Queridos hermanos:
Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre." Se ha cantado hoy solemnemente. Con este fin hemos de venir a Misa y escuchar la palabra de Dios o leerla en nuestras Biblias. No con la curiosidad buscando una inteligencia humana, sino sabiendo que el Evangelio es potencia de Dios, En este momento, pues, no se fijen en la palabra humana sino que, creyendo que Cristo es el Mesías y que El es el que habla a través de su Iglesia, tengamos vida en su nombre. Por eso, es hermoso el pueblo de Dios: una catedral llena como la de esta mañana, y cuando uno piensa en las muchas comunidades que a través de la radio están también reunidas en el nombre del Señor a esta misma hora. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por la resurrección de Cristo de entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva! EL MARCO CONCRETO DEL CRISTIANO Por eso, hermanos, meditar la palabra de Dios los domingos no es una simple práctica espiritual, es que ese caminar concreto en la historia, en la vida de nuestro pueblo, viviendo circunstancias como las de San Pedro Perulapán, es el marco concreto del cristianismo. Y es allí donde el cristiano tiene que ser sal de la tierra, luz del mundo; con la gran esperanza viva que él lleva en su corazón no se deja apagar su fe ni su esperanza en aquel que es vida y resurrección. Por eso acostumbro poner aquí antes de la homilía propiamente dicha, o formando parte ya de la homilía, el marco concreto en que este pueblo de la Arquidiócesis quiere vivir su fe en la palabra de Dios. Una predicación que no tuviera en cuenta este marco concreto, y su luz de evangelio no iluminara las bellezas de la semana pero al mismo tiempo el rostro feo de nuestra historia, no sería auténtico evangelio de nuestro Divino Salvador. Y es tan grave lo que ha pasado esta semana que no lo he querido confiar simplemente a mi memoria, sino que ha salido del Arzobispado un pronunciamiento que se ha dado orden de leer en todas las iglesias; y no sólo para dar ejemplo sino porque es útil que a la luz del evangelio y con esa luz iluminemos los hechos. Permítanme leerlo y hacer algún pequeño comentario. COMUNICADO DEL ARZOBISPADO DE SAN SALVADOR ANTE LOS SUCESOS DE SAN PEDRO PERULAPAN "El Arzobispo de San Salvador, juntamente con su Obispo Auxiliar, y recogiendo el sentir del clero, religiosos, religiosas y fieles en general, comunica lo siguiente": Esta introducción debe dar la idea, hermanos, que aunque yo sólo sea el que habla, es como la boca de un organismo. La boca habla pero su palabra compromete a todo el cuerpo. Es todo el individuo el que está hablando por esa palabra. Aquellos que quieren aislar al Arzobispo del resto de los sacerdotes o de los fieles, están muy equivocados. ¡Cómo quisieran estar oyendo una boca sin organismo! Por eso agradezco a los sacerdotes, religiosos y fieles que cada día se compactan más con este magisterio episcopal. En nombre de todos ellos voy a leer lo que digo en este pronunciamiento, sintiendo que son todos ellos los que están comprometidos en esta fe y en esta realidad. UNA TRÁGICA SITUACION "De todos es conocida la trágica situación por la que atraviesa nuestro país, sobre todo en San Pedro Perulapán: los operativos militares, el elevado número de muertos y heridos, los desaparecidos, los que han abandonado sus casas o a quienes se las han arrebatado. Ciertamente es ésta una trágica situación que no podemos silenciar como pastores y sobre la cual debemos dar, como otras muchas veces, la luz que proviene de nuestra fe de cristianos. Como pastores que somos del pueblo de Dios esta situación nos recuerda en primer lugar la parábola conocida del Buen Samaritano quien se encontró con un herido en el camino. También nosotros nos encontramos hoy con un pueblo que yace herido en muchos caminos de la Patria. Conocemos sus heridas de siempre y las que sufre ahora en la situación antes descrita. Esta Patria que está herida es la que nos impide dar un rodeo -como lo hicieron el sacerdote y el levita de la parábola- y nos urge a acercamos como el Buen Samaritano a curar sus heridas". Hermanos, la parábola de Cristo condenó la actitud de un sacerdote y de un levita porque no basta llevar hábito eclesiástico o decir yo soy católico para ser aprobado por Dios. La caridad ante todo, el amor al prójimo. Y aunque sea obispo o sacerdote o bautizado si no cumple con el ejemplo del buen samaritano, si como los malos sacerdotes de la antigua ley dan un rodeo para no encontrarse con el cuerpo herido; no tocar estas cosas: "prudencia, no ofendamos, más suave "; entonces, hermanos, no cumplimos el mandato de Dios: rodeamos. ¡Cuántos rodean para no encontrarse y cuanto más se rodea mas se encuentran porque llevan su propia conciencia que no les dejara en paz mientras no enfrenten la situación! El compromiso cristiano es muy serio y, sobre todo, nuestro compromiso sacerdotal y episcopal nos obliga a salir al encuentro del pobre herido en el camino. QUEREMOS QUE SE ACLARE LA VERDAD "Sin ningún interés partidista queremos, por lo tanto, en primer lugar que se aclare la verdad de todo lo que está sucediendo. Pedimos una aclaración verídica de los hechos, pues las versiones que se presentan son confusas, parciales y aun contradictorias. Una es la versión oficial, otra es la versión de los comentarios de prensa y otra es la versión de numerosos testigos que llegan continuamente a este Arzobispado, como lo hemos manifestado en nuestros boletines Nos. 39 y 40. La misma prensa es testigo de la confusión en la información. Y por ello pedimos que se busquen los mecanismos para que se lleve a cabo una investigación que garantice la presentación verídica e imparcial de los acontecimientos. En este esclarecimiento de la verdad no puede faltar la voz de los directamente implicados y acusados oficialmente. Esclarecer la verdad es un derecho que la Iglesia exige a todo hombre, pues es uno de los pilares de una convivencia social ordenada, y mucho más cuando lo que está en juego no es sólo la verdad, sino la vida". Es lástima, hermanos, que en estas cosas tan graves de nuestro pueblo se quiera engañar al pueblo. Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, esta amañado y no se dice la verdad. Tampoco estamos diciendo que la verdad está toda del otro lado, pero nuestro Arzobispado ha tenido la satisfacción- aunque lo han rodeado de policías en ciertos momentos -de que hayan llegado a declarar lo que han vivido. Les hemos dicho: "No queremos cuentos ni interpretaciones de terceros, diganos lo que Ud. ha visto, lo que Ud. ha vivido". Y es cruel, hermanos, lo que ha pasado. La prensa ni la televisión no han dicho la verdad. Ni siquiera en los juzgados donde se debe de llevar la verdad purificada se han presentado con toda libertad quienes han de ser tomados en cuenta como son los mismos acusados. Yo quisiera reclamar a la Corte Suprema de justicia, una justicia más auténtica para que la justicia tampoco sea como los medios de comunicación, solamente parcializada. LA IGLESIA NO PROMUEVE LA VIOLENCIA "También queremos aclarar una vez más que la Iglesia y este Arzobispado no ha defendido nunca la violencia ni ha incitado a ella. Más bien, como lo recordamos en reciente mensaje de enero, la Iglesia dice: "Sí a la paz, no a la violencia " La afirmación, por lo tanto, de que la Iglesia esté instigando a la violencia es falsa y calumniosa. Esto lo repetimos aún a sabiendas de que ciertos sectores no quieren convencerse de ello y buscan en la Iglesia el origen de unos males que provienen de la estructura injusta de la sociedad. Ya nuestro venerable predecesor, Mons. Luis Chávez y González, tuvo que defenderse de esta calumnia en comunicado del 9 de diciembre de 1976 y nosotros lo hemos repetido abundantemente en nuestras homilías, mensajes y pastorales. Debe, pues, quedar bien claro que la Iglesia no quiere promover la violencia". Es lástima también, hermanos, que hasta en comunicados oficiales como es el del Ministerio de Defensa se está echando la culpa a las " prédicas subversivas". Y que con una malicia bien entendida se diga que son "asociaciones -religiosas" las que están provocando el desorden. Ya se ve la tendencia de echar la culpa a la Iglesia. Y por eso, desde hace mucho tiempo hemos tratado de definir muy bien lo que es la Iglesia: defendiendo los derechos humanos, las justas demandas de los campesinos, distinguiéndola de las agrupaciones de las cuales muchos hijos de la Iglesia tienen derecho de incorporarse pero no son la Iglesia. Que quede bien claro esto: las agrupaciones, concretamente FECAS, UTC no son Iglesia, no son asociaciones religiosas. Si allí hay católicos, tienen derecho de inscribirse como ciudadanos en la organización que les de la gana. Son responsables de su conciencia y de sus hechos, pero no digan que la Iglesia es la que está sembrando la violencia, la discordia. Así como tampoco es Iglesia cuando los bautizados de ORDEN o de los ejércitos atropellan a otros hermanos. No es culpa de la Iglesia; aunque ellos son bautizados no están viviendo su bautismo. La Iglesia, pues, no es responsable aun cuando los hombres de gobierno se proclamen católicos bautizados, no son Iglesia. La Iglesia es lo que voy a decir después; pero la Iglesia inspira su palabra, su pensamiento y puede estar muy de acuerdo en las demandas justas cuando la justicia social le está exigiendo a la Iglesia en nombre del Evangelio que haya más fraternidad, lo que ahora vamos a decir. LA VERDADERA RAIZ DE LA VIOLENCIA "Adentrándonos en las raíces reales de la violencia queremos recordar que si no se crea una posibilidad social y política en la cual los más pobres de nuestro pueblo, y los campesinos, puedan exponer sus urgentes necesidades y presentar sus justas demandas, los brotes violentos aumentarán desgraciadamente. Si a los campesinos se les cierran todas las puertas para dialogar, para organizarse en defensa de sus legítimos intereses, para manifestarse pacíficamente, entonces -como ya lo dijimos en el citado mensaje de enero comentando la Ley de Garantía y Orden Público- aumentarán los incidentes violentos. Es urgente, por lo tanto, que se cree un clima social y político donde las necesidades de los campesinos puedan ser expresadas con claridad y libertad". Hermanos, el derecho de organización es un derecho humano. Nadie lo puede restringir. La Constitución ya pone los principios básicos con tal que no sean contra la moral y el orden; pero todo lo que es buscar comida para la familia, terrenos donde se pueda sembrar; abaratar los abonos, los insecticidas; preocuparse, por esas cosas vitales de la vida y organizarse para no morirse de hambre, tienen derecho. Y venir a una cita que se les da en un banco donde van a estudiar el asunto y encontrar ese banco cerrado, burlándose de la cita y el retorno de estos hombres, ser atacados de la manera que fue el 17 de marzo, ¡no es justo! En esto, pues, la violencia no la está sembrando la Iglesia, la violencia la están sembrando las situaciones injustas, la situación de instituciones que como las leyes injustas solamente favorecen un sector y no tienen en cuenta el bien común, la mayoría sobre todo. Y aquí la Iglesia no se podrá callar, porque es un derecho evangélico que la asiste y un deber al Padre de todos los hombres, que la obliga a reclamar a los hombres la fraternidad. URGE TRANSFORMAR LAS ESTRUCTURAS "Pero ni siquiera este diálogo servirá para restablecer la paz deseada si no se da la firme voluntad de transformar las estructuras injustas de la sociedad. Sólo esa transformación será capaz de eliminar las violencias concretas opresivas, represivas o espontáneas. De otra manera, como lo han dicho los obispos latinoamericanos, la violencia se "institucionaliza" y por ello sus frutos no se hacen esperar. La Iglesia cree en la paz; pero sabe muy bien que la paz no es ni la ausencia de violencia ni se consigue con la violencia represiva. La verdadera paz sólo se logra como fruto de la justicia. Queremos creer que ningún hombre ni ningún salvadoreño de buena voluntad quiere la violencia, las luchas entre hermanos campesinos, los operativos militares. Pero el combatirla de verdad es ponerse a trabajar en la tarea vigente, larga y dura de compartir justamente entre todos los salvadoreños, las riquezas de nuestro país y de nuestros hombres y mujeres". Esto no es comunismo, esto es justicia cristiana, y señalar las raíces de la violencia no es sembrar violencia sino señalar las fuentes de la violencia y exigir a quienes pueden cambiar, que cambien, que se vea un paso positivo hacia una construcción de verdadera patria, de verdadero bien común. Sólo reprimir con sólo operativos militares no logramos nada más que sembrar más violencia. Ayer fue en Aguilares, ayer fue en San Pedro Perulapán, anoche ya se anunciaba en Perulapía o San José Guayabal. Pueden ir surgiendo si la raíz está puesta. Y si la raíz está bien sembrada ¿qué extraño es que broten por todas partes lo que la raíz exige? LLAMAMIENTOS URGENTES "Por ello hacemos un llamado a todos los salvadoreños de buena voluntad a cooperar en la paz verdadera y a promover la justicia. Y condenamos de nuevo la violencia de las estructuras y aquel tipo de violencias concretas que ocasionan inevitablemente una autodefensa violenta. -Ni con la violencia institucionalizada ni con una defensa que tome venganza por su propia cuenta-. De otra forma no saldremos nunca de la espiral de la violencia. Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance para los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres. Hacemos también un llamado al Gobierno para que ponga los medios eficaces de pacificar el país. Creemos que uno de ellos seria una amnistía, razonable y generosa, como muestra de que en verdad se quiere la paz entre los salvadoreños. Sería un primer paso hacia el diálogo común, que conduciría a otros pasos en la construcción común de un mejor orden social". Esta semana, hermanos, ha sido para mí muy reveladora en este sentido. Ustedes saben que ante la situación he organizado un Comité de Solidaridad. Por una generosa iniciativa de una señora, se hizo el llamamiento a todas las organizaciones que nos acordamos. Llegaron muchos, pero muchos solamente mandaron el recado: "no podemos porque no podemos tomar partido". Otro, "porque no nos podemos meter en política". ¡Qué lástima, hermanos, que seamos tan indiferentes bajo el pretexto de no meterse en política! Se quedan con los brazos cruzados y hacen el bien únicamente cuando hacer el bien es fácil o es glorioso, trae prestigio. Servir es sacrificarse. Yo quiero agradecer aquí a las agrupaciones que se presentaron y nos están ayudando, y de manera especial quiero hacer una alusión muy elogiosa a un grupo de abogados y de estudiantes de derecho que van a ayudar, no digo a la Iglesia, sino al pueblo salvadoreño, al que necesita una voz que se oiga en los tribunales, en el Gobierno, donde muchas veces la voz del pobre queda apabullada por la gritería injusta de las prepotencias. Yo les agradezco queridos hermanos abogados y estudiantes de Derecho, y ojalá sea eso la señal de unas leyes, de una legislación, de unos principios constitutivos del país que sean verdadera esperanza y alegría de todo el pueblo y no más bien temor, terror, desconfianza. Mucho esperamos de los abogados cuando los anima un espíritu verdaderamente cristiano, así como lamentamos aquellos que no se pueden meter porque pierden la clientela, no tienen valor, vale más la bolsa, las conveniencias. ¡Qué lástima! Y aquí hago un llamamiento especialmente a los que se dicen católicos, aquéllos sobre todo que son instrumento de la Iglesia, de la pastoral: los colegios católicos tienen que ser resonancia de la voz evangélica y enseñar a sus alumnos y a las familias que allí se acercan, la verdadera voz de la Iglesia. Las comunidades, las parroquias, en cualquier sitio de la ciudad en que se encuentren, tienen que ser voz de la Iglesia y no rehuir como el sacerdote de la parábola del Buen Samaritano. ORACION Y AMOR Finalmente, hermanos, "A todos les pedimos una oración por los muertos y sus familiares, para que los muertos descansen en paz del Señor y éstos -los familiares- puedan reconstruir sus vidas muchas veces ya carentes del pilar que la sostenía". Quiero aquí evocar con cariño y tristeza la memoria de Miguelito Acosta, el pobre muchachito que buscando trabajo en San Salvador no encuentra donde dormir más que en una camioneta que se incendia, donde se carboniza. ¡Qué cuadro más terrible el de la madre y de la hermana que vienen para enterrar el cadáver del que tal vez era la esperanza de la familia! Frutos de nuestra organización social. "Y pedimos también la cooperación generosa de todos para ayudar económicamente a tantas familias de luto, sin hogar, con heridos". El Comité de Solidaridad está trabajando maravillosamente. En comunicación con Cáritas y con las instituciones católicas está recogiendo víveres, dinero, ropa; los seguimos esperando, tanto en el Arzobispado como aquí en la oficina de Cantas. Aquí al lado Poniente de la Catedral está la oficina de Cáritas donde les agradeceré que lleven lo que puedan. A este propósito, hermanos, permítanme alabar aquí en público una carta de la comunidad de Ilopango que trajo en la semana de Pascua el fruto de sus ayunos de Cuaresma. Isaías dice: "Ayunar es compartir el pan con el hambriento"; y en aquella comunidad: adultos, jóvenes y niños se han privado de muchas cosas y han ido depositando el producto de sus privaciones.Y trajeron para ayudar a estas necesidades de San Pedro Perulapán 70 colones. Más que la cantidad, yo elogio aquí la calidad de este dinero, fruto de un sentido de fraternidad cristiana, de pobres ayudando a pobres. ¡Qué hermoso gesto! ¡qué comunidad más bella la que tenemos en la Arquidiócesis! "Queremos terminar con la misma consideración evangélica con la que comenzamos. Nuestro país está herido y necesita un buen samaritano. Este es el único interés que nos mueve como pastores del pueblo de Dios. Y por ello queremos que se esclarezca la verdad, que todos puedan decir su palabra, que se escuchen las verdaderas necesidades de los campesinos, que nos pongamos a crear una sociedad que pueda satisfacerlas y que de esta forma desterremos la violencia y construyamos la paz" (S.S. 31-3-78). EL RESUCITADO VIVE EN SU IGLESIA Ahora, hermanos, a la luz de esta verdad ¡qué fácil es comprender las tres lecturas que se han hecho hoy! Yo titularía este comentario de hoy así: El resucitado vive en su Iglesia. La historia de la resurrección que estamos considerando en estos días es el testimonio fundamental, esencial, de una Iglesia apostólica. La resurrección de Cristo es el título que la Iglesia muestra al público para justificar su pretensión de ser ella un instrumento de la salvación del mundo. ¿Por qué? Precisamente lo que aparece en las lecturas de hoy: el Cristo revivido insufla en la Iglesia naciente su espíritu: "Como mi Padre me envió, así os envío", dice el evangelio de hoy. Y soplando, como el soplo del Génesis cuando a aquel ser de barro Dios sopla el espíritu de vida, Cristo que es Dios, insufla toda su misión de redención al mundo en este organismo que El ha creado: "Como mi Padre me envió yo os envío". Y en aquel soplo El interpreta: recibid el Espíritu Santo, a los que perdonaréis les queda perdonado: la misión de la Iglesia; entonces, ha nacido como en un nuevo paraíso: Adán despierta inteligente, libre, capaz de amar, imagen de Dios; la Iglesia despierta de aquel sueño de Pentecostés como una nueva creación. Eso son ustedes, hermanos que me escuchan y meditan conmigo. Eso somos la Iglesia, el nuevo ser que lleva el soplo de una vida que no va a morir nunca, de una vida de resucitado. Pero para comprenderlo, distribuyo mi pensamiento en estas dos ideas: lº.) Cristo vive; 2º) Cristo vive no sólo en su cielo sino en su comunidad de creyentes en la tierra. 1 º. CRISTO VIVE Ojalá mi pobre palabra lograra descubrir esta belleza y que cada bautizado sintiera en esta mañana de Pascua qué grande es su vida, qué hermosa es la Iglesia, qué rica es la comunidad aunque sea de pobres campesinos cuando sienten el soplo del resucitado: Cristo vive. a) CRISTO VIVO Y PRESENTE Hay que ver la insistencia del evangelio de quienes fueron testigos presenciales como Tomás que lo tocó, que comió con El. Cristo insiste en sus apariciones: "Tocadme, ved, soy yo". Tienen que comer y le dan un pedazo de pez. Y come para que vean que los espíritus no comen. Y yo soy ser de carne y hueso, soy el mismo Cristo histórico que pasando por la Pascua de la muerte y de la resurrección, vivo encarnado en la tierra: ahora ya no encarnado solamente como hijo de María circunscrito a un Nazaret, ahora como hijo de la resurrección, hijo de Dios con una carne que se puede hacer carne de todos los pueblos y de todos los tiempos, iré comprendiendo a los salvadoreños de ayer y de hoy y de mañana, soy el Cristo salvadoreño. Cristo vive en El Salvador, Cristo vive en Guatemala, Cristo vive en Africa. El Cristo histórico, Dios hecho hombre, vive en todos los años de la historia y en todos los pueblos de la geografía. Esta es la característica de este Cristo vivo y presente. CRISTO, SEÑOR Y DIOS Este Cristo ha recibido en el Evangelio de hoy la confesión más bella que escribieron todas las páginas sagradas. Hoy, hermanos, han tenido la dicha de escuchar la página en que San Juan, el evangelista sublime, llega hasta las alturas a donde podía llegar ya un hombre por más inspirado que esté. Es cuando Tomás dudando se convence y cae de rodillas: ¡Señor mío y Dios mío! Esto es Cristo. Fíjense que en la interpretación bíblica estas dos palabras Señor y Dios, son las que usaban los israelitas para designar al Dios de Abraham, al Dios de Jacob, al creador, y por eso lo llamaban en hebreo Yahvé, Elohim, el Señor Dios. Pues ese Dios creador, ese Dios de la alianza del Viejo Testamento, ese Dios que acompaña a la historia de su pueblo, ese Dios que no deja perecer a quien en El confía, es, así lo llama Tomás a Cristo: "Señor y Dios". Es interesante recordar que en el tiempo en que San Juan escribía estas palabras, era el tiempo del Imperio Romano y que los emperadores Romanos se llamaban dioses; y ¡ay del ciudadano que llamara dioses a otra cosa que no fuera el Emperador! Ante este reto los cristianos llamaban a Cristo "Señor y Dios": ¡No tenemos otro Dios en la tierra! Es el que ha venido trayendo una misión de redención. Qué hermoso el saludo de Cristo resucitado. Tres veces aparece en el evangelio de hoy: "La paz sea con vosotros"; ese es su regalo: la Paz. Y por eso un pueblo donde se acribilla la paz, es triste decirlo, no es pueblo cristiano. El Salvador en esas zonas reprimidas, hostilizadas, donde el saludo de paz suena como un sarcasmo, es el anticristo. Ojalá queridos hermanos de Perulapán, todos sin distinción, caigan ante el Cristo que da la única paz. No es la paz la que pueden dar los operativos militares con quienes colaboran los ejércitos de ORDEN ni tampoco es la paz la revancha que pueda tomar una organización popular. La paz sólo viene de Cristo. Solo Cristo y creyendo en El unos y otros, podremos tener la verdadera paz. b) ES EL CRISTO QUE HA DE VENIR La segunda lectura de San Pedro es hermosa. San Pedro dice: "Vale la pena sufrir porque estamos esperando el retorno cuando esta fe, que ahora es como en principio, va a culminar con el gran hecho de la salvación". Los que son sensibles a la salvación y hoy sienten que esa salvación de Cristo no puede prescindir de esta liberación de la tierra, política, económica, social, tengan en cuenta que la Iglesia tampoco puede prescindir de esta liberación de la tierra pero dando perspectivas de esperanza en el Cristo que ha de venir a poner las cosas en su puesto y hacer de la historia una ofrenda para nuestro Dios. Que hermoso será entonces encontrarse que esta fe en Cristo, que ese Cristo que ha de venir y que yo he vivido esperando, viene con el abrazo de un amigo que hace mucho tiempo que no lo veía, que lo esperaba. Más aún, la Iglesia esposa suspira como lo vamos a hacer dentro de poco: " ¡Ven Señor Jesús!". El que está lejos y es amado y sabe que lo esperan y anhela el momento de ese encuentro, eso es Cristo y esa es la Iglesia. Por eso hermanos, Cristo vive. 2º. CRISTO VIVE NO SOLO EN SU CIELO SINO EN SU COMUNIDAD DE CREYENTES EN LA TIERRA Por eso, hermanos, mi segundo pensamiento es este: Vive en la comunidad. Y aquí vale la pena haber escuchado hoy la primera lectura y yo les recomiendo, sobre todo a las comunidades parroquiales, comunidades de base, comunidades religiosas, que si quieren vivir su verdadero sentido cristiano en estos días de Pascua, lean con devoción especial el libro de los Hechos de los Apóstoles. La Iglesia lo toma como libro de lectura en estos cincuenta días. Los Hechos de los Apóstoles son el testimonio más bonito de como unos hombres que iban encontrando ese Cristo que vivía en la fe de unos creyentes, iban siguiéndolo en esa comunidad. Hoy nos ha contado el libro de los Hechos. Y reduciendo a tres categorías la comunidad, nos presenta la comunidad de vida, la comunidad de fe, la comunidad escatológica. COMUNIDAD DE VIDA Comunidad de vida era una vida en común hasta el punto de que vendían sus cosas y las traían a los apóstoles para que las administraran; y nadie sufría, todos eran iguales. Esto es la vida común, compartir. Estamos muy lejos de ese ideal pero por lo menos, hermanos, en nuestra Constitución hay un principio que podía ser la brecha para esta comunidad cuando dice que "la propiedad privada debe tener una función social". Función social que no sólo consiste en producir más sino en que el producto mayor redunde en el bien común de todos, con justicia, naturalmente. Que todos trabajen y que todos participen. Vida común no es, pues simplemente decir "yo los amo" sino con hechos. Obras son amores y no buenas razones. Hoy es una ocasión magnífica de sentir al que sufre, al que no tiene casa, al que no tiene que comer, ayudarlo. Esa comunidad de vida era tan simpática que su fama iba creciendo, nos ha dicho el libro de hoy, y por eso se iban agrupando. ¿Quiénes? Fíjense en la frase con que termina la lectura de hoy: "Se agrupaban cada día más los que iban a salvarse". Comunidad de salvación. Sólo perteneciendo a esta Iglesia que ya se conoce como instrumento de la vida de Cristo puede ser salvo un hombre, pero no basta pertenecer a la comunidad Iglesia, si lo principal es el espíritu de Cristo que debe inundar al que pertenece a esta Iglesia. Por eso habrá muchos que se titulan, católicos pero que no son cristianos porque no llevan el espíritu de Cristo y no se salvarán porque sólo salvará el espíritu del Redentor que está en esta Iglesia. Decir que una Iglesia, que su Obispo y sus sacerdotes predican violencia, odio, es desconocer estos orígenes de la Iglesia que está puesta en el mundo para predicar el amor, la comunión. COMUNIDAD DE FE Comunidad de fe sobre todo, hermanos. Mucho cuidado con esta palabra porque la comunidad se debe distinguir de cualquier otra organización y agrupación humana. El católico como miembro de una Iglesia en su comunidad Iglesia, tiene que vivir los compromisos de su fe. Si fuera de la Iglesia quiere llevar su luz cristiana, su colaboración a la liberación del mundo y se inserta en una agrupación, él es responsable personalmente, y no diga que sus compañeros católicos tienen obligación de hacerse como él también miembros de esa organización. ¡De ninguna manera!, ¡eso es libre! Cada uno tiene que llevar fuera de la Iglesia la opción concreta que él quiera en conciencia seguir. Pero como Iglesia, la Iglesia sólo se compromete a ser una comunidad de fe. ¿Qué quiere decir? Lo que nos ha dicho hoy la página del libro de los Hechos: Vivían asiduos a la enseñanza de los apóstoles. Era una comunidad en que se hacía mucha oración y en que se vivía la vida de los sacramentos, la fracción del pan. Esto es la Iglesia, la que está llenando hoy la Catedral con un sentido de fe para escuchar a un sucesor de los apóstoles aunque sea indigno. Eso soy yo aquí en la Arquidiócesis, el sucesor de los apóstoles en tomo del cual una comunidad se agrupa para escuchar la palabra de fe. Por eso, hermanos, estaría loco o estuviera traicionando mi misión si yo les estuviera diciendo que esta fe hay que comprometerla con tal o cual agrupación. Estaría loco si yo estuviera sembrando desde aquí la revancha, la venganza, el odio. Nunca lo he hecho. "En público he hablado" decía Cristo y cualquiera puede decir que jamás ha escuchado de mis palabras un llamamiento de venganza, al odio, a la lucha de clases, ¡jamás! La fe es la que he predicado y esa fe en Cristo; ahora sí he dicho que todo hombre iluminado por esta fe tiene que encarnarse en la historia, la historia de El Salvador; y allá cada uno mire en que puesto quiere encarnarse, con tal que viva como verdadero cristiano esa encarnación. Y no le vayan a mutilar porque la mística de esa agrupación proclama la violencia; el cristiano ya se hace violento, ya no es cristiano. O porque el cristiano se incorpora en ORDEN y en ORDEN lo mandan a golpear y a matar, ya no es cristiano. Ni uno ni otro. El cristiano es el que es fiel a su fe, fiel asiduo oyente de la: palabra de los apóstoles, de la revelación de Dios y en ella inspira su vida, y la práctica de su existencia. ¡No la traiciona! Y si hay algún católico que duda de la palabra del Obispo y va diciendo por allá a voces: que se defina el Señor Obispo..., ¡estoy bien definido, hermanos! Ustedes son los que tienen que definirse: o con la Iglesia o fuera de la Iglesia. COMUNIDAD DE ORACIÓN Otra gran fuerza de esta institución de Cristo: comunidad de oración. Eran asiduos en la oración. ¡Cómo me llena, hermanos, esta palabra: ¡la oración! Y cuando lean el libro de los Hechos verán cuantas veces la comunidad se reunía en oración para escoger el sustituto de Judas; por ejemplo, a Matías, oraron; cuando Pedro estaba en la cárcel, la comunidad oraba; cuando iban a salir los apóstoles a sus misiones, oraban; cuando las persecuciones de los Herodes contra los primitivos cristianos hacían temblar a la comunidad, oraban y en la oración encontraban la fuerza porque sólo Dios nos puede dar esta fuerza que el Espíritu de Cristo insufló sobre la comunidad cristiana. Yo quiero agradecer ahora en público también esta fuerza de oración que me llega de tantas partes. No hay cosa más hermosa para mí que oír decir: "Estamos rezando por Ud. No está sólo, lo estamos acompañando con nuestra oración." ¡Bendito sea Dios! ¡Mil gracias! Y ahora les digo: hermanos, oremos por los que flaquean, oremos por los que traicionan, oremos por los que se avergúenzan por nuestra fe, oremos por nuestros pobrecitos hermanos que dudan hasta de la sinceridad del obispo, oremos para que formemos como los cristianos, aún en los riesgos peligrosos de esta misión, que tenemos que ser firmes en lo que hay que predicar y que como aquellos primeros criatianos algunas veces habrá que decir: antes tenemos que obedecer a Dios que a los hombres y de Dios me vendrá la fuerza para predicar esa doctrina que es única, verdadera. Y esta comunidad de fe vive en los sacramentos. Hermanos, los sacramentos son parte de nuestra Iglesia. Aquí nos dice el libro de los Hechos que compartían la fracción del pan. Término preciso, misterioso, conque se llamaba la Santa Misa. Porque en aquel tiempo se hacía la cena en común; cenaban, pero después de cenar, como Cristo después de la cena, el ambiente se tornaba sagrado y el presidente de la reunión de la cena consagraba el pan y el vino y ya no era pan ya no era vino, era el cuerpo y la sangre del Señor. Por eso Pablo VI dice que no es verdadero hijo de la Iglesia el que no aprecia los sacramentos de la Iglesia. Si me está escuchando la persona que me preguntaba ¿por qué dos que se aman y no se han casado por la Iglesia pero viven una vida matrimonial fiel, cariñosa, por qué se van a casar por la Iglesia? Aquí está la respuesta. Yo no digo que los amancebados sean malos. Hay muchos que llamamos amancebados y son más fieles que los que están casados por la Iglesia; eso es cierto, pero si es cierto que el que solamente se ha unido por un amor humano no ha recibido el "sacramento". El sacramento es un signo de la pertenencia a la Iglesia de Cristo; y cuando un hombre y una mujer que pertenecen a esta Iglesia de Cristo quieren significar que su amor es tan noble que no se avergúenzan de ser hijos de Cristo entonces van a un sacerdote que bendiga su amor. No es que sea malo el amancebamiento humanamente, pero no está completo porque falta el signo sacramental del amor conyugal. Por eso también venir a Misa y no comulgar no es el signo completo. Ojalá un día, hermanos, comprendamos que la fracción del pan es Cristo invitando a esta mesa; el altar es mesa, el altar es la mesa del hogar, no lo olvidemos. Cuando venimos a Misa, cuando entremos por el portón de esa Catedral, sintamos que venimos al hogar y como en el hogar la mamá espera con la mesa servida, Cristo nos espera con su mesa servida y le hacemos un desaire cuando a la hora de comer no tenemos hambre, no estamos preparados. El signo de la identificación con Cristo es la comunión. Hermanos, ojalá un día comprendamos la belleza eucarística de nuestra Iglesia y sintamos que la Misa no sólo es palabra sino que es alimento, es comunión, es vida. COMUNIDAD ESCATOLÓGICA Y finalmente, hermanos, la comunidad de fe es escatológica. Ya les expliqué el otro día lo que esto significa: "más allá" no se circunscribe a las cosas de la tierra, espera, estamos esperando. La comunidad de esperanza. Por eso la aportación que la Iglesia hace a las fuerzas liberadoras de la tierra, no puede prescindir de su esperanza de otra vida y asegurarla a los liberadores de la tierra que en esta tierra no existe el paraíso, que no lo va a construir nunca el comunismo ni ninguna agrupación que prescinda de ese cielo. Pero que ese cielo hay que construirlo ya en esta tierra, que la comunidad Iglesia tiene que ser ya un reflejo de ese cielo. Y a mí me parece que esta Catedral ya es un reflejo de ese cielo cuando miro aquí sentados en las mismas bancas gentes de tanta categoría, de tan diferentes rumbos; siento cómo el amor conglutina, cómo el amor une y cómo es hermoso que sobre la comunidad humana general, se reflejara aquella vida del cielo que esperamos. Esperamos, hermanos, y por eso no es perfecto todavía lo de esta tierra y hasta en la Iglesia encontramos deficiencias. No nos extrañemos de prelados, de sacerdotes, de matrimonios, de religiosas, de colegios católicos, etc., que no cumplan bien con su deber. Tenemos nuestras lacras, nuestras deficiencias. Yo les digo en sinceridad, cada noche tengo que pedirle a Dios perdón de mis propias culpas y así lo hacemos todos. El Papa se confiesa también de sus pecados, los sacerdotes nos confesamos porque sabemos que mientras peregrinamos en la tierra aunque sembrando esperanza de otra vida, nuestros pies se empolvan con el polvo de la tierra y hay miserias que sacudir también en la vida humana del más santo de los cristianos. Hermanos, vivamos ya el signo sacramental. Me he excedido enormemente, perdónenme, pero es tan bella la lección que las lecturas de hoy nos dan y los hechos concretos de nuestra historia patria nos ofrecen, que valía la pena haber gastado estos cuartos de hora para que así, animados en la fe del Cristo que vive aquí en la comunidad. lo sintamos ya presente en el altar y al adorarlo desde la hostia consagrada, podamos decir con la sinceridad de Tomás, no dudando sino creyendo de verdad: ¡Señor mío y Dios mío! Creemos en un sólo Dios. . . .
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Hermanos:
¡Quién me diera tener no sólo una lengua para pronunciar palabras sino un secreto eficaz de la, gracia para llegar a cada corazón que me está escuchando y decirle, desde la profundidad de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestra alegría cristiana: ¡Felices Pascuas! Sí, este es el saludo cristiano desde anoche. LA PASCUA Dice el Concilio: "La Santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo la obra salvífica de su divino esposo. Cada semana en el día que llamó del Señor "dominica", domingo, conmemora su resurrección que una vez al año celebra también junto con su santa pasión en la máxima solemnidad de la Pascua. Lleva tan en el alma, la Iglesia, este hecho de la resurrección de Cristo que no lo celebra sólo hoy en la fiesta solemne de la Pascua sino que cada ocho días, cuando llama a sus hijos a su altar, celebra la Pascua. Cada domingo es una pascua en pequeño, así como hoy es el gran domingo del año, la Gran Pascua, la resurrección del Señor." La Pascua, de una etimología difícil de traducir pero que sustancialmente quiere decir "el paso de Cristo de la muerte a la vida". Y es el único ser de quien podemos predicar sobre su tumba vacía el epitafio que San Pedro ha escrito hoy: "Pasó haciendo el bien", pero Dios estaba con El y por eso lo ha resucitado y por eso es el único hombre del cual se puede venerar su tumba, pero una tumba vacía. De los grandes hombres es un honor llegar a conocer el sepulcro donde están sus cadáveres hechos polvo pero de este Hijo del Hombre, Cristo, solamente podemos venerar el Santo Sepulcro. ¡Cuántos peregrinos hoy, en Jerusalén, tienen que reconocer que lo que veneran es un sepulcro vacío! Y esto es, hermanos, la fiesta de hoy. A través de las lecturas yo quisiera presentarles estos tres pensamientos. 1º) El que enfoca a Cristo y del cual nos ha dicho San Pedro: "Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, Dios está con El." 2º) El segundo pensamiento es mirando a "la Iglesia que completa en el mundo la obra de Cristo"; encargada de llevar esta noticia, esta buena nueva a todos los rincones de la tierra y a todos los días de la historia. 3º) Y el tercer pensamiento mirándonos a nosotros mismos. ¿Cuál es la respuesta? "La responsabilidad de creer en un Redentor que murió pero que ha resucitado." 1º. UNGIDO POR DIOS CON LA FUERZA DEL ESPIRITU SANTO, DIOS ESTÁ CON ÉL MIRANDO A CRISTO RESUCITADO La síntesis más bella es la de San Pedro en esta mañana en la primera lectura. San Pedro está sufriendo una conversión. El judío va a escuchar que Cristo ha muerto no sólo por los judíos sino también por los otros pueblos. Una visión de unos animales inmundos que le ordenan comer y que él dice: "Nunca he comido carne inmunda, soy judío, guardo la ley". Pero la voz del Espíritu que le dice: "No llames inmundo lo que Dios ha purificado. Desde que Cristo, el Hijo de Dios, ha muerto por todos los hombres no hay ya distinción entre los hombres". No hay razón para clases sociales, religiosas, políticas; todos son hermanos, todos son llamados a la salvación. Vete, que te está esperando un gentil, Cornelio con su familia". Y va Pedro y encuentra que la misma visión ha tenido aquel gentil y es ante esta familia no judía, sino pagana, ante la que Pedro pronuncia ese famoso discurso que se ha leído en la misa de hoy. "Ahora comprendo -dice Pedro- que para Dios no hay acepción de personas"; y que El, Jesús, ha venido por todos. Y comienza a explicar lo que era el tema de la predicación de los apóstoles y de los primeros cristianos; que Cristo murió por todos, que Cristo es el ungido de Dios, que Dios estaba con El salvando a todos. Y esto es lo que debe ser nuestro pensamiento hoy. Hermanos, mirando a Cristo resucitado ¡cómo se debe llenar de gratitud, de embeleso, de esperanza, nuestra fe! y decirle: Tú eres el Dios que se hizo hombre y que por amor a los hombres no tuviste horror de esconder tu grandeza de Dios y pasar por este mundo como un hombre cualquiera. Ninguna distinción, más aún, te confundieron con los malhechores, moriste como un asesino en una cruz, te sepultaron en el basurero de los crucificados, en el calvario; pero de allí, de la basura, de la profundidad del abismo al que descendió a los reinos de la muerte y de la sombra, surge ahora el Divino Resucitado, verdaderamente ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo. LA ENCARNACIÓN DE CRISTO ES AQUÍ DONDE SE CORONA Aquel Niño Dios que la Virgen tuvo en sus manos. Aquel niño que acarició y amamantó en sus pechos, aquel a quien se sintieron con derecho de escupir y de golpear los enemigos, era la carne de Dios; Dios estaba allí, Dios estaba encarnado en Cristo. Era necesaria la gloria de la resurrección para que los hombres comprendiéramos que en el Cristo crucificado y humillado, que en el Cristo que por nosotros es Dios hecho hombre que nos comprende, que siente el cansancio, el sudor, la angustia del hombre, está escondida la dignidad de Dios. Ahora lo vemos. Cuando la gloria de Dios transpira por todos sus poros, cuando todo su semblante y todo su ser más parece un sol resplandeciente que un mortal, comprendemos lo que San Pablo asegura de la resurrección: "lo que se sembró en ignominia, se cosecha en glorificación; lo que se sembró en un sepulcro mortal, muerto, resucita inmortal, glorioso para no morir más". La muerte no lo dominará. El eterno joven, el eterno hermoso, la eterna primavera, la vida que no tendrá enfermedad ni ocaso, la alegría plena, la felicidad. Hombres de nuestro tiempo, angustiados de tantos problemas, desesperanzados, los que buscan paraísos en esta tierra, no lo busquen aquí, búsquenlo en Cristo resucitado, en Él desahoguemos nuestras penas, nuestras preocupaciones, nuestras angustias y en Él pongamos nuestras esperanzas. El es todo para la humanidad, es la fuente de la felicidad. El ungido con el Espíritu de Dios tiene en su aspecto humano y glorioso la respuesta para todos los hombres. No dudemos, hermanos, como San Pablo nos decía el viernes Santo ante el Cristo humillado, hoy, con más razón que anteayer, podemos decir: acerquémonos con confianza al trono de la gracia, al trono de la omnipotencia, al trono de la felicidad y de la alegría. Cristo es fuente que sacia toda clase de sed para todo aquel que se acerque con fe. SOLO EL QUE CAMINA POR CRISTO, ENCONTRARA SALVACION Pero este Cristo que pasó haciendo el bien y en el cual Dios estaba en toda su plenitud, no solamente es ejemplo moral para seguir su ejemplo. Más que todo, queridos hermanos, el aspecto teológico es el que más me interesa destacar en esta mañana. Ese Cristo es el sacramento de lo divino, es el camino, la verdad y la vida; sólo el que camina por El, encontrará salvación. Para eso ha venido, para salvar. Esta salvación que hoy anhelamos tanto y que en América Latina toma un nombre muy sugestivo: la liberación, que mal se puede confundir con redenciones de la tierra. ¡Cómo se quiere confundir tantas veces a la Iglesia como si se hubiera hecho comunista, subversiva; como si no tuviera más horizontes al ofrecer la redención que las liberaciones políticas, sociales y económicas! Cierto que la Iglesia se interesa también de estos aspectos, porque no seria Cristo redentor si también no se hubiera preocupado de dar de comer a las muchedumbres que tenían hambre; si no hubiera dado luz a los Ojos de los ciegos, si no hubiera sentido angustia por las muchedumbres marginadas que no tienen quien los ame, quien los ayude. También la promoción, también el aspecto político y social le interesa al cristianismo. No sería completa la redención si no tuviera en cuenta estos aspectos del Cristo que quiso ser precisamente el ejemplo de un oprimido bajo un imperio poderoso, bajo una clase dirigente de su pueblo que lo despedazó en su fama y en su honor y lo dejó crucificado. Pero no es sólo eso lo que Cristo ofrece. Si sólo fuera un paraíso de la tierra no hubiera tenido nada que ofrecerle al buen ladrón en la tarde del Viernes Santo. Pero es que aún, cuando se muere víctima de un sistema, en una crucifixión como era el sistema entonces de matar a los ajusticiados, este Cristo todavía tiene palabras de liberación. No es utopía, no es fantasía no es un consuelo estéril; es que de verdad es el rey de la gloria el que ofrece a los hombres la felicidad, no sólo la de la tierra sino, principalmente, la del cielo. Pero esto, hermanos, no es tampoco desprenderse de las cosas de la tierra en un sentido de alienación sino en el sentido de que sembrando en la tierra con su resurrección un sentido de gloria y de alegría, está pidiendo también a los sistemas de la tierra, a los poderosos de la tierra, a los gobernantes de la tierra, a los que sufren en esta tierra, a los oprimidos de esta tierra, que aquel paraíso, aquella gloria, aquel cielo, ya pertenece a esta tierra; que fue en esta historia de la tierra donde Él pudo presentarse glorioso como será en la eternidad, pero ya presente en la historia de los hombres. Esta es la liberación auténtica, hermanos; la que si se preocupa por las liberaciones de las esclavitudes indignas en que tantos están arrojados; pero la que predica que no es todo la liberación del tiempo y del espacio, la de la tierra; sino ésta, completa, cristiana, que Cristo nos ofrece en su persona. No hay ejemplar más bello del hombre libre, independiente de todas las alturas de los sistemas de la tierra, que este Cristo que se presenta ante el mundo completamente autónomo, independiente aún perteneciendo a una clase a una categoría, a un mundo que se llama la humanidad. Por eso, hermanos, Cristo sabe que su redención no ha terminado con este episodio de la resurrección. Esto es algo más grande. 2ºLA IGLESIA COMPLETA EN EL MUNDO LA OBRA DE CRISTO CRISTO ENCOMENDÓ A SU IGLESIA ANUNCIAR SU RESURRECCIÓN El segundo pensamiento de esta mañana quiere volverse con alegría, con agradecimiento, con fe, a la Santa Iglesia de nuestro Señor Jesucristo. Cada vez, hermanos, que tenga que hablar de la Iglesia, lo hago también con un sentido de reparación porque se le está ofendiendo mucho, porque a la Iglesia se le considera únicamente como un sistema de hombres, porque a la Iglesia se le está acusando de muchas calumnias indignas. Y es a la luz de Cristo resucitado en que la Iglesia presenta el rostro de Cristo paciente, expuesta todavía a que la escupan, a que la latiguen, a que la difamen. Pero sabe que por dentro, en su corazón, lleva la esperanza, la gran misión de nuestro Señor Jesucristo, de la que nos ha dicho hoy la lectura sagrada: "que Cristo encomendó el encargo de anunciar su resurrección a su Iglesia". No lo vieron todos como nosotros tampoco lo hemos visto a Cristo resucitado, y por eso muchos se ríen de nosotros: ¡Pobres ilusos!, están creyendo en un resucitado, que ni ha existido. Pero nos ha dicho hoy San Pedro: que a los testigos que en sus designios eternos Dios escogió continuando la línea de los profetas del Antiguo Testamento, les encargó ser los testigos, los hombres que anunciaran la resurrección del Señor y que dijeran que esa resurrección es causa del perdón de muchos pecados. "Se entregó por nuestros pecados dice San Pablo- y resucitó para nuestra justificación". Y como los profetas lo anunciaron, los profetas y los apóstoles siguen proclamando que la resurrección de Cristo es como la rúbrica de la omnipotencia de Dios que marca la ruptura de las esclavitudes y que todo aquel que acepte esa resurrección y esa vida eterna, será libre de sus pecados. La Iglesia lleva este encargo de reconciliación a todo el mundo y predica este mensaje de esperanza a todos los hombres. De allí, que una de las grandes preocupaciones de la Iglesia es asegurar el hecho de la resurrección. Si nos hemos fijado bien ya en las lecturas del Nuevo Testamento - las tres lecturas de hoy son del Nuevo Testamento- ; la primera, de los Hechos de los Apóstoles; la segunda, de una carta de San Pablo a los colosenses; y la tercera, el evangelio de San Juan; estos apóstoles, que ya reflexionaban con las comunidades originarias del cristianismo el hecho de la resurrección de Cristo, ya oían las calumnias, las difamaciones del resucitado. Y por eso se empeñaban también en el aspecto apologético; es decir, probar que Cristo verdaderamente ha resucitado y que su resurrección es prueba apologética de la verdad que predican. Y llega a decir San Pablo: "porque si lo que estamos predicando es falso, si Cristo no ha resucitado, entonces somos los más miserables de todos los hombres, somos los que vivimos de una esperanza ilusa". Si Cristo ha muerto y no ha resucitado, estamos predicando una mentira y hemos engañado durante siglos a la historia. UN SEPULCRO VACÍO Y UN TESTAMENTO DE QUIENES VIVIERON Y COMIERON CON ÉL Pero hay dos hechos, hermanos que los mismos contemporáneos de los apóstoles, los mismos contemporáneos de los hechos del Viernes Santo no han podido refutar: un sepulcro vacío. Y segundo, un testimonio innegable de quienes vieron y comieron con El, con el Resucitado. Así nos dice Pedro ahora: "No lo han visto todos pero quienes fuimos predestinados por Dios para ser testigos de este hecho, lo hemos oído, hemos comido con El, está vivo". Y al fin y al cabo, hermanos, estos dos hechos, unos testigos fidedignos que dicen: "'lo hemos visto" y un espectáculo abierto a los ojos de todos, aún de los incrédulos y de los enemigos, allí está el sepulcro vacío. Si se lo han robado de allí, Uds., tienen medios, cuentan con la guardia de Poncio Pilato, son la autoridad de Jerusalén, pueden catear todas las casas, todos los solares. ¿Dónde está? Nadie pudo negar durante siglos, que aquel sepulcro verdaderamente era un sepulcro vacío y que aquellos testigos que predicaban descaradamente a la luz del sol, que habían comido y bebido con El, nadie les pudo echar en cara: embusteros, mentirosos; sino que la comunidad iba creciendo en esta fe admirable de la cual vivimos también hoy nosotros: la fe del resucitado, la fe que no se apoya en hechos históricos sino, sobre todo, en la Palabra de Dios que anunció y cumplió el gran hecho de la resurrección. Este será el gran trabajo de la Iglesia, llevar esta noticia, esta buena nueva que yo tengo el honor de estar anunciando en esta mañana: ¡Cristo ha resucitado, Cristo vive! Hermanos cristianos, somos seguidores de un hombre redentor que murió pero resucitó y vive una vida que no morirá jamás. ¡Ah! si los cristianos viviéramos de veras la alegría y la esperanza de este sublime mensaje no habría tristeza en el mundo. Aun las angustias más pesadas, aun los problemas que parecen sin solución, encontrarían aquí una tranquilidad de Sábado Santo en que la tumba de Cristo no predica pesimismo, sino serenidad. Ha dicho que va a resucitar. Y como María, llena de esperanza, esperaríamos como esperábamos anoche aquí, en esta Catedral el bello espectáculo de la Vigilia Pascual. Cuando en la noche cerrada aparece por el portón de Catedral el cirio encendido: ¡Ha resucitado! Y todos encendiendo nuestras velas, creyendo en esa luz, hicimos luz en la noche y se hizo alegría, y el cirio siguió alumbrando hasta que amanece el día que es ese el oficio de la Iglesia. En esta noche de la historia donde hay tantas intrigas, tantas sombras y tantos pecados, tantos crímenes que parece que se quedarán ocultos, tantos desaparecidos que parece que nadie dará cuenta de ellos, la Iglesia está alumbrando con su lucecita en la noche: brillará la verdad, brillará la justicia, volverá el Señor y no se quedará nadie sin recibir su justa paga. La misión de la Iglesia es estar anunciando esta presencia viva del resucitado. LA MISIÓN DE SEGUIR REPARTIENDO LA VIDA DIVINA QUE CRISTO TRAJO AL MUNDO Y no sólo eso, hermanos, misión de la Iglesia es seguir repartiendo esa vida divina que Cristo trajo al mundo. Cuántos corazones han encontrado en esta Semana Santa el perdón, la paz, la alegría. ¿Para cuántos está abierto el tesoro de la redención de Cristo? Para todo el que quiera. Uno de estos días leíamos la bella página de Isaías: "Vosotros sedientos, los que andáis buscando saciar vuestra sed en los placeres de la carne, del vicio del mundo, venid a la fuente, os daré el agua viva". ¡Venid sedientos a esta fuente, aquí está Cristo ofreciendo en el seno de su Iglesia la redención, la alegría, la esperanza, la vida!. Por eso, hermanos, yo quiero alegrarme en esta mañana con la Iglesia de nuestra Arquidiócesis, porque si analizamos esta Semana Santa como un marco concreto en el cual está sucediendo la resurrección de 1978, encontramos muchas comunidades donde se ha vivido la Semana Santa, algunas presididas por sacerdotes. Y aquí quiero hacer honor y agradecimiento a mis queridos hermanos sacerdotes, no sólo a los párrocos que por deber han tenido que atender sus parroquias sino, también, a aquellos sacerdotes que sin tener ministerios parroquiales han dejado sus trabajos ordinarios del año para irse a las comunidades donde hay sacerdotes: pueblos, cantones, que gracias a esa colaboración generosa han tenido su Semana Santa presidida por el ministro de la Iglesia. Quiero pensar también en las muchas comunidades que no tuvieron sacerdote pero donde unos seminaristas, unas religiosas, asumiendo el papel de dirigentes, y también unos laicos, humildes campesinos o tal vez profesionales, universitarios, estudiantes; armando un equipo se han ido a presidir comunidades. Gracias a una iniciativa de la Comisión de Pastoral se publicó un folleto para la Semana Santa donde no hay sacerdotes. Y hemos sabido con alegría y admiración los prodigios del Espíritu de Dios a través de los que no son sacerdotes, del sacerdocio ministerial, pero que por su bautismo han sabido vivir su sacerdocio allá, en medio de comunidades que han sentido de veras el paso, la pascua del Señor, y tal vez hoy están meditando con nosotros, a través de la radio, esta digna coronación de nuestra Semana Santa. No puedo olvidar también, hermanos, la Semana Santa de quienes la hicieron una vacación honesta. No tienen tiempo para descansar en otra ocasión y se han ido con honesta dad, con sentido de piedad, a sus lugares de reposo; que Dios los bendiga también. Pero también hay que recordar que para muchos ha sido una semana de orgías, de vicios, de desenfrenos, de desorden. ¿Quién no ha oído el testimonio, sobre todo de jóvenes; y no sólo de jóvenes, también de viejos, que piensan que la carne es el ídolo del hombre? ¡Cómo hacen de la Semana Santa una semana de embriagueces, de comilonas, de licencias, de embriagueces de toda clase! Hermanos, yo quisiera que esa Semana Santa encontrara un perdón de Dios y que al volver de esas vacaciones indignas que no dicen nada de descanso, sino destrozo de su misma personalidad, encontraran la misericordia del Dios que no quiere la muerte de los pecadores sino de que se arrepientan y vivan. También la Semana Santa de la intriga, del silencio, de la política indigna de aquellos que la aprovecharon para tramar nuevas violencias, nuevas formas de ofender al hermano, que Dios también los perdone y los llame a conversión. Y pienso también, hermanos, en esta misión de la Iglesia de predicar la redención de Cristo en la Semana Santa humilde de los servidores humildes y anónimos, los que tal vez contra su conciencia pero por necesidad de ganarse la vida, han tenido que servir; ocultos servidores de quienes tal vez ofenden a Dios o de quienes tal vez han vivido honestamente su Semana Santa ¿Quién piensa en ellos? ¿En la humilde sirvienta, en el guardián de la casa, en el sereno, en el telegrafista, en todos estos servidores? Hermanos, seria innumerable mencionar aquí, pero el Señor bendecirá el espíritu con que cada uno santifica su propia vocación, su propio trabajo con tal que sea un afán de santificar al Señor. Esta es la Iglesia, predicando la redención, la resurrección, la alegría; la quisiera. para todos los hombres. Y por eso les decía, hermanos, ¿quién me diera no sólo una palabra aumentada por el milagro de la radio, sino, sobre todo, que pusiera en cada una de mis palabras una gracia del Espíritu de Dios para que llegara a cada corazón este llamamiento de la pascua para ser de todos los hombres la alegría de los redimidos? ¿Cuál es la respuesta? 3º. LA RESPONSABILIDAD DE CREER EN UN REDENTOR QUE MURIÓ PERO QUE HA RESUCITADO TODO BAUTIZADO LLEVA LA MARCA DE LA MUERTE Y DE LA RESURRECCION DE CRISTO Y por eso, hermanos, mi tercer y último pensamiento es este, el que San Pablo nos ha dicho hoy: "Todo bautizado lleva la marca de la muerte y de la resurrección de Cristo". Anoche, aquí en la catedral, lo mismo que en todas las vigilias pascuales, vivimos esta realidad de nuestro bautismo que es sello de la pasión, de la muerte y de la resurrección. Y junto a Cristo resucitado escuchamos hoy nuestra gran responsabilidad: "sí habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, no las de la tierra". Pero entendamos bien esta palabra. San Pablo no está aquí fomentando una dicotomía como si las cosas de la tierra no valieran para nada y había que conformarse de cualquier modo a esperar las cosas del cielo. No quiere decir eso San Pablo. Lo que quiere decir quien lee ese pasaje de la epístola a los Colosenses, lea un poquito arriba y encontrará que San Pablo está corrigiendo un error religioso que se había metido en Colosa de quienes creían que había unas fuerzas celestiales que dominaban y a las cuales había que rehuir porque significaban el pecado, la maldad de la tierra. Y por estas cosas celestiales mal entendidas, se desprendían también de las cosas de la tierra. Y San Pablo está enseñándonos aquí que esta resurrección de Cristo viene a superar todos esos errores, que no existen tales espíritus, que solamente existe el rey de la gloria que se hizo hombre y redimió a los hombres y que, por tanto, hay que buscar en El las cosas de arriba. Quiere decir: las que Cristo ha traído, las que Cristo - encarnándose y viviendo en la historia- ha puesto ya en la historia los gérmenes de las cosas celestiales. Vivir de las cosas de arriba en esta mañana quiere decir: la justicia, la paz, el amor, el derecho humano, el respeto al prójimo. Vivir las cosas de arriba quiere decir: la vida nueva del resucitado ya la tienen que vivir en esta tierra. No quiere decir: despreocuparse de las cosas de la tierra, sino manejar las cosas de la tierra con los criterios de la justicia del cielo. LA RESURRECCIÓN ES UN MENSAJE TAMBIEN DE LIBERACIÓN DE LAS COSAS DE LA TIERRA Por eso, hermanos, yo quisiera para terminar, leerles este precioso pensamiento del Concilio: "Cristo -dice en la Constitución de la Iglesia sobre el mundo actual -sufriendo la muerte por todos nosotros pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia. Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su espíritu en el corazón del hombre no sólo despertando el anhelo del siglo futuro sino alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin". O sea, que la resurrección es un mensaje también de liberación de las cosas de la tierra. Por eso, hermanos, la Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes; pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe de buscarse: la que Cristo ya inauguró en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, en ser verdaderamente libres con la verdadera liberación. Y aquél que con esta fe puesta en el resucitado trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a los hombres, todo aquel que luche desde la resurrección del gran libertador, sólo ése es auténtico cristiano. Por eso, la resurrección tiene que dar al hombre valentía, entereza; lejos de toda cobardía el cristiano tiene que estar como Cristo dispuesto a dar su cara ante Poncio Pilato, ante Herodes, ante los perseguidores; y con la serenidad de un cordero que es llevado al matadero esperar también en el sepulcro de su martirio la hora en que Dios glorifica; no es la hora que los hombres señalan, es la hora de un Dios que es el único que nos puede salvar; pero que esperar en El apoyándose en Cristo, es el secreto de la verdadera liberación. HECHOS ECLESIALES Y CIVILES OTORGAMIENTO DEL MINISTERIO DEL ACOLITADO Hermanos, finalmente quiero anunciarles que a continuación vamos a dar el ministerio del acolitado a un seminarista nuestro, al joven Rafael Edgardo Urrutia Herrera que estudia ya su último año de teología y que muy pronto lo tendremos ordenándose sacerdote. RECORDATORIO DE LOS MUERTOS También quiero anunciar que se ha hecho una sugerencia de acordarnos hoy, en el recuerdo de los muertos, de los que murieron el 17 de marzo aquí y en Apopa; y que ayudemos con una contribución para los heridos y familiares de los muertos a quienes tal vez la Semana Santa nos ha hecho olvidar un poco. DENUNCIA Quiero también denunciar que se negó la entrada al país a un jesuita en esta Semana Santa. ORDENACIÓN EN EL MINISTERIO DEL ACOLITADO A pesar de estas pruebas y dificultades de la Iglesia, hermanos, vamos, sin embargo, con la alegría de quien ve retoñar en el pueblo de Dios nuevos gérmenes de vocación, la alegría de ordenar hoy, pues, en el ministerio del acolitado, ya muy próximo a su sacerdocio, a nuestro querido hermano Rafael Edgardo Urrutia Herrera. Nos ponemos de pie para esta ceremonia. Querido hermano : Al ser elegido para el ministerio de acólito, vas a participar en un modo peculiar de las celebraciones litúrgicas de la Iglesia, de cuya vida es cumbre y fuente la Eucaristía mediante la cual se unifica y crece el pueblo de Dios. A ti, pues, se te confía la misión de ayudar a los presbíteros y diáconos en su ministerio; y distribuir como ministro extraordinario la sagrada Comunión a los fieles, incluso llevarla a los enfermos. Por tu dedicación especial al ministerio eucarístico, debes vivir más intensamente del sacrificio del Señor y procurar identificarte más plenamente con El. Procura, pues, ir captando el sentido intimo y espiritual de las acciones que realizas, de tal manera que cada día te ofrezcas a ti mismo al Señor, como sacrificio espiritual que Dios acepta por Jesucristo. En tu ministerio ten presente que de la misma manera en que participas con tus hermanos de un mismo pan, también formas con ellos un solo cuerpo. Ama, pues, con amor sincero a este cuerpo místico de Cristo, es decir, al pueblo de Dios, y ámalo, sobre todo, en sus miembros necesitados, pobres y enfermos. Así llevarás a la práctica aquel mandamiento que el Señor dio a sus apóstoles en la última Cena: "Amaos mutuamente como yo os he amado". Pidamos, queridos hermanos, al Señor que se digne bendecir a este hijo suyo que El mismo ha elegido para el ministerio de acólito y que le dé su fuerza para que se mantenga con fidelidad en el servicio de la Iglesia. Oremos en silencio. Creemos en un solo Dios ............ Queridos hermanos:
La palabra de Dios que se ha remontado hasta los orígenes del mundo en la primera lectura del Génesis y que ha recorrido algunos capítulos de la historia de la salvación, acaba de culminar con el hecho que estamos conmemorando esta noche, la resurrección del Señor. Pero no terminó hace veinte siglos sino que el último capítulo lo estamos escribiendo aquí, nosotros. Por eso, mi pobre palabra, incorporándose a las lecturas de la palabra de Dios, es para decirles a ustedes y reflexionarlo yo mismo, cómo nos ama el Señor. De aquel origen del hombre: "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" y que el hombre no supo mantener en su dignidad sino que ofendiendo a Dios, por el pecado desfiguró esa imagen de Dios, su Hijo divino vino a repararla y ya está consumada la obra de la reparación. Esta noche clausuramos el solemne Triduo Pascual.Tres días, los más grandes del año, que nos han servido para considerar los tres aspectos de nuestra redención! el sufrimiento, la pasión del Redentor el Viernes Santo; el silencio de la tumba donde yacía yerto el cadáver de Cristo, la esperanza del sepulcro; y esta noche, el triunfo de la resurrección. Esas tres cosas: la pasión dolorosa, el sepulcro y la resurrección, son lo que constituye el misterio Pascual. El misterio Pascual o sea: la muerte, la pasión, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, son para nosotros un hecho que hacemos nuestro. De nada serviría todo este episodio de la vida de Cristo, definitivo para la historia, si cada uno de nosotros no lo hiciera suyo. Y este es el significado de esta noche: que aquella pasión dolorosa, aquella expectativa del sepulcro y aquel triunfo que estamos conmemorando esta noche, se hace nuestro, todo eso por el bautismo. A continuación vamos a celebrar la renovación de nuestro bautismo, porque esos tres aspectos del misterio de la Pascua que nos redimieron, nos han marcado nuestra vida desde el día en que nuestros padres nos llevaron a la pila bautismal como se llevaba antiguamente en esta noche del Sábado Santo a los catecúmenos para ser bautizados, para ser confirmados. Y San Pablo nos acaba de explicar qué significa ese bautismo del cristiano: ser sepultado con Cristo y resucitar con Cristo. Hermanos, cuando pensamos en el hombre moderno vemos cómo congenian estos tres aspectos de la Pascua de Cristo a la vida del hombre de hoy. 1º. EL SUFRIMIENTO, LA PASION DEL REDENTOR EL VIERNES SANTO La pasión dolorosa de Cristo, su sufrimiento. El hombre de hoy rehuye el dolor, no quiere el sufrimiento y, sin embargo, nadie como el hombre de hoy está tan convencido de que la muerte, el dolor, es invencible; que por más que se inventen medicinas, prevenciones contra el sufrimiento, contra el dolor, el dolor está reinando, el sufrimiento es herencia del hombre, quiéralo o no lo quiera. Entonces, el secreto está en darle un sentido a ese dolor. Y he aquí que el bautismo incorpora al hombre con toda su tragedia, con todo su dolor, para que el sufrimiento de su vida, su hambre, su marginación, su pena, se convierta, junto con Cristo, en un dolor de redención. Esta noche podemos ofrecerle al Divino resucitado, como incorporándolo en sus llagas gloriosas, todo nuestro sufrimiento. ¿Quién de los que estamos llenando esta Catedral y de los que a través de la radio están reflexionando en esta noche santa, no tiene, un sufrimiento? ¿Qué cristiano no lleva un problema en su conciencia? Esta noche nos invita Cristo a unir en su dolor, a su cruz, todos los dolores para hacerlos divinos, para iluminarlos con luz de Pascua, para llenarlos de esperanza. Una noche, hermanas, en que el mejor regalo que le podemos traer al divino Resucitado es nuestro propio sufrimiento, para que unido a su resurrección se convierta en un dolor de redención. 2º. EL SEPULCRO SILENCIOSO PERO NO PASIVO El segundo aspecto de la Pascua es el sepulcro del Sábado Santo. Sepulcro silencioso pero no pasivo, porque nuestra fe nos dice que mientras el cadáver de Cristo pasó en su sepulcro desde el Viernes Santo por la tarde hasta la madrugada de esta noche, el alma bendita de Cristo estaba trabajando. Era Domingo de Ramos al otro lado de la historia, Cristo pasó por el túnel de la muerte dolorosa y se encuentra su alma junto con las almas benditas de los bienaventurados del Antiguo Testamento. Allá, Adán y Eva, Abraham, David, los patriarcas, los profetas, todo lo santo y noble que vivió antes de Cristo y que no podía entrar al cielo porque estaba cerrado por el pecado del hombre, ese cielo se ha abierto ya. Y ese Cristo baja, como dice nuestro Credo: "descendió a los infiernos". Es decir, descendió al lugar de los muertos y los antros de la muerte se llenaron de luz. Y el Domingo de Ramos también fue para los del Antiguo Testamento, que en esta noche junto Cristo resucitado, como una procesión de espíritus, lo acompañan a todas partes para entrar con El en el reino de los cielos. Cristo ha venido a redimir a todos los hombres, no sólo a los que renacerán después de El sino a los que vinieron antes de El en la esperanza de una Resurrección. El sepulcro silencioso es la figura de nuestra esperanza. He aquí que en esta noche pascual, ese sepulcro se convierte en una tumba vacía y es el mejor monumento a la esperanza de los cristianos. Moriremos también nosotros, sucumbiremos al embate del dolor y de la muerte, envejeceremos. ¿Se dirá por eso que la redención de Cristo no fue eficaz? ¡De ninguna manera! Eso sólo quiere decir que en la redención de Cristo hay una fase definitiva que es su persona divina. El sí ha triunfado plenamente pero el género humano tiene que vivir todavía de esperanza. La esperanza nos es necesaria. Hermanos, en estas horas en que parece vivir la historia un callejón sin salida, la esperanza ilumina el horizonte de los cristianos. El sepulcro de Cristo, donde parecía que los enemigos del Señor sellaron su victoria, ahora, esta noche, rotas las cadenas y los sellos que le habían puesto sus enemigos, grita: " ¡Oh muerte!, ¿dónde está tu victoria?" Y así como el sepulcro de Cristo rompe los cerrojos de la muerte, también los sepulcros de nuestros muertos y nuestros propios sepulcros quedarán también un día vacíos. Es necesario alimentar esta esperanza, sobre todo, en estas horas, hermanos, en que muchos piensan dar una solución a los problemas políticos, sociales y económicos únicamente organizando la tierra, únicamente con medidas terrenales. La redención nos habla que la verdadera liberación del hombre tiene que ser el fruto de un Cristo triunfante y de la esperanza que en El pongan los hombres. Cuanto más graves sean nuestros problemas, mas oportunidad le estamos dando al Redentor, más grande tiene que ser nuestra esperanza. Es una noche de esperanza, una noche de Pascua, una noche de sepulcro vacío. 3º. EL TRIUNFO Y por eso también, hermanos, la tercera fase de la Pascua: El triunfo. Esta es una noche de triunfo, una noche de victoria. Pero no una victoria que deja aplastados en el odio, en la sangre, a los enemigos. Las victorias que se amasan con sangre son odiosas; las victorias que se logran a fuerza bruta, son animales; la victoria que triunfa es la de la fe, la victoria de Cristo que no vino a ser servido sino a servir. Y el triunfo de su amor es este triunfo pacífico, el triunfo de la muerte no fue definitivo, es el triunfo de la vida sobre la muerte, el triunfo de la paz, el triunfo de la alegría, el triunfo de los aleluyas, el triunfo de la resurrección del Señor. Pero en este triunfo, hermanos, vuelvo a repetir, hay dos aspectos, dos fases; no lo olvidemos. Una fase que ya se coronó de absoluta victoria y es Cristo, su persona. Sí, ya es el rey de la vida y de la eternidad. San Pablo nos acaba de decir: "¡Ha resucitado y la muerte no lo vencerá más!" En El la redención ha Regado a la cumbre- pero en nosotros. Esta noche, los cristianos que vamos a renovar nuestro bautismo sabemos que para nosotros la victoria todavía tiene un compás de espera, todavía pasea sobre el mundo su bandera el sufrimiento, la muerte, el dolor, el pecado. No es que la muerte y la resurrección de Cristo hayan sido fracasados por la maldad de los hombres; lo que pasa es que esta es la hora de la Iglesia. Desde la resurrección de Cristo hasta su segunda venida, ¿cuántos siglos transcurrirán? No lo sabemos, pero si sabemos que con la resurrección de Cristo se ha rubricado ya el pacto de victoria sobre el pecado, sobre el infierno, sobre la muerte; y que Dios le ha encomendado a su iglesia la administración de su victoria en el corazón de cada hombre. De allí este trabajo tan tremendo de la evangelización, el trabajo de la reconciliación de los hombres con Dios, el trabajo de llevar la sangre de Cristo a todos los corazones, el trabajo de sembrar el amor del Señor sobre todos los odios, el trabajo de sembrar paz en los pueblos, justicia en las relaciones humanas, respeto a los derechos de los hombres que santificó la redención del Señor. Este trabajo de la Iglesia supone luchas sangrientas, conflictos dolorosos; pero son parte de la Pascua de Cristo, una Pascua que no estará cumplida plenamente sino hasta que Cristo vuelva. Esta noche es una figura de la Iglesia en espera de la madrugada. Oyeron en el pregón pascual cuando se cantaba la gloria de este hermoso cirio, esta candela gruesa con una cruz marcándola de gloria, encendido en mitad de esta asamblea. Y ese cirio es la figura de Cristo, es la Iglesia que ilumina la noche con la luz de Cristo. Pero cantaba el diácono: "que quede iluminando la noche hasta que el lucero de la mañana anuncie que ya no hay necesidad de este cirio sino que el día, con su claridad, es la luz que ilumina al hombre que peregrina en la tierra". En la figura de la Iglesia, mientras hay noche ella arde esperando el lucero de la mañana, Cristo que volverá, el resucitado que todavía no le vemos en el esplendor de su gloria pero que ya,a través de su Iglesia, predica, perdona, santifica, guía a las almas que se quieran dejar conducir. Hermanos, por eso vamos a terminar esta liturgia de la Palabra renovando nuestros compromisos bautismales. Vamos a bendecir el agua que sirve para bautizar a los niños, la fuente en la cual fuimos también nosotros incorporados a este misterio de la pascua. Y esta noche no sólo es hermosa porque Cristo ha resucitado sobre el dolor y sobre su tumba sino porque esa tumba, ese dolor, esa victoria, se han hecho nuestras, gracias al bautismo que Cristo inventó para que todo hombre que nace de la carne, por el bautismo incorporado a El, sea hijo de la redención, sea un candidato de la gloria y de la victoria eterna. Así sea. Queridos hermanos:
Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención. Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención. La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exhaltación. La ceremonia del Viernes Santo, que substancialmente dentro de unos minutos consistirá en la adoración de la cruz, no es una ceremonia triste, es una ceremonia que canta el triunfo de la cruz, es un canto triunfal a la bandera más gloriosa que se ha extendido en la historia: la santa Cruz. La Cruz significa la humillación de Cristo pero también significa la exaltación del Hijo de Dios redentor de los hombres. Por eso, si se han fijado, con esa finura que la fe tiene, al escuchar el relato de la pasión escrito por aquella pluma mística de San Juan el evangelista, se descubre que todo parece un canto de triunfo hasta en las horas más humillantes que allí relata. Juan tiene una perspectiva de cielo, de triunfo y la proyecta sobre esa sangre y sobre ese dolor que él va narrando pero con una visión celestial: el cordero silencioso que se humilla es el Hijo de Dios que será, y ya está desde esta misma tarde, exhaltado. 1º. EL SIERVO DE DIOS, COMO UN CORDERO ES LLEVADO AL MATADERO a) EL SUFRIMIENTO DE CRISTO Por eso, hermanos, el primer pensamiento de hoy tenía que ser este del profeta Isaías: "¡ El siervo de Dios, como un cordero llevado al matadero, cargó sobre sus espaldas las iniquidades de todos los hombres! ¡Y lo vimos y no parecía cara de hombre, era horroroso, se volvía el rostro al mirarlo, daba asco, daba miedo, un matado como no ha habido otro matado, un torturado que ha superado todas las torturas, una humillación hasta el abismo! "El profeta Isaías por inspiración de Dios nos anticipa, siete siglos antes, lo que está sucediendo esta tarde: la humillación del Cordero. Son palabras inigualables. Por eso decía que más que hablar, es necesario amar, meditar, mirar, así sea necesario hasta con repugnancia el rostro como ha quedado de Cristo, como un gusano que se revuelca en el polvo de la tierra, entre salivazos y sangre; entre dolores inauditos, verdaderamente un deshecho de la humanidad. No se puede describir, hermanos, es necesario que cada uno, este Viernes Santo, vea con los ojos del alma esa víctima cómo la han dejado nuestros pecados. Porque Cristo no padece por culpa suya, Cristo se ha hecho responsable de los pecados de todos nosotros. El que quiera medir la gravedad de sus pecados, mire a Cristo crucificado y diga con lógica: ¡así lo he dejado yo! yo lo he matado por limpiarme de mis suciedades, El se hizo sucio por limpiarme de mis abominaciones, El se ha hecho abominable hasta la palabra que parece una blasfemia, pero lo dice la Sagrada Escritura: "El que no tenía pecado, por nosotros se hizo pecado, maldición, castigo de Dios". Eso es Cristo, el pararrayo de la humanidad, allí descargaron todos los rayos de la ira divina para librarnos a nosotros, que éramos los que teníamos que sucumbir porque hemos puesto la causa de la maldición cada vez que hemos cometido un pecado. Da lástima, hermanos, que en la Semana Santa, los cristianos no lloremos con profundo dolor el haber sido la causa del sufrimiento de Cristo; y que en vez de purificamos y de convertimos, hagamos de la Semana Santa como una cita para el pecado. Como si no fuera suficiente ya lo que hemos cargado sobre las espaldas humildes del Redentor, seguimos cargando y pecando y ofendiendo más y más al Señor. b) EL SUFRIMIENTO DE NUESTRO PUEBLO Pero aquí en la profundidad de esta humillación, mientras miramos a Cristo clavado en la cruz nos invita la Sagrada Palabra a descifrar un misterio de actualidad. Si Cristo es el representante de todo el pueblo en sus dolores, en su humillación, en sus miembros acribillados con unos clavos en una cruz, tenemos que descubrir el sufrimiento de nuestro pueblo. Es nuestro pueblo torturado, es nuestro pueblo crucificado, escupido, humillado al que representa Jesucristo Nuestro Señor para darle a nuestra situación tan difícil un sentido de redención. No es extraño, hermanos, que al sentirse así el pueblo humillado como Cristo, quiera sacudir sus cruces, quieran botar los clavos, los azotes; quiera liberarse. Y surgen los liberadores del pueblo pero muchos en un sentido falso. Yo quisiera, hermanos, que al mirar a Cristo crucificado en esta tarde de Viernes Santo, y mirar en sus miembros también a nuestro pueblo sacrificado, tratáramos de ver en qué consiste la redención que Cristo nos está ofreciendo en sus carnes benditas para nuestro pueblo. Y la clave es muy sencilla: basta escuchar de aquellos labios moribundos las siete palabras que como un testamento de su espíritu nos está dejando para que comprendamos los ideales de la liberación cristiana. El Papa Pablo VI ha dicho que la Iglesia de nuestros días no puede ser indiferente a las ansias liberadoras del pueblo, que una Iglesia que no se ponga a sentir como propia la angustia, la pena, el sufrimiento del pueblo, no seria la auténtica Iglesia de la redención. Pero el Papa recogiendo las voces del episcopado ha dicho también cómo es la liberación que la Iglesia ofrece. Porque si la Iglesia en sus ansias de liberación se dejara manipular por una liberación que no es cristiana, por una liberación de odios, de revoluciones, de violencias, perdería su fuerza, no sería la verdadera redención de Jesucristo. c) LA LIBERACION QUE LA IGLESIA OFRECE Por eso, hermanos, a quienes ansían con sinceridad y con una gran sensibilidad social un mundo mejor, una patria mejor, a quienes quieren limpiar las escupidas del rostro de la Patria, a quienes quieren limpiar la sangre que chorrea nuestro pueblo, le conviene escuchar de los labios del gran liberador Jesucristo, cómo debe de ser la liberación que la Iglesia y sus cristianos ofrecen a esta patria, a este mundo, a esta situación. " ¡PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!" Oigamos la primera palabra de Cristo.-" ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen! " Qué lejos está el liberador del odio, del resentimiento, de la venganza. El que podía desatar las fuerzas de la naturaleza y hacer añicos a los enemigos que lo han crucificado. El que podía liberarse haciendo polvo a sus perseguidores, no quiere violencia. Cuando un día Juan y Santiago al ver la ingratitud de los samaritanos que no le daban posada, le pedían permiso para pedir que lloviera fuego sobre aquella ciudad, Cristo les dice: "Ustedes no saben de qué espíritu son, el Hijo del Hombre no ha venido a perder sino a salvar, a dar su vida para salvación de los otros". Esta es la liberación cristiana. Los cristianos de la Iglesia tienen que ofrecer su colaboración a la liberación de nuestro pueblo pero a partir del amor, a partir del perdón, a partir de esta súplica de Cristo: " ¡Padre, perdónalos ... "¡ACUÉRDATE DE MI CUANDO ESTES EN TU REINO!" La segunda palabra de Cristo es al buen ladrón. El ladrón que descubre que en su compañero de suplicio hay algo más que hombre, le dice: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino". Y el crucificado divino se vuelve al ladrón y le dice: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". El liberador de los hombres sabe que el paraíso no está en esta tierra pero que un hombre acribillado con la cruz como el ladrón, puede aspirar a un paraíso y lo tendrá si tiene fe. La liberación, hermanos, la liberación cristiana es trascendente. Los cristianos sabemos que en esta tierra no puede haber un paraíso, tampoco queremos adormecer a nadie porque la religión no tiene que ser opio del pueblo, la religión no es conformismo, la religión no es pereza sino que le dice a los cristianos: desarróllense, promuévanse, supérense, pero con la esperanza de un paraíso que sólo existe más allá de la historia. Tampoco condescendemos con una liberación que solamente está esperando el cielo y que se conforme aquí con la tierra, con la esclavitud. ¡De ninguna manera! Los cristianos sabemos que el paraíso tiene que reflejarse también en esta tierra y que los que aquí trabajan por la implantación de un reino del cielo en las relaciones de los hombres, más humanas menos opresivas, menos deprimentes, más iguales, donde nos sintamos todos hermanos, es necesario que refleje aquel cielo en esta tierra para que los peregrinos de la tierra seamos felices en esta tierra y también en la eternidad. "!AHÍ TIENES A TU MADRE, AHÍ TIENES A TU HIJO!" La palabra de Cristo viene enseguida con un diálogo amoroso con su santísima Madre y con el discípulo amado: "Ahí tienes a tu madre. Ahí tienes a tu hijo". La liberación de Cristo, hermanos, es ternura, es amor, es la presencia de una madre bondadosa: María. Y María es el modelo de quienes colaboran con Cristo para la liberación de la tierra y la adquisición del cielo. María en su cántico de acción de gracias proclama las grandezas de Dios y también proclama que Dios desecha el orgullo de los poderosos y enaltece a los humildes, nos enseña que el camino de la liberación verdadera, de la redención cristiana, es el camino de la humildad, el camino del amor, el camino de una entrega como la de María que será también para amamos y encontrar en ella el camino blanco que nos lleva a Jesús. " ¡TENGO SED!" Después, Cristo Nuestro Señor sintiendo lo que sentían los crucificados: la fiebre, la sed, el desangramiento, grita con el ansia de sus fauces resecas con una queja de verano: " ¡Tengo sed! ". La liberación de Cristo no rehuye las angustias fisiológicas del hombre, siente el hambre de los que no tienen lo suficiente para comer, la angustia de quienes no ganan lo suficiente, la sed; la sed de Cristo, hermanos, es la señal de que también se preocupa y siente la angustia temporal de los que peregrinamos en la tierra, y también la redención de Cristo tiene que ver en el bienestar de la garganta, del estómago, del cuerpo humano, de la vivienda, del alfabetismo, de todas esas necesidades que hacen de la tierra el camino hacia Dios, la promoción humana. La sed de Cristo era una sed auténtica. Los místicos han querido trasladarla a una sed misteriosa de almas. Puede ser, pero ante todo era sed de verdad, sed de agua, quería agua y no había para sus fauces a quienes le dieron hiel y vinagre. " ¡DIOS MIO!, ¿POR QUE ME HAS DESAMPARADO?" Después, Cristo, la angustia del espíritu la manifiesta en ese grito misterioso de quien siente la soledad en el dolor: " ¡Dios mío!, ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?". Queridos hermanos, cuando llega la hora de la prueba, cuando llega la hora en que hasta la fe parece oscurecerse, cuando se eclipsa la esperanza, cuando el pueblo parece que queda sin horizontes, no olvidemos que esta tarde del Viernes Santo, también El sintió la angustia, el misterio del abandono hasta de Dios, se sintió casi sin el amor del Padre, sin esperanza su vida. ¿Qué extraño, hermanos, en las horas de angustias, de torturas, de prisiones injustas, de situaciones que no tienen explicación, nos volvamos al Padre con la confianza de un hijo para decirle: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Pero con la seguridad de que Dios solamente está sometiendo a prueba la voluntad en la obediencia y en el amor para sacar a flote esa angustia del hombre. " ¡TODO SE HA CUMPLIDO!" Si Cristo ve que todo se ha cumplido y dice esa voz que parece una voz de creación: "Todo se ha cumplido". Qué hermosa es la vida del hombre cuando retorna a la hora de la muerte a la casa del Padre y le puede decir: ¡todos los detalles de mi vida han sido reflejo de tu voluntad divina! Qué triste en cambio tiene que ser la presencia de un réprobo ante Dios. La presencia de un rebelde que le quiere decir a Dios: Señor no obedecí tus leyes, creí que era libre y que la libertad consistía en sacudir tus mandamientos. Quise buscar los caminos de la felicidad no por tus leyes sino por mis caprichos, por mis pasiones, por mis vicios. ¡Qué hermosa la vida, hermanos, cuando a pesar de las pruebas, sabemos que toda va siendo calcada en la voluntad del Señor! Procuremos que esta tarde el mensaje de Cristo muriendo en la cruz se refleje en nuestra vida entregada a su voluntad santísima. " ¡PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU!" Y así fue como la última palabra que brota del Señor es la entrega confiada de la vida y de la muerte en los brazos del Señor. Ahora ya aflora otra vez a los labios de Cristo la confianza filial: " ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" Y a la hora de nuestra muerte sintamos que la presencia del Padre recoge nuestra vida, nuestro espíritu y trasciende con la satisfacción de haber dejado en la tierra una lucha inspirada en el amor y en la fe y en la esperanza. No sangre, no violencia. Que triste será dejar, hermanos, en la huella de la vida, torturados, desaparecidos, matados, terrorismo, incendios, crímenes. ¡Qué cuenta tendrán que dar a Dios esas manos manchadas de sangre que empuñaron látigos y dieron puntapiés a sus hermanos! ¡Qué triste será en aquella hora no poderle decir: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", cuando lo que presenta en la hora de la muerte no es un espíritu que ha trabajado en la tierra el amor, la esperanza y la fe, sino la lucha sangrienta que no la quiere Dios! 2º CRISTO NO HA MUERTO Y así, hermanos, ante este cadáver de Cristo, nosotros reflexionamos esa segunda preciosa lectura de Pablo: " ¡Cristo no ha muerto! " Lo más bello de la Semana Santa no es esta tarde. SI, quizá esta tarde es la más conmovedora, ver que un Dios por mi amor se hizo hombre y por mi amor se dejó matar. Pero lo bello es que esa muerte fue rubricada por la potencia de Dios y dentro de tres días, mañana por la noche, cantaremos la victoria de la resurrección, luz y esplendor, la rúbrica de Dios, para decir: el que llevó los pecados de los hombres para clavarlos en la cruz ha sido aceptado el sacrificio. Y el hombre que quiera puede ser perdonado, solidarícese nada más con la pasión, la muerte de Jesucristo, y sepa que por más grande que sean los crímenes y los pecados, Dios los perdonará. Y por eso, hermanos, la liturgia preciosa de esta tarde, ya la vamos a hacer, es una oración universal. Ahora la Iglesia siente que en su corazón es como el de María, ancho como el mundo, sin enemigos, sin resentimientos; va a orar por todos, a pedir por los pecadores para que se conviertan, por los mismos que la escupen y la calumnian para que no vayan a morir en la desgracia de odiarla sino que se conviertan, y con los que son felices, como el buen ladrón, encuentren un paraíso aún después de haberla ofendido. Vamos a pedir por los gobernantes, instrumentos de Dios para hacer paz, justicia en el mundo y no el atropello de la dignidad humana. Vamos a pedir por los que no tienen fe para que encuentren en el camino de luz de la fe, la felicidad que Cristo nos ofrece comprada con su sangre y su dolor esta tarde. Hermanos, es el Sumo Pontífice, dice San Pablo, que ha penetrado los cielos y que desde su cielo, ahora, sin venganzas, con amor infinito en la voz de su Iglesia que peregrina en la tierra, nos está diciendo cómo nos amo cuando murió en la cruz y cómo nos sigue ahora cuando peregrinamos nosotros en pos de él. Oremos entonces... Queridos hermanos:
Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos. He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel. Un Cristo que la encarna Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos. 1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. "Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua". La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación. Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua. Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo. Todo eso había en el corazón de Cristo esta noche de tantos recuerdos. Pero que para El significaba un misterio especial. 2º. UN CRISTO QUE SE ENCARNA Este es el segundo pensamiento de esta noche: Cristo encarna toda la historia de la salvación. Le habla dicho Cristo a la samaritana: "Y llega el tiempo en que ni en Jerusalén ni en este monte se ha de adorar a Dios porque Dios busca adoradores en espíritu y en verdad". Habla dicho Cristo en estos días y había sido una de las acusaciones mas graves en el tribunal de esta noche ante el Sanedrín. "Ha dicho que va a destruir el templo y que lo va a reedificar en tres días". Y el evangelio aclara: lo que había dicho es destruir este templo que era su cuerpo porque su cuerpo era el templo donde se daba cita la alianza, la victoria de Dios, la libertad del pueblo de Israel. El era templo, víctima, sacerdote, altar. El es todo para la redención. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la gratitud del pueblo israelita a su Dios que lo ha liberado. En Cristo Nuestro Señor se encarna toda la esperanza patriótica de Israel, toda la esperanza de los hombres. Cristo Nuestro Señor siente esta noche que El es el cordero que quita los pecados del mundo, que es su sangre la que va a marcar de libertad el corazón del hombre que quiera ser verdaderamente libre. El es el sacerdote que eleva ya desde esta noche, la adoración al Padre y trae del Padre el perdón, las bendiciones a su pueblo. Mañana, Viernes Santo, cuando el tormento de Cristo culmine con su crucifixión en la cruz, ya queda aquí desde esta víspera, desde esta noche, el memorial de esa pasión. Cristo muriendo en la cruz, es el cordero cuya sangre marcando los corazones de quienes creen en El, serán libres, no padecerán los tormentos del pecado. El es el que viene a quitar el pecado del mundo, el que viene a llenar de esperanza los corazones. ¡Dichosos, hermanos, los cristianos en esta noche, cuando celebramos en esta catedral, lo mismo que en las iglesias parroquiales, en las ermitas, en las comunidades de toda nuestra Arquidiócesis, la cena con el Señor! Hoy formamos parte de su familia israelita para matar el cordero que es el mismo y comer su carne que es nuestra comunión: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Tomad y bebed, este es el cáliz de mi sangre que se derrama por vosotros para perdón de los pecados". 3º. PROLONGACION EUCARISTICA HASTA LA CONSUMACION DE LOS SIGLOS Este es el tercer pensamiento: la Eucaristía. El cuerpo y la sangre del Señor que se hacen presentes en el altar cada vez que un sacerdote celebra la Misa, es todo el sacrificio de Cristo en la Cruz, es toda la historia de Israel; desemboca allí, en el altar. Más aún, en la eucaristía nos acaba de decir San Pablo: "se anuncia la muerte del Señor hasta que vuelva". El pueblo cristiano es un pueblo que vive de un recuerdo, el del calvario; pero no como un recuerdo sino que se hace actual, más aún, se hace esperanza de futuro; ese Cristo que se hace presente en nuestra hostia de la Misa, es un Cristo que volverá, es un Cristo que ha de venir a juzgar la historia, es un Cristo en el cual todos los pueblos encuentran la solución de sus problemas, la solución definitiva. Sólo. en El se puede encontrar porque El es la esperanza de un pueblo que peregrina en la historia martirizado, atormentado pero con la esperanza de una liberación que ha de venir definitiva. Por eso, hermanos, nuestra misa de esta noche tiene que ser una oración de agradecimiento al Señor, de agradecimiento porque nos ha redimido y porque todo su dolor de la cruz, ha quedado prisionero en esa hostia consagrada del altar; y que por su sangre, que rubricó la alianza entre Dios y los hombres, se hace fresca sangre que esta misma noche está sirviendo para afirmar el pacto, la alianza eterna entre nosotros y Dios. Dichoso el pueblo cristiano que más que el pueblo de Israel que rubricó con sangre de corderos su alianza con Dios, nosotros cristianos rubricamos con sangre de Dios, con sangre de Cristo, con cuerpo inmolado de Cristo en una cruz y presente en nuestra hostia, el amor que Dios nos tiene y la esperanza que nosotros ponemos en El. Por eso, hermanos, la Pascua cristiana que celebramos esta noche, precisamente apoyándose en los méritos del crucificado de mañana, Viernes Santo, y en la Resurrección de Cristo celebrada el Sábado Santo en la noche, esta Pascua que es pasión, muerte y resurrección de Cristo, ha querido el Señor que la celebremos en un marco de amor y de humildad. UN MARCO DE AMOR Por eso el relato evangélico de hoy comienza con esa frase tan estupenda: "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar -Paso Pascua- de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo ". A lo largo de toda la historia nadie conoce un amor, diríamos, tan loco, tan exagerado: de darse hasta quedar crucificado en una cruz. No hay amigo que haya dado su vida por el amigo con tanto derroche de dolor y de amor como Cristo nuestro Señor. Este es el marco de nuestra Pascua. Y por eso Cristo nos dice: esta será también la señal del cristiano, este mandamiento nuevo os doy. Es un mandamiento que esta noche se hace fresco en nuestra memoria y en nuestra vida: que os améis como yo os he amado. Esta es la gran enfermedad del mundo de hoy: no saber amar. Todo es egoísmo todo es explotación del hombre por el hombre. Todo es crueldad, tortura. Todo es represión, violencia. Se queman las casas del hermano, se aprisiona al hermano y se le tortura, se hacen tantas groserías de hermanos contra hermanos. Jesús, cómo sufrirás en esta noche al ver el ambiente de nuestra Patria de tantos crímenes y tantas crueldades. Me parece mirar a Cristo entristecido desde la mesa de su Pascua mirando a El Salvador y diciendo: Y yo les había dicho que se amaran como Yo los amo. Reflexionemos, hermanos, en esta noche en que el marco del amor es un reclamo para celebrar nuestra Semana Santa. No está celebrando su Semana Santa quien está abrigando en su corazón sentimientos de egoísmo, sentimientos de crueldad para con el hermano. Solamente celebra la Pascua con Cristo el que sabe amar, el que sabe perdonar, el que sabe explotar las fuerzas más grandes que Dios ha puesto en el corazón del hombre, es el amor. Queridos jóvenes, los devotos de la violencia y del vicio, los que ya han perdido su fe en el amor y piensan que el amor no arregla nada, aquí está la prueba de que sólo el amor lo arregla todo. Si Cristo hubiera querido imponer la redención a fuerza de armas o a fuerza de incendios y violencias, no hubiera logrado nada. Inútil, más odio, más maldad. Pero porque Cristo puso la clave en el corazón de la redención, en esta noche nos dice: "Este es mi mandamiento: que os améis como yo os he amado". Y para que veáis que no sólo son palabras, esperad ya esta noche, esta noche en que voy hasta sudar sangre ante la maldad de los hombres y el dolor de mis sufrimientos; y mañana, cuando como cordero silencioso me veáis pasar con la cruz a cuestas y morir en un calvario, sabed que no llevo ningún resentimiento para nadie, que desde el fondo del alma voy gritando: " ¡Padre perdónalos porque no saben lo que hacen!". Miremos, hermanos, el gesto del amor personificado. Y en nuestras tentaciones de venganzas, de resentimientos, de egoísmos, de crueldades, no miremos el ejemplo triste de los hombres que se odian; levantemos la mirada hacia el amor que se hace cordero, que se hace comida, que se hace pascua, que se hace alianza. UN MARCO DE HUMILDAD Y Cristo nos enseña también que para llegar a esas alturas, el camino es la humildad. Y por eso obliga a los sacerdotes más que a predicar con palabras a predicar con un gesto que ahora vamos a desarrollar aquí en la Catedral, como en todos los templos donde se está celebrando la Semana Santa. Cristo nos dice: "me llamáis maestro y Señor y lo soy, pues si yo soy vuestro maestro y vuestro Señor haced lo que yo hago". Y despojándose, comienza a sentirse esclavo postrándose ante los apóstoles para lavarles los pies. Era el servicio de los esclavos lavar los pies de los comensales, lavar los pies, como el servicio humilde del lustrador que ante el señor a quien le limpia los zapatos está como un siervo; también Cristo, más todavía, siendo Dios -dice San Pablo- se despoja de su categoría de Dios y aparece como un hombre cualquiera, como un esclavo. Esta noche, humillándose ante los pies de sus apóstoles, ante el misterio Judas y mañana con la muerte de los esclavos, porque la crucifixión no se daba a los ciudadanos romanos sino a los esclavos del pueblo romano. Esclavo el que es Dios, humilde el Señor de los señores. ¡Qué gran ejemplo para esta hora de orgullos, de variedades y de soberbias! Por falta de humildad el mundo es que está como esta, porque nadie quiere ser inferior a nadie, porque queremos que el mundo gire a nuestro alrededor, porque nos hemos endiosado, porque nos hemos idolatrado. Es necesario- hermanos, botar tantos ídolos, el del yo ante todo, para que seamos humildes y solo desde la humildad sepamos ser redentores, sepamos ser colaboradores de la verdadera colaboración que el mundo necesita. Liberación que se grita contra otros, no es verdadera liberación. Liberación que procura revoluciones de odios y de violencias quitando la vida de los demás o reprimiendo la dignidad de los otros, no puede ser verdadera libertad. La verdadera libertad es aquella que se hace violencia a sí misma y como Cristo, casi desconociéndose que es soberano se hace esclavo para servir a los demás. Estos son los verdaderos liberadores que en esta hora tremenda están pidiendo a nuestra Patria corazones humildes, corazones en los cuales brille el amor como característica cristiana. PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTAR Hermanos, recojamos de nuestra Pascua, de nuestro jueves Santo de 1978, todas estas lecciones preciosas del Divino Redentor. Y ya que necesitamos la liberación de tantas esclavitudes, hoy nos hemos asomado donde está la clave para romper tantas cadenas y tantas cárceles, en el amor, en la humildad, en Cristo. Nuestra esperanza puesta en El, un cristiano vivido con autenticidad, una Iglesia que siga proclamando ante el mundo que sólo en Cristo está la esperanza. Imitándolo a El en el amor y en la humildad está el verdadero camino. Asistamos pues ya a este gesto que indignamente voy a tratar de imitar en el Divino Maestro y Señor, para predicar a ustedes, hermanos, no sólo con la palabra sino como yo les suplico que lo hagamos siempre: con el ejemplo silencioso, callado, del amor y de la humildad. Hermanos sacerdotes:
...que en esta mañana junto con el Obispo son ante el pueblo de Dios el signo más elocuente de la presencia misericordiosa del Redentor en el mundo. Queridas religiosas; Queridos fieles: En las lecturas del evangelio encontramos el modelo de una homilía. Después que Cristo lee el pasaje bíblico de Isaías dice estas palabras: "Hoy se cumplen aquí estas cosas". Ese es el papel de la homilía : decir que la Palabra de Dios que se ha leído no es una historia del pasado, sino que se está realizando aquí en medio de nosotros. Y si siempre es así: que donde quiera que se celebre la Misa y proclama la palabra de Dios un sacerdote o un cristiano, allí se está realizando esa palabra y está iluminando esa realidad de manera especial. Hermanos, esto tiene actualidad el Jueves Santo por la mañana. Hoy se están cumpliendo aquí esas cosas. ¿Qué cosas? La maravilla del espíritu de Dios que ha querido ungir a la humanidad con su propia dignidad y hacerlo participante de su vida divina. Esta es la Misa Crismal, la misa del Santo Crisma, la Misa en que rendimos honor al Espíritu Santo que unge con su fuerza divina al presbiterio para hacerlo ministro de la misericordia de Dios para el pueblo, y unge también al pueblo con el carácter sacerdotal que ustedes, queridos laicos, han recibido desde el día del bautismo. LA UNCION ¿Que es la unción? La unción, significa una participación de los poderes divinos, de la dignidad divina y por eso sólo el Espíritu de Dios puede ungir. Esta Misa en que vamos a consagrar, a bendecir aquellos aceites sagrados que son el signo de esa unción del Espíritu de Dios al mundo, a la humanidad, es el recuerdo y la realidad de tres unciones que vamos a celebrar esta mañana. 1º. La unción personal de Cristo. 2º. La unción de nosotros los ministros, los del sacerdocio ministerial. 3º. La unción del Espíritu de Dios a todo el pueblo de Dios. 1º. LA UNCION PERSONAL DE CRISTO En primer lugar es Cristo el ungido; eso quiere decir Cristo: el ungido, el ungido por excelencia. Pero si nosotros hombres para ser ungidos se nos aplica el aceite sagrado que es el signo de la unción, a Cristo no fue necesario administrarle un sacramento porque su humanidad fue ungida desde el principio de su ser. La unción de Cristo consiste en que el Espíritu Santo, como le anunció el ángel a María, forma en las entrañas de la Virgen un ser humano, alma y cuerpo; y a esa alma y a ese cuerpo que comienza a ser el hombre Cristo, el Espíritu Santo lo asume a la vida divina de tal manera que los miembros de Cristo son al mismo tiempo miembros de Dios. Habla el lenguaje de un hombre de la tierra, pero su lenguaje transmite directamente el mensaje de Dios. Sufre los tormentos de la pasión y no es simplemente un hombre el que está sufriendo, sino que en ese hombre está la dignidad de Dios; y por eso el sufrimiento de la pasión de Cristo tiene el poder redentor porque está esa humanidad que sufre, ungida desde las entrañas de su madre Santísima con la potencia, con la virtud del Espíritu Santo. Cristo pues, es la plenitud, es la fuente de la unción divina. Si Dios ha querido comunicar su vida a los hombres, comienza por hacer Dios a un hombre que al mismo tiempo que hombre, es Dios, Cristo, el Niño Dios, el joven, el hombre: es Dios y es hombre. Esta es la unción substancial de nuestro Señor Jesucristo. Y ahora en la mañana del Jueves Santo, cuando vamos a adentramos a meditar en la pasión y en la resurrección de ese hombre que redimió al mundo y le devolvió la vida perdida por el pecado, ¡qué hermoso pórtico este de la celebración de los santos óleos: la celebración de la unción! Diríamos que esta mañana es una fiesta en honor del Espíritu Santo que unge a Cristo y le venimos a decir: Gracias Divino Espíritu que tuviste la potencia de hacer en las entrañas de una Virgen, un ser humano capacitado para ser ungido con la vida de Dios. 2o. LA UNCION DE LOS DEL SACERDOCIO MINISTERIAL EL OBISPO Y LOS SACERDOTES Y esa vida de Dios que Cristo recibe ya en el principio de su ser, la unción única, la plenitud de la gracia, la fuente, de allí deriva para todo hombre que quiera creer en Cristo, la unción del cristianismo. Pero para poderse hacer capaz, esa fuente que es Cristo y llevar esa vida de Dios a todo el mundo, a todos los hombres, necesitaba un organismo, un canal y eso somos los sacerdotes. En cada diócesis un obispo rodeado por estos colaboradores necesarios que son los presbíteros, son el instrumento: obispo y sacerdotes, para poder llevar la vida de Dios al pueblo, el perdón de Dios al pueblo que peca, el alimento de Dios en la hostia consagrada al pueblo que necesita alimentarse, el perdón de Dios al niño que nace manchado con el pecado original. La fuerza del Espíritu Santo en la confirmación que da el obispo; la santificación del amor, cuando un hombre y una mujer quieren hacer de su amor una señal del amor de Dios, allí está también un sacerdote dándole el sentido divino a ese amor del matrimonio. Y cuando llega la hora de emigrar de la tierra a la eternidad, allí está también el instrumento de la misericordia de Dios, un sacerdote llevándole el viático, la última absolución, la unción del enfermo, el espíritu de Dios que unge los miembros del enfermo para poderse hacer capaz de redimir al mundo como miembros de Cristo crucificado y tener también la fuerza para emprender el viaje a la eternidad. Hermanos, cuando pensamos esta mañana en el Espíritu Santo ungiendo al sacerdote, ¡qué respeto nos merece este hombre hoy,- tan vilipendiado como Cristo, el gran bienhechor de la humanidad!; pero incomprendido, el que predica el mensaje de salvación y se le distorsiona porque estorba en este mundo. El que convive con el pobre, con el miserable, con el campesino y lo defiende y quiere como Cristo nuestro Señor predicar la liberación a los pobres, a los oprimidos, a los prisioneros, a los que sufren. Este es Cristo que está en medio de nosotros, como dice el Concilio en la persona del Obispo, a quien asisten los presbíteros: es Cristo que está presente para enseñar, para santificar y para gobernar, para conducir al pueblo de Dios. QUE DIOS PAGUE EL HABER SIDO FIELES A VUESTRA ORACION Yo quiero aprovechar esta mañana sacerdotal para decirle a mis queridos sacerdotes presentes en esta ceremonia o que no han podido venir porque precisamente están allá en los pueblos lejanos atendiendo sus ministerios, quiero decirles a mis hermanos sacerdotes: mil gracias queridos hermanos, que Dios os pague el haber sido fieles a vuestra vocación. Y, sobre todo, el sentir que sólo en comunión con el obispo, que aunque sea el más indigno de los sacerdotes es el signo de la unidad sacerdotal y del cual como que depende toda la vida espiritual de la diócesis. Y por eso el sacerdote necesita estar en comunión con el obispo. No se entiende un ministerio sacerdotal al margen del obispo; no se entiende una palabra de sacerdote dicha en un templo, que no esté acorde con la predicación, con la enseñanza del obispo; no se concibe un sacerdote administrando sacramentos si no está conectado con aquel que es como la fuente en la diócesis, como signo de esa fuente que es Cristo. Por eso, gracias queridos sacerdotes, por que en la casi totalidad del clero, todos dan este testimonio de comunión con su obispo. LO QUE MAS ANHELA EL OBISPO ES LA UNIDAD CON SU CLERO Si en algo el obispo ha ofendido a un sacerdote y por eso tal vez no exista la plena unidad con él, en esta mañana en que Cristo nos pide la unión sacerdotal como señal de su presencia, de su gracia, de su vida al pueblo, yo, queridos hermanos, les quiero pedir perdón. Yo quiero decirles que el obispo nada anhela como la unidad con su clero y que nada le aflige tanto como el cisma, la separación, la desunión de sus sacerdotes. Y que el pueblo nos está reclamando esa unidad porque el pueblo es el que sufre víctima de la desunión si existiera, así como el pueblo es el que se beneficia en la exuberancia de una vida espiritual en la medida en que permanecemos unidos con el obispo, y el obispo y los sacerdotes tratamos de estar unidos con la fuente de la gracia que repartimos con Cristo Nuestro Señor. Por eso, hermanos sacerdotes, en esta mañana es nuestra responsabilidad sacerdotal, el objeto principal de nuestro culto en las ánforas sagradas que ustedes mismos van a traer para que las consagremos, y que la gracia de los sacramentos siga siendo fuente de vida para el pueblo, está simbolizada nuestra ordenación sacerdotal en esta mañana de Jueves Santo. Queridos hermanos sacerdotes, ¡qué hermoso es hacer un recuerdo de aquella mañana inolvidable en que nuestras manos tendidas ante un obispo eran ungidas con ese sagrado Crisma que ahora vamos a consagrar! yo, como obispo, recuerdo aquel día también. Fue en 1970, un 21 de junio, allá en el estadio de los Hnos. Maristas, ante un pueblo que veía como una catequesis la unción episcopal. El sagrado Crisma que ahora yo voy a consagrar, fue el que ungió mi cabeza para hacerme Pastor, entonces colaborador del venerado anciano Mons. Chávez y González a quien ahora tengo el honor inmerecido de estar sucediendo. Y así ustedes, queridos sacerdotes, recordarán la mañana inolvidable de su ordenación sacerdotal. ¡Qué hermoso, hermanos, fieles, muchos de ustedes familiares de sacerdotes, o pueblos, comunidades donde están siendo conducidas con tanto amor y tanta sabiduría por estos dirigentes del pueblo de Dios! Démosle gracias al Señor por haber escogido a estos hombres desde su seno materno para la gran vocación sacerdotal. Esta mañana vamos a renovar con los queridos sacerdotes, nuestros compromisos sacerdotales y vamos a pedir a ustedes, pueblo de Dios, que recen mucho por nosotros para que seamos dignos de esta unción del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo el que nos capacita por medio del carácter sacerdotal que ha marcado nuestra alma para siempre, es el Espíritu Santo al que ofendemos cuando despreciamos al sacerdote, es el Espíritu de. Dios al que honramos cuando atendemos así como el honor que me están haciendo en esta mañana ustedes de atenderme, no a una palabra de hombre sino aquel del que pudo decir Cristo al pronunciar su homilía: "el Espíritu de Dios sobre mí, a evangelizar me ha enviado". Sigue diciendo Cristo en sus sacerdotes : es el Espíritu de Dios". Yo les agradezco, hermanos, esas múltiples manifestaciones de oración, de solidaridad que han manifestado al magisterio del obispo durante este año recién pasado, año tan difícil pero año tan consolador cuando hemos visto florecer la palabra de Dios por todas partes gracias a la unidad, a la colaboración, a la fidelidad con que los sacerdotes todos estamos tratando de ser servidores de Dios, de su palabra, de su espíritu; para ustedes pueblo llamado por Dios, a ser también un pueblo sacerdotal. 3º. LA UNCION DEL ESPIRITU DE DIOS A TODO EL PUEBLO Y esta es la tercera idea: la unción que celebramos esta mañana, no sólo unge a Cristo en su persona, en su naturaleza humana que se hace tan íntimamente naturaleza de Dios, sino que nos ha ungido también a nosotros los presbíteros el día de nuestra ordenación sacerdotal. Pero es todo esto en función de ustedes, hermanos, en función de ustedes hasta el punto que Cristo mismo puede decir: "no he venido a que me sirvan sino a servir y dar mi vida por ustedes". Y así cada uno de nosotros, sacerdotes, sabemos que nos hemos ordenado no para nosotros sino para ustedes. Si algo tenemos que cuidar para nosotros, no nos viene de la ordenación sacerdotal, nos viene precisamente del bautismo que con ustedes hemos recibido. CON UDS. SOY EL CRISTIANO, PARA UDS. SOY EL OBISPO Y esta mañana, aquí en la Catedral de San Salvador, haciendo mía la palabra del famoso obispo San Agustín puedo decirles: "con ustedes soy el cristiano, para ustedes soy el Obispo." El cristiano es un nombre que me llena de esperanza y me hace esperar la redención y la salvación mía también. El nombre de Obispo es mi responsabilidad que me hace temblar pero que al mismo tiempo me hace confiar en la potencia de Dios que me ha dado este cargo. Así puede decir cada sacerdote también: para ustedes somos el presbiterio, para ustedes somos los cristianos. Antes que ser sacerdotes somos cristianos y cristianos con ustedes, creemos las mismas verdades, esperamos la misma esperanza, tratamos de amarnos; con ustedes tenemos unos y otros que amarnos también en señal de cristianismo. Antes que sacerdotes y obispos, somos cristianos, somos pueblo de Dios. Y por eso, hermanos, comprendámonos mutuamente en este sublime ministerio del sacerdocio; y ustedes, pueblo sacerdotal, sepan descubrir su grandeza, el Espíritu Santo los ungió, nosotros sacerdotes fuimos instrumentos cuando en la pila bautismal no sólo el agua del bautismo lavaba el pecado original sino que el Crisma que ahora vamos a consagrar, también ungió la cabecita del niño que se bautizaba para significar que desde este momento ya es participante del Cristo sacerdote, profeta y rey. Y así todos ustedes, queridos hermanos religiosos, religiosas y laicos, que no han recibido otro sacramento distinto del bautismo, por el bautismo, así como nosotros bautizados, llevamos esa marca de la unción del Espíritu Santo, el carácter del cristiano, el pueblo de Dios, ungido para ser pueblo sacerdotal, pueblo profético, pueblo que debe de reinar con Cristo y hacer reinar los principios divinos del Evangelio. Pueblo sacerdotal inmerso en tantas ocupaciones en el mundo. Piensen las diversas ocupaciones que están presentes en esta reflexión, tal vez profesionales, profesores, obreros, campesinos, vendedoras del mercado, señoras de su casa, cocineras, todo eso es pueblo de Dios que está santificando todos esos ambientes del mundo. La santidad de Ustedes allá en el siglo es la santidad que santifica al mundo. LA UNCIÓN DEL PUEBLO Esta mañana, hermanos, Cristo que va a morir por nosotros nos pide la colaboración de nuestra santidad personal, que es redención que nos salvó del pecado original y nos incorporó a su cuerpo místico para hacer prolongación de Cristo en el mundo y en la historia, ese Cristo que nos hizo por el bautismo miembros suyos, nos está pidiendo, hermanos, comprender nuestra dignidad, nuestra responsabilidad y hacer de nuestra vida un verdadero sacramento de la misericordia, de la gracia, de la verdad, de la justicia de nuestro Dios. Un pueblo profético, un pueblo que anuncia las maravillas de Dios y que denuncia la maldad de los hombres. Un pueblo que se une en la santidad de una doctrina y que reclama en las exigencias de Dios ante los hombres que atropellan la dignidad humana, que abusan de su poder, de sus riquezas, pueblo que tiene que proclamar la justicia del Señor, pueblo profético. Por eso no se entiende que un bautizado sea un cobarde, mucho menos un traidor, porque sería un Judas. Todos llevamos esa responsabilidad como pueblo ungido por el Espíritu Santo. Queridos hermanos, vamos a celebrar en la consagración de las tres ánforas que ya van a ser traídas al altar, esta triple consagración: La consagración de Cristo, el sacerdote eterno, el Profeta único, el Rey universal pero que ha hecho derivar a estos queridos hermanos sacerdotes y a este indigno servidor de ustedes, su dignidad de sacerdote, profeta y rey para conducir, para guiar al pueblo de Dios en el ministerio sacerdotal y que en tercer lugar ha ungido a ustedes pueblo de Dios, para que como pueblo de Dios celebremos las maravillas de su redención en esta Semana Santa, no como algo extraño sino como algo que somos nosotros como pueblo ungido que nos identifica con Cristo, somos los protagonistas del Cristo que va con su cruz a cuestas. El pueblo que sufre, del pueblo que muere en la cruz, pueblo acribillado pero del Cristo que después de tres días, resucita llenando las esperanzas después del sufrimiento. Pueblo salvadoreño que por el bautismo se ha hecho pueblo de Dios, hagamos honor a esta unción que juntos, como pueblo sacerdotal vamos a celebrar agradecidos al Señor. Queridos hermanos:
EL SENTIDO LITÚRGICO DE LAS CELEBRACIONES Hace siglos Jerusalén fue signo de todos los pueblos del mundo. La Iglesia recoge ese signo. Y así como Jerusalén vivió aquel Domingo de Ramos bajo la luz de su esperanza, sus realidades de entonces, ahora cada ciudad, cada nación, cada pueblo, este domingo encarna esa esperanza que Cristo trae en las propias realidades nacionales, en las propias realidades de nuestra vida. Esto es lo que se llama el sentido litúrgico de las celebraciones. La liturgia no es recuerdo, aquí no estamos solamente recordando que hace veinte siglos Cristo entró a Jerusalén. La liturgia es presencia, es signo de realidades. La realidad es que hoy, este día 19 de marzo de 1978, entre panorama de palmas de catedral de San Salvador, Cristo está entrando aquí, a nuestras realidades salvadoreñas; y donde quiera que se está celebrando el Domingo de Ramos -y yo sé que a través de la radio lo estamos celebrando en diversas poblaciones, caseríos y cantones- allí está Cristo entrando como hace veinte siglos a Jerusalén en la realidad de esta presencia de la liturgia de nuestra Iglesia. Por eso, hermanos, yo les invito, desde este solemne pórtico de la Semana Santa, a vivir esta Semana Santa no como un recuerdo del pasado sino a vivirlo con la esperanza, con la angustia, con los proyectos, con los fracasos de nuestro mundo de hoy, de nuestra patria de hoy, para que Cristo nos cobije así como hace veinte siglos a Jerusalén y al mundo entero que había de vivir de su redención. Para vivir este día recordemos los dos aspectos de la ceremonia. La primera parte triunfal: Cristo entra a Jerusalén y un pueblo sale a su encuentro entre hosannas y alegrías. Pero al entrar a la Catedral, como si Cristo entrara a Jerusalén, el ambiente se ensombrece y todo se torna de pasión. Y acaban de escuchar, en la voz de tres seminaristas casi dramatizar aquí ante nosotros, la lectura de la pasión de Cristo según San Mateo. Yo quisiera preguntar, hermanos, a la luz de esta celebración y para vivir plenamente nuestra Semana Santa, estas tres preguntas que debían de estar flotando en la conciencia de todo cristiano reflexivo de esta Semana Santa de 1978. - ¿Qué encuentra Cristo cuando entra a Jerusalén y qué encuentra Cristo ahora aquí? - ¿Quién es el que entra a Jerusalén, y el que va a cargar con esa cruz y el que va a morir entre ignominias tan espantosas? - ¿Qué compromiso supone para nosotros, su pueblo, esa fe en ese Cristo que vive redimiendo todavía a nuestra Patria y a todo el mundo? ¿QUÉ ENCUENTRA CRISTO CUANDO ENTRA A JERUSALÉN Y QUÉ ENCUENTRA CRISTO AHORA AQUÍ? LO QUE ENCONTRO CRISTO EN JERUSALÉN A la primera pregunta ¿qué encontró Cristo cuando entró a Jerusalén? Encontró visiblemente un pueblo bueno, unos niños, una juventud, una muchedumbre de peregrinos que salieron a su encuentro. Lo acabamos de representar al vivo. Uds. son esa muchedumbre buena, ese pueblo sencillo, esas almas que acogen con esperanza a Cristo, es el "resto" de Israel. Las promesas desembocaban entonces en ese pequeño pueblo que salió a recibirlo. Las promesas hechas a Abraham, a Moisés, a David; toda la veta del Antiguo Testamento viene a aflorar en este domingo de Ramos. El pueblo que había recibido promesas de un Redentor siente que ha llegado ese Redentor y le sale al encuentro. Hay un momento de luminosa fe, es el pueblo que acoge a Jesús. Yo veo en Uds., querido pueblo que ha acudido a esta ceremonia y está rodeando los altares de todos nuestros templos en la Patria, el pueblo que espera de Cristo y sale feliz y sencillo a su encuentro. Dios no lo puede defraudar. Pero lamentablemente Cristo encuentra debajo de este pueblo que se alegra, el pecado. Él viene a quitar el pecado del mundo, Él viene a enfrentarse con esa fuerza de infierno, Él va a sentir ya en su propia carne el latigazo del demonio, del pecado, por meterse a redentor. Y así encuentra un templo convertido en mercado: "Quitad de aquí todo esto -dice Cristo-, mi casa es casa de oración y vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Encuentra Cristo unas autoridades que tergiversan su mensaje. Encuentra una clase dirigente que ha torcido los destinos de ese pueblo y que lo puede orientar de este hosanna del Domingo de Ramos a una petición de condena el Viernes Santo. ¡Ah, lo que son los dirigentes de los pueblos! Si son buenos y competentes orientan al pueblo hacia el encuentro de Cristo, Redentor de los pueblos; pero si son ineptos y si llevan el pecado, la ambición, el egoísmo, seducen al pueblo hacia la perdición. Así sucede que Cristo encuentra maquinaciones hipócritas para perderlo, encuentra envidias que le dicen: "¿que no miras lo que gritan esos muchachos? Cállalos, que haya orden". Y Cristo les dice: "Si ellos callaran, las piedras hablarán. A Uds. lo que les pasa es que tienen envidia, pero si ustedes y los hombres no quieren aclamarme, las piedras mismas me aclamarían. Soy Dios que vengo a redimir al mundo y no tengo que encontrar oposiciones". Encuentra Cristo una tremenda injusticia social, un pueblo del cual Él ha dicho: "Me da lástima esta muchedumbre porque anda como ovejas sin pastor". b) LO QUE ENCUENTRA CRISTO ENTRE NOSOTROS Eso encuentra Cristo en Jerusalén; y trasladando el paisaje, porque la liturgia no es recuerdo sino vivencia, ¿qué encuentra Cristo este domingo de Ramos de 1978, aquí, entre nosotros? También hermanos, un pueblo bueno. Yo estoy feliz de este pueblo que ha salido hoy con palmas y alegría a cantarle hosannas al Redentor. Yo siento la pureza de tantos niños, de tantos jóvenes, de tanta gente consagrada al Señor en la piedad sencilla, orando, pidiendo misericordia. Yo siento la presencia de un pueblo verdaderamente "resto" de fe y esperanza. Acrezcamos ese pueblo, hermanos, el pueblo que ha salido hoy al encuentro del Señor. Pero lamentablemente así como en Jerusalén, encuentro detrás de esta muchedumbre que llena de alegría el corazón de Cristo, encuentro también el pecado, el pecado en sus formas horripilantes que van a matar también a Cristo en esta Semana Santa, lo están matando. Es la Semana Santa de un tiempo en El Salvador que da lástima. Yo no sé cuántas cosas pudieran sacarse de los antros y de las tinieblas para presentarlas a Cristo, a sus divinas reprensiones y llamamientos de conversión. Pero yo encuentro, como lo hago de costumbre los domingos, estas tres cosas en estos próximos días: UNA SEMANA SANTA POST-ELECTORAL DE FRUSTRACIÓN Una Semana post-electoral de frustración. Es un pueblo que no tiene ya ilusiones en una apertura democrática para expresar lo que él quiere en política. Yo tengo el testimonio de una urna donde dice que sólo se acercaron a votar el 46 % de los que estaban en la lista; y ese 46 % al revisar los votos, aparece un 52 % de votos nulos, votos que en vez de expresar la voluntad, expresan su represión, expresan su insulto, expresan su ofensa o simplemente se abstienen. Pecado de abstencionismo es lo que encuentra Cristo en este domingo de Ramos. Cuántos valores que se podrían aprovechar para el bien común del pueblo no se pueden aprovechar. El derecho que es uno de los signos de los tiempos a participar en la construcción de la propia Patria, se siente frustrado; es un derecho que se ha conculcado una vez más. He aquí, pues que el Señor encuentra este pecado. El pecado de una democracia despedazada, reprimida, de unos hombres que no pueden expresar su voluntad que quisieran expresar para el bien común. UNA SEMANA SANGRIENTA ¿Qué otra cosa encuentro en esta Semana Santa? Una semana sangrienta. Dos retenes matan a dos personas. Allá en Planes de Renderos, José Estanislao Recinos cuyo cadáver se niega a su esposa. Cerca del cine Apolo, una señorita. En el departamento de Chalatenango aparece matado, después de haber sido capturado, el mayordomo de la ermita del Conacaste, Otmaro Guardado; era un hombre bueno. Y en la capital, hace apenas tres días, se disuelve a fuerza de armas una manifestación de campesinos que acudía a la promesa de dialogar en el Banco de Fomento Agropecuario sobre rebaja de precios de arrendamiento de tierras, abonos, insecticidas. Porque nuestra gente tiene hambre necesita tierra para trabajar, necesita con quién dialogar para encontrar una solución a sus problemas. Muertos y heridos, es el saldo de ese anhelo; entre los muertos, un niño de la Escuela Rodezno, un oficial de la Policía, entre los heridos, mucha gente que iba simplemente de transeúnte. Hermanos, esto es lo que encuentra Cristo en esta Semana Santa. Y finalmente encuentra Cristo un tercer aspecto: Arbitrariedades, injusticias. Al campesino Leonardo Muñoz Pacheco se le acusa de haber incendiado la alcaldía de El Paisnal y no se dan cuenta que un día antes lo han capturado. ¿Cómo iba a estar en el incendio? Y junto con él se acusa a otros campesinos, los cuales se publican sus declaraciones sacadas a la fuerza, sin duda. Y que luego, sus declaraciones ante la Cámara donde deben declarar ya libremente, niegan haber sido cómplices. Eso no se publica y quedan manchados esos nombres con una mala fama. No importa cometer injusticias, manchar prestigios, el honor de los hombres. ¡Oh, Jesús, esto es lo que encuentras en la Semana Santa! Funebunda Peña Bonilla, madre de cuatro hijos, y los obreros Jesús Estrada Díaz y Fermín Domínguez, aparecen en declaraciones extrajudiciales como fabricantes de explosivos y no se publica que niegan esos cargos cuando declaran ante la Cámara. Campesinos de San Vicente guardan prisión desde hace tres meses y no se tiene en cuenta los documentos del Ministerio de Agricultura y un depósito de 6.000.00 colones en el Banco de Fomento Agropecuario que los favorece. ¡Qué poco importa la suerte del pobre, del campesino, cuando están otros intereses más valiosos y más respetables! Hermanos, ante estos acontecimientos, la Semana Santa, voz de Dios, voz de un Cristo que viene a redimir, nos dice que es necesario no acallar la voz, el reclamo justo. A mí me da miedo, hermanos, cuando leyes represivas o actitudes violentas están quitando el escape legítimo de un pueblo que necesita manifestarse. Si se quitan estas como válvulas de escape, ¿qué sucede con la caldera que está hirviendo y no tiene válvulas de escape? Puede estallar. Todavía es tiempo, es tiempo de dar a la voz de nuestra gente la manifestación que ellos desean. Con tal de que haya al mismo tiempo la justicia que regula; porque naturalmente hermanos, cuando defendemos estas justas aspiraciones no estamos parcializándonos con reclamos terroristas. La Iglesia no está de acuerdo con la violencia de ninguna forma, ni la que brota como fruto de la represión ni la que reprime en formas tan bárbaras. Simplemente llama a entenderse, a dialogar, a la justicia, al amor. Estas son las fuerzas de la Iglesia. Y por eso, desde el amor, desde la justicia, pedimos, hermanos, oraciones y comprensión para los muertos de estas circunstancias, para los heridos, para los golpeados, para las víctimas de tantos atropellos. Pedimos respeto a la vida de los heridos y de los prisioneros. Respeto a sus vidas; que se lleven a los tribunales bajo leyes justas y se aplique ciertamente la justicia pero no el atropello ni la grosería. Y que se haga un ambiente donde se pueda manifestar la voluntad justa de los hombres. Acabo de estar en Costa Rica, también allá acaban de pasar las elecciones; todavía ondean sobre los techos banderas de diversos colores y oigo la alegría de un pueblo que ha sabido discutir a sus candidatos, sus partidos; que ha ido a dar su voto con plena libertad y que está satisfecho de la voluntad mayoritaria, y que todos están dispuestos al trabajo del bien común. ¡Qué hermosa es una democracia auténtica, un sentido de justicia, de respeto a la expresión del pueblo! Esto es lo que Cristo encuentra, hermanos; porque el Domingo de Ramos, la lectura de la pasión, nuestras procesiones de Semana Santa, no quieren ser alienación, no quieren ser opio; quieren ser el fermento del evangelio, la presencia de un Cristo que entra fustigando el pecado aunque le va a costar dentro de pocos días la muerte en una cruz. Muere por meterse a redentor, muere por la justicia, muere amando pero en Él encontramos la esperanza de nuestros pueblos. 2º. ¿QUIÉN ES EL QUE ENTRA A JERUSALEN Y EL QUE VA A CARGAR CON ESA CRUZ Y EL QUE VA A MORIR ENTRE IGNOMINIAS TAN ESPANTOSAS? Y este es mi segundo pensamiento: ¿Quién es el que hoy entra a Jerusalén? a) CRISTO CON SU PUEBLO El que hoy entra a Jerusalén lo describen las lecturas de hoy. La primera lectura del profeta Isaías nos presenta un pueblo casi desesperanzado, un pueblo abatido. Y Dios suscita un misterioso siervo al que le dice: "Escucha mis palabras, tú vas a ser el representante de todos los crímenes, sobre ti va a descargarse mi justicia divina, pero tú vas a aprender en tu sufrimiento a consolar, a dar liberación, a orientar a los pueblos". Y este siervo de Yahvé, que los comentarios de la Biblia no aciertan a decir con seguridad quién es, ciertamente puede ser el pueblo pero puede ser Cristo y más Cristo, pero no un Cristo sin su pueblo. Este misterio que en la Biblia se conoce como personalidad comunitaria, es decir, un hombre que encarna una personalidad y una personalidad que se difunde en un conglomerado, un Cristo que se ha hecho solidario de todos nosotros y nosotros que sentimos que la Suerte de Cristo es nuestra suerte. Sentimos en el Cristo de la Semana Santa con su cruz a cuestas, que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado pero que desde Cristo, un pueblo que crucificado y humillado, encuentra su esperanza: "Te he enseñado a dar palabras de consuelo, has aprendido en el dolor a consolar a los demás". Queridos hermanos, este llamamiento de la Semana Santa, del Domingo de Ramos, no es para predicarles un conformismo; es para decirles: denle a su sentido de tribulación, un sentido de pobreza divina; denle a su sufrimiento, un sentido de redención; acepten la cruz, abrácenla como Cristo; no pasivistas pero sí con amor que construye una civilización de libertad y de amor, que aunque no la veamos aquí como el siervo de Yahvé, la alcanzaremos aunque sea a través de la muerte como Cristo. No importa la muerte cuando detrás de la muerte está el clima de libertad, de amor, de igualdad, de felicidad. Caminamos entonces hacia ese clima que el Redentor nos ofrece. CRISTO HECHO HOMBRE Y más elocuente, la segunda lectura, la de San Pablo, es un himno a la encarnación, es un himno del Dios que renuncia a su categoría de Dios, deja la felicidad de su cielo y se viene a hacer hombre, hombre que no anda mencionando sus prerrogativas de Dios, hombre cualquiera -dice la Biblia hoy-, un hombre cualquiera; un hombre cualquiera que es amarrado por la autoridad de su tiempo, llevado a los tribunales, ajusticiado. Se me ocurre pensar cuando San Pablo dice: "un hombre cualquiera", esas figuras que ya estamos acostumbrados a ir viviendo en nuestros periódicos: el campesino esposado, el campesino torturado, el obrero a quien no se le reconocen sus derechos, un hombre cualquiera, así se quiso hacer Cristo. Más todavía, humillado hasta una muerte que se prohibía a los romanos porque eran libres, pero que bien se imponía a los pueblos esclavizados. Roma crucificaba pero no a sus romanos, Roma crucificaba a los pueblos que dependían de su imperio; y como Palestina dependía de Roma -Pilatos era el representante de Roma en aquel pueblo oprimido- Cristo tiene que ser humillado como un ser que no merece ni siquiera ciudadanía, muerto, humillado. Hasta allá lo llevó la encarnación, pero desde allí comienza a levantarse su exhaltación. Y en la lectura de hoy hemos escuchado: "Por eso Dios le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo y todos proclamen: ¡Cristo es el Señor!" Esta es la gloria de nuestro Redentor. Cuando en estas jornadas de Semana Santa lo miremos humillado bajo el peso de la cruz, no lo olvidemos, digamos desde el fondo nuestra fe: aunque se parece a mí, que va sufriendo, es el Señor, y aunque yo me parezco a Él llevando la cruz, participaré de su gloria; Él no ha pasado sólo el túnel doloroso de la tortura y de la muerte, con Él va pasando todo un pueblo y resucitaremos con Él. Y hemos leído la pasión, el relato más tremendo de un hombre que ha sufrido como Cristo. No hay otro. 3º. ¿QUÉ COMPROMISO SUPONE PARA NOSOTROS, SU PUEBLO ESA FE EN ESE CRISTO QUE VIVE REDIMIENDO TODAVIA A NUESTRA PATRIA Y A TODO EL MUNDO? UN COMPROMISO LLENO DE ESPERANZA Y finalmente queridos hermanos, a este Cristo responde, de nuestra parte, un pueblo lleno de esperanza. ¡Qué espectáculo hermanos! Miren esas palmas. La palma es el signo de la victoria, la palma es el signo del martirio pero de un martirio que después del tormento es gloria. Por eso el Domingo de Ramos es un signo bellísimo en todos los pueblos. Con sus palmas, con sus ramos, con sus flores, el pueblo le está diciendo a Cristo que está dispuesto a ir con Él al martirio y que con Él cree que ha de vencer la victoria de la fe. Esta es la victoria que vence al mundo, vuestra fe, vuestra esperanza; no el odio, no el terror, no las armas, no la represión, no la violencia. Eso no compone nada. Lo que compone es esa fe de ustedes, hermanos, la fe de la procesión del domingo de Ramos, desfile pacífico con palmas en las manos, con una gran esperanza en el corazón, con un gran amor en el alma. Este es el caminar del pueblo de Dios. UN SEGUIMIENTO DE AUSTERIDAD La Semana Santa es un llamamiento para seguir las austeridades de Cristo, la única violencia legitima, la que se hace así mismo Cristo y nos invita a que hagamos a nosotros mismos: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo", violéntese a sí mismo, reprima en éllos brotes de orgullo; mate en su alma los brotes de avaricias, de codicias, de soberbias, de orgullo; mate eso en su corazón. Esto es lo que hay que matar, esa es la violencia que hay que hacer para que allí surja el hombre nuevo, el único que puede construir una civilización nueva, una civilización de amor. AVISOS PARA LA SEMANA SANTA Por eso, queridos hermanos, quiero avisarles para esta Semana Santa, que participemos enteramente allá en sus pueblos, en sus cantones. Me alegra mucho que esta Semana Santa se va a celebrar no sólo donde hay sacerdote, sino también donde hay comunidades de religiosas; y muchas de las comunidades de San Salvador se han desplazado también a los pueblos; y también donde hay seglares, catequistas que se han preparado con las lecturas apropiadas a organizar la Semana Santa de todos los cantones y caseríos. Si esta voz está llegando a esos cantones y caseríos, les invito, hermanos, a que participen; porque la Semana Santa es como un bautismo del pueblo, un bautismo en el que Cristo nos invita a incorporarnos a su pasión y a su resurrección. ¡Cuántos hombres nuevos saldrán de esta Semana Santa! Pero no se contenten con ir sólo a las procesiones. Yo se que para muchos la Semana Santa solo consiste en la procesión del Silencio, en la procesión del Santo Entierro; pero cuando me cuentan que en esa procesión del Silencio van borrachos, va gente abusando de la situación sagrada, cometiendo el pecado, el desorden; o cuando vienen a la procesión del Santo Entierro gente que está en paseos y vuelve después del Santo Entierro a seguir sus bacanales allá donde estaba, me da tristeza esa Semana Santa. Me parece que se acercan como los judíos a profanar, a escupir al Señor. La Semana Santa que yo quiero, hermanos, es esta que les acabo de describir, la que violenta en su propia vida el vicio, el desorden; la que va a resucitar con Cristo en la alegría de la noche del sábado Santo. Dos actos principales son los que yo quiero subrayar: primero, el jueves Santo a las 9 de la mañana, aquí en Catedral; es la única Misa. El jueves Santo en la mañana no hay misa en ninguna parte; será por la tarde en todos los templos, la institución de la Eucaristía. Pero el jueves Santo por la mañana, sólo en las Catedrales, el Obispo con todos sus sacerdotes bendice los aceites sagrados que van a servir para los sacramentos y los sacerdotes renovamos nuestro compromiso de servicio al pueblo de Dios. Queremos representaciones de todas las parroquias. Si no pueden venir los párrocos, manden, por favor, una pequeña representación de sus parroquias para que al salir de la misa puedan llevar también las anforitas de los Santos Oleos con que en las parroquias, en signo de unidad con la Catedral, se administre el Bautismo, la Confirmación, la Unión de Enfermos, etc. Ese es un acto que yo les suplico tomarlo muy en el corazón, el jueves Santo a las 9 de la mañana. Y el otro, de manera muy especial a los jóvenes el Sábado Santo a las siete y media de la noche, aquí en Catedral, la Resurrección de Cristo. Para mí estos dos actos marcan lo más profundo y más bello de la espiritualidad de la Semana Santa. A celebrar la unidad de nuestra Iglesia en torno de los pastores y a celebrar la resurrección de Cristo como un canto de victoria y de esperanza en el Señor. PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTAR Queridos hermanos, aunque estamos viviendo como en un callejón sin salida, no desesperemos. En la palabra bíblica de Isaías, un poco antes de la lectura que se ha hecho hoy, dice Dios al pueblo: "¿Por qué desconfías? ¿qué acaso se ha acortado mi mano para darle bendiciones? ¿qué acaso no tengo energías para salvarte?" Hermanos, respondamos a esas preguntas de Dios con un acto de fe y de esperanza. "Si Señor, nosotros creemos que tú eres el Redentor y por eso hemos aclamado hoy con la alegría de los que te han recibido: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en los cielos!" Vamos a proseguir ahora nuestra Eucaristía donde vamos a poner en el altar de Cristo todas nuestras esperanzas y nuestros buenos deseos de celebrar una Semana Santa, digna de nuestra fe. |
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez Ciudad Barrios, El Salvador; 15 de agosto de 1917 – † San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. Archivos
Agosto 2021
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