumple esta escritura". El Espíritu de Dios sobre mí, yo soy la obra maravillosa del Espíritu Santo. - Una unción substancial. El ser humano asumido por la segunda persona de la Santísima Trinidad. Obra del Espíritu Santo: la unción de Cristo es una unción substancial, una unción que no le viene de afuera, sino que de su misma originalidad, de su mismo principio, es ya obra maravillosa del Espíritu Santo. Cuando el ángel le anuncia a María que ella va a ser Virgen y Madre del Dios que se hace hombre y la Virgen pregunta: "¿Cómo puede ser esto?". -El ángel le explica que será obra del Espíritu Santo. Gracias al Espíritu Santo aquella humanidad: cuerpo y alma, formada en las entrañas virginales de María, que debía de nacer como todos los niños que nacen: hombre, naturaleza y persona humana, es también divina. El Espíritu Santo asume esa criatura nueva de las entrañas de María y en sus mismas entrañas injerta, diríamos, la segunda persona de la Santísima Trinidad, por lo cual María va a dar a luz, no un simple niño, sino un Niño-Dios. Y María se llamará por eso, Madre de Dios. Valor Divino de las acciones de Cristo. También, cuando Cristo comenta la profecía de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí... Hoy se cumple esta escritura", nos quiere decir: Yo que aparezco en medio de los hombres como un hombre cualquiera, llevo la unción del Espíritu, llevo la persona de Dios que le da valor divino a todos mis actos humanos. Y si al quedar clavado en una cruz, mis brazos humanos van a ser capaces de salvar al mundo de todos sus pecados, no es porque sea la sangre de un hijo de María, es porque siendo hijo de María estoy ungido como verdadero Hijo de Dios y tiene valor divino todo lo que yo sufra. - El Espíritu es la fuerza que lo resucita. Verdaderamente el Cristo, el Mesías, es obra del Espíritu de Dios. Y por eso, cuando llegó la hora de su glorificación, el Espíritu Santo lo impulsa a la gran obediencia de su pasión. Llevado por el Espíritu, abraza la cruz; impulsado por el Espíritu muere por la redención de los hombres; pero también en la fuerza del Espíritu, resucita. Dios lo resucita por el espíritu de vida por el cual está ungido y la muerte no lo puede vencer. El Espíritu hace de Cristo la fuente de todos los bienes mesiánicos. Si Cristo ahora pasa a su cielo derramando sobre la humanidad el perdón, la santificación, el consuelo, la verdad que guía a su Iglesia, todo eso' lo debemos a que este Hijo de la Virgen fue ungido por el Espíritu Santo y ahora está sentado a la derecha del Padre; para expresar, que esa humanidad, nacida de las entrañas de una mujer, ha sido glorificada hasta la categoría de Dios, como dice la epístola de San Pablo: "Dios le ha dado un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos". Y así tenemos, queridos hermanos, al mediador de la Nueva Alianza, al artífice de la relación reanudada entre el cielo y la tierra, al consumidor de la redención humana, al sacerdote que penetró los cielos y continuamente, eternamente está santificando este mundo con su ministerio de eternidad sacerdotal. Ojalá pudiéramos hoy abrir los ojos de nuestra fe y mirar que el protagonista de la Semana Santa, el Cristo que marcha con su cruz a cuestas y muere en el Calvario y lo vamos a sepultar, no para dejarlo definitivamente en el sepulcro, sino para resucitar y triunfar, es la obra maravillosa del Espíritu Santo. 2. El PUEBLO SACERDOTALUna segunda obra del Espíritu Santo es que toda esa dignidad divina de Cristo, esa unción por la cual el hijo de María es el Hijo de Dios, esa obra que sólo la podía realizar la omnipotencia del Espíritu de Dios, todo eso divino, santo redentor que Cristo tiene; todo eso sacerdotal por lo cual Cristo ofrece su sacrificio por el perdón de los pecados del mundo, todo eso se nos hace a nosotros también, una participación. "...Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios su Padre..." Por eso, en la lectura de hay, en el Apocalipsis hemos leído lo que San Juan escribe: "Nos ha hecho sacerdotes y reino para Dios". Eso podemos decir nosotros en este Jueves Santo y a eso venimos en la liturgia crismal del Jueves Santo por la mañana: a sentirnos sacerdotes, pueblo sacerdotal que por el bautismo nos conformamos con ese Cristo divinamente redentor. El Concilio Vaticano II capta y, diríamos, como que retrata de cuerpo entero esta escena bellísima de la Catedral llena de fieles y presidida por sus presbíteros, para decirnos así: "El Nuevo Pacto, la Nueva Alianza que llamamos también el Nuevo Testamento, lo estableció Cristo convocando un pueblo de judíos y gentiles, que se unificara no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyera el nuevo pueblo de Dios. Pues quienes creen en Cristo, renacidos no de un germen corruptible, sino de uno incorruptible: "no de la carne sino del agua y del Espíritu Santo, pasan: a constituir un linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo de adquisición". ¡Cuánto elogio para ustedes, queridos hermanos, para nosotros hijos de la carne, a quienes nuestros padres cristianos nos llevaron a las aguas bautismales para incorporarnos en esta estirpe regia, en este pueblo sacerdotal! Es una mañana como para irle a dar un beso a la pila bautismal de nuestra parroquia, como para irle a dar un abrazo de gratitud a la madre querida que nos llevó con nuestro padrino o nuestra madrina al bautismo para hacernos cristianos. Es una mañana para decirle al Señor: gracias por haberme hecho participante aunque pobre, aunque para los ojos del mundo no signifique nada; sin embargo, esa participación de dignidad sacerdotal eterna, me hace grande, me hace divino y me capacita para ser un pueblo que te sepa dar el verdadero culto. - Dos participaciones: -el sacerdocio común del bautismo; -el sacerdocio ministerial o jerárquico. Pero aquí encontrarnos el misterio de esa diferencia que separa y al mismo tiempo une, estas dos categorías que estamos viendo en la Catedral. Aquí, rodeando el altar, los presbíteros; y ustedes el pueblo sacerdotal. Continúa diciéndonos el Concilio: "El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo". Ustedes pueblo sacerdotal y nosotros, entresacados del pueblo para servir sacerdotalmente a ustedes, que recibimos la imposición de manos y el carácter sacerdotal para representar a Cristo y guiar al pueblo, hay una diferencia esencial. Pero no una diferencia que nos distinga y aparte, sino para complementarnos mutuamente. - El sacerdocio ministerial. Carta de Juan Pablo II a todos los sacerdotes de la Iglesia. Yo quiero aquí, subrayar un gesto precioso del Papa Juan Pablo II: fechada el Domingo de Ramos, para que llegue a todos los sacerdotes el Jueves Santo, ha escrito una carta que se titula: "Carta del Sumo Pontífice a todos los sacerdotes de la Iglesia con ocasión del Jueves Santo". En nuestra tipografía, gracias a Dios, pudimos multiplicarla y hacerla llegar este día no solo al presbiterio de la Arquidiócesis, sino a las otras cuatro Diócesis de El Salvador, donde está llegando este día. El Papa dice, a propósito del pensamiento del Concilio: no nos fijemos tanto en lo teórico de esta distinción esencial: entre el sacerdocio común y el sacerdocio ministerial o jerárquico, más bien, diremos su aspecto existencial, amoroso, de servicio, de entrega. Subraya el Santo Padre que esa diferencia nos hace ver, ante todo, la riqueza del eterno sacerdocio de Cristo; que así como el sol se multiplica en mil criaturas, su sacerdocio también puede tomar configuraciones tan diversas: en el padre de familia, en el profesional, en el mundo del laicado y en el campo estrictamente del presbiterio: sacerdotes jerárquicos o ministeriales. - La diferencia entre los dos sacerdocios... para servicio. El Papa analiza esas dos palabras: "jerárquico", "ministerial", para decir: allí esta esa diferencia. Más que todo una diferencia que, además de darnos a conocer una riqueza del sacerdocio de Cristo, nos llena de amor, de un agradecimiento, para darle a nuestro presbiterado el sentido de un servicio; porque si el Señor nos ha querido destacar del pueblo y darnos su autorización para actuar en su nombre en medio del pueblo, es para servir, para santificar, para enseñar, para guiar a ese pueblo a su verdadera meta. Y cuando hablamos de un sacerdocio jerárquico, no quiere decir una potestad superior, eso mismo le da su característica de servicio, porque es presidir, gobernar; pero gobernar en el sentido de servicio, de conducir, de servir a ese pueblo señalándole el verdadero camino. - El carisma pastoral... diligencia en la iglesia. El Papa, entonces nos recuerda en esta carta preciosa: que hay un sentido, un carisma -lo llama él-, un carisma pastoral por el cual nosotros, presbíteros, por nuestra vocación especial y por nuestra unción especial el día de la ordenación sacerdotal, nos configuramos con el Buen Pastor que da la vida por las ovejas y que nos obliga a una diligencia, a un celo por el reino de Dios mucho más fino y generoso que el de ustedes, los seglares. Nosotros les decimos a ustedes su responsabilidad del sacerdocio común del bautismo pero, nosotros, con nuestro presbiterado, llevamos una responsabilidad más delicada que, justo por ustedes, se nos hace llevadera cuando se compenetra el sentido de ese sacerdocio común que ayuda, que colabora con ese sacerdocio ministerial. - El compromiso del celibato... fidelidad de la palabra. Allí saca también, el Santo Padre, nuestro compromiso del celibato. Y antes de discutir -dice el Papa- las razones en pro y en contra de sacerdotes célibes o casados, más bien diremos que el celibato es un carisma que el hombre que lo aceptó, antes comprobó si lo tenía; y que la Iglesia, poniéndolo como condición de su sacerdocio, lo aceptó libremente. Se trata de una palabra de honor dada a Jesucristo, y más que aspectos canónicos o conveniencias de otro tipo, hay que mirar eso -dice el Papa-: "La palabra empeñada al amor de Jesucristo a su Iglesia". Y cuando hay amor, no se buscan razones; cuando hay amor, hay entrega y la misma entrega, la misma alegría de servir y de seguir a Cristo, hace que ese carisma que lleva consigo la carga pesada de no tener un hogar, de no tener una familia a la cual dar el apellido, sin embargo participa de la gran paternidad de Dios; y da al mundo el testimonio de una madurez, de una libertad que el hombre ha sabido optar y sabe dar honor a la palabra dada; y, ésa es expresión de su dignidad personal. - El pueblo necesita sacerdotes... Finalmente, el Papa dice: a los sacerdotes que han puesto su mano en el arado y que no vuelven su vista atrás, sino que generosamente siguen el surco trabajando con el Señor; pero también a aquellos que miran hacia atrás y, como arrepentidos de la generosidad dada al Señor, sienten la crisis, la duda de su vocación y de su identidad, el Papa nos invita, a unos y a otros, a esta perspectiva que a mí me ha conmovido hondamente. "Pensad en los lugares en donde esperan con ansia al sacerdote y donde, desde hace años, sintiendo su ausencia, no cesan de desear su presencia. Y sucede alguna vez -me imagino yo que el Papa que en sus correrías pastorales por Polonia, se encontraba con escenas como esta que nos describe ahora- que se reúne el pueblo "...en un Santuario abandonado y ponen sobre el altar la estola aún conservada y recitan todas las oraciones de la liturgia eucarística; y he aquí que en el momento que corresponde a la transubstanciación desciende de en medio de ellos un profundo silencio, alguna vez interrumpido por un sollozo... ¡Con tanto ardor desean escuchar las palabras, que solo los labios de un sacerdote puede pronunciar tan eficazmente!" Solo el sacerdote puede decir: esto es mi cuerpo, y dar al cuerpo el alimento, al pueblo de Dios. Y cuando no hay sacerdote, que preciosa escena: el pueblo puede recitar todas las plegarias de la misa, pero al llegar el momento de consagrar, guardan silencio, nadie puede decir nada, falta un sacerdote. ¡Tan vivamente desean la comunión eucarística, de la que únicamente en virtud del ministerio sacerdotal pueden participar!, como esperan también ansiosamente oír las palabras divinas del perdón -Sólo el sacerdote puede decir-: Yo te absuelvo de tus pecados. Tan profundamente sienten la ausencia de un sacerdote en medio de ellos. Estos lugares no faltan en el mundo. "En consecuencia si alguno entre vosotros -dice el Papa a nosotros los presbíteros- duda del sentido de su sacerdocio, si piensa que ello es 'socialmente' infructuoso o inútil, ¡medite en esto!". Les digo que para mí esta carta, sobre todo en este pensamiento, me hace sentir el deseo de seguirle sirviendo al Señor. Y yo suplico al pueblo santo de Dios, sobre todo, pensando en escenas como esta, ¡cuántos pueblos y cantones tienen que guardar ese silencio ante la palabra que no se puede decir, porque sólo el presbítero la puede pronunciar! Hay que meditar en esto para que les dé perseverancia, santidad, fervor a todos nuestros queridos hermanos sacerdotes y suscite en los hogares vocaciones que vengan a llenar los puestos vacíos. 3. LOS SACRAMENTOS- Signo de las ánforas de los Santos Oleos. Finalmente hermanos, este homenaje al Espíritu Santo, lo vamos a representar en las ánforas que ya van a llegar al altar. Los tres óleos o aceites: el crisma, el óleo de enfermos, el óleo de los catecúmenos, son como la fuente de la vida sacramental, como aquel río que el profeta vio salir del Santuario. Aquí, en la Catedral, dentro de la unidad de la liturgia y de toda la Diócesis, se consagran; y de aquí van a ser llevados por los sacerdotes, como ríos de gracia y de santidad, para administrar con ellos los siete Sacramentos que dan la vida sacerdotal al pueblo de Dios. - "El carácter sagrado y estructurado del pueblo sacerdotal se actualiza por los Sacramentos". Y es el Espíritu Santo el que los vivifica: El bautismo, regeneración como hijos de Dios; la Confirmación: fuerza especial del Espíritu de Dios; la Eucaristía: unión de nuestra vida con el sacrificio de Cristo; la Penitencia: que nos reconcilia con Dios y con la Iglesia; la Unción de los enfermos que asocia la debilidad y el sufrimiento del hombre con la Pasión redentora de Cristo y hace del enfermo un miembro doliente, redentor del Cristo crucificado; el Orden Sacerdotal: que capacita a un hijo del pueblo de Dios, para apacentar en nombre de Cristo a la Iglesia del Señor; y al Matrimonio: signo y participación del amor fecundo que une a Cristo con su Iglesia y que se refleja en el hogar cristiano. ¡Qué bella realidad la del Espíritu Santo animando de vida esos siete ríos de la ciudad de Dios: los siete sacramentos! A eso hemos venido esta mañana a la Catedral: a sentirnos, junto con nuestros presbíteros, el pueblo de Dios que se santifica para Dios. Aprovechemos, queridos hermanos, esta bella liturgia crismal del Jueves Santo que tenemos el privilegio de celebrar nosotros en la Catedral y que no se celebra en ningún otro templo de la diócesis, para expresar, así, la unidad de nuestra fe, de nuestra vida cristiana. Y ya que esto es el alma de la Alianza Nueva, el Espíritu de Dios, reiteremos nuestro respeto, nuestra obediencia al Espíritu Santo que aletea en el corazón de cada cristiano, invitándolo a ser un miembro vivo y digno de ese pueblo sacerdotal, en el cual, Dios, tiene sus ilusiones. PENSAMIENTO FINALVivamos un cristianismo que verdaderamente haga honor a esa dignidad que Cristo nos ha conferido junto con su amor. Al entregarse a la muerte en la cruz, nos da su dignidad sacerdotal repartida en el sacerdocio común de los fieles; y para nosotros presbíteros, privilegiados del Señor para servirles mejor a ustedes, a quienes nos convoca la Iglesia Madre en esta mañana, para reiterar en torno del Obispo, necesitado más que nadie de la ayuda de los presbíteros y del pueblo sacerdotal, reiterar, entre todos, este compromiso bellísimo del sacerdocio de Cristo, que se ha hecho nuestro sacerdocio. NOTA: Estas homilías -y otras-, del Señor Arzobispo de San Salvador, que son transmitidas por la YSAX al pueblo salvadoreño, han sido interferidas por medios ilegales, impidiendo a los salvadoreños escuchar la voz de su Pastor.
Queridos hermanos, estimados radioyentes: La liturgia de hoy es como la peregrinación de la Cuaresma que está llegando a su meta y como la Cuaresma nos ha servido para recorrer también la historia de la alianza de Dios con los hombres. Hoy nos encontrarnos con la Alianza Nueva y eterna que es el motivo de las celebraciones de Semana Santa. HOY VIENE EL MEDIADOR DE LA NUEVA ALIANZA1º. Un pueblo sale jubiloso al encuentro del Mediador que llega. 2º. Un Mediador que se identifica como siervo con el pueblo. 3º. Una alianza Nueva en que Dios comparte con los hombres la glorificación del Hijo. 1°. UN PUEBLO QUE SALE JUBILOSO AL ENCUENTRO DEL MEDIADOR QUE LLEGAa) El pueblo que encontró a Jesús. Un ambiente nacional de frustración... unidad: perdida, sin independencia, pobre, religiosidad falseada. En primer lugar yo miro hacia todos ustedes y a mí mismo, y me siento parte de una humanidad que salió hace veinte siglos al encuentro de Dios que venía a salvar en la historia. Hace veinte siglos era la población de Jerusalén con sus jóvenes, con sus niños que cortaban ramas de los arboles y salían al encuentro del Señor. Era un pueblo que había perdido su unidad, su independencia. Un pueblo pobre y con una religiosidad que se había falseado. Quedaba, así, un resto que siempre se iba salvando en la historia de Israel y así se llama en la Biblia: "el resto de Israel". En ese "resto" está la salvación que Dios trae, porque de allí procede el Hijo de David que hoy es aclamado: ¡Bendito el que viene! ¡Hosanna al Hijo de David! b) Domingo de Ramos hoy. Los pueblos de la tierra hoy. La redención es un problema concreto de cada hombre. Esta procesión que hemos traído desde la Iglesia de El Calvario, recuerda que en la larga historia de los hombres hoy somos nosotros los protagonistas en el encuentro de Jesús. Y el Papa, en su reciente encíclica, dice que el problema de la redención de Jesús toca a cada hombre: " . . . no se trata del hombre abstracto sino real, del hombre concreto, histórico; se trata de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención... el hombre es su única e irrepetible realidad humana". Los que le salieron al encuentro a Jesús en Jerusalén, hace veinte siglos, fueron hombres de su tiempo, llevaban la historia de su pueblo, las frustraciones y esperanzas de Israel. Hoy, aquí, somos los salvadoreños con nuestra propia historia y no solo así como un pueblo en general, somos cada uno de nosotros. - Los rostros de los hombres latinoamericanos. Sentimos que Cristo es mi Redentor como redentor de todo el pueblo y siento que de esta procesión se destaca eso que en Puebla se acaba de escribir: el rostro del hombre latinoamericano. "Rostros de indígenas y con frecuencia también de afro-americanos que viviendo marginados y en situaciones infrahumanas, pueden ser considerados los pobres entre los pobres. Rostros de campesinos -continúa Puebla-, que como grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, careciendo de tierra, en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistema de comercialización que los explota. Rostros de obreros con frecuencia mal retribuidos y con dificultades para organizarse y defender sus derechos. Rostros de marginados y hacinados urbanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la ostentación de la riqueza de otros sectores sociales. Rostros de sub-empleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y sus familias a fríos cálculos económicos". En esta procesión podríamos ver lo que Puebla continúa mirando en América Latina: "Rostros de Jóvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad, y frustrados, sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de capacitación y ocupación. Rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por trabárseles sus posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables que los acompañarán toda su vida; los niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral y familiar. Rostros de ancianos, cada día más numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que prescinde de las personas que no producen". Esta es la procesión de nuestro Domingo de Ramos. Podíamos continuar citando aquí realidades de nuestra hora. - La realidad de nuestra patria. Son los pobres de los cuales se acaba de analizar en la realidad de nuestra Patria, allá en la Comisión Educativa Permanente del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA, en que participaron: tres ministros nuestros, el Presidente del Banco Central de Reserva y el Embajador Salvadoreño ante los EEUU. Y donde confesaron una población salvadoreña que desde 1974, ha ido cada vez desnutriéndose más, porque en un 16% son inferiores las proteínas, a lo que se recomienda para un ser normal. Y hay todavía un sector más necesitado, dijeron allá, que es un 44% inferior a lo recomendado. Lo cual quiere decir en el pueblo salvadoreño, que ahora peregrina en pos de Cristo, altos niveles de desnutrición como elementos importantes en una tasa de mortalidad infantil y, también, muertes de desnutrición de adultos como el que murió esta semana en Santa Ana: don Juan Portillo Alvarez, del cual se dijo que había sido por desnutrición. Es el pueblo que peregrina hoy junto al Redentor el que tiene un 48 % de las viviendas rurales sin servicios de agua potable, y un 66% de las casas del país sin electricidad; y en el campo no hay, en el 93% de las habitaciones, la corriente eléctrica. Un pueblo con un 35% de analfabetos. Son informes en los cuales se reconocen otros déficit que dicen lo lamentable de este pueblo que va esperando de Cristo, la gran liberación. Da una esperanza oír la palabra del Ministro de Justicia que declaró allá mismo que: "la justicia social es la única arma capaz de vencer a los enemigos de la democracia y de los supremos valores de la humanidad". ¿Qué otra cosa ha gritado la Iglesia de Jesucristo ante estas realidades espantosas de nuestro pueblo? Es el pueblo que ahora pide al Señor: Señor, inspira unas estructuras más humanas, más fraternales, en que haya verdaderamente un deseo de la liberación de nuestro pueblo. Es el pueblo que ahora va en pos del Divino Mesías que trae redención. - Un pueblo que va creciendo en la espiral de la violencia. En esta semana han sido 26 las víctimas de la violencia. Se golpean zonas, donde unas familias, por ejemplo, en Cinquera, la familia Gámez, ya tiene cinco hombres asesinados y uno de ellos a pesar de ser un enfermo mental, se le tortura bárbaramente. Llegan noticias de atropellos en otros lugares. Prisioneros que pasarán la Semana Santa esperando que se les pase a los tribunales, después de haber sido capturados el 30 de marzo; su dignidad, su libertad, se está violando. También así: Cecilio Antonio Murillo, 40 años, con cuatro hijos menores; Antonio de Jesús García, 41 años, 3 hijos menores; Fermín Landaverde, 40 años, 6 hijos menores; Tranquilino Pocasangre, 30 años, 2 hijos menores; Ricardo Hernández Barrera y Francisco Rosa, también casados y que dejan familia en la orfandad; mientras, pasarán su Semana Santa carentes de una justicia que le estamos pidiendo al Señor para nuestro pueblo. Gracias a Dios, de los secuestrados queda libre un hombre del Japón, que desde su Patria inspira un telegrama de agradecimiento a la Iglesia de El Salvador. También lamentamos que ante dos hermanos nuestros de Inglaterra la FARN haya dicho que ya el caso estaba cerrado. Sin embargo, en este domingo de esperanza, nos abrimos también a la esperanza de la Comisión de Derechos Humanos. La Iglesia, que, con Jesucristo trae la libertad de los hombres, la libertad de todo aquello que hace sufrir, clama y hace llegar su voz a quienes son causantes de esta separación de sus hogares, de estos hermanos. El padre de uno de los secuestrados ingleses sufre grave enfermedad, casi agónico allá en la patria donde espera a su hijo. Ha venido un periodista inglés del Daily Record para ver que puede hacer para salvar a sus dos paisanos. La Iglesia tiende su mano, la mano de Cristo liberador y alza su voz para decir: todavía es tiempo salvemos esas vidas. Quiero hacer eco a la palabra del Papa en este Domingo de Ramos cuando dice: "Estas violencias me han causado profunda amargura a mí y a todo aquel que tiene sentimientos cristianos de respeto por la vida, que es un regalo sagrado de Dios". El Papa dice que invita en esta semana Santa, a orar; porque las mentes de todos acaben por entender el orden divino de amor mutuo que es la única base de una sociedad justa y pacifica. Este es el pueblo que hoy sale al encuentro del Divino Mesías. c) La fuerza que nos salvará viene de fuera... salimos a encontrarlo... "Bendito el que viene"... La trascendencia... Y salimos al encuentro, queridos hermanos, a decir: ¡Bendito el que viene!, porque sabemos que la redención de los pueblos tiene que venir de Dios y esta es la invitación también de la Semana Santa. Oremos para que Dios no nos niegue sus fuerzas liberadoras que trajo en Cristo Jesús. Cristo es Dios que viene. Cristo es el Redentor que trae la libertad y la dignidad que hemos perdido. Cristo viene y es este gesto de la liturgia de esta mañana: salirle al encuentro, estar aquí para esperarlo. Cumplir el deber de escuchar su palabra, es toda una esperanza. Yo siento, queridos hermanos, una impresión en diversos sectores de una búsqueda de soluciones a nuestra situación nacional. Hay voces sanas, hay corazones nobles que andan buscando en este momento qué poder hacer. La Iglesia esta dispuesta a tender su mano a todo esfuerzo que sea siempre para la verdadera significación y libertad de este pueblo, para el cual siempre la Iglesia vive. 2°. UN MEDIADOR QUE SE IDENTIFICA COMO SIERVO CON EL PUEBLOPor eso, mi segundo pensamiento es mirar ese Mediador que viene, Dios todo poderoso, sin embargo -nos dicen las lecturas de hoy-, ha querido identificarse con la figura de un siervo que se humilla hasta la muerte para confundirse con la miseria humana y darle un sentido divino a las justas reivindicaciones de la postración de los pueblos; pero al mismo tiempo, para sembrar una esperanza que no deben de poner sólo en las fuerzas de la tierra. "Si Dios no construye la ciudad -dice la Biblia-, en vano trabajan todos los que la construyen". a) "El Siervo de Yahvé..." Ya, en la primera lectura de hoy, un hombre misterioso que se llama el Siervo de Yahvé, aparece a pesar de su buena voluntad, escupido, golpeado; pero a pesar de todo, obediente a la voluntad de Dios que lo manda a salvar. Esta figura misteriosa anunciada varios siglos antes, se comprende en esta mañana cuando se ha leído aquí, frente a nosotros, la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué relato más conmovedor!, ¡qué siervo de Yahvé: el Hijo de Dios que se despoja de su dignidad divina para hacerse un hombre como todos y aparecer cargando sobre sus espaldas las miserias de todos nosotros. b) La "Kénosis". Y cuando el relato del Evangelio pone a los labios del seminarista que representa hoy a Cristo: ¡Dios mío!. ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?", es como que esa kénosis, esa humillación del Hijo de Dios que se hizo hombre, ha llegado hasta el colmo, ha llegado hasta sentir el abandono de Dios. c) La humanidad doliente... ¡Qué bien se identifica Cristo con el sufrimiento de nuestro pueblo! Así parecen clamar muchas cosas, muchos tugurios, muchos en las cárceles y en el sufrimiento, muchos hambrientos de justicia y de paz. "¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?" No nos ha abandonado. Es la hora en que el Hijo de Dios va pasando con toda su carga de pecado por la obediencia que Dios le pide para poder perdonar esos pecados de la humanidad de donde derivan todas las injusticias, todos los egoísmos. De nada hubiera servido una redención política como la esperaban muchos contemporáneos de los que salieron a encontrar a Jesús el Domingo de Ramos. Una liberación del yugo de Roma no hubiera sido la libertad verdadera porque hubieran caído bajo otros yugos. Los pueblos parecen no aprender la lección de estarse dominando y explotando unos de otros. Sólo hay un verdadero libertador: Dios que nos ha traído la liberación del pecado, donde tiene su raíz todo el malestar de los hombres. Por eso hay que comprender a Cristo identificándose con la humanidad doliente. Sintamos ahora mucha simpatía por Él y cuando lo vamos a acompañar con su cruz a cuestas, sudando sangre, llorando con lágrimas de un dolor casi sin esperanza en lo humano, pensemos en la situación misma nuestra, pero con una esperanza divina como la que Cristo quiere inspirarnos. 3º. UNA ALIANZA NUEVA EN QUE DIOS COMPARTE CON LOS HOMBRES LA GLORIFICACION DEL HIJOY por último, queridos hermanos, esa obediencia heroica hasta la muerte, que identifica a Cristo como el mismo pecado del mundo para ser castigado en la cruz, es la Alianza Nueva. Esta es la sangre que se derrama: alianza eterna y nueva para todos los hombres que quieran alcanzar el perdón. Es la glorificación que lo espera después de esta heroicidad de haber dado su vida por nosotros. Acabamos de escuchar en las dos lecturas, que después de pasar por esta kénosis humillante de siervo y muerto en la cruz, "Dios le dará un nombre sobre todo nombre, para que a su nombre se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos". b) Este era Hijo de Dios. Y en el evangelio de San Marcos. que se ha leído en forma tan solemne hoy, hemos escuchado el testimonio de un pagano. EL soldado que debía dar testimonio de que ya estaba muerto; el centurión que le va a decir a Poncio Pilato y al pueblo entero y al mundo: "verdaderamente este era un Hijo de Dios". Cristo ha vencido, su humillación no ha sido un fracaso. La cruz es el camino para la glorificación y esta es la esperanza que yo quisiera que todos reflexionáramos en nuestra Semana Santa. c) Nuestra participación: perdón... filiación divina... incorporación a Cristo... Iglesia. La Iglesia, esto es lo que esta trabajando, haciendo en el corazón de hombre un monumento a la esperanza. La Iglesia por eso no puede estar de acuerdo con las fuerzas que ponen su confianza sólo en la violencia. La iglesia no quiere que la confundan con liberaciones únicamente políticas y temporales. La Iglesia si se preocupa por esas liberaciones de la tierra y le duele los hombres sufridos, analfabetos, sin luz, sin techo, sin hogar. Pero sabe que allí no está únicamente la desgracia del hombre. Está más adentro, más profunda, en el corazón, en el pecado; y la Iglesia, por eso, al apoyar todas las justas reivindicaciones del pueblo las quiere elevar a liberarse de esa cadena que es el pecado, la muerte, el infierno. Y para decirle a los hombres que trabajemos por ser libres de verdad pero a partir del propio corazón: la libertad de los hijos de Dios, la que nos hace hijos de Dios, la que nos quita las cadenas del pecado para que en la Semana Santa celebremos juntos la alegría de nuestra Pascua. VIDA DE LA SEMANAPor eso, hermanos, la Iglesia, a la que me estoy refiriendo, es también una Iglesia concreta:nuestra Iglesia La que he visitado en esas comunidades tan simpáticas de catequesis, como el domingo pasado en Oratorio Festivo Ricaldone, o ayer en el cantón El Pepeto o en San Antonio Abad. O la convivencia de 200 maestros seglares de colegios católicos, que se reúnen para reflexionar qué significa la Semana Santa hoy, y cual es la misión de un maestro, hoy, aquí en El Salvador, dando su conciencia a una educación liberadora. Es la comunidad de las vendedoras del Mercado Central que recuerdan el cuarto aniversario de la inauguración, con una misa de acción de gracias al Señor. Unidos en el dolor, somos la Iglesia que llora la muerte de tantos hermanos. Principalmente pidiendo oración, hoy, por la mamá de un sacerdote: la mamá del P. Próspero Díaz, párroco de Candelaria, doña Mercedes Díaz, que murió en esta semana. Lo mismo que amigos que nos han pedido muchas oraciones por sus difuntos. Es la Iglesia que va a ser testificada por religiosas, sacerdotes, catequistas, en diversas comunidades, para promover una Semana Santa que nos acerque más a Dios. Quiero felicitar y animar todos esos grupos misioneros que se destacan a nuestra campiña para llevar el mensaje de la cruz y de la resurrección. De manera especial y como un aviso, quiero decirle al cantón Mizata de la parroquia de Teotepeque: que llegarán tres religiosas mañana para anunciarles la Semana Santa, en la liturgia de nuestra Iglesia. Ojalá que el Mayordomo y los fieles, les den una acogida fervorosa. AVISOS DE SEMANA SANTAEs la Semana Santa que va a celebrar ese misterio aquí en nuestra Catedral. Esperamos que la radio pueda serviros mejor que hoy. Y que el Jueves Santo se comparta con la ceremonia de Catedral, a las 9 y media de la mañana, la misa de la consagración de los óleos, o sea, los sagrados aceites que servirán para administrar los sacramentos en toda la Diócesis. Por eso vienen sacerdotes de toda la Diócesis, porque ese día vamos a entregar también un mensaje que el Papa ha preparado para todos los sacerdotes del mundo; ya que ese día, Jueves Santo nació nuestro sacramento sacerdotal y renovamos, los sacerdotes, nuestro compromiso sacerdotal. Por la tarde tendremos la celebración de la Institución de la Eucaristía, procesión al "Monumento". Por la noche a las 10.00 p.m. la Procesión del Silencio. Los sacerdotes estaremos animando reflexiones para los que quieran llevar sus aparatos de radio o los que quieran organizar grupos de reflexiones en sus barrios, en sus hogares, en torno de esa noche tan rica de misterio. La noche en que Cristo fue tan humillado y ofreció por nosotros, el silencio de su pasión. El Viernes Santo, a las 11 a.m. transmitiremos el Vía Crucis desde Catedral. A las 4.30 de la tarde, la liturgia del Viernes Santo; y desde la 1.30 de la tarde hasta las 9 de la noche, acompañaremos también por la radio, el Santo Entierro que sale de la iglesia del Calvario y que invita a todos a hacer una tarde de reflexión ante el Cristo que muere para poder arrancar aquel grito de agradecimiento de San Pablo: "me amó y se entregó a sí mismo, por mí". Pero, ante todo, hermanos, yo quiero pedirles la más entusiasta colaboración para celebrar la Pascua. Este Cristo que ahora entra haciéndose siervo y humillándose hasta la muerte no lo vamos a dejar en el fracaso del Calvario, vamos a acompañarlo hasta el desenlace de su resurrección. Cantaremos los aleluyas de la Pascua aquí, en este mismo lugar, el sábado próximo, Sábado Santo a las 7 de la noche. Será la solemne Vigilia Pascual, en la cual hemos estado haciendo un llamamiento especial a la juventud. Y cuando termine la Semana Santa, el Sábado Santo a las 7 de la noche, quisiéramos ofrecer a nuestra patria como regalo de la Iglesia, la mejor contribución para renovar la vida de nuestro país: no podemos continuar así, pero no habrá una patria nueva si no hay salvadoreños renovados por dentro con la fuerza de la redención de Cristo. Esta es la contribución de la Iglesia. Yo quisiera hacer un llamamiento a todas aquellas organizaciones que se sienten liberadoras de nuestra patria por caminos muy distintos a la Iglesia, que en estos días, dediquen unos momentos a la reflexión. Que por favor no vayan a ocupar el lenguaje de la Iglesia que quiere transmitir esto que yo les he dicho hoy tan claramente: la liberación del pecado. No lo vayan a confundir manipulándolo para sus fines específicos de liberaciones de la tierra. Que no se aprovechen las procesiones de Semana Santa para anunciar otras liberaciones que no son las que la Iglesia predica. PENSAMIENTO FINALLes invitamos a todos. Tratamos de comprender a todos. Sepan comprendernos también a nosotros. Sepan comprender el lenguaje de la Iglesia, que en la Semana Santa es tan claro con un Cristo humillado hasta la cruz. Violento sí, pero para sí mismo, para dar su vida por los demás y no para quitarla a los demás. Un Cristo que se entrega nos hace reflexionar el verdadero camino de salida de este callejón de la patria: no puede ser otro más que el amor de Cristo, salvación del mundo. Imitémoslo, queridos hermanos, y que este Domingo de Ramos, entre las palmas que se agitan por el triunfo de Cristo entrando a San Salvador, sea todo un poema de esperanza de que El Salvador ha puesto en Cristo, toda su esperanza y le dice: en ti señor, hemos confiado y no quedaremos confundidos. Así sea... |
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez Ciudad Barrios, El Salvador; 15 de agosto de 1917 – † San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. Archivos
Agosto 2021
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