Queridos hermanos:
A. La comunidad que reflexiona tiene a la vista tres hechos sobresalientes. La semana que venimos a agradecerle a nuestro Dios, para ponernos en marcha hacia la nueva semana, está marcada -este domingo- por tres acontecimientos: 1º. Hoy es el día del sacerdote, el segundo domingo de agosto aunque es poco conocido. No se trata de una autoalabanza, sino de decir la necesidad que el sacerdote tiene de oración y comprensión de parte del Pueblo de Dios, al que está destinado. Por eso, yo aprovecho para expresar la solidaridad del obispo con todos los sacerdotes de la diócesis y pedir para todos ellos, de parte del Pueblo de Dios, de sus parroquias, de sus capellanías y de todos sus trabajos, para que sepan demostrarles, sobre todo, con oraciones y con algún apoyo moral de solidaridad en esta hora tan difícil para ser sacerdote, que es una misión indispensable a pesar de lo difícil que es. Y que lo difícil debe ser precisamente el estímulo más grande para ser hoy, más que nunca los sacerdotes según el evangelio. 2º. Entierro del Padre Macías, víctima de la persecución. El segundo hecho está unido a éste. En esta semana enterramos al Padre Alirio Napoleón Macías, asesinado, como ustedes saben, en su propia Iglesia parroquial de San Esteban Catarina. Como dijo Monseñor Rivera en la homilía de su entierro: "Cayó como caen los profetas: entre el vestíbulo y el altar". A propósito de esta muerte, ayer y los días anteriores han sido de mucha reflexión por parte de obispos, sacerdotes, religiosas y seminaristas. 3º. Celebración de nuestra fiesta patronal. Pero la luz que ilumina esta reflexión es el tercer hecho que hemos celebrado el lunes de esta semana: la fiesta patronal del Divino Salvador del Mundo. Y que tanto las lecturas de hoy, como todos estos acontecimientos de la semana, nos invitan a iluminar con la luz de Cristo Redentor y Salvador del Mundo nuestras realidades de Iglesia y del país. REFLEXIONES POR LA MUERTE DEL P. MACÍASNuncio, Obispo. La primera realidad que reflexionamos es la muerte del Padre Alirio. Ha habido ayer una reflexión de los obispos en la Nunciatura donde se acordó presentar una denuncia oficial para que se investigue este crimen y se sancione, según la justicia, a sus hechores. El señor nuncio también ofreció su apoyo ante el mismo Presidente de la República. Clero, Religiosos, Seminaristas. Los sacerdotes y las religiosas -110 sacerdotes, 130 religiosas-, varios seminaristas y laicos, se reunieron en el templo de San José de la Montaña ayer. De esa reunión tenemos un boletín breve. El objetivo de la reunión fue tomar algunas medidas para lograr la unión de nuestra Iglesia para que juntos, obispos, sacerdotes y fieles, defendamos a los sacerdotes y pidamos el cese de la represión en general. Los resultados de esta reunión fueron: 1º) Se envió una carta al Santo Padre en la que se le informa de la creciente represión en contra del pueblo y de la Iglesia y se le hacen peticiones concretas al respecto; 2º) Se envió otra carta a la Conferencia Episcopal en la que se le pide, entre otras cosas, se unan para defender los derechos fundamentales de los ciudadanos y el respeto a la vida de los sacerdotes, se pronuncie ante el gobierno y el pueblo en general contra tanto asesinato, pidiendo cese la represión contra el pueblo y la Iglesia; 3º) Enviar otra carta a los gobiernos de América interesados en defender los derechos humanos, para que urjan al gobierno salvadoreño lleve a la práctica las recomendaciones de la Comisión de los Derechos Humanos de la OEA. Entre estas recomendaciones están, para nosotros muy útil, el reconocimiento de que existe en El Salvador una persecución sistemática a la Iglesia. Otra recomendación: Que se revise y, si es necesario, se suprima esa fatídica ORDEN. ¡En nuestro campo hace tanto mal! Son declaraciones oficiales desde la OEA y, por tanto, no pueden criticarse como parciales de la Iglesia. Otra cosa que hicieron ayer en su reunión: publicar un comunicado del clero nacional, protestando por la muerte del Padre Alirio Napoleón Macías y la creciente represión en contra del pueblo y de la Iglesia. Todo esto fue firmado casi por unanimidad: 118 religiosas. 108 sacerdotes. Pronunciamientos: Obispos, clero. Cuatro diócesis. También es de consuelo que en esta circunstancia se publicó un manifiesto de parte de los obispos. "Los obispos de Santa Ana, San Salvador, San Miguel y Santiago de María y sus respectivos cleros protestan enérgicamente ante el pueblo salvadoreño por el horroroso y sacrílego asesinato perpetrado en el Presbítero Alirio Napoleón Macías, párroco de San Esteban Catarina, diócesis de San Vicente. Y al presentar sus condolencias a la diócesis hermana, piden: 1º. A las autoridades civiles, militares y judiciales, que investiguen exhaustivamente este asesinato, como también los otros alevosamente cometidos y velen porque se cumplan las leyes vigentes en el país, que expresamente defienden la vida de todos los salvadoreños. 2º. Al excelentísimo Señor Nuncio Apostólico, que intervenga inmediatamente con la urgencia que el caso amerita para poner coto a esta ola de asesinatos de sacerdotes, a fin de que no quede impune como los cinco anteriores. 3º. Además se pide una eficaz protección a todos los sacerdotes y que ante cualquier conflicto individual que aparezca, se acuda inmediatamente a la autoridad eclesiástica competente. Es decir, que no se tomen medidas contra sacerdotes sólo por ser autoridades civiles, sino que tengan en cuenta que existe una autoridad competente para el sacerdote. Ante esa autoridad tiene que denunciar la autoridad civil y no arrogarse el criterio para castigar a nuestros sacerdotes, mucho menos para dejar impunes los crímenes cometidos contra ellos. 4º. Se hace un llamado a todas las fuerzas vivas de la patria para que, con la ayuda del Divino Salvador del Mundo, patrono de la república, trabajen para que ya cese toda esa ola de crímenes que está ensangrentando nuestra amada patria salvadoreña". Monseñor Aparicio. Como no estaba Monseñor Aparicio y más bien era una condolencia de las otras diócesis a San Vicente, él, por su parte, al regresar al país escribió lo siguiente: "Me he enterado con honda pena e indignación de los detalles del asesinato del Padre Alirio Napoleón Macías, sacerdote de mi diócesis de San Vicente, perpetrado a mansalva y sangre fría en el mismo presbiterio de la iglesia parroquial de San Estaban Catarina por tres asesinos, conocidos de vista por bastantes habitantes de la localidad. Este sacrílego asesinato nos habla claramente del momento histórico que vivimos de inseguridad, aun en el interior de los templos, de zozobra y de miedo, que denuncian una sociedad en descomposición. El irrespeto del derecho a la vida en el Padre Macías y la actitud horrorosa de quienes dieron órdenes a los asesinos para que, como lo interpretaron ellos, cumpliesen su malvada misión aun frente al Santísimo Sacramento del Altar, profanando de esta manera el templo, nos obliga una vez más, a condenar la muerte violenta en el Padre Macías y en cualquier otro ciudadano como medio para resolver los problemas del país, o como solución para quitar de en medio a aquellas personas que son obstáculos para la toma, para la conservación del poder político. Siendo tan claro el caso del asesinato del Padre Alirio Napoleón Macías, por las circunstancias del lugar y de las personas que lo pueden testimoniar, urgimos, de acuerdo con las leyes del país, a las autoridades del poder judicial y a las autoridades militares, que se esclarezca el asesinato del Padre Macías y que se castigue a los autores físicos e intelectuales del mismo. Como muestra de repudio a la violencia y, en concreto, a la muerte alevosa del Padre Macías, se ha cerrado al culto el templo parroquial de San Estaban Catarina, profanado por dicho asesinato, hasta que se haga la conveniente reparación religiosa, ordenada por el código de derecho canónico. Y la Conferencia Episcopal de El Salvador retira de la participación al Diálogo Nacional sus dos delegados". Retiro del Foro. Del modo que también esto quede muy bien marcado como un repudio: que del diálogo, al que la conferencia había mandado dos representantes en señal de buena voluntad, los retira porque no encuentra buena voluntad en los que han invitado... Ha sido la perenne posición de nuestra Arquidiócesis y me alegro que toda la conferencia, y ustedes con ese aplauso, se solidaricen. Señal que Dios va guiando nuestra Iglesia. Agradecimiento por solidaridad: embajador de Estados Unidos. También por su solidaridad con este acontecimiento sangriento, quiero agradecer muy cordialmente las manifestaciones del Señor Embajador de Estados Unidos, que ustedes leyeron cuando dice: "La noticia del asesinato del Padre Alirio Napoléon Macías, párroco de San Estaban Catarina, causó en mí estupor y tristeza. Todo acto de violencia es en sí lamentable y deplorable, pues la violencia, venga ya sea de derecha o de la izquierda, nunca podrá ayudar a la causa de la paz. Esta muerte ha sido no sólo un suceso trágico para la Iglesia sino también para el país. Choca de manera especial y nos hace estremecer el hecho de que el sacerdote haya sido muerto dentro de su propia iglesia a donde había sido llamado para oficiar un responso. Esto añade al crimen, el desprecio y la burla a los actos religiosos. Todas las personas de buena voluntad repudian este sacrilegio y condenan este asesinato brutal". ¡Gracias al Señor Embajador de Estados Unidos, por una palabras tan sabias y tan consoladoras para la Iglesia!. Partido Demócrata Cristiano. También de parte del Partido Demócrata Cristiano, hubo una solidaridad para la Iglesia y un repudio para estos actos criminales. Por respeto al tiempo no la leo entera. Comisión de Derechos Humanos. Tampoco puedo leer la preciosa manifestación de solidaridad de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador ante la conciencia nacional e internacional, denunciando y considerando lo que significa este tremendo hecho. Solamente al final, las disposiciones: Exige una verdadera y objetiva investigación del crimen que se sancione conforme a la ley a los culpables intelectuales y materiales. El cese efectivo de la persecución a la Iglesia, pueblo de Dios y sus pastores, y de la represión generalizada en todos los rincones de la patria. Que el gobierno ordene a todos los niveles, el respeto efectivo de los derechos y garantías individuales y colectivos, garantizados por la Constitución política y los pactos y tratados internacionales sobre derechos humanos, de los que nuestro país es signatario. Termina presentando su condolencia al presbiterio y a la diócesis de San Vicente y a toda la Iglesia de El Salvador. OTROS HECHOS DE LA COMUNIDAD ARQUIDIOCESANA- Toma de Catedral por el BPR. Queremos también, con este motivo de que estamos recordando hechos de nuestra comunidad vividos en la semana, dirigirnos a los que han ocupado la Catedral, razón por la cual nos encontramos aquí pidiendo de nuevo la hospitalidad de nuestros buenos hermanos los padres Dominicos en su iglesia de El Rosario. Al fin es un hogar, la madre del Salvador está aquí, Nuestra Señora del Rosario, y ante ella queremos recordar que la Iglesia en sus templos es una zona de libertad y de verdad, pero no se debe abusar de la hospitalidad. Una semana antes, las Ligas Populares 28 de febrero ocupan Catedral -por suerte que nos respetaron las fiestas patronales, fueron caballeros en eso-, pero apenas se estaba terminando la fiesta, el BPR, amparando sindicatos en huelga, ocupa la Catedral nuevamente y estorba nuestro culto de la Catedral. Si la verdad es que la Iglesia es un signo de libertad y desde allí se está predicando la justicia por parte de ella, sería muy consecuente con las reivindicaciones populares, que se respete el lenguaje propio de la Iglesia y que se dejen los templos únicamente para lo que la Iglesia los ha construido, precisamente al servicio del pueblo. No por un culto muerto, sino como lo está viviendo hoy: con una denuncia viva de las realidades del país. Si de veras interesa el componer esta situación del país, sería bueno respetar ese lenguaje propio de la Iglesia y no interferirlo con otros abusos del asilo de los templos. No se debe impedir a la Iglesia que realice su misión específica de predicación liberadora desde el evangelio, su lucha por la justicia y la promoción de los hombres. Así, cuanto más limpio suene el lenguaje de la Iglesia, se está presentando mejor servicio aún a todas las reivindicaciones de otros grupos salvadoreños. Les ruego que reconsideren esto y que respeten ya más los templos, tanto más que "La ocupación de Catedral -como dice vulgarmente el pueblo- ya está muy choteada, ya no tiene fuerza". Lo que allí se está ventilando hoy es el conflicto laboral de las empresas IMES, Pan Lido y Fabril de Aceites San Miguel. En cuanto a IMES, una industria norteamericana que allá tiene su parte patronal y no manda la respuesta a las soluciones sino a través de unos abogados con poderes muy limitados. Sería bueno que la patronal de IMES se hiciera presente y no se estuviera tan aislada allá, en los Estados Unidos, y viniera a ver qué es lo que está pasando en su fábrica, donde han despedido 360 obreras y no se trata de buscar una solución. En cuanto a Fabril de Aceite y Pan Lido, no han negociado el contrato colectivo. Entonces la ocupación de Catedral no es culpa de las autoridades de la Iglesia. Ministerio de Trabajo, fábrica Pan Lido, IMES, Fabril de Aceites, son éstas, precisamente, las que tienen que resolver el problema para que nos dejen libre también el templo. Lo justo, la Iglesia siempre lo ha apoyado. Queremos mencionar con cariño la visita que hicimos ayer a San Antonio Los Ranchos. Ante aquella gente sencilla que nos dice que comprende bien la palabra que se predica desde nuestras homilías, ¡queda como ridícula la incomprensión de los que no quieren oír, del orgullo, de la soberbia!. Como decía Cristo. "Te doy gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a los sencillos y a los humildes y en cambio no las revelas a los soberbios y orgullosos". Que llegan hasta a decir que las homilías de la Catedral son precisamente la causa de todos los males de país, cuando nuestro pueblo humilde comprende que la palabra del evangelio que consuela y alienta es cabalmente ésta que predica la Iglesia; desde el sacerdote más humilde, hasta el Papa, siempre en la misma línea de derechos humanos, de respeto a la ley de Dios, de paz, de amor. Eso es siempre, de modo que en la comunidad de San Antonio Los Ranchos, donde asistieron también otras comunidades, tuve el consuelo de encontrar este eco generoso a la palabra del Señor. Yo quiero felicitar a los párrocos y a las religiosas de la Asunción que trabajan en aquel sector, y a todos los catequistas que colaboran. Murió una religiosa del Buen Pastor; le damos nuestra condolencia a la Congregación. El miércoles de esta semana que viene es la fiesta de la Asunción. El Tránsito de María en cuerpo y alma al cielo encuentra también lugares de celebración muy hermosos entre nosotros, principalmente la parroquial de Mejicanos, donde es patrona, y la parroquia Flor Blanca, donde es patrona. Varios institutos religiosos la tienen por patrona. Yo quiero agradecer a los seminaristas que han organizado esta fiesta de la Asunción el próximo miércoles 15, a las 7 de la noche, en la iglesia de San José de la Montaña, porque han querido unirla con una fiesta personal mía. El viernes 17, San Jacinto. La parroquia de San Jacinto está de fiesta. El miércoles a las 7 de la noche, tendremos allá la misa. Esta es la comunidad con estos acontecimientos propios nuestros, y los he querido mencionar al principio para que miren que el objeto de la predicación del obispo es tener en cuenta estas realidades de su diócesis, de sus parroquias, de sus religiosos, de sus sacerdotes; su relación también con otras diócesis se ilumina con la luz de la fe y no con otras luces. No es una finalidad política, no sociológica, ni económica, no estamos nosotros enviados a esos campos más que para iluminarlos con la misión propia nuestra que es del evangelio. Entonces, buscamos en la palabra de Dios, sobre todo en el domingo lo que el Señor nos quiere decir. B. La palabra de Dios hoy ilumina la figura de nuestro Divino Salvador. Cap. VI de San Juan culmina hoy: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Yo me alegro -ya les anuncié desde hace tres domingos- que la Iglesia en liturgia ha hecho un paréntesis al evangelio del año, que es San Marcos, para presentarnos durante cuatro domingos un capítulo precioso del evangelio de San Juan. El capítulo sexto es donde Juan nos dice todo su pensamiento acerca de Cristo y de su presencia en la eucaristía. Al analizar esto, conocemos mejor los que significa la fiesta patronal de El Salvador, el Divino Salvador del Mundo. Les decía yo que era el hecho de esta semana para agradecer a las comunidades que asistieron a la misa comunitaria frente a Catedral. Un acontecimiento inolvidable por la participación de sus cantos y el fervor de sus plegarias; y a través de la radio, también la nación unida a la plegaria. ¿Por qué confiamos en el Divino Salvador?. Porque Él, en este capítulo sexto de San Juan, nos revela la razón de ser suya. ¿Qué es Cristo para la humanidad?. Ya en los dos domingos anteriores hemos hecho la homilía sobre el capítulo sexto y hoy llegamos al culmen de la revelación, cuando Cristo les dice a sus críticos: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". De allí tomo el título de la homilía de este domingo: EL DIVINO SALVADOR, CARNE PARA LA VIDA DEL MUNDO1. La carne en el hombre sin Cristo. 2. La carne en Cristo: vida de Dios en carne humana. 3. La carne del hombre sólo se libera y se promueve por la Carne de Cristo que da vida al mundo. Ojalá que quede claro mi mensaje y vean, queridos hermanos, que ante todo, lo que yo quiero en mi predicación es dejar al alcance de todos, hasta del más sencillo, el gran mensaje del evangelio, al cual yo sirvo con todo mi corazón y no quisiera que se distorsionara, que lo que se sacara de la predicación fuera no la crónica de la semana, no la crítica al gobierno, no la denuncia del pecado; eso viene por añadidura, eso viene como la iluminación del evangelio que tropieza con esas realidades. Pero lo principal que yo quisiera que se llevaran de mi predicación es la luz del evangelio, con la cual ustedes mismos podrán iluminar no los hechos que yo señalo, sino los hechos concretos de ustedes, de su familia, de su vida, de sus amistades, de su empleo; porque para eso se predica, para que cada cristiano que reflexiona el evangelio, ilumine en su vida y desde su vida las realidades que lo rodean con criterios de Cristo. Y el gran criterio que Cristo nos da hoy es bajo ese título: la carne. 1. LA CARNE EN EL HOMBRE SIN CRISTO: VIDA SIN FE.a) ¿Qué es la carne en la Biblia?. Qué importante es esto, porque en primer lugar yo quiero preguntar: ¿qué es la carne?. Y no a ustedes que me podrían dar tantas opiniones de lo que ustedes creen, y de verdad juicios muy certeros. ¿Qué es la carne?. La carne según la Biblia, quiero presentarla yo. - Vida. Según la Biblia esta palabra carne parece como expresión de vida. Toda carne verá la salvación de Dios -dice la Biblia- todo hombre, todo viviente. - Cuerpo. Significa también el cuerpo en cuanto contraposición a lo espiritual. El hombre es un compuesto de alma y cuerpo. El cuerpo se llama en la Biblia, la carne, pero no la distinción filosófica que vino mucho después de los considerandos bíblicos, sino que cuerpo y alma la Biblia los toma muchas veces como carne. Carne es, pues, el cuerpo del hombre animado por una vida. - Persona. No seamos tan estrictos cuando leamos la Biblia en separar el cuerpo del alma con los criterios posteriores de la filosofía griega, sino que veamos con sencillez la Biblia; y es el cuerpo animado por el espíritu, es la persona. La Biblia llama carne a la persona. La carne de fulano de tal, fulano de tal es la persona. Esta persona, esta vida tiene dos vertientes porque fue creada por Dios en santidad original, hija de Dios, en gracia de Dios, en amistad con Dios; la carne de Adán, carne de hombre, carne de humanidad, sin pecado. - En Adán perdió la justicia original. Concupiscencia... fragilidad... mala inclinación. "Hombre viejo", carnal. Pero una vez cometida la desobediencia del pecado, se convierte en carne de pecado, carne inclinada al mal. La carne, entonces, la Biblia la considera como el hombre en sus malas inclinaciones, el hombre carnal, el hombre egoísta, el hombre hipócrita, mentiroso, ambicioso. Todo eso malo que llevamos en nosotros, lo llamamos hombre carnal. La carne ya toma un sentido peyorativo, un sentido de maldad, de inclinación, de concupiscencia. - En Cristo recupera la justicia perdida: vida según el Espíritu. "Hombre nuevo", obra del Espíritu. Frente a esa vertiente del hombre malo, inclinado al mal, está la vertiente del hombre espiritual, la carne según el espíritu. Es lo que San Pablo llama carne en Cristo. Cristo, el segundo Adán, vino a redimir la carne del pecado, pagó los pecados de la carne y también curó las malas inclinaciones del hombre. Por eso, el hombre redimido es la carne, es el hombre pero ya inserto en Cristo, que a pesar de sentir las tentaciones y las inclinaciones del mal, siente también la fuerza de Dios que lo salva. La carne, pues, tiene dos sentidos: carne, la tendencia al mal; y carne redimida, mal pero con tendencia hacia el bien. b) La carne en las lecturas de hoy. Teniendo en cuenta estos conceptos, las lecturas de hoy nos presentan la carne del hombre sin Cristo; es decir, la carne tal como la traemos de Adán y Eva, la carne que nace del hombre y de la mujer. Lo que nace de la carne es carne. Un niño, una niña recién nacidos han nacido de la carne. La carne con sus concupiscencias de la que Cristo dice: "La carne no aprovecha para nada". La carne es pecado o tendencia al pecado. A esto me refiero, cuando en las lecturas de hoy, busco al hombre la carne sin Cristo. - El conflicto entre Elías y Jezabel, mujer de Ajab. Jezabel es la mujer del rey Ajab. Mujer mala, que cuando vio que Elías luchaba por los derechos de Dios contra los falsos profetas, le mandó un recado como los que manda la UGB hoy: "Mañana a estas horas, tú estarás también con los falsos profetas, muerto". Elías tuvo miedo. ¿Quién no siente miedo ante una amenaza de muerte?. Y Elías emprendió la huida porque la UGB le había amenazado, Jezabel, la perversa mujer de Ajab. - Figuras de la carne sin Cristo: Jezabel vengativa, Elías desanimado. Yo encuentro tanto en Jezabel como en Elías, la carne sin Cristo. Jezabel, con sus tendencias criminales, vengativas, es la carne sin Cristo. Elías también se olvida un momento de la protección de Dios y huye: la carne miedosa, el cobarde, el que se esconde, el que huye; también esa es carne sin Cristo, el hombre cobarde. - Oposición al Espíritu. San Pablo habla: "No se opongan al Espíritu". Los hombres que se oponen al espíritu, son carne sin Cristo. Toda oposición a la Iglesia es carne sin Cristo. Todo el crimen para matar la vida es abuso, es carne, es crimen de hombres sin Cristo. - Actitudes de amargura, ira, enfado, insultos. Y en la segunda lectura, también, San Pablo nos dice que no nos dejemos llevar por la amargura, por la ira, por los enfados, por los insultos. Todo eso también es carne sin Cristo. Analicemos nuestra propia pobre carne cuando se deja llevar de las amarguras, de la ira, del odio, del rencor; estamos haciendo el honor a la carne del pecado, a la carne sin Cristo. - "Los judíos"... cuando se pierde la fe, se pierde la dimensión divina de Cristo y se ve sólo su carne, "el hijo de José"... La murmuración sustituye a la fe. Esto me interesa mucho en este primer pensamiento mío, lo que Cristo dice de la carne sin Él. Cuando Cristo habla de la vida eterna, el pan que ha bajado del cielo que es Él, que trae la vida eterna, le critican los judíos. Cuando San Juan usa este término "los judíos", generalmente quiere entender los enemigos de Cristo, las autoridades rebeldes a Cristo en el tiempo de los judíos. Porque si es cierto que toda autoridad viene de Dios, los hombres quieren endiosarse con esa autoridad y se creen más que Dios. Y quisieron juzgar a Cristo y le dijeron y criticaron porque decía: "Yo soy el pan bajado del cielo". Y decían: "¿No es este Jesús, el hijo de José?. ¿No conocemos a su padre y a su madre?. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?". Este episodio es bien interesante, hermanos, para comprender la crítica contra la Iglesia. La crítica contra Dios sólo puede proceder cuando se ha perdido la fe. Cuando el pueblo de Israel caminaba con Moisés por el desierto, mientras creía, iba bien, pero cuando comenzó a dudar de Dios, cuando comenzó a murmurar y a criticar, fue necesario que vinieran los castigos de Dios para hacerlos creer otra vez. También Cristo sintió esa tentación; le criticaron su misión: "¿Cómo va a venir del cielo éste que ha nacido de José y María?. ¿Cómo va a traer sabiduría de vida eterna si aquí ha vivido entre nosotros?". ¿Ven?, el hombre carnal; la carne, aun la carne de Cristo, el hijo de María Inmaculada y del Padre Eterno, Dios y Hombre cuando lo miramos sólo con los ojos de carne sin Cristo, sólo descubrimos en Él al hombre, al hombre como nosotros; y lo criticamos porque lo podemos sentar en el banquillo de los acusados. Mucho más a su pobre Iglesia, a sus obispos y sacerdotes, los llamamos con mucha facilidad: "marxistas", "subversivos", "criminales; "Ustedes tienen la culpa de todo el mal que está pasando". Esta es la voz del hombre sin Cristo, porque hasta el mismo Cristo, cuando se pierde la perspectiva de la fe divina, aparece como un hombre vulgar, criminal, también hay que sentenciarlo a muerte. ¡Hasta Cristo perece cuando se ha perdido la fe!. Por eso, Cristo, que ve la vulgaridad de esta opinión, no le hace caso; está muy por encima de todo eso y lo que hace es ratificar su afirmación: "Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Si ustedes no lo quieren creer, es porque han perdido la fe. Carne sin Cristo se han hecho, porque yo les estoy ofreciendo el pan de vida eterna y ustedes no lo quieren". Es la carne sin trascendencia. c) Carne sin Cristo entre nosotros. - Cuando Cristo deja de ser el "absoluto", se "absolutizan" otros valores. En mi carta pastoral, tres absolutizaciones que explican la trágica "polarización" de nuestro país. En la cuarta carta pastoral, que está para salir ya, yo denuncio en nuestro ambiente, tres absolutizaciones. Llamo así, absolutización, la actitud de un hombre que considera absoluto lo que él opina y ya lo demás le sale sobrando. Cuando ese absoluto no es Dios ni es Cristo, como lo judíos nos hacemos absolutos. Y si es cierto que en El Salvador hoy hay lo que se llama ya mucho la "polarización", entonces lo podemos llamar también "absolutización". Absolutización de la riqueza y de la propiedad privada. Yo denuncio, sobre todo, la absolutización de la riqueza. Éste es el gran mal de El Salvador; la riqueza, la propiedad privada como un absoluto intocable y ¡ay del que toque ese alambre de alta tensión, se quema...! Se olvidan estas carnes sin Cristo que la riqueza no es Cristo ni es Dios. Que la absolutización de la riqueza y de la propiedad privada es un gran error. "La propiedad privada la respetamos -dice el Papa- pero no tienen que olvidar, que sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social". ¿Qué quiere decir el Papa?. Tomando palabras de la tradición, la propiedad privada no es un absoluto, tiene una condición que nuestra Constitución política de El Salvador lo reconoce cuando dice: "... la propiedad privada en función social". Lo que se tiene no es sólo para uno, lo que se tiene es como don de Dios para que lo administren al servicio del bien común. No es justo que unos pocos tengan todo y lo absoluticen de tal manera que nadie lo pueda tocar, y la mayoría marginada se esté muriendo de hambre... - Absolutización del poder. Otra absolutización de los hombres que han perdido la fe en Cristo: la absolutización del poder. Se llega hasta la filosofía de la seguridad nacional, en donde todo se permite por el dios poder. "Y resulta ridículo -digo en mi carta pastoral- que en nombre de la seguridad nacional, se ha instalado una gran inseguridad en el pueblo". Esta absolutización del poder es mala, porque el poder no es Dios; el poder no es Cristo, y si todo se subordina al poder, toda opinión, toda expresión que quiera criticar y componer mejor las cosas será reprimida. Y ésta es la represión que está pasando en nuestro país: la absolutización del poder. - Absolutización de la política. Pero hay otra tercera absolutización que está en esta línea del evangelio que estamos meditando. Es la absolutización de la política. Cuando mi opción política, lo que yo pienso que es la solución política, mi partido, mi organización, la creo como un absoluto; y no debo dialogar con nadie porque yo tengo la llave de la solución, que vengan a mí, yo no voy a nadie. Entonces tenemos también un fanatismo, un sectarismo que es ridículo; y que en esta hora en que el país sufre, es también un crimen la absolutización de las organizaciones políticas. Y resulta que los servidores de la absolutización de la derecha, que hoy aquí en El Salvador es la riqueza, la propiedad privada, el poder político, servidores de ese frente de ultraderecha, las organizaciones fantasmas o reales que amenazan a muerte, que acribillan a balazos, que amenazan, que secuestran; todo eso es el servicio al falso dios. Eso es también idolatría horrorosa de dioses que se están cobrando vidas humanas. Servidores del dios Moloc. También las organizaciones armadas de la ultraizquierda; son crímenes de absolutización, son idolatrías, son pecados, unos y otros están pecando en sus polarizaciones contra el mandamiento de la ley de Dios. A Dios hay que obedecer... APLICACIÓN A LOS HECHOS DE LA SEMANAEs aquí donde yo quisiera hoy mencionar el otro aspecto de la semana. El primer aspecto era nuestra comunidad. Ahora fíjense como, desde la comunidad cristiana, nosotros iluminamos con el Evangelio la realidad que nos rodea: realidad social, realidad política, realidad económica. Y tenemos obligación de hacerlo, hermanos. Hacerlo no es meterse en política, es llevar la lámpara de la fe y cumplir la misión que Dios ha puesto al hombre en el mundo, de organizar al mundo según Dios. Y el Pueblo de Dios, nosotros la Iglesia, si de veras venimos a la iglesia a iluminar nuestro cerebro, nuestro corazón con la palabra de Dios, tenemos la capacidad para criticar lo malo y lo bueno que hay a nuestro alrededor. Cómo no va a criticar la Iglesia en esta semana, las capturas de: Kelvin Archila, obrero, en las instalaciones de la Fábrica IMES, por 12 policías de Hacienda; se encuentra detenido en las cárceles de la Policía Nacional. José Adolfo Cartagena, Simón Brizuela, Fidel Arias, todos campesinos del cantón Las Minas de Chalatenango, capturados el 5 de agosto por un contingente de Guardias Nacionales y soldados que invadieron todos los cantones aledaños y los condujeron con rumbo desconocido. Me interesa mucho este caso porque allá, en La Minas, se preguntaba mucho por el Padre Fabián Amaya: ¿A qué hora llegaba?. Quiero denunciarlo con tiempo, porque si le pasa algo, tengan en cuenta este detalle. Rafael Humberto Alarcón, de 18 años, capturado también por agentes vestidos de civil y uno encapuchado, en su propia habitación. A última hora, Juan María de León Guevara, campesino originario de El Paisnal, también llevado a la Guardia Nacional. Óscar Vicente Araujo Mata, capturado desde el 10 de agosto, por la Guardia Nacional. Fidel Ángel Ortiz, que fue capturado desde el 26 de julio y a pesar del recurso de exhibición personal, no se da con él aun cuando la familia ha ido por todas las cárceles del país. Quiero denunciar también, porque es un crimen, el asesinato del secretario del Juzgado de Paz de San Esteban Catarina que, según informes, parece -por la literatura que se encontró junto a su cadáver- de las FPL. Yo quiero adelantar, antes que la maledicencia diga lo contrario, que este asesinato no tiene ninguna relación de parte del Padre Alirio a pesar de haber sido matado en ese mismo pueblo. En cambio, sí tienen relación las capturas y amenazas que ya comenzaron en San Esteban Catarina, ojalá que el crimen del padre no se vaya a agravar más, con más torturas y amenazas y ofensas a los derechos humanos de aquella humilde población. Tenemos que denunciar tantas amenazas y capturas, y la psicosis que estas amenazas van creando en el ambiente. Porque además de la amenaza, hoy está la contra amenaza: de quienes suponen que los que amenazaron fueron fulano y zutano y se van a cobrar venganza sin estar seguros. A Monseñor Rivera le pasó algo de esto, a otros cristiano de San Sebastián le pasa lo mismo; y sé de otros casos en que porque los amenazados sospechan que es un enemigo tal, que los ha mandado amenazar, ya van a ir a cobrarse venganza de aquel enemigo sin estar seguros. Esta situación se presta a muchos abusos, desquites personales. Yo los quiero suplicar, en nombre de nuestro Señor, Príncipe de la Paz, que no nos prestemos a esta clase de chambres y tan trágicos que pueden terminar con tantas vidas inocentes. ¿Cómo no va a denunciar la Iglesia todo esto?. El secuestro el 9 de agosto de don Jaime Conde, español. Secuestro que nadie se atribuye. Pero quienes sean, si están escuchando, consideren que un atropello a la libertad del hombre es también un crimen. El gobierno de Estados Unidos, preocupado por la situación de El Salvador, ha tenido cosas muy interesantes que salieron en la prensa estos días. Recordarán, por ejemplo, cuando El Mundo publicó: "Señalan en Estados Unidos peligro para El Salvador". Que al ver la semejanza de nuestra situación con la de Nicaragua, enviaron nada menos que al Subsecretario de Estado, Viron P. Vaky. En una entrevista en una visita muy privada; pero ya que se publica podemos decir: se entiende que el Sr. Vaky llegó a la conclusión de que la situación salvadoreña es copia fiel de lo que pasó en Nicaragua. Que la polarización entre el Gobierno ultraderechista del Presidente Carlos Romero y la oposición se está volviendo tan intensa que torna improbable la solución moderada y aceptable a las dos partes. Y explica en otro apartado entre comillas -son palabras del periódico que publicó esto allá en Estados Unidos-: "que el Señor Viron P. Vaky regresó de su visita a El Salvador con la impresión de que el régimen de Romero sufre un complejo de persecución y no está dispuesto a hacer ninguna concesión que facilitara el proceso de liberación". ¿En que quedamos?. Cuando aquí se anuncian elecciones libres, y otras cosas... allá en Estados Unidos, observadores de tanta categoría como es la misma Secretaría de Estado, llegan a decir que nuestro gobierno no está dispuesto a hacer ninguna concesión que facilite el proceso de liberación. Es triste, pero si esto fuese cierto, están cerrando la válvula que puede dar escape a esta situación explosiva. Esto no puede ser así... Esperamos que lo que anuncia el periódico: "El Presidente promete noticias de impacto para la próxima semana", que de veras nos dé este impacto de poder creer que la autoridad, que tiene que ser fuerza moral para dar solución a los problemas del país -como dice el Concilio-, "fuerza moral sobre base de libertad", sea esa la fuerza moral de nuestro gobierno, no la del fusil, no la de la metralleta, no la del cateo, no la de la represión... Queridos hermanos, nosotros como comunidad que estamos iluminando estas realidades -realidades, no son fantasmas, presentadas por criterios imparciales, observadores políticos- no nos metemos a juzgar políticamente estas cosas, pero desde el evangelio decimos: "Eso no se puede hacer, este no es el camino". Y a ustedes les digo como cristianos: el camino seguro es el de la oración y también de la participación; pero por la participación legítima por donde Dios quiere. Como miran, estamos como sentados en un polvorín; esto puede estallar si no es que está estallado ya. Para mí, casi es una guerra civil la que está pasando, una guerra civil clandestina en que la extrema derecha y la extrema izquierda se están cobrando. ¿No es eso una guerra? Quiera Dios que no vaya a desencadenarse más esto y que más bien encontremos a tiempo las soluciones que una fuerza moral, sobre base de libertad, pueda encontrar para nuestro querido país... Yo creo que no es necesario tener que pagar con el precio tan caro que pagó Nicaragua su liberación -que todavía está ahora en veremos- cuando nosotros aquí podemos, precisamente, buscar una solución muy salvadoreña. Yo creo en la capacidad de los salvadoreños y creo que si se le espeta su libertad desde una fuerza moral que haga querer a la autoridad y no odiarla, los salvadoreños serán capaces de encontrar una solución, no a imitación de Nicaragua sino de nuestra propia solución salvadoreña... Esta es la carne sin Cristo. ¿Ven a dónde llevan tantas polarizaciones, tantos absolutos cuando se olvida al Único Absoluto? 2. LA CARNE EN CRISTO: UNA VIDA DE DIOS EN CARNE HUMANAa) El misterio de la encarnación. Los que no conocieron a Cristo y lo confundían con el hijo de José, con el carpintero de Nazaret, carnes sin Cristo, es porque no tuvieron en cuenta la Encarnación. Fíjense que ese nombre tan bonito de nuestra religión, la encarnación, nos está diciendo el sentido sublime de la carne. Cuando hubo una Virgen Purísima -bendito sea Dios que estamos haciendo este recuerdo en un templo de la Virgen, la Virgen del Rosario. Saludémosla siempre en el Ave María: Llena de gracia, el Señor es contigo-. Cuando hubo un ejemplar de la humanidad tan puro, tan santo como María, Dios le pide el consentimiento para encarnarse, para hacerse feto en sus entrañas y nacer como niño en Belén, y crecer amamantando a sus pechos: como hombre verdadero podía decir Él: "Tengo una mamá". El Hombre-Dios, esto sí es el Absoluto, porque Él trae toda la vida de Dios cuando el ángel le dice a María: "La virtud del Altísimo te cubrirá con su manto y lo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios". Ninguna mujer ha escuchado eso, porque ninguna mujer ha podido también unir las dos grandes coronas de la mujer: la virginidad y la maternidad. María las une porque es el tipo de la mujer que da de sus entrañas vírgenes y puras la fecundidad a la vida de Dios que ya se encarna, se hace carne-Dios. El verbo se hizo carne. - La gran revelación: la carne-Dios. Esto es lo que quiero decir en mi segundo pensamiento. No, yo, sino Cristo, cuando hoy en el evangelio nos habla de un principio de vida que se encarna. Cuando Él dice: "Nadie ha visto al Padre sino el que viene de Dios", es Él. Y cuando dice, comparando con la comida que conocían los judíos: el maná: "Los que comían el maná, volvían a morir, pero el que come el pan que Yo daré, vivirá para siempre, no podrá morir": ¿Cuál es ese pan? El pan que yo daré, mi carne, para la vida del mundo. La gran revelación: la carne, el Dios que se ha encarnado. La carne de Cristo no es como nuestra carne, que nos matan y es un cuerpo que se pudre y el espíritu vuela desencarnado a Dios. Cristo, carne y espíritu, alma y cuerpo, todo es bajo una sola persona divina: el Verbo. El Verbo se hizo carne, todo lo que hace ese Verbo carne, es Dios, tiene valor infinito. Por eso cuando esa carne Dios es crucificada y entre los dolores de la carne, le da los méritos de Dios, la redención es infinita; y cuando llora porque lo persiguen, porque no le quieren entender su lenguaje, sus lágrimas, sus quejas, son quejas de Dios. Nadie puede comprender, sino con gran fe, el misterio de Cristo que es lo que tratamos de predicar en todos nuestros domingos. b) En las lecturas de hoy. Ese Dios que Cristo encarnó es lo que buscaban los hombres sin Dios, sin Cristo. - La fuerza de Dios que busca Elías en su debilidad. Recuerden ahora, otra vez, la primera lectura. Elías desalentado, defraudado, perseguido, amenazado, encuentra la fortaleza cuando un signo en el desierto le hace sentir que Dios está muy cerca. El pan misterioso que encuentra junto a él: "Come y con ese alimento caminarás". Recobra fortaleza y camina cuarenta días hasta el Monte Sinaí donde nos cuenta aquella preciosa teofonía: Vas a ver a Dios. "Sintió un huracán y -dice- en el huracán no estaba Dios. Sintió un incendio y -dice la Biblia- en el incendio no estaba Dios. Sintió un gran terremoto y -dice la Biblia- en el terremoto no estaba Dios. En cuarto lugar una suave brisa -acariciante como la de nuestros amaneceres o de nuestros atardeceres- allí estaba Dios. Parece que el Señor le quiso enseñar a Elías: no es la violencia, no es la fuerza de los elementos la que va a traer soluciones; te voy a inspirar en la suavidad de mi pensamiento, en la brisa de la paz. Y le dio las consignas bajo esa brisa: la victoria segura sobre su enemiga Jezabel, el rey que iba a ser cambiado, señalado por el profeta y otros signos de la victoria y de las cosas que se componen, no con los huracanes, ni terremotos, ni incendios, sino con la suave brisa del pensamiento de Dios. - El principio divino que renueva al hombre por dentro. Aquí tenemos que ese Dios de la brisa es el que se encarna en nuestro Señor Jesucristo; y, sobre todo, hermanos, yo quisiera ver a Cristo Nuestro Señor cuando San Pablo en la segunda lectura de hoy nos dice: "El Espíritu que nos sella". El hombre que cree en Cristo va como sellado por el espíritu de Dios. O cuando nos habla de Cristo: "el Dios que me ha enviado para perdón de los pecados, para hacernos a todos los hombres hijos de Dios por la gracia". Cuando Dios nos dice en la segunda lectura de hoy "Amad como Cristo se entregó por vosotros. Así se ama". La única violencia que admite el evangelio es la que uno se hace a sí mismo. Cuando Cristo se deja matar, esa es la violencia, dejarse matar. La violencia en uno es más eficaz que la violencia en otros. Es muy fácil matar, sobre todo cuando se tienen armas, pero ¡qué difícil es dejarse matar por amor al pueblo! 3. LA CARNE DEL HOMBRE SOLO SE LIBERA Y SE PROMUEVE POR LA CARNE DE CRISTO QUE DA LA VIDA AL MUNDOa) Sólo debe haber una "absolutización" para los hombres: Cristo que nos lleva al padre, cabeza de la carne redimida. Cuando Cristo en el evangelio de hoy nos asegura los medios como podernos hacer miembros de esa carne de Dios, nos está ofreciendo lo más rico que puede tener nuestra fe. Yo quisiera que aquí mis palabras recobraran toda la elocuencia y eficacia para que cada uno de ustedes, como yo, supiéramos comprender que nuestra vida, nuestra carne no tiene sentido, que es un absurdo cuando la absolutizamos en cosas de la tierra. Cuando luchamos por liberaciones únicamente del tiempo, vale, sí, pero no vale todo lo absoluto que Dios ha puesto en nuestra capacidad humana. Que de veras somos hombres grandes aunque sea el más pequeñito de la comunidad, pero que se incorpore a la vida en Cristo. Cristo es el que nos da sentido a nuestra vida. Por eso, El se afana en este capítulo sexto de San Juan en presentarse como la figura del pan. El pan se come y se hace substancia de mi propia vida. Así debía ser Cristo, que me lo comiera, para que yo me hiciera Cristo, asimilarse a Cristo. Que cada cristiano pudiera decir como San Pablo: "Vivo yo, pero ya no soy el que vivo, es Cristo el que vive en mí". Cuando Pablo VI hablaba de la Iglesia comprensiva de los movimientos reivindicativos de la hora actual, decía que la Iglesia también aportaba hombres liberadores para esta hora de la Iglesia y de la historia. Y ¿cuáles son esos hombres liberadores? El Papa decía: "aquellos que la Iglesia arma con una gran iluminación de fe, con una gran inspiración de amor y con una doctrina social bien prudente y bien eficaz". Cuando haya cristianos en El Salvador verdaderamente iluminados por la fe y por el amor de Cristo, y bien compenetrados de la doctrina social de la Iglesia, entonces tendremos en medio de organizaciones políticas la presencia de una Iglesia llevada por ustedes los laicos que tiene que ir a los campos políticos, sociológicos, económicos, técnicos; ustedes los seglares que tienen que ser los santos del mundo, santos políticos, santos comerciantes, santos profesionales; lo serán en la medida en que su profesión, su acción política se ilumine por el Cristo que es vida de Dios encarnada en el hombre. b) ¿Cómo se realiza esa liberación y promoción por al carne de Cristo?. En el evangelio de hoy, Cristo nos ofrece tres medios y aprovechémoslos primero la fe, segundo la gracia y tercero los sacramentos. - La fe... dejarse "enseñar de Dios". Para que miren que mi predicación es netamente eclesial, digo que no hay un hombre cristiano si no es por una fe como lo ha dicho Cristo hoy: "Nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae". - Es gracia de Dios la fe. La fe no es el producto de una reflexión humana. Nada humano puede producir algo divino y la fe es divina: sólo Dios la puede dar. Cuando el Padre me inspira: ¿quién es Cristo?, debo de darle gracias a Dios porque como Cristo le dijo a Pedro: "Eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre que está en los cielos". Es la fe que a esta carne de la tierra el hombre lo ilumina con luces de cielo. ¡Que no se pierda la fe!, queridos hermanos. Que cada vez busquemos más seguir a Cristo. - Ir al Hijo. Qué expresión más hermosa: "Venid a Mí", dice Cristo; "nadie puede venir a Mí si el Padre no lo trae". "Venid a Mí" es tener confianza en alguien. Cómo me da gusto cuando en los pueblitos humildes, la gente y los niños se agolpan a uno; vienen a uno; o va llegando uno al pueblo y le salen al encuentro, llegan con confianza porque saben que les lleva uno el mensaje de Dios. Esta es la fe que Cristo quiere: "ir a Él". Que lo busquemos con la confianza con que angustiado busca a alguien que lo puede proteger. Creer en Cristo es tener confianza en Él, poner en Él toda nuestra vida. Pues eso no viene sino por el Padre. La fe es un don de Dios y El Salvador tiene mucha fe, la que nos enseñaron nuestros abuelos y nuestros padres. ¡No la perdamos, por favor! - La gracia... (reconciliación... filiación divina). ¿Qué es la gracia? La gracia es la conversión del hombre que deja el pecado por vivir en amistad con Dios. Parecido a la fe pero más vivencial todavía. Es hacer mía la vida de Dios. Estar en gracia de Dios es estar en vida de Dios, de tal manera que cuando muere un hombre aquí está su destino. Si está en gracia de Dios, su destino es el cielo, la compañía de Dios para siempre, la vida de Dios que ya la tiene desde la tierra. Si no está en gracia de Dios, si está en pecado, si es víctima de sus pasiones, si sólo es un hombre de la carne sin Cristo, por más inteligente o hermosa que sea, allí no hay más que pecado y no puede entrar en el Reino de los cielos. ¡Vivir en gracia de Dios!, procuremos. - la Eucaristía y demás sacramentos: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Cabalmente el capítulo sexto de San Juan, dicen los comentaristas que fue escrito porque San Juan no quiso narrar, como los evangelios anteriores, la última cena así escueta y real: "Tomó pan en sus manos -lo que voy a hacer yo en la misa- y dijo: esto es mi cuerpo, esta es mi sangre". Eso no lo cuenta San Juan, pero nos cuenta una cosa más profunda, lo que significa ese sacramento. Podíamos decir que San Juan dio la charla presacramental y los otros evangelios administraron el sacramento. Lo que hoy está haciendo la Iglesia, que no se bautice a nadie sin saber lo que va a ser el bautismo, que no se dé la confirmación si no sabe lo que es la confirmación. Así también, que nadie comulgue sin saber lo que es la comunión y que el sacerdote no celebre misa sin saber lo que está haciendo cuando dice, tomando en sus manos el pan para convertirlo en el cuerpo del Señor: "Esto es mi cuerpo". Pero cuando uno ve a San Juan en el capítulo sexto, sí sabe por qué comulga. Sabe que aquel sabor de la hostia que es sabor de trigo, mi fe lo convierte en vida eterna. Entonces comprende uno la gran frase que hemos tratado de comentar hoy. "Este es el pan que yo daré, mi carne para la vida del mundo". Mi carne, pero no carne como la de los hombres sin Cristo. Carne de Cristo donde Dios se encarnó con toda la potencia, con todo el amor, con todo el mérito de la cruz, con toda la santidad de Dios en ese bocadito insignificante: la comunión, el pan que es carne de Dios que viene a santificar y cristificar y espiritualizar toda mi carne sin Cristo. Señor, debíamos de decirle al terminar: no permitas que yo sea más un hombre sin Cristo, sino que habiendo conocido la belleza de tu encarnación, entonces, queremos nosotros ser hombres incorporados a Cristo. Que ojalá todas las comunidades que han tratado de hacer esta reflexión, sin salirse de la realidad del país y de la iglesia, traten de ser bienhechores desde una Iglesia donde Cristo administra sus sacramentos para darnos su carne que es vida del mundo, y desde allí ser luz y vida para todo el mundo. A eso estamos llamados como pueblo de Dios para que en todo lo que nosotros hagamos, seamos de verdad misioneros de la paz y del amor en medio de un pueblo. Así sea...
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Queridos hermanos:
- Fiesta patronal... Iglesia "entre los consuelos de Dios y las persecuciones del mundo" Llegan las fiestas patronales del Divino Salvador y encuentran a nuestra Iglesia con esa señal de la autenticidad que el Concilio Vaticano II describe así: "Entre los consuelos de Dios y las persecuciones del mundo". Esta tarde tendremos la tradicional Bajada a las 4 de la tarde. Que sea un homenaje del pueblo, una expresión de esperanza en el Divino Salvador. Y mañana a las 8, frente a Catedral, con la participación de todas las comunidades de la Arquidiócesis y de todo el clero, tendremos la solemne misa patronal. Quiero agradecerle a Monseñor Chávez este precioso telegrama desde su pueblo natal. El Rosario de Cuscatlán: "Unido espiritualmente acompañaré en solemnidades Divino Salvador". - Asesinato del Padre Alirio Napoleón Macías Hay muchos consuelos de Dios en las fiestas del divino Salvador, pero hay también amargas pruebas de las persecuciones del mundo. Y esta misa de hoy quiere ser un gesto de solidaridad con la hermana diócesis de San Vicente que está de luto porque ayer por la mañana le asesinaron a su Padre Alirio Napoleón Macías, párroco de San Esteban Catarina. Se dedicaba como buen sacerdote a limpiar el altar y la Iglesia; y se dio cuenta que ya estaban los que lo iban a martirizar frente a la Iglesia. Y el pueblo denuncia que el padre señaló: "Son judiciales, ¡cuidado!. Y al poco momento disparaban las armas dentro del templo, fingiendo una visita íntima a él, y cayó acribillado entre la sacristía y el altar. Su querida mamá, con la angustia de esta situación, corrió y dice que todavía lo vio abrir los ojos. De su nariz salían dos chorros de sangre, y murió... La Iglesia madre llora también su cadáver. Severa, llamando a la conversión a los asesinos, pronuncia una vez más su pena de excomunión para los autores físicos e intelectuales de este nuevo sacrilegio que mancha nuestra patria. Ayer estuve a rezar un responso frente a su cadáver y ahora invito a los queridos hermanos sacerdotes y a todas las comunidades de la Arquidiócesis a que mañana, a las 4 de la tarde, demostremos nuestra solidaridad con aquella diócesis y aquella parroquia asistiendo a sus funerales. Será mañana, lunes, 6 de agosto, de las 4 de la tarde en el templo parroquial de San Esteban Catarina, donde va a ser sepultado. El Padre Macías fue siempre solidario con nuestra Arquidiócesis. A los funerales de nuestros sacerdotes asesinados y a otras manifestaciones de la vida de nuestra Arquidiócesis, en esta hora tan difícil siempre lo vimos con nosotros. Es justo que mañana la Arquidiócesis le demuestre una respuesta de agradecimiento, de solidaridad, de repudio a la violencia y al crimen, de consuelo a su familia y a su parroquia y de afianzamiento en nuestra fe y en nuestra esperanza. Su denuncia Cabalmente del Padre Macías era la denuncia que salió en Orientación de esta última semana. Defendiendo a su propia parroquia, como hace el buen pastor, dijo que los cuerpos de seguridad continúan cateos y asesinatos, que en menos de dos meses en aquella zona de San Esteban Catarina hubo por lo menos tres operativos militares; que han sido capturadas varias personas y después aparecieron asesinadas, y mencionó los nombres de José Angel Realigeño, Pedro Juan Valladares, Jeremías Jovel, Jorge Osorio, Timoteo Rivas, Víctor Manuel Arévalo, Santos Bonilla. Denunció también las capturas sin haber aparecido todavía de Manuel Iraheta, Mercedes Palacios, Mario Palacios, Pedro Juan Alvarado. Dijo que son varias las personas que en estos momentos están amenazadas de muerte en su parroquia. Para él no sólo fue una amenaza, sino que fue ya una tragedia. Amenazas en San Sebastián Solidarios siempre con aquella diócesis vicentina, queremos denunciar también la amenaza en San Sebastián a 21 personas, entre ellas, 12 profesores: Carlos Octavio Escobar Burgos, Ricardo Antonio Ventura, Rosa Alfaro de Abarca, Ana María de Moreira, Florencio Adalberto Rivas, Juan Alberto Argueta, Luis Emerson Durán, Marta Ramos de Blanco, Adán de Jesús Abarca, Napoleón Burgos, Eleodoro Burgos, Ismael Fabricio Barrera, Fernando Moreira, Octavio Burgos Jovel, Carlos Alberto Gutiérrez, Francisco Alfaro, Rafael Flores, Manuel Rosales Cubías, Evaristo Burgos, Abelardo Burgos y Ramón Carrillo. Todos estos, junto con el fatídico escudo de la UGB, han sido amenazados de ser asesinados dentro de poco. También en San Martín, el Padre Rutilio Sánchez ha sentido muy de cerca la amenaza de la muerte. El pueblo rumorea: "Son ellos mismos". ¿Qué quiere decir?. Y todos los síntomas son que esta ola de tragedia fatídica, fingida por grupos fantasmas, fácilmente, si el Gobierno quisiera, la pudiera detener y detener una parte de tanta sangre y tanta falta de paz en tantos hogares. Nos anima también a esta denuncia el gesto del Papa pidiendo oraciones por los sacerdotes y monjas secuestrados en Rodesia, junto con otras 50 personas de la misión de Marmunt. Y el Papa también ha pedido protección y socorro para los refugiados de Indochina. El mundo sufre las persecuciones del pecado. Esta celebración del Divino Salvador ilumina en esta semana la toma de dos catedrales: la de San Miguel y la de san salvador. Lo hicieron las Ligas Populares 28 de Febrero, con la intención de denunciar capturas de sus cinco miembros, pidiendo su liberación y que se retirara del pueblo de Perquín, el sargento Mata. Lograron ya la libertad de los capturados. Es lamentable que para hacer estas denuncias de justicia haya que recurrir a los templos, a las catedrales, lo cual es un signo de honor para la catedral... Es donde la voz de la justicia..., decía el Cardenal Mindszenty, hablando de los templos de Hungría bajo la persecución comunista: "Si un día no pudiéramos cantar el himno nacional en las calles, siempre quedarán las catedrales donde se expresará la voz libre del patriotismo y del pueblo". Pero sí quisiéramos decir a las organizaciones, que para no hacerse odiosas al pueblo tengan en cuenta la finalidad de los templos. Gracias a Dios que se respetó el fervor popular de nuestro 6 de agosto y aquí tenemos la Catedral nuevamente abierta para homenajear a Nuestro Divino Patrono. Quiero hacerme eco a la aclaración que hizo el P. Octavio Cruz: una nota dirigida a La Prensa Gráfica para aclarar que no era cierta la noticia que el periódico da con ribete de escándalo, que en la cúpula de la Iglesia de Aguilares flameaba la bandera de las FPL. "Es falso -dice el Padre- ninguna bandera se ha levantado sobre nuestro templo". Y pide que se aclare. Gracias a Dios el periódico hizo honor a la verdad y publicó la retractación. Sepamos leer, vuelvo a repetirles, porque no todo lo que dicen los periódicos es verdad y muchas veces es muy tendencioso lo que en sus páginas se publica. Nuestra diócesis también denuncia de parte de Cáritas, el estorbo que se le ha puesto, precisamente, en Aguilares y en Tejutla, en el cantón El Salitre y Los Martínez. Por parte de ORDEN se ha estorbado el reparto y las actividades de Cáritas de la Arquidiócesis. Esta mañana en la Basílica del Sagrado Corazón se reúne el Apostolado de la Oración bajo la dirección del Padre Santiago Garrido, para analizar su trabajo del año y proyectar una obra tan linda como es la oración y convertir en oración todos los sufrimientos, pruebas y demás circunstancias de la vida. Esto es lo que se llama el Apostolado de la Oración. Yo hago un llamamiento para que todos los cristianos no pierdan los méritos de su vida, sino que los unan al Corazón de Jesús y los conviertan en salvación para el mundo. Si quieren enterarse más, esta mañana en la Basílica habrá nuevas orientaciones. En el Calvario de Santa Tecla se celebró el lunes los 40 días de la muerte del Padre Palacios. Fue una ceremonia de desagravio, sumamente piadosa, y en la cual se le dio el verdadero sentido a estos crímenes: el pecado mata y el amor a Dios que vivifica. Mensaje de vida y libertad del Evangelio. Así va nuestra diócesis entre las alegrías de Dios y las persecuciones del mundo. Para esta diócesis iluminada ya desde este día por la luz jubilar del Divino Salvador, el mensaje es de vida y de libertad. Cristo continúa explicando hoy el capítulo sexto de San Juan. La multiplicación de los panes tiene un sentido profundo y durante cuatro domingos -este es el segundo- vamos a tener la oportunidad de conocer el mismo pensamiento de Cristo a través de esa figura rica y simbólica: el pan. Hoy, los versículos que nos ha leído la Iglesia, nos dan el título de nuestra homilía: EL DIVINO SALVADOR, PAN QUE BAJA DEL CIELO Y DA LA VIDA AL MUNDOQuisiera trasladar esta frase de Cristo: "el pan que baja", para darle un sentido litúrgico y evangélico a la tradicional Bajada de esta tarde. No asistamos únicamente por una costumbre, por más piadosa que parezca. Démosle el sentido de una profunda reflexión: "la Bajada". Podía explicarla Cristo en el evangelio de hoy: "Yo soy el pan que baja del cielo para la vida del mundo". Y desarrollo mi pensamiento así: 1. El hambre, signo de la opresión y de la muerte 2. El pan, signo de la liberación y de la vida 3. Cristo, el verdadero pan de la vida 1. EL HAMBRE, SIGNO DE LA OPRESIÓN Y DE LA MUERTEMuchedumbres con hambre El hambre es el primer signo del capítulo sexto. Una muchedumbre de cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, que tienen hambre y que Cristo siente la angustia de aquellos estómagos vacíos para darles de comer. Este fue el milagro de la multiplicación de los panes. Y cuando al día siguiente, entusiasmados por este gesto taumatúrgico del Redentor, van a la orilla del lago a donde se ha escapado Cristo huyendo porque lo quieren hacer rey, le preguntan: "Maestro, ¿cuándo has venido?". Y Él, por toda respuesta, comienza con el evangelio de hoy: "Ustedes me buscan por el pan que perece. Busquen el pan que no perece, el que da la vida eterna". Comienza Cristo, pues, a explicar: el pan que llena el estómago no es la solución. Las tentaciones de Cristo en el desierto El hambre es signo de opresiones más profundas. Recordemos al mismo Cristo en el desierto. Valiéndose de su hambre, el tentador le propone tres pecados para salir del hambre: tentar a Dios, convirtiendo las piedras en panes; la vanidad, tirándose del pináculo del templo para ser recibido por los ángeles; y, peor todavía, la idolatría del poder, haciendo desfilar las grandezas del mundo: "Todo esto te daré si te postras y me adoras". Las tentaciones de la desesperación ¡Qué terrible es el hambre!. Se presta a las tentaciones lo que dice Medellín: "las tentaciones de la desesperación". ¿No explican así, acaso, queridos hermanos, tantas manifestaciones de violencia?. Tremendo espectáculo de hambre el que describió Pablo VI en la exhortación Evangelii Nuntiandi, al recoger de numerosos obispos de todos los continentes un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman los pueblos, empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: Hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales, en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural a veces tan cruel como el político. "La Iglesia tiene el deber de denunciar la liberación de millones de seres humanos entre los cuales hay muchos hijos suyos. El deber de que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total: esto no es extraño al evangelio". Son palabras del Papa. HAMBRE DE JUSTICIA, DENUNCIA DE LA REPRESIÓNEs figura de hambre lo que describe la situación de nuestro país en esta semana. Hambre de justicia, como decía Cristo: "los que tienen hambre y sed de justicia". ¿Cómo no va a ser hambre de justicia el hallazgo de tres cadáveres allá en el Cantón El Sunzal, de la Libertad, junto a las playas del mar?. ¿Y entre los tres, una mujer decapitada?. ¿Cómo no va a ser hambre de justicia el constatar en el mes de julio 38 capturados, veintiocho todavía continúan sin saberse nada de ellos: tres asesinados y sólo cuatro liberados?. ¿No va a ser hambre de paz y de justicia lo que expresa la carta que se dirige al señor de la Corte Suprema de Justicia, pidiendo una luz sobre el paradero de Santos Ortiz Ascensio? ¿Y la que dirige al Presidente de la República la propia mamá de Carlos Antonio Mendoza Valencia, capturado por agentes de seguridad el 28 de junio?. Apela a los sentimientos humanos del Señor Presidente y le suplica, como madre afligida, investigue el paradero de su hijo. ¿Y la carta de los familiares de Miguel Angel Terezón Ramos? ¿Y la carta que me llega también pidiendo ayuda para encontrar a tres seres queridos capturados juntos, padre y dos hijos: Francisco Hernández Hernández, Francisco Pérez Hernández y Julio César Pérez Hernández?. También es hambre de justicia, hambre simbolizada en el hambre del evangelio de hoy, los asilados: Juan Bautista Rodríguez Corbera y Federico Corbera, por ser perseguidos por motivos políticos. Se trata de encontrarles su salvoconducto, que ojalá se les dé para salir de su propia patria, porque así se necesita para respirar muchas veces la confianza y la justicia que en nuestro propio suelo no se puede vivir. También es hambre de justicia la situación laboral de los conflictos que gracias a Dios se van resolviendo pero que todavía quedan algunos con algunos ribetes incomprensibles, como el Pan Lido, Imes y la Fabril de Aceites. Hambre también de nuestro pueblo: sus hijos exiliados. Nos llena de esperanza la promesa del Señor Presidente cuando habla de elecciones libres y de que pueden regresar los exilados cuando quieran. Sin embargo, el hambre subsiste cuando uno piensa que lo importante no son propiamente las elecciones sino un ambiente de libertad electoral, y que se dé garantía de confianza con el respeto de los derechos humanos... Resulta ridícula esa ola de represión y asesinatos, y hablar al mismo tiempo de libertad de expresión política. ¿Con qué alma puede un pobre campesino expresar su voto libre, cuando encima se ciernen las armas?... Y en cuanto a los exilados, si es cierto que hemos tenido el gusto de ver regresar a nuestra Patria al Dr. Morales Ehrlich, por otra parte, la Iglesia lamenta que el gobierno no le ha querido dejar entrar al Padre Astor Ruiz y al Padre Juan Deplanke. Una de dos, o el Presidente no es sincero en sus palabras o sus subalternos no le obedecen... Junto a estas hambres políticas, sociales, familiares, junten cada uno de ustedes, queridos hermanos, sus propias angustias y verán cómo es verdad que el hambre es el signo de todas las miserias, de todas las represiones, de todas las formas de no estar a gusto. 2. EL PAN, SIGNO DE LA LIBERACIÓN Y DE LA VIDA- Dos maneras de entender la liberación El hambre es como la síntesis y por eso el Señor la escogió en este capítulo sexto, para saciarla como signo de algo más grande, porque el pan es el signo de la liberación. Pero hay dos maneras de entender la liberación: la liberación temporalista, el pan que llena el estómago y sacia inmediatamente el hambre; y la liberación integral, aquella que, aún cuando se tiene bastante pan no basta porque todavía no se es libre. - Toda liberación supone sacrificio Cuando en la primera lectura de hoy nos habla del maná, hay una frase trágica en aquel pueblo que Moisés trata de liberar. Cuando Moisés ha sacado al pueblo de la opresión de Egipto, el pueblo comienza a sentir hambre cuando comienza a caminar por el desierto, y suspira: "¿Por qué nos has sacado?. Allá en Egipto están las ollas, las cebollas, allá comíamos bien; nos has sacado para morir". ¡Qué triste es un pueblo que se ha acostumbrado a la esclavitud!. Prefiere las ollas de cebollas al sol de la libertad. No quiere sufrir el paso difícil del desierto. Toda liberación supone sacrificio. Que lo diga, si no, el pueblo de Nicaragua... "Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto cuando nos sentábamos alrededor de las ollas de carne y comíamos pan hasta hartarnos. Nos habéis sacado al desierto para matarnos de hambre a toda la comunidad". ¡Qué difícil es ser conductor de un pueblo, cuando el pueblo se va acostumbrando a situaciones difíciles!. Cuando ayer entraba a San Esteban Catarina, el crimen estaba reciente; y notaba yo lo que he notado en varios pueblos de mi patria: el asombro, la timidez, el no poder decir hasta lo que se sabe. Sí, en el rumor del pueblo se oyen cosas tan reveladoras como esa que oí en San Esteban: "Son ellos mismos". Son cosas que se oyen pero que nadie es capaz de jurarlas. Es el miedo a la liberación. ¡Cuesta!. - El pan que sacia el cuerpo no basta pero se necesita También Cristo nuestro Señor, cuando aquella muchedumbre saciada del pan del estómago lo busca, les dice con toda claridad y franqueza: "Os aseguro, me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros". Hermanos, ¡cómo traiciona el estómago!. Es el pan de las liberaciones inmediatas. ¡No basta!. Cierto que es necesario. - Pablo VI: "No suprimir la vida, sino que haya pan para los invitados a la vida" Recuerdo cuando Pablo VI hace diez años vino a las Naciones Unidas y denunció el gran pecado de no dejar entrar a la vida a tantos seres que mueren en el seno de su madre o no se les deja ser concebidos. Dijo el Papa esta frase inmortal: "El problema no está en suprimir la vida, sino en que haya pan para todos los invitados a la vida". Es decir, el problema de la esterilización, de los abortos, está muy unido con el problema social, porque el pan que Dios da es suficiente para todos los que Él invita a la vida, pero como se han apoderado unos cuantos de todo el pan de la tierra, se quedan muchos invitados a la vida que se les prohibe entrar mejor, porque no hay pan para ellos. Es el pan del cual Juan Pablo II habla recientemente Yo tengo aquí un discurso precioso del Papa a los participantes en la Conferencia Mundial para la Reforma Agraria y el Desarrollo Rural; el Papa dice: "Ciertamente el mandamiento divino de dominar la naturaleza para ponerla al servicio de la vida que comporta que la valorización racional y la utilización de los recursos de la naturaleza se orienten a la consecución de las fundamentales finalidades humanas. Esto en conformidad también con el principio del destino de los bienes de la tierra para beneficio de todos los miembros de la familia humana. Indudablemente se deben exigir transformaciones audaces, profundamente innovadoras". Es de gran utilidad recordar aquí cómo el Papa lo hizo en su discurso en Cuilapán, en México. Oigan y dirán que el Papa es comunista: "El mundo deprimido del campo, el trabajador que con su sudor riega también su desconsuelo, no puede esperar más a que se reconozca plena y eficazmente su dignidad, no inferior a la de cualquier otro sector social. Tiene derecho a que se le respete, a que no se le prive con maniobras que a veces equivalen a verdaderos despojos de lo poco que tiene, a que no se le impida su aspiración a ser parte de su propia elevación. Tiene derecho a que se le quiten las barreras de explotación hechas frecuentemente de egoísmos intolerables y contra los que se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción. Tiene derecho a la ayuda eficaz, que no es limosna ni migajas de justicia, para que tenga acceso al desarrollo que su dignidad de hombre y de hijo de Dios le merece. Al derecho de propiedad sobre la tierra va unida, como ya lo hemos dicho, una hipoteca social. Por eso, en las reformas de las estructuras, me permito invitaros a tomar en la más alta consideración todas aquellas formas de contratos agrarios, que permiten un uso ineficiente de las tierras mediante el trabajo primario de los trabajadores". Y dice también: "La reforma agraria y el desarrollo rural exijan que se provean reformas para reducir distancias entre la prosperidad de los ricos y la preocupante indigencia de los pobres". Me parece que este discurso del Papa, en que tiene en cuenta el sufrimiento de los campesinos, avala esta plataforma reivindicativa de los jornaleros respecto a salarios y otras prestaciones presentados por FECCAS y UTC. Es el alma de nuestro pueblo campesino que habla de la dura y desesperante situación, debido a que no poseen ningún medio de producción que les permita obtener lo básico y necesario para la subsistencia: arroz, maíz, frijol. Y debido a esto, tienen que vender obligatoriamente su fuerza de trabajo por un miserable salario que no les alcanza para llenar las más mínimas necesidades de subsistencia, tanto para los trabajadores como para sus familias. Y en sus pliegos de peticiones, cosas tan justas como ésta: "La igualdad de sexos y de edad en todo lo que toca al apuntar las planillas, eliminando el sistema de agregados y trabajando a base de contratos colectivos". Yo he visto de cerca, en las fincas, lo que significa este término: "los agregados", "las ayudas"; es una injusticia darle a un solo trabajador las prestaciones que le tocarían a todos los apuntados; pero los otros, como simplemente son agregados, no disfrutan más que de su trabajo, a veces robado con trampas. También cuando piden que al regar el veneno se tenga en cuenta la salud de los que trabajan bajo ese riego de veneno. Y otras cosas que ciertamente..., por ejemplo el alojamiento adecuado, agua potable, una comida que restituya su trabajo. Claro, que para eso está el Ministerio de Trabajo para que aquilate las necesidades de unos y las capacidades de otros. Pero es justo tener en cuenta lo que el Papa mismo ha señalado hoy, a ese mundo de campesinos donde el símbolo del hambre y del pan de que hoy nos habla el evangelio encuentra una traducción verdaderamente elocuente. Cristo analiza ese pan, y como la Iglesia lo ha dicho entre nosotros, no basta los pliegos de peticiones, ni los contratos, ni las vindicaciones de cosas solamente terrenales; todo eso es bueno, pero no basta. Cristo dice: "no trabajen sólo por el pan que perece". No trabajen sólo por las reivindicaciones que hoy son y que mañana sólo pueden dar vuelta; y los que ahora sufren la represión, la persecución, mañana, si no cambian sus corazones y sus mentes, pueden ser los opresores y los represores de otros tiempos. Es necesario, entonces, encontrar el verdadero sentido que Cristo le da al símbolo del pan. El maná, un signo que Cristo explica En el evangelio de hoy, Cristo dice: "No es ese pan que les dio Moisés, el maná, el que salva el hambre". Lo dio Dios para que vean que Dios tendrá providencia de dar de comer también del hambre corporal. Dios también tendrá cuidado de sacar de la esclavitud de Egipto a los pueblos. Dios también se cuidará de amparar la justicia de las reivindicaciones de las organizaciones que tienen derecho a organizarse para defenderse mutuamente en sus derechos. Dios también aprueba el sindicalismo. Dios quiere al hombre unido, Dios no quiere la dispersión. Dios quiere como lo ha dicho el Papa, que también al campesino se le facilite el acuerparse con otros campesinos y no disgregarlo para que sea masa explotable fácilmente. Dios quiere todo eso, pero no basta. - El maná no da la inmortalidad El pan que yo daré es el pan que da la vida al mundo; ese pan de Moisés y el pan que yo les di ayer en la multiplicación no causa la inmortalidad. Ayer comimos y hoy estamos otra vez con hambre. Comeremos, tal vez, con satisfacción, pero todos moriremos. Este pan no da inmortalidad. Las reivindicaciones de la tierra no nos pueden dar un paraíso. Las luchas de los hombres si se desprenden de la fe que ilumina un más allá, quedan muy mancas, muy chatas, muy miopes, un ser imperfecto. Por eso, el servicio que la Iglesia da a las agrupaciones y a las reivindicaciones de la tierra, a la misma política y a la misma sociología, la Iglesia, sin ser política, sin ser socióloga, es iluminadora del pan de la vida. Es la que les dice a los políticos y a los hombres que luchan en la tierra: no pierdan sus energías únicamente por las cosas de la tierra, no busquen la justicia sólo por el pan que llena el estómago, busquen la justicia del reino de Dios, el pan que yo soy. - El proceso de la verdadera liberación Y así termina la reflexión que estamos haciendo. Cuando Pablo VI nos propone la verdadera meta de la liberación cristiana, tiene un párrafo en la Populorum Progressio -tengan en cuenta mucho esto-. Yo he oído a unos de los padres de la teología de la liberación, que hoy cuando nos explicaba qué es la teología de la liberación, citó este párrafo que ahora les voy a leer, y dijo que allí inspiró él gran parte de sus reflexiones teológicas y es cuando Pablo VI dice en el número 20 de la Populorum Progressio: "Así podrá realizar en toda su plenitud el verdadero desarrollo que es -aquí lo define qué es el desarrollo- el paso para cada uno y para todos -para cada uno y para todos- de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas". Y comienza a describir como una especie de escalera. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Hermanos, fíjense qué comparación más certera. Tan subdesarrollado es un hombre que no tiene ni lo necesario para vivir como también es un subdesarrollado moral el que tal vez es rico y lo tiene todo, pero está mutilado por el egoísmo. Están en el ínfimo grado de ser hombres. El rico y el pobre. El pobre que no tiene el mínimo vital y el poderoso que no tiene el mínimo moral. El egoísmo es la mejor señal de subdesarrollo. De allí dice el Papa: "Menos humanas todavía, las estructuras opresoras -son palabras del Papa- estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de las injusticias de las transacciones". De allí pasa, todo esto queda en el nivel infrahumano, estructuras de explotación como las que describíamos antes. Más humanas, dice el Papa, el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario. La victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Un paso más, más humanas también, el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza -miren como el espíritu de pobreza es camino de desarrollo-. No está el desarrollo en tener más, sino en aprender a ser señor de lo que se tiene: espíritu de pobreza. La cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía, el reconocimiento por parte del hombre de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin -miren a dónde llega la cúspide del desarrollo- especialmente, la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres y la unidad en la caridad de Cristo que nos llama a todos a participar como hijos en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres. La verdadera liberación del hombre termina allá en la comunión con Dios, en la fe por la cual lo conocemos, en el amor por el cual nos unimos con Él, en el platicar con Dios, en la comunión con Dios, allí está la cumbre del desarrollo y de la verdadera liberación. 3. CRISTO EL VERDADERO PANPor eso, hermanos, Cristo dice: no basta el pan de la tierra para ser libres, es necesario descubrir en el pan lo que Dios te quiere dar y de lo cual el pan no es más que un signo. a) Yo soy... El signo del pan, del que hoy se habla en el santo evangelio, termina revelándose cuando Cristo dice: "Yo soy". Fíjense como suena esta palabra, como cuando Dios le habla a Moisés en la zarza ardiente: "Yo soy el que soy". Cristo es, sólo él es la liberación. "Yo soy el pan que baja del cielo para la vida verdadera de los hombres". - Creer en Él es nuestro trabajo Lo ha dicho el evangelio de hoy cuando los judíos le preguntaron: "¿Cuál es, pues, nuestro trabajo para tener ese pan?". Cristo dijo: "Este es el trabajo: que creáis en Aquel que es el único que puede dar la salvación". Nadie puede construir con fuerzas de la tierra una liberación que llegue hasta la cumbre de situarlo en comunión con Dios. Los hombres podrán hacer aquí más fácil el cambio de estructuras, botar gobiernos, dar de comer, romper rejas, todo eso hay que hacerlo, pero ¡no basta!. Lo que Cristo puede hacer, no lo pueden hacer los hombres todo eso y elevarlos hasta Dios. El Divino Salvador del Mundo, tal como lo veremos esta tarde en la imagen tradicional, es una invitación a elevarnos de las necesidades de la tierra a comprenderlo a Él como única solución que baja del cielo, aprehenderlo por la esperanza, por la oración, por el amor. No para esperarlo todo de Él, hay que trabajar como si todo dependiera de nosotros, pero hay que esperar de Cristo como si todo dependiera de Él. Ese es el equilibrio del verdadero desarrollo. Y por eso Cristo termina, pues, su evangelio con esa confesión: "Yo soy". ¡Él es!. Hermanos, ¡qué bella oportunidad nos ofrece el evangelio para conocer más cerca al Divino Salvador!. ¿Qué nos dará como fruto esta aprehensión de Cristo para hacerlo nuestro?. Lo tenemos en la segunda lectura de hoy. San Pablo nos describe la situación del hombre esclavizado todavía en el paganismo. Lo llama el hombre viejo, el hombre del odio, el hombre de la violencia, el hombre del robo, el hombre de las intrigas, el hombre de los asesinatos y de los secuestros, el hombre rudo, el hombre bruto. Eso que está causando tanta peste entre nosotros: hombres sin razón, hombres animales, hombres lobos para el hombre... "Esto fuisteis..." dice San Pablo, a los que ya se convirtieron de esa vida; y en este 5 de agosto, yo quisiera decirles también a los que se han manchado de sangre; sobre todo las manos con sangre de sacerdotes y con sangre de hombre, cualquiera que sea, ¡que se conviertan!. A los que quieran mantener situaciones injustas y pagan para matar a los que quieren cambiarlas, ¡que se conviertan!. Y a todos los que luchan por esos cambios: que se eleven a esta altura que nos ofrece hoy la segunda lectura, cuando dice: "Vosotros no es así como habéis aprendido a Cristo". Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir, del hombre viejo corrompido por los deseos de placer, el hombre viejo que no es el Espíritu. Renovaos en el Espíritu, dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad, vestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios, justicia y santidad. Este es el hombre nuevo. De nada servirán, dice Medellín, los cambios de estructuras nuevas, si no tenemos hombres nuevos. El continente de América será nuevo, gracias a este Cristo que renovará a hombres, revistiéndolos de su justicia y de su santidad. Por eso, queridos hermanos cristianos, ustedes, los que han creído en Cristo y de veras quieren seguirlo, ustedes son la verdadera esperanza de la liberación en El Salvador... PENSAMIENTO QUE NOS LLEVA AL ALTARPor eso termino invitándoles a que celebremos las fiestas del Divino Salvador, sobre todo esta tarde y mañana, este con verdadero anhelo: Señor, yo no quiero ser un hombre viejo. Señor, yo no quiero ser rémora en el progreso de mi patria. Señor, lejos de mí pertenecer a las bandas de los asesinos salvadoreños. Señor, ten misericordia de tantos criminales intelectuales y materiales. Señor, cambia el corazón de los que gobiernan y de los gobernados, cambia, Señor, el corazón de la patria, renuévalos dentro con la justicia y la santidad. A los que les has dado la valentía de luchar por una patria nueva y se esfuerzan en las reivindicaciones del pueblo hazles comprender que no gasten sus energías solamente en el pan que llena el estómago sino que se eleven a luchar y morir, porque cuando uno muere como han muerto los sacerdotes con ideales del reino de los cielos, como está tendido hoy, el querido Padre Macías, allá en San Esteban Catarina, uno piensa: Estos son los caminos que hay que seguir. Mueren pero siguen viviendo... Queridos hermanos:
Santísima Trinidad. Fiesta de Dios. Corona del Misterio de Cristo y del Año Litúrgico. Hoy es la fiesta de la Santísima Trinidad. No se trata de otra cosa, sino nada menos que de una fiesta en honor de Dios. La Trinidad es la expresión cristiana para designar el Dios verdadero que, siendo uno solo, tiene tres personas distintas que se llaman: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es muy lógico que después de haber celebrado el misterio de Cristo que salvó al mundo, nos remontemos con Él hacia las alturas de donde procedió esa redención; y también, después de haber recibido el Espíritu que vino de lo alto para infundirse como vida cristiana a esta Iglesia que somos nosotros, nos remontemos como quien va río arriba. A través del Espíritu llegamos hacia la fuente de lo divino y eso quiere ser la fiesta de hoy: un remontarnos al origen y a la finalidad de todo el misterio de Cristo que seguimos viviendo en la Iglesia. Viene a ser esta fiesta como una corona del Tiempo Pascual, de la celebración de nuestra redención que -como lo hemos repetido muchas veces- tuvo su iniciativa en el Padre que nos amó y envió a su Hijo para salvarnos y operar allá esa redención; y el Hijo retornando al Padre -misión cumplida-, los dos, nos envían al Espíritu Santo. - Sólo la fe en Dios descifra el problema del hombre y del mundo. Así tenemos que esta fiesta no es sólo una fiesta de Dios, sino una fiesta de todo el pueblo creyente en Dios. Es fiesta de todos los que creemos y tenemos esa fe bendita en Nuestro Señor. Yo los felicito de todo corazón a los que guardan esa fe. Y me alegro que el venir a misa el domingo significa esa fe que nos aglutina, que nos une como una sola familia: la familia de Dios. Porque si no hay fe en Dios, todo el misterio del mundo y del hombre se torna un misterio insalvable, ¡un absurdo!, ¡no tiene sentido!, sobre todo cuando el mundo se revuelve como está revuelta nuestra Patria, nuestro pueblo, nuestra situación; como está revuelto hoy Nicaragua, como hay tantas cosas que no se explican y sólo con una fe profunda en Dios, remontándose hasta esa altura, hasta ese mirador, podemos tener una perspectiva que nos haga ver el por qué hasta de lo que nos parece absurdo en la tierra. Y esto es el mensaje de la palabra divina en la fiesta de la Santísima Trinidad. Ya que hemos ido enlazando el mensaje de la Cuaresma, de Semana Santa, de Pascua, en una idea que le va dando unidad a todo los domingos, la idea de la alianza entre Dios y los hombres, también miremos hoy la fiesta de la Santísima Trinidad, bajo el signo de la alianza. POR SU ALIANZA, DIOS NOS ADOPTA EN SU MISMA FAMILIAEste es el título que refleja así, con palabras muy imperfectas, la gran realidad que queremos llevar en nuestra mente en esta mañana: Por su alianza, la alianza que Dios quiso hacer con los hombres, los hombres son adoptados a la misma familia de Dios. Somos hijos adoptivos de esa familia de Dios si aceptamos participar en esa alianza que Dios nos ofrece esta mima mañana. 1.- El "Dios de nuestros padres" (Monoteísmo de Israel). ( En la primera lectura vamos a descubrir esta realidad). 2.- El "Dios de Jesucristo" (es Familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo). En el evangelio, donde Jesucristo resucitado se presenta lleno de todo el poder de Dios para mandar a los apóstoles a predicar su mensaje al mundo, encontramos un avance notable en la revelación del Dios de nuestros padres y así lo llama San Pablo y lo vamos a llamar esta mañana: el Dios y padre de Nuestro Señor Jesucristo. 3.- Los hombres hechos familia de Dios por el Espíritu Santo. Idea tomada de la segunda lectura, donde San Pablo deriva las consecuencias de ese Dios familia: enviándonos a una alianza por medio del bautismo, los hombres nos hacemos miembros adoptivos de esa familia divina, el gran misterio de la adopción, obra del Espíritu Santo enviado por el Padre y por el Hijo, para hacer de todos los hombres, la familia de Dios, el pueblo de Dios. Así sacaremos como una luz muy clara para constituir, específicamente, la familia de Dios. No confundir el pueblo de Dios, la familia de Dios, formada por sólo aquellos que quieren aceptar la alianza con Dios, con todo el pueblo en general. No hay que confundir, hermanos, el pueblo, con el pueblo de Dios. En El Salvador, todos somos el pueblo pero, el Pueblo de Dios sólo es conformado por aquellos que creen en este misterio de Dios y se incorporan a esta alianza. La Iglesia, por tanto, que quiere ser esa familia de Dios porque cree en el Padre y en la redención del Hijo y en la santificación del Espíritu Santo y trata de alimentarse con la palabra de Dios y con los sacramentos y vivir una vida netamente de Iglesia, no debe confundirse con ninguna otra agrupación humana. Ella es luz de todas las agrupaciones humanas, de Ella salen hombres creyentes en Dios para ser fermento de todos los sectores de mundo: de lo político, de lo social, de lo económico, pero no se confunde Ella con esas mismas instituciones. Es necesario tener bien clara esta idea, y hoy, la fiesta de la Santísima Trinidad, nos va a dar la oportunidad de clarificar todavía más este pueblo de Dios que lo formamos los que creemos seguir a Dios y nos alimentamos de su Espíritu. Y en la medida en que nosotros formemos íntegramente la familia de Dios, el pueblo de Dios, seremos también un grupo humano luminoso, útil, fermento de esperanza, germen de unidad, claridad en el mundo. Yo les invito para que seamos verdaderamente cristianos, verdaderamente Iglesia, lo cual no quiere decir que ya nos desentendemos de las luchas del mundo. ¡De ninguna manera! Yo estoy sintiendo que alguien se interesa en tergiversar mi predicación por más clara que quiere ser. Yo he dicho siempre que la Iglesia no se identifica con la política, ni con las luchas temporales; pero sí he dicho que esta Iglesia da luz y fermento a todas las luchas temporales; que la Iglesia no está en el mundo como una segregación para ser guardada en un camarín, sino que la Iglesia se conserva nítidamente familia de Dios para poder ser fermento de Dios en medio de todas las luchas, combates y aspectos de la humanidad. La Iglesia es servidora de la humanidad. Lo acaba de decir el Papa este mismo domingo al despedirse de Polonia cantando con la juventud: "Abramos fronteras, en la Iglesia no caben imperialismos; la Iglesia es servicio, la Iglesia es servicio del mundo". 1.- EL "DIOS DE NUESTROS PADRES" (MONOTEÍSMO DE ISRAEL)Es la primera lectura donde nos presenta dos maneras de llegar al conocimiento de Dios. Comienza la lectura: "Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos que te han precedido desde el día en que Dios creó al mundo: ¿qué nación ha oído la voz de Dios como la ha oído Israel?". Quiere decir que desde la creación del mundo, Dios se revela en la creación a todos los pueblos, a todos los hombres; pero que existe una voz específica que se llama revelación, por la cual Dios no se hace descubrir por la naturaleza, sino que habla directamente Él. Habla, se revela. - Se puede conocer a Dios por la vía intelectualista. El primer conocimiento reconoce ya la carta de San Pablo a los Romanos: " Lo invisible de Dios, se deja ver a través de sus obras, su poder eterno y su divinidad, de modo que son inexcusables todos aquellos que niegan a Dios". Tengamos muy en cuenta este pensamiento que el Concilio Vaticano I, el siglo pasado, definió como dogma de fe: "la posibilidad de la inteligencia humana, sin necesidad de religión, por su propia luz natural descubre a Dios en la creación". Pero esto se llama un camino intelectualista, una reflexión que de las creaturas nos remonta al Creador, y por eso dice San Pablo: "Los que no reconocen a Dios son inexcusables, porque tienen ante sus ojos, abierto el libro de la creación". Por eso, según nuestra fe cristiana, el desconocimiento de Dios, la negación de Dios, siempre implica un pecado moral. El que niega a Dios no lo niega sólo porque no lo ha podido descubrir, lo niega porque lleva en su moral algo que no lo deja ver (a Dios) y por eso son inexcusables. Tienen pecados los ateos, los que se glorían de no creer en Dios; no es una fanfarronada, no es un orgullo, tristemente es una verdad; pero es una verdad que no arranca de la imposibilidad de conocerlo, es una triste verdad que arranca de un pecado que se lleva en el alma. - El desconocimiento de Dios implica falta moral: vaciedad de pensamiento, oscurecimiento de la razón, endurecimiento del corazón, ceguera y hasta locura. Sólo los locos son ateos o los pecadores. Nadie se gloríe, por amor de Dios, a decir: "yo no creo en Dios". Es lástima que hay gente que se gloría de muy científica y por su ciencia dicen que ya no creen en Dios. Antes de ayer me encontré con una viejecita enferma de un hospital. ¡Qué sentimiento de Dios tiene esta mujer!. Me dice: "yo he tratado de inculcarles la fe en Dios a mis hijos, después se han ido por ahí y yo no sé cómo andan ahora". Esta es la verdad; lo que les inculcó con ternura y santidad de madre, se pierde. Se pierde en el colegio, en la universidad, en los libros, en los grupos donde se prescinde de Dios y se va haciendo ese endurecimiento u oscurecimiento o los vicios; porque no hay peor cuchillo para un pecador que su fe en Dios que le está reclamando: no lo hagas. Por eso, mejor bota la idea de Dios para pecar libremente. El ateo no es ninguna gloria, es fruto de un pecado, de una situación que no es digna del hombre. - El Dios de los filósofos..." El Concilio Vaticano II ha dicho que la más alta vocación del hombre es llegar a la comunicación con su Dios que lo creó por amor, pero cuando el hombre descubre en su vida: no me he hecho yo solo, ni mis padres; mis padres no fueron más que instrumentos de Dios. Mi vida es de Dios. Y llega en la reflexión, y si es posible en la contemplación que es el grado más alto de oración, a platicar con Dios como de un amigo a otro amigo, entonces ésta es la promoción más alta que un hombre puede alcanzar; entrar en la comunión con su Dios. Pero este es el Dios de los filósofos, el Dios de las reflexiones; o como decía Tertuliano, allá por el siglo IV: "el Dios de Atenas no es el mismo Dios de Jerusalén". El Dios de Jerusalén, el que se revela en la Biblia, no pide tantas elucubraciones, tantas metafísicas. - Dios se revela a su pueblo por la vía de la historia, entablando una alianza con un pueblo escogido. Es hermoso, en la lectura de hoy, cuando Moisés -el hombre que trató con Dios íntimamente- le dice a su pueblo: "¿Hubo jamás un pueblo como el nuestro? ¿ Se oyó cosa semejante? ¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo hablando desde el fuego?". Y sigue una narración de prodigios bíblicos. "¿Algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre los otros pueblos, por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra; con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto?. ¡Qué bella es la revelación! La revelación no necesita ir por la creaturas rastreando y llegar al fin a formarse una religión al gusto del hombre que la inventó. Esta es la diferencia entre las religiones humanas, inventadas por los hombres y por los pueblos, de la gran religión que Dios ha revelado. Él habla, el Dios vivo, Él se presenta a su pueblo escogido buscando una nación como un novio busca una novia para hacerla su esposa. Dios busca entre los pueblos, un pueblo para hacer un pacto con Él y el pacto de Dios con ese pueblo se manifiesta en una especie de exclusivismo. Como el novio ama con exclusividad a su novia sobre todas las otras jóvenes. Dios amó durante todo el Viejo Testamento, con una preferencia maravillosa, lo que Moisés está reconociendo: ¿Dónde hay otra nación que se gloríe de este noviazgo con Dios?". - El "Dios de los padres", es el Dios de la alianza, de la historia de cada pueblo. Menciona prodigios que es necesario tenerlos muy en cuenta en esta hora en que nuestros pueblos luchan por su liberación, por su libertad, por su dignidad; porque es hermoso remontar este Dios que es el mismo Dios de nuestro pueblo, el Dios de nuestros padres, por signos, con brazo fuerte. ¡Prodigio y guerra! También usó la guerra Dios, como signo de su predilección para salvar la libertad de su pueblo con mano fuerte y brazo poderoso. El Dios de los que creemos en Dios, de los que no somos ateos, no es un Dios débil. Quién no sabe si es más débil el ateo. No hay gente más miedosa, ni que rece con más miedo en la hora de la prueba, que los que dicen que no creen en Dios. El hombre que sabe que Dios existe, el hombre que sabe que Dios es el Dios de nuestro pueblo, el que va con nuestros signos, el que va con nuestras guerras y nuestras luchas, el que va con el pueblo en sus justas reivindicaciones, este Dios maravilloso, es el Dios que los cristianos hemos seguido adoptando. Este es el Dios de la revelación, no necesita grandes abstracciones ni filosofías de Atenas. No es un Dios de los filósofos, es el Dios que decía Cristo: "Padre, te doy gracias porque has revelado estas cosas a los sencillos, a los humildes -el Dios de los humildes-; y las has escondido a los sabios, a los orgullosos". ¡El Dios de los humildes! Démosle gracias a Dios en esta fiesta de la Santísima Trinidad, que siendo tan grande, tan elevado, tan altísimo, ha querido que lo descubriéramos no ha través de sus prodigios de la naturaleza, maravillosos, sino con la sencillez de un niño que aprende de su mamá: ¡se bueno porque Dios te mira! Dios te quiere, Dios quiere a los niños buenos. Eso que aprendimos, es la Biblia en los labios de nuestras madres, es Moisés en los labios de nuestros catequistas, es la Biblia enseñándonos al Dios de nuestros padres, el Dios de la revelación cristiana al que Cristo vino a perfeccionar, haciéndose Él mismo un hermano nuestro para enseñarnos el camino de Dios. Cómo sentimos a Dios en nuestra historia de esta semana... Pero antes de hablarles del Dios de Jesucristo y del Dios que nos viene a traer el Espíritu Santo, yo quisiera detenerme aquí, hermanos, y la disgresión histórica que sabemos hacer al final de la homilía, yo la quiero poner aquí, en este marco del Dios de nuestros padres. No es simplemente recordar la historia de Egipto, del éxodo, de la tierra prometida donde el Dios de Israel se mostró como u Dios que está presente. Tengamos muy en cuenta esto: es el Dios que ahora en 1979 está en Nicaragua, y está en El Salvador, y está en Polonia donde el Papa también ha desenmascarado el desorden. Es el Dios que habla justiciero y fuerte y, si es necesario, también, con la guerra; y si es necesario, también, con su palabra que desenmascara. DIOS EN LA HISTORIA DE TRES PUEBLOS ¿Qué ha pasado en esta semana sumamente reflexiva, a la luz de este Dios de Israel?. Mirémoslo, Dios en El Salvador. HECHOS: DIOS EN EL SALVADOREl Partido UDN denunció la aparición de 22 cadáveres, muchos de ellos con señales de tortura que no han podido ser identificados, además de otros asesinatos, cuyas víctimas han sido reconocidas por sus familiares. Ese mismo comunicado atribuye esta extrema violencia que vive el país, a los organismos policiales ligados con el Gobierno y declara: "que llama la atención que este método puesto en práctica tantas veces en nuestro país por los cuerpos de seguridad, como en otras ocasiones, se da siempre cuando se ha decretado Estado de Sitio". Ya lo decíamos también nosotros al principio, que ojalá el Estado de Sitio no coincidiera, como sabe coincidir en nuestra historia, con el atropello de la dignidad y de la libertad del hombre, que no sea pretexto. El Dios de nuestro pueblo, no puede mirar bien una ley dada, así con carácter simplemente represivo. El Dios de nuestro pueblo está al lado de esos cadáveres que claman al cielo. Está al lado de esas familias huérfanas y desamparadas. ¿Cómo no va a estar, el Dios de nuestro pueblo, con 14 maestros que ha sido matados desde el 24 de abril a esta fecha? En el mes del maestro tenemos que recordar estos nombres entre los cadáveres: Noel Saúl Ramos, Ricardo Villalobos, Emma Guadalupe Carpio, Rafael Vásquez Marín, Antonio Merino, René Mauricio Pacheco, Orlando Guerrero Chamul, Pedro Federico Colorado, Francisco Borja Carranza, René Guevara, Lázaro Arias, José Manuel Funes Minero, Manuel de Jesús Chávez, Héctor Joaquín Torres. ¡Catorce hombres, mentores de nuestra niñez, asesinados! Quiero unir a esta denuncia, el ataque sistemático, malicioso, contra la educación de nuestros Colegios Católicos. Se confunde -y lo he repetido mil veces- el trabajo que la Iglesia lleva en sus colegios por la vigilancia, por el despertar de una conciencia cristiana, crítica; una educación liberadora, una educación que haga del educando un artífice, un hombre útil, una mujer útil para crear un porvenir mejor en su patria. Cuando se hace esto se dice que en el colegio se da indoctrinación marxista. Es fácil poner esa etiqueta para luego hacer odiosa la labor educativa cristiana, que no puede prescindir, como lo repitió Pablo VI claramente, de la promoción auténtica del hombre. La misma Ministro de Educación ha lamentado que el magisterio esté en esta ola de violencia y que sigan siendo víctimas, tantos ciudadanos de diversos sectores. También han amenazado de muerte y reprimido a sindicalistas de la Luz Eléctrica. Capturaron recientemente a dos sindicalistas en el Cerrón Grande. El 4 de junio, en la sala de control de la planta geotérmica de Ahuachapán, un sujeto enmascarado entró a dejar unas cartas de amenazas a directivos y trabajadores, a nombre del movimiento armado de Unión Guerrera Blanca. Este sindicato jugó un rol determinante en la serie de huelgas que se realizaron durante el pasado mes de marzo. Hay una lista de personas que han sido capturadas y las cuales no han sido pasadas a los tribunales y se teme por su vida: Oscar Atilio Chicas; Julián Mejía Ardón, campesino; Sara Brizuela; Manuel Barahona Chávez, campesino; Cruz Flores, Domingo Murcia, Manuel Antonio Mejía, María Reina Mejía, Carlos Mejía, Blanca Elia Beltrán. También un estudiante de 18 años, Carlos Durán, capturado y luego asesinado, su cadáver apareció en el Playón. Numerosas personas han recibido amenazas por teléfono y por cartas anónimas. El director del periódico La Crónica denuncia esta amenaza y ha tenido el valor de responsabilizar de lo que le pueda suceder, al mismo Gral. Romero. El 5 de junio, una cosa horrorosa, en el Hospital de Usulután -todos leyeron en el periódico- fue acribillado a balazos el reo Manuel Rodas Umaña que se encontraba recuperándose después de haber sido capturado y herido el 4 de febrero. Estaba a la orden del Juez Primero de Primera Instancia. Los asesinos friamente bajaron después del hecho como si no hubiera ningún impedimento para ellos. Se trata de decir que habrá una investigación exhaustiva de estos hechos pero todo se queda en promesas. Quisiéramos de nuevo recordar: el papel del Poder Judicial en nuestra Patria duerme, mientras hay tantos crímenes y tanto luto en tantos hogares. Él Gobierno ha mostrado en otras ocasiones que es capaz de detener estas olas de extrema derecha y ahora quisiéramos que se hiciera un esfuerzo eficaz para que cesara, de este sector, tanto crimen. No vamos a ocultar tampoco del otro extremo. No estamos de acuerdo con las acciones terroristas; y también, las acciones de los movimientos políticos militares han cometido excesos. En un enfrentamiento con la Guardia Nacional murieron 2 supuestos miembros de la FPL y un guardia. Fueron asesinados 3 miembros de las FARN en circunstancias todavía no claras. No se han difundido noticias sobre la suerte de tres secuestrados, por los cuales también hemos clamado: los dos ingleses y últimamente el Sr. Miguel Miguel. El 3 de junio las FPL queman tres avionetas en Santa Ana; y quemaron una gasolinera en Sonsonate y quemaron la Alcaldía de San Martín, y cuatro alcaldías más. No se sabe quién destruyó el puesto de Guardia Nacional de la Hacienda e Ingenio El Cataño, el 4 de junio. Sigue siendo un misterio el asesinato del Sr. Encargado De Negocios de Suiza. Esperamos que se estén poniendo los medios para investigar tantas cosas. Y repito: de ninguna manera la Iglesia puede aprobar estos terrorismos inspirados, tal vez, en el resentimiento o en la venganza. Por otra parte, nuestro pueblo ha recibido testimonios de solidaridad muy valiosos que yo quiero agradecer aquí en público, porque han venido hasta de otras partes: de Francia, de Venezuela, de Costa Rica. Pero quiero aclarar también -ya lo hemos hecho en los periódicos y en los medios de comunicación- que yo no he pedido a ningún comunista de Costa Rica que promueva una condena a nuestro Gobierno. Es mentira, yo no lo he hecho. Lo divertido es que los medios de comunicación que estuvieron repitiendo esa noticia, cuando se les mandó la aclaración del Secretariado del Arzobispado, a pesar de la aclaración, lo siguieron publicando, el mismo que sin duda era un campo pagado, un anuncio. ¿Quién lo paga?, ¿quién se interesa por calumniar al Arzobispo? Este es nuestro pueblo. Y yo quería enmarcarlo en esa reflexión de un Dios que busca a un pueblo para orientarlo por caminos de paz y de santidad. Un Dios que con brazo fuerte quiere corregir los desórdenes. Lo dijo el Papa ahora al celebrar la última Misa en Polonia, ante el patrono de Polonia, el patrono del orden moral: nuestra historia ha pagado un caro precio por defender el orden moral porque nuestra fe no fomenta nunca el desorden. El Dios del orden eterno, no puede querer estos desórdenes en nuestra Patria Yo quisiera pedir a todos los que tienen fe en ese Dios, que intensifiquemos nuestra oración pero también nuestro compromiso con esta Iglesia del orden santo de Dios para que trabajemos en la medida de nuestras influencias y posibilidades; los que tienen también vocación política, trabajen desde un campo político que es un deber del ciudadano. Ustedes trabajen, sobre todo los laicos, recuerden que una fe en Dios que no se traduce en un trabajo por restablecer un orden más justo en el país en el que Dios ha colocado a ese creyente en Dios, no es una fe verdadera. Tiene cada uno de ustedes, como yo, desde mi papel pastoral, el deber de buscar en su puesto, en su lugar, en su patria, en sus influencias si las tiene sobre el gobierno o sobre los grupos organizados, en los campos políticos, sociales, económicos, un compromiso de trabajo. Todos tenemos que trabajar para que este pueblo que no sólo ha sido escogido por Dios sino bautizado con su nombre santo: El Salvador, sea verdaderamente un pueblo en el cual actúa y vive con brazo fuerte, con brazo poderoso. DIOS EN EL PUEBLO DE POLONIAPero fijémonos en otro pueblo: el pueblo de Polonia. En estos días en que el Papa lo ha visitado, es un ejemplo de que aún en las peores catástrofes y bajo los peores regímenes, la fe del pueblo mantiene la esperanza y se mantiene unido y se mantiene siempre dispuesto a trabajar para que Dios reine. Me da mucho gusto ver la coincidencia de los pensamientos de Papa en Polonia con los de la línea del Arzobispado en el Salvador. Cuando el Papa dice: "Las relaciones normales entre la Iglesia y el Estado en Polonia, están vinculadas a la causa de los fundamentales derechos humanos". Y cuando asegura: "ningún diálogo verdadero podrá tener lugar -expresó el Sumo Pontífice- a menos que las autoridades respeten las convicciones de los creyentes, aseguren todos los derechos de la ciudadanía y también establezcan condiciones normales para la actividad de la Iglesia". ¿Qué otra cosa hemos dicho? No nos hemos cerrado nunca al diálogo pero me parece que el Papa da también las mismas condiciones para un diálogo fructuoso: "que se creen condiciones en que se respete al pueblo, al que la Iglesia no puede desamparar". Jamás nuestra Iglesia dejará sólo a nuestro pueblo que sufre... Fue hermosa la oración del Papa a la Virgen María, de la cual es tan devoto el pueblo de Polonia, y dijo: "Madre de la Iglesia, haz que la Iglesia pueda gozar de libertad y paz en el cumplimiento de su misión de salvación y con este fin adquiera madurez, una nueva madurez de fe y unidad interior. Ayúdanos a superar la oposición y las dificultades, ayúdanos a superar las grandes amenazas morales contra las esferas fundamentales de la vida y del amor". Dijo que: "la justicia y la paz, sólo pueden ser protegidos a través del respeto por los derechos de los pueblos y las naciones y no a través del odio, la guerra y la autodestrucción". DIOS EN EL PUEBLO DE NICARAGUAFinalmente, en esta revisión del pueblo de Dios, de los pueblos bajo la guía de Dios, quiero solidarizarme esta mañana y pedirles a todos ustedes, por los sufrimientos y preocupaciones de nuestro hermano pueblo de Nicaragua. Allá los Obispos, en una hermosa coincidencia con la línea arzobispal de El Salvador, escribieron una carta en la situación difícil del pueblo, entre la cual hay una invitación a las autoridades, a constatar una serie de procedimientos contrarios al orden cívico que constituyen ya actos rutinarios; y viene una lista muy parecida a la de El Salvador: "desaparición de personas, encarcelamientos sin causa, multas onerosas, torturas, asesinatos de inocentes, ajusticiamiento de prisioneros, profanación de cadáveres; allanamientos de hogares, hospitales, templos, colegios, cierre arbitrario de emisoras; persecución y difamación contra Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos". Los obispos de Nicaragua añaden que: "Es doloroso constatar el estado de inseguridad y hasta de desesperación que angustia a nuestro pueblo -nicaragüense-. Los subterfugios legales cerraron ayer un camino pacífico hacia la democracia; el exterminio aplasta hoy toda posibilidad de un justo y cívico reclamo nacional". "Nuestro pueblo tiene derecho a ser gestor de su propio destino". ¡Esto es lo que quiere la Iglesia! La Iglesia no es un partido de oposición, la Iglesia es una fuerza de Dios inspiradora en el pueblo para que el pueblo sea artífice de su propio destino. La Iglesia no quiere imponer sistemas políticos o sociales, no debe, no es su competencia, pero la Iglesia llama a la libertad de los pueblos para que no se imponga un sólo patrón impositivo sino para que los hombres promuevan, desde sus conocimientos y sus técnicas, lo que el pueblo merece, lo que el pueblo cree que quiere. Artífice de su propio destino, libre para elegir su propia conducción al destino que Dios le señala. Por eso, hablando siempre de Nicaragua, espero que la declaración de "no-intervención" de fuerzas salvadoreñas en favor de aquella tiranía, sea verdadera y que si alguna intervención vale, es precisamente esta que han dicho los obispos de Nicaragua: "una intervención en favor del pueblo para que busque con libertad su propio destino..." Estos tres rasgos de El Salvador, de Polonia, de Nicaragua, nos da una pauta para comprender la fe en Dios que deben tener los pueblos. El Papa en Polonia sabe que se enfrenta con un Gobierno ateo y en cierto sentido tiene más libertad para gritar la libertad religiosa de su pueblo, pero cuando esa característica de ateísmo se camufla bajo una hipocresía cristiana, entonces es difícil hablar como se habla, aquí en América Latina, como lo ha hecho en Nicaragua y tratamos de hacerlo aquí en el Salvador. No es partido de oposición sino defensa del Dios que quiere libres a los pueblos y de la libertad y dignidad que Dios quiso para Israel como lo ha mencionado Moisés que llevaba en carne propia el recuerdo de la esclavitud de Egipto, de los capataces que humillaron a un pueblo; pero, ¡con qué gratitud invita a Israel a mirar al Dios bondadoso que lo ha librado con brazo fuerte, con mano generosa!. Eso pedimos al Señor: que libre de tanta situación difícil la libertad, la dignidad de nuestros queridos pueblos. 2. EL DIOS DE JESUCRISTO SE REVELA COMO UNA FAMILIA: PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTOAhora bien, -ya seré más breve en las otras dos consideraciones-. El Dios de nuestros padres en el cual nos hemos entretenido bastante porque sigue siendo el Dios de El Salvador, el Dios de Nicaragua, el Dios que todo hombre de buena voluntad puede encontrar y apoyarse en Él. - Título en el Nuevo Testamento: "el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo". Cuando vino Jesucristo en la plenitud de los tiempos, se llama el "Dios de Nuestro Señor Jesucristo". No contradice todo lo que hemos dicho sino que lo perfecciona, porque el Dios de la Antigua Alianza era un Dios monoteísta. No hay más que un sólo Dios, le dice a Moisés después de contar estas maravillas. Reconoce pues y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra. No es un Dios lejano, sí, trascendente, infinito, pero un Dios cercano aquí en la tierra, no hay otro y a ese único Dios que los israelitas no conocieron más perfectamente que como un Dios poderoso, Dios del pueblo, Dios de los patriarcas, Cristo lo vino a perfeccionar en su revelación. - Cristo revela su "misión" y plenitud de su poder como "enviado" del Padre. Cuando nos aparece en el Evangelio de hoy: "id a bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". El Dios de Jesucristo es un Dios-Familia, no es un Dios solitario, es uno y único pero en Él hay tres personas: el Padre engendra al Hijo por un proceso misterioso de la eternidad y, entre el Hijo engendrado y el Padre engendrador, una corriente que es también persona, amor, el espíritu de amor, el Espíritu Santo, los identifica, los une. Este es el proceso trinitario que Cristo vino a revelar cuando vino continuamente a hablarnos del Padre: "mi Padre os ama" y cuando nos hablaba: "os enviaré el Espíritu" y esa promesa del Dios de Jesucristo, se cumple cuando Jesucristo muere pagando nuestros pecados, y resucita, y vuelve al cielo; y al decir al Padre: "misión cumplida" la corriente trinitaria que no se ha interrumpido, se extiende. Enviemos al Espíritu que une al Padre y al Hijo en el amor eterno; sea también corriente que engarce los corazones de los hombres. Y vino el Espíritu Santo, enviado como fuerza de la vida de Dios para hacer de los hombres una sola familia. - Cristo vino a revelar al Padre Pero fijémonos en este Cristo que nos revela al Padre. Lo que decíamos: no viene a revelarnos un Dios de Atenas ni un Dios de los filósofos viene a revelarnos a un Dios vivo a un Dios amor y no necesita grandes lecciones. Se presenta para decirle a los apóstoles: "el que me ve a mí, ve al Padre" o como decía San Pablo: "toda la gloria del Padre se revela en el rostro de Cristo su Hijo". Este es el papel de Cristo, por eso el Concilio lo llama la plenitud de la revelación. Ahora conocemos, porque Cristo lo ha dicho, que el Padre nos tiene tanto amor que pudo mandar a su Hijo para morir por nosotros. Y todas aquellas bellas parábolas de Cristo son revelaciones de Dios. La oveja perdida que el pastor va a buscar con amor, el hijo pródigo que después de dilapidar toda su fortuna vuelve desnudo de bienes y de gracia y el padre lo abraza y lo viste otra vez. Es el Dios que Cristo nos viene a revelar. El Dios de Jesucristo, es el Dios de la misericordia. Por eso los cristianos, más que los israelitas de Moisés, hemos de darle gracias porque no en una zarza ardiente hemos conocido a Dios. Cristo es la zarza del Nuevo Testamento. En Cristo arde el amor y la plenitud de Dios. Quien conoce a Cristo ha encontrado a Dios. Nadie conoce al Padre sino al Hijo y a quien el Hijo se lo quiera revelar. Qué hermoso será tener fe cristiana, fe en Cristo; pero no una fe teórica, una fe académica, una fe sólo de la cabeza, sino una fe como lo que significa fe, entrega, confianza. "En Ti Señor he puesto toda mi esperanza y no quedaré confundido". Creer en Cristo revelador del Padre, es aceptar esa fe que nos hace verdaderamente libres. 3. LOS HOMBRES POR EL ESPIRITU SANTO, ENTRAN A FORMAR PARTE DE LA FAMILIA DE DIOSa) El Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo a los hombres. La segunda lectura nos habla de esa humanidad admitida a la familia de Dios. - Efecto: la adopción Como se siente dichoso y agradecido, el hijo de un pobre que ha sido adoptado por una familia que le va a dar todos sus estudios y le va a hacer todo lo que quiera para el desarrollo de su personalidad. Pero, ¿qué es esto sino una pálida imagen de lo que es la obra del Espíritu de Dios que vino a adoptar, es decir a invitar a los hombres? ¿Quieren ustedes que esa vida del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo que es unidad que es comunión, que es amor, que es entrega, que es luz, vuelva aquí también y haga de los hombres también amor, unidad, entrega, comunión, generosidad?. Y San Pablo lo dice hoy: dichosos los que aceptan esa invitación, los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. b) Cualidades del efecto de familia Habéis recibido ese espíritu y ¿qué produce en nosotros?. Si por el Bautismo y por vivir en gracia de Dios pertenecemos a esa familia divina, aquí están las consecuencias en la segunda lectura de hoy. - No esclavitud... ni temor... Habéis recibido no un espíritu de esclavitud para recaer en el temor. Cuando vivimos un ambiente de temor, de tensión, de miedo, tenemos que recordar esto. No habéis recibido espíritu de esclavitud, habéis recibido capacidad de ser libres y, por eso, toda lucha por la libertad corresponde también a los designios de Dios no sólo en Israel sino en la santidad del Nuevo Testamento. - Espíritu de hijos... "Abba", Padre Un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abba!. Era la palabra aramea, en la que Cristo habló cuando le oraba al Padre. Abba, quiere decir: papá, padre. Y nos enseñó también: Padre Nuestro, pero cuando estamos en gracia de Dios esto lo decimos porque el Espíritu da testimonio en el interior del hombre que somos de verdad hijos de Dios. Nos ha adoptado, nos ha enviado la corriente de filiación divina que nos eleva, no sólo en la eternidad después de nuestra muerte, sino ya aquí. El que vive en gracia de Dios y gracias a Dios tenemos tantos santos en nuestra Iglesia, tantos hombres y mujeres verdaderamente santos, porque los ha engarzado Dios en su vida trinitaria. Muchos de ellos también trabajan y todos deben trabajar por estas justas reivindicaciones de nuestro pueblo, pero desde estas perspectivas de la vida de Dios que le da una sólida firmeza a nuestros ideales y a nuestras pretensiones. Y para terminar, cito un pensamiento de San Cipriano que lo recogió el Concilio, cuando después de describir la obra del Padre en la Iglesia, la obra del Hijo y la obra del Espíritu Santo, al sentirnos como arropados en el amor de la Santísima Trinidad, como invitados a formar parte de su familia, a elevarnos para hacer de la tierra una imagen de ese cielo hacia el cual aspiramos, termina diciendo: "Y así toda la Iglesia -es decir, todos nosotros- aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Así sea... El año litúrgico interrumpe ya con este domingo, lo que llama el Tiempo Ordinario. Si se han fijado, hemos celebrado cinco domingos del tiempo Ordinario; así se llama el de hoy: 5º domingo del Tiempo Ordinario, y se va a interrumpir esta serie de 34 domingos, para continuarla después de Pentecostés, cuando continuaremos con el 6º domingo del Tiempo Ordinario.
¿Por qué se hace esta interrupción? Porque vamos a entrar ya, en el tiempo fuerte de la Cuaresma. El miércoles de esta semana es el Miércoles de Ceniza, día en que se inaugura ese gran retiro espiritual de la Iglesia, que se llama la CUARESMA. Cuarenta días, que quieren imitar los cuarenta días en que Jesús estuvo ayunando en el desierto, preparándose para su vida pública. La Iglesia nos invita a vivir esa temporada, sintiéndonos parte viva de ese Cristo, llamándonos a una penitencia, a una renovación interior del alma, del corazón, de la vida. Ya desde ahora les invito a que el próximo miércoles, como es día de trabajo, cada uno vea a qué templo puede asistir, pero no falte a esa hermosa ceremonia de la ceniza. Aquí en Catedral, voy a tener la oportunidad de celebrar a las 7 de la mañana, para que la ceniza bendita en las primeras misas sirva para toda la gente que vendrá a lo largo del día como se hace en todos los templos, para que en las diversas misas de todos los templos, los católicos asistan a doblar su frente humilde, ante Dios, y recordar el gran principio de la vida: "Acuérdate que eres polvo, ceniza"; de allí el nombre del Miércoles de Ceniza. "y que en ceniza, en polvo, has de acabar". Pero mientras el cuerpo tiende a la sepultura, una vida interior del hombre tiene que robustecerse y la Cuaresma no sólo es invitación al recuerdo de la muerte, sino sobre todo al recuerdo del deber de renovarnos para ser luz, sal, brillo en el mundo. El Miércoles de Ceniza es, pues, de mucha importancia para el año litúrgico, tratemos de asistir a nuestra misa con el sentido de una inauguración solemne de la Cuaresma; y nos prepara así para la celebración de Pascua: Muerte y Resurrección de Cristo en Semana Santa. Pascua de alegrías que se prolongan 50 días, hasta que celebramos la venida del Espíritu Santo como conquistado por la muerte dolorosa y la Resurrección del Señor. Y cuando celebremos 50 días después de la Pascua la venida del Espíritu Santo, volvemos a tomar el año en su Tiempo Ordinario, para completar las 34 semanas que nos van a unir ya con el principio del otro año: Adviento, preparación de Navidad. Vean, pues, qué pintoresco y al mismo tiempo qué eficaz: la Iglesia, maestra de la vida espiritual. De allí que el año litúrgico viene siendo como un curso, una gran universidad montada en lo ancho del mundo para que todos los hombres, dice el Vaticano II, al celebrar los misterios de la salvación, se inunden en su gracia redentora. No es recuerdo de un pasado, es el presente de un misterio que salvó al mundo hasta la consumación de los siglos. Cada año litúrgico nos hace presentes ese misterio de Cristo que se despliega en nuestra misa dominical sobre todo. LA VIRGEN DE LA CANDELARIA O PRESENTACIÓNEste domingo, hermanos, cae también después de la fiesta de Candelaria, el 2 de febrero, en que celebramos esa presentación del Niño Jesús en el templo, 40 días después de haber nacido, para cumplir aquellas leyes de Moisés: la circuncisión del varoncito primogénito y la purificación de la madre que, aunque era inmaculada, pero nos quiso dar ese gesto de obediencia a la ley de Dios y de humildad, de acatamiento a lo que Dios dispone. Aquí en Catedral veneramos esta preciosa imagen de la Virgen de la Presentación. Yo quisiera que todos los de la capital y todos los de la Diócesis tuviéramos presente que fue la primera imagen de la Virgen que veneramos en nuestro pueblo. Fue traída por los españoles bajo ese título de la Presentación y se veneró y se le tuvo mucha confianza a la Virgen bajo ese título. Ahora en que nuestra patria necesita, pues, las grandes protecciones del cielo, no olvidemos esta Virgen que va con nuestra historia: La Virgen de la Candelaria, bajo ese título de la Presentación que es lo mismo. Y en este domingo, en que Cristo nos habla de la luz que debe ser todo Cristiano, es bueno que recojamos en esta homilía de hoy ese símbolo de la luz y esa fiesta de la Candelaria que es tan popular entre nosotros pero que muchos que van a los santuarios de la Virgen de Candelaria no saben todo el grandioso significado de esa candela encendida en la mano de un cristiano; y es la plastificación de la frase de Cristo: el cristiano es luz, brilla ante los ojos del mundo para que tus ejemplos, tu luz, hagan manifiesta la gloria de Dios en el mundo. LA VIRGEN DE LOURDESTambién hermanos, junto al año litúrgico hay una serie de festividades más bien populares o tradicionales, que las debemos de celebrar según el espíritu del Concilio, incorporándolas al año litúrgico. Por ejemplo: el sábado próximo entrante, 11 de febrero se celebra una fiesta de la Virgen, muy simpática: la Virgen de Lourdes, que aquí entre nosotros tiene sitios de cultos muy bonitos: La parroquia de Lourdes, Lourdes de Colón y sobre todo quiero invitarles a la celebración del Colegio de Lourdes, de la gruta de Lourdes, donde la Superiora, las Madres Carmelitas, van a celebrar con este acto la participación de sus Comunidades salvadoreñas en el 75 aniversario de su fundación. El acto principal allá en el Colegio de la Gruta, carretera a San Marcos, será a las 4 de la tarde, con una concentración de enfermos. Se hace un llamamiento, pues, de parte de las organizadoras de esta fiesta a los hospitales y a las familias que tengan enfermos, para los cuales no haya inconveniente transportarlos, para que asistan a una Misa como un Lourdes de Francia, bendiciendo así a los enfermos; y a los que deseen, les vamos a dar también la Unción de Enfermos, que no es un sacramento como para desahuciar a un enfermo; Unción de Enfermos, que ya no se le llama Extrema Unción, como antes, Unción de Enfermos que significa consagración de esos miembros dolientes para que unidos a Cristo Crucificado sean más eficazmente lo que Cristo quiere de cada enfermo, de cada hombre que sufre: un miembro doliente de su pasión para salvar al mundo. Es una invitación pues para que los enfermos consagren su dolor, su enfermedad, por medio de la Virgen purísima de Lourdes a la redención del mundo. Y sepan, queridos enfermos, tal vez muchos me están escuchando en sus radios, que ustedes no son seres inútiles, que ustedes son la parte más valiosa de la humanidad; los que saben que con su dolor, con su lecho de enfermos, con su incapacidad física, están dándole los miembros al Cristo Crucificado que salvó al mundo precisamente cuando moría doliente en una cruz. RELIGIOSAS GUADALUPANAS - VIAJE A MÉXICOEsta semana, hermanos, el 2 de febrero no pude estar con ustedes. Invitado por las Hermanas Guadalupanas estuve en México a celebrar el centenario de su fundación. Pero el Obispo, nunca va solo, siempre lleva a toda su diócesis y junto con ustedes, al mismo tiempo que expresaba la gratitud de la Diocesis a esta Congregación que desde los tiempos de Monseñor Belloso y Sánchez viene trabajando aquí y que últimamente se sitúa también en la línea moderna de la Iglesia con sus obras de promoción, allá en la escuela parroquial de San Luis, Cuscatancingo, su Academia para Campesinos; y el día de Lourdes, el sábado próximo irá también una Comunidad Guadalupana a una labor Pastoral en el pueblo de Arcatao. Agradecer, pues, a esta Congregación, era un deber de esta Diócesis. Y así celebramos presididos por el Cardenal de México 14 Obispos que también agradecen la labor de esta Congregación en sus diversas Diócesis, y cerca de un centenar de sacerdotes, este centenario. Al mismo tiempo que daba esta acción de gracias a la Virgen de Guadalupe, he pedido mucho por toda la Diócesis, por sus sacerdotes, sus religiosas, sus laicos; y he traído hermanos, para ustedes muchas manifestaciones de adhesión y simpatía de sacerdotes, de teólogos, de gente muy reflexiva que está mirando en nuestra Arquidiócesis una manifestación espléndida del Espíritu de Dios. Cuando uno sale de los límites de su Diócesis, comprende perspectivas que no se imagina, y vengo más agradecido con el Señor y a invitarles a ustedes a intensificar más nuestro compromiso cristiano; porque sin darnos cuenta, hermanos de la Arquidiócesis de San Salvador, estamos siendo espectáculo, nos están observando; o como me dijo un teólogo: ustedes en San Salvador son inspiración de Cristianismo para muchas Diócesis de Latinoamérica y aún de Europa, que van siguiendo con interés lo que allí va pasando. Me llevé la grata sorpresa de que estas modestas homilías también son escuchadas, enviadas por grabaciones allá en México y en otros lugares de nuestro continente. Bendito sea Dios, pues, no para vanidad se lo digo sino para que seamos fieles a esta voz del Espíritu que va inspirando la vida de nuestra Iglesia. Y la verdad del Evangelio: nadie es profeta en su tierra, se cumple también aquí, donde en vez de esa admiración encontramos calumnia, la incomprensión, la crítica, admitiendo sin duda lo imperfecto, lo humano que lleva toda obra humana; creo, hermanos, que valen más los valores positivos de esta Iglesia que se afianza en su fe, en su Evangelio, en su seguimiento sincero a Nuestro Señor Jesucristo. DOCTORADO HONORIS CAUSANo quisiera decirlo, lo van a leer en el periódico, pero un deber de solidaridad con ustedes me obliga también a agradecer al Señor el homenaje de la Universidad de Georgetown para el 14 de febrero a las 7 de la noche, aquí en Catedral. Se me va a conferir el título de Doctor en Letras Humanas Honoris Causa. Como les explico en "Orientación", si fuera un homenaje a mi persona, no tuviera el valor de aceptarlo, pero por su procedencia tan noble, y, sobre todo, por la solidaridad que siento con todos mis queridos sacerdotes y con todo el pueblo de Dios, creo que es una honra para toda la Arquidiócesis. Y así les suplico que me ayuden a que le demos gracias al Señor. PREOCUPACIÓN POR NICARAGUATambién, hermanos, no podemos quitar del marco de reflexiones de esta mañana, nuestro cariño fraternal, nuestra preocupación por la hermana República de Nicaragua. Yo no quiero decirlo con palabras mías, sino que enfoquemos esta situación, y una plegaria muy especial por Nicaragua, con el documento de los Obispos de Nicaragua que sale allí en "Orientación", en que con un mensaje de Año Nuevo denuncian las muchas formas de injusticias y atropellos de que es objeto el pueblo de Nicaragua. ILUMINADOS POR LA "POPULORUM PROGRESSIO" DE PABLO VIY más que todo, quiero iluminar con estas palabras del Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum Progressio, para que saquemos la lección. Los acontecimientos de la historia tienen que ser lección para todos los hombres y desde hace mucho tiempo está escrita esta página, que si se hubiera tenido en cuenta, no estuviera bañándose en sangre la hermana República. Tampoco habrá baño de sangre para El Salvador. No lo queremos, no queremos la violencia, no queremos sobre todo la guerra civil, por eso clamamos, y el Papa lo decía hace muchos años y ojalá a tiempo escuchemos también nosotros esta página. Dice en la Populorum Progressio, en los números 30 en adelante: "Hay situaciones cuya injusticia clama al cielo; cuando poblaciones enteras faltas de lo necesario viven en una dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural, y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana". Siempre lo hemos dicho: la causa del malestar, los orígenes del terrorismo, las fuentes de la sangre están allí, en la injusticia social. El Papa lo está diciendo en esta Encíclica. Y es más grave todavía esto, que en el número 31, yo les invito a que los reflexionemos. Estos documentos de la Iglesia debían de ser bien conocido por el católico de hoy. Y no vayan a decir después que yo estoy llamando a terrorismo y otras locuras de calumnia que se dicen, es el Papa que ha escrito esta página. "Sin embargo, como es sabido, la insurrección revolucionaria tiene un paréntesis muy importante: Salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dáñase peligrosamente el bien común del país". Esta es la salvedad, salvo ese caso extraño, en que una tiranía está atropellando los bienes del país, el bien común. "La violencia engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor". Creo que es claro el pensamiento pontificio. La doctrina de la Iglesia admite una rebelión en el extremo último, como la guerra es el último recurso en la defensa de un bien. Como matar a otra persona en defensa propia, es el último recurso. También en el bien común pero teniendo en cuenta no vaya a ser más grave el mal de esa rebelión, que el bien que se pretende. Es un equilibrio muy difícil pero pertenece a la doctrina de la Iglesia la cual en cambio, en el número siguiente más bien enseña: "Entiéndasenos bien'", dice el Papa; "Entiéndasenos bien, la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras, hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes; cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo, los que por su educación, su situación y su poder, tienen grandes posibilidades de acción". Etc. Aquí, pues, antes de llegar a una rebelión sangrienta, a una lucha fraticida, a un baño de sangre, mejor hermanos, poner los medios pacíficos. Es tiempo todavía en que cada uno, sobre todo aquellos que por su educación y por situación están con más influencia en las leyes, en la civilización nuestra, en el cambio necesario, es urgente el cambio audaz y profundo para no llegar después a lamentar tarde, lo que no se pudo hacer a tiempo, tal vez por egoísmos. NUEVOS PÁRROCOSEsta mañana vamos a dar posesión al nuevo párroco de San José de la Montaña, Padre Víctor Guevara. Y en la Colonia Dolores a su nuevo párroco también el Padre Juan Antonio Gutiérrez. Encomiendo a ustedes en sus oraciones estas comunidades, que son de la familia de la Arquidiócesis y que hemos de amarnos fraternalmente. A LA COMUNIDAD DE TEJUTLALo mismo envío un saludo de agradecimiento a la comunidad tan simpática del Cantón Jardín, allá en Tejutla, donde viví el domingo pasado una escena digna del Evangelio que se anunciaba: el Sermón de la Montaña. ¡Qué preciosas montañas de aquellas colinas del norte! y qué preciosa la acogida de aquella gente con corazón tan noble a la palabra de Dios. Quiero felicitar a los seglares, algunos profesionales que fueron a colaborar en este momento de Evangelización de Jardín. DOS INTENCIONESFinalmente hermanos, quiero encomendar a sus oraciones en esta misa dos promesas que he hecho: la 1ª por la Sra. de Chiurato, de cuyo paradero no se ha sabido nada después de tanto misterio. Encomendémosla a Dios. Y también por el eterno descanso de José Luis Martínez, que falleció precisamente el 5 de febrero en 1975. Y en este marco, hermanos, en que toca de lleno nuestro corazón, nuestra historia, nuestros peligros, nuestras esperanzas y tantas otras cosas que ustedes tienen en su familia, en sus problemas personales, es donde debemos enfocar la palabra de Dios que ilumina realidades. La palabra de Dios si solamente es una reflexión teórica, que no toca las realidades, aun cuando duelan, no es palabra iluminadora. Y precisamente yo quiero presentar en esta homilía a la Iglesia cuya debilidad se apoya en Cristo. Este podía ser el título de esta reflexión de hoy: La Iglesia cuya debilidad se apoya en Cristo. 1º. COMO UNA CIUDAD EN LA MONTAÑAYo quisiera que de esta reflexión de hoy, hermanos, cuando vamos a interrumpir el año litúrgico en su tiempo ordinario, rutinario, monótono, vamos a introducirnos con un sincero deseo de renovación cristiana, individual, familiar y colectiva, tuviéramos muy en cuenta este fragmento del Sermón de la Montaña; seguirá siendo el tema de los domingos del tiempo ordinario. El Sermón de la Montaña, donde Cristo inmediatamente después de decirnos la Bienaventuranzas, como el domingo pasado, nos apostrofa directamente y nos dice a nosotros Cristianos: Ustedes tienen que ser luz del mundo, una luz no se enciende y se pone debajo de la mesa sino en alto para que ilumine a toda la casa. Ustedes son como una ciudad iluminada, y una ciudad en la montaña, no se oculta. Ustedes son sal de la tierra; la sal sirve para dar sabor, pero cuando la sal se hace insípida, ¿para qué sirve? ¿para qué sirve una Iglesia, un cristiano, cuando su predicación, su ejemplo se ha trastornado en un servilismo, en adulación, en quedar bien con el mundo?. Sal insípida, luz apagada Qué fácil es estar bien con todo el mundo, pero qué ineficaz ser lámpara apagada, ¿para qué sirve? La Iglesia necesita de cada uno de nosotros y de todos en conjunto. Cada cristiano tiene que ser como una antorcha, y el conjunto de cristianos, tiene que ser como una ciudad en la Montaña. CADA UNO LUZCA SU PROPIA PROFESIÓNPor eso me llena de emoción haber oído allá en México que nuestra Iglesia es como esa ciudad; inspiración para muchas Iglesias del Continente y aún de Europa. No nos pongamos vanidosos; simplemente sintamos la responsabilidad de hacer honor a esa expectativa del mundo hacia nuestra Iglesia. Y cada cristiano, por favor, tomemos en serio este testimonio personal. Yo le doy gracias al Señor, porque, en estas horas difíciles de nuestra Arquidiócesis, han surgido muchos testimonios personales. Allá en México, en un noviciado de sacerdotes: "Nunca habíamos tenido tantas vocaciones como éste año pasado en El Salvador"; y lo mismo he oído de Congregaciones femeninas. Y en el Seminario, donde están ahora en ejercicios espirituales los jóvenes que van a iniciar el año, ¡cuántas bellas vocaciones! Un estudiante de medicina, allá en Aguilares, me decía: "Siento que no me llena esta carrera que había abrazado con tanta ambición; ya he pedido entrar a un noviciado, ¡voy a ser sacerdote mejor!". Hermanos, no es que otras profesiones sean inferiores al sacerdocio, cada vocación vale, allí donde Dios la quiere; y esto es lo que yo quisiera dejar ahora, hermanos, como llamamiento en nombre de Cristo: Que cada uno sea luz en su propia profesión. Mi cargo de Obispo, es mi vocación; la de mis hermanos sacerdotes en los pueblos y parroquias, es su vocación, es su puesto. La de las comunidades religiosas en sus colegios, en sus hospitales, en sus misiones, allí está su vocación. Y vocación también la de ustedes, queridos laicos: el médico, el abogado, el ingeniero, el empleado, la vendedora de mercado, el que se gana la vida cargando maletas en el mercado, el jornalero, el carpintero, cada uno vive su propia vocación. NO PARA TENER MÁS, SINO PARA SER LUZ¡Qué hermosa sería la vida, en que cada uno, sintiéndose orgulloso de su profesión, no ambicionando profesarla para tener más -eso es egoísmo-, sino para ser más luz en el mundo! ¡Qué hermosa sería la sociedad!, cuando los hombres pusieran el ideal no en los bienes de la tierra, enriquecerse más, tener más; eso lo hemos dicho ya aquí, es la expresión más elocuente del subdesarrollo moral: la codicia, el afán de tener, el frenesí de poder, idolatría. El hombre brilla cuando es más luz del Señor; cuando hace de su profesión un servicio a la humanidad; cuando como lámpara se va consumiendo, mientras ilumina como comunidad y como Iglesia. BUSQUEMOS LA UNIDADHermanos, apretemos, cada día más, nuestra unidad de la Arquidiócesis. A los queridos sacerdotes, cómo les agradezco ese testimonio de unidad con su Obispo. ¡Lástima que no todos la quieran vivir!. A las religiosas, cómo les agradezco esas manifestaciones, de solidaridad, con el signo de la unidad que es el Obispo. A las comunidades, parroquias, comunidades de base y todo lo que es vida católica, auténtica, está comprobando en esta unidad de ciudad iluminada en la montaña. Seamos cada día más dignos de estos dones preciosísimos con que el Señor nos ha regalado y que se cumple al pie de la letra lo que dice el Concilio de la Iglesia: "Va peregrinando, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios". Y esos consuelos los dan ustedes, a la medida en que se hacen y nos hacemos todos más cristianos. EL OBISPO, SIGNO DE LA UNIDADYo no pretendo otra cosa, hermanos, sino ser cristiano, Obispo, el cristiano que está desempeñando su papel de signo de unidad; no soy más que nadie, simplemente soy el signo de esa unidad. El que me acepta como signo, se construye en esta unidad de la Iglesia; el que me rechaza como signo, rechaza la unidad de la Iglesia y se destruye, se apaga. Sal que se vuelve insípida. 2º. LAS BUENAS OBRAS SON EL ESPLENDOR DE LA IGLESIAPor eso, hermanos, mi segundo pensamiento es éste: Que las buenas obras son el esplendor de la Iglesia, pero fíjense que insistencia en las lecturas de hoy. Las buenas obras a partir de los pobres. Qué hermosa y elocuente la palabra de Isaías: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, no te cierres a tu propia carne. Como que el mendigo soy yo, es mi carne que tiene hambre, dale de comer; como el que te viene a pedir posada, es tu carne que tiene frío, dale abrigo; siente esta fraternidad, siente la identidad. No digo contigo solamente, sino sobre todo siéntela con Cristo. Todo lo que le hagas a él, a mí me lo haces. ¡Cómo no le va a doler a la Iglesia una civilización de egoísmos, una civilización de desigualdades tan crueles, en que el pobre, el desamparado, el hambriento, el desnudo, el sin techo, como si no fuera hombre, como si no fuera hermano!. Ya hemos dicho, hermanos, que esto no es una defensa de la pereza, de la holgazanería, "el que no trabaja, dice la Biblia, que no coma". Pero se trata de estas situaciones que ya se hicieron como una costumbre entre nosotros, como si fueran diversas clases de hombres, los ricos y los pobres. Si somos la misma carne, si somos del mismo origen y tenemos el mismo destino; si a todos nos ha amado Cristo, y con todos se ha identificado. Vivir, entonces, haciendo buenas obras ¿qué dice el profeta?. "Entonces, cuando hagas todo esto, romperá tu luz como una aurora, enseguida te brotará la carne sana que abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor". Esta es la gloria que sigue a la Iglesia, al hombre que vive la justicia y vive la caridad. ESTAR CERCA DEL QUE SUFREPor eso hermanos, en nuestra Arquidiócesis, y cada uno de nosotros, tiene que ser un devoto enardecido de la justicia, de los derechos humanos, de la libertad, de la igualdad; pero mirándolos a la luz de la fe. No lo olvidemos que es precisamente buscando que rompa en nuestro ser la luz del Señor, es decir: No hacer el bien por filantropía. Hay muchas agrupaciones que hacen el bien, pero para salir en el periódico, para que se ponga una placa de un gran bienhechor. Hay muchos que hacen el bien buscando aplausos en la tierra. Lo que busca la Iglesia al llamar a todos a la justicia y al amor fraterno, es el bien de la persona que hace el bien, porque se hace más bien el benefactor que el beneficiado. Entonces clamarás al Señor y te responderá; gritarás y te dirá: "AQUÍ ESTOY" ¿qué más queremos hermanos?. GOZAR DE LA PRESENCIA DE DIOS.Hay un criterio para saber si Dios está cerca de nosotros o está lejos: el que nos está dando la palabra de Dios hoy: Todo aquel que se preocupa del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios. Clamarás al Señor y te escuchará. EN QUE CONSISTE LA RELIGIÓNLa religión no consiste en mucho rezar, la religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí; porque le hago el bien a mis hermanos. La garantía de mi oración, no es el mucho decir palabras, la garantía de mi plegaria está muy fácil de conocer: ¿Cómo me porto con el pobre?, porque allí está Dios; y en la medida en que te acerques a él y, con el amor con que te acerques o el despreció con que te acerques, así te acercas a tu Dios. Lo que a él haces, a Dios se lo haces; y la manera como mires a él, así estás mirando a Dios. Dios ha querido identificarse de tal manera, que los méritos de cada uno y de una civilización se medirán por el trato que tengamos para el necesitado y para el pobre. POBREZA, SACRAMENTO DE DIOS EN EL MUNDOQueridos pobres, queridos marginados, queridas gentes sin casa y sin comer, la misma dignidad de ustedes les está reclamando una promoción. Es lástima que ustedes pobres, no se estimen como se debían estimar y que traten de ahogar en aguardiente, en vicios, en desórdenes, una dignidad que podría ser luz, presencia del Señor en la tierra. No elogiamos la pobreza sólo por ser pobreza, la elogiamos por ser signo, sacramento de Dios en el mundo y porque un sacramento tiene que respetarse por ser señal de Dios. Los pobres tienen que respetarse, tienen que promoverse, tienen que trabajar en la medida que les dé el alcance de sus esfuerzos económicos y sociales. ANUNCIAR LA PROMOCIÓN DE LOS HOMBRESNo se duerman, la Iglesia, la religión, no quiere ser opio del pueblo. La Iglesia por eso sufre los conflictos, porque trata de promover al hombre y decirle: "Tú eres igual que todos, tú tienes los mismos derechos que tienen todos tus hermanos", porque va promoviendo para que dejen de ser masa adormecida y se conviertan en artífices del destino de la Patria. Por eso la promoción de la Iglesia maliciosamente se le quiere confundir con ideas subversivas u otra clase de calumnias. Pero lo que la Iglesia busca es esto del Profeta, anunciar la promoción de los hombres, sabiendo que en cada hombre está escondido Dios y que el respeto a cada hombre, así sea el más pobre e indigente, es respeto, devoción aptitud casi de adoración a nuestro Dios. 3º. LA DEBILIDAD DE LA IGLESIA, LA POBREZA DE LA IGLESIA, TIENE SU APOYO SUBLIME EN CRISTO NUESTRO SEÑORY finalmente, hermanos, un tercer pensamiento es éste: La debilidad de la Iglesia, la pobreza de la Iglesia, las limitaciones humanas de la Iglesia, tienen su apoyo sublime en Cristo nuestro Señor. Y aquí me fijo en la lectura de San Pablo. Ya les dije en qué contexto están estas líneas: Pablo está en Éfeso; de Corinto, donde ha trabajado más de un año, le llegan noticias de que la comunidad está olvidando su trascendencia y está poniendo sus ojos en la sabiduría de la tierra; que hay muchos cristianos que se glorían de seguir a Apolo, el gran retórico de Alejandría; griegos que se escandalizan de la Cruz de Cristo; judíos convertidos que también tienen la cruz como una locura y se van apartando del Crucificado y van buscando apoyo en las cosas de la tierra: en el dinero, en la política, en ser tenidos con ciertos privilegios en lo humano. ¡Qué fácil tentación es ésta, hermanos! Cuando la Iglesia salía de sus persecuciones y un clima de bonanza iba cundiendo su ambiente, tenemos páginas bellísimas de los historiadores. Yo leía el día de San Sebastián, preparando una homilía, cómo el historiador, creo que Eusebio, dice que después de la persecución, el emperador nos dio cierto bienestar y no lo supimos aprovechar, y lo ocupamos para pelearnos unos con otros y buscar nuestro bienestar. Yo pienso si no serán esas las consecuencias del bienestar. NO CON ELOCUENCIA O SABIDURÍA HUMANASUn sacerdote de mucha reflexión me decía en México: Yo tengo miedo por México, porque la Iglesia hoy está demasiado bien; hoy tenemos más que lo que nos quitaron cuando empezó la revolución; y me da miedo porque la Iglesia demasiado en bienestar ya se olvida de su trascendencia. Por eso Pablo vuelve en la epístola a los Corintios. Qué hermosa carta Magna para un predicador. Cómo quisiera yo, decirles a ustedes queridos católicos de la Arquidiócesis de San Salvador. CUANDO VINE A USTEDES A ANUNCIARLES EL TESTIMONIO DE DIOS, NO LO HICE CON SUBLIME ELOCUENCIA O SABIDURÍA, PUES NUNCA ENTRE USTEDES ME PRECIÉ DE SABER COSA ALGUNA, SINO A JESUCRISTO Y ESTE CRUCIFICADO. Yo no quisiera hermanos, que se interfiriera en mi pobre palabra, la sabiduría y la elocuencia humana, porque entonces les estaría dando yo vanidad del Mundo y no sabiduría de crucificado. ME PRESENTÉ A VOSOTROS DÉBIL Y TEMEROSO. ¡Sabe Dios cuánto me costó venir a la capital a mi también!. Qué tímido me he sentido ante ustedes. Si no hubiera sido por el apoyo que como Iglesia me han dado y han hecho de su Obispo ustedes, este signo del cristianismo. NO EN EL RUIDO DE LAS PALABRASHermanos, son ustedes los artífices de ésta iglesia. "Mi palabra, dice San Pablo, y mi predicación, no fue con persuasiva sabiduría humana sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe -fíjense en esta razón-, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios". Esta será mi mayor gloria. Y cuando oigo a gente que me dice: "Me he vuelto a la Iglesia, porque ya había perdido la fe; pero ahora siento que la fe renace en mi corazón", siento que no es mi palabra ni mi actitud ni nada mío, sino que es la fuerza del Espíritu, el poder de Dios, el único que puede llegar hasta el corazón de cada uno de ustedes. ¿Qué es mi palabra? ¿Qué es la sabiduría humana sino un ruido que llega hasta el oído eterno, pero de ese oído hasta el corazón hay un camino que sólo Dios puede recorrer?, y dichoso el predicador que no pone su confianza en el ruido de sus palabras, aunque vayan envueltas de gran sabiduría humana. NO EN EL PODER DE LA TIERRAQueridos compañeros y hermanos sacerdotes, hagamos nuestra esta página de la lectura de hoy; no pongamos nuestra confianza en el poder de la tierra. Jamás he tolerado ni he consentido que la predicación del Evangelio se revuelva con el lenguaje de una revolución. Y cuando me han acusado a algún sacerdote que predica la revolución, he pedido pruebas, casos concretos. Sólo así podemos proceder. Pero muchas veces es la calumnia o una información de terceros; informaciones a veces interesadas, pero cuando he platicado con el sacerdote buscando su pensamiento, encuentro que su lenguaje no es otro que la sabiduría de Cristo, que supo reclamar también contra las injusticias y no sabía tolerar los atropellos de los pobres y necesitados. Por eso, hermanos, nuestra Iglesia tiene que tener mucho cuidado, las queridas comunidades de base, los grupos de reflexión, para que al reflexionar en la Biblia, en la palabra del Señor, no busquen otra cosa más que la sabiduría de Cristo Crucificado, no el poder de la política o del dinero. ¡A cuántos ha seducido y los ha hecho sal insípida ese apoyo frágil de las fuerzas de la tierra!. Ni tampoco en el otro extremo: La puesta de las armas y de la violencia. No es el lenguaje Cristiano. Por eso hemos leído hoy, en la Populorum Progressio, que a tiempo hay que evitar los baños de sangre; que hay que hacer transformaciones audaces que suponen la conversión del corazón, conversión de los ídolos de la tierra al único Dios a quien todos tenemos que servir y amar, y viendo desde Dios los bienes de la tierra, los organicemos para hacer una civilización de amor, la civilización de los hijos de Dios. Hermanos, la Iglesia, pobreza que se apoya en Cristo, vivámosla intensamente. Y para que no sólo sean palabras, la Eucaristía está ya preparada en el altar. Celebremos esta misa en unión íntima con nuestro Señor Jesucristo y ojalá cada uno de los que estamos en esta reflexión, sintieran despertar la profundidad de su cristianismo donde oye que Cristo le dice: Sé luz del mundo, sal de la tierra. Y como Pablo sepa responderle: Señor, que no me gloríe en otra cosa, más que en tu cruz, y que la sabiduría que yo lleve a mis hermanos no sea mas que a Jesucristo; y este, crucificado. Así sea... NOS ACERCAMOS A JESÚSLa escena del Evangelio que acaban de escuchar, queridos hermanos, tiene todavía actualidad. Ese gentío que se va acercando a Jesús, no ha terminado de acercarse; somos esta mañana nosotros, los que hemos venido a la Catedral o los que se reúnen en torno de la palabra de Dios en cualquier templo o ermita o reunión, para reflexionar esa palabra. Nos acercamos a Jesús y Él se puso a hablar enseñándoles. Este magisterio de Jesús se pro1onga y va tomando una actualidad, de tal manera que Jesús siempre se siente presente en el pueblo, en la sociedad, en la familia, en el grupo, en la comunidad, que quiere alimentarse de esas divinas orientaciones.
ENSEÑANZA ETERNA Y REALIDADESPor eso, hermanos, para mí, este momento de la misa de 8 en Catedral y a través de la radio, en comunión de tantas comunidades de la Arquidiócesis, es un momento solemne, es un momento de Sermón de la Montaña, es un momento en que yo siento que junto a Jesús estamos todos. Él es el maestro, yo no soy más que su humilde repetidor, pero es Él el que a ustedes y a mí nos quiere enseñar cómo guiar nuestros pasos, hacia las Bienaventuranzas, hacia la felicidad. Por eso, hermanos, a mí me preocupa siempre, en la predicación de cada domingo, hacer que esa enseñanza eterna y actual de Jesús se enmarque en las realidades que vivimos. Y cada uno tiene que hacer ese esfuerzo de actualizar por él, para su familia, para su pueblo, esa eterna palabra que vale para todos, pero no de igual manera, sino que a cada uno según sus necesidades, sus circunstancias. Por eso tengo cuidado de narrarles aquí por lo menos aquellos aspectos más salientes de la semana. VISITA DEL SECRETARIO ADJUNTO DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO DE LOS EE.UU.De parte de la Curia Arzobispal, por ejemplo, esta semana ha tenido un signo de los tiempos, y ha sido su visita que le hizo el Sr. Secretario Adjunto del Departamento de Estado de los EE.UU. Sr. Todman. Estando en El Salvador tuvo la atención de visitar al Arzobispo, donde hubo una conversación muy cordial, de la cual entresaco estos pensamientos: Él dice que el celo por los derechos humanos es parte de su vida. Hay que tener en cuenta que él pertenece a la raza negra, la cual significa en EE.UU. una de las marginaciones más anticristianas. Él lleva en su vida, en su raza, como muy grabado en su existencia, este derecho de la igualdad de los hombres. También me gustó oír la coincidencia de su pensamiento con el pensamiento de la Iglesia, cuando dijo que la raíz de toda violencia, de todo terrorismo, es la injusticia social de los pueblos, y que es un deber hacer funcionar las estructuras de un país para lograr el bien de todos. Y si esas estructuras no están adecuadas para ese bien común, la obligación de cambiarlas, porque no es el hombre para las estructuras -añado yo de parte del Evangelio- sino las estructuras para el hombre. Aplicando este pensamiento tan sabio, digo yo que esta es la voz de la Iglesia. La adaptación de unas estructuras políticas, económicas, sociales, en que el hombre salvadoreño se pueda desenvolver con toda esa libertad y dignidad que Dios le ha dado. Que hay unas estructuras que no funcionan en este bien común, es necesario, pues, cambiarlas. También el Sr. Todman comprendió cuando personalmente le decía yo que las buenas relaciones Iglesia-Gobierno no deben ser para beneficio o prestigio personal, sino para positivo servicio del pueblo. "Me gusta mucho -me dijo- oír esas frases". VISITA DE SOLIDARIDAD DE HOLANDAEntonces, hermanos, también quiero recordar otra visita muy significativa de parte de la Solidaridad Católica de Holanda. Unos cristianos que quisieron hacer un viaje hasta nuestra patria, oír nuestras circunstancias y prometernos su ayuda, su solidaridad. Quiero agradecérselos públicamente y comunicar a ustedes, radiooyentes y queridos católicos, la alegría de esta comunión. Esa es la Iglesia: Comunión, de tal manera que los méritos, las alegrías, las penas de un cristiano, redundan en bien de todo el organismo cristiano. Estos gestos de solidaridad que han abundado para nosotros, Iglesia de la Arquidiócesis de San Salvador, tengámoslos siempre muy en cuenta, para que también nosotros sepamos palpitar con las preocupaciones, las angustias de otras diócesis de otros países. Esto es vivir como familia, la familia de Dios extendida por el mundo. ANIVERSARIO DEL PRIMER SACERDOTE EXPULSADOAyer en la Parroquia de Apopa conmemoraron que hace un año fue expulsado su párroco, Padre Mario Bernal. Yo quiero aprovechar esta circunstancia para aclarar qué es lo que la Iglesia quiere respecto de estos sacerdotes echados del país o prohibidos de entrar. No es cierto que yo esté exigiendo que entren; lo que estoy pidiendo es que se revisen las causas, ¿por qué fueron echados? Esto lo exige la justicia, lo exige el prestigio de la Iglesia y el prestigio personal de cada sacerdote; para que no queden cargando con eso que fue como la falsa motivación para echarlos: son comunistas, son subversivos, no respetan las leyes del país... Yo sólo pido que se aclaren esas acusaciones y si son culpables, que se les castigue. Pero si se les ha echado simplemente y se presenta como un hecho consumado, creo que no es justa esa actitud. De modo que quede bien claro, que no estoy pidiendo yo que regresen, sino que se examinen sus causas. VIDA DE LA IGLESIAEn la vida de la Iglesia, queridos hermanos, tenemos cosas muy interesantes y consoladoras. Saludamos al nuevo párroco de María Auxiliadora, el Padre Giraudo, que ha sustituido al Padre Alas, quien ha pasado a ayudarle a Monseñor Rivera en Santiago de María. NUEVO SEMINARIOUna alegría muy grande para mí fue la de ayer por la tarde en Chalatenango: Se inauguró allá, con pequeño grupo de jóvenes estudiantes de Bachillerato, el Seminario Menor que lleva el nombre del patrono de Chalatenango: San Juan Bautista. Es toda una esperanza aquel Departamento tan fecundo en vocaciones, teniendo ya cerca un centro de educación eclesiástica, estamos seguros que nos dará muchos consuelos sacerdotales. Queremos felicitar al P. Fabián Amaya, a todos los colaboradores que hicieron posible este sueño de un Seminario en Chalatenango. También les anuncio que dentro de pocos días se abrirá el curso nuevo de San José de la Montaña, que como ya les he ido informando, estará repleto de jóvenes, tanto en el Menor como en el Mayor. Menor son aquellos jóvenes que están sacando su Bachillerato y Mayor son los Bachilleres que ya estudian su Filosofía y estudian su Teología. En uno y en otro, nuestra Arquidiócesis ha recibido de parte del Señor una abundante bendición de vocaciones. Les invito a que agradezcamos eso al Señor. EL SEMINARIO ES DE TODOSY como les decía ayer en Chalatenango, hoy lo digo para toda la Diócesis: Yo quisiera, hermanos, que todo el pueblo de Dios sintiera como suya la obra del Seminario, porque así es. La renovación del sacerdocio por los jóvenes llamados al servicio de Dios es alegría, esperanza de todo el pueblo, no sólo del Obispo. Y por eso necesitamos que todos oren y todos apoyen moralmente, impulsen que el joven del Seminario no se sienta solo ni raro, sino que sienta que es alguien que se prepara y lo espera el pueblo con ansia, con cariño. Manifestemos para nuestro Seminario, pues, un ambiente de apoyo moral y también no me avergüenzo de pedirles el apoyo económico. Nos hemos lanzado a una tremenda aventura cuando recogemos en un verdadero internado -ya saben los maestros, lo que cuesta hoy un internado, pero todo sacrificio es poco, si logramos sacerdotes según el corazón de Dios-, y para ese apoyo económico, hemos pensado volver a aquella costumbre de consagrarle los terceros domingos. El tercer domingo de cada mes, la colecta que se haga en las parroquias y también donativos en víveres y en otras maneras de ayudar por medio del párroco, háganlas llegar a los Seminarios. Aquí los terceros domingos, pues, seremos mendigos del Seminario para que todos puedan ayudarnos y que cada párroco en su parroquia recuerde esta colaboración que generosamente nos va a dar sin duda el Pueblo de Dios. A LAS CARMELITAS DE SAN JOSÉ GUADALUPANAS Y CARMELITAS MISIONERASEn la vida religiosa, quiero felicitar a las Carmelitas de San José por su profesión y, sobre todo, por la abundancia de vocaciones que están teniendo. Cuando se pregunta a las jóvenes qué es lo que les atrae a esa Congregación, es un bello testimonio decir: Es la sencillez de su vida, es la unidad y el amor que se muestra entre ellas y, sobre todo, ese generoso servicio de Iglesia que prestan en parroquias, en centros de promoción. Gracias a Dios que no son sólo las Carmelitas sino que hay varias congregaciones que están en este apostolado directo con nuestro pueblo y que sin duda Dios las va a recompensar con muchas vocaciones. Las Madres Guadalupanas esta semana van a cumplir su centenario de vida. Las encomendamos al Señor y las felicitamos. También las Carmelitas Misioneras, que tienen el Hospital de la Divina Providencia, invitan para mañana a las 6 de la tarde a una misa de acción de gracias, al cumplirse 12 años de existencia y de beneficencia en ese Hospital, que de verdad es obra de la Divina Providencia. Es una obra milagrosa y el que quiera palpar lo que es Dios con su providencia, visite y ayude esa obra. Mañana sobre todo, en su aniversario. OTRAS VISITASHe visitado las comunidades de San Antonio en Santa Tecla, donde un fiel servidor de la Iglesia nos da ejemplo de perseverancia: Monseñor Alvarenga, llegando casi al centenario de su vida, fiel al servicio de su parroquia que él mismo originó y ha administrado. Visité también la obra del Buen Pastor, donde hay cambio de Superioras y donde se nota un generoso espíritu de amor a esta juventud que se alberga bajo sus aulas. Visité también Aldeíta, un cantón de Tejutía, donde junto con el pueblo de El Paraíso, van a constituir una nueva parroquia. Las Hermanas Betlemitas y el Padre Gabriel Rodríguez están haciendo una obra muy hermosa de apostolado en aquella región. También tuve el gusto de ser peregrino de Esquipulas, en el Santuario de Santa Cruz Michapa, donde el Padre Ayala y su comité muy entusiasta trabajan por la obra de aquel pueblo. En el Calvario se está celebrando este domingo la fiesta patronal del Señor del Calvario. Es un lindo Crucifijo que marcha con esa comunidad, que nos remonta hasta los orígenes de esta ciudad de San Salvador. SEMANA POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOSMis queridos hermanos, sobre todo quiero alegrarme y darle gracias al Señor por la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se clausuró en forma muy fervorosa, en esta Catedral, el miércoles de esta semana. Los que no pudieron venir y estuvieron ofreciendo al Señor sus enfermedades, su dolor, su ausencia, son generosos bienhechores de esta obra de unidad. El precioso telegrama del Padre Cortés dice: "Desde mi lecho de enfermo, participé Semana de Unidad, escuchando y ofreciendo mi sufrimiento. Felicítole por celebración nunca vista aquí". De veras, hermanos, el Señor nos ha bendecido con esta idea, que ha sido acogida por católicos y protestantes de buena voluntad y que saben que mientras no logremos esa unidad querida por Cristo seremos un estorbo para la evangelización del mundo, y que, en cambio, el día en que la unidad de todos los que creemos en el Evangelio de Cristo se manifieste al mundo entero ya esa unidad será la más elocuente llamada al Cristianismo. Todo el mundo será cristiano el día en que los cristianos de hoy compactemos nuestra unidad. De modo que, aunque haya terminado la semana de unidad, yo les suplico que sigan encomendando en sus oraciones, ofreciendo sacrificios, haciendo esfuerzos de acercamiento, católicos y protestantes y también ortodoxos, aunque entre nosotros esta rama de la separación, los ortodoxos, no es muy numerosa. Pero todos busquemos la unidad, sobre todo dentro de nuestra Iglesia. Y por esos hermanos, el sentido de la homilía de hoy podría ser éste: La Iglesia de las Bienaventuranzas. Domina en las lecturas de hoy, en la liturgia de la palabra, esa preciosa página de San Mateo: las Bienaventuranzas. Pero para comprender un poco el sublime misterio de esas ocho normas dadas por el mismo Cristo para conocer si un hombre es verdaderamente cristiano o sólo es de apariencia, es necesario tener en cuenta todo el marco litúrgico de la palabra de hoy. Remontarse hasta la primera lectura de un profeta del Antiguo Testamento, llamado Sofonías, y luego mirar la realización de esa palabra de Cristo en las primitivas comunidades cristianas, tal como nos narra hoy la segunda lectura de San Pablo a la comunidad de Corinto. Así comprendemos lo profundo de esta invitación del Divino Maestro. Pero todavía les adelanto esto: No comprendemos toda la grandeza de las Bienaventuranzas porque desde que las pronunció Cristo, se ha desatado sobre el mundo una revolución moral que todavía no ha llegado a su cúspide, estamos en camino hacia ella y no la comprenderemos hasta que llegue a ser una realidad esa meta: El Reino de los Cielos, que se promete como premio de cada una de las Bienaventuranzas. Son ocho caminos, pues, abiertos hoy a la humanidad por los cuales hay que caminar llenos de fe. Para comprender esta Iglesia de las Bienaventuranzas, yo quiero proponerles como de costumbre, estas tres ideas. Las tres son tomadas del Viejo Testamento, encarnándose en el Nuevo. 1ª.) EL RESTO DE ISRAEL SE PROLONGA EN LA IGLESIA. 2ª.) EL DÍA DEL SEÑOR NOS ABRE A PERSPECTIVAS ESCATOLÓGICAS, A LA ESPERANZA CRISTIANA. 3ª) CRISTO ES LA FUERZA DE ESTA IGLESIA QUE PEREGRINA EN FE Y ESPERANZA. Son tres frases de las lecturas de hoy. 1ª) EL RESTO DE ISRAEL SE PROLONGA EN LA IGLESIAEl resto de Israel es la manera de describir los profetas a ese pequeño grupo de fieles que permanecen fieles a la promesa, al seguimiento de Dios. Dios ha llamado a hacer una alianza con su pueblo, el pueblo del Viejo Testamento; pero este pueblo, propenso a la idolatría, al materialismo, a la búsqueda de las cosas fáciles de la tierra, se olvida de Dios. Pero siempre queda un resto, un grupo fiel y a éstos se dirigen los profetas. Y desde ese resto de Israel se denuncian todos los abusos, todas las injusticias, todos los materialismos del Israel infiel. Por eso les digo, hermanos, que es necesario leer la Biblia, teniendo en cuenta las circunstancias en que vivimos nosotros. Y San Pablo empalma este grupo cristiano que sigue a Cristo con ese grupo fiel: EL RESTO DE ISRAEL. Por tanto, este grupo de fidelidad a Cristo tendrá que vivir en la historia de sus pueblos las mismas vicisitudes que el resto de Israel. EL RESTO DE ISRAELEs conveniente leer el Viejo Testamento, leer sobre todo los profetas y escuchar en el acento de los profetas las reprensiones severas, los llamamientos al orden que los profetas hacían, incluso a los reyes, a los gobernantes, a los ricos, a los que abusaban, a los que atropellaban a su pueblo. Ustedes son la causa de que Dios rompa su alianza con este pueblo, les decían los profetas; y llamaban a penitencia: Conviértanse, renuévense. Es el Cristo que continúa en la Iglesia, el reclamo del deseo de ser fiel a Cristo para reclamar a quienes frágiles, así como todos nosotros, pero no hacen el esfuerzo de secundar el llamamiento de la santidad, sino que se hacen idólatras del dinero, del poder, de las cosas de la fierra. Conviértanse, sean fieles a la alianza de su Bautismo, sean fieles a su Señor. Este es el Resto de Israel, al que alude Sofonías después de describir las terribles injusticias de aquel tiempo: los orgullos, los lujos de los poderosos, para llamarlos y prometer: "en medio de ti dejaré un pueblo pobre y humilde", dice la palabra de hoy de Sofonías. Esto es lo que quiere la Iglesia: un pueblo humilde, un pueblo seguidor de Cristo, UN RESTO. Hermanos, no son las grandes muchedumbres las que nos deben entusiasmar sino la autenticidad, la calidad de los cristianos, la sinceridad de buscar a Cristo. ¿QUIÉN PERTENECE A ESE RESTO?Por eso me alegra que en estas horas que es difícil ser fiel a Cristo haya muchos cristianos en la Arquidiócesis, en la ciudad, en el campo, en todas las categorías. Pero aquí se conoce, pues, quién es fiel, quién pertenece a ese RESTO de fidelidad. Que mi llamamiento, pues, en nombre de Jesucristo, llegue a los corazones y todos queramos, no ser impecables, no ser ángeles de la tierra -todos somos pecadores, todos tenemos malas tendencias-, pero que al menos, se note un esfuerzo de autenticidad, de confesar los pecados y de luchar por no estar contentos nunca, entronizando el pecado en el mundo. Que luchemos por derribarlo. Llámese egoísmos, orgullos, vanidades, etc. El esfuerzo de un RESTO de Israel es no estar contento con la mediocridad del pueblo, sino ser verdaderamente un pueblo pobre y humilde. Ya vamos a explicar el sentido de esas palabras. EL ESPÍRITU DE AVARICIAPero antes, hermanos, quiero leerles una palabra de la Encíclica Populorum Progressio, para que vean lo que el Papa describe como ruina del espíritu de avaricia, que va contra el espíritu de pobreza: "Es legítimo el deseo de lo necesario y el trabajar para conseguirlo, es un deber; pero la adquisición de los bienes temporales puede conducir a la codicia, al deseo de tener cada vez más y a la tentación de acrecentar el propio poder. La avaricia de las personas, de las familias y de las naciones puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos que de los más ricos". Tengamos en cuenta esto, hermanos: el espíritu de avaricia puede ser también el espíritu de los que llamamos pobres pero que no son pobres porque tienen el corazón apegado a la avaricia. De modo que puede hacer víctimas tanto en la clase desposeída como en la clase rica; y lo que hace es suscitar en unos y otros un materialismo sofocante. LA AVARICIA, SUBDESARROLLO MORAL"Así, pues -continúa el Papa-, el tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin último. Todo crecimiento es ambivalente, necesario, para permitir que el hombre sea más hombre, lo encierra como en una prisión desde el momento en que se convierte en el bien supremo que impide mirar más allá". He aquí las consecuencias: "Entonces los corazones se endurecen, los espíritus se cierran, los hombres ya no se unen por amistad sino por interés, que pronto les hace oponerse unos a otros y desunirse. La búsqueda exclusiva del poseer, se convierte en un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera grandeza". Y fíjense en esta frase lapidaria con que termina el Papa: "Para las naciones como para las personas, la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo moral". Quiere decir que subdesarrollados no sólo son los que carecen de bienes materiales: también son subdesarrollados morales los que, teniendo todas las comodidades, tienen espíritu de avaricia. 2ª) EL DÍA DEL SEÑOR NOS ABRE A PERSPECTIVAS ESCATOLÓGICAS, A LA ESPERANZA CRISTIANAPor eso, hermanos, mi segundo pensamiento es abrirnos a las Bienaventuranzas. La bella página que hoy domina en la liturgia de la palabra, debía de ser objeto de reflexión durante toda la semana. ¡DICHOSOS LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS! San Mateo añade: DE ESPÍRITU, en el espíritu, pero en su origen esta frase simplemente dice: DICHOSOS LOS POBRES. San Lucas no agrega en el ESPÍRITU. Y cuando el profeta Isaías anuncia que Cristo predicará el Evangelio, dice simplemente A LOS POBRES. Y cuando se escribía el Evangelio de Mateo en aquel mundo, judío o grecorromano, abundaba como hoy, la clase pobre. ¿QUIÉN ES EL POBRE?No tengamos miedo, pues, de decir que esta Bienaventuranza se refiere a los pobres, pero no a cualquier pobre como nos dice el Papa, que hay pobres con espíritu de avaricia, sino al pobre que hace de su pobreza toda una ética. El pobre es aquel que no tiene suficiencia en sí mismo y hasta corre el peligro de hacerse servil, porque hay un sentimiento psicológico de incapacidad, de inseguridad. Esta inseguridad psicológica del pobre es la que Cristo quiere aprovechar para abrirlo a la esperanza del que todo lo tiene, para el que nada es imposible: DIOS. Dichosos, pues, los que aprovechan su pobreza para abrirse a la esperanza. Es una página que nos abre a la esperanza, en medio de las tribulaciones. No para predicar el conformismo, ¡JAMÁS LA IGLESIA ES CONFORMISTA!, sino para decirle al hombre que lucha en esta tierra, que no lo haga como nos acaba de decir Pablo VI, poniendo como finalidad de su trabajo el tener, la avaricia. Eso es despersonificar al hombre, eso es llevar al hombre al subdesarrollo moral; sino que trabaje, que luche por tener comodidad para él y su familia, pero que su corazón esté abierto a la esperanza y su amor al servicio de los demás. ¡DICHOSOS LOS SUFRIDOS!, dice Cristo, porque ellos heredarán la tierra. Casi se oye aquí en las palabras de Cristo el eco de Dios prometiéndole a Abraham una tierra, la tierra de la esperanza, el cielo nuevo, la tierra nueva; el de la justicia, el del amor que los cristianos esperamos, no en este mundo, aunque si se debe de reflejar en este mundo, pero cuya realidad está más allá de la historia y será nuestro destino. ¡DICHOSOS LQS QUE LLORAN! Lloran porque no tienen las alegrías mundanas que otros tienen; lloran también porque ven los pecados del pueblo y piden perdón a Dios. Dichosos los que lloran con estos sentimientos nobles porque ellos recibirán el más grande de los consuelos: El ver que Dios perdona a su pueblo, el ver que hay alegrías que no pertenecen a esta tierra. ¡DICHOSOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE LA JUSTICIA! Justicia en sentido bíblico es la buena relación entre el hombre y Dios. Es también la victoria de Dios sobre la maldad del hombre. Esto es lo que ansía un verdadero justo, mantener sus relaciones con Dios sin que las perturbe el pecado de la tierra; afligirse, porque hay tanta gente que no tiene buenas relaciones con Dios, porque han hecho su Dios en otra cosa que no es el Dios verdadero. Y la justicia por la cual Dios triunfará sobre la maldad de los hombres. ¡Dichosos los que la anhelan!, porque ellos quedarán saciados, verán cómo se cumple esta alegría, se llena esta hambre. ¡DICHOSOS LOS MISERICORDIOSOS, PORQUE ELLOS ALCANZARÁN MISERICORDIA! Es uno de los anhelos bíblicos más profundos. El hombre no está hecho para la venganza, para el odio, para la violencia, sino para la reconciliación, para el amor, para el perdón. Y en la medida en que nosotros perdonamos, así le decimos a Dios: Perdónanos, como nosotros perdonamos. ¡Dichosos los corazones misericordiosos!, los generosos, los que son instrumentos de paz, los que van sembrando concordia donde hay discordia. ¡DICHOSOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN! Se refiere aquí el Evangelio a aquella sinceridad que hizo conflicto entre Cristo y los fariseos. Los fariseos solamente tenían una limpieza exterior, ritual, legalista. La hacían consistir la limpieza en lavarse las manos, en hacer ciertas purificaciones exteriores. Y Cristo les decía: ¡HIPÓCRITAS! ¿De qué sirve lavar el plato por fuera si por dentro está sucio? ¿De qué sirve tener la tumba bien pintada por fuera, si por dentro está llena de podredumbre? Limpio de corazón es aquel que con sinceridad se limpia en su corazón, porque no es lo que entra al estómago lo que mancha al hombre comiendo con las manos sucias, sino lo que sale del corazón: los pensamientos, los malos deseos, las avaricias. Esto es lo que mancha el corazón del hombre. Es un llamado, pues, a la sinceridad. ¡DICHOSOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ, PORQUE SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS! Hermanos, esta es una hora en que Dios quiere muchos hijos suyos trabajando, no por la violencia, sino por la paz; haciendo que la paz no sea simplemente apariencia, sino que sea obra de la justicia y del amor. Y finalmente ¡DICHOSOS LOS PERSEGUIDOS POR CAUSA DE LA JUSTICIA, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS! Sin duda que San Mateo ya sentía la murmuración, la crítica, la persecución del mismo pueblo judío a los cristianos. Persecuciones que han de ser la herencia de la Iglesia a través de los siglos. Pero, entonces, es la hora de poder decir que son bienaventurados los que sufren esta persecución. 3ª) CRISTO ES LA FUERZA DE ESTA IGLESIA QUE PEREGRINA EN FE Y ESPERANZAY finalmente, queridos hermanos, este tercer pensamiento que ojalá sea como la síntesis de todo: Cristo es la fuerza de la Iglesia. Y por eso San Pablo escribiendo a los Corintios, quiere responder a lo que ha motivado las divisiones de Corinto. Las divisiones han venido, porque los cristianos ya pusieron sus ojos en la sabiduría de la tierra; yo soy de Apolo, el gran predicador; yo soy de Cefas; yo soy de Pablo, ya sólo se fijan en la elocuencia de los hombres. Y San Pablo llama la atención: Miren quiénes están reunidos en esta asamblea, aquí no hay gente de mucho prestigio, según el mundo, somos pobres. Ya tenía Pablo la experiencia de haber predicado en el Areópago a los sabios de Grecia, de haber predicado a los judíos y tanto unos como otros lo despreciaron, lo apedrearon, lo persiguieron. En cambio aquí, a las orillas del mar, en un puerto en Corinto, ente sencilla, gente humilde, aquella que decía Sofonías: "un pueblo pobre y humilde". Esto es lo que Dios escoge, dice San Pablo, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por Él, vosotros sois en Cristo Jesús que se ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. LOS GRANDES BIENES DE UN CRISTIANOO sea, hermanos, los grandes bienes que un cristiano espera no deben de ser lo que espera la gente que llamamos de prestigio, si es que esa gente espera subir políticamente, socialmente, económicamente, ¡tener más! No es eso lo que interesa a un cristiano. Por eso un cristiano no pone su esperanza en estar bien con los poderes de la tierra; la Iglesia auténtica es la que apoya su propia debilidad, su propia pobreza, en la riqueza que ella espera. Cristo es para mí sabiduría, justicia, santificación, redención. ¿Qué más quiero? Quiero que todos sigan a este Cristo, que todos sintamos que esta es la verdadera grandeza y el verdadero apoyo de nuestra Iglesia. Hay algunos cristianos en nuestro tiempo y en nuestro ambiente, hermanos, que casi miran a la Arquidiócesis como un fracaso, como un impasse: "¿Qué va a pasar ahora?" Pues que el que tiene fe en Cristo y se apoya en Él es buen cristiano, y si esta Iglesia de la Arquidiócesis se apoya en Cristo y espera en su sabiduría, en su redención, ya se está construyendo, no hay un impasse, estamos trabajando en sólido. NADA QUE ESPERARYo quisiera, hermanos, que esta lectura de San Pablo hoy, nos convenciera de que no tenemos nada que esperar si tenemos a Cristo como fundamento de nuestra construcción de Iglesia. Que no estamos esperando otras circunstancias. Si viene, como nos dijo el Sr. Todman, será para bien de este pueblo, pero mientras tanto, la Iglesia ya está haciendo el bien de presentar a Cristo y decirle a todos los cristianos: Apóyense en esta roca, crean en esta verdad, anhelen esta sabiduría, esta es la riqueza del corazón del que es pobre y humilde y hace consistir su felicidad no en las cosas transitorias, que se quedan con la muerte y se las lleva el tiempo, sino en lo consistente, que es la sabiduría de Cristo, su justicia, su santificación, su redención. ¡Dichosos los pobres! porque saben que aquí está su riqueza, en Aquel que siendo rico, se hizo pobre para enriquecemos con su pobreza, para enseñarnos la verdadera sabiduría del cristiano. LA OPCIÓN DE LA IGLESIAPor eso les dije al principio, queridos hermanos, que esta página de las Bienaventuranzas no la podemos comprender plenamente, y así se explica que haya sobre todo jóvenes que crean que no es con el amor de las Bienaventuranzas que se va a ser un mundo mejor, sino que optan por la violencia, por la guerrilla, por la revolución. La Iglesia jamás hará suyo ese camino, que quede bien claro una vez más, que la Iglesia no opta por esos caminos de violencia, que todo lo que se diga en este sentido es calumnia. Que la opción de la Iglesia es esta página de Cristo: LAS BIENAVENTURANZAS. No me extraña, digo, que no se comprenda, porque sobre todo el joven es impaciente y quiere ya un mundo mejor, pero Cristo, que hace veinte siglos predicó esta página, sabía que sembraba una revolución moral de largo alcance, de largo plazo, en la medida en que los hombres nos vayamos convirtiendo de los pensamientos mundanos. BIENAVENTURANZAS Y SUBVERSIÓNRevolución quiere decir eso: sub-vertir un orden, sub-vertir el orden moral que domina generalmente en el mundo. El mundo no dice: ¡Dichosos los pobres! El mundo dice: ¡Dichosos los ricos!, porque tanto vales, cuanto tienes. Y Cristo dice: Mentira, ¡Dichosos los pobres!, porque de ellos es el Reino de los Cielos, porque no ponen su confianza en eso tan transitorio. Y así, todas las Bienaventuranzas son una sub-versión de lo que el mundo cree pero está puesta pues, la semilla de una transformación que no la contemplaremos terminada hasta que sea ya realidad esa meta que Cristo señala abriéndonos a horizontes infinitos, el Reino de los Cielos. ¡Bienaventurados los que caminan aunque les parezca que caminan a obscuras y que este camino no lleva a ninguna parte!, sigamos por allí, es el de Cristo, y llegaremos a esa meta que nos señala como esperanza y perspectiva la lectura de hoy. Vamos a proclamar, pues, nuestro Credo en estas verdades de Cristo. LA LUZ DE LA PALABRA ETERNA El objeto de predicar la homilía no es otra cosa que decirles a todos los que estamos en la reflexión de la palabra de Dios que esa palabra se cumple hoy. Es una actualización de la eterna palabra del Señor. Se predica pues en la misa, no por demagogia, como algunos me han acusado, ni porque tengamos manía persecutoria; sino porque queremos iluminar con la palabra eterna del Señor la realidad en que la Iglesia de nuestra Arquidiócesis se mueve y para que todos los que la componemos esta Iglesia, sepamos juzgar las cosas de la historia, no con nuestros criterios personales, sino con la luz de la palabra eterna del Señor, que es la que prevalece para siempre.
Nuestras opiniones, nuestros juicios humanos, son falibles, son de hombre; pero la palabra del Señor no puede fallar. De ahí que un cristiano tiene que aprender a lo largo de toda su vida a iluminar el paso de la historia, los acontecimientos de su vida, con la palabra eterna del Señor. Cuántos acontecimientos en esta historia vertiginosa de nuestra patria en nuestros días hay que iluminar con esta palabra de sabiduría eterna. Cuántos comentarios, por ejemplo, se han oído acerca del asesinato del rector de la universidad y sus dos acompañantes. No son los juicios humanos, sino el juicio de Dios, el que un cristiano tiene que buscar. Cuántos comentarios también humanos en la fundación de una nueva universidad en nuestra patria. ¿Cuáles son los criterios, las motivaciones? No son los juicios humanos los que hacen la rectitud de una obra, sino a la luz del pensamiento de Dios. Seguimos lamentando, por ejemplo, a trece días del secuestro de la señora de Chiurato, no saber nada, su familia angustiada, como tantas familias de desaparecidos. No puede ser insensible el corazón de un cristiano ante el sufrimiento de otro cristiano, de otra familia. Si esta voz estuviera llegando a través de la radio a los responsables de esta angustia, yo les suplico, en nombre de la caridad de Cristo, que negocien la libertad de esa pobre señora. Mientras, por una parte, nosotros rezamos, los enfermitos del Hospital de la Providencia, por ejemplo, hacen oraciones especiales en estos casos de angustias. Es el corazón de la Iglesia que desde la enfermedad y del sufrimiento cumple lo que nos ha dicho San Pablo: "Rezad por la necesidad de los hombres". Así quisimos rezar también el lunes en la capilla del hospital, celebrando una misa por aquel desaparecido, cuya madre llora, no sabe si muerto o vivo, sufriendo cómo, y por cierto una misa que se nos quiso prohibir, como si fuera prohibido rezar por la angustias de la humanidad. Si alguna responsabilidad se quiere caer sobre los participantes de esa misa, yo suplico que toda la responsabilidad me la echen a mí, porque con toda conciencia he celebrado el sacrificio del Señor pidiendo misericordia para la desolación de una familia y para el aparecimiento de una persona injustamente desaparecida. Y así podríamos analizar muchos otros acontecimientos, hermanos. No estamos ajenos a las preocupaciones de cada uno de ustedes, de sus familias. Sus tribulaciones, sus esperanzas, sus alegrías y tristezas no son ajenas al corazón de la Iglesia. Pero en la imposibilidad de iluminar una a una las circunstancias de una vida tan exuberante, como es la de los salvadoreños, sólo les invito a que analicen, no a la luz de sentimientos de venganza, ni odio, ni de violencia, sino a la luz del amor cristiano, de la palabra de Dios. Sepan interpretar los acontecimientos de su propia vida. Para el cristiano no hay otro criterio más que su fe, su amor, que ilumina la palabra del Señor. Para eso venimos a misa los domingos, para aprender, no lo que dice el obispo, lo que dice el sacerdote; sino que, a través de esa humilde palabra del hombre que habla, el mensaje eterno de Dios es el que tenemos que descubrir, y no tomar la actitud de un desprecio para el hombre que habla, porque no termina en mí el desprecio que puedan hacer a mis actuaciones o mis palabras, sino que llevo la garantía de un Cristo, que dijo a sus predicadores: "El que a vosotros desprecia, a mí me desprecia, y el que a vosotros oye a mí me oye". La fe de ustedes, hermanos, sabrá hasta discernir alguna interferencia humana en la que ustedes no estén de acuerdo. Los he invitado mil veces a que en ese caso se dialogue, se corrija, como manda el evangelio; y así tendremos pues que a la luz de un diálogo, de una reflexión sincera, descubrimos qué es lo que Dios piensa. Por eso la Iglesia trata de construirse cada vez más auténtica. Los pasos que vamos dando en esta construcción de nuestra Arquidiócesis en colaboración con los queridos sacerdotes, religiosas y seglares cada vez más comprometidos, cada vez más conscientes de que son Iglesia, podemos destacarlos en estos puntos. El próximo 26 de septiembre es el cumpleaños octogésimo del Santo Padre. Pablo VI cumple ochenta años con plena lucidez de su mente, con una asistencia especial del Espíritu Santo. Todas las cavilaciones de los periódicos de si va a renunciar, si ya está demasiado viejo, no le toca al hombre discernir. Como San Pablo, el Papa puede decir: "apóstol de Jesucristo, no por voluntad de hombre sino por voluntad aquel que me eligió". Y él sabrá a su tiempo depositar con esa claridad de conciencia que siempre ha tenido, su autoridad, cuando lo crea necesario, o cargar con la Cruz pesada del pontificado hasta el final de su vida. El próximo domingo aquí a esta misma hora, a las 8, vamos a ofrecer nuestra misa por el cumpleaños del Papa, para que el Señor lo conserve, sobre todo con la lucidez y responsabilidad de ese difícil cargo. Toda esta semana les invito que ofrezcan oraciones especiales por él. El próximo sábado 24 , será la inauguración de la vicaría episcopal de Chalatenango. Desde esta mañana a las 9, nueve religiosas van a llevar una motivación evangélica espiritual a toda la ciudad. En tres Iglesias serán los centros de evangelización: El Calvario, San Antonio y la Iglesia parroquial y culminará el viernes con una celebración penitencial. Hacemos un llamamiento pues a todos los católicos de la ciudad y del departamento de Chalatenango a participar en esta purificación de conciencia, el próximo viernes por la noche en la iglesia parroquial de Chalatenango, y a las 10 de la mañana el sábado invitamos a todos a ir a inaugurar esta novedad en la pastoral que es una vicaría pastoral, como ya les he explicado, en que el obispo, descentralizando su autoridad, delega gran parte de su episcopado en este sacerdote, que en el caso será el Padre Fabián Amaya, para que, en comunión siempre con el obispo y en colaboración con los sacerdotes, organice y lleve a cabo una pastoral más eficiente en ese fervoroso departamento que nos ha dado tantas vocaciones. También la vicaría de la Resurrección, que abarca gran parte de las parroquias de la ciudad de San Salvador, está sumamente viva y activa. En la Iglesia de San Francisco ha tenido lugar un curso de comunidades de base, donde se han promovido muchos seglares para ir a crear eso que hoy constituye la unidad básica de la Iglesia, pequeñas comunidades donde la reflexión del evangelio, la vida del amor del cristiano, la vida comunitaria, se hace más humana, más cercana. Todos los católicos ahora son llamados a colaborar en esta forma, crear comunidades, vivir el sacerdocio de su bautismo, en comunión con otros cristianos con quienes compartir la responsabilidad de ser comprometidos con el evangelio de Cristo. Hay muchas otras actividades, pero baste lo dicho para darnos una idea cómo la Iglesia en nuestra Arquidiócesis, a pesar de las dificultades, quiere ser una Iglesia que responde a su vocación, al llamamiento que el Señor le hace precisamente en estas circunstancias para ser cada día más la auténtica Iglesia de Jesucristo, que no se apoya en fuerzas humanas, sino que eleva lo humano hacia las fuerzas del evangelio que se expresan en esa libertad, en ese espíritu de pobreza, en ese sentido de confianza y de amor en Dios, que es precisamente su valor, su fuerza. ENFOQUE DE TODO EN CRISTO Y aquí quiero enfocar ya las lecturas de hoy. Como ven, todas estas realidades y las que cada uno de ustedes podría enumerar no pueden quedar fuera de la luz del evangelio. Todo el quehacer de la historia tiene un vértice hacia el cual se dirige, al Señor de la historia, Cristo nuestro Señor. Por Él y para Él fueron creadas todas las cosas, y San Pablo les dice a sus cristianos: "Todas las cosas son vuestras, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es Dios". Esta es la jerarquía que nos quiere enseñar la lectura de la palabra divina esta mañana. INJUSTICIA En primer lugar, un trasfondo de injusticia; no es invento de los obispos de Medellín. La voz de la primera lectura de hoy es más vigorosa, más fuerte. Se trata de un profeta extraído de la soledad del desierto de Judea, campesino; y sin embargo, a pesar de no querer ser profeta de Dios (es tan difícil el oficio del profeta) obedece, porque el Señor le insiste. Y así va al reino del norte de Israel, donde florece quizá en la cúspide de su gloria ese reino bajo el reinado del rey Jeroboam II. Se han acallado las voces temibles de la Asiria del norte y de Egipto en el sur y hay florecimiento, hay paz, hay tranquilidad. Pero los hombres no sabemos utilizar la paz que Dios nos da, sino únicamente para el desorden. Los tiempos tranquilos se prestan al abuso del negocio; y ahí llega el profeta, en un ambiente tremendo de extorsión, en que el rico quiere acaparar todo, y el pobre es cada vez más pobre y el rico cada vez más rico. A este ambiente de injustas negociaciones, donde hasta la religión se ha comercializado, se aprovechan los novilunios y los sábados, que la ley de Moisés mandaba a descansar y no negociar, precisamente para estar tramando mejores negocios, cómo explotar mejor. A esta gente injusta, que hasta de la religión hace un trampolín para su dinero, se presenta Amós para decirles: "Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: ¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer granos". No pensaban en Dios. Pensaban en lo que les produciría el trigo, el grano, pensaban en cómo explotar, como sigue diciendo el profeta: "Disminuís, la bebida aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo", hasta la broza del arroz y del trigo, hasta las tusas, diríamos, se les saca negocio. A esta actitud, el profeta recuerda una cosa: "Jura el Señor por su gloria que no olvidará jamás vuestras acciones". Este es el respaldo del profeta, que detrás de él es Dios que manda a denunciar las injusticias. Por eso, hermanos, ante la dificultad de denunciar las injusticias, los profetas tenían miedo, porque la venganza es terrible. Pero el mismo tiempo sentía la confianza de un Dios que los respaldaba. "Yo iré contigo,- les decía Dios a los profetas- porque es a mí a quien ofenden cuando ofenden y extorsionan al pobre, al necesitado, cuando lo explotan". Es Dios el que sufre, porque su amor está también ofendido. También Jesucristo toma la palabra en el evangelio de hoy, para denunciar la injusticia de un administrador infiel. Muchas veces los administradores son más crueles que los mismos dueños. Quien ha compartido la vida de los pobres en haciendas en dificultades se da cuenta qué fanáticos son ciertos administradores para quedar bien con sus patrones estropean, atropellan al pobre necesitado, a quien le quitan el trabajo. Como lo están diciendo ahora allá por Aguilares: "Que te dé trabajo el obispo, que te den trabajo los curas" la burla de la ofensa de la propia dignidad del hombre. Queridos hermanos, como los obispos en Medellín en el documento de justicia, dicen: "Ya mucho se ha estudiado la situación de América Latina. No es necesario decir más, únicamente concluir que se ha creado una miseria de masas que es una injusticia que clama al cielo". Son palabras del magisterio de la Iglesia en América Latina. Una situación de injusticia que clama al cielo, y esto no puede seguir. Es la necesidad de la transformación, de los cambios necesarios en la cual, labor, todos tenemos que aportar. No todos con la misma eficiencia, porque no todas las riendas de las situaciones, pero sí cada uno, por lo menos. Las lecturas de hoy nos señalan medios muy eficaces, ante todo las ideas. Un cristiano tiene que ser un hombre que combate con ideas, no con la violencia. Jamás me cansaré de repetir: si hay una violencia, la única es la de Cristo en la cruz, que ya dejó matarse para que fuera más justo el mundo, y ésa es la que tenemos que transportar a nosotros mismos, haciéndonos violencia a nuestros egoísmos, a nuestras avaricias; a nuestras envidias -tener que vencer esta lacra de nuestro corazón con estas ideas salvadoras que nos ofrecen las palabras divinas de hoy. VALOR DE LO TEMPORALEn primer lugar, el valor relativo de los bienes, de los bienes temporales, y el juicio de Dios sobre ellos. Fíjense, la parábola de hoy cómo comienza: "Un rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Que es eso que me cuentan de ti?. Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido". Es la alusión que Cristo hace: los bienes de la tierra son de Dios; el hombre los posee como un administrador y el dueño pedirá cuenta a cada administrador, a cada copropietario, a cada terrateniente de mucho o poco, cómo ha administrado los bienes que Dios creó para el bienestar de toda la humanidad. Hay un juicio de Dios por delante: y cuando Cristo saca la moraleja de su parábola, dice que el amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido, porque "los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz", y nos invita: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". Los bienes temporales tienen un valor, no lo vamos a negar. El Concilio Vaticano II ha afirmado que todo cuanto el Creador ha hecho tiene una autonomía, tiene un valor, pero autonomía en el sentido de que cada cosa vale por sí, pero no en el sentido en que hay que prescindir de Dios. Frente a Dios todos los valores de la historia y del mundo son valores relativos. Tanto valen en cuanto cumplen el designio de Dios. ¿Y cuál es el designio de Dios?. CRISTO LA RIQUEZA ABSOLUTA La segunda lectura de hoy es riquísima, hermanos. Yo les invito a que la reflexionen mucho en sus hogares, donde Dios nos describe su designio: "Dios es uno y uno sólo es el mediador de Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos". Esta es la verdadera cosa absoluta del cristiano: Dios y su Cristo. Cristo es la riqueza absoluta del hombre. Por ganar a Cristo hay que perderlo todo. El mismo nos decía uno de estos domingos; "El que no renuncia hasta a su misma familia, a sí mismo, por seguirme no es digno de mí". Todo aquel que le da un sentido de idolatría al dinero ya lo está absolutizando. Está haciendo un dios, un becerro de oro, y ante él se postra y hace sacrificios. No le importa mandar a matar gente por conservar esa situación. El único valor para el cristiano es Dios, es Cristo. La única riqueza por la cual vale la pena perderlo todo es aquel que pagó con su vida el precio de mi redención. ¿Pero de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde al final de su vida? ¿De qué le sirve al que gozó todos los bienes de la tierra extorsionando en la forma que ha dicho hoy el profeta Amós, si ahora se lamente, como el rico Epulón hundido en las llamas del infierno, sus riquezas mal administradas? Y por eso, hermanos, porque la Iglesia está puesta para la salvación de todos, como nos ha dicho San Pablo: ésta es la voluntad de Dios, la salvación de todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, salvación de todos. A la Iglesia, al evangelio, le duele que haya gente idolatrando al dinero y dé la espalda a Dios, porque está en camino de perdición, se van a condenar. Y porque quiere que se conviertan al único Dios verdadero, les predica la falacia de las cosas de la tierra, lo que todo se queda, como dice la parábola de hoy: cuando todo se quede aquí, encontrar amigos allá donde se pueden recibir en las moradas eternas. Dirán: "Eso está muy lejos, es aquí donde se goza la vida". Se parecen a los niños cuando se les pregunta: ¿Qué es más grande, la luna o el volcán de San Salvador?" y al mirarlo tan cerca al volcán lo ven más grande y dicen: "Más grande es el volcán", y la luna, como está tan lejos, no derivan de la distancia que es inmensamente más grande. Así sucede también con esta miopía de los bienes temporales. Como los tenemos presentes, como antes el dinero se abren todas las puertas, como el hijo pródigo en los días de bonanza: mientras hay, todos son amigos; pero cuando se pierden todos, se comprende que era más grande la luna, que en el corazón del hombre hay un valor muy infinito, superior a todos los bienes creados y temporales y que por éstos es que hay que luchar, por este corazón que se ha ganado a Cristo precisamente en la medida en que se ha desprendido de las cosas de la tierra, usándolas conforme Dios las quiere. VOCACION DEL LAICO Aquí quiero hacer un llamamiento a los laicos, ustedes, hermanos, la mayoría que me escucha, los que no son sacerdotes, que por vocación tenemos que servir el ministerio de Dios y los que no son religiosos ni religiosas, que por vocación renuncian con sus tres votos para buscar bienes superiores. Ustedes se quedan en el mundo. El Concilio dice que su vida está como entretejida con los bienes temporales; de ahí la necesidad de tener criterios muy finos para darles a las cosas su verdadero sentido y el peligro tan grande de que viviendo entre las cosas de la tierra vayan a acabar también haciéndose tierra. La necesidad entonces de que el bautizado, el seglar que tiene que manejar las cosas temporales, tenga criterio bien sanos y colaboradores a que este mundo sea conforme al designio de Dios y los bienes estén mejor distribuidos y todos los hombres nos sintamos hijos de Dios. Porque esto deriva también de esa alianza que Dios con su Iglesia. Como Amós, el profeta de hoy, que se llama precisamente en el Antiguo Testamento el profeta de la justicia social, dice lo que más le duele es porque este pueblo, con esas diferencias sociales, está siendo un antitestimonio de la alianza que ha firmado con su Dios. Y esto podemos decir del pueblo cristiano. Estas desigualdades injustas, estas masas de miseria que claman al cielo, son un antisigno de nuestro cristianismo. Están diciendo ante Dios que creemos más en las cosas de la tierra que en la alianza de amor que hemos firmado con él y que por alianza con Dios todos los hombres debemos de sentirnos hermanos. Si hemos hecho una alianza de pueblo con Dios, este pueblo tiene una ética que Dios la está viviendo en la relación que tenemos con él; y el hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres y es menos hijo de Dios cuanto menos hermano se siente el prójimo, porque lo extorsiona, porque no lo considera como imagen de dios y como hermano suyo. He aquí pues una lógica de verdadera teología que desde Dios deriva a los hombres, y la Iglesia se titula así: el sacramento de unidad, de la unidad de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. TRABAJAR Y ORAR POR UN CAMINO MEJOR Finalmente, queridos hermanos hay otro mensaje grandioso en la lectura de hoy y que es otra fuerza con la cual el cristiano, la Iglesia tiene que trabajar también por hacer un mundo mejor; y sin esta fuerza de nada sirven todos los esfuerzos de los hombres. Es la que San Pablo nos ha recordado hoy con palabras muy graves: "Te ruego lo primero que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en el mando, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible con toda piedad y decoro". Y al final, volviendo sobre la misma invitación a orar, dice: "Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones". Esta es la colaboración del cristiano ante todo. El cristiano colabora poniendo su fuerza en Dios, sin el cual no es nada el hombre. Orar "por los reyes y por los que están en el mando". Hermanos, la posición de la Iglesia frente al gobierno no quiere decir que lo ha excomulgado y no reza por él. Yo pido oraciones ahora por los gobernantes, y precisamente cuanto más necesita el país la tranquilidad para vivir en honor, para no vivir estas angustias, que no hay semana en que no anunciemos hechos de sangre, de violencia, de crimen. Es necesario pues una autoridad que cuente con la ayuda de Dios, como dice el salmo "Si el Señor no cuida la ciudad, en vano vigilan todos los que la cuidan". Si el Señor no construye nuestra civilización, en vano se hacen proyectos a espaldas de Dios. Que tengamos en cuenta a nuestro Señor, ustedes también los gobernantes y nosotros el pueblo. Todos, queridos hermanos, tenemos que orar mucho al Señor, cuanto más difícil se tornan las situaciones. Es como que Dios nos está probando para ver si tenemos todavía confianza en él o ya hemos cortado las relaciones con el Señor. Pero una oración, dice San Pablo, que levanta las manos limpias, una oración de manos limpias. También Dios oye al pecador que levanta sus manos manchadas de sangre. Y ojalá que tantas manos manchadas de sangre en nuestra patria se levantaran al Señor horrorizadas de su mancha para pedir que las limpie él. Pero los que, gracias a Dios, tienen sus manos limpias, los niños, los enfermos, los que sufren levanten sus manos inocentes y sufridas al Señor, como el pueblo de Israel en Egipto. Y el Señor se apiadará y dirá, como en Egipto a Moisés: "He oído el clamor de mi pueblo que gime". Es la oración que Dios no puede dejar de escuchar. Esta es, hermanos, la palabra que nosotros hemos reflexionado hoy; y, como ven, de perfecta actualidad. Aunque sea de un profeta siete siglos antes de Cristo, se torna actualidad ante las injusticias de nuestra gente de hoy. Aunque sea la parábola en un sistema de los tiempos de Cristo, se torna actualidad hoy, como un aviso de que hay un juicio de Dios que espera la vida de cada hombre para pedirle cuenta de su administración y que el hombre debe de imitar en algo la sagacidad de aquel administrador que se ganó amigos aún haciendo fraudes. No es que el evangelio alabe aquí el fraude, hay muchas interpretaciones a este pasaje. Por ejemplo, de que los administradores en tiempo de Cristo eran esclavos y la ganancia de ellos eran los altos intereses que les ponían a las cosas que administraban y entonces un esclavo podía renunciar a sus intereses, "Te perdono los intereses, devuelve sólo lo que le debes a mi Señor", y así no ha habido ningún fraude. Pero aunque hubiera un fraude aquí no se justifica eso. Lo que se justifica aquí, lo que se elogia, es la sagacidad, la astucia de tener previsión en las horas de crisis para cuando me falten estos bienes temporales que no serán eternos sino que los he de usar ahora para hacer caridad, para hacer el bien, para administrar según Dios, y entonces encontraré el juicio de Dios benigno y haya quienes intercedan por mí. Queridos hermanos, no podía ser más práctica pues la palabra de Dios es nuestra vida. Estamos preocupados de las cosas temporales, sin las cuales no podemos vivir, y por eso es necesario que se organicen mejor según el pensamiento de Dios. Pero la Iglesia no es sociología. Es luz del evangelio, es luz de fe; pero desde la fe ilumina la sociología, la política, la economía, para que los hombres que manejen esas cosas se inspiren, no en sus intereses egoístas, sino en el juicio de Dios, en los designios de Dios al crear un mundo para todos nosotros que somos sus hijos. Ahora, como hijos de Dios, vamos a acercarnos al altar del Señor y, unidos Cristo, nuestro hermano, que por amor a nosotros se hizo hombre y se hizo víctima, levantemos nuestras manos, limpias o manchadas, pero con una súplica de humildad: "Señor, ten piedad de nosotros". Estimados hermanos:
En esta semana, la Iglesia de la Arquidiócesis ha vivido su gran apoteosis patronal. Yo quiero felicitar al pueblo por su fervor, por su entusiasmo para con su divino patrono, y agradecer de manera especial a todas las personas, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, que contribuyeron de una u otra forma a esta esplendorosa festividad del Divino Salvador. También, esta semana nos deja un saldo de luto, el jueves dimos sepultura en Cojutepeque, a un sacerdote venerable de nuestro presbiterio, al Padre Manuel Guardado, de 79 años de edad. Una vida oculta como la violeta, pero como la violeta llena de una hermosura muy espiritual. Un hombre muy inteligente; era doctor y pasaba su vida estudiando. Un ejemplo de una ancianidad que está al día en el pensamiento de la Iglesia. Entre los testimonios de su entierro, me gustó mucho escuchar al párroco de Cojutepeque, el Padre Ayala, decir que a pesar de la diferencia de edad, el Padre Guardado era para él una guía, y con él comentaban. El vivió intensamente esta renovación de la Iglesia en el Concilio Vaticano II y en Medellín y en vez de escandalizarse, como muchos más jóvenes que él, sabía que la Iglesia no se puede equivocar. Amaba a su Iglesia, y por eso la siguió hasta el final de su vida; y a pesar de sus ochenta años, el Padre Guardado era un hombre al día con el pensamiento de la Iglesia. Cómo quisiéramos que ese espíritu de un anciano se trasladara a toda la comunidad y a todas las edades, para ponerse al día con el pensamiento de la Iglesia. Que ésta es precisamente la lástima más grande de nuestro tiempo, el no querer comprender a esta Iglesia. Y a pesar de todas las cosas de esta semana, y mejor dicho, valiéndose de la historia concreta de nuestra Patria, de nuestras familias, de nuestras diócesis, Dios está operando su salvación. Ayer les anunciaba que va a salir publicada una pastoral. Una carta pastoral es el magisterio con que los obispos presentamos las orientaciones a la diócesis, y en esta pastoral queremos precisamente, orientar a muchas mentes confusas, los que por buena voluntad se sorprende de estos cambios actuales de la Iglesia, como que tambalea su fe, y dudan. Y les queremos decir allí que no hay razón para dudar. Los que con mala voluntad persiguen a la Iglesia, esos son pecadores contra el Espíritu Santo, y eso, sí, no es una gracia muy especial de Dios. Es lástima, costará convertirlos. La pastoral va dirigida, pues, al pueblo bueno, al pueblo de buena voluntad o a aquellos que dudan con buena voluntad, buscando la luz y la verdad. Y no perdemos la esperanza tampoco de que también los de mala voluntad, los que la persiguen y calumnian, los que, como dice la Sagrada Escritura, han pervertido su corazón por servir más a las criaturas que el Creador pidamos, hermanos, para que todos nos convirtamos de verdad al Señor. Y en esa pastoral está el pensamiento que hoy se ilumina maravillosamente con la palabra de Dios. UNIDAD DE HISTORIA PROFANA E HISTORIA DE SALVACIONUno de los cambios de la Iglesia actual es haber roto esa dicotomía, esa separación entre la Iglesia y el mundo; porque también ha comprendido la unidad de la historia profana con la historia de la salvación. Se había creado en nuestra espiritualidad, en nuestro modo de pensar como Iglesia, que el mundo era despreciable. Que la historia profana de los hombres, era como un para-mientras, como un tiempo de prueba, y que iba paralela con la historia espiritual de la salvación de Dios. Había una separación casi infranqueable entre lo material y lo espiritual, entre lo profano y lo sagrado; y se aconsejaba una especie de conformismo: pasemos la vida, la historia, como se pueda, y ya vendrá el cielo, la salvación eterna; procuremos no condenarnos en el infierno. Y así teníamos de la historia algo separada de nosotros. Pero cuando la Iglesia actual, profundizando en su meditación -sobre todo en la palabra de Dios escrita en la Biblia-, llega a descubrir que Dios tiene un designio para salvar a los hombres, precisamente valiéndose de su historia profana, que es en la historia de su pueblo de Israel donde Dios va tejiendo su designio de salvación, y ese paradigma se realizará en las historias de todos los pueblos. La historia de El Salvador, con sus próceres, con su política, con sus propias lacras, con sus propias cosas buenas, con sus preocupaciones, es la historia de los salvadoreños, y en esa historia de los salvadoreños es donde Dios quiere encontrarse con los salvadoreños y salvarlos. MISION DE LA IGLESIA: SANTIFICAR LA HISTORIADe ahí que la Iglesia, como Reino de Dios en esta tierra, ama esa historia, ama a la Patria más que ningún otro. Pero, como Reino de Dios, quiere que el Reino de Dios se refleje en todas las páginas de la historia. Y por eso, porque se ha identificado más con este mundo, con esta historia, la Iglesia tiene que ver las sombras del misterio de la iniquidad, que es el pecado. Porque si la historia profana, por su parte, no coincide con la salvación, con los designios salvíficos de Dios, es por su culpa, es porque los hombres, los salvadoreños, la hemos hecho pecaminosa, hemos hecho reinar el pecado en la historia, y la Iglesia que está con Dios, y no con el pecado, tiene como misión derribar el pecado de la historia. De ahí que tiene que haber momentos muy conflictivos entre la Iglesia y la historia, porque ella no puede tolerar el pecado y sabe que su misión es santificar la historia de El Salvador, liberarla de todo aquello que la hace esclava del pecado. Esta es la misión de la Iglesia y de los que formamos la Iglesia, no sólo de los sacerdotes, sino también ustedes, queridos católicos. Los bautizados son el Reino de Dios. Y así escuchamos en el evangelio de hoy la palabra dulcísima de Cristo a sus apóstoles, a sus católicos: "No temáis, pequeño rebañito". Qué título más hermoso. Parece como despectivo, como cuando uno piensa: ¿pero es que en la muchedumbre de la Bajada y en la misa de campaña del 6 de agosto sólo había pueblo? ¿No había gente distinguida? Sí, había mucha gente distinguida, pero lo que a la Iglesia le interesa no es, ella no se apoya en, la categoría social, económica o política de la gente. El pueblo, precisamente, ese pueblo que sigue a Cristo con entusiasmo, esa es la auténtica historia. No aquellos que ponen ídolos en la historia para apartar la adoración del verdadero Dios. Y por eso el pueblo auténtico de Cristo, el pueblo auténtico de Dios aunque se califique así: el pueblo es el pequeño rebañito. No es cantidad de gente, ni cualidad de gente lo que a Dios le interesa, sino aquel pequeño rebaño escogido por él, porque a él le ha entregado el reino. "No temáis, pequeño rebañito, porque a vosotros se os ha entregado el reino". LA FE DE ABRAHAM: COMIENZO DE LA SALVACIONY en la primera lectura, cabalmente, es ese pueblo escogido de Dios. ¡Qué bella aparece la historia de la salvación en las tres lecturas de hoy! Sería una bella clase de catequesis la que yo quisiera dar ahora, una revisión de la historia de la salvación, que comienza con aquella vocación de Abraham. San Pablo -si es de él, porque hoy la crítica estudia muy a fondo la carta a los Hebreos- pero sea quien sea el autor, la carta a los Hebreos es un análisis de la historia de Israel en la cual está inyectada la historia de la salvación. Un israelita, pastor humilde, es escogido por Dios (siempre los pobres) y a este pastor de Israel, Dios le dice; "Te he escogido. Deja tu parentela y tu tierra y dirígete a la tierra que yo te mostraré". Y este hombre cree. Esta palabra, de este domingo, es un llamamiento a la fe, y el personaje más hermoso de esta fe es Abraham, padre de los creyentes. Porque escuchando de Dios que le dice, "Te he escogido, ven, te voy a mostrar una tierra", sin saber dónde es esa tierra, deja lo seguro, se desinstala, y va creyendo a la palabra. Esto es la fe: creer a la palabra de un Dios que no me puede engañar. El sabe dónde es esa tierra, yo no sé donde. Pero yo dejo mi tierra, mi seguridad, mi ganado y me voy con él. Y comienza peregrinar, comienza la peregrinación de la fe, sin rumbo, sin destino. El destino más seguro es la palabra de Dios. Y Abraham camina sin rumbo, solamente dirigido por Dios. Otra prueba le va a hacer el Señor. Le ha prometido que de él va a nacer un pueblo dónde serán bendecidas todas las naciones del mundo. Pero ya es anciano y su mujer, Sara, es anciana y estéril. ¡Lo imposible! Sin embargo, Dios lo ha dicho, y cree. Y cuando un día la esterilidad de Sara se funda con su hijo, Isaac, Abraham salta de gozo, porque de aquel hijo ha de descender el pueblo que Dios ha prometido. ¡Y qué cosas absurdas de Dios! Le dice: "Me vas a sacrificar a tu hijo", y Abraham, obediente, va con Isaac al monte, y ya está dispuesto a clavar el puñal para sacrificar a su propio hijo de sus esperanzas. Porque, dice San Pablo comentando ese momento, Abraham sabía que Dios es capaz hasta de resucitar a los muertos. Es la fe lo imposible. Y este momento, en que Abraham va a matar a su hijo y Dios lo detiene porque solamente quería probarle su fe, lo compara con la fe de los cristianos que creen en aquél que murió en la cruz y resucitó y vive. Isaac es la figura del Cristo muerto, porque Dios lo pedía muerto y resucitado, porque Dios le devolvió la vida. Abraham es el primer creyente en el misterio pascual. Aquel hijo de su esperanza ha surgido casi de la muerte, una muerte que le llevaba ya su obediencia y su fe en Dios. Y San Pablo alaba esa fe, como la fe de los cristianos que creen en un Cristo muerto, pero en un muerto que ha resucitado y vive por los siglos. Así la fe de Abraham es el signo de nuestra fe; y cuando ese Abraham muere aún sin conocer la tierra que Dios le había prometido, sus hijos, los patriarcas del Viejo Testamento, viven de esa fe, saben que Dios no puede engañar. Parecen ilusos en medio de los pueblos profanos, y sin embargo aquella fe le dá consistencia a esa historia. DIOS SALVA A SU PUEBLOCuando en Egipto un prisionero de los patriarcas es el principal en las horas difíciles de la historia de Egipto -y miren cómo Dios lleva la historia no sólo de su pueblo Israel, sino de Egipto, porque de Egipto va a partir otro capítulo precioso de la historia: Moisés. Es el confidente de Dios, y Dios le ha dicho: "He oído el clamor de mi pueblo, quiero redimirlo. Tú vas a presentarte al Faraón para decirle que deje salir a mi pueblo a la tierra que yo le tengo prometida". ¿Hasta cuándo Dios va a cumplir esa promesa de la tierra prometida a Abraham? Todavía no hay tierra en el mundo, y sin embargo la fe de Israel, sigue esperando, esa fe, pero ya se vislumbra la libertad de un pueblo oprimido. Y Moisés, a pesar de su incapacidad -"Quién soy yo para presentarme al Faraón", con toda su potencia política, con su ejército, con sus carros- la prepotencia humana ante la pequeñez humana, ésos son los momentos de la historia de Dios. Y la esperanza y la fe anima a Moisés, y Dios está con aquel pueblo. Y comienza el éxodo, el segundo libro de la Biblia. Léanlo, hermanos. En los momentos de la represión de El Salvador, de nuestra tierra, no desesperemos Mucho más difícil era la situación de Israel en Egipto. Y el éxodo es el canto de victoria de Dios. Y la primera lectura de hoy del libro de la Sabiduría capta precisamente ese momento en que el pueblo de Israel en aquella noche santa en que el ángel del Señor va a pasar, matando a todos los primogénitos de Israel, para castigar el crimen de Egipto, que ha matado a los hombres de Israel. Hermanos, no hay crimen que se quede sin castigo. El que a espada hiere, a espada muere, ha dicho la Biblia. Todos estos atropellos del poder de la patria no se pueden quedar impunes. Y el ángel exterminador pasó por las tierras de Egipto, y aquella noche hubo llanto en los hogares de Egipto, porque Dios castigaba los crímenes del Faraón. Que terrible la autoridad cuando no cumple su deber, cuando quiere hacer prevalecer la fuerza de las armas contra la inerme impotencia de los pueblos. Lloraba todo Israel, y en cambio el pueblo oprimido comienza su éxodo y el libro sagrado nos ha leído hoy una de las páginas que comentan esa noche santa. Nos ha dicho el libro de la Sabiduría, aquella noche los israelitas sintieron que Dios cumple su palabra. Iniciaron entonces la celebración pascual. Aquel comer la lechuga y el cordero matado era la primera Pascua. Desde entonces, todos los años, Israel celebraba aquella noche de la libertad, y pasó en Cristo a los cristianos la Pascua cristiana, que sigue siendo el recuerdo de un pueblo oprimido, pero al que Dios libera por su esperanza y su fe en el Señor. EN CRISTO, SALVACION PARA TODOS LOS PUEBLOSY en Cristo, San Pablo y el evangelio de hoy recogen toda esa historia, la historia sagrada, que en Cristo comienza a hacerse la historia de todos los pueblos. Dichosos los pueblos que acogen a Cristo como redentor. En El está el cumplimiento de la promesa de Abraham. En El está la realización de la libertad hecha por Moisés. En El se cumplen todos los profetas y todos los patriarcas. Aquel pueblo que Dios prometió, Abraham, y que Abraham comenzó a buscar sin rumbo, sólo en la fe en Dios, fue el pueblo de Israel, que conducido por Moisés llega a la tierra prometida, que no es tanto una geografía, sino que es más que todo un pueblo de santos, de profetas, que llega a florecer en una virgen que será madre y será Virgen, María, de cuyas entrañas nace por fin la promesa hecha a Abraham, el Redentor verdadero no sólo de Egipto sino de todos los, pueblos: Cristo nuestro Señor. Por eso, ayer, día del Salvador del Mundo, El Salvador se estremece porque siente que toda la emoción de Israel, toda la riqueza de las promesas de Dios, todo el anuncio de los profetas, está cumpliéndose en Cristo, nuestro patrono, nuestro Salvador y en él serán salvas todas las naciones, ha dicho Dios. Y El Salvador también será salvo, y todos los pueblos que pongan en él su confianza. "No temáis, pequeño rebaño", le dice Cristo a su pueblo, porque aunque parezcáis insignificante, pequeño, a vosotros se os ha dado el reino. Vosotros sois Abraham; vosotros sois Moisés; vosotros sois la nueva Israel; vosotros lleváis en las entrañas como vida, la libertad; vosotros lleváis el canto de victoria. Aunque aparentemente aparezcáis oprimidos, sufriendo el desprecio de los demás, la grosería de los poderosos, vosotros vais con Dios. LA FE Y LA ESPERANZA SALVARÁ AL MUNDOLo que quiere la palabra de hoy, hermanos, es sembrar la fe y la esperanza en cada corazón. Por eso, la esperanza tiene que ser, junto con la fe, lo que nos hace distintos, a los verdaderos católicos, de aquellos que han perdido la fe y la esperanza y la han puesto en las cosas de la tierra. No es el poder político, no es la sabiduría de los hombres y de la técnica, no es la prepotencia del dinero la que va a salvar al pueblo. Salvará al pueblo esta fe en la pequeñez y en la humillación de Cristo; salvará esta esperanza en el poderoso salvará esta fe en Dios nuestro Señor. Ninguna revolución de la tierra que quiere construir un mundo mejor sólo a base de odios, de violencia, de secuestros, de resentimientos, podrá ser el verdadero Reino de Dios. Dios no camina por allí, sobre charcos de sangre y de torturas. Dios camina sobre caminos limpios de esperanza y de amor. Querido pueblo salvadoreño, que las fiestas patronales del Divino Salvador despierten en nosotros la fe de Abraham, la esperanza de Moisés, la fe y la esperanza del pueblo, que aún en medio de sus opresiones, confiaba en el Señor; y el Señor llega, llega cuando tiene que llegar, no cuando lo queramos nosotros. Vivamos esta esperanza. Hay un capítulo precioso del Vaticano II que me parece el más bello comentario de estas lecturas de hoy, cuando Cristo nuestro señor dice que el reino de los cielos se parece al que espera en la noche al patrón que ha de venir. Ay de él si se descuida en esa noche, si pensando que no vendrá más, se comienza a golpear a los mozos y a las criadas y a sentirse dueño de la casa. Cuando venga el Señor, lo sorprenderá; que no era dueño de la casa, no era más que un simple sirviente. En cambio, aquellos criados fieles, que están preparados y, según el vestido oriental ampuloso, se ciñen la cintura para estar prontos al trabajo y cuando venga el Señor no tiene más que correr y abrir y servirle; dichosos, dice Cristo, porque el mismo Señor será su servidor, de alegría de tener unos criados tan fieles. ESTAMOS ESPERANDO LA PLENITUD DEL SEÑOREsta noche, en espera de ese mañana, en espera de esa venida del patrón, es la historia del mundo. Dice el Concilio: "La Iglesia, que ya inició en Cristo resucitado hace veinte siglos la renovación del mundo, está esperando la plenitud de esta perfección con la venida del Señor". No nos olvidemos, queridos católicos, somos los sirvientes en espera del Señor que ha de venir. ¡Ojalá no lo olvidara nadie! Ni aquellos que se han sentido dueños del mundo, porque tienen en sus manos los poderes. También ellos son los criados del Señor que ha de venir. Y el evangelio termina terriblemente: aquel que se le ha dado más, mayores responsabilidades, será juzgado con mayor severidad -aquel que ha recibido más y pudo hacer feliz al mundo con sus bienes, y solamente vivió de sus egoísmos, como el criado de la noche que se sintió dueño de todo lo que tenía, como si soñara. Están soñando. Vendrá el día, los despertará; y se encontrarán que frente al dueño de las cosas, frente al dueño de los pueblos, frente al Señor de la historia. Estamos esperando, y esta esperanza no es ilusión. El Concilio nos invita a dar razón de nuestra esperanza. No es una esperanza irracional. No es una esperanza que predica conformismo: "Confórmese, ya van a tener la felicidad del cielo". No predica así la Iglesia -la Iglesia, precisamente en las lecturas de hoy, dándonos el sentido escatológico de la Iglesia. No como San Mateo: el primer evangelio también nos presenta esa escatología, ese venir de Cristo, pero casi como despreocupándose de este lado de la historia. En cambio, San Lucas, que escribía en un ambiente pagano, donde se le da sentido a las cosas presentes, sigue dándole valor a las cosas presentes. Son bellas las cosas de la tierra; es precioso el dinero, el oro. Esa ambición, la autoridad, el poder, todo eso vale mucho. Pero San Lucas dice: sí, vale mucho. Manéjenlo, pero como quien espera a quien tiene que darle cuenta. Es lo que dice el Concilio, que ha aprendido a dialogar con este mundo presente y le dice al mundo: sí, todas las cosas de la tierra son preciosas. El amor del matrimonio es bello. La belleza de las creaturas, Dios la ha dado. Todo es hermoso, pero cuando se tiene el sentido de su trascendencia, de un Dios que las ha creado y de un Dios que ha de pedir cuenta en el uso de esas cosas. ESPERAR Y CONSTRUIR EL REINO DE DIOSTanto es así, que el juicio final no solamente será de la conducta individual de cada hombre, se pedirá cuenta del pecado social, de aquel pecado que, naciendo del corazón del hombre, cristaliza en situaciones injustas, para ser castigado no solamente en el hombre que lo comete, sino en la sociedad que ha hecho de aquel pecado un pecado social. Y así también el bien, la virtud del hombre, no solamente será premiada en él, sino en la sociedad feliz que refleje en esta tierra el Reino de Dios. Y por eso nos llama a trabajar un mundo más justo, más equitativo, donde todos nos sintamos verdaderos hijos de Dios en peregrinación hacia el Reino. No es una esperanza ingenua, esperando que en esta tierra los hombres vamos a construir ese mundo definitivo. Para la Iglesia no existe en esta tierra, en esta historia, ese mundo definitivo; pero sí pide que se refleje, en esta historia, ese mundo definitivo que estamos esperando. Que si somos lógicos con esa esperanza de un mundo donde nos amaremos como hijos de Dios y no habrá enemistades ni violencias ni rencores, hay que tratar de trasladar esas cualidades a esta historia de la tierra y todos -gobernantes, ricos, poderosos, sobre todo ellos que tienen en sus manos las capacidades de transformar una nación, que están más obligados a reflejar esa esperanza y esa fe. Y nosotros, pequeño rebaño, la historia de la Iglesia, la más humilde entre las sociedades de El Salvador, porque no vale ella por la categoría de su dinero o de su política, sino por la esperanza del corazón de sus hijos, el más humilde campesino, la más humilde mujer del pueblo, viviendo esta esperanza y esta fe, pidiéndole al Señor, educando a sus hijos, dando testimonio de esta esperanza, está también colaborando con los poderosos para construir el Reino de Dios en esta tierra, como Cristo ha querido. Ha venido ya el Reino de Dios; está en vuestros corazones. NUESTRA ESPERANZA ES LA VERDADERA REALIDAD¡Qué hermosa sería la fe y la esperanza de los cristianos si se tradujera, no sólo en oración individual, sino también en esta proclamación pública, de que Dios quiere su reino en esta tierra! Yo quisiera que todos mis queridos hermanos, sacerdotes, religiosos, religiosas, colegios católicos, comunidades cristianas parroquiales, viviéramos esta certidumbre de nuestra fe y de nuestra esperanza. Que no estamos con una quimera, con un conformismo, estamos viviendo la realidad que dice San Pablo de aquellas cosas que no se ven; pero no por no verse, no son las cosas más reales. La realidad, aunque no se mire, aunque no brille como el oro, aunque no seduzca como el halago de los poderes, es la verdadera realidad, la que esperamos, no por nosotros mismos -que ésto es lo grande y en esta consideración termina esta homilía- es que nosotros no somos ilusos; es que nosotros confiamos, como Abraham, en la promesa que ya no es sólo promesa, sino que, desde que Cristo resucitó, es realidad. El Cristo resucitado que en la noche de la vigilia aquí, en Catedral, oímos a los grupos de oración gritar: "¡Cristo vive!" Cristo vive, hermanos. El Divino Salvador del Mundo no es una ilusión en la piedad del corazón, es un personaje, Dios-hombre que vive, centro de la historia, y que nos empuja a todos a construir un mundo verdaderamente digno de esa vida que no perece. En él está nuestra esperanza. Si se ríen de nosotros, como sé que se ríen cruelmente cuando están torturando a nuestros catequistas y a nuestros sacerdotes, "¿Dónde están sus esperanzas?", y creen que es más fuerte el fusil que los golpea y el tacón que los patea, que la esperanza que llevan en su corazón. La esperanza será después de todo eso. Todo eso quedará, como quedó sepultado en las aguas del mar Rojo aquel ejército. En el mar Rojo quedó sepultado el ejército que se creía prepotente contra el pueblo de Dios y la esperanza del Señor cantó la victoria en aquel canto de Moisés: señal de la victoria eterna que cantaremos todos si de veras vivimos con la humildad de Abraham, de Moisés y de todos los santos que han vivido en la tierra sabiendo que en Cristo resucitado se ha decretado ya la transformación del mundo y que nadie la puede detener. Cristianos, trabajemos con Cristo, afiancemos muy hondo, en la santidad y en la oración, esta esperanza y esta fe. Que las circunstancias actuales de nuestra Iglesia y de nuestra patria, en vez de apagarnos esta llama, la haga brillar más hermosa y sentirnos más cerca de que Dios está más cerca del que espera en él y del que cree en él. Así sea. Muy Queridos radio-oyentes:
Este domingo que, según el lenguaje litúrgico, se llama domingo 18º del Tiempo Ordinario, no he tenido la dicha de celebrar con ustedes la eucaristía, porque, como ya les avisé, he tenido que partir a Costa Rica para celebrar allá una reunión de carácter episcopal con representaciones de los episcopados de Centro América, México y el Caribe. Pero, gracias a la técnica, puedo dejar mi voz grabada en una cinta magnetofónica, para estar con ustedes siquiera en estos momentos de reflexión sobre la Palabra de Dios que se lee precisamente este domingo. Voy a ofrecerles pues, en primer lugar, las lecturas que hoy ofrece la Iglesia a nuestra consideración, y después, haremos juntos nuestra reflexión como una comunidad, como una diócesis que se alimenta de la Palabra de Dios. La primera lectura está tomada del Libro de Eclesiastés, en el capítulo primero: "Vaciedad sin sentido dice el predicador. Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad. Hay quien trabaja con destreza, con habilidad y acierto, y tiene que legarle su porción al que no la ha trabajado. También esto es vaciedad y gran desgracia. ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol? De día, dolores, penas y fatigas; de noche no descansa el corazón. También esto es vaciedad. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. La segunda lectura es de la carta del apóstol San Pablo a los colosenses en el capítulo 3. Hermanos, ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo, escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis juntamente con él, en gloria. Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros; la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándolos unos a otros. Despojaos de la vieja condición humana con sus obras, y revestíos de la nueva condición que ya se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo, no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres; porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. El Señor esté con vosotros. Lectura del santo evangelio, según San Lucas. En Aquel tiempo dijo uno del público a Jesús: Maestro dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Él le contestó: Hombre, ¿quien me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: Mirad guardaos de toda clase de codicia pues, aunque uno ande sobrado su vida no depende de sus bienes. Y les propuso una parábola: Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos. ¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha. Y se dijo: haré lo siguiente. Derribaré los graneros y construiré otros más grandes y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Necio esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Consagrando ya una reflexión a esta divina palabra que hemos escuchado quiero pensar concretamente en esta Arquidiócesis, en la que estamos haciendo esta reflexión para alimentar nuestra comunidad. Y vaya ante todo un saludo a todos los queridos radio-oyentes, una invitación cordial para que nos preparemos espiritualmente a la celebración de nuestra fiesta patronal, el Divino Salvador del Mundo el próximo 6 de agosto. Quiero dedicar también un pensamiento muy cariñoso a la comunidad que vive y se alimenta de esta palabra divina allá en el Citalá. Es un simpático pueblecito en la frontera de nuestra república con Honduras, donde tuve la dicha de celebrar el Corpus, con las religiosas y aquella fervorosa comunidad, el lunes recién pasado. Les agradezco la acogida tan bondadosa que me dispersaron y que fue nada más un signo de la acogida que siempre dan a esta palabra. Supe allá un razgo generoso que yo quisiera proponerlo como ejemplo a muchas comunidades. Y es que los domingos, como allá no tienen sacerdote se reúnen en la Iglesia habiendo convocado a la gente con los repiques; y a la hora de la misa de nuestra Catedral ellos sintonizan allá su radio, oyen la misa hasta la hora de la comunión, cuándo las hermanas distribuyen la comunión a aquella comunidad y terminan haciendo oraciones propias. De esta manera esta palabra, de la homilía de Catedral, llega a aquella comunidad que la recoge con el mismo fervor con que aquí lo hacemos en nuestro templo máximo. Les felicito por este gesto tan original; y ojalá que muchas comunidades en cantones y pueblos donde no hay sacerdotes se alimenten de esta manera de la reflexión espiritual de la palabra de Dios. Cuando regresábamos, con el querido párroco de La Palma, el Padre Vito Guarato, visitamos la cabecera parroquial, La Palma. Y nos hemos dado cuenta del fervor que allá alimenta el espíritu de aquella comunidad parroquial. Y una cosa muy original es una vida espiritual que se traduce en gestos prácticos de vida, como es el taller titulado "La Semilla de Dios". Bajo la dirección del Señor Fernando Llort y sus colaboradores, está creciendo allá una comunidad, que al mismo tiempo que desarrolla sus habilidades manuales, crece en el Espíritu, en la reflexión de la palabra de Dios en la oración. Que el Señor bendiga esta obra suscitada por el Espíritu Santo y que toda la comunidad de La Palma crezca. Ha sido un alimento para mi espíritu de pastor el haber visto lo que puede hacer una comunidad cuando comprende esa encarnación de la Palabra de Dios en la vida práctica. Y cómo quisiéramos que todos estos conflictos y situaciones sociológicas económicas, políticas del mundo, se resolvieran así como lo están resolviendo en La Palma: con un gran amor y un gran sentido del trabajo y un gran espíritu de oración. También queremos recoger con agradecimiento el esfuerzo que están haciendo los encargados de los diversos aspectos de preparar la próxima celebración del Divino Salvador del Mundo. Hay un activo comité de sacerdotes y laicos que han tomado a su cargo los diversos aspectos de esta complicada celebración. Decimos complicada porque queremos hacerla espléndida, para que el Divino Salvador del Mundo reciba el homenaje de la Arquidiócesis y de la patria y nos bendiga copiosamente. Ya el programa es conocido, y los encargados de desarrollar los diversos detalles están trabajando intensamente y con gran amor a nuestro Divino Redentor. Hemos anunciado para el 5 de agosto por la mañana una convivencia del Apostolado de la Oración en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. Hemos llamado también a todos los católicos, a la tradicional "Bajada" que será a las 4 de la tarde y que será transmitida por radio, los que no pueden asistir, sírvanse de sus aparatos receptores sintonizando YSAX y los que asistan a esta tradicional "Bajada" procuren también poner al servicio de la muchedumbre sus aparatos receptores sintonizándolos en esta emisora. Por la noche del 5, llamamos a todos los que quieran hacer oración por la patria a la catedral. Allí, junto con los grupos de oración junto con el Movimiento de Renovación en el Espíritu vamos a intensificar bajo la guía y la inspiración del Espíritu Santo, una oración por nuestra Iglesia y por nuestra patria. Y el 6 a las 9 de la mañana, esperamos a todas las parroquias bajo sus estandartes en la Plaza Barrios frente a Catedral donde tendremos la dicha de honrar al Divino Salvador del Mundo con una solemne concelebración. Hemos repetido los fines meramente espirituales, de esta celebración y rogamos a todo los salvadoreños que no se dejen guiar por la mala voluntad, y por eso, no vayan a interpretar mal las intenciones de la Iglesia que solamente quieren ser la de honrar al Divino Salvador del Mundo y atraer sus bendiciones sobre este querido pueblo, tan dichosamente puesto bajo el nombre dulcísimo del Divino Salvador. Y junto a estos hechos que hemos recordado y que forman parte de la trama de nuestra vida eclesial, pensemos en tantas otras cosas que forman nuestra vida diaria. Pensemos en nuestros campos necesitados de lluvias; pensemos en nuestras cosechas esperadas; pensemos en toda la belleza de nuestros paisajes; en la vida de nuestros país. Ojalá pudiéramos verla en toda su profundidad. Y, precisamente para eso, nos invita la palabra de Dios de este domingo, para que sepamos ver las cosas en su verdadera perspectiva. Este es el mensaje que yo quisiera subrayar hoy para ustedes y para mí queridos radio oyentes, el mensaje de la trascendencia. Trascendencia es una palabra que quiere significar la perspectiva hacia lo eterno, hacia Dios, hacia lo divino. Sólo cuando se mira el mundo, las cosas, las riquezas la tierra hacia Dios que les dio origen, las cosas tienen sentido. Cuando miramos las cosas, las riquezas y los bienes de la tierra, sin tener en cuenta a Dios, las cosas se hacen vanas. Así lo describe el Concilio en una de sus frases lapidarias de la Constitución de la Iglesia en el Mundo de Hoy. "La creatura, sin el Creador se desvanece". Y voy a leerles todo ese párrafo del Concilio que me parece el mejor comentario de las lecturas de hoy. Está en la Constitución de la Iglesia en el Mundo Actual en el número 36, y dice así: Muchos de nuestros contemporáneos, parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo, que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar, con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada en una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las realidades de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevando, aún sin saberlo, como por lo mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe. Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios, y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La creatura sin el Creador desaparece. Por lo demás cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios, la propia creatura queda oscurecida. Hasta aquí el Concilio, y digo que este es el comentario más autorizado de las lecturas bíblicas de este domingo, porque, cuando el Antiguo Testamento nos dice: "Vaciedad sin sentido, vaciedad sin sentido, todo es vaciedad" Es una perspectiva de la creación, prescindiendo del creador. Todo es vano de veras. Las cosas no tienen sentido en sí misma. Solamente esa autonomía que nos ha dicho el Concilio, es decir, las cosas tienen su ser, su belleza, su propio valor, porque Dios se lo ha dado. Y en este sentido, sí recobran toda su belleza cuando las cosas se miran con esa trascendencia, con esa orientación, con esa perspectiva hacia Dios. Entonces ya no son vaciedad, sino que tienen propia belleza, pero teniendo en cuenta que todo lo están recibiendo de Dios. En este sentido también hay que analizar el evangelio tan precioso de nuestro Señor Jesucristo de este domingo. Cuando le dice a aquel hombre que le pedía la colaboración para que su hermano repartiera su herencia, y Jesús le dice que no es juez de estas cosas temporales, le está diciendo que mire hacia el origen de las cosas, que no son la fuente de la felicidad, que no es en tener como los hombres son felices, sino en tener las cosas, pero mirando hacia Dios y la voluntad de Dios hacia estas cosas. "Mirad, -les dice Cristo- guardaos de todas clases de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes". He aquí una amonestación de los bienes terrenales hecha por Cristo. La Iglesia, como Cristo, no está puesta en el mundo para ser juez o árbitro de los bienes temporales. La misión de la Iglesia, ha dicho claramente el Concilio, no es de carácter social, político o económico, sino que es una misión religiosa. La misión de la Iglesia es darle a las cosas, a la política, a los bienes de la tierra, su dimensión religiosa, su trascendencia. Por eso, la Iglesia siente como más íntima las cosas de la tierra, porque las sabe unir con la voluntad de su Creador. Y tiene que denunciar, cuando estas cosas creadas los hombres las están subordinando al pecado. No es así como Dios quiere que se manejen las cosas. No es la codicia la ley de las cosas de la tierra. No es el egoísmo, no son los bienes tenidos sólo para hacer felices a unos pocos. Es la voluntad de Dios, que ha creado las cosas para la felicidad y para el bien de todos, lo que nos exige a nosotros en la Iglesia a darles a las cosas su trascendencia, su sentido según la voluntad de Dios. Lo que sucede cuando el hombre pierde esta visión de la trascendencia lo describe maravillosamente la parábola del evangelio de hoy. Aquel rico que hacía consistir su felicidad en haber cosechado mucho, llenar sus graneros y pensaba darse una gran vida disfrutando de sus cosas. Se había olvidado de la muerte, se había olvidado de Dios; y por eso el evangelio le recuerda: "Insensato, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?". Esta es la vanidad que dice la primera lectura: haber trabajado tanto, para adquirir tanto, y tener que dejarlo. No se lleva las cosas materiales, solamente se lleva el haber usado las cosas materiales según la voluntad de Dios. Solamente acompañarán en el juicio eterno del hombre sus actitudes internas: el haber manejado las cosas de la tierra, sin perder la perspectiva de la trascendencia, unir a Dios. Y ésta es, pues, la misión de la Iglesia en el mundo actual: el reclamarle a los hombres que miren con trascendencia todas sus actitudes, todas sus cosas; lo político, lo económico, lo social, todo lo de la tierra; los deberes temporales, los derechos humanos, todo lo de la tierra, tiene que ver mucho la Iglesia con ello, no porque ese sea el fin de su misión. Porque su misión tiene que ser, cabalmente, darle el sentido trascendente, orientar hacia Dios los corazones de los hombres. Y desde los corazones de los hombres, convertidos hacia Dios, crear un mundo mejor, un mundo más conforme a la voluntad de Dios, en que todos nos sintamos, hermanos todos con un sentido de trascendencia hacia el Creador. Queridos hermanos estimados radio-oyentes, esta es la palabra del Señor en este domingo 18º del Tiempo Ordinario. Ha sido para mí una satisfacción haber recordado, junto con ustedes, que la vida y las cosas que la vida nos da no tiene sentido. Son vaciedad, se disipan, se diluyen, mientras no las veamos en su origen, que es Dios, que les está dando el ser, la belleza, la consistencia. Y si de Dios vienen su belleza, su consistencia las cosas de la tierra que manejamos no las podemos manejar sin tener nuestros ojos clavados en Dios para preguntarle cómo quiere que las manejemos. Que no nos olvidemos de Dios, que no nos olvidemos de que un día tenemos que darle cuenta, y que nuestra actitud, frente a las cosas de la tierra, recibirá una respuesta de Dios, que será un premio o un castigo. Que se manejen las cosas de la tierra como Dios quiere que se manejen y no de otra manera. Por cumplir este deber, la Iglesia sufre la persecución, la incomprensión. Pero la Iglesia no puede hablar de otro modo, y tiene que inquietar a los hombres que se quieren dormir sobre sus bienes, sobre sus triunfos, sobre sus poderes. Y la Iglesia tiene que recordarles como Cristo en el evangelio de hoy: Insensatos, que no sabéis que hay que dar cuenta a Dios de esas cosas? ¿Que habéis olvidado que las cosas tienen su razón de ser, su existencia, su consistencial su valor, su belleza, sólo porque Dios les está dando esas cosas? Manejádlas pues, como Dios quiere que las manejemos, con un sentido de trascendencia. Y elevándonos a Dios, terminamos nuestra reflexión con una bendición que con cariño de Pastor quiero impartirles. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Amén. Esta misa, transmitida por radio, desde la Catedral y celebrada por aquél servidor del pueblo de Dios que tiene el encargo de ser el signo de la unidad en toda la Arquidiócesis, siempre me parece que resulta como una reunión de familia. Yo quisiera que así nos sintiéramos en este momento de reflexión: una familia, que no tiene prisa que un fin de semana llega al hogar para ver cómo andan las cosas de familia, para ayudar, para colaborar. Comprendo que al mismo tiempo que se reúne la familia, si esta familia es muy importante tiene muchos enemigos, que la observan para criticarla, o quién sabe, lo que más le pido al Señor, para convertirse. Qué diéramos porque todos esos observadores que desde su radio nos están escuchando, no nos oyeran con el afán de los fariseos, para ver en qué lo cogemos, sino con el cariño de la familia, para ayudarlo, para el engrandecimiento de ese Reino de Dios, que nada malo puede traer a la patria. Al contrario, cuanto más cristiano es un hombre, es mejor ciudadano. Entonces, en este ambiente de familia, hermanos, yo quiero que compartamos las alegrías, las esperanzas, también las angustias y problemas que deben ser comunes a todos. Cada uno tiene sus propios problemas; y dichoso el hombre que tiene problemas, porque aquel que dice que no tiene problemas es tan pobre que no se da cuenta ni siquiera que vive, porque todo el que vive tiene problemas.
Pero respecto a esos problemas íntimos de cada familia, los que ustedes y yo hemos traído como cosas personales para encomendárseles al Señor, en general las encomendamos; son nuestras, nada humano es ajeno a su corazón, dice el Concilio, hablando de la Iglesia. La Iglesia es tan humana que siente como suyos esos problemas, del dolor de estómago de su niño en la casa, de la deuda que no puede pagar, del empleo que no puede conseguir, todo eso nos toca de lleno; lo sensible, la angustia de los que sufren injustamente son problemas. Pero, como Iglesia, como comunidad, esta semana ha sido muy rica. Yo quiero destacar el testimonio de santidad, de serenidad, que nos han dado nuestros hermanos los padres jesuitas. Ha sido una semana en circunstancias de amenazas trágicas, y sin embargo ninguno ha huido. Cuentan que un jesuita muy joven, se llamaba Luis Gonzaga, en el recreo surgió la conversación: "¿Si en este momento viniera el juicio final qué haríamos?", Y unos decían: "Yo correría a la Capilla para que me encontrara rezando"; otro: "yo iría al estudio para estar trabajando"; y Luis Gonzaga dijo: "Yo seguiría jugando, porque esa es la voluntad de Dios". Me parece que esta frase de Luis Gonzaga ha sido como el tema de los jesuitas en esta semana: ¿Dónde quisieras que te encontrara el 21 de julio?. Nadie ha huido. Todos dijeron: "en nuestros puestos". Muchas gracias, padres jesuitas porque así se ama la verdad, así se ama el deber, así se ama la vida cuando es vocación. Que venga la muerte, no importa, me encuentra en mi puesto. Ojalá todos los cristianos viviéramos en esta hora esa serena valentía que solamente la puede heredar el que sabe que está trabajando en el verdadero bien, aún cuando abundan las calumnias queriendo desfigurar todo su noble trabajo. Y siempre a propósito de los jesuitas, quiero destacar y agradecer al pueblo cristiano las múltiples manifestaciones de solidaridad. Entre ellas me han conmovido mucho las miles de firmes, que casi constituyen un volumen, que le mandaron al Señor Presidente, todos los pobrecitos favorecidos con Vivienda Mínima. ¡Qué ejemplo más bello! Y la carta del padre Ibáñez es el testimonio de unos hombres que sienten que no todo está perdido, que hay gratitud, que nuestro pueblo es noble, que no todo es calumnia, que hay verdadera nobleza en el corazón del pobre, que agradece y siente quiénes son sus verdaderos amigos. También me conmovió la adhesión de los jóvenes, jóvenes estudiantes, muchos de ellos sin duda de alta categoría. Es que la nobleza en cualquier categoría social que se encuentre tiene que ser ésa, la que agradece el bien que se le hace, no la que olvida el haber sido lo que son, precisamente gracias a aquellos que ahora persiguen. A los religiosos y religiosas, también, que se han volcado en solidaridad con los hermanos jesuitas, mi agradecimiento de padre de esta familia, como quien siente a todos sus hermanos unidos. Es un nuevo gozo el que he sentido esta semana de que los jesuitas no están solos y si acaso ha surgido de una voz cristiana una palabra innoble, de poco amor y poca solidaridad, sí me entristece. Pero quiera el Señor que estos cristianos que en los momentos de la prueba no saben mostrar su unidad de su solidaridad, porque a ellos en lo personal no les toca el problema, se conviertan y sepan que no hay un católico, mucho menos un sacerdote, mucho menos un obispo que no sienta como propio lo que toca a un hermano, aunque en lo personal no simpatice con él. Es mi familia, y me lo tocan, me tocan a mí. Quisiera que aprovecháramos esta circunstancia, pues para apiñar más esa unidad. Bendito sea Dios. Y a propósito de solidaridad, quiero también agradecer y destacar un estudio precioso. Quiero decirle a su querido autor: que me ha arrancado lágrimas, cuando he leído ese estudio acerca de la correspondencia que estoy recibiendo a montones y que gracias al Padre Guevara, encargado de este asesoramiento de la noticia y del informe de la curia, se ha llevado a un estudio psicológico, profundo, pastoral, cómo trazuma en esos millares de cartas, la mayoría de campesinos: pero no exclusivamente, también gente de sociedad, que comprende y vive el problema y no se cierra en un egoísmo que dá frío, sino que trata de comprender. Y más aún de religiosos, de confederaciones de sacerdotes de fuera del país, de conferencias episcopales, es decir, reuniones de obispos nacionales, de cardenales, voces de Europa, de obispos que han visto allá en la prensa, en los informes, la triste figura que está dando El Salvador, perseguidor de la Iglesia. Y gracias a Dios, la gallarda figura de este Reino de Dios, impávido y sereno ante la persecución, que se quiere negar, pero ella vive en carne propia. Es un testimonio, hermanos, que me llena de una satisfacción tan profunda, porque es la mejor aprobación, aunque haya presiones en contra y críticas duras al actuar del Arzobispado y de la Arquidiócesis; sin embargo: "Vox populi, vox Dei". Aquí sí siento yo que es la voz de Dios que en el humilde mensaje de una carta hecha con faltas de ortografía, con lápiz, o con la finura de una máquina IBM de los Estados Unidos o de Europa, viene el testimonio de admiración, de solidaridad a nuestra Iglesia, a nuestros sacerdotes, a nuestros religiosos y religiosas, a nuestros colegios católicos, a la postura de la Iglesia. Que hasta se ha llegado a decir, nada menos que el primado de Inglaterra: "Su figura de la Arquidiócesis es estímulo para la Iglesia de todo el mundo". Hermanos, lejos de nosotros el orgullo, porque nada de lo que está sucediendo es nuestro. Es cosa de Dios. Es el Espíritu Santo que ha encontrado la tierra abonada en la Arquidiócesis. Yo sólo los invito a que sigamos viviendo esa solidaridad. En el número de Orientación de hoy, se ha comenzado a publicar este precioso estudio, de quiénes son los que me han escrito, a quién es a quien le escriben, sintiendo en esta humilde persona la presencia de una Iglesia que es la esperanza del campesino, que da que pensar al capital, al gobierno, cuando es sincero en escuchar este diálogo de reflexión y que pone a la Iglesia en su verdadero puesto, como dice -y este es otro saldo rico de esta semana: yo leí esta semana el estudio sobre los días trágicos publicada en ECA, la revista de la Universidad José Simón Cañas. Yo les recomiendo (es un estudio) como una lectura teológica analizando qué es lo que ha hecho la Iglesia en estos días- Y dice claramente, ya para terminar; la Iglesia desea que nuestro país supere la crisis actual, quiere que se restablezca el orden y la justicia, quiere que a ella también se le permite unirse a todas las fuerzas realmente interesadas en la construcción de un país más justo y quiere que se la entienda, y que cese por lo tanto tanta difamación y persecución contra ella. La Iglesia quiere ganar también su batalla, pero aunque la perdiera, creemos que ha ganado la batalla fundamental, pues la historia recordará que en los momentos de mayor crisis en el país, con todas sus limitaciones y yerros, la Iglesia humanizó el país con limpieza de su palabra, la honradez de sus acciones, la fortaleza en el sufrimiento y la opción por los desposeídos". (Estudios Centroamericanos (ECA), XXXII, p. 316). Un precioso estudio, después de decirnos cómo la Iglesia ha devuelto la confianza, la esperanza, la historia, la palabra, la honradez. Gracias a Dios, católicos, hemos vivido en la intimidad de nuestra Iglesia lo verdaderamente noble, la verdad, la sinceridad, mientras a nuestro alrededor una cortina de humo, de mentiras, de distorsión de noticias, de falsedades, de calumnias. La Iglesia ha vivido, gracias a Dios, y lo recordará la historia, una hora de sinceridad, aún cuando no se le ha querido comprender. Ustedes, sí. Y yo les agradezco, queridos sacerdotes, religiosos, religiosas, movimientos católicos, grupos de base, parroquias promovidas. ¡Cómo han vivido ustedes esta hora preciosa! Digámosla, cultivando. Otro saldo que yo quiero recordar y agradecer es la respuesta a la pregunta que yo hice en un diálogo por Radio ¿Cómo quieren que se celebre el próximo 6 de agosto? Y me ha dado un gusto enorme ese sentido de fe, de piedad verdadera en torno de nuestro Divino Salvador. Todos quieren que se limpie de ese sentido profano esta fiesta que debería de ser la evocación más bella del Libertador de nuestro pueblo y de la verdadera liberación- que la Iglesia predica ¡El Divino Salvador! Vamos a recoger todas esas sugerencias y, desde el próximo jueves, nuestros encargados de la radio van a ocupar las horas de la Oficina de Información y Prensa para predicar, por radio, una novena del Divino Salvador, motivada por estas sugerencias, por estos temas de actualidad. Les suplico, pues, que desde el jueves a la 1.00 de la tarde, a las 8.00 de la noche y a las 5:45 de la mañana, sintonicen esta emisora YSAX, y reflexionemos lo que significa para la patria tener un patrono tan bello, tan divino como el Divino Salvador del Mundo. Y preparémonos. Y el 5, la víspera de la gran fiesta, que será una fiesta de oración, han dicho muchos. Intensifiquemos la oración. Yo quiero invitar a todos los queridos párrocos para que el 5 en todas sus parroquias sea un día de preparación, de oración y penitencia, que se confiese el mayor número de hombres, y mujeres, y niños y jóvenes, para que vengan en la peregrinación del 6 a comulgar la mayoría. Y el 5, allá en la Basílica del Sagrado Corazón, donde está la imagen que luego viene en la tradicional procesión de la Bajada, invitamos a todo San Salvador, para que vaya a orar; los grupos de oración que ya viven, gracias a Dios, en nuestras parroquias, concéntrense en la Basílica , intensifiquemos la oración por la patria. La bajada, en ese pleamar que viene de toda la República, gracias a Dios, ese atractivo que nadie tiene más que el Divino Salvador, se convierta en un clamor de esperanza de esta patria, al que se transfigura, en las horas del dolor y el sufrimiento, en la gran esperanza del Transfigurado. Y el 6, nuestra misa mayor será de campaña, ahí en la puerta mayor, frente a la plaza. Quisiéramos que todas las parroquias trajeran su propio estandarte para que a la hora de la comunión, sus propios párrocos -queremos que todos los sacerdotes estén en esta Concelebración, que ningún párroco se quede- Sería señal de poca adhesión a la fe del pueblo y de la jerarquía y del Divino Salvador la ausencia, muy significativa, de un solo sacerdote. Que todos estamos aquí junto al Divino Salvador de la patria. Si no hay ausencia verdaderamente justificada, interpretará el pueblo muy mal la ausencia de un solo sacerdote. Queremos que sea la fiesta del pueblo del Divino Salvador, una concelebración donde todo sea la piedad y el fervor de nuestra nación. DEBER DE DENUNCIAR EL PECADOPorque, queridos hermanos, esta riqueza de vivencia de nuestra semana que estamos terminando o comenzando, yo la quiero enfocar desde las palabras de Dios que se han leído hoy. Es muy fácil decir: "No hay persecución". Pero, cuando uno analiza a la luz de la palabra de Dios cual es la misión de la Iglesia, sí hay persecución. A la luz de la palabra de hoy, aparece que la Iglesia tiene el deber de denunciar el pecado. La primera lectura es una página del pecado social, y de las otras lecturas aparece la otra misión de la Iglesia: elevar los hombres en la oración a la verdadera promoción, cuya pirámide, dice el Papa, consiste en el trato del hombre con Dios. El hombre verdaderamente libre es Moisés, es Abraham, es el caudillo del pueblo o el pueblo que habla con su Dios. Fijémonos en la primera página: los pecados que se denuncian contra este pueblo son muy graves, dice Dios a Abraham y "vengo a ver", con mis propios ojos. Es una imagen bella, antropomórfica, Dios como si se hiciera hombre; naturalmente que es una figura retórica, bíblica, que representa a Dios como un hombre que viene a darse cuenta, como a inspeccionar él mismo, a ver los pecados de su pueblo. Se trata de los pecados de Sodoma y de Gomorra. No dice propiamente la Biblia cuáles eran; pero sí, una interpretación bastante auténtica parece que se trata de desórdenes lujuriosos muy feos, el pecado de la carne. Los pecados sociales cambian, pero lo substancial es lo mismo. Los obispos reunidos en Medellín en 1968 dijeron que en América Latina hay también un pecado social, "situación de pecado" son las palabras textuales. Parecen duras, pero cuando uno piensa ¿qué es el pecado? El pecado es la muerte de Dios, es lo que ha sido capaz de llevar a Dios hasta morir en una cruz, porque sólo así se puede perdonar. El pecado es el atropello a la ley de Dios, es como pisotear el designio de Dios, el pecado es irrespeto a lo que Dios quiere; y entonces el hombre que quiere buscar su felicidad fuera de Dios, o contra Dios, pone su felicidad en las creaturas, en el dinero, en el poder político, en la carne, en la lujuria, en un amor adulterino. Es darle la espalda a Dios por una creatura, llámese dinero, llámese política o lujuria, como sea. Lo que pasa es que ese Dios, despreciado, ofendido, reclama a este pueblo: "Los pecados de este pueblo son muchos y vengo a ver", y el castigo de cierna ya sobre el pueblo pecador. Y, se dijo en Medellín, es una situación de pecado, de injusticia social que clama al cielo. Yo creo que todos sentimos que esta realidad clama al cielo. El pecado social, hermanos, Monseñor Pironio- y que conste que yo estudio la teología de la liberación a través de estos teólogos sólidos, como es el Cardenal Pironio, que actualmente es prefecto de una de las congregaciones del Papa, hombre de la plena confianza del Papa- analiza el pecado social de América Latina y dice: la ofensa a Dios en esta desigualdad social que viven nuestros países se puede explicar, primero: porque los hombres no comprenden su dignidad y no se promueven y viven un conformismo que verdaderamente es opio del pueblo. Esto hay mucho, hermanos. Los ricos que no piensan que ellos sólo son los culpables del pecado social; también los perezosos; también los marginados que no lucha por conocer su dignidad y trabajar por ser mejor; todo aquel que se adormece y está tranquilo, como que otros la realicen su propio destino, está pecando también. De ahí que la Iglesia tiene que promover a ese hombre adormecido, y por eso los centros de promoción campesina, los grupos de reflexión de la Biblia, todo esto promueve; y gracias a Dios vamos viendo muchos obreros, campesinos, gente marginada que va conociendo su dignidad. Y en la medida en que conoce su dignidad, despierta también a la gran injusticia que lo está marginando. Si yo soy también hijo de Dios, si yo también tengo que despertar, yo también tengo que ser partícipe en la política del bien común de mi patria, yo también tengo derecho a los bienes que Dios ha creado para todos. No por la lucha de clases ni la violencia, porque la Iglesia, repetimos, no predica el comunismo. Ciertamente, codo con codo con todos aquellos que van luchando por las reivindicaciones sociales, económicas, políticas, ella lleva en su corazón una mística muy distinta de otros liberadores. Ya porque ven a la Iglesia compartiendo una tarde feliz con los maestros de escuela, ya la llaman colaboradora de ANDES. La Iglesia está de acuerdo con las justas reivindicaciones de los maestros, pero desde un punto de vista cristiano, desde Cristo, y jamás la Iglesia por simpatizar con un movimiento de la tierra va a renunciar a su Dios, a su promoción como hijo de Dios. EN LA LINEA DEL EVANGELIOQue se tenga muy en cuenta esto: que la postura de la Iglesia promoviendo al hombre no sigue las líneas del comunismo, sino las líneas del evangelio. Esta es una clase de pecado, y la Iglesia tiene que luchar. Y si la Iglesia, promoviendo campesinos, promoviendo marginados, es tenida como subversiva, y que por eso se le expulsa y que por eso las persecuciones contra éstos, se está persiguiendo a la Iglesia. Porque la Iglesia no puede dejar de promover al hombre, para decirle: "No te duermas eres hijo de Dios, trabaja tu dignidad, sé artífice de tu propio destino, trabaja en tu propio bien común". La Iglesia no puede dejar, no puede renunciar a esta misión de promoción que el evangelio mismo le obliga a predicar. Y los colegios católicos y los centros de juventudes y tiene que despertar la verdadera conciencia del hombre que ha estado muy marginado y que ha sido cómplice del pecado social. Pero hay otra fuente de pecado, dice Monseñor Pironio, es también el pecado personal de aquellos que acaparan lo que Dios ha creado para la felicidad de todos. No se dice que vayan a repartirlo; es una objeción estúpida que muchas veces le han tirado a la Iglesia, cómo va a repartirse por igual, y mañana todos habrán acabado con todo. No se trata de eso, se trata de una transformación de la propiedad privada, que respetando la propiedad privada le sepa dar un verdadero sentido social que no consiste solamente en producir más, sino en producir más para bien común de todos; se trata de que lo que Dios ha creado y hace fructificar en nuestras tierras lleve felicidad a tanta gente que no tiene lo necesario. También ésta es una fuente del pecado social que, como en Sodoma y Gomorra, clama al cielo y hace venir a Dios también a investigar cómo andan las cosas. Pecado social también que clama al cielo, la marginación en política: todos los hombres han recibido de Dios una capacidad para aportar al bien común. El no dejar que se realice el hombre, aportando al bien de la nación lo que él puede dar, es también un abuso de poder. Es también como un acaparamiento de bienes que Dios ha dado para todos. He aquí, que la Iglesia no puede callar ante esas injusticias del orden económico, del orden político, del orden social; si callara la Iglesia, sería cómplice con el que se margina y duerme un conformismo enfermizo, pecaminoso o con el que se aprovecha de este adormecimiento del pueblo para abusar y acaparar económicamente, políticamente y marginar una inmensa mayoría del pueblo. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos; y mientras no se le deje libertad de clamar estas verdades de su evangelio, hay persecución. Y se trata de cosas sustanciales, no de cosas de poca importancia; es cuestión de vida o muerte para el Reino de Dios en esta tierra, donde Cristo ha querido establecerlo. Por eso, el pecado institucionalizado, pecado hecho ambiente. Ya sabemos, hermanos, que el pecado depende del corazón de cada uno, pero del corazón de cada uno procede el organizar una sociedad con estructuras injustas, donde no se puede desarrollar el hombre como imagen de Dios. De ahí, que todos los pudientes de la política, los pudientes de la economía, los dirigentes sociales, los profesionales, los capacitados, la Iglesia también, como acabo de leer, quieren, tenemos que aportar, para hacer lo que Dios quiere que los designios de Dios no sean frustrados con el pecado de los hombres. Lo que sucedió en Gomorra y en Sodoma fue precisamente que los hombres buscaban la felicidad fuera de Dios, como hoy la está buscando América Latina también, una felicidad sin Dios, contra Dios, destruyendo la imagen de Dios en la tierra que es el hombre. LA ORACION Y EL DESARROLLO PERSONALY el otro papel de la Iglesia, en la otra hermosa página del evangelio: "Maestro, enséñanos a orar", y Jesús les enseña: "Padre" la hermosa palabra que todo lo arreglaría, si todos supiéramos decir "Padre" al Creador de todas las cosas, y sentiríamos hermanos a todos los hombres, y le pidiéramos: "venga tu reino", el anhelo supremo del corazón del hombre, porque cuando venga tu reino a la tierra habrá más justicia, más amor, habrá más igualdad entre los hombres, más fraternidad. Perdónanos, porque somos pecadores. Hermanos -y esto es hermoso- la oración es la cumbre del desarrollo del hombre. El hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es. Y el hombre es, cuando se encara con Dios y comprende qué maravillas ha hecho Dios consigo. Dios ha creado un ser inteligente, capaz de amar, libre. Si alguno de ustedes que está siguiendo conmigo este desarrollo del pensamiento no reza y dice que no tiene fe en la oración, yo le invito a hacer este ejercicio intelectual: desarrolla tu capacidad personal, extiende tus cualidades, recoge todas tus alabanzas y aplausos que has recogido. Mira qué grande eres, casi eres un Dios. Por eso te crees Dios, por eso no rezas. Pero por más que extiendas tu ser tus capacidades, si tú sientes que hay un misterio más allá, y que esa inmensidad tuya se siente abarcada por esa otra gran inmensidad; en ese momento estás rezando. Rezar no quiere decir perder tu grandeza; rezar quiere decir ensanchar tu grandeza. Rezar no quiere decir que vas a esperar de Dios lo que tú puedes hacer. Realiza lo que tú puedes hacer, pon en juego toda tu técnica, inventa los regadillos para tus campos, abono a tu tierra, alimenta tu ganado lo mejor que puedas, y cuando hayas hecho todo eso, reza. No lo esperas todo de Dios, porque tú has hecho todo lo que puedes, pero dejas en las manos de Dios lo demás. Haz como aquel que ya dijimos una vez aquí, los que prepararon todo un sistema de un viaje a la luna, y un técnico cristiano dice: "La técnica ha hecho todo lo que se podía hacer. Esperamos que va a ser un éxito. Pero ahora nos toca rezar para que Dios bendiga nuestro trabajo? esto es rezar, hermanos. No es empequeñecer. Cuando uno reza, esperando que Dios lo haga todo y uno cruzado de brazos quiere que Dios lo haga, esto es un Dios falso. Pero cuando uno trabaja, desarrolla su mentalidad, su capacidad de organización, y entonces le dice a Dios: "Señor, a pesar de todo este misterio de grandeza que soy yo, entiendo que tú eres más grande, que me abarcas, que me comprendes, que me completas". Cuando el hombre reconoce esta limitación, está en el máximo de su desarrollo. En cambio, cuando el hombre no reza y cuando el hombre pone toda su confianza en su capital, en su dinero, oigan esta frase de la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI: "Uno de los indicios más seguros del subdesarrollo moral del hombre es la avaricia", querer tener, cuando el hombre confía en sí y se cree capaz de todo, y en su dinero y en las cosas de la tierra y le sale sobrando Dios, pobrecito, es un subdesarrollado moral. Cuando el hombre sabe rezar y confiar en Dios, es un superdesarrollado, el hombre que ha encontrado su verdadera vocación. REZAR COMO SE DEBEPues para esto está la Iglesia, hermanos, para enseñar a rezar. Pero para enseñar a rezar como se debe no aquella oración que adormecía, confórmate, vive pobre, a la hora de la muerte Dios te dará un cielo. Eso no es cristianismo, por eso nos dijeron a los cristianos que dábamos opio al pueblo, y ahí tenía razón el comunismo, porque ellos trabajan mientras los cristianos sólo rezaban y no hacían nada. Pero, aquí le gana el cristianismo al comunismo: cuando trabaja como comunista y espera en Dios como cristiano, ven qué diferencia hermanos, porque la Iglesia tiene que trabajar esta doble promoción, de despertar al hombre que desarrolla sus capacidades y hacerlo esperar en Dios, el trascendente, sin el cual, hemos dicho en la oración de hoy, nada es válido, nada es poderoso. Esta libertad: si se le llega a dar a la Iglesia esta libertad. Por eso hemos dicho al gobierno que el diálogo será precisamente para aprender a hablar el mismo lenguaje: un grupo de reflexión de parte del gobierno, y un grupo de reflexión de parte de la Iglesia, para no llamar subversión y política lo que es promoción evangélica y cristiana, para no expulsar sacerdotes sólo porque enseñan a trabajar y rezar en ese verdadero sentido moderno de la evangelización. Cuando se reflexione y se dé un ambiente de confianza a la Iglesia, que trabaja por esta promoción, la Iglesia está dispuesta perfectamente a la colaboración para esta humanización del hombre, humanización del capital y del trabajo, que no es otra cosa lo que la Iglesia quiere. Yo creo que el mensaje es suficientemente claro y la palabra de hoy respalda plenamente con el ejemplo de Sodoma de buscar una felicidad de espaldas a Dios; con el ejemplo de Abraham, buscando siquiera diez hombres justos y no encontrándolos en un ambiente de pecado, con el ejemplo de Cristo. Y terminemos aquí, hermanos, con la segunda lectura donde San Pablo nos dice que Cristo es como el gran documento donde están escritos todos los pecados de los hombres y que, clavado en la cruz, quedó desautorizado para que los hombres fuéramos perdonados. Yo no encuentro una figura más hermosa, más elocuente, que ésta de San Pablo describiéndonos a Cristo en la cruz, como un papel del diablo cobrándose los pecados de los hombres, pero que Dios borra con el sacrificio de su hijo. Ya el pecado no tiene derecho sobre el hombre. Ya el demonio no tiene que reinar en el mundo. Es el Reino de Dios, que Cristo ha ganado con su cruz y su sangre, y los cristianos tienen que trabajar con ese Cristo, morir si es necesario en esa cruz; pero no echar pie atrás, trabajar, hermanos, por una verdadera promoción que siga haciendo de esta Iglesia de la Arquidiócesis, una Iglesia que de veras sea fiel al evangelio, que sepa trabajar y que sepa rezar, que sepa promover hombres que sepan ser con Dios constructores de un mundo mejor. Estimados radioyentes, quiero comenzar hoy con un agradecimiento muy profundo a los obispos de Panamá que han publicado un comunicado de la Conferencia Episcopal, y se refieren expresamente a nuestra situación en El Salvador. Ellos denuncian un parte de guerra (Nº 6 de la Unión Guerrera Blanca), y dicen: "... su tono y su contenido causan horror y, ciertamente, merecen el más fuerte repudio de todo ser que se considere humano y, más aún, cristiano". Según esta declaración, este grupo quienes sean, pretenden tomar la ley en sus manos y terminan por pisotearla. Esto es más que un acto aislado de terrorismo, pues perturba todo el orden jurídico (gobierno representativo y constitucional), e irrespeta los derechos humanos. Ninguna acusación contra el prójimo puede justificar esta actitud, ni en el plano individual ni menos en el plano colectivo y social.
El arzobispo de Panamá, puso este documento en manos del embajador de El Salvador con el encargo de hacerlo llegar a nuestro presidente, y por eso el mensaje se dirige a él: "Nuestras voces quieren llegar a las autoridades superiores del gobierno salvadoreño, para que se aplique toda la fuerza de la ley a los autores de semejante declaración, que es en sí una amenaza contra la ley misma. Hemos esperado, durante estos primeros días del nuevo gobierno de El Salvador, una toma de posición definida frente a toda esta situación. Pensamos que así lo exige, no sólo la ciudadanía de esa hermana nación, sino todos nosotros, solidarios suyos, como istmeños y como cristianos". Queremos agradecer mucho esta solidaridad de nuestros hermanos obispos que también, hace poco, pronunciaron en el Secretariado del Episcopado de América Central unas declaraciones contra estos atropellos. Pero el de Panamá, recobra una actualización urgente, porque todos saben que nuestros queridos hermanos, los padres jesuitas, en estos días están viviendo una amenaza terrible. Yo les suplico que oremos mucho por ellos; y tomemos también el ejemplo de su serenidad, que solamente la puede inspirar un gran amor a la verdad y a Jesucristo. En el periódico Orientación, yo hago un elogio de este mensaje vivo que nos están ofreciendo hoy los jesuitas; así como también un mensaje de lealtad de los padres salesianos que, en la persona del padre Contreras, me presentaron su solidaridad con el episcopado. Su actuación, que todos reprobaron, fue fruto más bien de una ingenuidad que la aprovecha la manipulación de la noticia, un sistema verdaderamente vergonzoso en el cual no importa el honor de la persona, sino salvar otros intereses. Ojalá hubiera más honestidad en nuestras publicaciones. Pero el padre Contreras ha presentado, pues, su adhesión inquebrantable al episcopado, que en ningún momento ha pretendido ser un anti-signo de la línea pastoral que está siguiendo la arquidiócesis. Y repite, pues, su espíritu de fe salesiana, aprendida en un santo como don Bosco que se caracteriza por su adhesión y su firme lealtad al magisterio de la Iglesia. Y todo esto, hermanos, y otras cosas más hermosas que nos llegan por diversas cartas; denuncias de madres, de esposas, incluso de una novia que iba a casarse con su querido novio, precisamente cuando está siendo objeto de esta injusticia: ha desaparecido. Yo quisiera, no solamente anunciar cosas tristes -pero la realidad se impone sino que quisiera anunciar, como lo debe de hacer un profeta, las maravillas de Dios, la bondad de los corazones, lo bueno que nuestro pueblo salvadoreño tiene como por innata condición; entonces, por ejemplo, una carta de Aguilares la que, recordando con cariño nostálgico las enseñanzas del padre Grande en una comunidad, dice esta frase: "Él supo descubrir la grandeza de los hombres y se compadeció ante sus sufrimientos". ¡Qué bello rasgo de lo que es la Iglesia! Cabalmente hermanos, yo esto es lo que quisiera, porque entre las cartas una de las características más hermosas es: "Estamos orando... en nuestra comunidad... en nuestra familia, rezamos mucho..." Yo creo que nunca se ha rezado tanto, se ha orado tanto. Y yo quisiera en esta homilía de hoy, inculcar y, ojalá, ser comprendido por todos (incluso por aquellos que se han dado a la tarea de odiar, de amenazar, de matar, de calumniar), que entre a su corazón un rayito de esta luz que nos trae la palabra de Dios hoy. Y en aquellos donde se está apagando la fe, la confianza, se iluminen esas conciencias con la gran confianza de la fuerza de la oración; y aquellos que se distinguen por su oración -comunidades piadosas, reuniones de grupo, donde la oración espontánea brota del corazón- se animen a vivir esa fuerza. Nada hay imposible a la oración; y si todo este pueblo cristiano de la arquidiócesis tomara la actitud de María frente a Cristo, y Cristo nos dijera como dijo a Marta: "No te preocupes de demasiadas cosas; sólo una cosa es necesaria". ¿Cuál es esa cosa necesaria? Es la que ya se vislumbra siglos antes de Cristo, con la que termina la primera lectura de hoy que nos ha descrito, como transfigurando a Dios en unos hombres que visitan a Abraham; y Abraham objeto dichoso de esta teofanía, está frente a Dios y tiene la oportunidad de dar acogida a Dios y le sirve de los temeros de su cavada; y le da todo lo que puede dar un hombre generoso a un amigo que llega a visitarlo. El Hebrón, allá en Palestina, tiene un nombre en honor a Abraham; aquel pueblo se llama El Kalil, que quiere decir "el amigo". No se puede dar a un hombre nombre más honroso que ese que se ha dado a Abraham: "el amigo de Dios, el que trataba con Dios como con un amigo, hombre de oración. ¿Por qué no nos proponemos todos, los que estamos haciendo esta reflexión, también, ganar un poquito de ese título: amigos de Dios? Pero cuando termina ese interesante encuentro de Dios con Abraham, como amigos que comen juntos, que comparten juntos, la frase termina diciendo: "... dile a Sara que dentro de un año, cuando retorne, le habrá nacido un hijo". Esta es la esencia de ese mensaje de la primera lectura. Porque ese hijo de Abraham ya anciano, y de Sara estéril y vieja, es el hijo de la promesa. De allí va a nacer un pueblo que tendrá el honor, en la historia, de ser el vehículo de sangre que va a dar a luz al Redentor de los hombres. Jesús es descendiente de Abraham, ¡qué honor, el Hijo de Dios es descendiente de un anciano y de una estéril! Este es el gran prodigio, el gran designio de Dios. Nada hay imposible para el Señor, le dice también el ángel a Maria, hablándole de otra esterilidad que se hace fecunda: Elizabeth, madre de Juan Bautista. Y San Pablo, en la lectura de hoy, nos describe lo único necesario: el misterio de Cristo, misterio escondido en Dios que se ha revelado a los hombres. Y dichoso aquél que llega a comprender que Dios se hizo hombre para salvar a los hombres; y que cada vida humana que se incorpora en esa corriente de redención / y se convierte en Cristo, se diviniza su vida. Porque Dios vino hecho hombre en Cristo, para hacer Dios a toda la humanidad que creyera en él. Esto es lo único necesario. Por eso, cesando miramos a María extasiado frente a las palabras de Cristo, mientras Marta va y viene por la casa preparándole la comida, y reclama a Jesús: "Mira, mi hermana no me ayuda; dile que vaya a darme una mano". Jesús defiende a María: -"Marta, Marta, tú te preocupas de muchas cosas, sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la mejor parte, que no se le va a quitar". Todo aquél que llega a comprender lo único necesario (Maná, en las Palabras de Cristo está oyendo el designio de Dios, el amor de Dios), es un alma en oración, es un alma contemplativo. Marta es la figura del alma activa. Asi lo han interpretado en todos los siglos, este bello pasaje del evangelio de hoy. Y a la luz de Marta que va y viene, podemos ver a la Iglesia en sus actividades pluriformes. ¡Qué maravilla es la Iglesia! Porque Jesús, al alabar la actitud de María, no está reprobando la actitud de Marta; lo que le está diciendo es: Ojalá toda su actividad proceda también de lo único necesario; porque no basta ser contemplativo, estar rezando, es necesario también trabajar; pero que cuando se va al trabajo, se lleve en el corazón la unidad de todo lo que se va a hacer, una perspectiva de fe que ilumine toda tu acción. Y aquí es, hermanos, donde yo quiero recomendar la necesidad de encontrar ese único necesario, la necesidad de orar. Yo voy visitando en estos días comunidades preciosas de cristianos, y les aseguro que, a la luz de la Biblia y de la reflexión que allí surge, se levantan plegarias tan bellas que de veras la labor que la Iglesia está haciendo en El Salvador, sobre todo a través de las comunidades pequeñas, no tiene nada de subversivo, no tiene nada de político; v si tiene algo de político, es la gran política del Reino de Dios de despertar en los hombres la conciencia hacia Dios y de Dios hacia todos los hombres. ¡Que oración! ¡Que contemplación! Es necesario orar y trabajar. Pero el trabajo tiene que proceder de la oración. No se pueden disociar. Todos supieron a través de los medios de comunicación que esta semana, el miércoles, hubo un apagón de muchas horas en New York; y cuando el Alcalde reclama a la compañía eléctrica, la compañía le dice: "Es un poder superior, Dios lo hizo". Pero el Alcalde le reclama negligencia. Los dos tienen razón. Es como cuando los que prepararon un viaje a la luna dijeron: Técnicamente todo está preparado; ahora sólo nos resta orar; orar y poner en juego todas las energías humanas". No sólo trabajar sin Dios, ni sólo orar sin trabajar. "Ora et labora" era el gran lema de San Benito, el fundador de los benedictinos, que no descansan en su vida, orando y trabajando. Aquellos monasterios, donde los monjes parecen abejas hacendosas. No descansan un momento, pero en su corazón siempre están orando. Como María, contemplan lo único necesario; y como Marta, trabajan: van y vienen. ¡Qué hermosa fuera nuestra ciudad, los campos, los pueblos; donde los hombres profesionales, comerciantes, estudiantes, mujeres de hogar, del mercado, todos tuviéramos en el corazón un gran sentido de oración, y al mismo tiempo una honradez en el trabajo, una diligencia! Cuando Pablo VI clausuraba el Concilio Vaticano II, hizo un análisis tan precioso, que es uno de los discursos más bellos del pontífice actual -se los recomiendo como un discurso de humanismo nuevo, cristiano- el Papa hizo ver cómo el Concilio reafirmaba la misión religiosa de la Iglesia, es decir su unión con Dios, y desde esa unión con Dios enseñaba a los hombres de hoy que la oración, la contemplación, es la actividad más noble del hombre que lo hace encontrarse con Dios; y le da unidad a toda la pluriforme variedad del mundo y hace comprender el secreto de la verdad, de la firmeza de la Iglesia; y hace descubrir en el rostro del hombre la verdadera figura de Dios, que hace al hombre respetuoso de los deberes humanos. Y decía: "Humanistas del siglo XX que prescinden de la trascendencia hacia Dios, admiren en este Concilio que, precisamente por partir de Dios, ofrece al mundo un humanismo más completo, más exacto que los humanismos sin Dios". Sí, lo primero que nos da el sentido de orar es descubrir a Dios. Y decía el Papa: "¡Y en qué tiempo este Concilio ha proclamado la existencia de Dios! Cuando el mundo está más afanado en buscar el reino de la tierra que el Reino de los Cielos; cuando las técnicas y las ciencias humanas como que le quieren dar derecho al hombre para independizarse de Dios; cuando la filosofía de los hombres llega a tales alturas que lo hacen sentirse casi el objeto y el centro de toda la creación; cuando todo profesional va contra este sentido trascendente, espiritual, es cuando el Concilio en oración ha dicho: existe Dios, es bueno, se cuida de todos nosotros, es personal, podemos entablar con él un diálogo". Esto descubre la oración, queridos hermanos; un encuentro personal con Dios. El ejemplo de Abraham hablando con Dios como un hombre habla con otro hombre, el ejemplo de Maria con su rostro clavado en las palabras de Cristo, es el ejemplo de las almas que necesita hoy el mundo. Muchos han cerrado su comunicación con Dios. Muchos no creen. El ateísmo es un fenómeno muy cundido entre nosotros, por lo menos un ateísmo práctico. No existe Dios si son almas que no oran. Pero ¿cómo puede vivir un hombre sin la creencia en un Dios, si lo que le da fuerza al hombre es ese encuentro con el Poderoso? Mi origen y mi destino, mi razón de ser, la luz de mi inteligencia, el amor de mi corazón, la fuerza de mi vida, la perseverancia en mis propósitos; sólo Dios me los puede dar. Toda moral, toda liberación, todo sentido de humanismo que no tenga en cuenta esta contemplación, esta oración con Dios, es falsa. Si no lo es, es hipócrita. Queridos hermanos, ojalá que mis pobres palabras despertaran en el hombre que no reza, siquiera un ensayo de ponerse en contacto, porque a Dios le basta ver en su creatura el primer impulso de querérsele acercar, y él se inclina para dialogar con el hombre. Diríamos que Dios tiene más ganas, de hablar con nosotros, que nosotros de hablar con él, y que basta un pequeño impulso de orar. Retírense como Abraham, bajo la sombra del mambré. Allá bajo un roble, bajo un amate; allá a las orillas de un no, frente a nuestros bellos paisajes. ¿Por qué no detenerse un momentito y levantarse de esas bellezas al Creador? Que no se pase esta semana sin hacer ensayos profundos de esta búsqueda, de Dios; y les aseguro que el otro domingo que volvamos a misa vendremos más empapados de esta visión, con más fervor en el alma para encontrarnos en la misa con este Dios que buscamos por todas partes y que en todas partes podemos encontrar. Además del encuentro con Dios, la oración me da la unidad y la razón de ser: la explicación de mi Iglesia. Es una hora de Iglesia la que estamos viviendo. No hay labio salvadoreño que no haya pronunciado mil veces la palabra "la Iglesia" pero muchos no la conocen. Para unos, es la peste más grande, y hay que acabar con ella; y la persiguen y la calumnian y la difaman; y muchos se llaman hijos de la Iglesia, asociaciones católicas. ; ¿Qué sentido de Iglesia tienen los perseguidores? Pero lo más lastimoso es que gente que vive dentro de la Iglesia no ha comprendido; porque el Concilio lo dice, y el Concilio se reunió varios años en reflexión, como si la Iglesia estuviera tomando conciencia de sí misma. Se parece a ese momento en que el joven o la joven, llegando a la adolescencia, va descubriendo en su cuerpo y en su espíritu los misterios más profundos de su propio ser, de su propia vida. Es como cuando el hombre reflexiona en sí mismo, y descubre la maravilla de su conciencia, de su libertad, de su inteligencia. Eso fue el Concilio, un reflexionar desde la luz de Dios, en el propio ser de lo que es la Iglesia fundada por Cristo. Y entonces se encuentra que en su oración es precisamente donde la Iglesia se conecta con ese Dios, que le da las corrientes de la vida, que le da su juventud perenne, que le da la verdad de su palabra, que le da la serenidad de su sufrimiento, que la hace enfrentarse impávida, como quien lleva a Dios frente a todas las tribulaciones. No es una sociedad humana; algo divino hay en este organismo humano que lo llena todo y lo trasciende todo, y se hace sentir sacramento de Dios en el mundo, ofreciendo fuerzas de salvación, ofreciéndose al hombre de hoy, con todas las energías del resucitado, para darles vida a los hombres que mueren, que envejecen, que enferman, para encontrar la esperanza. Por eso, cuando comenzaba esta situación de la Iglesia en El Salvador y yo tenía la dicha de dirigir mis primeras palabras a esta querida arquidiócesis, yo les decía -y ustedes lo comprendieron- que lo que el hombre anda buscando en el mundo, aquí lo tiene la Iglesia para ofrecérselos; y lo que más me ha llenado de satisfacciones profundas en este episcopado, tan lleno de circunstancias interesantes, es que muchos hombres se me han acercado. Lo han dicho por allí, que han encontrado en la Iglesia lo que no hablan encontrado; que han sentido la Iglesia como fuerza de Dios. ¡Cómo me llena, cuando se acerca alguien para decirme: "Yo me había alejado de la Iglesia, pero ahora cuente conmigo; yo quiero ser un verdadero católico!" Van descubriendo en está Iglesia lo que la Iglesia lleva en sus entrañas: la fuerza de Dios. Y en la medida en que un hijo de la Iglesia ora, él también se hace instrumento de Dios. En su exhortación sobre la evangelización del mundo actual, el Papa Paulo VI llega a decir: ¿Qué es la evangelización? Es un hombre o grupo de hombres que se encuentran con el mensaje de Cristo y se sientan a reflexionarlo, y lo asimilan y sienten que es alegra, que es vida, que es satisfacción. Y no les cabe dentro de sí, sino que van a expandirlo. Se evangelizan para luego evangelizar. Se recibe la vida para dar vida. Cada católico que sepa orar, será eso: una fuente, como las fuentes que se llenan de agua y que rebalsan para regar y fecundar un campo. Cada cristiano que ora, cada hijo de la Iglesia que se pone en contacto con esta fuerza de oración, cada católico que quiere ser como María, ávida de recibir las palabras de Jesús, se llena de espiritualidad, y rebalsa y riega, y hace santa a su familia y convierte pecadores, y acerca almas a Dios, y por donde quiera va llevando el testimonio que sólo Dios puede dar. El ejemplo es maravilloso de muchos santos que vivieron esta plenitud de Dios; y nadie como ellos han constado la historia. Los verdaderos protagonistas de la historia son los que están más unidos con Dios; porque desde Dios auscultan mejor los signos de los tiempos, los caminos de la Providencia, la construcción de! la historia. ¡Ah! si tuviéramos hombres de oración entre los hombres que manejan los destinos de la patria, los destinos de la economía. Si entre los hombres, más que apoyarse en sus técnicas humanas, se apoyaran en Dios y en sus técnicas, tuviéramos un mundo como el que sueña la Iglesia: un mundo sin injusticias, un mundo de respeto a los derechos, un mundo de participación generosa de todos, un mundo sin represiones, un mundo sin torturas. Y me perdonan que siempre mencione las torturas, porque hay una pesadez en mi pobre espíritu cuando pienso en los hombres que sufren azotes, patadas, golpes de otro hombre. Si tuvieran un poquito de Dios en su corazón, veían en ese hermano, un hermano, una imagen de Dios; y lo digo porque las situaciones siguen; siguen las capturas, las desapariciones. Ojalá hermanos, que un poquito de contacto con Dios, desde esas mazmorras que parecen infiernos, bajara un poquito de luz e hicieran comprender lo que Dios quiere de los hombres. Dios no quiere esas cosas. Dios reprueba la maldad. Dios quiere el bien, el amor. Sólo haciendo oración se puede descubrir lo que Dios quiere; y esta es la tercera consideración con que quiero terminar: Sólo desde la oración, desde la contemplación a Dios, podemos descubrir la verdadera grandeza del hombre. Ese pensamiento que les leía de la carta de Aguilares: el padre Grande nos enseño a "descubrir la grandeza de los hombres y se compadeció ante sus sufrimientos...". No se desentendió del hombre; al contrario, lo criticaron al Concilio, porque dijeron: "Se ha volcado mucho al hombre de hoy, a la sociedad de hoy; casi ha sido infiel al evangelio". De ninguna manera ha sido infiel al evangelio, dijo el Papa; precisamente, arrancando del evangelio el mandato de Cristo, amar a los hermanos, ha hecho de este Concilio, el Concilio de la caridad, el Concilio que se acerca al hombre de hoy con su problemática tan difícil de comprender: hombre por una parte grande, que se eleva sobre sus inventos, sobre sus grandezas; pero por otra parte deprimido de sus propias desgracias, un hombre amargado de la vida, un hombre sin ilusiones. Y, ¿qué sucede -dice el Papa- cuando el Concilio se encuentra con este hombre? No le da diagnósticos de muerte, no lo castiga con anatemas. Ha sido una característica de este Concilio que quiere ser el espíritu de la Iglesia de hoy. Una simpatía grande se vuelca sobre el hombre; porque descubre en el hombre a un agobiado de sus incredulidades, de sus pecados, de sus crímenes, la imagen de Dios que hay que embellecer, que hay que retomar a su primitiva grandeza. Y esto es la Iglesia actual, queridos hermanos, es la Iglesia de la simpatía, la Iglesia del diálogo, la Iglesia que se acerca al hombre en su grandeza o en su miseria. La que descubre la dignidad y le enseña al hombre que debe de respetarla en sí y en los demás. La que le dice que hay que salir de condiciones infrahumanas a condiciones más humanas, hasta las condiciones divinas de la fe, de la oración, del contacto con el Dios que ha creado a los hombres para dialogar con ellos y hacer con ellos su familia por toda la eternidad. Esta vocación preciosa del hombre es la que la Iglesia no puede olvidar. Y cuando le dicen a la Iglesia -ciertas personas tradicionalistas o ciertos intereses egoístas que no quisieran tocar este punto; que se ha olvidado de su misión religiosa y solamente está tratando asuntos políticos y sociales, es porque olvidan que en la política y en los elementos económicos y sociales, es donde el hombre se desarrolla. Pero a la Iglesia no le interesan los intereses políticos o económicos; sino en cuanto tienen relación con el hombre para hacerlo más hombre y para no hacerlo idólatra del dinero, idólatra del poder; o desde el poder, hacerlos opresores; o desde el dinero, hacer marginados. Lo que interesa a la Iglesia es que estos bienes que Dios ha puesto en las manos de los hombres -la política, la materia, el dinero, los bienes sirven para que el hombre realice su vocación de hijo de Dios, de imagen del Señor. Y todo esto solamente lo aprende la Iglesia cuando, apartándose de tantos peligros de los ídolos de la tierra, se pone como María frente al único Señor, el único necesario, de donde deriva la única razón y la esperanza, la fe, la grandeza que los hombres pueden tener. Por eso, hermanos, el mensaje de la palabra de hoy es vital. Yo quisiera que de aquí saliéramos llevándonos la imagen de esas dos mujeres que caracterizan a la Iglesia- Marta y María. No dejemos de trabajar. Intensifiquemos nuestro ir y venir como Marta; pero cuidado si nos olvidamos de lo único necesario que ha comprendido María. Que en el corazón haya una fuerza que une toda nuestra actividad y que descubre la razón de ser de todo lo que hacemos: Dios, Cristo, la dignidad humana. No trabajemos nunca perdiendo de vista a Dios. Como el Concilio, inclinémonos al hombre, a la tierra; pero con el corazón lleno de esperanza, de fe y de amor, muy unido con Dios. Este es el equilibrio de la verdadera santidad moderna: ser como Marta muy comprometidos, muy activos con la actividad de la tierra. El compromiso de las cosas temporales que Dios ha puesto en nuestras manos, manejémoslo bien. Trabajemos, desvivámonos por los demás; pero nunca lo hagamos únicamente por una filantropía, es decir, sólo por el hombre, sólo por la tierra. Hagámoslo por una verdadera caridad que se inspira en Dios y que como María aprende en el lenguaje, en la meditación del evangelio: continuamente almas de oración, almas de lectura bíblica, almas de reflexión en común para elevarse a Dios; y desde Dios bajar para trabajar en el mundo. Estos son los verdaderos equilibrios evangélicos que, gracias a Dios, están viviendo muchos hoy en nuestros días, y que espero que sea para todos la pauta de la vida moderna. |
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez Ciudad Barrios, El Salvador; 15 de agosto de 1917 – † San Salvador, (Id.), 24 de marzo de 1980) conocido como Monseñor Romero,[1] fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos y murió asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. Archivos
Agosto 2021
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